[Timothy] Una tarde de libros y alcohol.

Para el bueno de Sebastian suprimir en aquellos momentos el estado de excitación casi permanente en el que vivía desde su llegada a París hubiera sido poco menos que una odisea inabarcable. La ciudad lo tenía todo: ¡todo! Mujeres bellas y hombres hermosos. Criaturas salidas de mil pesadillas. Un sinfín de bibliotecas. Cafés donde los autodeniminados ilustrados discutían de política. Una monarquía en franca decadencia y a punto de sucumbir. Fiestas casi a diario para todo aquél adinerado y capaz de moverse entre la alta sociedad...

Sí, claro que sí. Su viaje a París había sido una de las mejores decisiones que había tomado jamás. Comparado a su deambular casi mendical por Europa del Este, aderezado con luchas a muerte y crímenes por puro entretenimiento, las calles parisinas eran poco menos que el paraíso. ¿Que para disfrutar de aquella nueva vida su padre había tenido que morir? Sí. ¿Y qué?

A su llegada había invertido una parte importante de su pequeña fortuna en comprar la casita que habitaba ahora y que todavía no había terminado de amueblar ni arreglar. El edificio de piedra y madera, con dos pisos de altura, estaba rodeado por un coqueto jardín del que se ocupaba él mismo cuando tenía tiempo. En su interior, de momento, sólo era totalmente funcional la planta baja, que contaba con el salón-comedor, la biblioteca que usaba como despacho, una de las habitaciones, un baño y la cocina. Iba a necesitar algo más de tiempo y dinero para ponerlo todo en orden, pero una vez que estuviera terminado sería una casa preciosa, estaba seguro de ello.

En aquél momento Sebastian se encontraba fuera de casa, sentado en las escalerillas que subían del jardín a la casa, terminándose un cigarrillo y sonriendo. Había quedado con un chico en su casa, un jovencito interesado en los libros. Era bastante atractivo y daba la impresión de ser inocente. Y manejable. Y con cierto amaneramiento... Su sonrisa se ensanchó un poco más mientras su imaginación volaba, libre.

¿Estaba seguro de que a Timothy los hombres? No, la verdad es que no. Era sólo una pequeña intuición. De hecho ni siquiera tenía muy claro cómo iba a abordar el tema. Pero hacía tiempo que le apetecía volver a acostarse con un hombre, así que no se daría por vencido fácilmente.

Apuró el cigarrillo y miró hacia la calle. No debería de tardar mucho en aparecer.

En ese momento me recorría una extraña felicidad y algo que llamaría excitación, o ansiedad. Conocer a Sebastian aquella tarde en la libreria había sido algo bastante más que agradable. Aunque el tiempo fue corto y no habíamos tenido mucho tiempo para hablar, su personalidad me había dejado bastante fascinado, aparte de su indudable cantidad de conocimiento, y el hecho de fuera un hombre bastante atractivo.

Fue tal la buena conexión con la que nos comunicamos ese día que el muchacho me había invitado a su casa para poder seguir charlando sobre libros de filosofía, arte y política. Si bien me había educado bastante bien en distintas areas cuando vivía en Londres, era claro que debía seguir estudiando. Aparte siempre me pareció que la ambición de conocimiento debía ser uno de los pocos vicios que encontraba justificado.

El horario de la cita era en la tarde, cuando el sol comenzaba a caer. Me había preparado con atuendo que me hacía lucir bastante intelectual y atractivo a la vez. No se por qué se me ocurría pensar que podría llegar a suceder algo con Sebastian pero me agradaba la idea de ponerme atractivo para él.

Así fue como a eso de las 18 horas ya estaba llegando a la casa del muchacho. Entré por el sendero que me conducía a la casa y ya desde lejos pude observar a Sebastian sentado en la entrada. Apenas lo vi, no se por qué razón, me ruboricé y me puse algo nervioso. Llegué hasta donde el estaba y le tendí mi mano. - Buenas tardes Sebastian. Espero no haber llegado tarde. Me costó un poco encontrar el camino ya que no estoy aún muy familiarizado con la ciudad. - No pude evitar mirar al muchacho, su rostro, su cuerpo, su vestimenta, sus ojos. Tenía un atractivo muy especial. - Realmente debo decir que tienes una casa muy bella. Debe ser muy agradable vivir aquí en las afueras de la ciudad...

Su mente había empezado a divagar en lo que esperaba a Timothy. Que si la independencia del ser frente al constructo de la sociedad; que si la Verdad como algo objetivo y alcanzable o sólo una creación artificial dependiente del contexto; que si habría suficientes guisantes para la cena...

En eso que el aroma de su invitado llegó a él antes de que el inglés cruzara la verja que rodeaba el jardincillo. Al verle sonrió un poco más. Tal vez fuera cosa de la puesta de sol, pero juraría que se había arreglado con cierto cuidado. Dio una última calada al cigarrillo, se puso en pie, arrojó la colilla y la apagó con la suela de la bota.

-Tranquilo, estaba pensando en mis cosas, ni me había dado cuenta de que llegabas tarde...-le estrechó la mano con fuerza. La suya era una mano dura, con algunos arañazos y callos, que a pesar de haber estudiado estaba trabajada-. Oh, gracias. La estoy arreglando todavía, así que sólo estaremos por la planta de abajo...

Ahora que lo tenía frente a él su aroma le pareció más atractivo que antes. Y podía oír su corazón latiendo con fuerza. Lo miró a los ojos y le sonrió, enseñándole unos dientes blancos y un poco más afilados que los de la mayoría. Le gustaban sus ojos. Su color y la inocencia que desprendían. Y le gustaba Timothy. No es que fuera a enamorarse de él ni nada de eso, claro. El amor no dejaba de ser una atadura, una excusa que la humanidad intentaba dar a la satisfacción de sus impulsos sexuales. Era algo que el propio Sebastia había dejado atrás hacía tiempo. Pero Timothy le gustaba. Le parecía atractivo. Y simpático. E inocente. Puro.

-Venga, vamos al interior, tengo muchos libros que tal vez te interesen...

Dentro de la casa todavía había muebles cubiertos con sábanas para guardarlos del polvo. En las paredes apenas había cuadros y el aire seguía un poco viciado. Nada grave para un humano normal, pero el fino olfato de Sebastian lo pasaba bastante mal.

El filósofo lo guió hasta la biblioteca, una sala bastante grande con las paredes cubiertas por estanterías, todas ellas llenas de libros. Había volúmenes en alemán, francés, italiano y ruso. Libros de Kant o Descartes en sus idiomas originales. También de Locke, Smith o Thomas Malthus traducidas del inglés. Había ensayos, novelas, obras de teatro, recopilatorios de poesía... Por si fuera poco también había libros en cajas abiertas y esparcidas por toda la biblioteca, esperando a que les encontraran un lugar donde descansar.

Además de las estanterías había varias mesas con montones de papeles escritos a mano por Sebastian en alemán. También había un buen puñado de cartas abiertas, escritas la mayoría en alemán o francés.

-Echa un vistazo Timothy, como si estuvieras en tu casa, yo voy a la cocina a por algo de beber... ¿Café? ¿Té? ¿Vino tal vez? ¿O cerveza? ¿Y un whisky? Me ha llegado esta misma mañana uno de Escocia bastante bueno...

Una vez que le dijera qué iba a tomar saldría de allí, dejando a su invitado sólo con los libros y con total libertad para curiosear.

Cuando llegué Sebastian me saludo amablemente con un apretón de manos. Sus manos eran grandes, fuertes, algo peludas, en comparación con las mías que eran más bien pequeñas y más delicadas. - No hay ningún problema... - Exclamé cuando me comentó que solo íbamos a permanecer en la planta baja.

Me invito a pasar y me asombré gratamente al observar el interior de su casa. Si bien había unas cuantas cosas para arreglar y ordenar, y era notorio que no vivía allí hace mucho, había muchas cosas interesantes para observar. Lo que primeramente más llamo mi atención fueron los cuadros que colgaban de las paredes. Había muchos, distintos tamaños y de distintos estilos. A medida que recorríamos el lugar me detenía para observarlos con mayor detenimiento aunque no quería retrasarme para lo que había venido.

Cuando llegamos a su biblioteca mis ojos se abrieron para brillar con entusiasmo. Estaba como un niño en un cuarto de juegos gigante. Tanto para observar, tantas obras, parecía increíble que alguien pudiera haber leído tanto. - Realmente me sorprende que alguien tan joven como tu haya podido leer tantos libros. - A medida que recorríamos el lugar miraba un que otro libro con mayor detenimiento. - Gracias. - Dije cuando me dijo que debía sentirme como en mi casa. - No se por donde empezar, hay tantos. - Sonreí. Me ofreció algo para beber. Mi primera respuesta hubiera decirle que quería un té, pero luego pensé que quedaría como un niño infantil que no se ánima a beber algo de alcohol. Es que realmente jamás había bebido casi nada. - Mmm...Creo que una copa de vino estaría bien. Aunque realmente puedes elegir lo que tu desees Sebastian. Tomaré lo que tu bebas. - Fue mi respuesta con una sonrisa en el rostro.

Cuando salió comencé a observar, recoger, y tocar sin demasiada vergüenza. Había enorme cantidad de libros por todos lados, en distintos idiomas, y de distintos géneros. Observé que había un espacio donde se hallaban todas obras teatrales. Eso me interesó bastante y comencé a mirar con detallé. Observé con alegría que tenía muchas obras de Shakespeare. Recogí Hamblet, que era mi favorita, y fui hacia donde estaba mi monólogo favorito de la obra para comenzar a leerlo en voz no muy alta por si llegaba Sebastian.

-Marchando pues...

El licántropo dejó a solas a Timothy para que cotillear a gusto durante un rato. Tuvo que cruzar toda la casa para llegar a la cocina, que aún olía a limpio. La chimenea para cocinar no tenía ni un poquito de ceniza. Las tablas y los cuchillos estaban impecables. En la despensa había pan todavía fresco, queso curado, alguna carne salada... Estaba todo impecable, pues se había pasado casi toda la mañana limpiando y arreglándolo todo.

De un armario sacó dos botellas de cristal. El whisky era escocés, envejecido en roble y todavía no lo había abierto, pero con lo que le había costado ya podía ser poco menos que néctar de Dioses. A la botella de vino le faltaba un tercio de su contenido, pero seguía siendo un buen caldo, un Burdeos de una cosecha bastante decente. Rebuscó entre los muebles hasta encontrar un par de jarras de metal, pues todavía no tenía vasos de cristal ni copas, y lo colocó todo en una bandeja de hierro.

-¿Te gusta lo que ves?-preguntó cuando cruzó el umbral de la biblioteca y dejó la bandeja sobre una de las mesas. Evitó decir que a él si le gustaba. Y que le gustaría más si estuviera desnudo-. ¿Qué es lo que estabas leyendo?

Le había oído decir algo en voz baja, pero había estado más pendiente de mirarle a él que de escucharle, la verdad. ¿Cómo sería debajo de esas ropas? ¿Tendría mucho vello? ¿Sería más blanco de piel? ¿Le dejaría marcas si le azotaba el trasero?. Cogió las tazas y echó generosas porciones de los caldos en cada uno. Le ofreció el vino a Timothy en lo que él le pegaba un buen trago a su whisky. Néctar de los dioses no, vale, pero estaba bastante bien.

Se colocó frente a su invitado, quizás un paso demasiado cerca, y le sonrió. También lo miró a los ojos.

-¿Qué tal un brindis? No sé, por una nueva amistad, muchos libros y muchos encuentros como éste...

Me asusté y sobresalté cuando escuché la voz de Sebastian. Realmente me tomó por sorpresa. - Claro que si - Le contesté contento. - Estaba leyendo, bueno de hecho releyendo... - Me reí. - Hamblet. A mi parecer una de las mejores obras de Shakespeare.

Observé que el muchacho se plantaba muy cerca mio y me ofrecía la copa de vino. - Muchas gracias. - Dije tomando la copa. Antes de beber olfateé el vino. Realmente lo hice para aparentar tener algo de experiencia bebiendo ya que era muy normal observar a la gente hacerlo. - Posee un aroma exquisito. - Logré decirle. Luego dijo que sería bueno brindar por algo a lo que yo le sonreí. Estábamos muy cerca y era bastante agradable. - Claro! Excelente idea. - Acerqué mi copa a la suya para efectuar el brindis. Luego probé un sorbo. Esperaba haber disimulado mi reacción de asco al beberlo porque realmente no me resultaba nada agradable al paladar. Pero intenté poner mi mejor rostro. Me preguntaba como haría para poder bebérmelo todo.

Estar allí con Sebastian era sumamente agradable. Nuestros cuerpos estaban cerca y de alguna forma podía sentir una especie de calor viniendo desde él. Una energía extraña que no sabría a que se debía pero era algo que lo hacía aún más atractivo.

Bueno! - Dije bebiendo otro sorbo. Esta vez bebí un poco más e intente tragarlo sin degustarlo. Quería acabarlo cuanto antes. - Me gustaría que ahora tu me enseñes algún libro que te parezca interesante...

-¿Shekspiar?-la pronunciación era un poco forzada, pues el bueno de Sebastian apenas chapurreaba tres o cuatro palabras en inglés-. Sí, todo el mundo dice que es uno de los mejores, pero...-se encogió de hombros en un gesto que hablaba bastante por sí mismo-. Algunos de los libros venían con la casa, tengo que terminar de ponerme al día con las obras en inglés. Aunque antes tendré que aprender un poco, pues más allá de un jelou, lles y fack no sé más palabras...

Hecho el brindis Timothy tomó un sorbo del vino... Y Sebastian no pudo reprimir la sonrisa al ver la mueca de asco que ponía. Era tan inocente y tierno... Aunque el que no estuviera acostumbrado a beber sólo haría de aquello algo aún más sencillo. Con un par de copas más sus inhibiciones sociales y morales estarían por los suelos. Al mismo nivel que sus pantalones, esperaba.

-¿Un libro que me parezca interesante? Mmmm...-dio otro sorbo al whisky y echó un vistazo a los libros en las estanterías.

Pasó de largo por algunas obras del Marqués de Sade, pues tal vez fueran obras demasiado fuertes para la mente inocente y virginal de Timothy. Tampoco hizo caso de las obras Platónicas o de Ateneo en la que hablaban de las relaciones sodomitas con hombres más jóvenes. Al fin y al cabo hubiera supuesto un tema de conversación demasiado... bueno, forzado. Mejor dejar que las cosas fluyeran con calma. Y que el vino terminara de hacer su trabajo.

-Sí, aquí...-sacó un pequeño libro encuadernado en cuero, bastante sencillo-. Creo que te dije que una de las muchas cosas que hice en Munich fue estudiar Filosofía. Una de las obras sobre las que más discutíamos era esta: “Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime”, publicada por Kant en los años sesenta del pasado siglo. Son bastante fáciles de leer, algo extraño en aquél hombre.

Dejó el vaso, medio vacío, sobre la mesa y empezó a buscar alguna página en concreto. Si Timothy le echaba un vistazo al libro vería que estaba llena de anotaciones escritas a mano en una letra diminuta y apretada.

-Para Kant lo sublime viene a ser... Sí, aquí está:

"El sentimiento de lo sublime es, pues, un sentimiento de displacer debido a la inadecuación de la imaginación en la estimación estética de magnitudes respecto a la estimación por la razón, y a la vez un placer despertado con tal ocasión precisamente por la concordancia de este juicio sobre la inadecuación de la más grande potencia sensible con ideas de la razón, en la medida en que el esfuerzo dirigido hacia éstas es, empero, ley para nosotros."

Le sonrió, cerró el libro y se terminó el whisky de un último trago. Un agradable calorcillo le recorrió el cuerpo. Y no tenía que ver sólo con el alcohol. Sonrió un poco más hasta que de su garganta manó una risa pura y sincera.

-¿Has entendido algo de lo que acabo de leer?

Parecía que no le agradaba mucho Sheakspear, pero de gustos no se puede decir nada. - Si...No deberías perderte la posibilidad de conocer sus obras. No se si el género sera de tu interés, pero transmite algunos mensajes bastante profundos. - Dije persuadiéndolo para que pruebe a leer esos libros.

Observé como Sebastian con detenimiento buscaba por un libro para mostrarme. Lo observaba mientras estaba en su búsqueda. Mientras esperaba tomé varios sorbos de vino hasta terminar la copa. La apoyé sobre un escritorio sin decir nada. Me daba miedo seguir bebiendo. La verdad es que ya me sentía algo mareado, aunque no demasiado.

Vi que se había decidido por un pequeño libro y me lo mostraba. - No he tenido aún el placer de leer nada sobre él. - Dije refiriéndome al tal Kant. - Pero me imagino que si tu me lo recomiendas debería hacerte caso. - Le sonreí.

Luego el muchacho con el libro en su mano comenzó a leer un extracto. Lo escuché con detenimiento aunque su lectura iba bastante acelerada. Sinceramente dijo algunas palabras y ya estaba perdido por completo sin poder encontrarle el menor sentido a lo que acababa de leer. - Vaya... - Dije algo inseguro. - Muy interesante. - Mentí.

No supe que contestarle a su pregunta ya que admitir que no había entendido nada me dejaría como alguien bastante tonto frente a una persona tan culta e inteligente como él. Por otro lado mentir diciéndole que lo había entendido podría ser problemático en el caso de que me preguntara que significaba lo que acaba de leer. Opté por una posición entre medio de ambas. - Ermmm...Si - Contesté. - Aunque fuiste demasiado rápido. Tal vez debería leerlo yo algunas veces. Es que siempre comprendo mejor las cosas cuando las leo yo mismo. - No sabía si me respuesta era del todo convincente pero era bastante honesta.

Luego de decir eso comencé a caminar y me tambaleé un poco. Esperaba que el chico no me haya visto. Apenas había bebido una copa de vino. Sería algo muy humillante que pensara que ya estaba mareado.

A ti te gusta mucho la filosofía, ¿verdad? - Dije sin esperar afirmación. - Recuerdo cuando leí uno de los diálogos de Platón. - Le dije esperando quedar como algo sofisticado con eso. - El nombre era...Creo que algo como "El Banquete". Realmente me agradó mucho. Seguro que lo has leído... - Y seguro que era así. - Es muy hermoso la forma de debatir acerca del amor que se plantea allí. Realmente encantador. - Le dije sonriéndole.

-Lo haré, lo prometo. Durante casi toda mi vida he leído textos religiosos primero, luego legales y después filosóficos. No estoy acostumbrado a leer teatro. Prefiero que me lo interpreten-sonrió un poco-. Quizás podamos ir un día al teatro, ¿no?

Timothy no había entendido un carajo, claro. Y era normal, al propio Sebastian le costaba a veces pillar a Kant. Iba a seguir insistiéndole sobre el tema, pero al ver que no parecía demasiado interesado decidió cambiar de táctica. Ya tendría tiempo de plantear la temática en otra ocasión.

-¿Más lento?-rió un poco. Era una risa clara y viva. Casi juvenil-. Te dejaré el libro, tranquilo. Cada duda que tengas no temas y ven a preguntármelas. Seguro que con cuidado y atención te das buena cuenta de lo que quiere decir. Es bastante interesante... y te ayuda a ver el mundo de otra forma, créeme.

Timothy empezó a acercarse a él. ¿Se había tambaleado? No, debía ser cosa suya. Sólo se había tomado una copa de vino, no podía estar mareado. Era imposible. Ni siquiera él se había emborrachado tan rápido la primera vez en la universidad.

-¿Gustarme? La estudiaba en la Universidad, en Munchen... bueno, aquí creo que le decís Munich. Empecé con derecho, pero a mitad de curso decidí cambiar. A mi padre no le hizo demasiada gracia, pero...-se encogió de hombros. Los recuerdos de aquella parte de su vida eran algo borrosos-. Al final accedió, claro.

Tim terminó de acercarse. Le empezó a hablar de Platón y “El Banquete”. Sonreía. Sebastian le sonrió abiertamente y le miró a los ojos. Vaya manera de insinuársele... y pensar que quería ir poco a poco para no asustar al muchacho.

-Sí, es fascinante-dio un pasito más, invadiendo el espacio personal de su invitado. Olía tan bien... ¿sería fácil arrancarle la ropa? ¿Gemiría mucho?-.Es fascinante el concepto que tenían los griegos antiguos del amor. Un varón podía amar a otro varón si así lo deseaba. Algo hermoso como el amor, sin importar entre quienes sean, es hoy día visto como algo horrible... Es una pena, ¿no crees? Hoy día ese tipo de relaciones la ven como algo monstruoso. ¿Por qué? ¿Por qué cada uno no puede amar a quién desea? ¿Qué mal hay en ello?

Estuvo a punto de abalanzarse sobre él. Estuvo a punto de besarlo en los labios. De tomarlo por la cintura y pegarse contra él De morderle y aspirar su perfume. De empujarlo contra el escritorio y...

Pero en lugar de eso dio un paso hacia atrás y fue hasta la mesita donde estaban los vasos. Rellenó el de Tim de vino y el suyo propio con whisky. Volvió hasta su acompañante y le entregó su copa.

-Bebe hombre, no te cortes. La noche es larga-dio ejemplo dándole un buen trago a su licor-. Ven, vayamos al jardín trasero, hace buena temperatura...

No se lo pensó dos veces y tomó a Timothy de la mano. Dos grandes puertas daban al jardincillo trasero, rodeado de altos arbustos, proporcionándoles la más absoluta intimidad. En medio de la hierba había un banquito de madera donde cabrían dos personas. Estaba algo destartalado pero venía con la casa y todavía no lo había podido arreglar ni pintar. En cualquier caso se sentó sobre la madera, que crujió al sentir su peso. Pero no soltó la mano de su invitado.

-Siéntate por favor...

Un vientecillo cálido hizo que los árboles se movieran. Los pajarillos trinaban. En el cielo se veían las primeras estrellas y la luz solar iba atenuándose. Era una hermosa estampa.

Bueno, muchas gracias - Dije luego de que Sebastian expresara que podía conservar el libro. - Intentaré hacer un gran esfuerzo por estudiarlo. Siempre es interesante ver al mundo desde distintas perspectivas. Y no dudaré en preguntarte cualquier duda que se me asome, por supuesto. - Era difícil explicar el tipo de diálogo que estábamos teniendo allí. De alguna forma me parecía que había una seducción entre ambos pero me costaba creerlo y a la vez me causaba cierto temor. Si bien reconozco que en mi forma de hablar y actuar se denotaba cierta seducción, al mismo tiempo me daba miedo finalmente que algo de todo eso pudiera llevarse adelante. Mi falta de experiencia en eso hacía que una incertidumbre recubierta por temor se gestera en todo mi ser. Aunque más allá de la incertidumbre también había cierta curiosidad.

Me arrepentí bastante de haber mencionado el Banquete luego de escuchar lo que Sebastian decía. Al escuchar sus palabras mis mejillas se cubrieron de un rojo intenso y un sentimiento de vergüenza. Me preguntaba con que intenciones lo había dicho. Sólo se me ocurría que tal vez hubiera descubierto que yo sentía cierta atracción hacia él y decía aquello para burlarse de eso a modo irónico ¿O sería que tal vez realmente pensaría de aquella manera? Si era así, no sabía pensar si eso era peor o mejor. Dar el primer paso ante lo desconocido es siempre difícil y atemorizante. No sabía que responder ante lo que me había dicho. No sabía finalmente si tomarlo como una burla o como una insinuación. Ambas cosas me daban temor. - Sí, es un libro muy interesante... - Terminé diciendo con bastante inseguridad.

No me quedo otra alternativa que tomar la copa y beber un pequeño sorbo. Por una cuestión de cortesía y de no verme como un niño no podía rechazarle. Aparte su manera un tanto invasiva de darme la copa me impedía por completo negarme a aceptarla.

Si es cierto. - Le dije. - Hoy es un día muy hermoso. Aunque ya el sol esta empezando a irse. - Luego sentí como el muchacho tomaba de mi mano y me sentí extraño. No entendía por qué había hecho eso. Mi corazón latía más fuerte y me sentía muy nervioso y algo avergonzado ¿Acaso realmente Sebastian sentía atracción por mi?

Me condujo hacia el patio trasero y se sentó en un viejo banco que estaba allí indicándome que hiciera lo mismo. El banco era pequeño así que cuando me senté sin soltarle la mano nuestros cuerpos quedaron muy cerca. No sabía que decir o hacer. Me sentía nervioso e inseguro. - Que hermoso lugar. - Pude decir. - Aunque comienza a hacer frío aquí afuera. - Y en verdad era cierto. Había un brisa que traía un viento un tanto frío que hacía que por momentos tuviera escalofríos y se me pusiera la piel de pollo.