My Immortal.

"Tal vez algunas mujeres no nacieron para ser domadas, y necesitan correr libres. Hasta que encuentran a alguien igual de salvaje con quien correr".

Violet Darcy destaca por su independencia. Y no una independencia como la que fingen las mujeres que no quieren ser heridas, que tienen miedo a demostrar sus sentimientos y les gusta aparentar que son interesantes. No. Fingir no le va.
Violet tiene una ética muy diferente a los cánones de la moral de su tiempo, desde pequeña goza de los pequeños placeres tan condenadamente mundanos para la gente de su alrededor, razón por la cual se instruyó en el arte de la discreción. Esto no afecta en lo más mínimo su política de completa honestidad con ella misma y los demás; se simplifica la vida hablando lo menos posible, sobre todo de cualquier tema moralmente comprometedor. A menos que juzgue que su interlocutor sea libre de mente y lo suficientemente apto para escuchar ese tipo de cosas que a la gente no les gusta escuchar.

En la mente de Violet, el mundo perfecto sería uno en que nadie se interese en lo que está haciendo el de a lado, aunque no por esto apoya el cinismo desmedido de aquellos que se entregan a la vida de placeres sin importar su reputación. Hablando de la reputación, esta palabra le interesa mucho; como escribí anteriormente, ella suele ser muy cuidadosa con el manejo de ésta. Ambas razones le prohíben estrictamente meterse en los asuntos ajenos, es muy respetuosa del pensamiento ajeno (al menos, exteriormente. En su mente es tan libre que se da el lujo de juzgar lo que quiera) y naturalmente es una férrea opositora de la Inquisición, aunque su misma personalidad también le restringe el derecho a vociferar públicamente su posición.

Su independencia es tan tenaz que no necesita de externar sus opiniones, ni reír ni socializar. Sin embargo, su educación desde pequeña le orilló a tener que explorar el área social por sí misma, en la cual; afortunadamente, descubrió tener un excelente desempeño.
Esta magnífica nota no fue una autoevaluación, un sinfín de personas siempre han procurado dejárselo en claro con sus halagos a su buen gusto en la elección de temas de conversación, poco frecuentes pero atinados comentarios y su encantadora paciencia para escuchar.

Supongo que lo más relevante es su carácter superficial, así que es a lo que me voy a dedicar a relatar: Entre extraños o individuos con quienes tenga que esmerarse en cuidar su reputación, suele ser una persona encantadoramente condescendiente, sonriente, alentadora y observadora. Escucha atentamente a su interlocutor antes de atreverse a hablar, disfruta de las personas que más que un diálogo ofrecen un monólogo, porque le evitan la molestia de tener algo que decir. Ella prefiere callar antes de decir algo desagradable, pero si hay algo que ella verdaderamente piense y sea loable, no pierde ocasión para decirlo. Quizá se le pueda considerar un poco chupa medias.

Ahora: con las personas que ella ha calificado como aptas para obtener un poco más de sí misma, se muestra pícara y su conversación viene con unos cuantos tintes de mordacidad. Le gustan las frases cortas que digan mucho, o las frases largas que digan poco; según la inteligencia de su interlocutor. Adora mostrarse misteriosa como broma, y que al final se descubra que no hay nada que descubrir. La única diferencia con estas personas y el resto, es que a ellas les permite comprender la simplicidad de su espíritu, en vez de esconder esa risa cristalina suya que le causa cualquier tontería, o la dulzura de los pucheros que le brotan al perder en algún juego.

Pero aún hay más. Después de él descubrió en sí misma una pasión no antes conocida. Durante toda su vida evitó privarse de todo placer que, con discreción, se pudiera ofrecer; pero al conocerlo encontró una tímida Violet que nunca se había animado a demostrar su existencia. Esta Violet es entregada al amor y no a la vanidad, es guerrera y una fiera que protege lo que ama con ferocidad. Ella no piensa en su bien, ama y ya.
Lamentablemente, esta parte de ella vive escondida del mundo, no quiere amar a nadie más después de haberlo amado a él. Si hubiera método de suicidio espiritual, sin duda, lo habría intentado;  pero no encontró mejor forma de recluirse de la realidad, que darles rienda suelta a los instintos primarios que le repugnan, convirtiendo a la Violet exterior, en una mujer codiciosa, promiscua y sin sentido de la humanidad.

Una joven baronesa italiana a los servicios del rey, un buen día conoce a un apuesto marqués inglés. Acostumbrada a la vida de lujuria y ambición, comprende que no quiere vivir una vida a la sombra de la esposa del monarca.
Juntos planean el escape perfecto a Inglaterra, donde contraen nupcias apenas llegan. Algunas escasas semanas más tarde, ella queda embarazada y el matrimonio no puede ser más feliz: Pronto habrá un heredero para el padre, y un seguro de vida para la madre.

A los nueve meses, nace la decepción: Una niña.

Afortunadamente la niña es preciosa y el padre le ama con locura. Y desafortunadamente para la madre, el doctor da la indicación de que no puede haber más embarazos, ella sufre preclamsia.

La vida continúa y la pequeña Violet es una pequeña consentida y amada por todo el que le veía, todos menos su progenitora. A sus diecinueve años, el amado señor MacFayden muere de peste negra. La señora, viuda de Macfayden decide regresar a Italia con o sin su hija, Violet se niega a vivir en Italia y se queda un año más en Inglaterra, intentando rescatar la fortuna de su padre junto con un apuesto abogado inglés que le hace la corte desde hace ya bastantes años, James Darcy. El Señor Darcy desgraciadamente no cuenta con los recursos para apoyarla o contraer matrimonio, así que Violet termina convenciéndose de que su proyecto ha fracasado y a sus veinte años, termina accediendo a volver a Italia con su madre a probar suerte en la corte italiana.
La viuda le recibe rejuvenecida por las amabilidades consecuentes de una vida sustentada por la realeza, Violet encaja perfectamente en el ambiente, pues el buen humor, amabilidad y encanto del señor MacFayden se han sembrado en ella y florecido junto con su belleza.

Cinco años más tarde, Violet sigue igual de encantadora, pero más fría. Las “ocupaciones” de una baronesa le resultaron más duras de lo que alguna vez creyó, nunca nadie le dijo que para disfrutar de los vestidos y las joyas habría de ser la puta del rey.
Ella empieza a coquetear con la vanidad y los excesos, la relación con el tiempo se vuelve seria y de un momento a otro se da cuenta que es imposible dormir sola por una semana seguida.
Como sucedió 20 años antes, un buen día llegó un apuesto inglés. Antes de al menos verlo, se rumoreaba de su inmensa fortuna y título nobiliario concedido a la muerte de un noble francés que le había adoptado. A Violet no le interesaba salir del Palacio, pero la nacionalidad del nuevo soltero codiciado no podía hacer menos que provocarle una inmensa nostalgia y ganas de poseerlo para sentirse en Inglaterra de nuevo. No creo que para ti, mi querido lector, te sea sorpresa que aquel hombre sea no menos y nada más que el Señor James Darcy.

El encuentro no fue casual; él había llegado a Italia con la firme intención de llevársela. Violet apenas podía creer que fuera verdad: Regresaría a Inglaterra y viviría junto con aquel que la amó de verdad. Hablando de amor, cabría hacer la aclaración de que ella no estaba enamorada de él; ciertamente le guardaba un cariño especial por ser su más fiel admirador, además de ser el único que siguió con ella cuando su papá murió y quedó en quiebra. Le habría aceptado gustosamente desde la primera vez que le ofreció matrimonio, pero no quiso mentirle con que él merecía algo mejor, no; simplemente le dijo que ella antes que un buen matrimonio, deseaba un excelente patrimonio. Ella pensó que siendo tan honesta él habría de darse por vencido, que escogería una mujer de su clase y sería feliz; realmente se lo deseaba, pero él decidió que ella sería su esposa.
Y, aquí estaba, con una inmensa fortuna aguardando a que pudiera darle el sí.

Se mudaron a Francia sin que él diera alguna explicación de porqué no regresaron a Inglaterra. Violet tuvo que consolarse con la idea de que allí había un castillo para habitar y una enorme fortuna para administrar.
Sin embargo, la emoción de estos placeres no evitaron que ella notara un ligero cambio en James: en Inglaterra solía tener un apetito voraz y un exquisito trato social; ahora, apenas comía unas cuántas migajas y se mostraba taciturno con todos e incluida ella. Por unos meses él se excusó argumentando que la comida francesa no le venía, que los asuntos de la herencia eran muy pesados y que apenas tenía tiempo para un descanso, pero la gota que derramó el vaso fue que en más de dos meses de casados no pudieran consumar su matrimonio. Él sabía perfectamente que su esposa no era virtuosa, pero nunca pareció importarle, quedaba sobreentendido para Violet que él tampoco lo era, pero si no había problema, ¿qué era lo que había malo en ella?
Muchos días se recriminó a sí misma el haber disfrutado de todo aquello cuanto hizo, llegó a odiar severamente aquel placer al que descaradamente nunca se había negado. Todos aquellos días le sirvieron para saber que un beso suyo en la mañana y en la noche no le bastaban, que le dijera te amo sin mirarla a los ojos era peor que nada. Por fin lo admitía: Estaba de él enamorada.

Arriesgando su posición, estabilidad económica y, probablemente su reputación para toda su vida, encaró a aquel hombre por la madrugada en que llegaba. Al verlo parecía más feliz y sonrosado que en cualquier ocasión en que estuviera a su lado. La llaga se le hundía más y más en el pecho, debía de soltarlo.
Pero antes de hacerlo, tenía que abrazarlo una vez más. Sí, sólo una vez más. No podía negarse a sí misma el agridulce placer de hundirse en su regazo, explorar su nuca con las manos y oler por última vez el aroma que desprendía su cuello. Tanto no se lo negó que, una vez haciéndolo, notó una pequeña mancha roja en la camisa de su cuello.

—¿Qué es esto? —tomaba aquella sección de su camisa con la yema de los dedos y con los ojos tan abiertos que podían salirse en cualquier momento. —¿Acaso tú has…? —al momento, le empujó de sus brazos y el dio unos pasos hacia atrás.

Violet no se permitió llorar y por tal razón quedó abstraída pensando en cómo había sido su marido capaz de hacer tal perversión… con otra.

—No es lo que tú crees —se limitó a decir, el que le parecía tan cínico.

Siguió ignorándole, no paraba de imaginarlo entregándose a los brazos de una cualquiera; una cualquiera que era más digna que ella de sus caricias, de sus besos, de hacerlo suyo y escuchar sus gemidos. De su vigor y la ternura que despierta en un hombre la mujer que le ha hecho sentir tanto placer.
No pudo seguir torturándose debido a los ligeros gemidos que le hicieron volver al mundo real. Confusa y con el corazón oprimido del miedo de pensar que fueran de él, le buscó con la mirada y encontró a un hombre miserable, arrodillado al pie de la cama, humedeciendo sus pies con sus lágrimas. Todo el odio del mundo se habría erradicado de la faz de la tierra de haberlo visto de aquella manera. Ya no importaban las humillaciones, los celos, la ira y el orgullo, ahora todo se remontaba a él. Imposible controlarse: Sus brazos rodearon aquel amado cuerpo, sus negros cabellos lo cubrieron como si desearan protegerlo de aquello que le hacía daño. Pegó su corazón al rostro del desdichado esperando que éste pudiera hablarle y decirle algo que lo hiciera sentir mejor, porque ella no sabía qué decir.

—Tú no lo sabes… —empezó— Tú no lo sabes y esperaba poder vivir así y… evitarte esta pena. Tú eres lo que más amo… No dejaré que sigas viviendo bajo el mismo techo de un monstruo…

Ella no escuchaba. ¡Nunca le iba a escuchar! Todo su mundo era cenizas y no iba a permitir que la separaran de lo único que había en pie.

—No te dejaré. No sé de lo que hables, pero no te dejaré. De lo único que tengo miedo, es de perderte. Puedes ser el mismísimo diablo y aun así te seguiré.

Ya no importaba lo que se permitiera o no: gruesas lágrimas surcaban las mejillas de ambos y el amor con que se amaban empezó a tomar forma entre los dos cuerpos desnudos que por fin se encontraban unidos. Lenta pero apasionadamente se unían sus dos almas, de poco a poco, todo aquello que se imaginaban se iba quedando atrás; ninguna experiencia antes tenida se comparaba y no podían parar. Él estaba tan fuera de control que entre besos y ligeras mordidas, hundió sus colmillos en el pecho de su amante, causando en esta un desgarrador bramido. Lamió su sangre al tiempo en que terminaba el éxtasis de ambos. Violet cayó fulminada en la cama. La sangre ensuciaba las sábanas y su corazón con trabajos palpitaba. Él se acercó a ella temiendo lo peor. Y en efecto, era lo peor: estaba muriendo.

Al abrir los ojos, Violet apenas recordaba lo que había pasado por la madrugada. Pensando en que lo había soñado, se acercó a su ventana y corrió la cortina: la luz entró e inundó la habitación. A fuera llovía y no había ni rastro del sol.

No tenía ni idea de qué hora era. Sólo sabía que tenía un hambre voraz y… y ya. Estaba completamente desorientada. Se echó sobre su cama, su cabeza daba vueltas, hubiera podido dormir una eternidad si tantas dudas no le asaltaran. De alguna forma su cuerpo comenzó a doler intensamente como si tuviera múltiples heridas. Desabrochó su camisón y notó en éste manchas de sangre.
¿Sangre? Quiso tragar saliva pero tenía la boca tan seca que le fue imposible. Se sintió desfallecer y volvió a caer recostada en la cama. Acostada, notó entre las sábanas más manchas de sangre, grandes y…
En ese momento escuchó la puerta. Por primera vez en todo su matrimonio, vio a su marido antes de que el cielo oscureciera por completo.

— ¿Cómo amaneciste? —de alguna forma, aquel día él parecía más gallardo que nunca. —¿Qué pasó anoche? —ni siquiera había prestado atención a su pregunta. Estaba llena de dudas y con la misma decisión de anoche, no iba a permitir dejar pasar más tiempo.

Él desvió su mirada y miró hacia el suelo, sombrío.

♥ Es un ser social de nacimiento. Adora relacionarse con mucha y de la más variada clase de personas.
♥ Sus colores favoritos son el negro y el rojo.
♥ Le tiene un miedo insufrible a los relámpagos.
♥ Repudia a los felinos.
♥ James le enseñó a tocar el piano, pero esto no significa que ella sea bueno en él.
♥ Su vanidad es inigualable.
♥ Ha investido su fortuna en joyerías, razón por la cual tiene una fortuna aparentemente inagotable en muchos años.
♥ La razón por la que no le persigue la Inquisición, es gracias a su cobertura proveniente de la Realeza Italiana, y una jugosa cuota, claro.
♥ No es bondadosa, pero le es casi imposible negarse a un bien intencionado favor.
♥ Le gusta hablar con adivinanzas y tomarle el pelo a su interlocutor siempre que puede.
♥ Prefiere la honestidad consigo misma que optar por la empatía.
♥ Adora caminar en soledad.
♥ Rebelde para su época, suele maquillarse cuando recibe visitas en casa.
♥ Siempre quiso aprender de astronomía.
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