Incordio [Rozz]

por **Aaya Maciej** Lun Oct 13, 2014 7:41 pm

“Las noches son turbias y bañadas de rojo, pero más oscuro, profundo y crepitante es el día, donde solo un féretro me cubre de la muerte”

Sonidos de papel rondaban por toda la cuadra, había tenido una estancia agradable en aquel teatro de cuarta, que según decían era el mejor de todos. Claro, para los vampiros efectivamente lo era. Tenían humanos por todos lados que luego de hablarles un rato se los podían llevar con simpleza a la casa y devorarlos con tranquilidad y placer. Era algo cotidiano, incluso algunos seres vivos sabían de aquella costumbre y se convertían en esclavos de sangre de chupadores. En su momento, había pensado que era algo absurdo, que era mejor ir y cazarlos a la antigua. Pero gracias a la cantidad de inmaculados de la iglesia rondando por toda la ciudad, había decidido prevenir por un tiempo. Al principio lo había hecho aguantándome las ganas de comer, pensé que unas semanas sería suficiente y los movimientos frecuentes terminarían. Pero no y eso me había llevado a la dura pena de asistir al teatro. Me encontré con una maravillosa orquesta, con actores y esencias que calmaban el alma. Todos inmortales, pocos neófitos, lo mínimo que había visto eran niños de aproximadamente diez u once años de vampiro. Pero estaban bien, podían controlarse y me divertían. Seduje a una mujer con la gracia de una pluma, charlando entre cortado, dando el aire de un galán rudo de época. Las mujeres eran todas demasiado predecibles. Y me daba tanta hambre, con su cintura de avispa y el brote de deseo en sus ojos, solo quería clavarle los colmillos lo antes posible.

Me había enterado, para mi desgracia; que no se permitía beber en las cercanías. Algo que sin lugar a dudas se debía a los rebeldes que estaban por todos lados. No me consideraba uno de ellos, no tenía deseos de que los humanos descubran nuestra raza, pero tampoco me interesaba protegerla. Y por ello, no me importaron las reglas. Me la llevé, agarrándola por la cintura, danzando con placer con ella mientras nos acercábamos a la puerta. Yo sabía que había lectores de mentes en ese lugar, especulando quienes desean comer ya y quiénes no. Pero tenía demasiados años y mi poder de protección mental me habilitaba para hacer lo que se me diera en ganas, aunque claro, varias veces ese pensamiento me había llevado al borde de la muerte. Pero aún así, salí con auténtica calma, le di besos suaves en los labios a la joven, solo para que ella deseara un poco más. Sus cabellos morenos empezaban a caerse del peinado y su mirada vacilaba ante mi deseo mordaz por beberla. Pude llegar a la mitad de cuadra y allí, en un callejón que daba hacía la mugre de la ciudad, la golpeé contra la pared. Parecía ser un amante deseoso por tener sexo salvaje con su acompañante, pero no. Mis dedos repasaron por el cuerpo caliente de la muchacha, la excitaron con cuidado y cuando hubo gemido un par de veces ante la sensación dulce de mis dedos rozando su entrepierna. Mordí su cuello, clavé los colmillos con profundidad y el dulce sentir que ella tenía empezaba a incrementarse. Teníamos esa capacidad de darle muerte a una persona con placer, llevarla hasta el límite, que sienta el climax por mil y luego, todo se apaga. Y así fue, limpio y certero, los jadeos resonaban hermosamente y la mujer movía las sedosas piernas buscando un poco más. Se lo dí, le di el beso de la muerte. Justo llegando al ras, ese instante anterior a palpar el alma con la lengua. Había bebido lentamente, había hecho durar aquella bolsa de sangre lo suficiente para que parezca un cascarón vacío y aún no moría. Aún me miraba temblando, agitada, su ropa chorreaba el dulce sabor del clímax. Acaricié su nuca y la observé un poco más. Casi con el deseo de convertirla, solo para cumplir una venganza, pero no iba a suceder. Me quedé quieto, solo mi dedo se movía, aquel que seguía dando placer a la suave textura de su punto rosado entre las piernas. — ¿Quién me interrumpe? — Pregunté con curiosidad, esperando que llegue aquel perfume femenino que tan dulce se notaba.

“Es un placer, que no descansa y un dolor que siempre vuelve.”

por **Rosslyn D'Aria** Miér Oct 15, 2014 12:26 pm

En silencio se movía, como un sigiloso gato negro, mimetizada con las sombras que poblaban las calles aledañas al teatro, escuchando el rumor del viento colándose entre las grietas, las voces mortales como rezos y sus propios demonios que aguardaban, murmurando inentendible mente. Podía escucharlos, los sentía cercanos, necesitaba alimentarse, pero no una sangre cualquiera no, pues había renunciado a beber sangre humana, a menos que fuese necesario, claro, pero prefería aquel nuevo placer, aun que resultaba mas difícil de encontrar, una victima perfecta entre su propia especie, un vampiro neófito, mucho mas joven y menos presto que ella, pero no lo había encontrado y tampoco lo buscaba, se sentía fortalecida gracias a la sangre de aquel extraño vampiro que había encontrado dos noches atrás, casi al amanecer, en busca de su propia destrucción y ella le había ayudado, había echo su buena obra, ayudar al prójimo a extinguir su existencia y así ella había obtenido la deseada sangre que acallaba a sus demonios.

Seguía caminando, escuchando sus tacones golpear con los adoquines desgastados, sintiendo el rosar de su falda en sus largas piernas, canturreando casi alegre, solo hasta que percibió aquel dulce aroma que la torturaba, la sangre. Sangre fresca y tibia, distinta a la de los vampiros, sangre viva. Se detuvo y guardo silencio, observando entre las sombras a lo que parecían dos amantes entregándose a sus pasiones contra la sucia pared del callejón, del basurero.

- No esta permitido alimentarse cerca del teatro– dijo ella con su voz ligeramente áspera, sin dejar de ser femenina -. ¿Quién es usted y que hace rompiendo las sagradas reglas del teatro? – Pregunto ladeando el rostro en un gesto demasiado extraño para una mujer, era mas un gesto que podría haber echo una criatura, un gato que estudia a su posible presa, calmada y en silencio, con los brazos laxos a sus lados. Parpadeo un par de veces y volvió a mover el cuello, enderezando su postura, dio un paso al frente, aun observando a la mujer moribunda en los brazos del desconocido vampiro.

por **Aaya Maciej** Mar Oct 21, 2014 10:48 pm

“El placer que solo se encuentra en las fosas de un inmortal”

Silvé con ironía cuando un corsé ajustado hizo acto de aparición, la escasa luz de las calles la enfocaba y relucían unos ojos gatunos, un cuello alargado, así como sus piernas y brazos. Parecía más una muñeca de porcelana hecha a medida, que una simple vampiresa de escasa edad. ¿Por qué suponía eso? Su tersa piel colorada, adornada con un aura viva que solo los de menos de cien años podían llegar a tener, era eso lo que me indicaba el promedio de su longevidad. Me gustaba eso, me interesaban los jóvenes, ¿qué pensaban? ¿Qué hacían para sobrevivir al paso de los años? ¿Tenían familia humana aún? Pensaba mil cosas al mismo tiempo, porque yo, jamás había entendido eso de verdad, me había metido en el servicio a mi tierra desde que había nacido y jamás había cuestionado nada de ello. Y por ello, mi sonrisa de largos colmillos se hizo más grande y con movimientos suaves seguí torturando a mi amada víctima, lentamente, sintiendo sus signos vitales, como se apagaban y se avivaban a cada toque. — ¿No lo está? Mmm, son preguntas interesantes, déjame terminar con esto. — Chasqueé los dientes, el juego con la humana se había acabado. Mordí mis labios y la sangre cayó en su herida, cubría la marca de mi alimentación, saboreaba un poco más su piel, mordía su lóbulo con excitante deseo, bajando una mano por sus pechos, acariciando las dulces curvas. Mi mano libre se acercó a su cuello y como si fuese una pequeña rama en el camino, su nuca se desgarró por dentro. Sus ojos se desorbitaron, su alma salió del cuerpo y se fue al más allá, con el último grito de placer que sin dudarlo podía decir que lo había disfrutado.

— Josseph, así me llamo en esta época. ¿De verdad piensas que existe alguna cosa sagrada en el mundo? Ahh, que pena, quería hacer más cosas con ella. Rompiste el momento. ¿Quién eres tu preciosa? ¿Acaso no era un hombre o un niño, el dueño de este teatro? Me han sorprendido, bastante mejor de lo que imaginaba. — Sentencié con armonía, mientras metía la mano en un bolsillo y de allí sacaba un pañuelo blanco y suave. Lo pasé por mi cabello y rostro, luego por las manos y con una delicadeza casi calculada lo tiré sobre el rostro fallecido de la humana que yacía a mi lado, las extremidades estaban en posiciones extrañas y el aroma ácido de su sexualidad seguía emanando flujos, que al ya estar muerta se mezclaban con heces y desechos humanos que prefería olvidar. Me acerqué a la joven, con ambas manos en los bolsillos como quien no sabe de qué lo están regañando. Realmente, no me interesaba, nada lo hacía, no tenía un cable que me conecte a la tierra, yo, vivía en mi mundo, donde aún era un valeroso vikingo a la espera de la guerra. — ¿Mmm? ¿Qué es esa mirada? No creo que esté en tu favor atacarme, sería interesante tener una compañía hoy, caminemos, no será prudente quedarnos al lado de mi amante fallecida. — Ridículamente enfaticé sobre la mujer que acababa de asesinar hermosamente y dejé salir una risa, que casi se convertía en carcajada, seca y distante, sin siquiera un deje de gracia.

“Solo hay una manera de conectarme con la realidad.”

por **Rosslyn D'Aria** Jue Nov 20, 2014 1:21 pm

El silencio se hizo, una vez la mujer humana falleció, una vez que su espíritu floto fuera de aquellas ataduras carnales, que en un orgasmo se haya dejado ir del todo. Pudo ver la entidad salir del cuerpo, como una niebla que se dispersa y desvanece lentamente después de una helada y luego vinieron los aromas de la muerte, desagradables que le recordaban siempre su desgracia.

- No lo se – contesto a la pregunta, no creía realmente que hubiera algo realmente sagrado, pero le gustaba respetar la regla del teatro. No alimentarse cerca de el, más por seguridad y no levantar sospechas que por lo que realmente implicaba, sabía que no había castigo a ello, pues el administrador del recinto, parecía no querer liderar a los actores vampiros del teatro.

-Mi nombre es Rosslyn – dijo ella con calma, dando un paso hacia atrás, haciendo sonar el tacón de sus zapatillas contra los adoquines, sintiendo el poder que emanaba del vampiro, aun que no era tan poderoso como el administrador, pero el echo que fuera mas alto que ella, que tuviera esas formas mas masculinas que el líder, la comparación inefable, el poderoso vampiro que “dirigía” el teatro no aparentaba ser mas que un niño en comparación a este vampiro, sin embargo, a ella no le cabía duda de que el, Armand, como se hacia llamar, era muy poderoso y peligroso. No temía, simplemente era precaución, por que en el estado lucido en el que se encontraba, era así, mas precavida, pendiente a los acontecimientos que sucedían a su rededor, algo que en aquel estado al que ya se había habituado a estar, en la inconsciencia rodeada de sus demonios, no le hubiera importado estar frente a ese vampiro o en posible peligro, como le había sucedido en el cementerio hacia ya algunas semanas, ni cuando Armand la había reclutado, años antes -. ¿Por que habría de acompañarlo, Monsieur? – pregunto ella, manteniendo prudente distancia entre ellos, sin llegar a ser mal educada -. No lo conozco y no se cuales sean sus intenciones.

por **Aaya Maciej** Vie Dic 12, 2014 6:48 pm

“El dulce sabor de la muerte recorre por los gritos de la tempestad”

La sangre cansina se alzaba en mis venas, el dulce néctar había sido impregnado en mi esencia y podía sentir la nueva energía vital recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Con los ojos semi cerrados, la escuchaba, la miraba. La figura inmortal frente a mí me hacía sonreír, siempre había tenido una afinidad filosa con los seres más jóvenes que yo. Disfrutar magullarlos y molestarlos, fastidiarlos hasta cansarles la lengua. Pocas veces había asesinado a uno de los míos, solo en ocasiones especiales, donde el neófito abusaba de su poder nuevo y fuerte o cuando intentaban mostrarle al mundo entero que eran mejor y más especiales que los demás. No, no, nuestra raza debía permanecer por siempre en las tinieblas, aún si en ese caso yo estaba rompiendo una regla como aquella, nadie notaría más que un crimen de violación. Me preguntaba si aquella pequeña estaría del lado correcto; saboreé las posibilidades, matarla o no matarla. Jugar o no jugar, el equilibrio estaba en la palma de mi mano. Si tan solo ella lo reclinara, podría saber la respuesta a mis titubeos. — ¿Y entonces si no lo sabes, por qué dices palabras sin sentido? — Enarcando la ceja como quien no da a perdonar un error seguí acercándome. Claramente era una hostilidad bañada en dulzura, por mi parte, no había mejor cosa que disfrutar de los errores ajenos, en aquel caso, me veía en la dulce necesidad de introducirme en sus pensares, sacarle a los forcejeos aquellas cosas que quizá me harían encontrar una nueva Paris, llena de acontecimientos que me estaba olvidando. Relamí entonces el interior mis labios y me quedé especulando.

— Mis intenciones pueden ir desde quitarte la inmortalidad, hasta tener una amena conversación con una joven y neófita vampiresa. Por lo pronto, no tengo intenciones de hacer la primera, sería poco respetuoso de mi parte y no me haría ganar nada en especial. — Saqué entonces la lengua y la pasé por mis colmillos, simpáticamente, explicaba que ya me había alimentado y mis deseos eran tan tranquilos como los que solía llevar en mi vida cotidiana. Más que ir y estafar a algunos humanos no hacía y en ese estado tan lúcido y llevadero, solo deseaba disfrutar la noche y la luna que se reflejaba en mi piel casi acharolada, como un mármol recién limpiado. — ¿Cuántos años tienes? Tu piel luce con bastante color, debes tener menos de diez años así. Cuéntame, ¿quién dirige este teatro? Me han contado muchas cosas, pero pocas veces he entrado. — Tocando la pared húmeda del callejón empezaba a dispersarme, caminando con lentitud, no esperaba que ella me siguiera, en realidad, me daba igual, mis deseos siempre eran cumplidos, ya sea molestarla, mantenerla junto a mi durante toda la noche o solo hablarle por unos míseros segundos. Todo eso, lo decidía yo, así es como había llevado toda aquella milenaria existencia y nadie jamás podría cambiar aquello, siquiera el dragón que cuidaba de mis deseos ahora mismo. Y lo recordé y mis ojos se afilaron; provocando que me gire para observar su figura, el deseo carnal surgió por unos segundos, simple deseo de tener un perfume femenino e inmortal en mi piel. — Rosslyn… ¿Trabajas aquí entonces? Acércate, no te comeré, tampoco te mataré. Acompáñame en esta noche, la soledad es aburrida. — Alzando mi mano, mis ojos azules profundos calcinaban la mirada ajena, insistían en que se acercara.

“Solo un cuervo puede escapar del grito del águila”

por **Rosslyn D'Aria** Lun Dic 22, 2014 5:25 pm

Se sintió ligeramente agredida, al sentir la mente del otro intentar meterse en la propia, se replegó y cerro su mente, evitando a que ese vampiro o cualquier otro intentara explorar su mente turbia, encerrar de momento sus demonios, aun que dudaba poder controlarlos por mas tiempo.

-El administrador... su nombre es Armand - dijo ella con calma, moviéndose teatralmente para darle espacio al vampiro de pasar a su lado, observando como se alejaba ligeramente y luego verlo regresar, no temía, aun que sentía peligro latente, por el poder que emanaba el vampiro, sabia que estaba en posible riesgo, pero su locura no le permitía escapar, de alguna forma el estar inhibida la mayor parte del tiempo la ponía en constante riesgo.

Trago un poco de saliva y dio un paso hacia atrás cuando Josseph se acerco.

- Tengo treinta años - contesto, se sentía nerviosa e hipnotizada por el color de ojos del hombre -Azul - murmuro y sintió como su cuerpo reaccionaba a la simple mención de la palabra y al recuerdo que aquellos ojos azules despertaban en ella, azul.... ojos azules... azul.

Sentía sus manos temblorosas y bajo el rostro al tiempo que apretaba sus puños con tal fuerza que corto sus manos con sus propias y afiladas uñas, el dolor era mejor que los recuerdos, prefería el dolor a los recuerdos, aun que la sangre no ayudaba a disolver el mal recuerdo.

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