Khâlid [ID]

Psicología & Poderes

De temperamento complicado, siempre mantendrá sus dos facetas; la del joven reflexivo y acallado, y la del mal genio que se le da algunas veces. Luego de amoldarse a gusto desabrido de quienes consiguieron adiestrarlo, por lo general su esencia más iracunda es la que prevalece en él. A diferencia de lo que era antes, no le temblará la mano en misión que se le ordene, e incluso llegará a disfrutar del mártir ajeno. Una pobre mente descarriada por sus superiores, ya sólo reconoce el mal aspecto de cada raza sobrenatural. No distinguirá a ninguna como mejor o peor, sino que todas merecerán el mismo castigo, incluso él.
Su cerebro aún recuerda los sabios conocimientos de eruditos, tomándolo simplemente como otra “enseñanza” en la que se le ha impuesto la repulsión. Tanto fue su éxito dentro de la misma, que ahora algunos recién empezados en su respectivo grupo le han tomado -irónicamente- de líder, y hasta orgullo siente de su facción y resto. Frío y precavido, no se muestra abierto a cualquier conversación. La desconfianza es un aspecto que ha llevado por muchísimos años, pues incluso en el interior sospecha de la misma inquisición. El mal auguro bien se le ha hecho presente múltiples veces, más no posee intención de abandonar la mencionada por ahora.
Suele mantener una excelente educación frente a quienes considera justos a su juicio, mientras que con las otras criaturas les resta una lengua que, aunque educativa aparenta ser, filosa y sarcástica resulta al fin.




• Velocidad: Posee la habilidad de trasladarse de un lugar a otro con gran facilidad y a tiempos inimaginables.
• Fuerza Sobrehumana: También posee una gran fuerza inmensurable, la cual ha aprendido a manejar con el correr de los años.
• Atributos: Colmillos afilados, además de una piel de un blanco porcelana y algo traslúcida.


• Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento). El tiempo de recuperación varía según el nivel de gravedad de la herida o lesión y su ubicación.
• Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad; de este modo saben si está bajo amenaza. Este poder también le permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.


• Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
• Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
• Infligir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en, como su nombre lo dice, infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.

Historia

Remontándonos a siglos olvidados, donde preciados menesteres quedan reducidos a una simple antigüedad costosa, donde increíbles aventuranzas relatadas a través de generaciones por viejos sabios, son incluso tachadas de absurdas por ingenuos jóvenes, es donde se encuentran retazos de la cronología de Badr.
En una era arcaica de la Mesopotamia nos encontramos con sus inicios, débiles memorias. Había nacido en gracia de su madre y despecho de su padre; poco tiempo después deberíamos saber que recibiría la compañía de un hermano al cual llamaron Caín. Como el sol y la luna, su unión tarde o temprano les conduciría un porvenir de maldiciones inevitables. Adila ocultaba el atesoro a su ideología; imaginar tan sólo el hecho de que su esposo se enterara le producía temor. Por otro lado Târeq, o como prefieren llamarlo hoy en día, el príncipe maldito, era un hechicero nigromante que apostaba a otra clase de divinidad individual, y como profeta en su tiempo creía en el castigo si de desobedecer a su único Dios se trataba, sin mencionar que en secreto guardaba una entidad maldita que se habría engendrado en él con consentimiento. Lamentablemente éste último con el tiempo llegaría a descubrir el error de su madre no tan sólo por sus ideas sino también por su plan de crear en un futuro una orden que resguardara sus valiosas creencias.
¡Herejía! Su madre fue señalada de arriba abajo como una sucia pagana que ofendía la voluntad de Yahveh. No hubo misericordia al condenar a muerte a su propia mujer, lanzándola a los mismísimos vampiros para que hicieran de ella un festín que hasta pequeño quedaría. Hasta entonces el pequeño Badr y su hermano vivirían al cuidado de su padre, atesorando sin embargo (y por supuesto en secreto) las enseñanzas de su madre, en las cuales se encontraban incluso la idea de crear cierta orden.
Los años transcurrirían, y el joven llegaría a los veinticuatros inviernos con millones de disciplinas impuestas encima por su padre. ¿Acaso la esencia de Adila arraigaba demasiado en su interior? Un castigo tras otro, y aún así apostaría al amor de los dioses. Aquí es donde el bullicio de teorías ajenas comienza a alborotarse. Qué ocurrió realmente, cómo es que hoy en día es el ser que es… Las suposiciones son lo que quedan.
Dicen los grandes conocedores que el príncipe maldito enloqueció hasta el punto de sostener entre manos la idea de que su señor le había otorgado el don del castigo divino, y la demente ocurrencia de que tal vez condenando a su hijo a la eternidad, este terminaría por redimirse con el pasar del tiempo. Desde aquí ya no se sabe más del “porqué”, del “cómo”, ni del “cuándo”. Así como los días pasaban, el anonimato se hacía más presente en Badr, en conjunto a su inusual apariencia pálida y atemorizante. La condena le había sido impuesta, y cargar con la desgracia él debía. Y enfureció, desconcentrado por la irá de un juicio injusto, la sangre de neófito iracundo borró toda fibra de compasión, terminando por asesinar a su padre, quien, segundos antes de muerte, juró volver en toda forma posible en un futuro a recuperar su poder. Estaba claro que no había sido realmente Târeq quien le había hablado sino la entidad vuelta una furia.
Como un monstruo se veía, se despreciaba. Ilusamente había esperanzado con el don de su madre, que claramente no se trataba de uno sobrenatural sino uno mucho más elevado, que lleva consigo una bienaventuranza trascendental en cuanto se podía referir a la compañía de aquellas almas ilustres, aquellos seres de gran poder. Pero no, había “heredado” finalmente una maldición forzada por su padre. Aún desorientado, no era más que el ansia de cargar semejante eternidad para él solo. ¡Esta no era la manera en la que buscaba inmortalizarse! ¿De quién se alimentaría ahora? Sería rechazado por quienes tanto había alabado. Tanto era el repudio que se imponía a sí mismo que terminó exiliando en su propia soledad, en su propio odio, teniendo como única compañía sus debates; a pesar de todo no contaba con el valor para terminar con todo ese mártir. Sin embargo, el odio fue sucumbiendo y sucumbiendo hasta el silencio, hasta el serenismo mismo. Y de no ser por las claras memorias de su madre, este seguiría así por el resto de la eternidad, metafóricamente consumiéndose por Utu. Pues, de varias remembranzas y aspiraciones aún cinceladas en su piel, creyó que al final de todo usar su eternidad como soporte del ideal de Adila, sería una buena idea, y de esta manera se volvería más soportable.
Una hermandad que los uniera, un propósito que trascendiera con devoción hasta tiempos actuales, así nació una orden que hoy se conoce como Orden de Agartha. ¿Cuándo sucedió exactamente? Nadie sabe, pero bien cuentan lenguas conocedoras que fue este mismo joven quien dedicó gran parte de su existencia a recorrer el mundo en busca de sabiduría de los que ahora son nuestros importantes ancestros, cultivándose con sus costumbres, atesorándolas para asegurarse de transferir el tesoro de sus memorias a quienes estén dispuestos a oír y proteger semejante legado. Su visión del mundo cambió y también se vio enriquecida por estos conocimientos. Ahora no sería tan sólo crear el sueño de alguien más sino que la dicha y destino de ello abarcaría más que un simple cambio. Era una orden secreta, pues aunque abierta estaba a oyentes sinceros, no todos estaban preparados o con alguna razón para enterarse de ella; un gran error podría resultar por el descubrimiento enemigo, y era algo imperdonable. Las revelaciones hablarían acerca de una tríada, compuesta por tres sus ramas importantes, asumiendo la analogía del dragón de tres cabezas. Éste tomaría su puesto como el dragón dorado, el primer líder, creador y más antiguo por defecto, y de momento no podía permitir que caiga en manos equivocadas. Su otro propósito era el de destituir la fuerza imperiosa que había dejado las semillas del príncipe maldito. Y aunque más fuerza adquiriría Badr con el tiempo, más ayuda necesitaba de los otros integrantes aún desconocidos.
Pero constantemente se mantuvo luchando por siglos como principal representante hasta el momento. Vio reinos levantarse y caerse con el curso natural, ambicioso y egoísta de sus creadores. Con engreimiento se elevaron y con engreimiento se derrumbaron. ¿Hasta cuándo seguirían sus acciones? Por muchos milenios más me temo.
Tendría que aguardar casi un milenio para que una ordinaria noche trastabillara con la presencia de una extraña mujer de igual apariencia pálida, al estar sucumbido en sus usuales reflexiones. Dirían que Nannar deseaba conformar de una vez por todas su unión, y bajo sus brazos logró divisar de quien se trataba finalmente.
Mujer bañada también en la condena, en sus ojos acunada muchos siglos de vida, y bien sabía que la sabiduría era otro de sus rasgos. Sus facciones y esencia le revelaba mucho más que uno de los rostros pertenecientes a la tríada; era un encanto no tan sólo para la vista sino con su particular misterio. Había encontrado quizás más que a su compañera. Inmediatamente se disculpó por su aparente torpeza, y le pidió paciencia, pues más de una historia y propuesta tenía para ella.
Por divina gracia las fuertes profecías retomaron rumbo hacia los planes correspondientes, finalmente ahora con al menos dos integrantes a su lado. Su preciada hermandad recobraría esta vez más fuerzas, esperando ahora de manera definitiva la unión del tercer miembro.
Muchísimos siglos en fiel compañía de aquella mujer, siglos que se transformarían en milenios. Ambos en búsqueda del tesoro más grande de todos: la erudición de los más sabios, merodeadores del saber de ciertas reliquias. Viaje tras viaje, conocimiento tras conocimiento, la “pareja” se volvería un verdadero emblema para la orden. Sus seguidores, por otra parte, seguirían sin miedo y hasta con regocijos sus propósitos.
Pero al parecer entre los frutos de tantos hallazgos y vencidas se encontraría materia podrida, oscura, que buscaría equilibrar el balance imperfecto del que todos hablaran a escondidas, y quienes aún más dentro de su comunidad deseaban evitar.
El cataclismo que comenzaba a gestarse en un imperio lejano arrasaba cada vez con más fuerza hasta la resistencia de los líderes. Su era voluntad era castigada por el ímpetu del enemigo, y de momento nada pudo hacerse para apaciguar el dolor. Deshonra incontenible, Badr no pudo siquiera llegar a contener a Arkana, sino verla perecer en la angustia e ira. ¿Sería mejor dejarla descansar o jugar un papel egoísta? No, no podría serlo con ella. Así como con pena la dejó ir, juraron reencontrarse en un futuro.
Pero ahí no podía terminar todo. Un descanso, noche mediadamente serenas, no sólo dentro de la orden sino él como individuo, por más que así fuera lo planeado, alguien buscaba castigo eterno a su comunidad, a sus ideales, y ya no bastó con múltiples destrucciones, sino que la cuestión terminó volviéndose más personal.
Mientras existía lo que casi podía llamarse respiro, Badr fue capturado por la organización de los Ángeles Custodios, miembros de la inquisición y quienes mantenían a Agartha como su principal enemiga, y, sabiendo de la posición de éste, buscarían una mejor venganza que limitarse a matarlo: convertirlo en uno de ellos. Cientos de ellos, muchos hijos mismos de una maldición, con el mismo fin en mente. Años, ¡siglos nuevamente! de enfrentamientos a base de tortura, predominando más, claro está, la psicológica. Lucha fue y de lucha fue absorbido. Luego de tanta batalla terminó sucumbiendo en su escalofriante mundo, y ahora lleva largo tiempo con los mismos asesinos que él tanto detestaba. De qué valdrá la orden ahora, en quién se apoyarán… La misma se fue deteriorando con el transcurrir de inviernos, y ahora es cuando más se preguntan: ¿Dónde yace la tercer miembro?
Khâlid… ese era el nombre que le habían otorgado y que actualmente lleva como suyo. Ya no era quien tantas costumbres y ideales había adoptado; era otro ser, otra marioneta de la inquisición. ¿Su pasado? De pocos fragmentos a nada, su pasado increíblemente casi lo ha olvidado, o al menos hasta en las cuestiones más básicas e importantes. Actualmente desconoce quién es Arkana, su existencia y vivencia, olvidadas.
Actualmente es del bando contrario, y desgraciadamente acarreará con ello el futuro de la orden. ¿En dónde continuará toda esta ilíada?