Inge D'Auxy

Personalidad

Mira sus ropas y verás telas exclusivas, adornadas con cuidado para constituir un vestido adecuado para alguien de su cuna. Mira su cuerpo y verás una muchacha joven, inexperta para entender exhaustivamente de qué está hecho el mundo. Mira sus ojos y te darás cuenta de esa soberbia oculta tras el claro de sus ojos, simple disfraz.

La Inge que conocerás por fuera es muy distinta a la que mora por dentro, esa fiera que saca sólo cuando ella lo ordena. No hay funcionamiento desautorizado. En el exterior hace lo que se espera de una mujer de su alcurnia y algo más. Sabe que actuar directamente, como una jugadora activa más de la mesa, no la llevará a ninguna parte. No siendo mujer. Piensa que Dios ha dado a todos las herramientas necesarias para su propia supervivencia, ni más ni menos. Inge sabe que las de ella no son pocas, pero que no puede emplearlas a la vista de todos, so pena de perder su efectividad. Entre sus artimañas está el usar las palabras más gentiles y elegantes para amenazar a alguien sin que se de cuenta por completo, pero sobretodo su manipulación. Elige a sus enemigos con más cuidado de lo que elegiría a un amante, conociéndolos a fondo, interesándose en ellos. Es así como cambia de piel y los intereses de sus blancos se convierten en los propios, volviéndose su amiga y cómplice en todos los aspectos posibles. Así es como un parásito que se apodera de la mente ajena, haciendo creer que fue idea de ellos complacerla en ese punto especial, el cual no habían notado antes. Ella sonríe para sí cuando se sale con la suya, maravillándose con lo fácil que es alimentar el ego de los hombres para luego volverlo en su contra. Tan fácil es dominar a esa bestia que no se extraña cuando termina devorando a su dueño.

Por su modus operandi se podría decir que Inge es una persona cobarde; tienen razón. Ella jamás actúa directamente, sino a través de otros para llevar a cabo sus sucios juegos. Así el peso no recae sobre ella. Se divierte pensando en que están protegiéndola incluso sin saberlo ni proponérselo.

Utiliza todos los medios de los que dispone, pero nunca completamente. Siempre es bueno hacer creer a tus enemigos que eres menos. Así pelean entre ellos sin darse cuenta de que hasta el peón puede devorar al rey. Cuando decide algo, no hay quién la saque de allí. Es testaruda, pero lo bueno que tiene es que se toma las cosas con calma. Espera a que el momento indicado llegue; si no, entonces no debía irse por ese camino.

Es bisexual y disfruta tanto de los hombres como de las mujeres, pero es una relación distinta con cada sexo. Con los hombres es más abierta a las cosas que disfruten, pero con las mujeres le gusta tener a ella el control, dominarlas si es necesario. Sin embargo, como muda de piel según la circunstancia, es capaz de torcer sus gustos para ver cumplidos sus fines.

Ahora mírala de nuevo a sus ojos. ¿Confiarías en esa determinación?

Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula.

Historia

Era un día otoñal muy similar a los invernales, grises y tensos, cuando el Barón de los Países Bajos, Willem D’Auxy, ingresó a la sala de estar de su mujer, donde su ella leía a gusto junto a una cándida chimenea. Ésta no bastaría para evitar que la noticia que su marido traía la dejase helada.
—Qué bueno que estás aquí, Adelheid.
Ella abandonó su lectura con una mirada constreñida; sabía que la única razón para que Willem hablara de esa manera era algo que no podía esperar y, para su desgracia, no muy agradable.
—Bueno, aquí estoy. ¿Qué te traes esta vez, Willem?
El noble de la realeza miró hacia atrás, a la puerta por la que recientemente había ingresado. Esta vez entró una niña pequeña de ojos resignados, pero fuertes; se notaba que no habían hallado descanso hacía varios días y que el llanto había sido cómplice de ello. Willem la llamó a su lado, ubicando su mano derecha sobre el hombro izquierdo de la doncella de ocho años. Adelheid no entendía nada.
—¿Qué es esto?
—Inge se quedará a vivir con nosotros desde ahora.
Supo entonces la mujer de lo que se trataba. No halló nada mejor que enviar a la niña lejos por un rato.
—Inge, querida, ¿por qué no buscas a la criada y le dices que te deje probar sus nuevos pasteles?
Cuando ella se fue, la Baronesa se puso de pié furiosa por dentro, pero impasible por fuera. Miró directamente a los ojos de su esposo y dijo:
—¿Es de tu amante, verdad?
Willem no contestó. Aquello fue suficiente para afirmarlo. Adelheid negó con su cabeza avergonzada. Sólo allí él habló.
—Emma no soportó la tuberculosis; su cuerpo ya no respondía a los tratamientos de los médicos. No tenía otra opción más que traerla conmigo. No puedo olvidar que... es mi hija también —explicó, pero en su esposa ya no había más que rencor.
—¿Tanto me odias por no haberte dado hijos? ¿Es así como me lo haces saber? No fue mi culpa haber nacido con las entrañas torcidas, Willem.
—No digas eso. En ningún momento te he odiado y menos por eso. Es sólo que... vamos, sé honesta, ninguno de los dos se amó nunca. Fue un arreglo, como le ocurrió a nuestros padres y abuelos antes que nosotros. Estamos casados, pero nunca fuimos un matrimonio.
Ella lo miró dolida.
—Tal vez así fue para ti.

Y así comenzó la verdadera vida de Inge D’Auxy, cuyo padre había vivido una doble vida por diez años y cuya madre había fallecido por una tuberculosis severa. Solitaria desde un comienzo, tanto por las labores de su padre como por la distancia emocional de su madrastra, a quien el mundo reconocía como su madre. Pensaban que Inge era hija del matrimonio; así fue reconocida. Y los que dudaban, callaban por miedo. Así que para amaestrarla dentro del mundo de la realeza, Inge se llenaba de maestros en diferentes materias para suplir el tiempo a solas, empezando a prescindir de a poco de esos afectos hasta no necesitarlos más. Hablaba cada vez menos, excepto cuando se trataba de los temas que le interesaban como los tratos en la Corte, la jerarquía que constituía a la misma y cómo comportarse en público para lograr la consecución de intereses privados.

Sus hábitos comenzaron a cambiar durante la adolescencia, cuando las hormonas comenzaron a causar estragos en su cuerpo. Jamás quiso prometido, pero acudía a algunas reuniones sociales haciendo uso de su apellido y del poder de su padre para que la llevaran de paseo en algún carruaje de lujo. Sin saber, comenzó a descargar su ira contra su prima Mina Zwaan, con la cual tuvo contacto desde sus catorce años, en medio de festines familiares (viéndola como figura casi materna y por lo mismo viendo en ella a su madre por haberla dejado siendo niño y a su madrastra por hacerle la ley del hielo). Con los hombres su manera de descargarse fue con la manipulación, tratándolos como objetos. Con un abrazo, con palabras convirtiéndolos en dioses salvadores, creían tener el mundo en sus manos. Era como contarle una historia a un niño antes de mandarlo a dormir. Siempre de cargos altos, desde luego, o con una ventaja que a ella pudiera interesarle. Con las mujeres tiene algo distinto, porque igualmente le atraen sexualmente, tal vez un poco menos que los hombres, cuando las encuentra atractivas no puede evitar sentir en sentimiento sádico, de dominación. Las trata de «mis palomitas». Quiere poseer, volverse todo en la vida de las mujeres; no así de los hombres. Siempre con cuidado para que no la pillen los clérigos, aunque a estos también sabe retorcer.

Pero antes de lanzarse a la vida pública con todo su esplendor, sentía Inge que le faltaba algo. Tenía una piedra en el zapato molestándole. Y esa era la existencia de su madrastra, Adelheid. No le costó nada pagarle a unos sujetos para que drogaran su caballo de la cabeza a las patas y lo hicieran derribar a su ama para sepultarla bajo sus patas como un triste y fatal verdugo. Cuando los matones le enseñaron el cuerpo de la mujer a su nueva Baronesa como prueba de que habían realizado su labor, Inge sólo pudo brindar por ella orgullosa del resultado y de sí misma.

Willem supo de inmediato que su hija había sido la responsable, así que la llamó a su despacho, la abofeteó allí mismo y preguntó:
—¿Por qué la mataste, pedazo de mierda?
Inge lo miró neutralmente, sin dolor, y contestó finalmente con una sonrisa satisfecha:
—Usted fue quien me enseñó que aquello que ya no se puede esconder, debe hacerse parecer que un accidente nos lo arrebató.
El senador lo miró escéptico, ¡no podía ser! Ella no podía saber que… Inge le sonrió con maldad.
—Eso fue lo que usted hizo con mi madre, ¿cierto?

Willem había callado para siempre a Emma obsequiándole sábanas contaminadas. Inge lo sabía.

No se supo más del padre de Inge. Se dice que enmudeció por completo con la culpa refregada en su rostro y que no volvió nunca más ni a su hogar ni a su cargo por la vergüenza. Otros dicen que fue la propia Inge quien lo mató y esparció los restos. Hasta el día de hoy no se sabe la verdad.

Pero hay fantasmas más grandes tras la controvertida figura de la rubia. Ella se ríe pretensiosa a solas sabiendo que hizo desaparecer a su primo Noach Zwaan, hermano mayor de Mina. Tiene motivos, considerando que con Mina puede llevarse formalmente bien, pero por dentro la aborrece, entre otras cosas porque nació en cuna de oro y en cambio ella tuvo la suerte de que su padre la reconociera cuando tenía ocho años, pero antes de eso vivió en carne propia la extrema escasez. Claro que nadie conoce su origen más que ella misma. Incluso, para asegurarse de que nadie se enterase, mandó a matar a los más cercanos de su madre. Si alguien más llega a saberlo, correrá la misma suerte.

Ante las sospechas ella sonríe con elegancia y da respuestas ambiguas, no negando ni afirmando. Disfruta la incertidumbre que es genera en su prima “querida”. Se siente magnífico. Y dispone de todo lo necesario para sentirse cada vez mejor y mejor. En el baile de máscaras de la realeza.

La Duquesa
Sus influencias han brindado fruto. Conseguir a la nobleza nunca fue tan fácil. Adulando, insistiendo como quieren que lo haga un perrito de bozal, consiguió Inge convertirse en Duquesa. Ahora está un varios peldaños más encima. Poder... nunca necesitó de libros de intelectuales para conseguirlo. Simplemente lo ha tomado porque así lo ha planeado.