v e r i t a t i s ~ p r i v a d o

Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.

Si a algo le tenía miedo era a mi propia cabeza, de mi pensamiento, de aquello que con los años parecía ocultar, si no fuera por Pav, quizás sería una salvaje mas en eso me había convertido luego de la muerte de la familia que me había acogido si conocer nada de mí, las pesadillas iban desapareciendo y eso era gracias a que mantenía mi cabeza en otro lugar, pero la pregunta era ¿Dónde está tu cabeza? Mis prioridades habían cambiado, ya no era la venganza lo que movía mi cuerpo, ahora había vida, la vida era la que protegería  sin nada que perder solo ganar. Con los oscuros podía aprender más de lo que cualquiera podría imaginar, sabia sacar provecho de todo y estudiar era una de mis grandes capacidades, no solo se aprendía de libros si no que también de las personas, de los muertos, de los vivos de todo.  

Aquel día en específico se cumplían más de veintidós años del día fatídico y yo aun me veía tan joven como en realidad no lo era, apreté la mandíbula con fuerzas mientras  comenzaba a caminar con paso más firme, aquello me afectaría siempre ¿o  no? No había mejor lugar para despejar la mente que estar en la biblioteca, apreté mi puño con fuerzas y mi mano suelta se aferro del morral que colgaba de mi hombro, mire a mi alrededor y todos parecían en lo suyo agradecía que aun fuera de día, había prometió ir al bar por la noche y en realidad no era de mi gusto, estar rodeada de gente, intentar no leer sus rostros, siempre era lo mismo – Todos mienten -  dije entre dientes mientras camine más  rápido, las imágenes en mi cabeza me estaban matando por dentro, eran bellos recuerdos, mis hermanos y sus historias de fantasía que según ellos ayudarían siempre en mi formación… mejor dicho con mi Don aquel que casi nadie conocía. Agarre mi cabeza con una de mis manos y di un golpecito suave alce la vista y note que una mujer me estaba observando, su rostro mostro la sorpresa natural cuando es sorprendido, la comisura de su labio se movió solo unos pequeños milímetros demostrando que había conseguido algo, continué mirando y note que no era a mí que observaba y que sus ojos poco a poco mostraban en Celo que estaba sintiendo, cambié de dirección mi vista y note  una pareja que caminaba de la mano  - Ellos no se aman – susurre tan suave para que nadie pudiera escuchar. Mis cálculos habían sido certeros, una mujer celosa y una pareja engañándose. Infle mi pecho  y moví la cabeza rodeando los ojos. Odiaba mi don, a veces.

Entre a la biblioteca, el hombre en la entrada sonrió y como respuesta tuvo lo mismo, no iba a reparar en aquello sabía que era cortesía pura, nada más, ahora tenia mucho en que pensar, tal vez algún libro, o simplemente gozar del silencio y poder dibujar. Lenguaje corporal, o como yo le decía, micro expresiones, necesitaba  sacar provecho a mi día libre. Día libre sonaba extraño tener uno,  cada semana tenía un día o dos para mi, todo dependía  de cuantas misiones tenia por semana, al menos por ahora podía gozar de mi condenada libertad.  Sin hacer ruido me adentre en la gran biblioteca, su silencio me inundo completamente, respire profundamente como si estuviera en pleno bosque y  camine hasta el lugar donde solía refugiarme, doble en una galería mientras tomaba entre mis manos el libro de Da Vinci que  hablaba del lenguaje corporal mas que cualquier otro libro. Me detuve en seco y vi como un hombre ocupaba aquel espacio que yo a veces proclamaba como mío, hice una mueca y avance, pase por su lado mirando su rostro, leyendo sus expresiones… Un poco de floración, parecía asomarse por las líneas de su rostro y un poco de resignación asomaba… Todas las personas eran un libro abierto, saber leerlos era el valor de aquello.
 

La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.

Saque del morral de cuero gastado que traía colgado a mi costado un cuadernillo de tamaño regular, tome también un lápiz de carbón y acomodándome junto   a una mesa cerca de las estanterías hice trazos suaves, bocetos de rostros, pero no cualquiera sino de los que habían estado trabajando conmigo, luego de hacer el rostro de Pav abrí el libro y busque información sobre aquella expresión que plantaba la inseguridad, mientras pasaba de una hoja hacia otra llegue al cuerpo humano y sus posturas, ergonomía, la ciencia de las mediciones del cuerpo y las cosas que nos rodeaban, algo pequeñamente interesante. – Posturas- Susurre y mi vista se quedó en aquel hombre que me había saludado en aquel idioma que tanto extrañaba. La inquietud de aquel alemán se mostraba no solo en su postura, sino que también en el movimiento de sus manos, sus cejas, la comisura de sus labios, aquel hombre era un verdadero libro lleno de páginas ocultas. Suspire y seguí con mis trazos, a mis recuerdos llegaron las escenas de un pasado bastante lejano que hicieron estremecer a mi cuerpo, mi muñeca comenzó a moverse sola y sin pensarlo ya había dibujado el bosquejo de aquella noche cuando mi familia me hablaba de la inmortalidad.

No se cuánto tiempo estuve inmersa en mis pensamientos, pero la voz masculina me despertó de la ensoñación en la que me encontraba, mis ojos  se detuvieron un instante en mi boceto y suspire con tristeza, levante la cabeza con media sonrisa en el rostro- Es el único lugar de Paris donde uno puede encontrar un silencio descomunal y una tranquilidad invaluable – mis palabras parecieron una pincelada de todos los recuerdos que estaba teniendo en ese momento, deje caer mis hombros de manera sutil casi podría decir con cierta inocencia en mis actos tal cual como lo habían sido mis palabras. –Pocas personas saben apreciar un lugar como este – agregué mientras extendía mi mano de la misma forma que lo hacia él, su acento realmente me hacía sentir en casa. – Mucho gusto – sonreí – Karin Schütz – pocas veces decía mi nombre completo, pero él ya se había ganado ese respeto, a saber. –  Yo diría que se encuentra un poco inquieto – al terminar con aquella frase abrí mis ojos muy grandes, solía pasarme aquello hablar sin pensar antes en lo que estaba diciendo, más me hubiera gustado que en mi mente se quedara aquello.

Schütz… quedo en mi cabeza y mi familia de vampiros se agolparon en mi pensamiento, los extrañaba con demasía, necesitaba los consejos de Marie, mi madre y las noches de cuentos de mis hermanos, apreté la mandíbula y baje la mirada, veintidós años habían pasado y aun me dolía en aquella perdida… - ¿Hace cuanto que está en Paris ?– me apresure a preguntar, antes de que el nudo en la garganta me quebrara por completo.