AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
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Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
Muy poco habitual a lo que eran aquellas calles en la hora nocturna, estas parecían haber olvidado la oscuridad de la noche y el dormir de la noche.
Detenida junto a aquella enorme puerta de faroles lustrosos y coloridos en tonos rojizos, una carroza cargada con carísimos muebles y cuadros, los hombres que la transportaban no paraban de entrar y salir de aquel enorme lugar, y no solo eran ellos los que dejaban tras de sí tanto bullicio, algunas de las chicas llegaban tras ser aceptada para instalarse en lo que sería su nuevo hogar y lugar de trabajo.
Lucciano se había asegurado de que aquel club privado sería discreto pero no le faltaría opulencia, siempre había valorado la belleza por encima de todo y entrar en aquel lugar aun sin estrenar era como entrar en un bello paraíso que decoraba sus habitaciones temáticas con hermosos paisajes que eran capaces de transportarte a lugares nunca visitados pero que en la mente del vampiro había existido en otros tiempos.
Aquella noche en particular Lucciano se veía en su despacho concentrado con aquellos papeles, esta era la parte más aburrida de montar un negocio, pero para poder empezar con buen pie aquella vida tenía que someterse mínimamente a las leyes mortales.
La puerta sonó y aquellos ojos claros se alzaron: uno azul y otro verde (obviamente robado).
No hizo falta explicación ni conversación aparente, su mente vago hacia la de aquella que pegaba en la puerta, una breve conversación: Su ayundante vampirice hablaba de una chica nueva que buscaba trabajo y esperaba.
Lucciano sonrió, la noche parecía aburrida pero tenía pinta de animarse.
-Hazla pasar.
Detenida junto a aquella enorme puerta de faroles lustrosos y coloridos en tonos rojizos, una carroza cargada con carísimos muebles y cuadros, los hombres que la transportaban no paraban de entrar y salir de aquel enorme lugar, y no solo eran ellos los que dejaban tras de sí tanto bullicio, algunas de las chicas llegaban tras ser aceptada para instalarse en lo que sería su nuevo hogar y lugar de trabajo.
Lucciano se había asegurado de que aquel club privado sería discreto pero no le faltaría opulencia, siempre había valorado la belleza por encima de todo y entrar en aquel lugar aun sin estrenar era como entrar en un bello paraíso que decoraba sus habitaciones temáticas con hermosos paisajes que eran capaces de transportarte a lugares nunca visitados pero que en la mente del vampiro había existido en otros tiempos.
Aquella noche en particular Lucciano se veía en su despacho concentrado con aquellos papeles, esta era la parte más aburrida de montar un negocio, pero para poder empezar con buen pie aquella vida tenía que someterse mínimamente a las leyes mortales.
La puerta sonó y aquellos ojos claros se alzaron: uno azul y otro verde (obviamente robado).
No hizo falta explicación ni conversación aparente, su mente vago hacia la de aquella que pegaba en la puerta, una breve conversación: Su ayundante vampirice hablaba de una chica nueva que buscaba trabajo y esperaba.
Lucciano sonrió, la noche parecía aburrida pero tenía pinta de animarse.
-Hazla pasar.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
La noche había caído sobre Parías hacía tiempo. De haber sido cualquier otro día, la pelirroja habría buscado un lugar en el que refugiarse y pasar la noche. Ya le daba igual dónde dormir, mientras no fuese a la intemperie. Sin embargo, aquella noche tenía otros planes. Aquel mismo día, en una de sus constantes huídas tras robar algo para comer, se había acabado escondiendo en un edificio bastante derruido y había pasado unas cuantas horas oculta allí escuchando las conversaciones de los transeúntes con su particular curiosidad natural, hasta que hubo una que de verdad le llamó la atención. Un par de hombres hablaban disimuladamente sobre un nuevo club que abriría en algún momento no muy lejano. Les siguió un rato, interesada, esperando saber algo más. Hasta que mencionaron el lugar exacto de su localización. Entonces se fue de allí, recorriendo la ciudad por los barrios bajos, en busca de algo que hacer hasta que la oscuridad se apoderase del cielo, cuando iría allí a pedir trabajo.
Aunque había tenido malas experiencias en su anterior trabajo como cortesana , y su omóplato siempre se lo recordaría, estaba abierta a volver a intentarlo; al fin y al cabo, no había sido un mal empleo dentro de lo que cabía, y tendría algo de dinero para mantenerse. «¿Qué tengo que perder si lo intento? —se dijo a sí misma cuando comenzó a atardecer— Nada. Absolutamente nada». Y así, cuando anocheció se dirigió al lugar que los hombres habían mencionado. Se aferraba a aquel colgante en forma de llave de forma compulsiva sintiendo las pulsaciones de su propio corazón más rápidas de lo normal. Estaba nerviosa, pero una vez allí intentó controlarse. Soltó el colgante, buscando el borde del vestido roto y sucio que llegaba con la mano izquierda para agarrarse a algo y calmar sus nervios.
Llegó al emplazamiento del futuro establecimiento con aquella sonrisa que siempre tenía en el rostro y aparentemente más calmada. Sus ojos castaños recorrieron la carroza y los alrededores, así como aquella puerta ante la cual no pudo estar mucho tiempo sin sentir la necesidad de entrar. No dio ni dos pasos cuando alguien le llamó la atención y le preguntó quién era y que quería. Tras es sobresalto inicial al despertar de sus pensamientos acerca de todo lo que veía, su expresión apenas varió. —Buenas noches. Soy Aerin y venía a buscar trabajo… —respondió, apartándose un mechón de pelo de la cara. —Espera aquí —le contestó su interlocutor antes de acercarse a una de las puertas. La chica bajó la vista al suelo, antes de volverla a alzar cuando la dijo que pasase.
Se internó en el despacho cerrando la puerta suavemente tras de sí, quedándose de pie apenas habiendo dado dos pasos cortos. Se fijó en aquel hombre, de pelo rubio oscuro y ojos de colores distintos. Ladeó levemente la cabeza al comprobar aquello; le resultaba extraño a la par que atractivo, como todo en el hombre. Casi parecía desprender un aura que la atraía de una forma que no llegaba a comprender.
—Buenas noches —saludó, con un nudo en la garganta. Volvía a estar nerviosa, pero haría lo posible por qué no se le notase demasiado.
Aunque había tenido malas experiencias en su anterior trabajo como cortesana , y su omóplato siempre se lo recordaría, estaba abierta a volver a intentarlo; al fin y al cabo, no había sido un mal empleo dentro de lo que cabía, y tendría algo de dinero para mantenerse. «¿Qué tengo que perder si lo intento? —se dijo a sí misma cuando comenzó a atardecer— Nada. Absolutamente nada». Y así, cuando anocheció se dirigió al lugar que los hombres habían mencionado. Se aferraba a aquel colgante en forma de llave de forma compulsiva sintiendo las pulsaciones de su propio corazón más rápidas de lo normal. Estaba nerviosa, pero una vez allí intentó controlarse. Soltó el colgante, buscando el borde del vestido roto y sucio que llegaba con la mano izquierda para agarrarse a algo y calmar sus nervios.
Llegó al emplazamiento del futuro establecimiento con aquella sonrisa que siempre tenía en el rostro y aparentemente más calmada. Sus ojos castaños recorrieron la carroza y los alrededores, así como aquella puerta ante la cual no pudo estar mucho tiempo sin sentir la necesidad de entrar. No dio ni dos pasos cuando alguien le llamó la atención y le preguntó quién era y que quería. Tras es sobresalto inicial al despertar de sus pensamientos acerca de todo lo que veía, su expresión apenas varió. —Buenas noches. Soy Aerin y venía a buscar trabajo… —respondió, apartándose un mechón de pelo de la cara. —Espera aquí —le contestó su interlocutor antes de acercarse a una de las puertas. La chica bajó la vista al suelo, antes de volverla a alzar cuando la dijo que pasase.
Se internó en el despacho cerrando la puerta suavemente tras de sí, quedándose de pie apenas habiendo dado dos pasos cortos. Se fijó en aquel hombre, de pelo rubio oscuro y ojos de colores distintos. Ladeó levemente la cabeza al comprobar aquello; le resultaba extraño a la par que atractivo, como todo en el hombre. Casi parecía desprender un aura que la atraía de una forma que no llegaba a comprender.
—Buenas noches —saludó, con un nudo en la garganta. Volvía a estar nerviosa, pero haría lo posible por qué no se le notase demasiado.
Aerin E. Karstark- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 29/06/2014
Re: Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
Lucciano no se había movido de su asiento, a pesar de que la joven había entrado ya en la habitación.
Ni una sola palabra salió de entre sus labios, solo un leve ademán con una de sus manos para que ella se acercase un poco más al lugar donde estaba.
Esperando a que ella obedeciese tan simple orden, se levanto tomando la decisión de que para que aquello fuese más entretenido dejaría atrás sus juegos mentales para dejarse llevar por la improvisación y la sorpresa. Por así decirlo, prefería que aquella chica crease por ella misma el retrato o imagen que quería darle a él en aquel momento.
Acercándose tranquilo, aquellos ojos claros y neutrales se paseaban de arriba abajo por la figura de la joven describiéndola para sí. "Belleza ígnea" Pensó al sostener por un instante y con aquella suavidad propia de él uno de sus mechones de pelo.
Comenzó pasearse a su alrededor silencioso, aspiró el aroma que ella desprendía, y no solo el aparente, sin el olor de su sangre circulando bajo su piel, bombeado por aquel joven corazón que latía deprisa y enervado.
Lucciano sin darse cuenta paladeo al pensar en su sabor, al fin y al cabo, por naturaleza era un depredador insaciable.
El inmortal se detuvo frente a ella, clavando sus pupilas a las de ella. Sus dedo sostuvieron un instante la barbilla de ella obligándola a alzar su rostro hacía él.
-Dígame, mademoiselle, ¿qué podría ofrecerle a esta "humilde casa"? Viene buscando un trabajo, pero ¿qué es lo que tiene usted que las otras no tengan? -La voz de Lucciano era su rasgo más característico; era acariciadora en el aire y apetecible para el oído humano; carecía de acento alguno, a pesar de ser extranjero en aquella tierra, su francés era perfecto. -Sorpréndame con sus palabras, y por favor, no se sienta enervada, no voy a morderle.
No hubo presentación alguna de su persona, fue directo al grano. No solía gustarle que le hicieran perder el tiempo, pero aquella noche que se le había antojada pesada y aburrida, iba a hacer una excepción. Es más hacía demasiado tiempo que no veía a una joven con ese color de cabello, y sobre todo con apariencia bastante "humilde", estaba un poco de cansado de chicas que llegaban con aires de reinas y engaladas con ropas opulentas. La mayoría eran cortesanas que buscaban aspirar a un público de clase social más alta que la que solía frecuentas sus servicios, al ver el lugar pensaban que iban alcanzar aquello, no se equivocaban del todo, pero aquel club nocturno era especial a lo que conocían y Lucciano exigía cierta exquisitez, además que buscaba detalles muy especiales en sus chicas, no debían de ser cualquier cosa ni vulgares.
Ni una sola palabra salió de entre sus labios, solo un leve ademán con una de sus manos para que ella se acercase un poco más al lugar donde estaba.
Esperando a que ella obedeciese tan simple orden, se levanto tomando la decisión de que para que aquello fuese más entretenido dejaría atrás sus juegos mentales para dejarse llevar por la improvisación y la sorpresa. Por así decirlo, prefería que aquella chica crease por ella misma el retrato o imagen que quería darle a él en aquel momento.
Acercándose tranquilo, aquellos ojos claros y neutrales se paseaban de arriba abajo por la figura de la joven describiéndola para sí. "Belleza ígnea" Pensó al sostener por un instante y con aquella suavidad propia de él uno de sus mechones de pelo.
Comenzó pasearse a su alrededor silencioso, aspiró el aroma que ella desprendía, y no solo el aparente, sin el olor de su sangre circulando bajo su piel, bombeado por aquel joven corazón que latía deprisa y enervado.
Lucciano sin darse cuenta paladeo al pensar en su sabor, al fin y al cabo, por naturaleza era un depredador insaciable.
El inmortal se detuvo frente a ella, clavando sus pupilas a las de ella. Sus dedo sostuvieron un instante la barbilla de ella obligándola a alzar su rostro hacía él.
-Dígame, mademoiselle, ¿qué podría ofrecerle a esta "humilde casa"? Viene buscando un trabajo, pero ¿qué es lo que tiene usted que las otras no tengan? -La voz de Lucciano era su rasgo más característico; era acariciadora en el aire y apetecible para el oído humano; carecía de acento alguno, a pesar de ser extranjero en aquella tierra, su francés era perfecto. -Sorpréndame con sus palabras, y por favor, no se sienta enervada, no voy a morderle.
No hubo presentación alguna de su persona, fue directo al grano. No solía gustarle que le hicieran perder el tiempo, pero aquella noche que se le había antojada pesada y aburrida, iba a hacer una excepción. Es más hacía demasiado tiempo que no veía a una joven con ese color de cabello, y sobre todo con apariencia bastante "humilde", estaba un poco de cansado de chicas que llegaban con aires de reinas y engaladas con ropas opulentas. La mayoría eran cortesanas que buscaban aspirar a un público de clase social más alta que la que solía frecuentas sus servicios, al ver el lugar pensaban que iban alcanzar aquello, no se equivocaban del todo, pero aquel club nocturno era especial a lo que conocían y Lucciano exigía cierta exquisitez, además que buscaba detalles muy especiales en sus chicas, no debían de ser cualquier cosa ni vulgares.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
La pelirroja había bajado levemente la vista ante el ademán realizado por el hombre antes de avanzar un par de pasos hacia él de forma lenta, cautelosa, cuidando cada gesto para que fuese lo más natural posible, evitando temblar por el nerviosismo que apresaba su cuerpo y su mente. Luego volvió a alzar la mirada, observándole a él acercándose a ella. Se mantuvo quieta, controlando su respiración para que fuese lo más calmada posible.
Lo poco que había conseguido calmar el ritmo de su corazón no le había servido de nada al sentir el contacto de la mano de él con su pelo. Estaba de acuerdo en que era un color poco común, y era algo que tenía muy en cuenta a la hora de encandilar a la gente cuando deseaba conseguir algo o eludirse de alguien. Su contacto, suave, ligero, había logrado cortarle la respiración a Aerin que seguía fascinada por el extraño del que ni siquiera sabía su nombre. Se lo preguntaría, era demasiado curiosa para no hacerlo, pero no era el momento. Tal vez se había criado en la calle, pero tenía un mínimo de educación que había aprendido en algún que otro viaje a algún barrio rico de la ciudad.
Dejó que él la observase todo lo que quisiese; no en vano ella no era más que una aspirante al puesto y él el que tendría que decidir si era apta o no. Dejó que el contacto de su piel con los dedos de él le forzase a clavar sus ojos castaños en los de él que seguían resultándole extraños. Nunca había visto a nadie así, y eso despertaba aún más curiosidad en ella. Su voz era una delicia para el oído de la joven, que había tenido que hacer un esfuerzo para centrarse en sus palabras. Era tan atrayente como todo en él, le resultaba seductora, incluso. Su francés era perfecto, lo que para ella descartaba la opción de que fuese extranjero.
Hubieron de pasar unos largos segundos para que se diese cuenta de que debía responder algo. Ni siquiera sabía qué. No tenía nada que no tuviese otra, o así se veía ella. Había conseguido calmarse algo más, en parte por sus palabras y en parte porque se le había notado que estaba nerviosa. Y si no podía aparentar seguridad, tendría que tranquilizarse para tenerla. Le dedicó una breve mirada seductora a su interlocutor antes de hablar. —Tengo la fogosidad de las llamas y la calma de los bosques; la tranquilidad de las aguas y la fiereza del viento —comenzó. Sabía venderse, aunque no se creyese nada de lo que estaba diciendo—. Puedo adaptarme a lo que sea y ser quien quieras que sea. Puedo dejarme hacer lo que quieras y hacerte cualquier cosa que desees… —dejó el final en el aire, de la mano de la imaginación de él. Volvió a dirigirle una mirada llena de pasión, que para ella no significaba nada y le habría lanzado a cualquiera en ese caso. O eso se decía a sí misma, pues estaba claro que algo en él la atraía lo suficiente como para darle más fuerza a aquellos actos.
Esperó una respuesta de parte de él, sin borrar la sonrisa de su rostro en ningún momento, observando a su interlocutor con aún más curiosidad. Estaba dispuesta a averiguar todos los secretos que ocultaba, a arrancarle todo lo que él escondía. Y lo primero que quería saber era su nombre.
Lo poco que había conseguido calmar el ritmo de su corazón no le había servido de nada al sentir el contacto de la mano de él con su pelo. Estaba de acuerdo en que era un color poco común, y era algo que tenía muy en cuenta a la hora de encandilar a la gente cuando deseaba conseguir algo o eludirse de alguien. Su contacto, suave, ligero, había logrado cortarle la respiración a Aerin que seguía fascinada por el extraño del que ni siquiera sabía su nombre. Se lo preguntaría, era demasiado curiosa para no hacerlo, pero no era el momento. Tal vez se había criado en la calle, pero tenía un mínimo de educación que había aprendido en algún que otro viaje a algún barrio rico de la ciudad.
Dejó que él la observase todo lo que quisiese; no en vano ella no era más que una aspirante al puesto y él el que tendría que decidir si era apta o no. Dejó que el contacto de su piel con los dedos de él le forzase a clavar sus ojos castaños en los de él que seguían resultándole extraños. Nunca había visto a nadie así, y eso despertaba aún más curiosidad en ella. Su voz era una delicia para el oído de la joven, que había tenido que hacer un esfuerzo para centrarse en sus palabras. Era tan atrayente como todo en él, le resultaba seductora, incluso. Su francés era perfecto, lo que para ella descartaba la opción de que fuese extranjero.
Hubieron de pasar unos largos segundos para que se diese cuenta de que debía responder algo. Ni siquiera sabía qué. No tenía nada que no tuviese otra, o así se veía ella. Había conseguido calmarse algo más, en parte por sus palabras y en parte porque se le había notado que estaba nerviosa. Y si no podía aparentar seguridad, tendría que tranquilizarse para tenerla. Le dedicó una breve mirada seductora a su interlocutor antes de hablar. —Tengo la fogosidad de las llamas y la calma de los bosques; la tranquilidad de las aguas y la fiereza del viento —comenzó. Sabía venderse, aunque no se creyese nada de lo que estaba diciendo—. Puedo adaptarme a lo que sea y ser quien quieras que sea. Puedo dejarme hacer lo que quieras y hacerte cualquier cosa que desees… —dejó el final en el aire, de la mano de la imaginación de él. Volvió a dirigirle una mirada llena de pasión, que para ella no significaba nada y le habría lanzado a cualquiera en ese caso. O eso se decía a sí misma, pues estaba claro que algo en él la atraía lo suficiente como para darle más fuerza a aquellos actos.
Esperó una respuesta de parte de él, sin borrar la sonrisa de su rostro en ningún momento, observando a su interlocutor con aún más curiosidad. Estaba dispuesta a averiguar todos los secretos que ocultaba, a arrancarle todo lo que él escondía. Y lo primero que quería saber era su nombre.
Aerin E. Karstark- Humano Clase Baja
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 29/06/2014
Re: Entrevista Privada (Il Peccato Nostro) - [Aerin E. Karstar]
Lucciano continuo paseándose por la habitación mientras escuchaba su respuesta, aparentando estar distraído e indiferente, aunque le había sorprendido que aquella chica de tener pinta de haber recibido una mínima educación pudiese hablar de aquel modo. No contesto enseguida dejo que los pensamientos de ella en aquel silencio flotaran levemente mientras se acerco a la puerta y la cerro con pestillo.
-Vecchio, puede dirigirse a mí como Lucciano Vecchio. Sé que se lo estaba preguntando. Y no soy parisino, a pesar de que haya apreciado que no hay acento en mi manera de hablar. Soy romano, de Italia. -Le hablaba como si estuviese leyendo en su mente aquel sin fin de preguntas.
Después de haberle dado la espalda comenzó de aquella manera tranquila a acercarse a ella, y justo delante de ella se detuvo mirándola con cierta seriedad.
-La mayoría vienen destacan su don para cantar, bailar... Usted se define como una clase de tormenta. He de confesar que su respuesta me ha sorprendido, a pesar que he de suponer que ha recibido una grandiosa educación. -El inmortal comenzó a desabrocharse los botones de las mangas de aquella camisa distraído. -Pocas mujeres con su físico se han atrevido a llegar a éste lugar; mis chicas no me proporcionan dinero... Sino poder, y no son vulgares, todas deben de adquirir una educación elevada y unas habilidades mínimas en diferentes campos, ya que nuestros clientes son bastante especiales. -Pauso y se arremango. -L[color=silvere advierto que aquí tenemos unas reglas muy especiales, y puede que vea cosas que nunca haya podido imaginarse. Una vez dentro es difícil de salir, pero yo siempre procuro proteger a los míos y darles, no lo mejor... Sino lo siguiente, si obedecen las normas.[/color] -Lucciano tomó un papel de encima de su mesa y se lo entrego. -Quiero que lea atentamente, estas son las condiciones para entrar aquí, algunas puede que no las entienda en el momento... Pero el futuro comprenderá.
Tres botones desabrochados del cuello de la camisa, de nuevo aquella sonrisa interesante y los ojos de colores dispares clavándose en los de ella.
-Quiero considerarla dentro de esto, si le soy sincero, pero todo tiene una condición. -Una de sus manos rozaron la tela de su vestido. -Desnúdese. -Dijo con calma. -Usted se ha definido como fuego y sus ojos me insinúan que puede llegar a serlo. Enséñeme esas llamas, acuéstese conmigo y es suyo el trabajo, es mi única condición.
-Vecchio, puede dirigirse a mí como Lucciano Vecchio. Sé que se lo estaba preguntando. Y no soy parisino, a pesar de que haya apreciado que no hay acento en mi manera de hablar. Soy romano, de Italia. -Le hablaba como si estuviese leyendo en su mente aquel sin fin de preguntas.
Después de haberle dado la espalda comenzó de aquella manera tranquila a acercarse a ella, y justo delante de ella se detuvo mirándola con cierta seriedad.
-La mayoría vienen destacan su don para cantar, bailar... Usted se define como una clase de tormenta. He de confesar que su respuesta me ha sorprendido, a pesar que he de suponer que ha recibido una grandiosa educación. -El inmortal comenzó a desabrocharse los botones de las mangas de aquella camisa distraído. -Pocas mujeres con su físico se han atrevido a llegar a éste lugar; mis chicas no me proporcionan dinero... Sino poder, y no son vulgares, todas deben de adquirir una educación elevada y unas habilidades mínimas en diferentes campos, ya que nuestros clientes son bastante especiales. -Pauso y se arremango. -L[color=silvere advierto que aquí tenemos unas reglas muy especiales, y puede que vea cosas que nunca haya podido imaginarse. Una vez dentro es difícil de salir, pero yo siempre procuro proteger a los míos y darles, no lo mejor... Sino lo siguiente, si obedecen las normas.[/color] -Lucciano tomó un papel de encima de su mesa y se lo entrego. -Quiero que lea atentamente, estas son las condiciones para entrar aquí, algunas puede que no las entienda en el momento... Pero el futuro comprenderá.
Tres botones desabrochados del cuello de la camisa, de nuevo aquella sonrisa interesante y los ojos de colores dispares clavándose en los de ella.
-Quiero considerarla dentro de esto, si le soy sincero, pero todo tiene una condición. -Una de sus manos rozaron la tela de su vestido. -Desnúdese. -Dijo con calma. -Usted se ha definido como fuego y sus ojos me insinúan que puede llegar a serlo. Enséñeme esas llamas, acuéstese conmigo y es suyo el trabajo, es mi única condición.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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