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En esta vida hay que morir, para poder renacer [Elías, Bertrán] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Corinne Strasse Jue Mayo 01, 2014 2:21 pm

El pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo en cenizas.
William Shakespeare

No volvía. No se encontraba ¿Y sus gruñidos...? Ya ni su olor permanecía en su propio hogar. ¿Cuánto habría pasado? ¿Días? ¿Meses? Corinne ya había perdido la cuenta, como de las lágrimas que por su rostro día y noche caían hasta mojar su almohada. Ya ni cartas llegaban, tampoco los vecinos se acercaban a animarla. Como animarla, si quien le producía tal dolor, no regresaba? Tampoco sabían nada sobre él, por lo que apenas podían hacer más que intentar estar con ella. Sin embargo tras los días y ver que no había mejora, que la Corinne alegre, sonriente… que la joven que habían conocido y celebraba su compromiso como una mariposa hermosa en plena primavera revoleteando por entre las flores, dejando a todos enmudecidos por su gran belleza, ya no existía, poco pudieron hacer y poco a poco, las últimas visitas cesaron.. No quedaba ni un remanso de paz, de aquella infinita alegría en ella.  Su vida ya solo se componía de caminar desde la cama hasta el salón y del salón a la cama. Sin apetito y sin sueño, y por más que Shack, quien se había vuelto su sombra desde la partida del inquisidor intentara hacerla sonreír, ya no conocía el movimiento que implicaba aquello que antes era lo que más ofrecía al mundo; su dulce sonrisa. Hasta el brillo de sus ojos era inexistente, ya solo eran orbes pálidos y ausentes, perdidos en recuerdos que mantenía en revivir, calentando lo poco que le quedaba de aquellas esperanzas vacías de un futuro inexistente.

Sin embargo las esperanzas, los sueños, algún día terminan y el vacío que queda es tan grande, que ni gritar consiste en una ayuda, una huida al dolor. Fue por eso, que tras 60 días, sus noches y aquellos segundos dolorosos, decidió enfrentarse a la soledad, y tomar las riendas de su vida lejos de aquel sitio, que tanto era de él y tan poco de ella.

Tic, tac, tic, tac...

Ya no hacía falta que oyera el reloj para no imaginar el ruido de él. Su mismo corazón latía al sonido de aquellos compases, apoyándose en algo que la mantuviera en la cama viva, o por lo menos de alguna forma lo hiciera. Solo con una bata por encima permanecía tumbada mirando hacia la pared, con la mente en blanco. Una de sus manos distraídamente se acarició la otra, rozando con sus dedos un blanco anillo que seguía en su dedo. Enseguida miró hacia él y suspiró. — Lo único que me queda de ti. —Susurró entrecortadamente contra el frío oro blanco que lo recubría. Lo miró bien y por unos instantes hizo el intento de sonreír, quedándole una sonrisa torcida y triste. Recordó cuando se lo entregó, los besos, su felicidad… y tal como aquellas imágenes pasaron por su cabeza, se giró dejando de ver aquel maldito anillo, que parecía reírse de ella.

Su cuerpo chocó contra uno más pequeño y Shack, su oscuro collie despertándose de su ligero sueño, caminó por la cama hasta quedarse a su lado, de forma que pudiera verla mejor y de lamer su rostro secando las lágrimas, si es que volvían a nacer como solían hacer. Corinne pasó una mano por su pelaje y se acurrucó más contra él, buscando su calor, su refugio. En esos meses solo Shack era quien le daba el apoyo necesario para salir de la cama y moverse un poco, saliendo a dar de comida a sus caballos, preparar la comida de su perro y algunos días también la propia.

Deberíamos abandonar este lugar… volver a casa. A nuestra única casa. —Le dijo sin dejar de acariciarle. Shack ladró en contestación, sonsacándole la primera sonrisa a Corinne. — Eso me lo tomaré como que deseas volver… ¿Pero te acordaras del camino? Yo no sé dónde estamos, ni para donde es Shack. Pero supongo que es mejor intentarlo que quedarnos aquí, donde jamás debimos llegar. — Agregó lo último con lágrimas en los ojos. Con la mano se las quitó y con decisión aprovechando ahora que se encontraba lucida y tenía aquella idea en la mente fuertemente arelada, se levantó de la cama. Al principio se tambaleó y Shack alerta, rápidamente bajó de la cama y fue hacia ella, ayudándola a mantenerse, sirviéndole de apoyo. —Gracias Shack…—Susurró quedándose unos instantes inmóvil esperando que su cuerpo le respondiera. Hacia muchos días de su ultimo bocado, del ultimo mísero trozo de pan que había probado. Y le estaba pasando factura.

Tras encontrarse mejor se dirigió al baño. Sus pies se arrastraron por el frío suelo hasta llegar al aseo. Se lavó la cara con un cuenco de agua, se peinó y se miró al espejo viéndose tras muchos días de no hacerlo, descubriendo con sorpresa, que seguía o parecía ser la misma y que solo la palidez de su rostro, la ligera pérdida de peso y el ausente brillo en su mirada daba muestras de su dolor. Negó con la cabeza, intentando darse fuerzas y volvió sobre sus pasos, hasta la habitación en donde con la atenta mirada de Shack, se cambió la fina prenda que cubría su cuerpo por un sencillo vestido del color de sus ojos, que en otra circunstancia habría lucido acorde con ella y sus dulces sonrisas.

Tomó aire profundamente una vez lista y yéndose al armario de dónde sacó una bolsa, empezó a meter un poco de ropa para el camino que les esperaba en su vuelta a casa. O lo que quedaba de ella. Seleccionando la ropa, su mano tocó la fina seda del vestido con el que había ido a un baile cuando sus sueños aún seguían en pie y sin poderse contener, su mano tembló. Acarició la seda del vestido, recordando aquella noche y en tanto recordó dio unos pasos atrás, alejándose del vestido, el armario y agarrando la bolsa medio llena echó a correr la entrada de la casa, golpeando en el trayecto una de las mesitas de la que se cayeron unas invitaciones que jamás verían la luz. No se giró a recogerlas, ya no valían la pena. Y volverse, tomarlas en sus manos solo haría aquello peor. —Adiós Astor... —susurró por el camino con la tristeza de su corazón marchito bajo su pecho, hasta que llegando a la entrada, alertada por unos fuertes ladridos de Shack se detuvo y estupefacta, solo en aquel instante se dio cuenta del humo que provenía del exterior. Se le cayó la bolsa al suelo y dando un paso enfrente, abriendo la puerta, la peor visión fue descubierta ante sus ojos. El establo se estaba quemando.

¡Los caballos! —Gritó asustada corriendo hacia allí sin hacer caso a los ladridos del perro que alertaban que algo no iba bien. Corrió y sin importarle las altas llamas que ya ardían por medio establo, se adentró sin miedo con la decisión de liberar a los caballos. — ¡Vamos! ¡Vamos! —Gritaba a los caballos conforme les liberaba de las cuadras. Enloquecidos y asustados huían al crepitar de las llamas, sin embargo Corinne allí seguía, aguantando hasta que el último de ellos fuera salvado de aquel infierno. Pronto las llamas la rodearon tras salvar el último caballo. El humo la asfixió y cayó de rodillas al suelo. Los sonidos la ensordecían, y tembló de miedo al verse incapaz de dar un paso más, de levantarse y huir. Salvarse. — ¡Shack! — Le llamó al oírle ladrar al otro lado de las llamas. — ¡Shack vete! ¡Huye! — Gritó antes de que tosiendo terminara tumbada en el suelo, viéndose atrapada y perdida. Lo siento Shack, no podré devolverte a casa, pensó, cuando el poco aliento que le quedaba fue expulsado de su cuerpo. Sus ojos se cerraran exhaustos, y justo cuando pensó que ya todo había terminado, que su existencia tocaba a su fin, llegó a ella una última imagen. La sombra de un hombre emergiendo entre las llamas.


Última edición por Corinne Strasse el Lun Sep 22, 2014 12:34 pm, editado 1 vez



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Mensaje por Elías Pharzuph Sáb Jun 28, 2014 8:00 pm

No había nada peor que saberse solo en aquel mundo, completamente solo. Elías siempre creyó que sería capaz de vivir largo tiempo pero tenía la certera creencia de que su hermano viviría mucho más que él, sobre todo gracias a la decisión que parecía haber tomado y que le estaba alejando de todo aquello que conocían.
Cuando el mayor de los Pharzup menciono que buscaría estabilidad, formar una familia y reformarse; Elías solo rió de él, de sus sueños y se aposto a si mismo que cuando fuera de visita con el único miembro vivo de su familia, aquel no se encontraría ni estable ni casado. La vida, sin embargo, tenía otra clase de planes para ambos y fue por eso que cuando viajo hasta donde se suponía que se encontraría con su hermano, se sorprendió de no encontrarle a él, sino únicamente la terrible noticia de su muerte. Era inconcebible la idea de que algo así le pasara, pero al enterarse de las extrañas condiciones de su muerte, opto por indagar lentamente hasta que poco a poco dio con la inquisición y con un nombre en especifico.

¿Cuánto tiempo llevaba esperando que aquel sujeto regresara? Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba viviendo en aquel pueblo, donde todos parecían conocer a Astor Gray, pero ninguno era capaz de darle la ubicación de donde se hallaba en aquellos momentos. Le había seguido como la muerte sigue a cada uno de los habitantes de la tierra, pero aquel hombre se ocultaba de su alcance, dejando únicamente a la mujer que se decía que era su prometida. Elías sin embargo, no estaba interesado en la mujer de los cabellos castaños y la mirada triste en el rostro; para él lo importante era encontrar a quien acabara con la vida de su hermano meses atrás y aquella mujer era lo único que podía acercarle aunque fuera un poco a su venganza.
El cazador realizo demasiado bien su trabajo en aquellos lugares, entrando en el poblado como un joven que buscaba una vida tranquila e independiente de su familia; logro incluso conseguir un trabajo por aquellas zonas, lo que le permitió estar más cerca de todo el pueblo y de los rumores que corrían respecto a los habitantes de la casa Gray. Ahora era parte de aquel lugar aunque eso era ya demasiado, con cada día que pasaba sin saber nada del inquisidor estaba más convencido de que le sería imposible poder realizar su venganza y entre los arrebatos inicio un plan que creyó atraería a aquel hombre de regreso al pueblo.

La primera vez que la idea cruzo su mente, andaba caminando desinteresadamente por el mercado del poblado, cuando la joven prometida del inquisidor paso cerca de él, tanto que de haber estirado su mano podría haberla tocado solo que ella paso sumida en sus propios pensamientos y continuo andando. Fue en ese momento cuando se imagino que atrapando a la prometida sería la manera más segura de atraer al inquisidor a su trampa. Lentamente aquella idea que justo después de pensar le pareció estúpida, cobro fuerza dentro de él, incitándole a ampliar el panorama de esa idea hasta convencerse de que debía llevársela lejos, darle la oportunidad a Gray de seguirle y entonces derramar la sangre de aquel individuo, tal y como él derramo la de su hermano.
De la misma manera en que se preparo para llegar a aquel lugar, fue que comenzó a preparar su partida. Salió una tarde de aquel pueblo haciendo creer a los que eran cercanos que se había a otro lugar, pero únicamente se elimino a si mismo del lugar, facilitando de esa forma el plan que tenía desarrollado.

Una noche, dos semanas después de haber fingido su propia partida y permaneciendo oculto en los bosques, se acerco a la mansión Gray.
Demasiado confiado – dijo para si mismo con una sonrisa triunfante cuando paso la nula seguridad de la casa aquella y sus pasos fueron directamente hasta el establo donde sin pensarlo mucho tiempo inicio un incendio.
Mientras las llamas consumían lentamente aquella estructura, avanzo con dirección a la mansión con el único propósito de secuestrar a la prometida y al igual que con el establo, prender fuego a toda la casa. Un único detalle fue lo que saco su perfecto plan del contexto; de un instante a otro la prometida de Gray salió corriendo en dirección al establo y Elías le observo desde donde se encontraba dandose cuenta de que así como él prendió fuego sin pensar en nada, la chica de los castaños cabellos entraba en el establo aún a pesar de las llamas – Pero si será idiota, ¿Qué demonios piensa? – volvió a decir esas palabras para si mismo antes de salir corriendo de regreso al establo pues si ella moría todo lo que estaba perfectamente planeado se vería arruinado.

Al estar cerca del establo, no detuvo sus piernas y entro entre las llamas observando de un sitio a otro hasta que la figura femenina apareció en el suelo. El cazador fue hasta ella, aunque su vista se veía dificultada por el humo al igual que su respiración, y tomándola entre sus brazos la saco de aquel lugar.
Tan tonta – susurró antes de toser un poco y caminar hasta donde no existiera peligro alguno, apurado nuevamente, pero en esa ocasión por los gritos que se escuchaban a la distancia. No espero mucho, apenas el tiempo suficiente como para que su respiración se normalizara antes de andar con ella en brazos hasta el bosque, donde se encontraba su montura. Las personas llegaron al establo cuando él se encontraba entrando a los bosques, seguido por el perro que pese a su tamaño parecía solo estar preocupado por ella – Ella esta bien, ya te dejare verla – bajó de sus brazos a la mujer, colocándola en el suelo mientras que el perro se acercaba hasta tirarse a un lado de ella – Animales, demasiado fieles hasta que alguien les traiciona – suspiro pesadamente, observando en dirección a donde estaba su caballo, solo algunos arboles más lejos de donde se encontraban. Los gritos de la gente se escuchaban hasta aquel lugar, pero a Elías ya no le importaba, su misión parecía estar completa o al menos en una parte.


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Mensaje por Corinne Strasse Dom Jun 29, 2014 6:31 am

Dicen que es justo en los últimos momentos de tu vida, en que por tu mente se suceden recuerdos de tus primeros años hasta los sucesos más recientes. Como una película sobre la vida que dejas atrás, la que vas a perder con el último aliento de tu cuerpo. Último aliento de esperanza. Y así fue para Corinne. Ahogada, tosiendo hasta caer al suelo sin poder encontrar aire que llevarse a los pulmones fue perdiendo la consciencia. Rodeada por el crepitar del fuego y las intensas llamas que impedían con su humo que pudiera ver más allá de ella, por unos instantes se sintió lejana, como una simple observadora de la que auguraban ser sus últimos segundos.

Boqueó, e intentó luchar contra la inconsciencia que se apoderaba de ella cada vez más. Intentó salir de aquel infierno, arrastrándose apenas unos pocos metros, hasta caer definitivamente rodeada por las asfixiantes llamas y el humo, que ya en sus pulmones le provocaba un ahogamiento doloroso. Con lágrimas en los ojos, tras la exposición al humo y a la cercanía del fuego, fijó su vista por última vez en las llamas, deparando entonces en una sombra de un hombre que emergía de las llamas. Al ver aquella sombra el corazón se le paró unos segundos. ¿Sería él? No lo parecía, coincidió al no oír ningún gruñido molesto y aun así, restó todo lo que pudo consciente para verle, cayendo en la inconsciencia justo al sentir unos brazos masculinos alzarla y acobijarla encima de ellos.

Y con una última imagen de aquella sombra que cerniéndose sobre ella, parecía intentar salvarla, sus ojos se cerraron y en su mente miles de imagen pasaron ante sus ojos. Recuerdos de su niñez, de su juventud, hasta los momentos más olvidados en su memoria, volvieron ahora a ver la luz, en lo que era sacada de las llamas y depositada más adelante en el suelo del bosque de los alrededores, ante la atenta mirada de su salvador y el cuidado del perro que se negaba a separarse de ella.

Una pequeña niña riendo feliz agarrándose fuertemente con sus manos a quien sería su primera montura; un pequeño poni llamado “Veloz”. Sí, en aquellos años infantiles no solía complicarse con los nombres y tampoco sus padres se lo intentaron cambiar para alguno más acorde al lento y viejo poni que había adoptado y al cual montaba alegremente. La sensación de la niña de la altura, la dicha, el tacto del animal bajo su mano siempre se le quedaría grabadas en la memoria. Tras aquel recuerdo todo cambió, siendo en su mente un día de invierno en el que tiritando se había reunido junto con su padre y madre ante el fuego del salón, bajo unas pieles, en las que se encontraban acobijados intentando vencer el frio. El último verano que disfrutó de la compañia y el amor de su madre, y luego los recuerdos fueron siendo oscuros, desde la muerte de su madre hasta el día que terminó siendo mordida...Una noche de luna llena.

Inmersa en sus recuerdos, en ningún momento fue consciente de los gritos a su alrededor, hasta que unos gimoteos lastimeros muy cerca de su oído demasiado conocidos la hicieron despertar, entendiendo que aquel ruido era reciente y que no se podía tratarse de nadie más, que de Shack y sus tristes ladridos.

Corinne frunció el ceño y con toda la fuerza de voluntad intentó despertarse. Entreabrió los ojos, encontrándose unos segundos cegada por la luz hasta que tosiendo a causa del humo que aún seguía en sus pulmones y no le dejaba respirar con normalidad, se incorporó violentamente, de un momento a otro sintiendo que no conseguía respirar, asustando al perro que se había quedado sentado a su lado. Tosió un par de veces, jadeó volteándose en el suelo para quedar sentada, con la cabeza gacha y lentamente, al ser consciente de que no se encontraba entre las llamas, su respiración se normalizó, inconsciente aún por completo de la presencia ajena y de lo que había ocurrido.

Shack. —Llamó al perro al este echarse encima de ella feliz y contento de que hubiera recobrado el aliento. Desconcertada todavía y demasiada confundida lo apartó de ella como pudo. Su vestido yacía tintado del color gris de las cenizas y el fuego y una parte de él, de la falda parecía rota. No importaba, tras poder contar lo sucedido el estado de un vestido era lo menos importante. Corinne suspiró cerrando unos segundos los ojos, hasta que sintió un ruido cerca de ella y alertada, abrió los ojos de nuevo para volverse hacia el ruido, encontrándose ante ella con un hombre joven. Que también como ella, parecía haber salido de las llamas.

¿Q-Quien eres? — Preguntó confundida hasta que cayendo en el estado de la ropa de ambos y atando cabos, lo entendió todo sin tener que oír sus explicaciones. —Tú fuiste la sombra que vi que me sacaba de los establos, verdad? Me salvaste. — Dijo fijando sus ojos en los suyos, mientras el perro volvía a tumbarse a un lado de ella y ella inconscientemente le acariciaba con una mano distraídamente la cabeza.

Mirando al joven, durante un momento lo reconoció. Se le hacía conocido y no por tener un cierto parecido en quien había sido su prometido alguna vez, sino porque en el pueblo había coincidido algunas veces con él en su camino y siempre una parte de ella, se había quedado mirándole con curiosidad. Aún no entendía, ni había descubierto los poderes que tendría como licantropa pero de si algo había estado segura, era de que la presencia de aquel joven era fuerte, firme, como una luz en la tormenta que aguanta inamovible todo lo que le suceda y aquello irremediablemente había atraído la atención de ambas. De ella y de su loba. Más también sentía algo en su aura, se le hacía conocida, sin llegar a situarlo. — Te conozco… eres del pueblo, o por lo menos lo fuiste un tiempo, ¿verdad? —Le preguntó asintiendo sí misma a sus palaras, acordándose de que hacia unas semanas se había despedido y marchado del pueblo. Para suerte para ella, no se había alejado demasiado por lo que parecía.

Gracias por salvarme. De no ser por tu intervención lo más seguro que me hubiese quedado allí para siempre y no habría sobrevivido ni unos minutos más. — Añadió sonriéndole suavemente aún algo aturdida e ignorante de las intenciones reales de aquel joven con ella, cuando unos gritos con su nombre la hicieron centrar su atención al otro lado de donde se encontraban, justo al establo aún en llamas y a la gente que alrededor se mantenían exaltados. Podía encontrarse demasiado aturdida todavía, pero aún reconocía el llamado de su nombre y la voz a grito de quien era una de las más próximas vecinas.

Debo ir… debemos volver. Tienen que estar preocupados. —Susurró sin tener cabeza para pensar si debía ir allí y decir que estaba bien o simplemente sería mejor irse y que todos la tomaran por muerta. Quizás así todo fuera mejor y ella pudiera empezar de nuevo en algún otro lugar, lejos de todo eso que dejaría atrás. Empezar de nuevo, como lo había hecho al irse de su hogar ya una vez. Debía ser la opción más viable la de desaparecer, y simular su muerte en aquel fuego y sin embargo aquellos gritos y lloros que se escuchaban de fondo, le hacían imposible mantener su idea, negada a dejar que aquella dulce gente sufriera tanto por ella.
Deben saber que sigo viva y que volviste al pueblo. —Dijo dándole a entender que lo había reconocido en lo que intentó levantarse del suelo, ante la mirada del joven. —Aunque luego me tenga que ir.— Añadió más para sí misma que para el joven. Porque debía irse de allí y no había marcha atrás en su decisión.




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Mensaje por Elías Pharzuph Dom Jul 20, 2014 6:42 pm

El cazador se paso la mano por la cara, debía de estar lleno del hollín provocado por las llamas que implacables continuaban consumiendo el establo de la mansión Gray. Las personas del pueblo seguían gritando un nombre. Corinne. Sí, ese era el nombre al que respondía la inconsciente prometida del inquisidor, había escuchado como la nombraban los aldeanos pero nunca se esforzó en aprenderse el nombre de la joven, ahora que estaba ella bajo su “responsabilidad” debería ser consciente de que como llamarle y de no permitirse más familiaridades que eso. En las lejanías, las figuras de los hombres del pueblo corrían de un lado a otro, tratando de calmar al demonio que estaba destruyendo el patrimonio del inquisidor y la prometida. La mayoría de ellos ya debían haber notado la ausencia de Corinne en la casa, al igual que la del perro así que seguramente la darían por muerta; Gray en cambio sabría que no lo estaba apenas pusiera los pies cerca de su residencia, Elías confiaba en que el inquisidor no fuera tan estúpido como para caer en una trampa tan tonta.

Sin más que hacer por el momento, aguardo con paciencia a que la mujer recobrara el conocimiento para entonces partir con rumbo a un lugar lejano. La llevaría a su propio pueblo. ¿Qué mejor lugar que su lugar de residencia real? Un lugar donde estarían rodeados de cazadores pues desde tiempos muy antiguos ese pueblo siempre fue conocido por poseer una gran cantidad de cazadores, era el estilo de vida de todos cuantos habitaban ahí, se ayudaban y mantenían a las presas en el lugar que debían. De aquel pueblo, la mujer no podría escapar por más que lo intentara.
Elías creía también que no existía un mejor lugar para asesinar al inquisidor que la tierra en la que nació su hermano, aquella que tanto había amado y a la cual no le pudo llevar para que descansara eternamente.
Su sangre bañara las tumbas de los nuestros hermano – No podía hacer más que eso para callar el deseo de justicia y sentir de esa manera, que su hermano estaba en las tumbas de sus ancestros, con quienes debía estar pero nunca estaría.

Los quejidos del perro le hicieron regresar la mirada a la figura que se mantenía inconsciente en el suelo. El animal no mostraba intenciones de separarse de su dueña en ningún momento y a ratos dirigía una mirada pesarosa al cazador.
Ella fue a que corrió al establo, no es mi culpa que sea tan tonta así que deja de verme como si fueras a culparme de todo – desde que había adquirido la condición de licántropo, creía que tenía un vinculo más especial con los caninos, era algo extraño, pero al tiempo interesante.

De un instante a otro, la mujer se movió con violencia, recobrando así la consciencia y por lo tanto, posibilitando que pronto salieran de aquel lugar. Debía apurarse, no era como que planeara eternamente estar en aquel sitio, después de todo algún curioso podía ampliar la búsqueda de la mujer y si los terminaban encontrando sus planes irían abajo. Ya había tenido que cambiar el plan antes algo inesperado y una vez más le era imposible. Se mantuvo silente, observando como actuaba con el perro y aguardando porque comenzara a ver que era lo que le había sucedido; se movió lento, pero sus pasos hicieron algo de ruido y la mirada de ambos termino por encontrarse. Los ojos de Corinne centellearon con  la incertidumbre y la curiosidad, los de Elías con la decisión tomada y la falta de empatía para con ella.
Tienes razón, yo te he sacado de esas llamas a las que corriste sin importar nada. Pudiste haber muerto. Tu imprudencia me ha llevado a cambiar mis intenciones – En un inicio ella no entendería completamente el sentido de esas palabras, pero cuando viera que su salvador no era más que el monstruo que genero el incendio, todo se aclararía para ella.

Era de esperarse que le reconociera. Lo bueno de todo es que de manera muy sabía Elías había abandonado el poblado antes de realizar todo aquel plan. De la misma manera en que ella, con quien nunca había hablado le reconocía; aquellos con quienes tuvo más contacto pudieron sospechar algo e incluso intuir los planes del cazador. Las personas no eran siempre tan tontas como se esperaba y lo mejor era prevenir los males a después deber lamentarlos. Su mirada fría recorrió la figura de la fémina; sus ropas estaban sucias, sus cabellos eran un desastre y su rostro estaba cubierto de ceniza y aún así podía llamarsele una mujer hermosa.
Fui del pueblo un tiempo, pero eso es demasiado lejano a que digas que me conoces – le sonrió. Una sonrisa que solo abarco parte de sus labios y se desvaneció tan pronto como apareció – No tienes que agradecerme nada. Hice lo que se requería – nuevamente sus palabras parecían rayar entre la cortesía y la realidad que no se encontraba en la mente de Corinne, sino únicamente en la del licántropo.

¿Irte? – negó y se acerco mucho más a ella, inclinandose para quedar frente a frente – Tu no vas a ir a ningún lado que no te permita yo. Ahora estas en mi poder y por tanto harás lo que yo te diga – una sonrisa oscura le fue dedicada a la joven. La mano de Elías fue a tomar los largos cabellos castaños de la loba y los acerco para olerlos. Sin entender el por qué, creía detectar un ligero rastro del aroma de su hermano en ella pero no le presto importancia – Tu y yo nos iremos de aquí. Porque ahora tu eres mi cautiva y si quieres vivir… o mejor aún, si quieres que lo que ha sucedido en tu establo no suceda en las casa de todos estos pueblerinos, vendrás conmigo sin oponer resistencia. ¿Esta claro? – las cartas estaban sobre la mesa, solo era cuestión de ver si Corinne las jugaría debidamente o no.


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Mensaje por Corinne Strasse Mar Ago 12, 2014 12:33 pm

Los gritos, el ruido del fuego y la madera resquebrajarse bajo su fuerza imperiosa, era demasiado para la confundida mente de la loba, que lentamente iba despertando y tomando aire nuevamente, librándose de las toxinas del humo del incendio que su cuerpo había respirado como si fuese oxígeno y las cuales fueron causa de que ahogada, terminase cayendo en la inconsciencia en medio de las llamas. Por suerte, para bien o para mal, había sido rescatada y ahora su cuerpo en el suelo del bosque, alejada de toda partícula del humo, podía oxigenarse bien, terminando así de despertarse más rápidamente, gracias también a la sangre licantropa que poseía en sus venas.

Tras desesperanzarse lentamente, sintiendo la presencia de Shack siempre a su lado, fue que tosió y respiró profundamente. El dolor que recorrió su garganta al toser fue el aliciente perfecto para que despertara completamente, y tras un gemido ahogado de dolor, abrió los ojos volteándose a ver que había ocurrido y donde se encontraba, topándose así, tras ver a Shack con aquel joven que la observaba de una forma que realmente la incomodaba. Tenía una mirada que ni en los peores momentos había visto en los ojos de quien hacía poco o de quien jamás realmente había sido su prometido. Eran firmes y centelleaban con decisión. No había preocupación alguna, como tampoco desdicha, cuando se encontraba segura que de ser ella quien rescatar a alguien de las llamas, se habría mostrado de todo, menos como aquel joven lucia, frio y serio.

Desconcertada todavía y medio mareada, acudieron a sus labios sus primeras preguntas, las que rápidamente fueron contestadas, indicándole que estaba en lo cierto y que aquel joven le sonaba de algo, porque precisamente había trabajado en el pueblo más cercano; al que solía acudir en ausencia de Astor, en sus ideas y venidas. — Lo siento… yo solo pensé en salvar a los caballos. Ellos no merecían terminar atrapados bajo el fuego, así que me arriesgue por ellos y en efecto os debo mi vida, por que vos arriesgasteis la vuestra al sacarme de los establos. — Dijo agradecida de que la hubiera salvado y sacado de aquel infierno. — Siento si por mi culpa y mi desgracia os torcí los planes, en ningún momento fue esa mi intención, ni perjudicaros. — La inocencia de la que hacía gala, volvía a dar presencia con sus palabras. Aunque hubiera una parte de sí misma que le dijese que algo extraño ocurría, que no era posible que la hubiesen rescatado tan rápido a menos de que se encontrara demasiado cerca de los establos. Ella que confiaba en los demás, seguía confiando, sin aprender la lección de la que algún día podía realmente depender su vida.

Tras sus palabras, intentó indagar más en quien era. En quien estaba frente a ella… quien era aquel joven apuesto. Muchas veces lo había visto, solo que con las preocupaciones diarias, jamás había podido acercarse más de la cuenta a él, todo y que tampoco lo habría podido hacer, a fin de cuentas había sido una joven prometida y toda prometida, tuviera en aprecio o no su compromiso, no debía de verse hablando o interaccionando con otros hombres, ajenos a aquel que tenía su mano en matrimonio. Sin embargo, ahora ya no estaba prometida. Volvía a estar libre. Sola y libre. Por unos instantes se entristeció pero luego pensó en las posibilidades que tendría para reiniciar su vida de nuevo y pareció animarse en lo que sus ojos observaban los rasgos masculinos.

Sus ojos no se separaron de los ajenos y asintió con una sonrisa a sus palabras. — Os conozco de vista entonces debe de ser más acertado de decir. — Afirmó sin alejar su sonrisa de sus suaves labios mientras con la mano acariciaba al perro que se había acomodado a su lado. — Claro que debo de agradecérselo. No muchos jóvenes habrían arriesgado su propia vida para salvar una desconocida de las llamas. Debo de estar en enhorabuena para que os encontrarais tan cerca de la mansión y del fuego en ese momento, para poder sacarme tan rápidamente de allí o me habría quedado perdida. — Al decir esas palabras, en un instante frunció el ceño y caviló, dándose cuenta de que en aquella situación algo no parecía ir bien. La desconfianza demasiado pronto llenó sus ojos de incertidumbre, lo que fue para mala suerte de la fémina, que intuida por el joven que gozando de toda su atención centrada completamente en él, se inclinó hasta quedar a su altura. De no ser por su mirada fría y oscura, se habría sonrojado ante aquella cercanía, no obstante ese no fue el caso y aunque sí que sus mejillas adquirieron un ligero tono superior al propio, este podía pasar por un momento de tensión o de falta del aliento en su cuerpo. O por el miedo, que parecía hacerle erizar el vello de su piel al sentirle tan cerca de su propio cuerpo.

Como si él pudiese leerle los pensamientos, en tanto empezó a hablar todos sus miedos e inseguridades fueron descubriéndose, encontrándose que de salir de un compromiso había terminado entrando en ¿la esclavitud? Pero... ¿Cómo? — No te entiendo y yo no estoy en poder de nadie. Mi compromiso se rompió y soy libre, no estoy atada a nadie. — Explicó gruñendo sintiéndose extraña ante su cercanía y el roce de su mano en su cabello. Rápidamente sus manos tomaron los hombres masculinos y lo empujó cuanto pudo lejos de ella. De un momento a otro aquellos ojos que había observado con interés ahora se le antojaban los de un depredador y no pasó mucho para que fuera consciente de que el aura ajena era parecida a la de Astor y a la de ella. — Eres como yo… — Mencionó en un susurro de su voz, cayendo en que jamás hasta ahora se había cruzado con alguien más que fuera licantropa como ella y que no sabía cómo eran, ni como solían ser. A ella la maldición apenas la había cambiado o quizás es que solo fuera el inicio de aquella vida suya. Sin embargo aquel joven se le antojaba como un bruto y mandón. Un lobo dominante de la manada y sus palabras no le daban a entender lo contrario. A cada palabra y mirada de él, más parecia haber dado en el clavo y encontrarse precisamente ante un lobo de aquellas características.

Vuelvo a insistir, no estoy en manos de nadie, soy libre. — Remarcó intuyendo que le sería inútil toda resistencia, él podría tomarla en sus brazos sin ningún esfuerzo y llevarla allá donde quisiera que la quería llevar con él. Iba a insistir nuevamente en que no era esclava de nadie, cuando la amenaza que le propino la sorprendió. — ¿Cómo podrías llegar a algo así solo por mí? — En su mente aún no lo asimilaba y mientras buscaba que podría ser el causante de aquello, asintió con miedo en los ojos. De saber que se encontraba sola en el mundo… ¿Cuál sería su reacción? ¿La mataría como a un animal? Si de verdad había sido capaz de quemar aquel establo con todos los caballos en su interior, sin duda era capaz de cumplir sus amenazas y de mucho más. — Vendré contigo… vendremos. — se corrigió al ladrar Shack quien parecía encontrarse cómodo en aquella situación y en la presencia del licántropo. — No les hagas nada a los pueblerinos y os seguiré a donde querías, pero deseo conocer el motivo por el cual me veo presa… No os conozco, ni os he hecho nada… ¿Por qué, yo?

Por unos instantes su mirada confundida se desvió hacia donde a lo lejos seguían las llamas quemando todo rastro de aquel lugar, aquel sueño en el que había vivido sus últimos meses. Seguían llamándola y tuvo que morderse la lengua para no contestar aterrada a esos llamados. Pero de hacerlo, los condenaría a todos a la pobreza tras que sus hogares fueran arrasados, así que se contuvo y alzando la mano hacia él, esperó que la ayudara a levantarse y la llevara hacia donde fuese que quisiera. Ya luego pensaría como escapar. Era una buena amazona, siempre podría hacerlo caer del caballo y huir, antes de descubrir qué era lo que le deparaba la vida en su nueva situación como rehén del cazador.



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Mensaje por Elías Pharzuph Vie Ago 22, 2014 10:46 pm

La confusión se notaba en los ojos femeninos, a los cuales Elías solo prestaba la atención necesaria y no más de esa. Era un hombre con una misión, pero al final era un hombre y debían evitarse contratiempos que cualquiera sufriría al estar cerca de una mujer hermosa como la que ahora se encontraba en el suelo, mirándole con las preguntas en los labios y el desconcierto en el cuerpo. El perro se mantenía aún a su lado, fiel; esperando que su dueña le diera una orden para acatar las indicaciones. Los perros eran demasiado obedientes y fieles por eso es que el cazador creía que nunca pudo ser mejor sobrenatural que un lobo, parte de los caninos y que le ayudaba en gran medida a explicar su obsesión por la perfección y la sed de venganza por los suyos, tal vez únicamente estaba en la búsqueda de una excusa para sus fines, pero al fin y al cabo era una razón que en su mente era muy valida.

Se formo un silenció entre ambos, justo después de que Corinne preguntara y de que Elías respondiera; eran de esos silencios incomodos que muchas personas detestaban pero que para el licántropo no eran más que ausencia de palabras y en esa circunstancia, eran el tiempo en que pensaba como darle a conocer la condición en la que ahora se encontraba metida. Esperaba una reacción de su parte pero desconocía la manera en que ella actuaría al saber todo lo que le confesaba y pese a eso, estaba listo para lo que fuera la reacción de la prometida del inquisidor.

Las primeras palabras que siguieron a la explicación de Elías denotaban que no se daba cuenta de que nada era como ella esperaba y que el cazador no le salvo por un mero gesto bondadoso sino porque existía algo mucho más importante y oscuro detrás de su manera de actuar. Se mantenía consciente de que Corinne creería lo que le era más importante, que se resumía en que él le salvo.
Estas concentrada en las cosas que no importan, los caballos podrían escapar, quizás no todos pero aquellos que debieran sobrevivir lo harían – le miro fijamente – morir es parte del circulo de la vida pero me parece ridículo arriesgarte por los animales – torció los labios cuando se disculpo con él – Tus disculpas no me valen nada, mejor deberías de dejar de hacer cosas que te pongan en peligro que muerta no me servirías para nada más que para un entierro – la verdad era que nunca perdía tiempo en entierros, a no ser que la persona que moría fuera parte de su familia y de los que formaban parte de ese circulo no quedaba ya nadie – Eres tonta y descuidada – hablo firme, tratando de que esas palabras se le quedaran a ella grabadas para que no volviera a hacer semejantes tonterías.

No dejaban de mirarse a los ojos. En los de Corinne existía la inocencia de aquellos que no temen a nada porque no han dañado a nadie y en otras circunstancias Elías no le habría tomado como parte de alguno de sus planes, pero ella estaba inmiscuida con alguien que no se encontraba tan libre de culpas como la loba, así que debería pagar por los males y errores cometidos por otro. Cuando vio en los ojos ajenos esa oscuridad que le reflejaban cierta tristeza, pensó que ella caía en cuenta de lo que pasaba y de que nada sería igual pero pronto se llevo con la sorpresa de que volvía a verle y le sonreía. Una incomodidad le invadió el cuerpo entero, era algo que generalmente se describía como culpabilidad, sin embargo, la deshecho en un abrir y cerrar de ojos solo para volver a lo suyo.
Por ahora dices que debes agradecerlo, tan solo espera y veras como tu agradecimiento se tornara en algo más y no te sentirás tan complacida y afortunada de que estuviera cerca de tu establo – rió – aunque si eres lista, debes de estar dándote cuenta de lo extraño que resulta que alguien como yo llegara a rescatarte justo en el momento preciso de las llamas, siendo que a todos los demás les tomo tanto – podía notar como ella comenzaba a cambiar de la absoluta confianza a la tensión que genera estar frente un desconocido que parece peligroso.

Negó aún cerca de ella a sus palabras.
Esto no tiene nada que ver con tu compromiso y de si sigue en pie o no, eso es lo de menos. Estas en mi poder y eso es todo lo que debes saber, aunque digas lo contrario – rió con verdadera burla cuando le empujo para mantenerle a raya – Ahora si te pones a la defensiva, no que ibas a agradecer que te rescatara – aplaudió un par de veces al ver que al fin descubría lo que él era – ¡Felicidades! te has dado cuenta de la similitud que compartimos, te merecerías un premio pero para tu mala suerte no tengo nada que darte por ahora, así que te tocara aguantar – se incorporo, mirando en dirección a ella con la superioridad de quien se sabe triunfador en una contienda. Una carcajada fue la respuesta a sus palabras de libertad – Has perdido la libertad desde que ganaste la maldición que te lleva a ser un lobo cada luna llena y no te creas tan importante que no es por ti por quien hago esto – miro en dirección a donde la gente comenzaba a separarse para buscar a la mujer que ahora hablaba con él – lo que quiero es que tu prometido o ex prometido – movió la cabeza – lo que sea contigo venga hasta mi y sé que no te dejara desamparada – sonrío satisfecho cuando Corinne acepto ir con él, pues sabía que ella no se perdonaría que lastimaran gente solo por su causa.

No le respondió a los motivos, se los guardaba durante algunos momentos más porque buscaba comenzar a alejarse ya. Se acerco y le estiro la mano, le sujeto con fuerza y no dejo de mirarla ni un segundo mientras le ayudaba a ponerse de pie.
Vamos – dijo con un tono seco, indicando el camino a la loba, que avanzo en dirección a donde se encontraba el caballo que tenía Elías – te tocara viajar conmigo ya que es el único caballo, el perro supongo que te seguirá a donde vayas así que no existe problema alguno – le indico con la mano que siguiera caminando pues no pensaba montar donde podrían ser descubiertos, sino más delante de su camino.

El silencio invadió la noche, siendo los pasos que daban los únicos que daban señales de que avanzaban y fue de repente cuando el cazador comenzó a hablar.
Eres mi presa no porque hicieras algo malo, sino porque eres lo que necesito para que ese maldito inquisidor venga a buscarte – le miro – cuando haya matado a Astor Gray podrás hacer lo que quieras menos molestarme porque entonces tendré que matarte también a ti – desvió entonces la mirada de ella. El sonido de los aldeanos, el humo y las llamas quedaban cada vez más detrás de ambos; quienes continuaban abriendo paso entre los bosques hasta que Elías considero que habían avanzado lo suficiente y subió a la montura para estirar su brazo a ella – Sube y te advierto que no me gusta que se hagan las listas, porque recuerda que puedo terminar con la vida de todos los aldeanos y sus casas si es que no haces lo que te pido – sentencio aguardando porque ella aceptara su mano y entonces se pusieran en marcha al pueblo de los cazadores.


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Mensaje por Corinne Strasse Dom Ago 24, 2014 9:33 am

La joven no pudo reprimirse a alzar una de sus cejas al oírle decir que era una tonta y descuidada. Podía ser descuidada, pero para ella no había sido tonto salvar a sus caballos. Eran animales y como tales también debían ser respetados y nadie en su sano juicio querría perder su vida atrapados sin poder huir dentro las llamas de un fuego. Además, ¿Quién era aquel joven por hablarle así? Se preguntó sin encontrar respuesta, solo la certeza de que parecía ser algo bruto o alguien demasiado acostumbrado a que los demás siguieran sin replicar sus palabras. Suspiró sin entender nada y siguió mirándole, sin apartar la vista de aquellos fríos ojos que le devolvían la mirada. A cada palabra de él, le surgían más preguntas e inquietudes hasta que empezó a desconfiar y de allí lo vio todo claro.

No estoy en poder de nadie, y aún menos de un bruto y arrogante lobo que viene con aires de superioridad. ¿Quién os creéis que sois? — Le preguntó negando ante sus palabras, — Bruto. —Le gruñó molesta por confundirla y amenazarla de aquella vil forma, de la que solo pudo que entregarse al desconocido antes que ver como asesinaba y quemaba los hogares de todos los habitantes de aquel risueño y encantador pueblo. — Yo no estaría tan segura… —susurró por lo bajo para sí misma en respuesta a lo que la tomaba de rehén solo para que Astor fuera a rescatarla.

Tomó su mano con desconfianza y observándole fijamente se levantó. El licántropo no dejaba de mirarla y aquello le incomodaba, todo y que intentaba no aparentarlo por todas las formas posibles. Sencillamente, no le daría el gusto. — No hay problema, mientras el perro pueda seguirnos el ritmo. — Dijo en contestación, recalcando la última parte de la frase soltándole de la mano y caminando por donde él decía seguidos del corcel que los llevaría hacia su nuevo destino. Escuchó los motivos por el cual iba a retenerla y suspiró guardándose para si sus pensamientos y sus ideas, tan equivocadas con las de aquel joven. Tenía muchas dudas de que Astor fuera a buscarle, no obstante no dijo nada, se mantuvo en silencio. Aún su ex prometido habiéndola abandonada la metía en líos.

Tras lo que fueron unos escasos minutos de recorrido por el bosque en silencio, el joven licántropo decidió subir al corcel. Y tras el salto masculino, tomándose su tiempo tras oírle, Corinne volvió nuevamente su mirada atrás. Allá los gritos seguían llamándola desde la espesura del bosque. Se estaban acercando hasta a ellos. La joven respiró hondo y suspiró con tristeza. No le hacía nada abandonar esa mansión, lo que había sido por unos meses su guarida; su hogar. Lo único que le mortificaba y lo haría durante unos días eran los lloros femeninos que se escuchaban tras los gritos que al no evidenciarla, ni recibir respuesta iban apagándose, hasta solo ser mormullo, una esperanza de por lo menos encontrar su cuerpo. Tras esos segundos en los que finalmente se despidió de todo, volvió la vista hacia el licántropo y con decisión tomó su mano.

No hizo falta que él hiciera mucha fuerza, ágilmente tras pasar mucho tiempo entrenando caballos y subiéndose a sus lomos subió ágilmente tras un salto, acomodándose entre el cuerpo masculino y el corcel. — Vámonos…Y lo he entendido. Nada de tonterías. —Le contestó agarrándose a las crines oscuras del corcel preparada para partir. No le gustaba la cercanía con aquel joven, aun así agradeció cuando este la tomo de la cadera sujetándola en el lugar en lo que el caballo empezaba una marcha corta, que rápidamente tras llegar a un inmenso claro incrementó el paso hasta cabalgar, alejándose rápidamente de aquel lugar. Shack les seguía de cerca y cuando no podía llegar a correr tanto como ellos, Corinne con sus pies hacía presión en las patas delanteras del corcel para frenarlo ligeramente y así darle una oportunidad al perro. Ya había dicho atrás a muchos sueños que ahora yacían muertos y en cenizas, como aquellas cuadras en la que hubiera deseado montar aquel criadero de caballo. Lo único que le quedaba era su fiel compañero canino y por nada del mundo, se alejaría también de él. Era su única ancla, lo único a lo que podría aferrarse si todo salía mal.

Molesta con el mundo, no contestó ninguna a vez al joven en todo el primer tramo del camino. Permaneció en silencio aferrada a las crines e intentando poner distancia entre su espalda y el torso masculino, al que muy tercamente no quiso ni acercarse.  Pasaron por una serie de campos y sembradíos, hasta que volvieron a adentrarse en un bosque y allí volvieron al paso. El camino era pedregoso y en las inmediaciones del camino que seguían se veían pendientes desniveladas, terminando algunas en pequeños precipicios a los que era mejor no acercarse por error. El cambio en la intensidad del viaje, hizo irremediablemente que en aquel paso lento continuo, poco a poco Corinne fuera rindiéndose al cansancio. La inconsciencia anterior en los establos y las emociones del día le pasaban factura e irremediablemente lentamente tal como el sueño se apoderaba de ella, fue apoyándose en el joven, hasta que dejándose caer contra él se fue quedando dormida.

En ocasiones algún inesperado cambio o traspiés del caballo la despertaba, en lo que entreabría los ojos y tras asegurarse que Elías seguía manteniéndola sujeta a él para que no cayera y de que Shack les seguía volvía a sumirse en sus sueños. No obstante completamente no era así. Y en muchas ocasiones simplemente descansaba y aprovechaba para pensar. No tenía idea ninguna de donde la iba a llevar el joven y lo más importante, tampoco sabía que sería de ella cuando se diera cuenta que su ex¬-prometido no movería ni un dedo por ella. Si la había abandonado antes de la boda ¿cómo no podría ser más rastrero?. Terminaría muerta lo más seguro y por su vida que iba a luchar, aunque fuese el ultimo cometido que hiciera allá en la tierra.

En sus pensamientos siguió centrada, sintiendo como la tarde pronto empezaba a volverse noche y justo cuando decidió despertarse finalmente y abrir los ojos, y pensar que hacer, fue que se tensó horrorizada y asustada. En lo que se había dormido había llevado el hombro de la mordida justo debajo de la barbilla del joven y este quizás inconscientemente, se encontraba en aquel instante olfateándolo.
¿Q-que hacéis? —Preguntó en un gruñido asustado. Ni Astor se había llegado a acercar tanto como él a su lastimada piel, aún menos a olfatearle. Solo aquel lobo, el causante de su maldición había sido el único que había logrado aquella dolorosa cercanía, porque en sus adentros sabía que el lobo al que habia matado Astor era el responsable de sentenciarla a la licantropía. Astor solo la habia salvado. Tras un nuevo gruñido, intentó poner distancia de nuevo con él, encontrando que los brazos masculinos que la aferraban para que no cayera no la dejaban moverse como ella quería. Y sintiéndose extraña, como si pudiese sentir el aliento de la bestia en Elías, hizo lo único que se le pasó por su mente; Morderle y tirarlo del caballo aprovechando la inesperada reacción de ella. Y así lo hizo. Mordió con fuerza uno de los brazos más cercanos a ella, traspasando la prenda dejándole la marca de sus dientes y un hilillo de sangre y en lo que se vio obligado a soltar un poco las riendas del corcel desconcertado y sorprendido, ella le empujó con fuerza, agarrando las riendas del caballo al momento que él caía al suelo.

¡Vamos! ¡Vamos! ¡Corre! — Gritó al caballo que tras unos instantes de confusión por el cambio de peso en su lomo, y tras un golpe en su flanco derecho echó a correr por aquel camino, dejando atrás a Elías. Oyó los gruñidos procedentes de él y una maldición, sin embargo no se asustó y pensó rápidamente en que debía hacer. Primero perder de vista al lobo, luego volvería al pueblo y allí les avisaría, se daría a conocer y les diría que debían alertar a los guardias, que sus vidas y casas peligraban. Solo así podría escapar tranquila. Sin embargo un imprevisto hizo que todos sus planes se torcieran, cuando tras un silbido el caballo se desbocó. Corinne se agarró fuerte e intentó controlarlo mientras los ladridos fuertes de Shack se repetían en el bosque. Estaba asustado, como ella. — ¡Elías! Detenlo!— Le llamó justo cuando el caballo se inclinó a dos patas y la hizo caer al suelo, con la mala suerte de que la tiró hacia una de las pendientes y justo tocar el suelo con la espalda, rodó pendiente abajo.

Sintió bajo ella como las piedras desgarraban su ropa y como más rodaba hacia abajo en la espesura del bosque, más sufría su vestido y su propia piel. Se protegió la cabeza con los brazos y siguió rodando. Por suerte los cortes de la caída sanarían tras unos instantes. A lo máximo unos minutos a causa de la juventud de la licantropía en sus venas. Pero aquello no hacía que no fueran a doler los golpes en aquel mismo instante. Tras unos segundos de caída descontrolada, finalmente redujo velocidad hasta que la maleza detuvo por completo su cuerpo. Rápidamente se incorporó viéndose las manos que en la caída presentaban arañazos y esperando que estas sanaran se fijó en su ropa. No estaba demasiado sucia, si rota por algunas partes de la prenda. Suspiró y manteniéndose escondida restó en silencio escuchando, descubriendo demasiado tarde que Shack se acercaba y que tras él, una sombra le seguía.  — Shack… no… — Musitó por lo bajo en lo que el perro ladraba feliz de encontrarla. Corinne le acarició la cabeza y rápidamente tragó duro, alzando la mirada hacia quien se alzaba sobre ella. Ahora si estaba metida en problemas. Sin embargo tras unos instantes todo cambió al darse cuenta de que aquel aroma no era el de aquel licántropo que debía andar buscandola.

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Mensaje por Bertrán Rigaud Miér Oct 22, 2014 9:30 pm

El hombre detuvo su avance y levantó la cabeza hacia el oscuro pero despejado cielo nocturno. Se regalaba unos instantes para apreciar la belleza de las estrellas. La luna brillaba también con intensidad pero a ella solo la ignoró. A pesar de lo sublime que pudiese ser, en su corazón no albergaba espacio alguno para estimarla. Solo podía odiarla, incluso en el estado en el que se encontraba en esa noche y en el cual era casi por completo inofensiva. El corto paseo para despejar la mente se había convertido en una larga caminata que amenazaba con alejarlo cada vez más de su propio hogar. En otras condiciones tal vez eso le hubiese importado, pero no ese día. La desazón se había colado a través de su piel desde tempranas horas de la mañana. Los recuerdos empezaron a abrumarle, la culpa y el dolor habían colonizado todas sus emociones haciéndole vulnerable a una posible explosión de su temperamento. No podía permitir que aquello hiciere peligrar lo que había conseguido ya en la ciudad. De ninguna manera perdería los estribos. Las alternativas eran limitadas por lo que decidió cerrar su pequeño local y alejarse de todo ser conocido. Ahora se encontraba en medio de la nada, rodeado de vegetación y del sin fin de sonidos emitidos por los animalillos nocturnos. Pero, el que pudiese detenerse algunos segundos simplemente a observar las estrellas le indicaba que su temperamento estaba nuevamente bajo su control. Suspiró aliviado. Era hora de regresar.

Dio medio vuelta justo para observar como un oscuro collie se acercaba a la carrera. Resultaba muy inusual que un animal tan cuidado, por lo que alcanzaba a vislumbrar, se encontrara vagando en una zona tan alejada. Más aún, parecía como si el animal tuviese una ruta fija dada la velocidad de su paso y la decisión de su rumbo. Sin pensarlo demasiado le salió al paso e inclinándose invitó al perro a detenerse y a acercarse. - ¿Acaso estas perdido? – preguntó acercando el dorso de su mano al hocico del animal, el cual, no bien le olfateo, movió la cola animadamente como si se alegrara por encontrarse con un aroma familiar. Bertrán observó curioso este comportamiento pero no pudo llegar a ninguna conclusión antes de que su acompañante decidiera que era hora de abandonar las formalidades y continuar su camino. Allí podría haber terminado aquella inusual escena pero el licántropo se encontraba demasiado intrigado como para dejarlo simplemente pasar, así que empezó a correr tras el canino esperanzado de que esté le guiara hasta una respuesta.

Algún tiempo después llegó hasta su sensible nariz el inconfundible aroma de otro licántropo, una fémina, mezclado con el olor a sangre fresca. Aminoró el paso lo suficiente como para que el canino se adelantara mientras él observaba atentamente, despertando sus sentidos y atento a cualquier indicio de hostilidad. Bastante tiempo había convivido entre los de su especie como para comprender los peligros que traían consigo un encuentro casual fuera del control de su propio territorio. Entonces escuchó la suave voz. Una par de ojos sorprendidos le miraron desde un improvisado escondite. Shack, como ella le había llamado, batía alegremente su cola ante la presencia de la desconocida, quien era seguramente su dueña. Una rápida mirada le sirvió a Bertrán para notar que llevaba sus ropajes, a todas luces costosos, raídos y tenía en las manos pequeñas manchas de sangre. – Esa debió ser una fea caída – comentó mirando hacia arriba para luego posar sus ojos nuevamente sobre la mujer. Una sonrisa burlona afloró sobre sus labios antes de tenderle la mano a modo de soporte para que se levantara – Puede llamarme Bertrán y como ya sabrá que soy igual a usted no creo que merezca la pena que me extienda sobre ese tema… ¿me permite? – la invitó sin perder la sonrisa. Se sentía mucho más confiado ahora que la veía. Al parecer se trataba de una licántropa joven aunque no podía concluir si era torpe o no hasta no conocer los detalles que habían llevado a una criatura como esa a derrapar por una pendiente empinada. Además el hecho de que se estuviese escondiendo y la sorpresa en su rostro al verle con claridad le indicaban que había mucho más escondido de lo que la escena por sí sola contaba. – Al parecer no soy quien esperaba… ¿puedo preguntarle de quién se escondía? –



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Mensaje por Corinne Strasse Mar Nov 25, 2014 5:34 am

El corazón bajo su pecho latía rápido, muy rápido. La caída no había sido lo peor. Ahora era una licántropa y las heridas en un muy breve tiempo ya serían solo un recuerdo. Lo peor había sido aquella sensación. Oler en aquel joven licántropo que aún no llegaba a comprender que quería de ella, el mismo aroma que en sus pesadillas le perseguía. ¿Qué quería decir aquello? Se preguntó mientras irremediablemente caía, rodando monte abajo lejos de él y esperaba lejos de todos. Lo de Astor había resultado ser una mentira, jamás había sido su prometida ni siquiera creía que de verdad él la hubiera reconsiderado como a tal. Y ella, entregando todos sus sueños al hombre equivocado había resultado herida, de la peor forma, la más atroz. Luego aquel que había quemado parte de su pasado, quien solo pensaba usarla para cazar al mismo Astor, sin saber que aquel primero ya la había abandonado y poco le importaba. Todo se torcía y postrada en el suelo húmedo del bosque, sintiendo la sangre en las palmas de su mano y caer también de sus piernas, resistió el impulso de gritar. De rabia, de odio…. De desesperación. Ya que importaba. Todo el mundo a su alrededor se había desmoronado, todos la habían dejado, quedando solo la devoción y el amor de Shack para enseñarle el camino.

Por eso al ver a Shack de nuevo con ella, no pudo contenerse a sonreír alegre de verle. Le acarició con premura intentando ensuciarle lo mínimo con su sangre mientras disfrutaba de los besos del canino hacía ella. Restó así unos segundos, hasta que sintiendo una presencia acercándose a ella se tensó y riñó a Shack con la mirada pensando que habría llevado a su perseguidor donde ella se encontraba. Los ojos azules de la joven dieron con los ajenos y la tensión en su rostro fue desapareciendo quedando solo la curiosidad reluciendo, al ver que el joven licántropo que ahora se presentaba ante ella no era quien esperaba y temía.

Por unos segundos siguió su mirada en la de él, observándolo atentamente hasta que viendo su mano alzada hacia ella, la tomó con cuidado. — Fue una muy mala caída y si solo fuera humana quizás y solo quizás me habríais visto aún mucho peor. Agradezco en estos momentos el ser como usted. — dijo alzándose con cuidado del suelo con la ayuda ajena. — Corinne señor y ese de ahí, es Shack. Todo y que veo ya os habéis conocido de antemano. — Sonrío viendo a Shack por unos breves segundos en los que él se acercaba a ellos, quedándose más cerca de él como invitándole a acariciarse y río suavemente por unos segundos, olvidándose de todo lo demás. Hasta que de nuevo su mirada cambió y volvió la cautela. Ahora podrían ser avistados por Elías, y nada le interesaba volver a ver aquel lobo que tanto había amenazado su vida y la de un pueblo entero.

De un joven como nosotros, recién huía de él cuando me caí y dejé que la ladera se me llevara lejos de él. —Explicó apartando la mano de las ajenas y limpiándosela como pudo con su vestido. Las heridas no tardarían en sanar o eso esperaba. Suspiró y tomando atención a todo lo que les rodeaba se inquietó. No iba a ser el motivo por el que un buen hombre muriera, así que debía de alejarlo de allí. Con todas las fuerzas que pudo aparentó serenidad y seguridad en sí misma, todo y que su pierna se encontrara resentida de la caída, y no pudiera apoyarse bien en ella por el momento. Miró fijamente al licántropo y rogó para que se alejara, para que no hubiera más sangre derramada. —Debéis iros Bertrán. Es peligroso y no deseo ser el motivo de que alguien muera, así que por favor alejaros. Yo tomaré una dirección contraria para que no os siga.



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Mensaje por Bertrán Rigaud Lun Dic 22, 2014 2:37 pm

La delicada y tibia mano se alzó, aceptando el soporte que el hombre le ofrecía mientras éste sonreía complacido por no ser rechazado. La voz de la joven era tan dulce como su aspecto y sus palabras al parecer tan confiadas y abiertas como su sonrisa. – Pues es un pacer encontrarlos y conocerlos, a pesar incluso de que puede no ser el momento más oportuno para usted, madeimoselle – respondió alternando la mirada entre la joven y el perro y esperando hasta que ella estuvo completamente erguida. Por lo general, cuando se encontraba en un estado anímico estable, Bertrán era un alma pacifica y amigable. A pesar de las experiencias duras que había tenido que superar durante su vida como mortal y, luego, como licántropo, jamás dudaría en ayudar a una damisela en problemas y no tenía inconveniente en entablar una conversación con quien correspondiese su actitud afable.

Se preparaba para hacer un comentario jocoso sobre la caída de la joven, pero lo que siguió consiguió que el licántropo se pusiere en alerta. Su semblante cambió a la seriedad que requería lo que escuchaba. Sus ojos repasaron nuevamente a la joven y luego se movieron con rapidez en derredor. Buscaba algún indicio de peligro pero no vio, ni olfateó, nada fuera de lo normal. Si como ella afirmaba la perseguía otro licántropo no tardaría en encontrarlos. Era algo a considerar, más aún si tenía en cuenta que Corinne, como se había presentando la joven, le pedía que se alejara ¿Acaso la situación era mucho más complicada de lo que parecía? La idea de encontrarse en medio de una guerra ajena no le atraía en lo más mínimo, sin embargo tampoco era tan egoísta como para dejarla abandonada a su suerte.

Podía observar el esfuerzo de ella por aparentar tranquilidad y estabilidad. Seguro se encontraba mucho más lastimada de lo que parecía. No valía la pena perder más tiempo en vacilaciones absurdas. Él sabía bien que era lo que debía hacer. Le miró detenidamente por un par de segundos, luego se inclinó y acarició con suavidad la cabeza del canino que continuaba junto a su pierna – Nos conocimos hace algunos instantes y parece que para él no existe ningún problema de sentirse confianza después de solo una olfateada – comentó retornando la atención sobre la mascota de la chica en un intento por relajar la situación que, de improvisto, se había tornado pesada. Shack batía alegremente la cola mientras emitía jadeos cortos, en parte por la emoción de la caricia, en parte por la carrera con la que acababa de cubrir la distancia que lo separaba de su ama.

Él le obsequió una sonrisa corta pero sincera – De ninguna manera la dejaría sola, a su suerte, perseguida y herida en medio del bosque. No soy ese tipo de hombre y no se preocupe, estoy seguro de que no moriré, al menos no esta noche – afirmó con su mano aún sobre la cabeza del canino – Dejando eso en claro hay algunos detalles que necesito conocer ¿Quién la persigue y porque? ¿Está segura de que se trata solo de un licántropo? – las decisiones por tomar dependían en parte de las respuestas de la joven. Poco le importaba el que ella pensase en alejarlo, él no la dejaría en medio de tal apuro. Pensó en acercarse y tomarla en brazos mientras se recuperaba totalmente pero prefirió esperar a que ella contestase – ¿Se le ocurre algún lugar seguro al cual podamos dirigirnos? – confiaba en que existiera tal lugar, de lo contrario tendrían que dirigirse a su taller aunque no le agradara en lo absoluto la idea de dejar a enemigos ajenos un rastro claro hasta su propio refugio.



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Mensaje por Corinne Strasse Miér Dic 24, 2014 8:42 am

Ese día parecía lleno de sorpresas y cambios sucesivos que llegaban de forma inesperada, como aquel joven. Al principio desconfió, después de haberse encontrado con Elías y descubrir sus intenciones ocultas no deseaba volver a caer en la misma piedra. Aunque esa piedra tuviera unos ojos como aquellos tan intensos y profundos. Al tomarle la mano y erguirse del suelo, sintió la calidez ajena y sonrío, deshaciéndose de sus temores. —El placer es nuestro y gracias por no reíros. No muchos jóvenes se hubiesen contenido de vivir una situación similar. — Río suave agradeciendo su presencia amigable, tan diferente a lo que por meses se había encontrado rodeada.

Observando las caricias del joven hacia Shack, y como Shack se acercaba mucho más hacia él, buscando así más de aquellas caricias que le prodigaba, Corinne indudablemente se relajó, destensándose a medida que sorprendida no daba crédito a la cercanía de su perro con aquel desconocido. Nunca antes se había dejado acariciar tan fácilmente. Ni aún con Astor, había logrado traspasar la barrera de desconfianza, como para dejarse acariciar de aquella forma tan cercana y confiada.

Os parecerá increíble si os digo que no suele comportarse de esta forma. Siempre ha sido obtuso y terco como desconfiado. —Le relató la joven, observándolos con un brillo dulce en sus ojos y una sonrisa en sus labios. — Es la primera vez que le veo tan confiado. De ser otro seguramente os estaría gruñéndo debido a la cercanía. —Concluyó con una sonrisa fijándose en las manos del joven que seguían en la cabeza del canino. Desde pequeña le habían enseñado a distinguir unas manos trabajadoras de otras. El surco del rastro de cicatrices, la firmeza, la rugosidad de la piel y la sequedad mostraban cuan realmente un hombre mostraba su valía en el trabajo. Su padre desde siempre había tenido unas manos secas y callosas debido al intenso trabajo con los caballos, sin embargo las manos de aquel joven pese a parecer firmes y fuertes, no había testigo de surcos ni cualquier agravio a su piel lo que parecía indicar que de trabajar se las protegía.

Corinne se mordió el labio y desviando su atención de las manos de aquel joven, volvió a la realidad donde un licántropo iba tras ella y donde ambos corrían peligro. Todos sus sentidos se mantenían alerta igual que los del licántropo que pese a parecer tranquilo, imaginaba que también estaría olfateando el aire en busca de un efluvio fuera del de ellos. Olfateó el aire en busca de una ruta de escape cuando las intenciones de no dejarla a su suerte interrumpieron todos los planes de la loba que ya tramaba en su cabeza.

Pero señor… — Intentó protestar, siendo acallada por las continuas palabras masculinas. Le escuchó y sintiendo la herida de la pierna escocerle cambió de pierna para sostenerse, escondiendo una mueca de dolor tras su fruncimiento de labios. —No estoy tan herida, solo debo descansar y al recuperarme marchar. — Insistió suspirando, odiando sentirse tan vulnerable. — Solo sé de un licántropo que iba tras de mí, él me secuestro tras quemar la casa donde me encontraba residiendo temporalmente y el motivo, de verdad lo desconozco. Creo tenía que ver algo con mi antiguo prometido, con quien no llegué a desposarme jamás. — Contó todo lo que sabía del asunto, quedándose para sí misma la relación que había sentido entre aquel asesino y el lobo que la mordió, quien olía similar al primero. Quizás fueran familia y eso aún la aterraba más. No deseaba empezar una nueva vida cerca de todo aquello que la llevara a ser lo que era. Una licantropa.

La mirada de Corinne fue a los ojos ajenos mientras intentaba recordar algún lugar en el que esconderse. No obstante, no se acordaba de ninguna cabaña en los terrenos de la mansión Gray, ni ninguna trampilla oculta o escondite que usar en aquel momento. Pensó en sus vecinos por un breve instante y allí encontró la solución a sus problemas. El matrimonio les había hablado una vez de una antigua casa de la gente del servicio que ya no se usaba y permanecía abandonada en una parte de sus terrenos. Alejada donde los visitantes no pudieran verla entre el paisaje.

Podría tener un lugar en el que podernos esconder. — Anunció con una suave sonrisa sabiendo que sería imposible renunciar a la ayuda desinteresada de aquel joven. No cuando veía en sus propios ojos la llama de la convicción. —Está a las afueras del bosque y se trata de una antigua casa de servicio que se encuentra en desuso y abandonada por sus dueños en lo más lejos de sus terrenos. Quizás pueda servirnos. Conozco a los dueños y en caso de que nos encontraran siempre podría hablar con ellos y justificar nuestra inesperada visita. — Esa parecía la mejor vía de escape y Shack aun siendo acariciado por Beltrán gimoteo como si diera su favor a la propuesta, lo que de nuevo sacó una sonrisa en Corinne. — Si debemos llegar antes de la noche deberíamos ir hacia allí. No sé cuánto tiempo os robará de vuestro tiempo que me acompañéis. ¿Estáis seguro de hacerlo? No quisiera que llegarais tarde a vuestro hogar. —Para Corinne aquel bondadoso y trabajador hombre debía de tener una familia esperándole, y no podía soportar la idea de que se preocuparan demás por salvarle la vida a una desconocida, y a quien no le quedaba nada. Ni un trozo de tierra que llamar hogar.



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Mensaje por Bertrán Rigaud Jue Ene 22, 2015 8:42 pm

Fue evidente la forma pausada pero continua en que la joven relajaba su postura. Observándole Bertran llegó a la conlcusion que este hecho no se debía solo a sus acciones o palabras, sino también a la tranquilidad y confianza con la que el perro aceptaba su presencia y caricias. Aquello le otorgó una muestra de la sabiduría de Corinne, él respetaba a cualquiera que tuviese la astucia de confiar en el instinto de los animales. - ¿En verdad? Pero si es un chico de lo más amigable – comentó sonriendo y dándole al canino unas suaves palmadas sobre el lomo – Y agradezco que no se encuentre gruñendo pues sospecho que eso no facilitaría el que le preste mi ayuda ¿o me equivoco? – le cuestionó irguiéndose nuevamente. La decisión estaba tomada. Fuese que ella lo desease o no él le acompañaría hasta un lugar en donde sintiese que se encontraba a salvo… bueno, que los dos se encontraban a salvo pues no podía ignorar la supervivencia de Shack. Aquel que les estaba siguiendo debía conocer la existencia del canino y lo fuerte de la unión del mismo con su ama. Si fuese él seguramente se aprovecharía de esa fidelidad.

El gestó del licántropo se oscureció a medida que su acompañante avanzaba en el relato de lo ocurrido. Detestaba a aquellos que pretendían imponer su voluntad sobre quienes consideraban más vulnerables. Al menos eso sentía en los momentos en los que la lucidez y la decencia le acompañaban. – ¿su prometido ha dicho? – preguntó mirándole con perplejidad. - ¿Y pensaba desposarse con un animal que envía a otro a secuestrarla? – si por un momento la admiró por seguir el instinto de su perro, ahora cuestionaba seriamente su cordura. Aunque claro, tampoco podía juzgarle con solo retazos de la historia. Había mucho más, no se necesitaba ser un genio para deducirlo, y él sabía, más que nadie los diferentes matices que en un drama nos pueden inclinar a actuar de una manera que jamás pensamos posible.

Él se sonrió con beneplácito – Suena bien para mi, aunque asumo que ni su perseguidor, ni su ex prometido, conocen de dicho emplazamiento – luego soltó una suave risa al escuchar el gimoteó del canino – Estoy seguro mademoiselle, nada podría convencer de lo contrario y solo perderíamos más del tiempo que tanto nos apremia. Además nadie me espera por lo que no es posible que llegue tarde en realidad – adelantándose con soltura tomó a Corinne por el brazo, instándola a soportar su peso en él – Deberá indicarme el camino – le sugirió tratando de evitar que se evidenciara en su rostro la satisfacción que sentía por la proximidad, suavidad y calor del cuerpo de la licántropa.



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