Aedric Wentworth

Si lo quieres, puedo hablarte de mi mismo, y sin embargo, no espero que con ello consigas comprenderme. No trato de despertar en ti ninguna compasión, he vivido demasiado para eso, hasta el punto de ver aparecer y caer civilizaciones. (Puedo asegurar que no fue nada parecido a como lo narran en los libros de texto.)

Cierto es que no soy de pensamiento habitual, me guío por otro tipo de directrices, hoy por mi y mañana por mi, pero eres libre de tratar de ablandarme, o hacer algún juego de palabras que pueda arrancarme una sonrisa. Las entrego contadas, y después de eso, no esperes nada más.

Me limito a jugar con lo que se me pone delante, apuesto por caminos, quien no arriesga no tiene opción al triunfo: siempre he sido un hombre ruin que ha mirado por sus propios intereses. Me tacharían de egocéntrico, un villano de cara a las penurias de la vida, pero por mi parte, solo puedo decir que soy un hombre de ocasión, librándome de todo aquel que no me despierte alguna simpatía. La vida no me ha tratado bien. Todos aquellos que estuvieron alguna vez contra mi se encontraron con casualidades, que por uno u otro motivo los han llevado de camino al camposanto. No soy de ensuciarme las manos directamente, nunca he sido tan inepto pudiendo poner a otros en mi lugar. He esquivado de esa manera muchas sentencias, y otros tantos han muerto donde debería haber estado yo, así cayó Constantinopla, y Grecia antes de ella.

El pecado es cuestión de perspectiva y en mi caso, domino todos los planos. No encuentro sentido a limitarme a uno solo de ellos, igual que no puedes limitarte a un solo sexo en lo referente a la cama. Mostrar una imagen equívoca de mi a la sociedad es equiparme con una máscara que me disgusta, y no soy de hacer algo con lo que no esté de acuerdo.

Me tildan de caprichoso en lo que me confiere, se mover las fichas para lograr así lo que tenga entre manos. No soy sirviente por obligación, bien podría hacerme con la burguesía si me lo propusiera, pero eso no supondría ningún tipo de reto para mi. Amo los juegos de mesa, y quien me conozca sabrá que no he perdido un solo juego, quizás he sido el culpable de más de una desgracia que pudo haberse evitado, pero he de confesar que disfruto de las pequeñas destrucciones.

Disfruto del sexo, es quizás uno de esos pequeños placeres, pero puestos a elegir, la sangre es siempre la primera opción. Soy fácilmente irritable de encontrar algún mortal cuya sangre me disguste, y esto, lamentablemente, tiende a ser frecuente. Soy selectivo en lo que confiere a alimentarme, y tiendo a descartar todas los tipos de origen positivo. El A- sería así mi modalidad preferida, y mentiría si no dijera que antepongo la sangre en las relaciones. Los A, B, AB u O positivos no tendrán espacio en mi tiempo. Tampoco perderé ningún instante con aquellos que hayan logrado traer la monotonía, la rutina es el peor de los males. No tiendo a mantener relaciones estables, puedo calificarme como alguien nómada. Los romances traen la debilidad, y con ellos la muerte, y el dolor, y la agonía.

He matado, he hecho llorar a más de una mujer, pero ¿que importa eso realmente, cuando los sentimientos son una de las mayores mentiras? Yo mismo se evocar esas emociones. El mundo es un gran teatro, y yo manejo las marionetas. Se lo que cruza por vuestras mentes, y la mitad de las veces rehuyo asqueado de seguir escuchando. Tanto absurdo puede llegar a encolerizarme, y en su mayoría, soy un ser tranquilo, de grandes modales y temperamento frío. Difícilmente impresionable, pero de ser necesario, fingiré serlo. El tiempo me ha dado una gran imagen de lo que nos rodea, y todo lo que nace, muere, y después de eso se vuelve polvo.

"Una vez terminado el juego,
el rey y el peón vuelven
a la misma caja."

Análisis desde fuera (3ª persona):

“Se están formando grupos disidentes; el territorio es motivo de disputas.  ¿O es que el hombre contiene en su ser las semillas del mal? ¿Acaso, aunque sea colocado en un paraíso perfectamente constituído para él acaba por envenenarlo, poco a poco, con sus propias envidias y deseos? Y no me excluyo a mí mismo, pues yo también soy un hombre que ha matado y ha defendido sus propios intereses”

Se dice que un hombre nació en temporada de Cifisodoro, a la muerte de Alejandro Magno. Se crió en el seno de una familia allegada a las cortes del gobernante, y como tales, ingresó de siervo en estas al cumplir los 9 años de edad. Se decía que su inteligencia era tan grande aun siendo un infante, que fue capaz de trazar los primeros bocetos de las edificaciones griegas, mucho más resistentes y llamativas que sus predecesoras. Siempre tuvo predilección por el arte y la música, dedicándose a éstas desde edad muy temprana.
No era sorprendente que los altos mandos quisieran tenerlo entre los suyos, y por ello a la edad de catorce ya se encontraba sirviendo directamente a uno de aquellos hombres de poder. Difícil era describir la relación de estos dos, ocasionalmente estable y a otras horas violenta. (Estaba teñida en muchas ocasiones de un sentido de la posesividad casi enfermizo.) A pesar de ello, Aedric siempre fue una persona distante, incapaz de atarse a ninguna persona. Disfrutaba del poder y de lo que ello conllevaba. Bien sabían muchos que era él quien dirigía la ciudad, y no el regente en aquel tiempo, pero la tapadera siempre fue perfecta. El reino pasaba por épocas difíciles, pero se logró una cierta estabilidad. No por nada se dice que mientras el pueblo tenga la boca llena pocas quejas son las que surgen.

Resulta irónico decir que la distinguida posición de arconte cayó un fatídico día a manos de un crío, pero lo hizo, periodo que coincidió con su propia conversión. Sobra decir que esta fue en contra de su voluntad, provocada por un conjunto de discusiones alrededor de la influencia que estaba consiguiendo en el pueblo. Era motivo de sublevaciones y ataques a la autoridad. Lo vendieron. Un esclavo más. La primera intención fue matarlo, pero no surgió como estaba esperado, y conocedor de la naturaleza de su agresor la utilizó en su contra, tomó sangre.

Fueron tiempos sangrientos en las metrópolis para un dirigente encolerizado por una traición reciente por aquel a quien si logró entregar su corazón. Hay quien dice que ya ni siquiera lo conserva en el pecho. Su tiranía no era desconocida, a la vez que caprichosa. Numerosos eran los intentos de ejecutarlo, pero en épocas tan tempranas y de conocimientos tan limitados...¿como puede combatirse la inmortalidad?

Tuvo numerosos amantes, ya fueran hombres o mujeres, pero de todos acabó por librarse al cabo de un tiempo. Permaneció oculto a la imagen pública, hasta que finalmente, al tanto de varios planes de sus siervos decidió aceptar a caer en sus intentos de asesinato. Partió a otras zonas de mayor interés tras fingir su muerte.

Roma se hizo con la Antigua Grecia poco después. Éste periodo fue de los más irrelevantes en cuanto a su historia, confabuló con aquellos que manejaban la muerte del Caesar, divertido ante la idea de ver cuanto duraría el Imperio sin su presencia. Formó varios vampiros durante este tiempo, se mezcló con las cortes, convirtió a Corinto y Dhalia, los cuales con anterioridad habían sido unas de sus muchas fuentes de alimentación. Lo cierto es que permaneció un tiempo con ellos hasta dejarlos marchar a su aire, pero no sin antes asegurarse su lealtad.

Llegada la edad media, con la formación de los primeros países y alianzas definitivas, el vampiro adoptó una actitud nómada hacia los viajes. No se asentó en ningún lugar por más de diez años y se dedicó a establecer contactos y fuentes. Se interesaba por los avances que iba creando el ser humano, y se molestaba en ir al día, aunque añorara los viejos métodos. Le fascinó el descubrimiento de la pólvora pasado el 1000 A.C y se interesó por la astronomía y la ciencia en mayor medida. Siempre evitó los clanes y las compañías, siendo que es alguien con gran necesidad por tener espacio y tiempo en soledad.

La época se volvió interesante con los periodos de esclavitud, y cierto es que Aedric participó en ellos desde su posición en las cortes anglosajonas. Se obsesionó quizás un tanto con un humano de origen polaco de nombre Jarek, (sin necesidad de mencionar la sangre de éste). El muchacho terminó por sucumbir a una de las oleadas de peste que sacudió Inglaterra los siguientes años. Aedric tampoco se vio demasiado afectado por la muerte de este, acostumbrado a ese tipo de situaciones, y lamentó más el hecho de haber perdido una fuente interesante de sangre que por el chico en si.

Sirvió a la realeza francesa y decidió asentarse en ello de cara al 1500 D.C. Interesado por la sociedad vigente y compartiendo un gran interés por las recientes costumbres, movió ciertos hilos para situarse muy cerca de la cúspide francesa. ¿Quien podría habérselo negado? Grande es su capacidad de persuasión.

Esta sería la primera vez que Aedric se asentara en una zona en más de 1600 años.

✘ Mide aproximadamente 1'75m. Es delgado, de complexura ligeramente atlética y rasgos marcados. Los ojos son de un profundo tono azulado, que se vio modificado a algo más llamativo durante su conversión.

✘ Toca el piano, y tuvo algo que ver en muchas composiciones de músicos famosos. Éstos tendían a dedicarle o incluso componerle obras en sus habitaciones, y hacerlas públicas después con otro nombre.

✘ "Moonlight Sonata" debe de ser su mejor composición y su preferida aunque él mismo no quiera admitirlo. Se especula que la mandó por correo a un músico de la zona al querer deshacerse de ella y más tarde cobró algo de popularidad. El motivo es desconocido.

Spoiler:

✘ Tiene quizás un ligero vicio con los licores, especialmente cuando toca.

✘ Se dice que llevó a la locura con sus respuestas a más de un filósofo con el que trabajó. Siempre encontró esto extremadamente entretenido.

✘ No tuvo apellido antes de Wentworth, y este es un nombre que adoptó durante su tiempo en Inglaterra, de un mercader que mató una noche en la que salió a alimentarse.