Byron C. Erwann ~ ID

Estricto, serio, respetable. Un hombre con las ideas claras y con los pies bien anclados en la tierra. Cerrado, hasta el punto de ser incapaz de expresar lo que siente abiertamente por miedo a que otros vean en este gesto un momento de debilidad. Odia si quiera la posibilidad de mostrarse débil ante otros: todo cuanto tiene lo ha conseguido con esfuerzo, con el sudor de su frente y el impulso de sus manos. Un hombre de pocos palabras, aunque aquellas que llega a decir reflejan fielmente su aguda inteligencia así como su ambición. Siempre se muestra deseoso de crecer, de avanzar, de superarse a sí mismo y obtener mayor reconocimiento y honor para sí, y para su apellido. Esto le convierte en una persona muy ocupada, incapaz de mantener una relación estable con nadie. Porque si estuviese con alguien, desearía entregarse por completo, y el conocimiento de que no puede hacerlo le haría sentir terriblemente culpable. No tiene tiempo para sentimientos, y en realidad, tampoco cree que los necesite. Al menos, no tan pronto. Después de perder a su esposa e hija se encerró aún más en sí mismo y en sus muchas ocupaciones. Su trabajo, sus negocios, podría decirse que lo han ayudado a mantener la cordura aunque han provocado que el dolor se enquistase. Aún tiene pesadillas sobre lo sucedido.

Pese a su forma de ser, distante y callado, es una persona bastante agradable en su trato, aunque se mostrará directo y sincero sin importarle lo delicado que sea el tema a tratar. Para él, las cosas duelen menos cuando se dicen tal cual son. Enmascarar la verdad es igual que mentir, porque al final, también se descubre. Nunca promete nada que no pueda cumplir, y como sabe que en la vida pocas cosas son seguras, es bastante raro que haga promesas al tuntún. De modales refinados, no le gusta alzar la voz sin necesidad, aunque cuando alguien toca determinados temas que le fastidian, olvidará toda su cordialidad y educación y defenderá sus convicciones con todas sus fuerzas. Asimismo, no se mostrará respetuoso con aquellos que no muestren respeto por él mismo o por aquellos a quienes considera sus conocidos. Nunca juzga a las personas antes de conocerlas, pero es bastante bueno haciéndose primeras impresiones. Ante éstas, por supuesto, siempre concede segundas e incluso terceras oportunidades, pero sólo a aquellos que realmente se la merezcan. Es analítico y sumamente frío a la hora de tomar sus decisiones, y no dudará ni un momento en destruirte si considera que eres peligroso para sus propósitos. Protector con aquellos pocos que se ganan un hueco entre sus seres queridos, y feroz con los que considera sus enemigos.

Por otra parte, Byron posee una mente muy abierta y está dotado de una gran imaginación que le ha resultado muy útil en numerosas ocasiones, sobre todo, en el campo de batalla. A pesar de su personalidad sombría y su actitud a menudo sometida a una extrema rigidez comportamental, es capaz de conseguir que otros le sigan gracias a su inteligencia y su fuerza de voluntad, además de su carisma. Es un gran orador, y sus discursos suelen ser bastante inspiradores, algo que sorprende por lo poco que habla en su día a día. Es un hombre que prefiere escuchar razonamientos antes de tomar decisiones, detesta precipitarse casi tanto como equivocarse. Errar no es una opción. Entre sus muchas virtudes destaca una gran capacidad para actuar bajo presión, además de que es difícil romper esa coraza de impasibilidad que siempre lo rodea. Un halo de misterio parece rodearlo, y aunque eso provoca que muchos se vean atraídos por él, pocos son los afortunados que al final consiguen acercarse lo suficiente para ver a su verdadero yo.

Nacido en una familia de la nobleza inglesa, su vida nunca estuvo exenta de dificultades, motivadas en mayor medida por la excesiva ambición de su padre, rasgo que él heredaría después, que lo llevó en numerosas ocasiones a ser visto como una amenaza para la aristocracia del país. Por aquella época, a los "nuevos ricos", como ellos los llamaban, no se les respetaba en la misma medida que a aquellos que tenían títulos, aunque tal vez no tanto dinero como deseaban. Es más, a la nobleza emergente se la trataba de cortar las alas por miedo a que acabasen absorbiendo territorios y fortunas que pertenecían a las familias de renombre del país desde hacía cientos de años. Aún así, puede decirse que su infancia estuvo llena de felicidad, de opulencia, de fiestas interminables... pero también de traiciones y decepciones por parte de aquellos que decían ser amigos cuando sólo se acercaban a ellos por el interés. Desde muy joven aprendió que confiar en los demás solía ser un error que los hombres de su estatus no podían permitirse el lujo de cometer. Así fue como se alejó de su madre, de sus hermanas, intentando imitar cada movimiento, cada gesto que su padre emitía. Quería parecerse a él. Ser poderoso, fuerte y confiable... Y lo consiguió.

A la edad de dieciséis años, su padre le permitió viajar por su cuenta por Europa para tratar de captar más clientes para su negocio de telas y especias. Y su carisma, su juventud y su buen ver le abrieron más puertas de las que su padre jamás sintió. El orgullo le llenaba las palabras cada vez que hablaba de su hijo, y eso era algo que al joven le hacía sentir inmensamente realizado. A partir de ahí, la fortuna de la familia Erwann no hizo más que crecer. Tras la muerte de su padre, Byron tuvo que encargarse del negocio al completo, y su facilidad para entablar acuerdos comerciales quedó patente cuando triplicó los clientes que antes tuvo su padre. Era un hombre de éxito, de fortuna, con muchas ambiciones y con las ideas muy claras, y eso se notaba. Pero, sin embargo, se sentía terriblemente solo. Se mudó a Alemania al cumplir los veintidos años, consciente de que la capital era en aquellos momentos uno de los núcleos más importantes para el comercio internacional. Y allí la conoció. Sarah. Una joven de origen francés a la que asignaron como doncella de la mansión que compró nada más llegar. Al principio, su preocupación por las apariencias y por lo que los demás dijeran de su relación hizo que tratara con hostilidad a la muchacha, tratando de reprimir aquellos sentimientos que no podía evitar sentir por ella.

Pero con el tiempo, se convenció de la estupidez que era vivir según el criterio de otros, y le pidió matrimonio en medio de una fiesta de la realeza germánica. El rey aplaudió su gesto, declarando que admiraba su valentía por vivir según sus propios ideales. Pero el resto de la aristocracia nunca terminó de ver aquel enlace como algo serio. Pensaban que el joben Erwann había perdido el juicio, que ella lo había embrujado o algo por el estilo, y aquella opinión ni siquiera dejó de oírse tras el nacimiento de la pequeña Amy, su hija. En poco tiempo, su mundo, que antes había girado siempre en torno a sus negocios y al crecimiento de su fortuna, se centró en la pequeña. La adoraba. Podía verse reflejado en su mirada azul, en sus rizos rubios, en sus continuas preguntas. Y quiso darle lo único que él nunca había tenido: el cariño y la calidez de una familia unida, que hacían cosas juntos, que se querían, que se protegían. Y durante años, fue bastante feliz. Hasta que un fatídico día, su mujer y su hija fueron secuestradas. Y él no pudo llegar a tiempo. Todos le dijeron una y mil veces que no podía hacer nada, pero él, que siempre había cuidado todos los detalles, que jamás dejó nada al azar, no pudo rescatarlas. Nunca se lo perdonó.

Después de eso, vendió la casa y se mudó a París. Necesitaba distanciarse de sus recuerdos, y la única y mejor forma que conocía para ello era sumergirse de nuevo en su trabajo. Porque era algo que podía controlar, algo en lo que nunca había fallado. Algo en lo que no había cabida para las emociones ni los sentimientos. La frialdad se apoderó de su corazón.

- Lleva viviendo en París unos tres años, desde que se quedó viudo.

- Su fortuna no ha hecho más que crecer. Tiene negocios por toda Europa y parte de América, y estaba pensando en extenderse hasta Asia.

- Una de sus hermanas menores se mudó a vivir con él en París. La adora, aunque nunca se lo dice. Tiene demasiado miedo de que algo como lo que le sucedió a su esposa y a su hija le vuelva a ocurrir. No podría soportarlo.

- Suele ir con cortesanas para satisfacer sus necesidades, aunque en el fondo siente que no es lo mismo. Invitó a una a mudarse a su hogar, como "fija".