AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Going Under~
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Going Under~
Silencio.
Cuán terrible y abrumadora se volvía segundo a segundo aquella noche.
El silencio había empezado desde aquel día en que su boca exhaló el último y más desgarrador grito. Los golpes, gritos y cada ultraje sufrido a continuación careció de dolor alguno, todo se lo había llevado él.
Afuera, una ligera lluvia volvía a la tierra un deforme espejo de la inmaculada luz de la luna. No eran pocos los carruajes que transitaban por la hermosa calle empedrada, llevando a sus amos hasta sus casas. El mundo humano empezaba a apagarse, y el mundo al que ellos llamaban “fantástico” (y en el peor de los casos, sacrílego), recién iba despertando.
¿Alguna vez volará lejos ese velo de desasosiego?
No, no hasta que ella lo quiera así.
Un cuerpo yace en la cama. ¿Quién? Es lo de menos. Para ella es sólo son brazos, piernas, caderas, torso, miembros que facilitan el conllevar su existencia.
Viejo truco: Cierras los ojos, lo abrazas muy fuerte, pasas tu mano por su nuca, como lo solías hacer. Revuelves sus cabellos, besas su cuello, aprietas las piernas y lames la sangre de sus venas. Todo desaparece, es más, tú desapareces. Por un momento, él está ahí contigo, de nuevo. Susurrando dulces palabras a tu oído, diciendo cuán hermosa eres, cuánto te ama y cómo te extraña. La ola de placer no se origina desde la carnalidad, el corazón también está extasiado, rebosa de alegría y hasta parecería que aún sangre corre por sus cámaras.
Pero el placer, su voz y su calor, de pronto se sienten un poco lejanos, a cada segundo la separación se hace inevitable.
Lamentablemente, cuando el acto se acaba vuelve a ser sólo el cuerpo de un hombre de nombre ya olvidado.
~
Cuán terrible y abrumadora se volvía segundo a segundo aquella noche.
El silencio había empezado desde aquel día en que su boca exhaló el último y más desgarrador grito. Los golpes, gritos y cada ultraje sufrido a continuación careció de dolor alguno, todo se lo había llevado él.
Afuera, una ligera lluvia volvía a la tierra un deforme espejo de la inmaculada luz de la luna. No eran pocos los carruajes que transitaban por la hermosa calle empedrada, llevando a sus amos hasta sus casas. El mundo humano empezaba a apagarse, y el mundo al que ellos llamaban “fantástico” (y en el peor de los casos, sacrílego), recién iba despertando.
¿Alguna vez volará lejos ese velo de desasosiego?
No, no hasta que ella lo quiera así.
Un cuerpo yace en la cama. ¿Quién? Es lo de menos. Para ella es sólo son brazos, piernas, caderas, torso, miembros que facilitan el conllevar su existencia.
Viejo truco: Cierras los ojos, lo abrazas muy fuerte, pasas tu mano por su nuca, como lo solías hacer. Revuelves sus cabellos, besas su cuello, aprietas las piernas y lames la sangre de sus venas. Todo desaparece, es más, tú desapareces. Por un momento, él está ahí contigo, de nuevo. Susurrando dulces palabras a tu oído, diciendo cuán hermosa eres, cuánto te ama y cómo te extraña. La ola de placer no se origina desde la carnalidad, el corazón también está extasiado, rebosa de alegría y hasta parecería que aún sangre corre por sus cámaras.
Pero el placer, su voz y su calor, de pronto se sienten un poco lejanos, a cada segundo la separación se hace inevitable.
Lamentablemente, cuando el acto se acaba vuelve a ser sólo el cuerpo de un hombre de nombre ya olvidado.
~
Cansada de ver la vida pasar, decide vestirse sin ayudante de cámara y salir por la puerta de atrás. La noche es fría y la fina lluvia no ayuda, pero la vida se volvió tan fría que difícilmente encuentra alguna diferencia de temperatura. Sin embargo, una no puede comportarse toda la noche como una triste viuda, hay que vivir por quien ya no vive.
Con paso firme, aunque no decidido, va caminando por los jardines, mirando con envidia aquellas mansiones con cualquier rastro de actividad dentro. La gran mayoría de los inmuebles en los que se escabullía, eran habitados por matrimonios, si no felices, al menos juntos.
Recuerdos dolorosos se aglomeraban en su mente, su cerebro apenas tenía oportunidad de darle la orden a sus piernas de que sigan moviéndose para seguir caminando. Entre la desesperación, sin saber cómo, comenzó a correr entre los árboles del oscuro bosque que rodeaba su casa. Las ramas crujían, las hojas caían y la lluvia empeoraba.
La tierra se humedecía provocando que se hundieran sus pies, se rasgó su vestido cereza y sus zapatos estaban cubiertos de lodo, a lo lejos, un estruendo ensordecedor dio el anticipo de un potente relámpago, que la hizo parar en seco. Otro terrible estruendo la hizo temblar, esta vez, estaba más cerca.
Dejó que sus miedos la dominaran y se desvanecieron sus fuerzas, quedó al resguardo de un árbol, sentada en el fango, abrazándose a sí misma, cerrando los ojos, intentando revivir el recuerdo del calor de aquel que le infundía valor en antaño.
"¿Y si alguno de esos rayos me matara, importaría en verdad? ¡Cuán estúpida me he vuelto temiéndole al único medio en que le podría volver a ver. Mientras más pronto deje esta vida, y renazca en otra, habré de encontrarle antes y no desperdiciar un día. Por favor, muerte... ven a mí".
Con paso firme, aunque no decidido, va caminando por los jardines, mirando con envidia aquellas mansiones con cualquier rastro de actividad dentro. La gran mayoría de los inmuebles en los que se escabullía, eran habitados por matrimonios, si no felices, al menos juntos.
Recuerdos dolorosos se aglomeraban en su mente, su cerebro apenas tenía oportunidad de darle la orden a sus piernas de que sigan moviéndose para seguir caminando. Entre la desesperación, sin saber cómo, comenzó a correr entre los árboles del oscuro bosque que rodeaba su casa. Las ramas crujían, las hojas caían y la lluvia empeoraba.
La tierra se humedecía provocando que se hundieran sus pies, se rasgó su vestido cereza y sus zapatos estaban cubiertos de lodo, a lo lejos, un estruendo ensordecedor dio el anticipo de un potente relámpago, que la hizo parar en seco. Otro terrible estruendo la hizo temblar, esta vez, estaba más cerca.
Dejó que sus miedos la dominaran y se desvanecieron sus fuerzas, quedó al resguardo de un árbol, sentada en el fango, abrazándose a sí misma, cerrando los ojos, intentando revivir el recuerdo del calor de aquel que le infundía valor en antaño.
"¿Y si alguno de esos rayos me matara, importaría en verdad? ¡Cuán estúpida me he vuelto temiéndole al único medio en que le podría volver a ver. Mientras más pronto deje esta vida, y renazca en otra, habré de encontrarle antes y no desperdiciar un día. Por favor, muerte... ven a mí".
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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Re: Going Under~
Jugar con el destino y los dioses me pueden llevar a rozar con la muerte,
pero si esa muerte me lleva a ti
estoy dispuesto a golpearme con ella
una y otra vez
hasta que me veas.
pero si esa muerte me lleva a ti
estoy dispuesto a golpearme con ella
una y otra vez
hasta que me veas.
Sí algo era más desagradable que ir corriendo como un fugitivo por ahí (ahí, lugares recónditos, sin realmente un sentido), era ir corriendo por ahí en medio de una tormenta eléctrica y llenarse de barro hasta el cuello; la pulcrosidad era una de las cosas que me gustaba pero no era precisamente la condición que me caracterizaba cuando estaba saliendo de un embrollo. Miré hacia atrás intentando no perder el paso rápido y dejarme atrapar por un par de sagaces (y pre-estafados) sujetos de prueba.
-Pff… -Solté y antes de terminan de doblar en la esquina de un callejón cualquiera me transforme lo más rápido que pude, diciéndome a mí mismo la receta del engaño: Nada más fácil de esconder que un pequeño perro metido en la nada, tomar la forma de un Shiba Inu era lo más práctico cuando bobamente terminabas chocando con una pared y quedándote sin salida.
Algo que odiaba de la gente con la que hacia negocios era que un 30% de esos personajes no eran más que sujetos a la espera de poder engañarte: obtienen lo que quieren y te dejan sin un peso en los bolsillos; pero claramente se estaban metiendo con el sujeto equivocado, si en algo era bueno era en detectar a ese tipo de personas e irse antes de empezar a hacer tratos con ellos, aunque por lo mismo, pasaban este tipo de situaciones donde terminabas corriendo para no meterte en problema con sus guardias (¿No es irónico que tengan guardia pero no quieran pagarte? ¡Ja! Ricos…) y ahorrarte uno que otro golpe innecesario que puede ser guardado para ocasiones más… importantes, o por lo menos donde ganes algo más que un moretón en la cara. Por otro lado estaba bastante seguro que les hubiese podido dar un mordisco o dos (o tres… o cuatro ¿Quién sabe?) para que se fuesen de vuelta a su madriguera, pero ese no era el punto, el punto era que estaba haciendo todo lo posible para aparentar (Aparentar) ser un sujeto más razonable esta vez y evitar esas cosas en París.
-¡Doblo por ese callejón! –Hablando de Roma, pues sí, ya me habían visto doblar, que inteligencia superior con la que me encontré.
-¡Pero qué imbécil más grande! –Gracias, quise decirle irónicamente, seguro él si sabía que era un callejón sin salida, lo anotaría en su libreta de lugares por donde no tenía que ir a esconderse la próxima vez.
Con esa forma tan pequeña mi cuerpo se calentó demasiado rápido, por lo cual me daba un punto extra de gratitud, no me hacía gracia estar de incognito en esas situaciones pero más que nada parecía ameritarlo, me metí entre unas ramas y papeles que estaban dispersos en la esquina de la pared final fingiendo inocencia y espere lo esperable, los pasos de los sujetos se hicieron cada vez más fuertes hasta que vi uno de sus zapatos, oh Zeus, ¿Por qué los humanos eran tan… humanos?
-¡¿Dónde carajos esta?! ¡No pudo haber trepado la jodida pared! –Si fuese un artista callejero… quizá… Aunque su tono agrio me daba a entender que no le haría gracia mi chiste.
-¡Pues busca idiota! –Hasta entre compañeros se tratan excelente, ¿Dónde está la camaradería en estos lugares?
Empezaron a tirar todo lo que se encontrara cerca de ahí, no tardaron mucho en verme, solamente me quede quiero mientras seguían discutiendo lo estúpido e irracional que podía ser la posibilidad de que alguien escalara en lugar tan liso como el mármol, aunque el sujeto más robusto (y dejado de lado por la naturaleza cabe decir) estuvo a punto de desquitarse con este pobre servidor (animal pequeño, tierno, de esos que todos quieren adoptar) se detuve ante la idea de que estuviese en otro callejón y era mejor seguir buscando antes de que su jefe (ese malnacido que no puede pagar por joyas extrañas pero si por esos gorilas deformes) los empalara delante del jardín.
-“Bueno, por lo menos puedo vender el jodido diamante a otra persona” – O tirarlo, o donarlo a la caridad o simplemente regalarlo al primer sujeto que encontrara porque cabe decir, que me importaba tanto como una piedra en el zapato, el dinero no era precisamente algo que buscara con desesperación, sino solo la emoción, como ahora, claro, aunque ir a buscar el diamante purpura de esa mujer en Amsterdan tampoco había dejado de ser exitante.
Caminé, con estas patas cortas que se quedaban pegadas hasta en un charco con agua, hasta llegar a una zona residencial más apartada, tendría que volver mañana a mis aposentos, porque sinceramente no tenía ni idea donde estaba (correr por ahí escapando desorienta un poco a alguien que lleva tan poco tiempo en el lugar), cuando el estruendo del relámpago golpeo mis oídos, mire detenidamente hacia la lluvia que te hacia ver todo como si fueses un melodramático autor de drama ante ese escenario, pero ante todo, podía decir que agradecía que fuese lluvia y no un sol que me volviese loco; nada más simpático que terminar mojado hasta los huesos, no podía estar más fácil. Mientras seguía avanzando un enorme árbol se planto en mi escenario, perfecto lugar en el que sobrevivir unas horas hasta la madrugada, pero antes de llegar a unos metros vi a alguien ya ahí; gruñí interiormente, quizá debería aceptar mi derrota y tendría que ir a otro lugar a evitar problemas, pero solo por curiosidad me acerque un poco más (quizá era un cuerpo, un gato, un perro, un amigo, un vecino, Cleopatra, quién sabe) con la lluvia no podía oler nada, así que, peligro o no ya estaba a medio metro.
-“Una chica a la que no le importa el frío al parecer” –Ladee la cabeza mientras recordaba que estaba transformado, oh, bingo, nada más feliz que acompañar a una dama cuando estas hecho un balde de agua andante, pero dejando esa nimiedad de lado, me seguí acercando hasta llegar a su lado y olfatearla, di un respingo interiormente (disimuladamente)- “Vampiro” –Los vampiros no querían mucho a mi especie, o lo menos eso había comprobado con los años, por mi lado a mi me daba igual desde las hormigas hasta los fantasmas, todo mientras pudieses negociar con ellos, pero ignorando el hecho de que podía ser partido en dos, y servido de cena me quede ahí.
Aunque no parecía notar que estaba ahí, quizá por la lluvia, quizá por el ruido de los jodidos relámpagos que me estaban destrozando los oídos, o quizá porque no estaba de ganas de estar mirando a su alrededor, abrazándose a si misma solo podía ver su cabello largo y negro con un vestido cereza cubierto de lodo, la piel de porcelana y totalmente quieta; pero por alguna razón incluso siendo un vampiro, olía bien, realmente bien, lo más probable que eso fuese por la lluvia, el olor a lluvia siempre arreglaba todo, desde que tenía memoria, pero aún así; comencé a acercarme más a ella hasta lamer su codo repetidamente para que notase que estuviese ahí, por lo regular era más sano las manos, pero ya que estaba ahí absorta en si misma… estaba bien por mí.
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
Los relámpagos no paraban y su cerebro sigue preguntándose ¿qué hace ella ahí sentada, en vez de huir? Él no comprende que el corazón sigue sangrando y que el coraje en un hombre, se origina de él. Mejor hubiera sido que se pudiera huir con todo el cuerpo y dejar al corazón olvidado, correr libre por la vida sin necesidad de alguien que domestique un espíritu libre sin ataduras del alma.
Pero ni la mano, ni el brazo, ¡ni siquiera los insignificantes párpados! Se atreven a moverse sin el permiso del moribundo corazón, que tiene como último deseo, morir con todos. El dolor le hace tan miserable que sería menos doloroso ser electrocutada hasta que sus órganos se quemen y así poderle hacer frente a la muerte.
Desgraciada, sola, mojada, sucia, y sobre todo: COBARDE.
El cerebro se desespera.
¿Qué es toda esta niñería? Hay una vida que proteger. Anda corazón, has uso de aquella loable bondad que él te enseñó y salva a esta desgraciada mujer que no anhela otra cosa ponerle fin a su vida. ¿No tienes compasión de ella? Él la amaba demasiado.
“Sólo por él…”
El cerebro festeja su triunfo, se apodera por completo del control corporal y le aconseja al corazón que se tome unas vacaciones. Con esto, una parte de Violet se pierde para siempre y aquello que en Italia había dominado, se quita las telarañas de encima y sonríe maliciosamente; listo para la acción.
En todo este lapsus, el cerebro había descuidado su tarea de lectura sensorial y hasta que se consuma el pacto con su propio diablo, nota cierto cosquilleo tocando a la puerta. ¿Y qué es? Podría volverse fastidioso si continua con la incertidumbre del origen de lo que aún no decide si catalogar como molestia o pequeño placer.
¡Muévanse, párpados!, ¡muévete, cuello!
Ah, qué bien se siente tener el control de nuevo. El cuerpo obedece sumisamente.
Curiosamente es la nariz la primera en reaccionar y manda el reporte de otro ser vivo a escasos centímetros, confundiéndose entre el olor a tierra mojada y el aroma de los pinos. Los párpados por fin se abren y las pupilas se dilatan buscando cual cazador al acecho, a quien ha osado interrumpir la gloriosa coronación del antiguo régimen; sólo encuentran una oscuridad abrumadora que se desgarra de vez en vez por la luz efímera de algún relámpago aparentemente lejano. El cuello hace lo propio y da un mejor campo visual a la hiperactiva mirada que sigue buscando entre las hojas muertas, el lodo y las ramas rotas. Vaya sorpresa para el cerebro al leer desde las córneas que el sujeto era un pequeño canino blanco y tan sucio como ella. El extraño sujeto tenía la vivacidad de lamer insistentemente el codo que desprotegido, no hace nada.
–¿Qué haces? –inquirió ofuscada al tiempo en que le retiraba el codo del alcance. De haber sido un gato, diablos, habría volado tan lejos que ni sus nueve vidas le habrían bastado. Sin embargo, él siempre había amado a los caninos, en especial a los lobos. Era una cruel broma del destino que ahora que se había ido, accediera al capricho de tener un perro en casa.
Su aura no delataba malas intenciones, pero sí su identidad.
–Esto es París, aquí ninguna criatura puede pasar incógnita de otra –le hablaba lentamente con una mirada apacible, sabía que era sumamente probable que él ya supiera de su pequeño secreto para la inquisición.
–Muéstrate –ordenó como si se considerara superior temporalmente sólo por el tamaño del cambia formas que estaba frente a ella.
Pero ni la mano, ni el brazo, ¡ni siquiera los insignificantes párpados! Se atreven a moverse sin el permiso del moribundo corazón, que tiene como último deseo, morir con todos. El dolor le hace tan miserable que sería menos doloroso ser electrocutada hasta que sus órganos se quemen y así poderle hacer frente a la muerte.
Desgraciada, sola, mojada, sucia, y sobre todo: COBARDE.
El cerebro se desespera.
¿Qué es toda esta niñería? Hay una vida que proteger. Anda corazón, has uso de aquella loable bondad que él te enseñó y salva a esta desgraciada mujer que no anhela otra cosa ponerle fin a su vida. ¿No tienes compasión de ella? Él la amaba demasiado.
“Sólo por él…”
El cerebro festeja su triunfo, se apodera por completo del control corporal y le aconseja al corazón que se tome unas vacaciones. Con esto, una parte de Violet se pierde para siempre y aquello que en Italia había dominado, se quita las telarañas de encima y sonríe maliciosamente; listo para la acción.
En todo este lapsus, el cerebro había descuidado su tarea de lectura sensorial y hasta que se consuma el pacto con su propio diablo, nota cierto cosquilleo tocando a la puerta. ¿Y qué es? Podría volverse fastidioso si continua con la incertidumbre del origen de lo que aún no decide si catalogar como molestia o pequeño placer.
¡Muévanse, párpados!, ¡muévete, cuello!
Ah, qué bien se siente tener el control de nuevo. El cuerpo obedece sumisamente.
Curiosamente es la nariz la primera en reaccionar y manda el reporte de otro ser vivo a escasos centímetros, confundiéndose entre el olor a tierra mojada y el aroma de los pinos. Los párpados por fin se abren y las pupilas se dilatan buscando cual cazador al acecho, a quien ha osado interrumpir la gloriosa coronación del antiguo régimen; sólo encuentran una oscuridad abrumadora que se desgarra de vez en vez por la luz efímera de algún relámpago aparentemente lejano. El cuello hace lo propio y da un mejor campo visual a la hiperactiva mirada que sigue buscando entre las hojas muertas, el lodo y las ramas rotas. Vaya sorpresa para el cerebro al leer desde las córneas que el sujeto era un pequeño canino blanco y tan sucio como ella. El extraño sujeto tenía la vivacidad de lamer insistentemente el codo que desprotegido, no hace nada.
–¿Qué haces? –inquirió ofuscada al tiempo en que le retiraba el codo del alcance. De haber sido un gato, diablos, habría volado tan lejos que ni sus nueve vidas le habrían bastado. Sin embargo, él siempre había amado a los caninos, en especial a los lobos. Era una cruel broma del destino que ahora que se había ido, accediera al capricho de tener un perro en casa.
Su aura no delataba malas intenciones, pero sí su identidad.
–Esto es París, aquí ninguna criatura puede pasar incógnita de otra –le hablaba lentamente con una mirada apacible, sabía que era sumamente probable que él ya supiera de su pequeño secreto para la inquisición.
–Muéstrate –ordenó como si se considerara superior temporalmente sólo por el tamaño del cambia formas que estaba frente a ella.
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Going Under~
¡Ah! si las apariencias digieran la verdad, hasta el mismo
Hades sería un crisantemo fragante.
Hades sería un crisantemo fragante.
Por un momento supuse que había estado intacto solo por razones míticas que el espacio desconocía, de esos consuelos fragmentados que recoges por casualidad y pueden salvarte, pero, sinceramente, me había quedado prendado viendo la nula reacción de la mujer, aparentemente teniendo una batalla interna que había llegado a interrumpir, como si realmente fuese a pasar algo entre los recónditos huecos del silencio, que susurraban una advertencia a viva voz, pero no, como era de esperarse su primera reacción fue apartarse (apartar su codo más bien) y aunque no podía decir que estaba atónito de que me descubriera, si me sorprendida lo rápido que había sido delatado. Aún cuando su tono sonaba tanto a una orden que podía ser fácilmente aterrador cuando pareces una bola de pelo mojado andante perfecto para empalar, no podía decirse que estuviese a la disposición de sus deseos sin siquiera conocerla (o sin haber hecho negocios con ella que era muy parecido).
-… -Ella tenía un tono particular, no podía decir que era precisamente francesa; aun sin hacer nada me limite a ladear la cabeza y apoyarme en mis patas intentando mostrar extrañeza, aunque no precisamente un intento sino más bien la realidad.
Pude haberle hecho caso enseguida, por muy poco lógico que resultara llegando a pensar que quizá podía desagradarle un sujeto empapado y enlodado por todos lados a medio metro de ella, y más que nada era por esa misma razón que no terminaba haciéndole caso, aunque tampoco parecía lo más correcto ignorar a una dama a esas alturas, por muy casi-delincuente que fuese nunca trataría mal a una mujer; indiscutiblemente mi raciocinio se basaba en que incluso la más dudosa procedencia de una ameritaba respeto (omítase a mi madre en todo esto que no era el mejor ejemplo) pero por el resto siempre tenía por delante el no decir ni hacer demás delante de una mujer. Quizá por lo mismo no podía tener apego con ninguna, suspire mentalmente intentando pensar si era realmente una buena idea, alce un poco más la cabeza para distinguir, esta vez, su rostro.
Ojos rozando el gris pero con una tonalidad verde que parecía impenetrable, como una tormenta desatada entre ellos que se peleaban por destacar con el temporal de afuera, más sus facciones parecían las de una muñeca de porcelana aun cuando tuviese esa expresión no-amigable en el rostro; bueno había encontrado una chica muy hermosa en Paris, aunque me sorprendía a mi mismo pensando en esas tonterías, normalmente me hubiese dado igual, ya que tratando con tantas personas había visto casi de todo, quizá era por la lluvia, que todo tenía una perspectiva distinta de todo, estaba empapado y lo más probable sus propias visiones lo confundían y golpeaban entre sus pensamientos.
-… -Ya que no valía la pena un golpe de más simplemente mire hacia arriba como haciéndome el desentendido, un ardor sofocante cruzo mi garganta, mis piernas, mis brazos, hasta que enfoque de nuevo con la intranquilidad del personaje que no sabe a dónde ir- Lamento molestarla, creo que no estoy en las mejores condiciones para nadie en esta forma –Clave mis ojos en ella sonriendo levemente, aunque algo me decía que incluso si sonreía de verdad no me ganaría su empatía- Kaien Frenthig para servirla, me disculpo otra vez por mi poca prudencia para con usted Señorita –Susurre mi voz sonaba demasiado gruesa a causa de la lluvia y seguramente estaba hablando más alto de lo usual por lo mismo.
Y si estaba hecho un jodido desastre, no podía ser para menos, pero entre todo la poca dignidad que conversaba estaba más en mi porte que en su ropa, o en su apreciación actual, me quede con una de mis rodillas clavada en el suelo y la otra sirviéndome de apoyo, pasando mi brazo derecho sobre mi estomago y así baje mi cabeza en modo de saludo sin esperar mucho a cambio en esa noche.
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
Una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, aquel gesto de contrariedad, aún en un animal, era tan inocente como la oveja que mira a su dueño acercarse con el hacha. ¿Qué piensa éste en ese momento? Es un pequeño lío de sentimientos encontrados: compasión de la pobre criatura que no tiene la culpa de haberse encontrado justo en medio del camino de un carnívoro; pero al final, la culpa se ve disipada por las seducciones del placer que le traerá matarla. ¡cuán deliciosa será la cena!, cuántas tardes de frío acabarán con sólo dejar caer el filo de su hacha sobre el cuerpo de una oveja de millones más. Creo que el negocio está claro: es sólo una vida más.
Curiosa, permite que él desarrolle la escena a voluntad. "¿Qué vas a hacer...?" piensa aquella que lanzó la orden para probar a la criatura, creyendo que lo más probable era que el reto le obligara a huir. Pensándolo más a fondo nunca se había involucrado con un cambia formas. Los conocía superficialmente como conocía a todas las criaturas de las distintas razas existentes gracias a la vida social tan activa que alguna vez llevó con su marido. Lamentablemente, muchos habían caído junto con James. Nunca había logrado ver a un cambia formas transformarse, fue ciertamente un morboso placer el observarlo por primera vez, exceptuando la parte en que no apareció como había venido al mundo, pero era algo que se le podía perdonar una vez que miras aquel rostro que no sabes si te da una impresión de seriedad o ternura. Su frente ancha habla de alguien con carácter, pero su barbilla ligeramente afilada dice que es condescendiente. Sus ojos parecen estar a punto de cerrarse para caer en un profundo sueño, y sus pequeños labios indican que no habla demasiado. “Lindos rasgos”.
Sus palabras, ¿son reales?, ¿o serán un acertado gesto de galantería que se esfumará al momento de llegar a sus aposentos? Después de todo, por muy tierno que le hubiera encontrado, ¿no los cambia formas tienen el talento de convertirse de un momento a otro en un animal? Interesante sujeto se vino a encontrar. Es difícil afrontar un caballerismo tan sincero, porque, vaya, ¿quién no se comporta como el más noble entre los hombres, cuando está en sociedad? Pero en ese momento y en ese lugar, no habían una obra que actuar, sin público y escenario que dicte la etiqueta, ella había podido darse el lujo de dejar su amabilidad a un lado y limitarse a mirarlo de forma desafiante, como esperando un comentario mordaz de vuelta. Sin embargo, fue gratificantemente decepcionada y sinceramente eso la contrariaba, pero en vez de que esto la repeliera, despertaba un discreto interés dentro de ella.
“¿Quién es Kaien Frenthig, el cambia formas?”
–¿Servirme? –inquirió, desafiante.
Rio breve y cínicamente, pero no con una risa cruel, ni trastornada, era una risa como la de una madre que escucha a su pequeño decirle “Mami, de grande quiero casarme contigo”. Un cinismo del tipo en que te ríes de la inocencia del que te ha expresado su deseo, porque sabes que por más arduas y sinceras intenciones tenga aquel, jamás podrá cumplir aquel anhelo en su corazón. Está completamente fuera de sus manos.
Paro de reír y lo miró directamente a los ojos, esta vez, con una sonrisa divertida, amigable, que invita a…
–¿Cómo lo harías? –ella continuaba con su actitud de divertirse y conocer a su presa a partir de las buenas intenciones que puede aparentar una simple sonrisa. Ella copiaría el gesto que él hizo cuando era un pequeño animalito, procurando tomar también la ternura con la que él lo había ejecutado; ladeó repentinamente su rostro hacia la izquierda, aún sonriendo.
Quiso acentuar el drama de su retórica apoyando todo su peso en sus manos, levantándose un poco, procediendo a empujar sus caderas hacia el árbol doblando sus rodillas, consiguiendo la suficiente altura entre su coxis y el suelo como para meter ahí sus pies. De tal modo que ahora estaba también arrodillada, frente a él, muy cerca.
Muy peligrosamente cerca.
¿Qué haría un caballero frente a una provocadora vampiresa, con la hermosa vista de un escote en el que las gotas de lluvia se divierten recorriendo lentamente? Que no se hiciera ilusiones de que era cosa de él o sus modales, su lindo rostro le había puesto en mente a Violet que la diversión de la noche se podía extender un poco más.
Curiosa, permite que él desarrolle la escena a voluntad. "¿Qué vas a hacer...?" piensa aquella que lanzó la orden para probar a la criatura, creyendo que lo más probable era que el reto le obligara a huir. Pensándolo más a fondo nunca se había involucrado con un cambia formas. Los conocía superficialmente como conocía a todas las criaturas de las distintas razas existentes gracias a la vida social tan activa que alguna vez llevó con su marido. Lamentablemente, muchos habían caído junto con James. Nunca había logrado ver a un cambia formas transformarse, fue ciertamente un morboso placer el observarlo por primera vez, exceptuando la parte en que no apareció como había venido al mundo, pero era algo que se le podía perdonar una vez que miras aquel rostro que no sabes si te da una impresión de seriedad o ternura. Su frente ancha habla de alguien con carácter, pero su barbilla ligeramente afilada dice que es condescendiente. Sus ojos parecen estar a punto de cerrarse para caer en un profundo sueño, y sus pequeños labios indican que no habla demasiado. “Lindos rasgos”.
Sus palabras, ¿son reales?, ¿o serán un acertado gesto de galantería que se esfumará al momento de llegar a sus aposentos? Después de todo, por muy tierno que le hubiera encontrado, ¿no los cambia formas tienen el talento de convertirse de un momento a otro en un animal? Interesante sujeto se vino a encontrar. Es difícil afrontar un caballerismo tan sincero, porque, vaya, ¿quién no se comporta como el más noble entre los hombres, cuando está en sociedad? Pero en ese momento y en ese lugar, no habían una obra que actuar, sin público y escenario que dicte la etiqueta, ella había podido darse el lujo de dejar su amabilidad a un lado y limitarse a mirarlo de forma desafiante, como esperando un comentario mordaz de vuelta. Sin embargo, fue gratificantemente decepcionada y sinceramente eso la contrariaba, pero en vez de que esto la repeliera, despertaba un discreto interés dentro de ella.
“¿Quién es Kaien Frenthig, el cambia formas?”
–¿Servirme? –inquirió, desafiante.
Rio breve y cínicamente, pero no con una risa cruel, ni trastornada, era una risa como la de una madre que escucha a su pequeño decirle “Mami, de grande quiero casarme contigo”. Un cinismo del tipo en que te ríes de la inocencia del que te ha expresado su deseo, porque sabes que por más arduas y sinceras intenciones tenga aquel, jamás podrá cumplir aquel anhelo en su corazón. Está completamente fuera de sus manos.
Paro de reír y lo miró directamente a los ojos, esta vez, con una sonrisa divertida, amigable, que invita a…
–¿Cómo lo harías? –ella continuaba con su actitud de divertirse y conocer a su presa a partir de las buenas intenciones que puede aparentar una simple sonrisa. Ella copiaría el gesto que él hizo cuando era un pequeño animalito, procurando tomar también la ternura con la que él lo había ejecutado; ladeó repentinamente su rostro hacia la izquierda, aún sonriendo.
Quiso acentuar el drama de su retórica apoyando todo su peso en sus manos, levantándose un poco, procediendo a empujar sus caderas hacia el árbol doblando sus rodillas, consiguiendo la suficiente altura entre su coxis y el suelo como para meter ahí sus pies. De tal modo que ahora estaba también arrodillada, frente a él, muy cerca.
Muy peligrosamente cerca.
¿Qué haría un caballero frente a una provocadora vampiresa, con la hermosa vista de un escote en el que las gotas de lluvia se divierten recorriendo lentamente? Que no se hiciera ilusiones de que era cosa de él o sus modales, su lindo rostro le había puesto en mente a Violet que la diversión de la noche se podía extender un poco más.
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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Re: Going Under~
Incluso si fueses el diamante más duro sobre la tierra
en mis manos serías la rosa más frágil a la que cuidar
en mis manos serías la rosa más frágil a la que cuidar
En mis anteriores encuentros con vampiros de lo que más podía fiarme por experiencia había sido el intentar precisar hasta el más mínimo rasgo usable en sus auras, pálidas, descoloridas, con ese olor particular que los rodeaba como si fuesen un estado superior aún cuando un cambiaformas o un licántropo podrían hacerle el peso, una bruja de buenas habilidades tal vez, un inquisidor… pero inevitablemente siempre terminaban siendo el centro de atención, aquellos de los que más se hablaba, de los que más se susurraba, desde tiempos inmemorables y parecía no querer desaparecer. Por ejemplo, le daba toda la razón del mundo al hecho de que fueran esa imagen tan popular cuando tenía la vista fijada en esa chica otra vez.
Sonreí, esa táctica que hasta para mi servía bastante, guardaba tantos enigmas que podías recorrer el infierno entero para tomar posibles interpretaciones de lo que una sola mueca puede esconder, me quede con los ojos clavados en su rostro como si fuese un libro que quisiese leer y descifrar, pero indudable en mi propia conciencia no estaba realmente centrado como para ver algo (en mi cabeza resonaba un constante: concéntrate, concéntrate, concéntrate), ¿No lo había dicho antes? ¿Qué esa chica parecía una muñeca de porcelana? Me había quedado perdido en sus ojos como si hubiese quedado en mitad de un huracán y me pregunte a mi mismo repetidas veces si estaba escuchando lo que me decía, que si después de esos momentos ella había dicho algo y no lo había escuchado, patéticamente, por más de un segundo sentí más sofoco interno por la deplorable apariencia que debía tener. No puedes juzgar a una mujer envuelta en lluvia, eso es tan melancólico como hermoso.
-“Uhm… esto es un poco patético” –Pensé mientras me ponía en sintonía con la conversación otra vez, si no hubiese tenido a la chica delante, me hubiese rascado la nuca contrariado por perder el eje de lo que hacía, entrecerré los ojos un poco con sigilo mientras veía sus labios moverse.
Seguramente si no fuese porque la lluvia estaba jodidamente fría y caía tan rápido y constante, pegándose al cuerpo como una musa desesperada por aferrarse a algo haciéndote imposible soltarte de ella, sino fuese por ella me hubiese quedado más embobado que antes, vale, admitía que no era precisamente un sujeto fácil de encantar, o más bien deslumbrar, pero verla hacer ese gesto parecía demasiado icono de inocente sensualidad, pero algo en esos movimientos, quizá porque pude haberlos visto antes, me dio a entender ese deje de engaño, ese que siempre tienen los vampiros (como si se riesen de ti para sus adentros todo el tiempo), iba a responder que serviría a todo el mundo mientras me pagaran, pero quizá no hubiese sonado cortes; observe como en cámara lenta sus movimientos, lentamente, lentamente, eso de que el tiempo es relativo es verdad, sobre todo para las personas como nosotros.
-… -No iba a negar que era un escote encantador, sobre todo con una mujer empapada delante de ti, con ese aroma a humedad creciente que se envuelve contra todo y absorbe, absorbe como un vórtice, como sus ojos, y por ello mismo desvié los ojos demasiado rápido y luego los cerré haciendo un gesto muy mínimo de mostrar otredad- Sí, puedo servirla en lo que desee, mientras me pida algo que pueda conseguir, Señorita, lo que le sea necesario… –Recalque para luego aclarar-… mientras este en mi parámetro de búsqueda –Abrí lentamente los ojos y quede sujeto a los suyos sin desviar más la mirada- Ese es mi trabajo... o más bien mi habilidad –Aún cuando lo mío no era hablar demasiado, sabiendo podría ser una perdida completa de tiempo cuando alguien no desea realmente escucharte podía aclarar en qué limites me podía mover, si lo preguntaba.
Sabía sus intenciones, no era algo que estuviese precisamente oculto, aún así no iba a juzgarla por ello, cabía la posibilidad que solo intentase ver que tan rápido caía en algo así para cortarme la cabeza, había escuchado de mujeres así, y las entendía perfectamente, lo más seguro fuese que un hombre ofreciese sabanas y vino de buena calidad tan rápido como una presentación osca a media tarde (y que me sorprendía con toda la gente que conocía, o con mi propia familia, un claro ejemplo de “dignidad y respeto”); me levante del suelo lentamente mientras, sin hacer ningún además de intentar arreglar el desastroso aspecto que tenía volví a inclinarme por unos segundos, rectando la espalda en la dirección de la mujer y ofreciéndole mi mano mirándola a los ojos, sonreí tenuemente.
-No es bueno que una dama que posee la imagen de una fina porcelana este así en el suelo, incluso siendo lo que es –Susurré mientras omitía el hecho de su especie, pues realmente no era como si me importara a muerte (a más que me matase ella, claro)- Sino le importuna, acepte mi mano, creo que puedo servirla a usted de esta manera por ahora… –Ladee levemente la cabeza mientras, con el cabello tan empapado que parecía tener un jarrón de agua en la cabeza más que cabello sentía el deslizar de las gotas por mi cuello y mi rostro con más fuerza que antes, la lluvia estaba empeorando- Hasta que sepa con quién puede que haga negocios.
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
–Señora –interrumpió tajantemente su disertación para corregirlo. No dijo más y dejó que prosiguiera, tratando de adivinar si estaría dispuesto a cumplir con sus expectativas, aunque ciertamente éstas no le parecían muy probables debido a que había notado la forma tan esquiva en que había evitado seguir mirando el escote que cualquier otro mortal habría mirado con lascivia o en su defecto, con algún mínimo ápice de placer.
Él se levantó, ella sonrió pensando en que quizá se le había acabado lo caballero y que en cualquier momento habría de esperar a su mano tomar sus cabellos para acercarla a lo que deseaba; ahí se acabaría su caballerosidad, lo que significaría que nuevamente ella no se había equivocado y demostraría que, fuera de James, no existía un hombre íntegro a sus modales.
Pero en vez de eso, el muy sofisticado se levanta y le extiende cínicamente la mano, con una cruel sonrisa de “te gané”, alegre de haberle demostrado que él era más de lo que ella pensaba y, no obstante, no contento ya con la humillación implícita, se dedica a alabar la belleza que acaba de rechazar.
Era la primera vez que un hombre en pleno uso de sus facultades mentales había podido lacerar tan discreta y profundamente el ego que ostentaba la viuda de Lord Darcy; cosa que sin duda, lo habría de pagar porque, él era un negociante, ¿no? Debe saber perfectamente que uno no puede dañar la mercancía y esperar que el dueño se quede impávido sin tomar represalias.
¿Qué será lo más valioso que tenga el Señor Frenthig, para redimir su falta?
“Astuto, muy astuto”.
Aquel insulto invisible había marcado su hora, fecha y modo de muerte. Pero se atraen más moscas con miel que con vinagre, así que se burló de sí misma mirando hacia abajo, le extendió la mano con un gesto brusco, aun riéndose entre dientes y sin suficiente auto control como para mirarlo. Hasta que estuvo de pie completamente, y frente a él, volvió a mirarle directamente a los ojos, como era su costumbre.
–Una dama… –repitió viéndolo con una amplia sonrisa que era a libre interpretación. Ella retuvo su mano y la llevo hasta su pecho, cuidando de no adelantar ningún placer sensorial antes de llegado el momento. –Sí, soy una dama en apuros. Temo a las tormentas –aquel tono autoritario, sensual y aterciopelado con que le había hablado antes, se había esfumado desde aquel “soy una dama en apuros”, ahora le había reemplazado un tono más bien chillón, pero que seguía siendo expulsado con exceso de aire, provocando el efecto del suave susurro de un gemido.
La tormenta no había parado en ningún momento, todo lo contrario, cada palabra de ellos parecía ser un crescendo en la sinfonía de la tempestad. Los vientos aullaban y tan sólo eran atajados por la multitud de pinos que, inmóviles, observaban la conversación. La razón por la que Violet no temblaba, era debido a que toda su atención estaba siendo enfocada a sacar a relucir todas su artimañas con el fin de convencer al cambia formas de terminar en su cama. Quizá, desde siempre, el único mérito que hacer para terminar con sus sufrimientos, es centrar su atención en un objeto de interés. Por suerte, vaya que lo había encontrado.
Se abrazó a sí misma formando un dramático gesto de auto compasión en su rostro: mirando hacia la izquierda, lejana, como si estuviera viéndose en ese mismo momento yacer indefensa hacia la muerte sin contar con la misericordia del espectador que tenía enfrente. Con la boca entre abierta, como queriendo decir algo que no se atreve, mientras aspira entrecortadamente aire que va lacerando sus dientes, lengua y garganta hasta llegar a los pulmones y hacerlos trisas con su toxicidad. Y los brazos nuevamente sobre sus hombros, apenas rosándolos, flojos, como si en cualquier momento fuese a desfallecer.
–Tengo miedo… –susurra en su fingido trance. Seguramente él no caería en su manipulación, pero está segura de tener los argumentos y los dotes artísticos necesarios para no dejarle otra opción que ceder a su capricho.
De pronto, una especie de esperanza vuelve a iluminar sus ojos, y voltea el rostro hacia él mientras va dibujando lentamente una sonrisa que no termina de esbozarse hasta que se encuentra con su mirada fija. Se acerca un paso a él, y sigue con esa pequeña y traviesa sonrisa inocente, con ese rostro inclinado hacia abajo para poder entornar los ojos hacia arriba, dándose un aspecto dócil y tierno; mismo que adoran ver los hombres cuando una mujer se arrodilla frente a él para darle placer.
–¿Me protegerás de la tormenta?, ¿me llevarás sana y salva a casa? –le dice muy bajito, a escasos centímetros de que su cuerpo roce con el de él, tanto que si él inflara su pecho de aire, alcanzaría a rosar los senos de los que huyó antes, mismos que ella inteligentemente ha destacado irguiendo su espalda, acto que curiosamente también adoran los hombres en momentos de pasión.
Él ya no tenía otra opción, era un caballero, ¿no?
¿Qué clase de arribista vividor no se negaría a tan inocente petición de una indefensa y hermosa dama? Su suerte estaba echada: No saldría del castillo hasta el día siguiente, por la mañana.
Él se levantó, ella sonrió pensando en que quizá se le había acabado lo caballero y que en cualquier momento habría de esperar a su mano tomar sus cabellos para acercarla a lo que deseaba; ahí se acabaría su caballerosidad, lo que significaría que nuevamente ella no se había equivocado y demostraría que, fuera de James, no existía un hombre íntegro a sus modales.
Pero en vez de eso, el muy sofisticado se levanta y le extiende cínicamente la mano, con una cruel sonrisa de “te gané”, alegre de haberle demostrado que él era más de lo que ella pensaba y, no obstante, no contento ya con la humillación implícita, se dedica a alabar la belleza que acaba de rechazar.
Era la primera vez que un hombre en pleno uso de sus facultades mentales había podido lacerar tan discreta y profundamente el ego que ostentaba la viuda de Lord Darcy; cosa que sin duda, lo habría de pagar porque, él era un negociante, ¿no? Debe saber perfectamente que uno no puede dañar la mercancía y esperar que el dueño se quede impávido sin tomar represalias.
¿Qué será lo más valioso que tenga el Señor Frenthig, para redimir su falta?
“Astuto, muy astuto”.
Aquel insulto invisible había marcado su hora, fecha y modo de muerte. Pero se atraen más moscas con miel que con vinagre, así que se burló de sí misma mirando hacia abajo, le extendió la mano con un gesto brusco, aun riéndose entre dientes y sin suficiente auto control como para mirarlo. Hasta que estuvo de pie completamente, y frente a él, volvió a mirarle directamente a los ojos, como era su costumbre.
–Una dama… –repitió viéndolo con una amplia sonrisa que era a libre interpretación. Ella retuvo su mano y la llevo hasta su pecho, cuidando de no adelantar ningún placer sensorial antes de llegado el momento. –Sí, soy una dama en apuros. Temo a las tormentas –aquel tono autoritario, sensual y aterciopelado con que le había hablado antes, se había esfumado desde aquel “soy una dama en apuros”, ahora le había reemplazado un tono más bien chillón, pero que seguía siendo expulsado con exceso de aire, provocando el efecto del suave susurro de un gemido.
La tormenta no había parado en ningún momento, todo lo contrario, cada palabra de ellos parecía ser un crescendo en la sinfonía de la tempestad. Los vientos aullaban y tan sólo eran atajados por la multitud de pinos que, inmóviles, observaban la conversación. La razón por la que Violet no temblaba, era debido a que toda su atención estaba siendo enfocada a sacar a relucir todas su artimañas con el fin de convencer al cambia formas de terminar en su cama. Quizá, desde siempre, el único mérito que hacer para terminar con sus sufrimientos, es centrar su atención en un objeto de interés. Por suerte, vaya que lo había encontrado.
Se abrazó a sí misma formando un dramático gesto de auto compasión en su rostro: mirando hacia la izquierda, lejana, como si estuviera viéndose en ese mismo momento yacer indefensa hacia la muerte sin contar con la misericordia del espectador que tenía enfrente. Con la boca entre abierta, como queriendo decir algo que no se atreve, mientras aspira entrecortadamente aire que va lacerando sus dientes, lengua y garganta hasta llegar a los pulmones y hacerlos trisas con su toxicidad. Y los brazos nuevamente sobre sus hombros, apenas rosándolos, flojos, como si en cualquier momento fuese a desfallecer.
–Tengo miedo… –susurra en su fingido trance. Seguramente él no caería en su manipulación, pero está segura de tener los argumentos y los dotes artísticos necesarios para no dejarle otra opción que ceder a su capricho.
De pronto, una especie de esperanza vuelve a iluminar sus ojos, y voltea el rostro hacia él mientras va dibujando lentamente una sonrisa que no termina de esbozarse hasta que se encuentra con su mirada fija. Se acerca un paso a él, y sigue con esa pequeña y traviesa sonrisa inocente, con ese rostro inclinado hacia abajo para poder entornar los ojos hacia arriba, dándose un aspecto dócil y tierno; mismo que adoran ver los hombres cuando una mujer se arrodilla frente a él para darle placer.
–¿Me protegerás de la tormenta?, ¿me llevarás sana y salva a casa? –le dice muy bajito, a escasos centímetros de que su cuerpo roce con el de él, tanto que si él inflara su pecho de aire, alcanzaría a rosar los senos de los que huyó antes, mismos que ella inteligentemente ha destacado irguiendo su espalda, acto que curiosamente también adoran los hombres en momentos de pasión.
Él ya no tenía otra opción, era un caballero, ¿no?
¿Qué clase de arribista vividor no se negaría a tan inocente petición de una indefensa y hermosa dama? Su suerte estaba echada: No saldría del castillo hasta el día siguiente, por la mañana.
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Re: Going Under~
Si pudiese transformarme en algo diferente sería en la lluvia
sería en el aire, sería en tu aliento, para tenerte cerca, para rosarte
sin culpa, sin miedo, sin remordimiento, simplemente estando ahí
a tu lado.
-Me disculpo de nuevo por mi impertinencia, Señora, es usted tan joven que no me di la posibilidad pero, lo lamento –Baje la cabeza en modo de disculpa cuando me aclaré ese punto en el catalogo de cosas que debía saber de ella.
Y sinceramente estaba sorprendido, quizá porque dentro de lo que a mi respectaba los valores con una mujer eran distintos, pero era un vampiro, casi por un segundo lo había olvidado, aquel hecho de que por muchos años que tuviesen podían aparentar una edad muy diferente, eso mismo me dio vueltas en la cabeza una y otra vez mientras intentaba imaginarme la edad real de esa peculiar chica, aún con los ojos centrados en ella la vi levantarse con un poco de brusquedad con la ayuda de mi mano, una sonrisa oculta, más bien, una risa entredientes que insinuaba un caótico mar de pensamientos quizá a la par de los míos u incluso peor, fue un remolino extraño la textura de su piel, la finesa de sus dedos y la frialdad de su carne. Un digno relato de ser pintado, un cuadro de esos que tanto me pedían, fineza, belleza, frialdad, lujuria y peligro. La mezcla perfecta.
-“Tratándose de un vampiro, querida, que temas a las tormentas no me suena muy… creíble” –La parte hipócrita de mi cerebro que intentaba tortuosamente ignorar el hecho de que estaba siendo tentando de una manera que le parecía, a lo menos, particular, se estaba tratando de enfocar en cualquier cosa menos en lo obvio, ese tono que sonaba como un ronroneo cautivador, casi como si pudiese vivir esos mitos del que tanto se ha leído, de ese canto de las sirenas haciéndote perder la razón y lanzándote a sus aguas, aceptando morir en sus manos gozosamente.
Pero debía aceptar algo que más allá del mero hecho de estar en esa posición lo dejo perplejo, un escalofrió paso por mi espalda cruentamente aireado, como un recordatorio de lo que era, cuando la vio sonreír parecía una imagen dramática de una ilusión universal, lluvia, mujer hermosa, viento, voz y un susurro en los oídos que decían todas las posibles cosas que no debía pensar, ni hacer, pues lo sabía, aquí, en Paris, desde toda mi existencia, iba más allá de mi ceder ante algo como eso, sobre todo con una mujer casada, me era inaceptable. ”Ni lo pienses, ni lo pienses, ni lo pienses” ni se te ocurre olvidar lo que estabas pensando, eso me repetía contradictoriamente en mi cerebro, suspire mentalmente, calma, calma, no veas esa cara transformarse en un tierno y alisando gesto que demostraba una vulnerabilidad inmovible y enlazada atracción.
Si no fuese por la última pregunta, juraba por mi vida, por todas las cosas que podían existir con algo de valor que le hubiese tomado contra mi moralidad y la hubiese besado, más que por la sensualidad, por el impulso que ella misma estaba creando, pero, irónicamente, de esa ironía que deseas asesinar y abrazar de repente me ataco, como si fuese un niño pateándote las piernas, no es que realmente tuviese gracia, es que te desconectaba porque tú eras un estúpido; volví a poner los pies en la tierra, como si fuese una gota de agua transformada en granizo, golpee el suelo con fuerza para darme una bofetada de las ideas no-reales que podía llegar a hacerme.
-Si es lo que desea y no la importuno, la protegeré –Sonreí, con una mueca tosca que había perdido la concentración y se tambaleaba como una arrulladora molestia en mi mente- De una tormenta o un panteón si es necesario, pero…
Y antes de comentarlo, debía re-afirmarlo mentalmente, pues era tan estúpido que me reí de mi mismo en mi conciencia, intentar ser un buen sujeto y respetuoso era algo que hacía con naturalidad, las mujeres fuese como fuese eran la especie más valiosa sobre la faz de la tierra, independiente de cualquier identidad, y eso era algo que no me permitía olvidar; pero lo trágico en esta historia, que tenía varios puntos malos el ser nuevo en París: 1º no tenía ni la más jodida idea de donde estaba parado, desde que había corrido más de 5 kilómetros en esa lluvia para no ser golpeado innecesariamente estaba sin dirección, 2º conocía París como se puede conocer el pensamiento de una mujer, crees saberlo pero no, no podría llevarla ni a la vuelta de la esquina, quizá si la lluvia parase unos minutos podría olfatear más precisamente algo, pero nada indicaba que se fuese a detener, y 3º sí pensaba ir a dejarla su marido me mataría, o eso fuese lo más probable y ya había tenido mi dosis de “estoy-a-punto-de-clavarte-un-cuchillo-en-las-costillas” por hoy y estaba seguro que simplemente acompañarla no era su interés final.
-Lamentablemente con esta lluvia no tengo idea donde estamos –Omití el hecho de que había estado escapado de un mal negocio y en realidad eso explicada mi pésimo sentido de la orientación en esos momentos- Sino le molesta puedo acompañarla y ser su escolta mientas me guíe, para dejarla sana y salva en su hogar con su familia –Murmuré aclarándome a mi mismo que esto solamente podía tener ese final. Interiormente me reí de mi mismo, me reí del destino y de las cosas que podía llegar a pesar mientras, por lo mismo solo pude retirarme un poco de su lado haciéndome el desentendido para buscar entre la brumosa lluvia algún lugar inexistente e innecesario del mundo.
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
"Imbécil"
Se dijo para sus adentros sin saber a ciencia cierta si el insulto era para él o para ella.
El cerebro sabía lo que las palabras de aquel impertinente significarían para ella, pero intento por todos los medios sofocar aquel sentimiento que recorría rápidamente todos los rincones de sus recuerdos y traía de vuelta consigo al corazón que por haberse ido hace tan poco, no había tenido la oportunidad de ir muy lejos. Éste se volvió al recordar aquella amada sonrisa que decía: "Tú eres mi familia", y el mismo, se rompió a pedazos recordando los gritos de dolor de aquel que tanto la amó.
Su mirada se tornó oscura y el juego llegaba a su fin. El cerebro no había podido encontrar forma de consolar al corazón, ni prometiéndole los inmensos placeres que podía ofrecer aquella ancha espalda, o la bondad y ternura que prometían esos ojos. Sus se tapó los oídos y todos los sentidos se unieron a su luto, pues también lo extrañaban; el cerebro se arrinconó y discretamente también lloró.
Para nadie era lo mismo vivir sin él.
Poco a poco las lágrimas acudieron a los ojos, fluían casi tan rápido como las gotas de lluvia que se las llevaban consigo. Las manos no quisieron dejar solos a los ojos y acudieron a abrazarles, cubriendo todo el rostro de la lluvia que enfriaba las lágrimas cálidas.
Sus piernas parecían estar clavadas en el suelo, porque a pesar de que temblaban, no estaban dispuestas a dejarse vencer por la gravedad. En este estado, volvían a sentirse cerca los truenos de la imparable tormenta, volvía a ser consciente de todas esas cosas que el cerebro se había dedicado a olvidar. Se sabía sola, perdida y miserable. La muerte volvía a acercarse, acechando y presentándose sumamente seductora a las ideas de Violet. Qué difícil era en ese momento acordarse de la última vez en que lo tuvo en sus brazos, del cómo él le suplicó que continuara su vida con toda la dicha posible. Ahora sólo había recuerdos de cada noche en que se levantó sabiendo que no lo tendría a su lado.
−Yo... no tengo familia... −murmuró con el pequeño hálito de aliento que le sobraba entre sollozos.
Nuevamente volvía a decir cosas que no tenía idea si iban dirigidas para él o para ella, no tenia cabeza para ello. Su mente únicamente estaba dispuesta para rememorar todos y cada uno de los recuerdos que ahora parecían tan tristes: La primera vez que él le propuso matrimonio, su reencuentro en Italia, su boda en Francia, la consumación tardía de su matrimonio, su vida cotidiana juntos, sus esperanzas de adoptar niños... Y luego, las cartas de aviso, la huida, captura, el juicio... la ejecución. Mientras vivía todo aquello, creía que esos días tan sólo eran parte de su imaginación; no podía concebir que la vida más feliz que había conocido y que con tanto esfuerzo había conseguido, simplemente se desmoronara porque un hombre lo quiso así.
Cada segundo que pasaba incrementaba el sufrimiento, los pequeños sollozos iban creciendo y desarrollándose a la misma velocidad que la pequeña lluvia se había transformado en terrible tormenta, ahora gemía y su pecho subía y bajaba al ritmo de su dolor.
La sensual vampiresa había desaparecido y ahora sólo quedaba una desdichada criatura que apenas puede con su alma.
−Vete −ordenó con voz entrecortada, era un pequeño susurro del que parecía escurrir la sangre que fluía de un corazón herido y lacerado por el tiempo.
Se dijo para sus adentros sin saber a ciencia cierta si el insulto era para él o para ella.
El cerebro sabía lo que las palabras de aquel impertinente significarían para ella, pero intento por todos los medios sofocar aquel sentimiento que recorría rápidamente todos los rincones de sus recuerdos y traía de vuelta consigo al corazón que por haberse ido hace tan poco, no había tenido la oportunidad de ir muy lejos. Éste se volvió al recordar aquella amada sonrisa que decía: "Tú eres mi familia", y el mismo, se rompió a pedazos recordando los gritos de dolor de aquel que tanto la amó.
Su mirada se tornó oscura y el juego llegaba a su fin. El cerebro no había podido encontrar forma de consolar al corazón, ni prometiéndole los inmensos placeres que podía ofrecer aquella ancha espalda, o la bondad y ternura que prometían esos ojos. Sus se tapó los oídos y todos los sentidos se unieron a su luto, pues también lo extrañaban; el cerebro se arrinconó y discretamente también lloró.
Para nadie era lo mismo vivir sin él.
Poco a poco las lágrimas acudieron a los ojos, fluían casi tan rápido como las gotas de lluvia que se las llevaban consigo. Las manos no quisieron dejar solos a los ojos y acudieron a abrazarles, cubriendo todo el rostro de la lluvia que enfriaba las lágrimas cálidas.
Sus piernas parecían estar clavadas en el suelo, porque a pesar de que temblaban, no estaban dispuestas a dejarse vencer por la gravedad. En este estado, volvían a sentirse cerca los truenos de la imparable tormenta, volvía a ser consciente de todas esas cosas que el cerebro se había dedicado a olvidar. Se sabía sola, perdida y miserable. La muerte volvía a acercarse, acechando y presentándose sumamente seductora a las ideas de Violet. Qué difícil era en ese momento acordarse de la última vez en que lo tuvo en sus brazos, del cómo él le suplicó que continuara su vida con toda la dicha posible. Ahora sólo había recuerdos de cada noche en que se levantó sabiendo que no lo tendría a su lado.
−Yo... no tengo familia... −murmuró con el pequeño hálito de aliento que le sobraba entre sollozos.
Nuevamente volvía a decir cosas que no tenía idea si iban dirigidas para él o para ella, no tenia cabeza para ello. Su mente únicamente estaba dispuesta para rememorar todos y cada uno de los recuerdos que ahora parecían tan tristes: La primera vez que él le propuso matrimonio, su reencuentro en Italia, su boda en Francia, la consumación tardía de su matrimonio, su vida cotidiana juntos, sus esperanzas de adoptar niños... Y luego, las cartas de aviso, la huida, captura, el juicio... la ejecución. Mientras vivía todo aquello, creía que esos días tan sólo eran parte de su imaginación; no podía concebir que la vida más feliz que había conocido y que con tanto esfuerzo había conseguido, simplemente se desmoronara porque un hombre lo quiso así.
Cada segundo que pasaba incrementaba el sufrimiento, los pequeños sollozos iban creciendo y desarrollándose a la misma velocidad que la pequeña lluvia se había transformado en terrible tormenta, ahora gemía y su pecho subía y bajaba al ritmo de su dolor.
La sensual vampiresa había desaparecido y ahora sólo quedaba una desdichada criatura que apenas puede con su alma.
−Vete −ordenó con voz entrecortada, era un pequeño susurro del que parecía escurrir la sangre que fluía de un corazón herido y lacerado por el tiempo.
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Re: Going Under~
Es como si las memorias fuesen tu mejor amigo
y tu peor enemigo a la espera de abrir el pecho
y arrancarte el corazón, el alma…
la vida.
He conocido solo unos cuantos vampiros en mi vida que no deseaban volverme algún tipo de adorno en su pared y por lo mismo convivir levemente con sus lógicas, con esa forma tan fría de vivir como si realmente nada importase, el tiempo y la expresión de su existencia era muy diferente a la mía, y aun cuando pudiste también vivir un poco más no era a su mismo nivel, era algo que iba a desaparecer a final de cuentas, iba a ser borrado de la memoria del tiempo y envuelto por la nada misma. Me quede congelado, rígido mirándola como si estuviese viendo una especie de apocalipsis cruenta que no podía descifrar, ni siquiera pude parpadear para intentar pensar en algo coherente, mientras la escuchaba se cumplían unas de mis peores pesadillas, una de aquellas cosas con las que no podía lidiar, de aquello que intentaba con garras y dientes evitar. y tu peor enemigo a la espera de abrir el pecho
y arrancarte el corazón, el alma…
la vida.
Chicas llorando, no había nada que me dejase más torpe y sinsentido en el mundo, me hubiese tapado los oídos y hubiera salido corriendo de ahí sin importarme nada, como un cobarde e insensato desconocido con el que chocarías y no voltearía atrás, apreté los ojos mientras en mi cabeza el sonido de la lluvia y sus sollozos se transformaban en gruesos quejidos, Zeus, Zeus, Zeus, no podía soportar eso; la imagen de aquella muchacha en las callejuelas mohosas de Atenas, se me quedo grabada en las pupilas de nuevo, deje de ver hacia adelante, intentando con todas las fuerzas enfocar a lo que realmente estaba delante de mí, quería levantar los brazos y taparme los oídos. Las mujeres eran la cosa más bella del mundo y mi peor pesadilla, se sentían como una muñeca que apenas te distraes se rompen, se rompen incluso si querías ser bueno con ellas, incluso si deseabas protegerlas, incluso si eres algo fuerte, hay cosas más fuertes que tú. Y los gritos otra vez, tenía culpa, la culpa por la chica que estaba parada delante mío gimoteando, la culpa de la muchacha que a pesar de ayudarme había dejado que la violasen y matase, no lo soportaba, no lo soportaba, esa era la principal razón por la que siempre era un caballero con las chicas, pero no me relacionaba más allá de eso con ellas, era como si en cualquier momento todo lo que dijese u hiciera me llevaría a apresarme con mis propios dientes y terminar desgarrado con mi propia ineptidud. Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que el sabor metálico de la sangre rozo mis labios, mi garganta, mi estomago… mi alma.
Estúpido, imbécil, estúpido, imbécil
Una, dos, tres, mil veces, me lo repetí para que mi corazón dejase de latín frenéticamente, para que el viento, el agua, los relámpagos, el alma misma me dejase volver a respirar y darme a conocer a mi mismo lo que estaba haciendo; el cielo parecía reírse de todo y el tronar de todo aquel sonido impávido se volvía vivo y palpitante, gritando y gruñendo contra sí mismo como jugando, jugando a ver quien poseía más protagonismo, la escuche, “Vete”, cobardemente hubiese hecho lo que me pedía, estaba mojado hasta los huesos al igual que ella, golpe con mi lengua mi paladar, intentando quitarme la sangre de la boca, no tardo mucho en sanar el corte y volver a la normalidad. No importaba cuan cruel y grumoso fuese el destino que intentaba acuchillarte, siempre terminaba sanando, todo terminaba sanando, pero mientras la miraba, me daba cuenta que por dentro estaba podrido, sin poder olvidar nada, como si las cicatrices quemasen y no fuesen suficiente, se burlaban de algún supuesto consuelo, se reían ansiosas de ser abiertas y apretadas por el masoquismo de ser torturado y vuelto a arrodillarse ante mi propia burlesca ignorancia y debilidad.
Se perfectamente bien que no había dicho nada de lo que cualquiera hubiera hablado, mire sus ojos tormentoso queriendo volverse un vórtice negro y absórbelo todo, hacerlo desaparecer, podía ser que me arrepintiera de todo lo que hiciera después de ese segundo, y que me llevase a una muerte concretamente dolorosa; pero lo había visto, no por alguna corazonada, sino por la experiencia, como si te despedazaran el alma y te rompiesen el corazón, por la forma en que su voz se desgarraba tortuosamente lenta, podía escucharme a mí mismo diciéndome que matar a alguien estaba bien, mientras en medio de la nada llevaba a una niña sin nombre, a cavar con mis dedos, un lugar donde enterrarla en medio de la ignorancia de un lugar que no le interesaba saber nada de nadie, porque escuchaba en mi interior ese crujido horrible de algo rompiéndose, y lo escuchaba en el interior de la peli-negra, aún más fuerte que el retumbar de los relámpagos y del golpeteo incansable de la lluvia.
-…-Me acerque a ella más rápido de lo que esta misma se hubiese podido retirar antes de eso, rodee con uno de mis brazos su espalda apresando los suyos contra mi torso, con el otro sujete una de sus mejillas, solo los dioses saben lo que agradecía ser una cabeza más alto que ella, ella esa desconocida intrépida que había terminado llorando y temblando cruentamente atrapada por algún recuerdo que mis palabras habían gatillado, como si fuese el dueño de un arma que no había podido predecir su destino final.
Suspire interiormente aunque en mi rostro hubiese solo la concentración de levantar su cara y hacer que me mirase durante unos instantes antes de que reaccionara y me hiciera ver negro, escuchaba el retumbar de mi corazón en mis oídos, casi como si lo estuviese pegado a ellos, no sabía que decirle, y aunque me disculpase por mi imprudencia seguramente no hubiera tenido ningún efecto, rose con mis dedos el contorno de su rostro lentamente, incluso con la lluvia la textura de su piel era tan suave como el pétalo de una rosa, como aquellos cuentos extraños que hablan de esa belleza intocable de su raza, acerque mis labios a ella y levante mi cabeza levemente para besar su frente, deje mis labios quietos durante unos segundos, si se podía sentir más frio que antes no lo creía posible, pero comenzó a quemarme el estomago, la garganta y la cabeza, separe mis labios y levante más mi mano hasta rodear su cabeza y enredador mis dedos en su cabello húmedo, puse su cabeza contra mi cuello (vaya inteligencia, perfecto para aquel hombre que desea morir con un vampiro) y apoye levemente mi mentón en esta, con el estruendo de mi pulso aún tensando mis oídos.
Para mí mismo me dije que no sabía que decir a pesar de todo.
Porque ni yo mismo sabía que estaba haciendo, pero aún así,
Aceptaba la muerte gustosamente esta vez, solo por esta, que podía ser la última vez.
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
No le fue sorpresa que él le tomara entre sus brazos, por su culpa era que nacía este dolor y lo decente era que él hiciera todo lo posible por apaciguarlo. Inhaló profundamente en el momento en que le tuvo tan cerca suyo, quién sabe qué es lo que tiene el regazo de un hombre, que te hace sentir que es el único lugar en el mundo al que perteneces en el mundo.
La forma en que le tocaba, tan delicado, tierno y apasionado le hacía volver en sus recuerdos, impidiendo que sus lágrimas desertaran de seguir fluyendo a la misma velocidad en que caía la lluvia. Le miró tan sólo por un segundo, intentando ver en el fondo de sus ojos aquella alma que se había unido a ella hasta el día del término de la eternidad. Pero en ellos, halló algo que quizá era más dulce y amable de lo que alguna vez había mirado. Miró a su tierna intención de consolarla, su impotencia de no poder lograr nada y hasta un poco de miedo. Por esta razón, posó su mano helada encima de la que le sostenía el rostro, cerró sus ojos intentando no indagar más en aquella persona que parecía estar dispuesta a todo por hacerla dejar de llorar, porque sentía que si lo seguía haciendo, era como espiar a dos amantes fundirse en uno solo: El acto más bello no puede ser observado por ojos ajenos.
Pudo sentir su suave aliento rosar su piel, un tacto tan benigno y adorable que le fue imposible controlarse; se abandonó a sí misma y a su dolor, fue capaz de hacer latir de nuevo a su corazón para experimentar aquella suave felicidad que le fue arrancada tiempo atrás y que había sido incinerada hasta la expresión máxima de la crueldad.
Permitió que violara su muralla emocional tocando a la puerta de su alma con un delicado beso sobre su frente, remontándola hasta los días en que, pequeña e inocente, cortaba sencillas flores silvestres para su padre, quien complacido en la belleza de su hija, le subía a sus piernas, para contarle de sus múltiples viajes por todo el mundo y con besos, expresarle su profundo amor por ella.
En ese momento, entre sus brazos y al calor de sus labios, la tormenta se disipaba dejando como rastro de su furor un bello arcoíris que pretendía rescatar a su corazón de quedarse sin color.
Fue en ese mismo instante que una intrépida corriente que corría de un lado a otro, palpitante, recorriendo todo el cuerpo del cambia formas acompañada de aquel delicioso aroma a hierro y placer, se infiltró en los sentidos de la vampiresa, a la que le fue imposible proseguir con aquella transformación que apenabas tomaba forma en su interior. Fue interrumpida por aquella parte del cerebro que no evolucionó del todo y se le llama la parte primitiva, la cual controla las necesidades básicas.
Sus ojos se tornaron del mismo color de aquel elixir que en ese instante deseaba más que la vuelta de su eterno amante. Aquella sensación de sentir pequeños y excitantes golpecitos del fluir de la sangre en sus labios, o percibir la forma en que su aroma acariciaba su sentido del olfato; la hacía volverse loca. En ese instante la invadían las ganas de lanzarse sobre él, rodear enérgicamente su cadera con las piernas, aprisionarlo sobre aquel gran árbol y beber salvajemente de su sangre. Hacer que sus fuertes piernas desfallecieran por la pérdida de fuerzas y terminaran revolcándose en el piso, como dos animales que no conocen de camas ni de lujos extra al disfrute de sus cuerpos fundiéndose para evaporar la lluvia.
Ella se entregaría a él con la ferocidad de su mordida, no lo dejaría irse de allí sin haberle dado la noche de su vida, o al menos hasta que él consiguiera complacer a una criatura de lujuria desmedida.
Sin embargo… Ella había mirado sus ojos.
De no haber sido por aquel insignificante gesto, aquella noche habría sido una orgía de la lujuria, el sadismo y la locura. Pero había algo en él que encadenaba sus instintos bajos, que les ordenaba retroceder y le otorgaba nuevamente el poder al raciocinio y sentimentalismo humano. En ellos había lo que había olvidado cómo se sentía.
¿Qué poder tenía él que para terminar con el frío?
Persuadida, se limitó a besar frenéticamente su cuello, no pudiendo evitar lamer vigorosamente el camino de sus venas, como si de un caramelo se tratara. Era una pequeña tortura el sentir la sangre correr de ella y de sus ganas, por eso cada vez que sus colmillos se asomaban, los escondía nuevamente plantando otro doloroso beso.
¡Y justo cuando la guerra se creía ganada…! Tuvo que aprender a no olvidar que todos los caminos llevan a Roma.
Cientos de gotas de lluvia seguían escurriendo por todo el rostro del mal venturado lobo, cogiendo consigo al caer, partículas del sudor que transpiraba, cabellos sueltos y… sí, algunas gotas de líquido escarlata que de su labio emanaban.
Una pequeña, una ínfima cantidad de este preciado elemento bastó para dirigir la atención de la vampiresa hasta su boca. Siguiendo el curso de la agitada sangre que transitaba por sus venas, ascendió hasta sus labios, los miró con lascivia y luego lo miró a él.
‒ ¿Qué pretendes tentando así a un vampiro? ‒aquella maldita sonrisa de autosuficiencia que seguramente él extrañaba, volvió de donde estuvo a punto de ser enterrada, pero regresó más infame que nunca antes. ‒ ¿Tanto quieres morir? ‒y se le encaramó aún más, eliminando cualquier pequeña distancia que a duras penas existiera entre ambos. ‒ Mejor quédate conmigo ‒acto seguido, le tomó de los cabellos de la nuca para acercarlo a su rostro; cumplió sus expectativas y le saltó encima; tomando entre sus afilados colmillos una pequeña sección de la carne de sus labios, abriendo la herida, lacerando la llaga, devorando su alma.
Se balanceó contra él hasta tirarlo al suelo. Alcanzando su objetivo, restregó sus glúteos en su pubis rítmicamente, sin soltar sus labios. No hasta no sentir que él respondía a sus atrevidas caricias.
Fue entonces hasta que liberó su carne, no sin antes pegar sus labios a los suyos como anteriormente había hecho con su cuello; los lamió e introdujo su lengua en la boca ya bañada en un delicioso escarlata. No dejó de pasear su músculo bucal por todos lados hasta que creyó que ya no había más sangre por rescatar. Alejó su rostro sin dejar de presionar aquel ardiente monte con su entrepierna, mirándolo con el orgullo y picardía de un niño que está complacido con la travesura que hizo. Lo miró de esta forma largamente y luego se dejó caer violentamente sobre su pecho, quitando sus piernas de alrededor suyo y las extendió para estar de frente al cuerpo de él.
Posó sus manos sobre los hombros del hombre que había tenido la desgracia de atravesarse en su camino, estuvo así unos segundos y la tormenta paró en seco tan de repente como había llegado. Esto invadió de felicidad a la vampiresa y retiró sus manos de donde estaba, para usarlas como apoyo debajo de sus senos, como única división entre ambos cuerpos. ‒ Quédate conmigo esta noche. No te haré daño y te dejaré ir por la mañana ‒muchos habrían pensado que la mirada que le dirigía era un intento de manipulación, pero esta vez no había nada más lejano a la realidad; estaba hablando su corazón, que rogaba por no volver a estar solo nunca más.
La forma en que le tocaba, tan delicado, tierno y apasionado le hacía volver en sus recuerdos, impidiendo que sus lágrimas desertaran de seguir fluyendo a la misma velocidad en que caía la lluvia. Le miró tan sólo por un segundo, intentando ver en el fondo de sus ojos aquella alma que se había unido a ella hasta el día del término de la eternidad. Pero en ellos, halló algo que quizá era más dulce y amable de lo que alguna vez había mirado. Miró a su tierna intención de consolarla, su impotencia de no poder lograr nada y hasta un poco de miedo. Por esta razón, posó su mano helada encima de la que le sostenía el rostro, cerró sus ojos intentando no indagar más en aquella persona que parecía estar dispuesta a todo por hacerla dejar de llorar, porque sentía que si lo seguía haciendo, era como espiar a dos amantes fundirse en uno solo: El acto más bello no puede ser observado por ojos ajenos.
Pudo sentir su suave aliento rosar su piel, un tacto tan benigno y adorable que le fue imposible controlarse; se abandonó a sí misma y a su dolor, fue capaz de hacer latir de nuevo a su corazón para experimentar aquella suave felicidad que le fue arrancada tiempo atrás y que había sido incinerada hasta la expresión máxima de la crueldad.
Permitió que violara su muralla emocional tocando a la puerta de su alma con un delicado beso sobre su frente, remontándola hasta los días en que, pequeña e inocente, cortaba sencillas flores silvestres para su padre, quien complacido en la belleza de su hija, le subía a sus piernas, para contarle de sus múltiples viajes por todo el mundo y con besos, expresarle su profundo amor por ella.
En ese momento, entre sus brazos y al calor de sus labios, la tormenta se disipaba dejando como rastro de su furor un bello arcoíris que pretendía rescatar a su corazón de quedarse sin color.
Fue en ese mismo instante que una intrépida corriente que corría de un lado a otro, palpitante, recorriendo todo el cuerpo del cambia formas acompañada de aquel delicioso aroma a hierro y placer, se infiltró en los sentidos de la vampiresa, a la que le fue imposible proseguir con aquella transformación que apenabas tomaba forma en su interior. Fue interrumpida por aquella parte del cerebro que no evolucionó del todo y se le llama la parte primitiva, la cual controla las necesidades básicas.
Sus ojos se tornaron del mismo color de aquel elixir que en ese instante deseaba más que la vuelta de su eterno amante. Aquella sensación de sentir pequeños y excitantes golpecitos del fluir de la sangre en sus labios, o percibir la forma en que su aroma acariciaba su sentido del olfato; la hacía volverse loca. En ese instante la invadían las ganas de lanzarse sobre él, rodear enérgicamente su cadera con las piernas, aprisionarlo sobre aquel gran árbol y beber salvajemente de su sangre. Hacer que sus fuertes piernas desfallecieran por la pérdida de fuerzas y terminaran revolcándose en el piso, como dos animales que no conocen de camas ni de lujos extra al disfrute de sus cuerpos fundiéndose para evaporar la lluvia.
Ella se entregaría a él con la ferocidad de su mordida, no lo dejaría irse de allí sin haberle dado la noche de su vida, o al menos hasta que él consiguiera complacer a una criatura de lujuria desmedida.
Sin embargo… Ella había mirado sus ojos.
De no haber sido por aquel insignificante gesto, aquella noche habría sido una orgía de la lujuria, el sadismo y la locura. Pero había algo en él que encadenaba sus instintos bajos, que les ordenaba retroceder y le otorgaba nuevamente el poder al raciocinio y sentimentalismo humano. En ellos había lo que había olvidado cómo se sentía.
¿Qué poder tenía él que para terminar con el frío?
Persuadida, se limitó a besar frenéticamente su cuello, no pudiendo evitar lamer vigorosamente el camino de sus venas, como si de un caramelo se tratara. Era una pequeña tortura el sentir la sangre correr de ella y de sus ganas, por eso cada vez que sus colmillos se asomaban, los escondía nuevamente plantando otro doloroso beso.
¡Y justo cuando la guerra se creía ganada…! Tuvo que aprender a no olvidar que todos los caminos llevan a Roma.
Cientos de gotas de lluvia seguían escurriendo por todo el rostro del mal venturado lobo, cogiendo consigo al caer, partículas del sudor que transpiraba, cabellos sueltos y… sí, algunas gotas de líquido escarlata que de su labio emanaban.
Una pequeña, una ínfima cantidad de este preciado elemento bastó para dirigir la atención de la vampiresa hasta su boca. Siguiendo el curso de la agitada sangre que transitaba por sus venas, ascendió hasta sus labios, los miró con lascivia y luego lo miró a él.
‒ ¿Qué pretendes tentando así a un vampiro? ‒aquella maldita sonrisa de autosuficiencia que seguramente él extrañaba, volvió de donde estuvo a punto de ser enterrada, pero regresó más infame que nunca antes. ‒ ¿Tanto quieres morir? ‒y se le encaramó aún más, eliminando cualquier pequeña distancia que a duras penas existiera entre ambos. ‒ Mejor quédate conmigo ‒acto seguido, le tomó de los cabellos de la nuca para acercarlo a su rostro; cumplió sus expectativas y le saltó encima; tomando entre sus afilados colmillos una pequeña sección de la carne de sus labios, abriendo la herida, lacerando la llaga, devorando su alma.
Se balanceó contra él hasta tirarlo al suelo. Alcanzando su objetivo, restregó sus glúteos en su pubis rítmicamente, sin soltar sus labios. No hasta no sentir que él respondía a sus atrevidas caricias.
Fue entonces hasta que liberó su carne, no sin antes pegar sus labios a los suyos como anteriormente había hecho con su cuello; los lamió e introdujo su lengua en la boca ya bañada en un delicioso escarlata. No dejó de pasear su músculo bucal por todos lados hasta que creyó que ya no había más sangre por rescatar. Alejó su rostro sin dejar de presionar aquel ardiente monte con su entrepierna, mirándolo con el orgullo y picardía de un niño que está complacido con la travesura que hizo. Lo miró de esta forma largamente y luego se dejó caer violentamente sobre su pecho, quitando sus piernas de alrededor suyo y las extendió para estar de frente al cuerpo de él.
Posó sus manos sobre los hombros del hombre que había tenido la desgracia de atravesarse en su camino, estuvo así unos segundos y la tormenta paró en seco tan de repente como había llegado. Esto invadió de felicidad a la vampiresa y retiró sus manos de donde estaba, para usarlas como apoyo debajo de sus senos, como única división entre ambos cuerpos. ‒ Quédate conmigo esta noche. No te haré daño y te dejaré ir por la mañana ‒muchos habrían pensado que la mirada que le dirigía era un intento de manipulación, pero esta vez no había nada más lejano a la realidad; estaba hablando su corazón, que rogaba por no volver a estar solo nunca más.
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 03/06/2014
Edad : 29
Localización : Que el azar lo decida.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Going Under~
Déjame no pensar, en la forma de
olvidarme del autocontrol.
olvidarme del autocontrol.
Hay una distancia muy grande entre el cielo y la tierra, pero, al mismo tiempo, es tan pequeña, como una mirada o como un suspiro, como caminar lentamente, y tratar de buscar un horizonte en las entrañas de la tierra y arrancar con las manos el fondo esperanzado por una idea utópica de felicidad. Porque esta tan alejada la tierra del cielo pero al mismo tiempo, tan cerca, cerca, cerca, como la vida y la muerte, como el dolor y el placer, como el amor y el odio.
Corre, corre… tan rápido, tan rápido, que soy tan lento como para poder alcanzarlo, ese destino que parece voltearse y reírse, voltearse y burlarse, esperando entre sus pasos que caigas para que estés a sus pies, arrodillado, humillando el poco orgullo que te queda al besar sus amargos desprecios.
La sangre de mis venas comenzó a correr tan rápido que parecía querer correr una carrera individual consigo misma, el cuerpo de la chica estaba enredado al mío. Frío, terso y tenso, una mezcla angustiosa, más cuando sus labios recorrieron el camino de mi cuello, un escalofrió se aprenso en mi espalda cruentamente, se hizo constante y profuso, su lengua sigo haciendo ese camino de igual manera impidiéndome pensar de manera razonable, o simplemente pensar, tense las manos y parpadee mirando su cabello, o mirando nada, sus colmillos rozaban de vez en vez el mismo. Vampiro, como si lo hubiese olvidado, aun cuando fuese mentira, y sabia que una parte de eso era más una culpa mía que de otra persona, el pensamiento rodo y se aferro a mi sangre, reanalizando la idea de terminar muerto ahí. Incluso si no la conocía, defenderse parecía no la mejor idea, y escapar, bueno… ¿Realmente tenía intensiones de huir? ¿O preferiría desaparecer en sus labios?
Sus palabras parecían revotar en mis oídos, no era por una falta de atención, sino que estaba demasiado concentrado en mantenerme decentemente cuerdo para no hacer una idiotez, su mirada lasciva y sedienta era lo único que podía notar, el movimiento perpetuo de sus labios y su rostro como porcelana dispuesta a matarte por sus deseos. Aquel escaso autocontrol rozo la parte limite de mi cerebro al notar mi cuerpo curvado contra el de ella, sus dedos enterrados en mi cabello quisieron enfriar la parte alta de mi cabeza pero la lluvia y su rose simplemente hicieron una bomba en ella. No tuve tiempo para fruncir el ceño ante el escozor de mis labios, ni ante la arremetida de sus colmillos, mi cuerpo término en el suelo pesadamente junto al suyo, esa nube de estupor que estaba en mis ojos había afectado tanto mis sentidos que ni siquiera perdí el balance, simplemente caí.
Una de mis manos se aferro a su cintura y la otra se enredó en su cabello, bien, pensémoslo mejor, ¿Quién carajos podía tener autocontrol? Una parte de mi cerebro quería decirme que saliera corriendo de ahí, pero era tan pequeña que ni siquiera podía escucharla en el fondo de un cuarto oscuro. La Vampira apretó y movió más su cuerpo contra el mío, frotando sus curvas y terminando de hervir mi piel, la lluvia parecía evaporarse antes de tocarnos, como si fuese una convulsión de lujuria y placer, hubiese gemido, pero ese intento se quedo atapado en la mezcla de sangre y saliva que rodeo mi boca ante la caricia ansiosa de su boca, de sus labios, de sus colmillos y su lengua. Cuando se separo de mi su rostro de muñeca, su piel pálida, sus ojos lascivos y lujuriosos. No sabía si realmente la enfocaba a ella o a sus ojos, o a sus intensiones, ni siquiera podía recordar mi nombre ni como respirar.
Había tomado una bocada de aire tan patética, que parecía que mis pulmones se quemaban y se renegaran al aire.
Mire sus acciones como si viese un rito de hipnosis, de esos que en Grecia se miraban una y otra vez con una sonrisa y con miedo metido entre las venas, esa incertidumbre de si eran útiles o no, en mi cabeza paso la idea de volver a tomarla y besarla fervientemente. Pero la lluvia se detuvo, se detuvo, lo pude oler, lo pude sentir, mi piel se seco demasiado rápido a pesar de mi vestimenta empapada, mis ojos se afilaron y se centraron más, en el olor, de la chica y el de la tierra mojada, el árbol parecía tener una presencia demasiado imponente tras mío. Sentí sus palabras como si fuesen delineadas con una pluma que apenas rosaba los labios de la vampira. Sonreí muy levemente, y luego ladee la cabeza.
-Ha… -Solté, y luego reí por lo bajo sin moverme, intentando pensar certeramente que había pasado, o que había hecho (o me habían hecho)- Señora… a mí me gusta más conocer a las mujeres primero… aunque creo que nos hemos saltado eso.
Levante una de mis manos y la pase por mi cuello, un ardor recorrió mi piel pero se debilito muy rápidamente mientras la quitaba y la acercaba a su rostro mientras tomaba su mentón, mis ojos se afilaron como intentando mirar en su interior, sentí la herida de mi labio quemarse un segundo hasta que desapareció rápidamente, como si no hubiese estado, bloquee mi mente durante unos momentos. Una sonrisa aprensiva se formo en mi cara mientras la miraba detalladamente, hermosa, preciosa, como una Venus envenenada, peligrosa y mortal.
-¿Uhmm? –Ronronee suavemente acercando levemente mi rostro al suyo pero sin tocarlo- ¿Irme por la mañana? Hmp… -Bufe mirando al costado burlescamente- Tentador… pero… yo no soy el hombre que necesita para eso –Agrande un poco más mi sonrisa- Yo me quedaré al lado de la persona que quiera, cuanto yo quiera... –Volví a mirarla calmadamente, con los ojos filosos y fijos- para siempre si es necesario… -La solté lentamente mientras no quitaba esa mueca de mi cara- Por cierto... ¿Cuál es su nombre Señora?
Kaien Frenthig- Cambiante Clase Alta
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Re: Going Under~
Dejó que se le escapara una grave y muy breve risita. En aquella voluptuosa posición, paradójicamente, ella no podía evitar pensar en el grado de intimidad al que habían llegado en tan sólo unas horas. ¿Tendría que ver con que fuera el tercer hombre en su vida que le había visto llorar? De alguna forma ese sujeto y sus ojos profundamente azules habían capturado algo de su alma que ella no podía dejar que simplemente se lo llevara; su plan era quedarse con él hasta saber qué había robado e intentar recuperarlo.
El silencio tras la breve declaración de sus tempranos sentimientos (sentimientos de posesión, curiosidad y alguna forma de irónica protección), lograron ponerle desesperadamente inquieta. En aquellas breves palabras estaba depositando en él lo que había retirado del resto del mundo: confianza. Había renunciado a creer que alguien podía interesarse sinceramente en ella y que no valía la pena hacer lazos emocionales con nadie, por mínimos que fueran, debido al miedo al duelo y la soledad post la pérdida de un ser querido o, inclusive, un conocido.
Ni Violet ni yo, por más mentirosas que seamos, podríamos llegar a negar que Kaien nos rompió un poquito el corazón con su respuesta: ¿Burlarse de una dama? Sí, bien, admito que no se había comportado como una dama, pero siempre creí que los hombres habrían de comprender cuán destruida puede estar una mujer cuando ésta no puede evitar llorar frente a él.
"Al lado de la persona que quiera cuando yo quiera", ¡diablos! Es en serio: me dolió. Y me dolió porque sé perfectamente que este tipo de respuesta es exactamente el último tipo de respuesta que se le debe dar a mi Violet.
¿Cómo explicar lo que ella sintió en ese momento? Vamos primero a su reacción física:
Es cierto que sus brazos que reposaban entre el pecho de la vampiresa y el cambiante les habrían proporcionado cierta distancia, ella se mantenía relajada haciendo cierta pequeña presión sobre las caderas del hombre, en parte por manipulación sexual y en parte por deseo propio. Sin embargo, una vez pronunciadas aquellas crueles palabras, no puedo evitar tensar excesivamente todo su cuerpo, recargando su peso hacia la izquierda y cayendo del cuerpo del desalmado animal que tenía debajo. Antes de que él pronunciara su última frase, en un rápidp y gracil movimiento se había puesto de pie. Y todo esto lo hizo procurando inclinar su rostro de tal forma que sus negras hebras de su precioso cabello cubrieran la expresión sombría que delataba cuán abatida estaba su alma.
¿Y la reacción emocional?
Esta es la que más miedo me da relatar, temo no tener las suficientes herramientas literarias para describir su inmensa indignación, tristeza y decepción.
Aquel hombre había dicho que ella no era diferente a cualquier otra que él podía elegir libremente; cuando ella había dejado claro (según sus métodos) que había encontrado en él a alguien especial. Algo así como una canción que te gusta mucho: No quiere decir que vas a dejar de escuchar más música, pero vaya que quieres escuchar esa canción.
¡Ah! Pero todavía tenía el descaro de pretender saber a qué dama había conquistado, para que cuando estuviera en alguna vulgar tertulia y escuchase su nombre, por dentro pensara: ¡Ah! Esa mujer también cayó en mis encantos.
¡Malditos aquellos ojos azules!, ¡nociva sangre que había probado, más venenosa que el cianuro puro!
Pero ya se había dejado llevar lo suficiente por sus impulsos, es más, éstos la habían hecho cometer el peor de los errores y le delegaron hasta las últimas posiciones del ranking de la dignidad. Era hora de enfriar la cabeza y pensar en algo que pudiera desligar el honorablísimo apellido del Sr. Darcy de aquel cretino que tenía delante.
‒ ¿Con qué fin habría de darle mi nombre? ‒consciente o no, había empezado a hablarle de usted, como si quisiera herirlo por el simple hecho de desconocerle como a un hombre cualquiera y no como al hombre al que le había acabado de prometer pasar la noche junto a él sin tener que haber sexo, sino únicamente por el pequeño e inmenso placer de tenerlo por más tiempo. Sin dejar lugar a ninguna explicación, y para fingir que no había dudado ni por un segundo su respuesta‒ ...me llamo Catherine McFayden, cortesana Real ‒mintió, tajante; haciendo la más pequeña y fugaz reverencia que había ejecutado en su vida entera. ‒ Si me disculpa, "Sir" Frenthig, he de marcharme antes de que el sol aparezca.
Emprendió la marcha no sin mirarle por última vez discretamente por el rabillo del ojo, comprobando el efecto de su mentira. Después de ello, caminó con el porte apresurado y vulgar con que se desenvuelven las cortesanas, a fin de dejarlo atrás rápidamente y proporcionar veracidad a su insospechable mentira. Él no tenía forma de desconfiar de su palabra luego de la forma en que se había conducido frente al lobo, adrede había dado un apellido inglés en temor de por un momento haya aflorado su acento británico.
Desgraciadamente para Kaien, ella no volvería a dirigirse a él.
El silencio tras la breve declaración de sus tempranos sentimientos (sentimientos de posesión, curiosidad y alguna forma de irónica protección), lograron ponerle desesperadamente inquieta. En aquellas breves palabras estaba depositando en él lo que había retirado del resto del mundo: confianza. Había renunciado a creer que alguien podía interesarse sinceramente en ella y que no valía la pena hacer lazos emocionales con nadie, por mínimos que fueran, debido al miedo al duelo y la soledad post la pérdida de un ser querido o, inclusive, un conocido.
Ni Violet ni yo, por más mentirosas que seamos, podríamos llegar a negar que Kaien nos rompió un poquito el corazón con su respuesta: ¿Burlarse de una dama? Sí, bien, admito que no se había comportado como una dama, pero siempre creí que los hombres habrían de comprender cuán destruida puede estar una mujer cuando ésta no puede evitar llorar frente a él.
"Al lado de la persona que quiera cuando yo quiera", ¡diablos! Es en serio: me dolió. Y me dolió porque sé perfectamente que este tipo de respuesta es exactamente el último tipo de respuesta que se le debe dar a mi Violet.
¿Cómo explicar lo que ella sintió en ese momento? Vamos primero a su reacción física:
Es cierto que sus brazos que reposaban entre el pecho de la vampiresa y el cambiante les habrían proporcionado cierta distancia, ella se mantenía relajada haciendo cierta pequeña presión sobre las caderas del hombre, en parte por manipulación sexual y en parte por deseo propio. Sin embargo, una vez pronunciadas aquellas crueles palabras, no puedo evitar tensar excesivamente todo su cuerpo, recargando su peso hacia la izquierda y cayendo del cuerpo del desalmado animal que tenía debajo. Antes de que él pronunciara su última frase, en un rápidp y gracil movimiento se había puesto de pie. Y todo esto lo hizo procurando inclinar su rostro de tal forma que sus negras hebras de su precioso cabello cubrieran la expresión sombría que delataba cuán abatida estaba su alma.
¿Y la reacción emocional?
Esta es la que más miedo me da relatar, temo no tener las suficientes herramientas literarias para describir su inmensa indignación, tristeza y decepción.
Aquel hombre había dicho que ella no era diferente a cualquier otra que él podía elegir libremente; cuando ella había dejado claro (según sus métodos) que había encontrado en él a alguien especial. Algo así como una canción que te gusta mucho: No quiere decir que vas a dejar de escuchar más música, pero vaya que quieres escuchar esa canción.
¡Ah! Pero todavía tenía el descaro de pretender saber a qué dama había conquistado, para que cuando estuviera en alguna vulgar tertulia y escuchase su nombre, por dentro pensara: ¡Ah! Esa mujer también cayó en mis encantos.
¡Malditos aquellos ojos azules!, ¡nociva sangre que había probado, más venenosa que el cianuro puro!
Pero ya se había dejado llevar lo suficiente por sus impulsos, es más, éstos la habían hecho cometer el peor de los errores y le delegaron hasta las últimas posiciones del ranking de la dignidad. Era hora de enfriar la cabeza y pensar en algo que pudiera desligar el honorablísimo apellido del Sr. Darcy de aquel cretino que tenía delante.
‒ ¿Con qué fin habría de darle mi nombre? ‒consciente o no, había empezado a hablarle de usted, como si quisiera herirlo por el simple hecho de desconocerle como a un hombre cualquiera y no como al hombre al que le había acabado de prometer pasar la noche junto a él sin tener que haber sexo, sino únicamente por el pequeño e inmenso placer de tenerlo por más tiempo. Sin dejar lugar a ninguna explicación, y para fingir que no había dudado ni por un segundo su respuesta‒ ...me llamo Catherine McFayden, cortesana Real ‒mintió, tajante; haciendo la más pequeña y fugaz reverencia que había ejecutado en su vida entera. ‒ Si me disculpa, "Sir" Frenthig, he de marcharme antes de que el sol aparezca.
Emprendió la marcha no sin mirarle por última vez discretamente por el rabillo del ojo, comprobando el efecto de su mentira. Después de ello, caminó con el porte apresurado y vulgar con que se desenvuelven las cortesanas, a fin de dejarlo atrás rápidamente y proporcionar veracidad a su insospechable mentira. Él no tenía forma de desconfiar de su palabra luego de la forma en que se había conducido frente al lobo, adrede había dado un apellido inglés en temor de por un momento haya aflorado su acento británico.
Desgraciadamente para Kaien, ella no volvería a dirigirse a él.
....¿verdad?
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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