Libro de Viaje

Día 0 - Entramos a París.

Paris es un lugar impresionante. ¡Es enorme! esta lleno de gente que viene y va a todas horas la mayoría buscando dar placer a sus sentidos. A ciertas horas las alcantarillas despiden su vaho infecto haciéndome relamente insoportable estar entre sus calles. ¿Como pueden los humanos no aturdirse entre tanto ruido, entre tanta gente? He intentado hablar con las personas pero como era de esperarse durante el día se encuentran tan sumergidos en su mundo que apenas he conseguido arrebatarles un par de direcciones. Se que la gran vía que cruza la ciudad desemboca en el área de gitanos y espero poder encontrar un lugar seguro donde dejar mi Remolque. Pero antes he de visitar el Circo, ya que me han contado que ahi trabajan algunos videntes capaces de entrar en las mentes de las personas.

No es que realmente me interese indagar demasiado sobre lo que el destino me depara, tampoco quiero remover los recuerdos que permanecen dormidos en mi cerebro, de los cuales apenas tengo un atisbo de locura y violencia; como escenas sueltas de una obra de teatro donde rostros desconocidos gritan haciendo aspavientos y muecas grotescas. No...

No estoy aun en animos de recordar nada; pero al menos espero encontrar entre los gitanos alguien con quien hablar.

Esta cosa que no se digiere, tiene sabor de arritmia, de escondrijo supuesto; de citas entre páginas lejanas. Sabe a algo tangencial, sabe a medio camino.

Esta cosa se afianza pero se desvanece, se pierde en el recurso o en su ausencia y tiene signos de autocompasión en sus extremos lacios.

Esta cosa que se mira, que se mira a si misma en el espejo roto, que pinta suerte mala en el tajo de cada cuarteadura tiene labios pintados con trazos crueles...

<sobre una faz cambiante de quimera>

Esta cosa que rehuye plasmarse en los sentidos tiene algún vago parentesco con el caos.

my deepest kind of slumber

¿Como decirles lo trágico y lo absurdo?  (* Preguntó el joven paseante de la noche y era como si la noche nunca hubiera existido.  Su voz era frágil, podía parecer execrable. Voz donde los signos arrastran la banalidad. Vos de infancia seductora) Traten de entender, quizá puedan esbozar este pasado extraño.

El suelo se abría, una sensación de pánico a través de misteriosas barricadas inventaba tintes de dolor. Dejé la tierra:  la realidad fisica de la brutalidad y del vértigo, donce comienzan las historias de amor e ironía.

Fuí un Gitano en París (* dijo y era como la libertad de la palabra, el indeterminismo, las independencias, la fascinación y la extravagancia fueran de repente instrumentos desconocidos de métodos principales, adornados por la tentación)   ¿Quién armaba y obsecionaba la vida? ¿Quién impedía al mundo cambiar sus fundamentos? ¿Quién seguía apedreando la seducción por simple placer?

En el mercado de las malicias yo vendía instrumentos verdaderos. ¿Quién obligaba a las criaturas a intercambiar las palabras con la mentira?

El verbo violento como valor de cambio penetró en las cárceles del Este y el hombre se salvó. (* Voz de noble que no palidecia, voz ingrata de los efectos inéditos. Su serenidad era tan extraña que se podía esperar lo peor de su alma.) La sangre de los lirismos, un incendio imaginario.  La creación prolonga las trayectorias de fugas y rupturas.

Cambia los rumbos, borra las pistas.  Veinte años de furor generoso atrapado en los muros hacían irreal el dolor, lo volvían ligero.  La irrisón y la violencia, las relaciones complejas y los comportamientos equívocos. La violencia total de los juegos malvados. Aquella sensación de perderse y perder a los demás, dejaron su vuelo, se volvieron lentas, luego inmóviles, desnaturalizadas.

En estado de absoluta ingravidez me pongo a contrar la historia del Este y del Oeste, la valentía incomparable de los dialogos, la curación de la envidia, aquella magnífica riqueza de los encuentros útiles. La determinación del placer y el papel aterrador de las iglesias.

Fui Gitano en París. En un País donde los improbables no eran perseguidos.

Mal duermo, casi no como. Me desvanecí para el mundo como una sombra que se esconde del gran resplandor. Desde aquí observo y por el hecho de no intervenir todo encuentra su cabal forma. Es por la inacción que el universo comienza a mostrar sus frutos, pero me ha tomado una vida y mucha sangre y tinta derramadas para poder entenderlo. Yo soy el mismo en distintos momentos, camino de espaldas hacia el futuro para encontrarme con quien fuí. Paradoja de este viaje cuya meta es el origen. El ardiente centro de donde nacen todas las manifestaciones.

Pero nada de esto es evidente para la pequeña y afanosa hormiga que deambula día tras día llevando a cuestas el hambre de su pueblo, sin pensar mas que en caminar, el paso siguiente y el otro y el otro. Estudiar, conseguir empleo, casarse, tener hijos, un carro, un lavaplatos, una fuente de chocolate, de leche y miel. Acumula la hormiga por que ese es su instinto y no ve. ¡Bendita ella por que no alcanza a ver más allá de la senda que recorre! Solo nosotros, los despiertos, estamos atormentados.

La luz hace arder nuestras pupilas, pues la claridad cuando desborda, deslumbra y ciega. Pero los ojos de la hormiga estan nublados por su ignorancia y jamás sabrán lo que es mirar al sol. Por eso río, aunque me queme. Canto aunque esté en medio de un incendio. Por que tengo una piel que entregar a las llamas y estas me seducen con su calcinante beso a transformarme en fuego. Canto, río y bendigo a las hormigas que se han de comer mi carne, cuando ya no la ocupe más.

La primera entrada en este diario fue colocada en Agosto de hace siete años. Desde entonces he vagado por las calles de París, vivido y amado en sus callejones. He derramado sangre y llorado tinta todo el camino hasta aquí.

He cantado todas las canciones que mi corazón me dictaba y he ido creciendo, evolucionando con la ciudad hasta convertirme en un lugar, mas que una persona.

He construído una ciudad en mí usando como modelo este hogar que habito y la he poblado con mis sueños. En estos años ha crecido tanto que me es dificil separarla de la ciudad donde existo.

La ciudad de ensueño y la ciudad real (* hipertextual) se entrecruzan se fusionan en elementos que me hablan con un lenguaje exótico de imágenes y palabras.

En medio de todo este vagar y ser. En este decir vagando (*di-vagar) los humanos, curiosos humanos, vienen y van, se acercan con sus temores buscando mi rostro o se esconden detrás de un velo de desprecio por que les disgusta que les miren el alma.

Yo los admiro a todos por igual y los venero como criaturas divinas. ¡Hijos del Cielo! pero me entristecen sus penas, sus vacíos y nunca se realmente que decir para ayudarles. Quisiera mostrarles las estrellas y transmitirles esa fuerza con que su silencio me alimenta.

La extraño, si que la extraño, la siento conmigo cuando estoy en medio de mis hijos, cuando los escucho hablar. ¡Crecen tan rápido que ya comienzan a maravillarme con sus impredecibles voluntades! Ellos no saben que los observo siempre, que nunca he dejado de cuidarlos, ¡quizás hasta piensan que me olvidé de ellos! Así ha debido ser: Es la única forma en que podré mantenerles libres de los ataques que contra mí se han lanzado. Ellos no tienen por que sufrir el odio que atraje sobre mi alma al enfrentar a la Entropía.

El último de mis enemigos ha despertado. ¡Cúan breve ha sido su letargo! Mas le valiera haberse quedado dormido otros mil años más.

Ya no tengo nada que perder.

Kabiyei Xango, Kawo Kabiyei Xango Obá Kossó

Esta es la casa de los locos  y este es el hombre que vive en la casa de los locos...
Este es el reloj que marca el tiempo  del hombre trágico y locuaz  que vive en la casa de los locos. Aqui el poeta es un cadáver más entre los ángeles que hurgan en la basura  y cabalgan sobre los restos de una belleza que haría gritar a cualquier dios

El manicomio es una gran caja de resonancia  y el delirio se vuelve eco en el que recibes  las tablas de una ley que los hombres no conocen

Y los días no son tan plenos  y las noches no son tan plenas  y la vida se desliza como un ratón de campo sin agitar la hierba

Día 2666

Deambulo entre las sombras del valle de la muerte, y no temo ningún mal, por que soy un maldito ciego ante todo lo que me rodea. Mi mente y mi arma me reconfortan, por que con ellas mataré a los enemigos que habrán de venir.

Y aunque la bondad y la misericordia me acompañen hasta el último de los muchos días que me restan por vagar en este mundo y aunque las aguas tranquilas a la vereda del río puedan sanar mi alma, sé muy bien que no puedo pisar nunca más la senda del justo. Porque ya no lo soy más.

Vi a uno de los más brillantes espíritus de mi época levantarse en lo alto de su montaña y clamar que el era el salvador de la raza humana. Gritaba que venía a librar al mundo de la destrucción y el dolor, su voz era clara y fuerte y parecía creer en sus palabras pero calló cuando le pregunte como pensaba salvar al hombre de si mismo...

Por eso ahora camino a través del valle de sombras de la muerte sin ningún temor, por que estoy ciego; y tengo la certeza que al morir mi alma será lanzada al fuego eterno.

Realmente vivo en tiempos sombríos.
La inocencia es locura.
Una frente sin arrugas denota insensibilidad.
El que ríe es porque todavía no ha oído la terrible noticia.
¡Qué tiempos son estos, en que hablar sobre árboles es casi un crimen porque implica silenciar tanta injusticia! Ese, que cruza tranquilamente la calle, ¿será encontrado cuando los amigos
necesiten su ayuda? Es verdad que todavía me gano el sustento, pero creánme: es por casualidad. Nada de lo que hago justifica que yo pueda comer hasta hartarme. Las cosas todavía me van bien (si la suerte me abandonase, estaría perdido).  Me dicen: “Come, bebe, alégrate por lo que tienes!  Pero… ¿cómo puedo comer y beber si estoy arrebatando al hambriento su comida, y mi vaso de agua le falta al sediento? Y sin embargo continúo comiendo y bebiendo.

Me gustaría también ser sabio.
Los libros antiguos nos hablan de la sabiduría: consiste en apartarse de los problemas del mundo y, sin temores, dejar que transcurra tranquilamente el tiempo de nuestra breve vida en la tierra, pagar el mal con el bien, no satisfacer nuestros deseos, sino desecharlos.
He aquí lo que llaman sabiduría.
Pero yo no consigo hacer tales cosas. Verdaderamente vivo en tiempos sombríos.

Llegué a París en tiempos conflictivos cuando reinaba el hambre, me mezclé entre los hombres en época turbulenta y me rebelé con ellos. Así fue transcurriendo el tiempo que me fue concedido en la tierra. Comí mi pan en medio de batallas, dormía entre asesinos, traté despreocupadamente los asuntos amorosos, y fui impaciente con la naturaleza. Así fue transcurriendo el tiempo que me fue concedido en la tierra.  En mi época todos los caminos conducían al fango, mis palabras me traicionaban ante el verdugo, yo era poca cosa. Pero pienso que los gobernantes se sentían más seguros sin mí.

Nuestras fuerzas eran escasas, la meta se hallaba distante y aunque podía distinguirse claramente, me parecía que yo tal vez no la alcanzaría. Ustedes, que surgirán del marasmo
en que nosotros nos hemos hundido, acuérdense también, cuando hablen de nuestras flaquezas,
de los tiempos sombríos de los que ustedes se han librado. Cambiábamos más frecuentemente de país que de zapatos, a través de las guerras de clases, desesperados, porque reinaba la injusticia y nadie se indignaba. Bien sabemos que el odio contra la ruindad deforma el rostro y la rabia contra la injusticia enronquece la voz.

¡Ah!, nosotros, que queríamos preparar el terreno para la bondad no pudimos ser bondadosos.

Pero ustedes, cuando llegue el momento en que el hombre sea bueno para el hombre, acuérdense de nosotros con comprensión.

Día 2929

2929 (* :3) de acuerdo con la cuenta de los días que lleva este libro que siembra más preguntas que respuestas en mi lucha contra el tiempo. Por lo tanto, tomándolo como referencia, dejo aquí las memorias de lo que vivo con la esperanza de recordar las imágenes que mi mente ha visto y con ellas las sensaciones que son a fin de cuentas lo más valioso de atesorar entre las páginas de un libro.  Es en verdad un milagro que lo haya encontrado aún aquí donde lo dejé.

En este universo tan hostil e impersonal, en este mundo de gentes ávidas y egoistas, en este país en crisis, en esta ciudad atiborrada de criaturas, todos iguales, pero unos más iguales que otros - si acaso hago algún sentido en todo esto que digo a quien pudiese leerlo - en este lado de la ciudad lleno de ladrones y vividores; mi casa rodante, cerrada por fuera como un armadillo acorazado, permaneció, tal parece, cerrada, sin marca alguna de siquiera el intento de abrir los candados. (* No sólo estaba guardada con cadenas, también con hechizos, que se disolvieron al contacto con el verdadero dueño de la Casa Rodante )

Algún trabajo me costó a mí a pesar de tener a la mano la fuerza que Gaia me otorgó doblar el pesado metal con que resguardé mi casa en las oríllas del campamento Haidouk. El miedo a los gitanos debió mantener a los ladronzuelos lejos y a pesar de la mala fama que tiene esta gente, al saberme parte de su comunidad, ninguno ha intentado avanzar en contra de mi propiedad, probablemente por miedo a las viejas maldiciones.

Dentro hallé entre mis cosas esta libreta sobre la que ahora ensayo líneas fugitivas y si lo hago es sólo por continuar la conversación que siempre ocurre en mi mente. Para que esta tenga un espacio donde arraigar, pues mientras vuelo por sobre la ciudad recorriendo todas las torres, todas las aldabas y las cimas de los montes y los altos árboles que le circundan, pienso menos en descender al mundo de los humanos. ¡A veces temo olvidar del todo como hablar!

Desde el cielo puedo ver toda el agua que rodea París, una casa rodeada de agua, lagos, cuencas, humedal, pero que desaparece conforme crece la mancha urbana, los que viven allá abajo no se dan cuenta de la forma en que conviven con su tierra, con la vida que les rodea. No sólo desaparece de la vista, sino de su pensamiento.  No ven más  allá de sus construcciones artificiales. La ciudad se ha ido transformando con mayor velocidad ¿o es mi quizás mi percepción de las cosas? y aunque me asustan estas criaturas, siguen obsesionando mi pensamiento por lo que toda información que consiga almacenar me ayudará a comprender lo que significa ser humano.

Decía, así, aunque haya tenido que hablar tanto para poder llegar a este punto, que es un milagro que este libro siga aquí, siendo tan inseguro todo que cualquier cosa puede un buen día desaparecer, perderse para siempre, o flotar en medio del sinsentido, carente de un contexto. ¿Que importa si estas memorias ya no significan nada a quien las lea? ¡Que importa realmente lo que significó para mí cuando las escribí?

Podría crear a partir de estos fragmentos otras memorias nuevas de personajes lejanos, el mismo recuerdo de cuanto aquí he escrito es engañoso, como un cuento de hadas que de niño memoricé pero cuyo principio se perdió en oblivion y cuyo final nadie escuchó jamás. Todavía.