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Cruzando el lago [Loree y Vlad] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Darko DeGrasso Lun Oct 13, 2014 8:41 pm

“El destino es caprichoso y testarudo. El camino está elegido desde que nacemos y nosotros, solo forjamos la senda, con más o menos vueltas”


‘Siempre estaremos predestinados a encontrarnos con las personas que los dioses nos han encomendado.’ Eso es lo que me decía cada mañana cuando mis serpientes me despertaban. Ahora eran solo dos, pues la hermana de Aghá había decidido quedarse con aquel hombre de los símbolos que hacía poco había conocido. Meretseger, mi cobra real, se enredaba en mi cuello, silbando con sequedad, anunciando que se iría a cazar. Así nos tratábamos, ellas me comprendían a mí y yo a ellas. Nos amábamos como el humano corriente no podría saber jamás. Luchábamos por sobrevivir de la misma manera. Yo ofrecía mis espectáculos o leía la suerte de las personas, muchas veces también vendía algunas artesanías, todo para conseguir los instrumentos justos y necesarios para vivir a salvo y sin problemas. Esa noche no había tenido ningún sueño perturbador, los colores habían sido suaves y no había sentido presión en mi pecho, solo un vacío que se llenaría cuando me alimente con el desayuno. Me desperecé y di mi ofrenda a los dioses de los puntos cardinales, también al cielo y a la luna. Pronto llegarían las fiestas de mis creencias, tenía que hacer un gran banquete. Quizá, si me esforzaba podría invitar a otros gitanos a celebrar. Terminé con ello y me alisté, un vestido verde oscuro con una camisa suelta color maíz por debajo, los zapatos bordados, de grueso espesor, para poder caminar largas distancias. Y la gran capa que escondía a mis hermanas por arriba de todo, aún en verano la usaba, aunque esa era más liviana, de una tela mucho más suave, pero no podía negar que también hacía algo de calor allí debajo.

—Iremos a recolectar hierbas y algunas frutas, quizá encuentren más alimentos por la zona húmeda, cerca de los lagos... ¿Quieren volver a verlo, no es así? Quizá. Pronto. — Dije al aire con calma, con una serenidad inexorable y comencé a caminar con una canasta de mimbre en la mano. Dentro había varios frascos de vidrio y pequeñas bolsas de algodón para tomar lo necesario de la madre naturaleza. A cada corte daba las gracias y a cambio daba un poco de mi energía a la tierra. Cada animal que me había comido en mi vida, cada fruta, cada fibra. Era algo que no me pertenecía y que debía pedir con honores para que me fuera cedido. Esa, era la forma de vida que había elegido para mí. Muchos me consideraban loca, gracias a los cielos no me importaba lo que dijeran de mi persona, no era antipática con la gente, pero tampoco me moría por hacer sociales y mucho menos con personas de mente cerrada que no comprendían la gravedad de las cosas. Así fue como seguí caminando, pasé por los bosques y en fui hacía el lago, allí en los bordes crecían flores, algunas para hacer té, otras, férricas con las que se podía hacer venenos. Todas las especias recogía, nunca se sabía qué clase de cosas podría necesitar.  En un costado, había un gran arbusto, las uvas se amontonaban y caían algunas al suelo. Francia era la capital del vino y con ello de aquellos deliciosos frutos. Me agaché a recoger una buena cantidad y bendecí el árbol con cariño. Tenía una buena bolsa llena, me acerqué al lago para lavarlas y así poder empezar a comerlas en aquel costado. Mis serpientes se habían deslizado por el suelo, no había visto donde estaban y no me preocupaba. Ellas siempre volvían, sabían el camino a seguir. Me metí algunos frutos a la boca y al terminar de tragar los primeros, sentí ruidos al otro lado.

Cuando me di cuenta, sentí una presión en el pecho y la cabeza, tendría una visión. Peligro y ayuda era lo que sentía palpitando en mi interior, mis ojos lagrimeaban y mi piel palidecía. Sentía fuego en mis tatuajes, me quejé y con rapidez miré en forma de círculo, me sentía desprotegida, no sabía si era yo la que estaba peligrando o si era alguien quién estaba en peligro. Algunas veces, las visiones eran confusas, demasiado alarmantes, pero no daban nada de información. Quise maldecir a los dioses por no ser lo suficientemente claros, pero no pude hacerlo, mi devoción por ellos era demasiado grande. Así que solo pude buscar. — Meretseger,  Anfisbena, ¿dónde están? ¿Y quién está por allí? — Elevé la voz que salía grave y tersa de mi garganta. Tenía la melodía en los labios y de ese modo agarré la flauta que tenía en mi cadera, seguía esperando a que lo que fuese salga de allí. Pero tenía que encontrar a las cobras antes, así que apoyé el instrumento sobre mis labios y dejé salir el aire, moviendo al mismo tiempo los dedos. Dejando que el sonido mordaz y de alerta llamara a mis hermanas.

“Cruel sensación que solo los seres vivos podemos entender.”  
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Mensaje por Vladmiri V. Mckennitt Sáb Oct 18, 2014 4:33 pm



Beyond the old forest
Is a magic sacred garden
Alive, enchanted, for you


¿De nuevo iba a encaminarse en otra de las extrañas búsquedas dentro del enigmático mundo sobrenatural? La respuesta era: Sí. Hacía unos días que su prima Loreena –a la que consideraba como una hermana–,  había logrado interpretar el contenido de un viejo libro sobre seres elementales que había encontrado en alguna tienda de antigüedades. El texto parecía estar escrito en irlandés antiguo y eso le facilitó el trabajo a la joven bruja y al cambiante, quien también tenía conocimiento de aquellas lenguas muertas. Aquello pareció despertar la curiosidad innata de ambos y la intriga que se apoderó de ellos los hizo planear un nuevo viaje a ese mundo desconocido pero a la vez encantador. Todo parecía sacado de los más arcaicos cuentos de hadas o quizás las leyendas que se contaban en la vieja Irlanda sobre los seres que pertenecían a los bosques. Vladmiri como un buen Mckennitt, había presenciado desde niño toda clase de situaciones en las que se incluían a estas criaturas. En sus venas corría la viva sangre de los irlandeses y de los galos. Eran cosas que escapaban de la realidad de las personas comunes y que sólo parecían estar relatadas en los libros de historias para niños. Lo cierto era que aquellas fantásticas criaturas habitaban los bosques, las montañas, los lagos y las profundidades del mar. Estaban en todas partes, hasta en el aire que se respira día a día. En las diminutas gotas de lluvia que caen con elegancia desde las espesas nubes de tormenta. Todas ellas forman parte de la energía de la tierra viva y son dueñas de una delicadeza de cuidado, pues sus costumbres nada tienen que ver con las que se han creado en las sociedades humanas. Sólo los corazones nobles y aquellos que poseen espejos en sus corazones son capaces de coincidir con esos enigmáticos y vibrantes seres quienes custodian celosamente a Gaia.

Vladmiri acompañaría a Loreena a aventurarse a descubrir el enigma que se planteaba en aquel libro el cual los llevaría hasta la laguna de París. Habían estado otras veces en ese lugar, durante las prácticas mágicas de la pelirroja. El cambiante como buen guardián le seguía casi a todas partes, pues temía que algo malo le fuese a ocurrir, aunque bien sabía que la bruja sabía defenderse muy bien. Se adentraron en la espesura vegetal que rodeaba al lago, era un trecho algo largo, pero decididos empezaron a avanzarlo con calma, como si el tiempo no fuera problema alguno. Mientras avanzaban y ya conociendo las rutas que los llevaban hasta las apacibles aguas del lago, algo resultó fuera de lo común. De un momento a otro era como si el camino que seguían parecía camuflarse con el espeso follaje, confundiéndoles de vez en cuando. Vladmiri, quien era un tanto más precavido que la bruja, se alertó poniendo en aviso a todos sus sentidos. Iba con cuidado en cada paso que daba, prestaba atención a todo lo que le rodeaba, como lo haría cualquier bestia del reino animal. Loreena seguía distraída en su lectura e iba murmurando todo lo que podía, ignorando la actitud que había tomado su acompañante. El cambiante quiso jalarle las orejas a la muchacha al reparar en su despiste, pues ya las cosas estaban tomando un rumbo distinto y fue entonces cuando reconoció alguna que otra frase, ¡Esas palabras estaban avivando a los espíritus del bosque! Y si no se detenían iban a quedar atrapados en un laberinto sin salida. Justo cuando Vladmiri quiso alertar a Loreena algo detendría su avance y cayó estrepitosamente al suelo.

— ¡Por los bigotes de Bastet! —Se quejó al levantar su rostro, en el que quedaron pegadas algunas hojas secas, las cuales se quitó con cierto malestar. Algo se había enredado en su tobillo y al ver que se trataba de la raíz de un árbol que regresaba a su posición original, sus sospechas fueron confirmadas. Debían salir cuanto antes de ese lugar—. Loreena, me parece que deberíamos regresar a casa como adultos prudentes y hablarle al abuelo sobre ese libro. Quizás, él sepa algo que nosotros no. Ya sabes, él tiene conocimientos de todas estas cosas y podría ayudarnos y…

El cambiante se quedó boquiabierto cuando levantó la mirada y su compañera ya no estaba y para quedar más consternado, estaba justo frente al lago. En donde antes sólo había un largo trecho de tierra húmeda y de hojarasca, se abría paso un pequeño camino que llevaba directamente a la orilla de la extensa laguna. Observó a su alrededor y no había señales de la pelirroja. Se puso de pie inmediatamente sacudiendo sus ropas con cierto nerviosismo, si algo le pasaba a la chica, jamás se lo perdonaría. Recordó a sus padres y a su pequeña hermana y como el infortunio se los llevo para siempre. En esas tristes memorias, hallaría la calma que necesitaba, pues algo que había aprendido con los años era a mantenerse sereno en las situaciones más difíciles. Vladmiri bien sabía que ya no estaba solo, había algo que lo observaba entre las copas y las raíces de los árboles y al que tenía que hacerle frente en una forma menos amenazante. Fue así cuando abandonó su forma humana para adoptar el aspecto de un felino de gran tamaño y de pelaje oscuro. Una pantera. Sería mucho más fácil encontrarse cara a cara con el mundo natural estando en aquellas pieles. Se dirigió con cautela hacia las aguas del lago y antes de seguir avanzando un siseo captó su atención. El felino logró divisar entre las hojas dos formas peculiares, se había encontrado con dos serpientes. Alertado por aquellas presencias se alejó unos pasos de éstas, analizándolas con sus cristalinos ojos y cuando supo que no eran amenaza alguna decidió acercarse.

— ¿Ustedes también perdieron a alguien? —Les interrogó Vladmiri con su mente como si estas fueran capaces de entenderlo—.  Yo también he perdido a alguien muy importante y aunque suene extraño, ya éste lugar no parece muy seguro, ¿Me ayudan a buscar a esa persona? También les ayudaré en muestra de gratitud.

La pantera dejaba escapar sutiles sonidos que parecían pequeños ronroneos como si se estuviera comunicando con ambos reptiles, parecía que las serpientes fueran capaces de comprender aquel mensaje. El oído de Vladmiri captó algo familiar, era el sonido que sólo una flauta era capaz de crear. Aquel era uno de los instrumentos favoritos de los seres del bosque y antes que nada se puso en marcha hacia el lugar de donde provenía la preciosa melodía. Las serpientes siguieron a la pantera y ésta les invitaba con leves movimientos de cabeza. Vladmiri estaba esperanzado en que hallaría a Loreena pero al echar la vista hacia adelante frenó en seco al ver a una mujer de melena oscura. La causante del sonido que había escuchado minutos atrás. La observó fijamente preparado para cualquier movimiento de aquella. Detalló los tonos de su aura hasta sentirse finalmente tranquilo, ella no iba a ser ningún peligro para él. Al menos eso pensó. Pero ahora la cuestión era otra, ¿Ella también quedaría atrapada bajo el encantamiento que se cernía sobre aquel paraje? Los problemas empezaban a acumularse con el pasar de los minutos. Algo tenía que hacer y pronto.



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Mensaje por Darko DeGrasso Dom Oct 26, 2014 11:01 pm

“En los surcos de la realidad, se encuentra el pasaje a lo desconocido”


Era el susurro de la naturaleza sintiéndose inquietante, las hojas vibraban con un cierto presagio malvado y no fue hasta que las auras se desataron que mis serpientes habían revoloteado por el suelo, separándose de mí, largos metros. No temía que me abandonaran, eso no es algo que pasaría, yo las amaba y ellas a mí. Pero no sabía qué clase de cosas podían encontrarse, no me podía permitir perder a otra de mis amigas. En principio me acomodé derecha para tocar la flauta, el sonido era melodioso, pues no era yo quien estaba tocando, eran los dioses que me acariciaban los hombros y me daban aquel don de una manera sobrenatural. Mi aura gitana se expandía con dulce consuelo. Sentí a los seres mágicos del lugar acercarse, aquellos nunca lo hacían. Sí espiaban, siempre que le oraba a la tierra, que daba gracias a una flor, podía notar como invisibles ojos me examinaban. Lo sabía, era algo extraño, nadie se tomaba aquel trabajo de agradecerles a todos por las hierbas que nos regalaban. Pero había notado, con el paso del tiempo y el haberme asentado un tiempo en algunos lugares, que allí donde yo agradecía, luego se formaban grandes arbustos llenos de las plantas que yo necesitaba. Y por ello sabía de su existencia. Pero, ¿de qué se trataba todo ese alboroto? Una cosa eran miradas, otra era que las energías golpearan contra mí como si fuesen remolinos.

Jadeé, me sentí mareada por un instante y tomé mi frente como quien quiere detener un desmayo. Hice crujir mi cuello en un lento movimiento y miré hacia arriba, esperando una señal. — ¿Quién está osando modificar la naturaleza? Qué clase de encantamiento malvado le hace esto a la vida. — Me quejé y mis lágrimas casi caen como lluvia de mis ojos, sentía que el dolor era propio, que estaban modificándome a mí misma. Por un segundo, no pude respirar, tuve que agarrar con fuerzas el instrumento musical en mi mano y entre suaves caricias que me daba a mí misma, puse aquello en mi boca y movimientos suaves y acompasados dejaron salir un sonido de calma desde mí. Me senté en el pasto, con las rodillas dobladas y los pies apoyados en estas. Mis manos estaban equilibradas sujetando la armonía con ambas manos, mi cabeza se movía de manera circular y dejaba entonces fluir mi calma. Pasaron varios minutos y el siseo de Meretseger y Aghá se hizo presente, las cobras venenosas y poderosas se enfundaron entre mis piernas, con los colmillos a flor de piel y la lengua que revoloteaba de una manera sorprendentemente defensiva. Las observé y bajé entonces la flauta que tenía entre manos. En principio, solo las observé a ellas, me querían decir algo, pero no sabía qué. En mis ojos, se notaban las dulces lágrimas aflorando en la comisura de mis parpados y no pude prestar atención a la presencia de la que antes me había percatado. —Me hicieron asustar. — Mascullé tan dulcemente, que mi voz salió entrecortada y mis dedos se alzaron para acariciarlas. Fue en ese momento que mi mirada se secó.

A unos metros una pantera se hallaba, imposible, esos animales estaban más adentrados en el bosque. Tragué saliva, sentí temor y deduje que esto era lo que la premonición me había querido decir. Estuve a punto de alzarme para hacerme grande, de esa forma se podía llevar a espantar a un felino de ese tamaño. Pero mis sentidos se agudizaron sin consultarme antes y pude notar en el aura ajena, los mismos movimientos que tenía Zadok alrededor. Un cambiante, me dije a mi misma y entonces, con más calma y tranquilidad en mis hombros, agaché la cabeza e hice una reverencia. Todos los seres, sobrenaturales, humanoides y lo que fuesen, se merecían el debido respeto. Aun así los animales, pero sabía que aunque le hubiese hecho eso a una pantera de verdad, podría haber terminado asesinada y no tenía deseo de morir aún. Tenía muchas cosas por hacer, más de las que siquiera se imaginaba. — Me ha sorprendido cambiante, disculpe mi intromisión, ¿Sabe que le ha pasado a la naturaleza de este lugar? La energía de la laguna ha cambiado precipitadamente, el cielo está temblando y las aguas se mueven desesperadamente. Los seres mágicos del bosque están temerosos y me temo que algo esté cambiando el círculo natural de este lugar. — Lo dije sin más, apoyando ambas manos sobre mi pecho, tragando saliva mientras me acercaba a las plantas que antes había recogido. Estaban secándose las antiguas y unas nuevas estaban saliendo de forma muy veloz. Las enredaderas cubrían un árbol y las raíces de otro empezaban a enrollarse y a salir de adentro de la tierra, grandes y espesas. Esa laguna, que todas las mañanas recorría, estaba siendo transformada, modificada y asesinada.

— Algo está saliendo de entre los arbustos al otro lado del lago mi felino amigo. Me temo que la naturaleza querrá castigarnos por esto. Que la fuerza de los dioses nos acompañe. — Recé con las manos agarradas fuertemente y mis serpientes se acurrucaron, ellas mismas sabían que eso no era normal, pero para mi sorpresa, no fue algo lo que salió, sino que las plantas mismas se abrieron, lenta y extrañamente, se acortaban y se hacían más largas. Supe al instante que esto era obra de un temerario hechizo mal entablado. Miré alrededor y los árboles empezaron a juntarse, a alejarse y solo la laguna quedó como siempre. Me acerqué a ella, observé dentro y con la yema de los dedos estuve a punto de acariciar el agua, pero mis serpientes me detuvieron, con una amenaza directa a mis dedos. — Lo entiendo, tendremos que hacer algo al respecto. Al parecer solo nos queda este camino, ¿Podrías decirme tu nombre? Yo soy Deméter y soy una lectora del futuro. — Sonreí, solo con la gracia de la cual era dueña. Miré entonces a un costado y una entrada grande y esbelta se alzaba frente a nosotros. Me acerqué entonces y observé dentro. Había dos caminos, derecha o izquierda. Sin duda, un laberinto nos esperaba en ese lugar. Tomé de mi canasta de mimbre el cuchillo con el que cortaba las hojas e hice una cruz en la entrada. Esperando entonces a adentrarme en ese extraño lugar, donde los dioses me habían enviado.

“Que esto sea de mí, lo que ellos desean y yo así lo aceptaré.” 
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Mensaje por Loreena Mckennitt Vie Nov 07, 2014 10:27 pm

“The woods were alive with the fragrance of spring
But winter was everywhere clear to see
The moon shone bright and a bat on the wing
Beckoned me closer and said to me.”

—Dance of the Wild Faeries. Wendy Rule.




Dos pasos más y se convertiría en la conquistadora del mundo elemental. En realidad nunca pasaría algo como eso, pero a veces le rondaban ideas extrañas en la cabeza y es que Loreena no era muchacha de estarse quieta mucho tiempo. Siempre debía buscar la manera de complacer a su espíritu aventurero e inquieto. Aunque esto significara meterse en problemas a los que irremediablemente también arrastraba al pobre Vladmiri. Ese día no era muy diferente al resto, volverían a caer en lo mismo, pero en esta ocasión el culpable de despertar la curiosidad en la bruja y el cambiante era un extraño libro de tapa antigua que había ido a parar en manos de la persona menos sensata. Esa persona era Loreena, desde luego. Como cualquier Mckennitt, Loreena se sentía orgullosa de sus raíces irlandesas y por supuesto, de descender de los grandes druidas y de llevar sangre gala en sus venas. Con aquel libro, su ego se disparó a cantidades exageradas. Había hecho, quizás, el hallazgo más importante hasta los momentos. Ese descubrimiento la llevaría más allá de lo razonable, pues el contenido de aquel viejo libro no era simple texto que hablaba de los seres del bosque, sino que se trataba de un elaborado tratado de alta magia elemental y justo ella estaba iniciando sus prácticas en ese increíble mundo.

Alentó a Vladmiri a que la acompañara a la laguna de París, pues, aquel manuscrito hacía referencia precisamente al precioso paraje que llevaba más siglos en su lugar que la fundación de la ciudad. Pero había algo más en Loreena. Su magia y esencia eran capaces de atraer a los seres mágicos, cosa que había ocurrido desde que era una niña. Aquellos seres eran sus únicos amigos, luego del fantasma de su primo Quinn. Disfrutaba de esa compañía más que la de sus pares humanos, podría decirse que se sentía verdaderamente cómoda con ellos. Loreena prefería estar rodeada de espíritus y seres sobrenaturales que de personas, al menos éstos no la consideraban como una niña rara o no tenía que lidiar con las constantes emociones ajenas si sentirse ofuscada y tener que salir corriendo a los pocos minutos. Estando en París se ha topado con un par de criaturas más con los cuales ha entablado extrañas amistades. Entre ellos, está su primo Vladmiri y el ocurrente Lord Byron. Y es que para ser sinceros, Loreena odia socializar.

La joven bruja caminaba delante de Vladmiri, ambos habían terminado en los alrededores de la laguna de París, siguiendo las indicaciones del enigmático libro de seres elementales. La vegetación variaba a medida que avanzaban más, siendo más abundante en algunos lugares y menos densa en otros. Ambos se la pasaban visitando aquel lugar, por lo que el camino siempre sería el mismo, se lo sabían de memoria, junto con sus miles de atajos. Loreena murmuraba algunas frases inscritas en el texto, mientras que su dedo índice se paseaba por la áspera textura del amarillento papel, deteniéndose de vez en cuando en alguna que otra palabra que escapaba del vocabulario conocido de la joven. No prestaba demasiada atención en el cambiante que estaba a sus espaldas siguiendo sus pasos, ni siquiera supo cuando éste cayó al suelo e intentó hablarle. La pelirroja continuó con su distraído paseo, pero cuando la caminata se le hizo demasiado larga alzó su mirada mientras cerraba el libro momentáneamente. Frunció el ceño al darse cuenta que parecía que sólo estaba dando vueltas y que su destino se alejaba aún más. Pero su sorpresa sería aún mayor cuando se dirigió al cambiante y este ya no estaba.

— ¿Gato panzón? ¿Vladmiri, alías pantera gorda? —Interrogó la joven al aire como si éste fuera capaz de responderle—. Pero, ¿En dónde se habrá metido ese? Se fue sin avisarme esa condenada bestia. A menos que… Haya desaparecido.

La chica se dio suaves toquecitos en su frente con la mano empuñada, intentaba pensar con coherencia. Ciertamente, algo no estaba bien, incluso, había estado recorriendo el mismo camino durante largos minutos y la senda que debía seguir parecía no tener ni principio, ni fin. Loreena hizo una mueca al recordar algo en especial. Volvió a revisar las páginas del libro y halló entre ellas una forma semejante a la de un laberinto. Sus labios se separaron al caer en cuenta de que ella había provocado, gracias a sus poderes, el despertar de los seres dormidos en aquella naturaleza, que había permanecido tranquila hasta ese momento. Sólo bastaba hacer uso de las palabras correctas de la persona indicada y el apoderado de ese lago haría su grandiosa aparición, no sin antes dejar claras advertencias de que no sería nada fácil escapar de su reino alterno. No sólo ella estaría atrapada en aquel extraño juego, de seguro Vladmiri también lo estaría. Ahora si podría sentirse preocupada. Debía hallar al cambiante e intentar salir juntos de aquella arriesgada situación. Sin pensarlo dos veces se dirigiría a la búsqueda de su familiar sin ningún temor. Avanzaba con firmeza cuando unas pisadas a su derecha la distrajeron. Alguien estaba entre los arbustos. Pensando que se trataba de Vladmiri, la bruja se lanzó de inmediato a buscarlo, pero no había nadie, sólo arboleda y hojas secas. La energía natural se volvía aún más pesada, causando importantes cambios en el entorno. Hasta los árboles parecían tener consciencia propia en ese instante. Loreena se armó de valor y enfrentaría a esos seres como sólo ella sabía hacerlo, pues ya los conocía bastante bien.

—Ahora se supone que debería toparme con algún ser majestuosamente genial, ¿No es así? —Dijo Loreena con seriedad y sin dejar la ironía a un lado mientras abrazaba al libro, apegándolo a su pecho. Como siempre, vestía prendas de joven y no un elaborado vestido, pues odiaba tener estas indumentarias encima—. Lamento decir que no es lo que deseo en estos momentos. Sin ánimos de ofender, pero en realidad lo que más me gustaría es encontrarme con una criatura nada majestuosa que se transforma en lindos y regordetes felinos. Puede ser que ahora sea una adorable y educada pantera, porque ser gato sólo lo deja para cuando quiere que lo mime su “amiga” Cindy. En fin, estoy segura de que ya saben de quien hablo, porque ustedes lo saben todo y eso. Así que por favor, primero la pantera y luego los juegos, ¿De acuerdo?


Dance in the woods, under the mystical moon
Feel the embrace of the mother earth...


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Mensaje por Vladmiri V. Mckennitt Vie Dic 12, 2014 10:36 pm



“A lo lejos por los claros de los bosques,
pasa huyendo tenebrosa cabalgata,
y hay ardientes resoplidos de jaurías
y sonidos broncos de trompas de caza.”

—Las Hadas. Ricardo Jaime Freyre.


¿Qué clase de magia antigua contenía ese libro como para causar tanto alboroto? No lo sabía y la incertidumbre por saberlo aumentaba más en Vladmiri, especialmente porque Loreena, sin prudencia alguna, había despertado algún poder que avivaría a las extrañas esencias que habitaban en aquel lugar. Y eso no era para nada bueno, sabiendo que la bruja aún estaba inexperta en el manejo de sus poderes y habilidades. La imprudencia de ambos podía costarles muy caro. Ahora si sentía que aquel viejo refrán que dictaba con total seguridad “la curiosidad mató al gato”, aplicaba perfectamente en su caso. Al menos esperaba que Loreena estuviera bien y conociéndola, confiaba en que ella buscaría la manera de que ambos salieran de aquel gran –y mágico– problema. Pero ahora la cuestión era otra, no se trataba ya de ellos dos sino de alguien más. Sí, de la mujer con la que se había topado Vladmiri guiado por aquellas dos serpientes.

El cambiante ladeó la cabeza al ver como los reptiles se acercaban a la pelinegra y ésta los recibía como quien recibe cariñosamente a un hijo. Al menos, entre tanto ajetreo, algo bueno había ocurrido. Luego de presenciar la escena, el felino volvió su mirada a la de la mujer. No se atrevía a acercarse demasiado, no cualquiera esperaría toparse con una pantera en aquel lago. Bueno, ni él mismo se lo esperaría. Fue en ese entonces cuando la reverencia de aquella mujer le sorprendió y aún más cuando se refirió a él como un cambiante. “¿Cómo bigotes lo supo?”, pensó Vladmiri sin darse tiempo a meditar en la situación. Tardó, quizás, un par de minutos en salir de su estado de consternación, siendo incapaz de poder responderle a la dama. Analizó detenidamente cada una de las palabras de aquella, hallando una respuesta coherente, pues tampoco deseaba alarmarla. No siempre quedabas atrapado a mitad de la nada por el encanto de seres fantásticos. En realidad, eso era un completo y muy real disparate. Esas criaturas sólo se mencionaban en leyendas y en cuentos de hadas, pero eran tan reales como la lluvia, la nieve y toda manifestación propia de la madre naturaleza. Si pudiera exhalar en ese estado lo hubiera hecho, pero de seguro sonaría más a un gruñido que a otra cosa. Cómo decirle que los verdaderos causantes de todo aquel repentino eran los mismos que habitaban aquella naturaleza. Vladmiri no tuvo otra opción sino que dejar escapar la verdad, aunque pareciera más a un cuento de hadas que otra cosa.

—Honestamente no podría responderle adecuadamente a su interrogante, pues también desconozco un poco de qué se trata toda esta manifestación sobrenatural. Pero tengo mis sospechas, los mismos causantes de este cambio son los mismos que habitan el lago y sus alrededores, ya sabe, criaturas mágicas poco comunes. Es extraño, suelen ser escurridizos y son muy desconfiados con esencias ajenas a las suyas. Sin embargo, cuando alguna energía les atrae, tienden a llevarla consigo. Es algo… Que da miedo —expuso el cambiante al momento en que se conectaba directamente con la mente de aquella mujer. Sacudió su cabeza levemente guardando una breve pausa antes de continuar con su explicación—. Me temo que quieren a alguien en especial y luego vendrán por nosotros. Debemos tener cuidado con cada paso que demos, pues probablemente su aura les sea llamativa en estos momentos.

Vladmiri se armó de valor y terminó acercándose a la adivina, deteniéndose a escasos centímetros de ella. Las dos serpientes abrieron paso a la pantera, pues entre los animales y el cambiante se había abierto un importante vínculo del que sólo Gaia era conocedora. De nuevo aquella sensación que le había invadido minutos atrás se hizo presente. La misma fuerza que movilizó la raíz del árbol que lo hizo caer vergonzosamente al suelo, estaba apoderándose de todo. La pantera pudo afirmarlo al momento en que su acompañante le hablaba. Estaba realmente sorprendido, nunca había presenciado algo como aquello y ni sabía que tan bueno o malo podía ser.

La vegetación parecía cobrar vida propia y danzaba al ritmo de aquel poder antiguo y sin duda alguna, poderoso. El amo del lago los estaba invitando a su juego. Si es que a eso se le podía llamar “juego”. Vladmiri alzó una de sus patas delanteras y la rozó con la mano femenina como si intentara captar su atención y también era una forma de brindarle tranquilidad. Observó los dos caminos y con su agudo olfato captó un aroma peculiar, ¡Loreena! No podía estar equivocado y más contento. Se trataba de ella, su gruñona y querida prima. Sin pensarlo dos veces se echó a correr hacia el trecho que se abría hacia su izquierda, pero de nuevo el siseo de las serpientes lo detuvo. Al parar en seco casi se cae y sus felinos orbes se abrieron súbitamente. Era torpe, muy torpe y maleducado. Con la emoción del momento, olvidó que ya no estaba solo. La mujer que se había presentado como Deméter, aún estaba a sus espaldas esperando una respuesta del cambiante. Vladmiri retrocedió con la cabeza baja y muy apenado se volvió hacia ella.

—Lo lamento, me dejé llevar. Mi nombre es Vladmiri y efectivamente soy un cambiante. Es un placer encontrarme con alguien con un aura tan bonita como la que usted posee. Aparte del vínculo tan especial que tiene con esas dos serpientes, no cualquiera es capaz de tener esas actitudes hacia otras criaturas de la naturaleza —Vladmiri se valió de nuevo de sus poderes telepáticos para comunicarse con la joven gitana—. Debemos seguir por este camino, pasa que mi prima se extravió y acabo de percibir su esencia. Es una bruja y nos ayudaría a resolver este acertijo en el que estamos atrapados, ¿Me acompaña? Le aseguro que la pasará muy bien. Nosotros siempre hacemos de los problemas una aventura.



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Mensaje por Darko DeGrasso Sáb Dic 27, 2014 4:07 pm

“La senda de los ángeles, que perturban el espacio, el tiempo y los sueños”


El lago ahora se encontraba sin linde alguno, parecía aquella situación sacada de un cuento de hadas, esos que me había atrevido a leer cuando apenas aprendía a pasear sola por el mundo. Criaturas que siempre estaban a mí alrededor, pero se escondían, me miraban de lejos y podía escuchar, cuando había algo de suerte, el pequeño rechinar de sus movimientos en el bosque. Eran seres ancestrales y lo sabía, incluso podía notarlo en sus auras que iban de un lado a otro, pareciendo un conjunto de haz de luz , tan hermosos y espectaculares que me sorprendía mucho pensar que podían hacer algo como aquello. Cambiar la naturaleza a voluntad y tan terriblemente, solo provocaba que mi pecho se entumeciera y quería llorar y rogar que se detuvieran. Pero me controlaba, el hecho de que las cobras hayan vuelto a mi significaba que el mundo normal no estaba lejos y podía tranquilizarme al sentir el frío roce de la escamosa piel que recorría mi cuerpo. Incluso cuando la pantera se acercó, no se movió ni uno solo de mis pelos. Sabía que era un cambia formas, el aura humana estaba allí impregnada en aquel joven. Pero también podía ser aquel el perturbador de todo aquello y quizá me atacaba igual, no podía estar consiente de aquello. Pero yo estaba preparada para morir cada día de mi vida. Vivía y aceptaba la muerte de igual forma. No me iba a dejar vencer tan fácilmente, había que darle pelea, pero no me atrevía a rogar por mi corazón latente. Sabía que incluso luego de eso, seguiría existiendo en un lugar mejor. Sonreí con una dulzura amena entonces, observando curiosamente a aquel que parecía no ser hostil en lo absoluto. Eso era bueno, aquella fatídica y huraña situación podía resolverse con alguien más. Ya que mis habilidades no eran más que terrenales y pasivas, era incapaz de hacer volver a la normalidad aquel desastre. 

Escuché entonces un sonido en mi cabeza que me hizo chirrear los dientes. Mordiendo mi labio superior esperé a que terminara de hablar, era la primera vez que sentía mi alma al descubierto, así que esas eran las verdaderas dotes de un cambiante entero y derecho. Me crucé de brazos y moviendo los negros cabellos a un lado y al otro asentí, aceptando sus palabras como quien le da la razón a un niño. — Me pregunto quién habrá tocado qué, para hacerlos reaccionar de esa manera. Estas cosas no son algo premeditado y no se debe jugar con lo que se desconoce. — Regañé con los ojos calmados, observando a la gran pantera dirigirse hacia un camino al fin. No me esperaba otra cosa de un felino, éstos estaban plagados de instintos, se guiaban por la naturaleza, así como los demás animales. Pero me sorprendió pronto, cuando detuvo su andar para volver cabizbajo, como quien sabe que ha cometido un delito. No hice alusión alguna al enojo, era algo que no conocía o al menos no en demasía. Tenían que sacar todo lo malo y triste de mí para conocer mi molestia. En aquel caso, estaba muy lejos de hacerlo. Me agaché y paseé las yemas de mis dedos por detrás de las orejas negras que estaban frente a mí. — No sé si podré seguir tu paso, pero lo intentaré. ¿Es tu prima quien ha tocado lo desconocido? No tengo otra opción más que seguirte en esta pequeña aventura. Pero debo decir que no estoy contenta con estos cambios de energías tan repentinos. — Objeté y bramé serenamente, era extraño, quizá incomprendido. No estaba molesta, pero me sentía nerviosa, como si me estuviesen mirando de cerca y con maldad. Pero no dije nada al respecto, tan solo comencé a trotar con la pantera a unos pasos delante de mí.

En esos momentos agradecía haber tenido toda una vida en la naturaleza, corriendo y transpirando sin final. De otra forma, con lo agitada que estaba mi alma, seguramente no hubiese podido soportar tal encaminada. Mi esencia estaba nutrida de pesares, mi corazón temblaba de tensión. Mis orbes sumamente oscuros deambulaban de un lado a otro, encontrándose con pequeños seres que salían por los costados como si nunca hubiesen temido de los humanos. —Vladmiri, ¿tienes idea si esto sucedió a través de un conjuro, un amuleto o algo similar? ¡Oh! Por los dioses, ¿qué es eso? — Mi voz se afinó de una manera que casi no la pude reconocer, una estatuilla de barro grande y tosca en medio de un camino se encontraba dispuesta a detenernos. Al principio no pude reconocer de qué se trataba, luego me pareció la figura de un ser alado y bastante bello a decir verdad, sus ojos parecían tener vida propia y sin duda pude reconocer un aura extraña a su alrededor. Miré más al fondo, esperando ver la silueta de una humana. Necesitábamos encontrar a aquella bruja, solo un hechicero era capaz de contrarrestar ese tipo de mutaciones. Di medio paso hacia atrás antes de que las enredaderas se movieran hacía nuestro lado, obstruyéndonos el paso. Fue en ese instante cuando las cobras que tanto adoraba se subieron por mis piernas y brazos, escondiéndose de aquello que era simplemente naturaleza viviente, extraña e irreal a mis ojos. — ¿C-cómo se llama tu prima? Pequeño felino, debo anunciarte que estoy asustada. — Un pequeño bufido se mostró en mis mejillas y fue cuando el sonido suave entre los arbustos me exaltó. Miré hacía aquel costado y estiré mis piernas. No sé realmente qué es lo que estaba esperando, sin duda una salvación del cielo. ¿Por qué algo como eso le pasaba a una simple romaní como yo?

— ¿Tú crees que eso nos dañará si pasamos por el costado? Ve olfateando sino, encuentra a la hechicera, debes decirle que haga algo para detener esto. — Me quejé y mordí entonces mi labio inferior, me acerqué al nido de plantas que antes había sentido moverse, estirando las manos delgadas, tiraba a los costados, intentando ver algo. Pero parecía no tener final, un truco muy bueno para mantenernos atrapados en aquel laberinto. Uno que parecía infinito y tedioso. Pero la pantera estaba ansiosa, parecía tener todo bajo control y entonces me pregunté si estaría bien relajarme y disfrutar de algo tan sobrenatural como aquello. Sería probablemente la última vez que me iba pasar. Paris era una ciudad extraña, no paraba de encontrarme seres fuera de lo común que me llevaban a momentos especiales y entretenidos. Aunque claro, esto era de lo más peculiar que me había ocurrido y en realidad, esperaba que no vuelva a suceder o mi corazón humano no podría soportar la sorpresa y emoción. 

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Cruzando el lago [Loree y Vlad] Empty Re: Cruzando el lago [Loree y Vlad]

Mensaje por Loreena Mckennitt Miér Ene 14, 2015 5:06 pm

“Oscuros valles y tenebrosos pantanos,
sombríos bosques,
cuyas formas no podemos adivinar,
al impedirlo las lágrimas que caen por todas partes.
Enormes lunas que surgen y desaparecen
una vez, y otra, y otra,
a cada momento en la noche
-siempre cambiando de lugar-
oscureciendo los rayos del lucero
con el aliento de sus pálidos rostros.”

—Edgar Allan Poe.



Sí, efectivamente, estaba en graves problemas. Hablarle a la nada no pareció funcionar mucho, sin embargo, Loreena no iba a desistir tan fácilmente. Desde que era una cría había presenciado cualquier tipo de situaciones que escapaban de la imaginación de un humano común y corriente. Y ella no era tan común, ¡Era una hechicera! Una hechicera que adoraba meterse en problemas, curioseando de un lado a otro, queriendo saber más de sus poderes, conocerse a sí misma. Pero los obstáculos del camino no eran nada para ella, su espíritu aventurero siempre terminaba ganando. Podría decirse que Loreena le temía a muy pocas cosas en la vida. Hablaba con espíritus, se internaba sola en los bosques y cuando era niña se hizo amiga de una vampiresa. Ahora en compañía de Vladmiri, sus ocurrencias no parecían tener límites. Aquel era su compañero de aventuras y apoyaba cada una de sus extrañas ideas. A pesar de esto, solían protegerse el uno al otro, como lo harían verdaderos hermanos. Y justo ese día en sus caminos tomaron rumbos distintos iban a luchar hasta salir del lío en que habían caído inevitablemente gracias a su imprudencia.

Estando sola y prácticamente pérdida en un lugar que ya no pertenecía a este mundo, Loreena recordó las lecciones de su abuelo. Las palabras de éste se repetían una y otra vez en su cabeza “la magia es una cosa hermosa y delicada. Puedes viajar a través de mundos fantásticos y hacer grandes descubrimientos, pero has de saber que el buen mago tiene que ser sabio y prudente. A veces la curiosidad que despierta nuestra esencia sobrenatural puede llevarnos a caer en trampas mortales. Debes cuidarte de tu propia curiosidad…”  Y ya qué, era algo tarde para poner en práctica esas palabras. La bruja dio un par de pasos hacia adelante, observó su entorno y meditaba una vez en una posible solución. Se sentó bajo la sombra de un enorme árbol, –el cual nunca había visto en las proximidades de la laguna– y se puso a revisar detenidamente el libro que tanto resguardaba entre sus brazos. Se lamentaba por no haber traído al séquito de espíritus consigo, de seguro ellos la hubieran ayudado a salir de las dudas que invadían su mente en un momento tan crucial como ese. Algunas palabras eran difíciles de distinguir, pues no era tan bueno con los idiomas antiguos como el buen Vladmiri. Recordar al cambiante la hacía querer entrar en pánico, pero no. Si quería hallar a su primo debía mantener la calma, aunque ella era una tormenta viviente con emociones tan fuertes ocultas en las espesas nubes que resguardaban su interior.

Las últimas páginas del viejo escrito parecían ser las páginas de un viejo diario, estaban más desgatadas que las primeras y la tinta aún se conservaba un poco, pero habían letras que se esfumaban, perdiéndose entre el color marchito del papel. Loreena se quedó extrañada al descubrir aquellos escritos que antes no había notado que estaban dentro de aquel viejo libro. Era galo antiguo y parecía ser la letra y las memorias del autor. Quizás ahí hallaría las respuestas que necesitaba para salir de aquel laberinto. Se concentró un poco más, ideando un viejo hechizo para entender mensajes en lenguas extintas. Sólo unas cuantas palabras bastarían para poder entender lo suficiente de lo que allí estaba escrito. El mismo mago que hizo se tratado se refería a una criatura que habitaba en el fondo del lago, hecha de pura energía elemental y al que él llamó cariñosamente “la dama verde”. Los demás seres que habitaban el lugar estaban bajo su poder y cuando algo interrumpía su sueño, ella probaba a los curiosos mediante extrañas trampas, que no eran más que simples ilusiones. Loreena había dado con lo que necesitaba. Ahora sólo le tocaba ir con mayor prudencia y de llegar hasta el lago para que “la dama verde” pudiera descansar nuevamente. Sólo debía hallar a Vladmiri y gracias a los dioses, ya sabía cómo hacerlo. Esperaba no cometer alguna torpeza durante la travesía.

—Muy bien Dama Verde, es hora de cantarte una linda canción de cuna gatuna —mencionó animada Loreena al momento en que se levantaba del suelo e iniciaba la marcha.

Contó sus pasos junto con los árboles a su alrededor, marcándolos con una pequeña daga que cargaba entre su ropa. Dibujó algunos símbolos del alfabeto propio de los druidas, su abuelo le había enseñado como usarlas en caso de necesitar protegerse con la energía de los grandes dioses de la naturaleza. Loreena invocó al anciano roble para que éste le permitiera conocer el lenguaje de los árboles. Y cuando su mente fue asaltada por poderosas imágenes supo a dónde dirigirse. Vladmiri estaba más cerca de lo que se imaginaba. Sin pensarlo mucho, se arriesgó a hallarlo por donde le habían indicado las voces en su cabeza. Pero también le advirtieron que debía tener cuidado más adelante, el guardia del laberinto no le permitía el paso a cualquiera. La criatura estaba detrás de una enorme muralla hecha de finas enredaderas, las cuales al ser cortadas volvían a crecer. La energía que se me acumulaba en el sitio era fuerte y le era extrañamente familiar. Era la misma que emanaba de algunos seres que se había encontrado en los bosques irlandeses. Eran algo torpes y lo mejor de todo, ¡También eran ciegos! La bruja hizo todo lo posible por deshacerse de la maraña de plantas que tenía frente a ella, pero no lograba hacerlo. Supo que se trataba de alguna ilusión y las ilusiones se les combate, no con otras ilusiones, sino haciéndoles frente. Y eso era exactamente lo que iba a hacer. Loreena retrocedió unos cuantos pasos moviendo uno de sus pies como lo haría cualquier toro rabioso y se lanzó contra aquella pared de enredaderas, como si éstas no estuvieran presentes y efectivamente no lo estaban. La pelirroja terminó traspasando hábilmente aquellas plantas, pero había tomado demasiado impulso y casi termina estrellándose contra un árbol de no ser por sus manos hubiera estampado toda la cara en el tronco y en vez de eso cayó sentada sobre sus posaderas algo aturdida.

—Por las barbas de Dagda —se lamentó mientras movía su cabeza de un lado a otro.

A sus espaldas yacía la criatura de piedra igualmente aturdida por la presencia de la pelirroja. Loreena observó a un costado y su sonrisa se ensanchó al ver a una muy familiar pantera negra, ¡Era Vladmiri! Sin dar tiempo a nada se abalanzó sobre él y lo apretujó de lo feliz que estaba, pero de inmediato lo soltó al notar la presencia de otra persona. Era una mujer de cabellera negra. Siendo la bruja tan desconfiada, trató de hurgar en las emociones ajenas y en su aura también supo que no se trataba de una amenaza, aparte, también estaba con Vladmiri. En ese momento se había olvidado de que a sus espaldas estaba aquel ser aún resguardando uno de los caminos del laberinto.

—Oye gordo, ¿No nos vas a presentar? No, espera. Mejor me presento sola —Loreena no dejó al cambiante decir nada cuando ya estaba estrechando la mano de la mujer con brusquedad. Pues ella no era nada delicada—. Mucho gusto, Loreena Mckennitt, ¿Y tú cómo te llamas?



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Mensaje por Vladmiri V. Mckennitt Sáb Ene 31, 2015 1:23 am



“Estuvo entre una multitud en Dromahair;
su corazón colgaba sobre un hábito de seda,
y al final había conocido alguna ternura,
antes de que fuera abrazado por la tierra;
pero cuando un hombre en un montón de peces apila,
parece que alzan sus pequeñas cabezas plateadas,
y cantan lo que la dorada mañana y la tarde derraman
sobre el mundo entretejido de una isla olvidada,
donde la gente ama a orillas del mar.”

—William Butler Yeats.


Vladmiri estaba avergonzado, Deméter tenía razón. No debían meterse con cosas que no estaban al alcance de su conocimiento y ahora estaban en un lío que podría volverse en algo peor, pero aún así, el optimismo de los primos siempre terminaba superando toda clase de obstáculos. Si su tío Hans se enterase de toda aquella locura no estaría nada contento. Y no era para menos, Loreena y él estaban jugando con magia elemental cuando, a pesar de que fuese magnífica, era tan peligrosa como la magia negra, ya que se terminaba cruzando la línea que separaba este mundo del espiritual y eso no era para nada bueno. Había personas que se quedaban “encantadas” en estos parajes que sólo eran imaginarios para los ignorantes, pero tan reales para todo aquel poseedor de los dones que sólo la hechicería era capaz de comprender.

El cambiante lo sabía y la incertidumbre se apoderó de su ser, debió haberle hecho caso a su instinto cuando a Loreena se le ocurrió la brillante de idea de comprar ese libro que ahora parecía más una maldición que otra cosa. Recordó el día en que lo encontraron, aislado con otro montón de textos en los que más nadie reparaba. Viejos y con tapa derruida. Eso sin duda fue lo que llamó la atención de la pelirroja, quien fue directamente a tomar ese texto y sin siquiera seguir las advertencias de Vladmiri se llevó el libro consigo. Si tan sólo ella le hubiera hecho caso, de seguro no estarían en esa situación que ya empezaba a estresarle un poco. Cuando su ánimo parecía decaerse, el tacto de la mujer logró sacarlo de sus lamentos, ronroneando muy a su manera por aquella caricia. Instintos felinos del Hades… Se pateó mentalmente, de estar en su forma humana sus mejillas estuvieran completamente encendidas.

—Lo siento, no pensé que esto fuera a ocurrir… —Se lamentó el cambiante en su mente, bastante apenado por la situación—. Y sí, ha sido ella quien ha despertado las energías de este lugar, pero siendo tan terca estoy seguro de que hallará la manera de solucionarlo todo. Es muy buena con los acertijos, confío plenamente en sus extrañas deducciones. Pero primero debemos encontrarla y estoy seguro de que está bastante cerca.

De inmediato y sin esperar más tiempo, Vladmiri se echó a correr hacia el lugar que su olfato le indicaba, sintiendo las energías de Loreena muy cerca suyo y no estaba tan errado. La mujer corría a su lado siguiéndole el paso, ambos irían en busca de la hechicera. Habían tomado el camino que la pantera había deducido, según sus brillantes sentidos, siguiendo ese tramo debía estar su prima. Trató de aminorar su ritmo, pues a diferencia suya, Deméter era tan sólo una humana y no tenía el mismo aguante de él, que era un sobrenatural.

—Sí, es que ella estuvo leyendo algo de magia elemental, eso creo y no sé qué bigotes hizo para que las cosas se volvieran tan confu… ¡Por los bigotes de Bastet! Esto es genial… —Replicó Vladmiri entre sus pensamientos, pero al ver a la criatura que se alzaba imponente frente a ellos no pudo evitar quedar sorprendido, pero al caer en cuenta que no estaba solo, prefirió no mostrar demasiada emoción—. Digo, no sé, pero no tiene cara de querer hacer amigos o quién sabe.

Vladmiri trataba de reconocer las auras de aquel ser, supo que no se trataba de uno común. Un elemental hecho y derecho. Pensó poniéndose en alerta, pues no quería dar un paso más hasta no estar seguro de las intenciones de la criatura. No sintió demasiado temor, en realidad estaba más consternado que asustado. Parecía que también era capaz de controlar el movimiento de la vegetación circundante y eso era grandioso y atemorizante al mismo tiempo. El cambiante se lamentó de no prestarle demasiada atención a sus clases de magia elemental dentro de la orden herética a la que pertenecía. Trató de resguardar a Deméter mientras buscaba de hacerle frente a la criatura, que sólo permanecía estática en su lugar. ¿Una ilusión? Se cuestionaba aquello una y otra vez, dudando de que tan real o ficticio pudiera ser. La voz de la vidente logró distraerlo y sí que lo hizo. Pequeño felino… Al fin alguien que no se refiere a mí como una pantera gorda. Jaque mate, Loreena.

—Su nombre es Loreena… Y no se preocupe, Démeter. No creo que quiera hacernos daño, sólo nos está impidiendo avanzar —recalcó con cierta preocupación. Usaba su mente para comunicarse con su acompañante, pero su telepatía se confundía con sus pensamientos y ya sentía que le dolía la cabeza con todo ese lío—. Estoy seguro de que… ¡Loreena!

Los ojos de Vladmiri se abrieron de par en par al ver como de entre las enredaderas salía su prima, corriendo como un animal salvaje, con la cabeza gacha y sin ver por donde ponía sus pies, hasta que finalmente terminó casi estrellándose contra un árbol cercano sin haber sufrido daño alguno. ¿Por qué siempre tiene que aparecer así? Creo que lo hace a propósito o es maña de la vieja. Pensó mientras trató de acercarse a la pelirroja, pero ésta le sorprendió lanzándosele encima hasta dejarlo sin aire. No soy tu peluche de felpa… Una parte de sus pensamientos continuaba quejándose, sin embargo no podía ocultar la alegría que sentía al ver a Loreena sana y salva. Y dale con lo de gordo, ¿por qué la devolvieron igual de terrible? Digo, al menos… Que maleducada. La pantera gruñó al ver la no tan afable presentación de Loreena. Se preguntó porque ella tenía que ser tan poco sutil en la vida. Al menos ya estaban todos juntos, lo siguiente era lograr escapar de aquel encanto.

—Oigan, por si no se han dado cuenta, esa cosa viene hacia nosotros… —Les alertó Vladmiri con la mente al ver como la figura se acercaba con paso hoscos hacia ellos.



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Mensaje por Darko DeGrasso Jue Feb 12, 2015 2:11 pm

“Misterios ocultos por donde nace el sol y por donde se esconde la luna”


El corazón acelerado solo me mostraba una encantadora emoción por lo que estaba sucediendo, los colores amorfos como si fuesen de otro mundo nos iluminaban tanto que hasta las flores y las ramas parecían brillantes tal como si tuviesen un sol interno. La pantera negra de vello lacio se lucía entre mis dedos cuando la caricia que le propinaba se extendía hasta su cuello y pronto, luego de su intento de ronroneo me separé con los labios entreabiertos como quien intenta no demostrar demasiado la felicidad que se quería expresar en su mirar. ¿Qué podía decir? Era la primera vez que podía acercarme tanto a un animal como aquel. Pues no era muy partidaria de felinos, caninos o aves. Más me gustaban los que se arrastraban y tenían escamas en su piel. — Confío plenamente en la naturaleza. Y eso te incluye a ti, mi querido acompañante. Estoy segura que saldremos de aquí con la ayuda de aquella novedosa hechicera. — Respondí mirándole a los ojos, agachada apenas, mientras paseaba los dedos por la parte alta de su pecho, por donde la hilera de piel se sumía negra y encantadora como un buche y me proponía luego a seguir el camino que él había encomendado. Me apenaba ser una carga, puesto que mis habilidades gitanas no tenían nada de fuerza física. Más me daban la visión de las auras profundamente, notar la maldad o la pureza. Incluso podía sentir los humores y cambiarlos a mi placer, pero aquello no lo hacía, era una maldad hacía con los demás. Y claro, leer el futuro era lo que más se me daba. Pero en aquel momento para nada servía.


— ¿Así que es genial? La magia elemental es muy poderosa, aunque puede decirse que no tiene muchas intenciones de atacarnos, pero no está contento. ¡Tan solo un movimiento y podría destruirnos! — Espeté reprochándole e inconscientemente sus últimas palabras me hicieron reír y tranquilizar. Él aminoraba mis sentires de buena manera, una confianza que podría terminar llevándome a la muerte. Pero qué más daba, ese es el destino que habían elegido los dioses para mí ese día. Y lo tomaría con la misma inspiración con la que recorría cada hora de mi existir. Como si fuese la última y la más hermosa. Fue el nombre de aquella pequeña bruja lo que pronto me digné a oír y con ello los movimientos extraños en la parte de atrás de las enredaderas. Miles de plantas estaban asomándose para vernos y con rapidez me aferré al lomo de la pantera, pestañeando vívidamente al lugar. Fue un imprevisto y aquel felino salió corriendo para encontrarse con aquella que decía ser su prima. El corazón me dio un vuelco y tomé mi pecho con ambas manos, aferrándome unos segundos a las serpientes que estaban enredadas con fuerzas en mis extremidades. Era consiente, de que si ellas quedaban en el suelo y no salían junto con nosotros de ese lugar, terminarían atrapadas allí para siempre. Y era algo que no me podía permitir jamás. Por ello, dejaba que me apretaran, tanto si se me ponía la piel morada como si no. — Oh, el placer es mío Loreena. Me llamo Deméter. Y tal parece que me han atrapado en sus juegos con la magia. ¿Eres tú la pequeña bruja curiosa? — Le sonreí con placer, sintiendo como mi brazo danzaba con furia de un lado a otro, la risa me embriagó y mis dientes blancos se dejaron ver, tan solo acaricié su cabello, no me había dolido sin embargo era una forma demasiado bruta de saludar para alguien que parecía ser tan suave, incluso la túnica que llevaba se vio corrida dejando expuesto parte de mis tatuajes; observé entonces su aura extraña y grisácea. Y me quedé un tanto perdida en su mirar.


Era un alma pura, pero que poseía dones oscuros, sus ojos estaban acercados a la muerte y el olor que salía de sus energías me indicaba que aún y con lo que conllevaba tener esas habilidades, tenía un caparazón que la mantenía ambientada a una extraña y quizá exagerada bondad y hambre de conocimiento. Por ello mis palabras se quedaron un tanto secas y me dediqué a acercar mi mano y acariciar con el dorso su mejilla. — Son una pareja sumamente divertida, pero tendremos que apurarnos o eso que está ahí va a terminar tirándonos dentro de la laguna. ¿Has tenido alguna idea de cómo salir de este extraño laberinto? — Consulté a la hechicera, mientras posaba una mano sobre el lomo de Vladmiri y me dirigía a un costado más apartado de aquel ser. El latido de mi pecho estaba tosco y se sentía doloroso. Pero pronto mi atención se desvió hacía el otro lado del lugar, donde una canción resonaba muy suavemente, ¿la estaría escuchando yo sola, sería una trampa? Era como un grito desesperado en forma de melodía. Cerré mis orbes e intenté calmar mis aguas en tanto comenzaba a caminar hacia allí. Provenía del agua cristalina de donde antes habíamos salido. No estábamos lejos, apenas habíamos doblado una vez para encontrarnos con la maga cuando ella misma apareció. — ¿Será una trampa? En los libros dice que los mundos de los elementales son traviesos. Podríamos encontrarnos con cualquier cosa. ¡Ah! Pero no veo muchas salidas, hay que correr. — Abriendo los ojos ante la criatura que antes me había parecido pulcra, ahora parecía el horror encarnado y comencé a trotar por donde antes habíamos venido. Junto con aquellas dos personitas que habían hecho mi día un completo descontrol. Pronto estaríamos por llegar al agua y quien sabía qué nos estaría esperando de ese lado. Yo solo podía ver luz, un fuerte y martillante halo que nos advertía de algo. ¿Estábamos atrapados?
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Mensaje por Loreena Mckennitt Lun Abr 06, 2015 10:45 pm

“Lo que importa es que todo alrededor,
Peligro, angustia y oscuridad,
No rompen las cadenas de nuestra soledad
Donde habita el cielo en su esplendor,
Alimentado por diez mil rayos eternos
De soles que no han conocido el invierno.”

—Emily Brontë



Loreena era torpe, tosca, gruñona, rara, pero feliz. A veces asumía riesgos innecesarios, animada por una curiosidad insana y una energía desbordante que solía ser algo común en los hechiceros de su familia. Siempre que se empeñaba con algo no había forma ni manera de hacerla cambiar de opinión, era como si se le hablase a una pared con patas. A veces Vladmiri desistía en querer aconsejarla o evitar que se metiera en algún lío, pero era misión imposible, él también terminaba formando parte de aquellas extrañas aventuras. Aunque siempre tuviera en cuenta los consejos de su abuelo e incluso, algunos de su tío Maren, Loreena no hacía demasiado caso y con lo terca que era volvía a meter la pata una y otra vez. Pero eso no era nada malo para ella, los aprendizajes que sacaba de todo eso era sencillamente maravilloso para alguien tan joven. Incluso, los espíritus que la acompañaban en muchas oportunidades habían sido parte de un extraño accidente. Una invocación mal hecha que terminó por brindarle la amistad de aquellos incorpóreos seres. Lo mismo pasaba con la naturaleza.

Sin duda, ese libro que ahora poseía en sus manos le había abierto miles de posibilidades al mundo elemental, pero se cuestionaba de quien podía haber sido el autor de semejante tratado y porque aquel tratado terminado entre la pila de libros de una tienda de antigüedades. Ciertamente la vida estaba lleno de acertijos inconclusos. ¿Será que algo lo había colocado ahí para que Vladmiri y ella se lo encontraran? ¿Había algo más en ese lago que una simple criatura elemental? Estaban por descubrirlo y eso era lo emocionante de aquella travesía. Loreena no tenía miedo y ahora que había encontrado a su fiel cambiante, nada ni nadie la harían desistir de indagar más allá de lo posible.

Había estrechado con fuerza la mano de la mujer que acompañaba a Vladmiri, extrañamente era de las pocas personas que agradaban a la hechicera en primeras instancias y ahora no eran dos locos metidos en sus líos sino que habían arrastrado a alguien más. Aunque quizás para la gitana no fuese tan divertida la idea, para Loreena era algo fantástico. Se sentía más animada a continuar con su rara investigación, había algo en ese libro que llamaba poderosamente su atención: Su autor. Tenía algunas inscripciones galas y eso era bastante raro de conseguir y menos en cualquier tienda que se encargara de vender cosas viejas para el disfrute de otro. Como se notaba que su dueño era un descuidado, tenía valiosísimas piezas de valor en su negocio y ni se molestaba en organizarlas adecuadamente. Pero para lo que él era simple venta, para Loreena era un descubrimiento grandioso. Descubrimiento que le había ocultado a su abuelo, pues no quería que aquel fuera a sermonearle por su constante imprudencia y eso era un inevitable “adiós diversión”.

—Oh, Deméter… Como la diosa griega. Qué lindo nombre, he encontrado a gente con unos nombres muy feos y raros de pronunciar. Pero eso no importa ahora… —Hizo una pausa y se quedó pensativa al momento en que dirigía una mala mirada a Vladmiri y volvía a observar a la gitana—. Ya te fueron con el chisme, disculpa a la pantera, el panzón este suele ponerse nervioso cuando no sabe qué hacer y necesita de mis maravillosas dotes para sentirse a gusto como los gatitos cuando buscan a su mami.

De seguro Vladmiri le gruñiría por eso, era lo más probable, pero bien sabía que la bruja comentaba esas cosas sólo para molestarlo y sí que lo lograba. Pero era tal su confianza que no hizo mucho caso a las palabras del cambiante y mucho menos a las advertencias de Deméter. Al parecer Loreena había hallado la manera de solucionar todo, sin embargo antes de que pudiera mencionar palabra alguna, la pantera y la otra mujer habían iniciado un trote hacia la laguna y eso hizo que la joven bruja los siguiera sin saber porque lo hacía.

—Oigan, ¿por qué estamos corriendo? Digo, esa cosa es ciega, no nos hará nada y mucho menos porque tengo una solución a todo esto… O al menos eso creo —mencionó con voz agitada mientras avanzaba al lado de Vladmiri y Deméter, hasta que finalmente se detuvo y giró sobre sus pies, enfrentando a la criatura—. Esa cosa no es real… Ustedes ven auras y ese ser carece de alguna. Es una ilusión. Nos conduce al lago porque —hizo una pausa al momento que volvía a revisar su libro—. Obviamente, lo que encanta este lugar está dentro del lago, pero no creo que sea La Dama Verde de la que habló este hombre. Quizás haya algún espíritu nada elemental ahí y lo sabremos pronto. Mientras Loreena Mckennitt esté de vuestro lado, no debéis temer mis valientes.


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Cruzando el lago [Loree y Vlad] Empty Re: Cruzando el lago [Loree y Vlad]

Mensaje por Vladmiri V. Mckennitt Jue Jun 18, 2015 7:22 pm



“The spiral of the branches reach,
The pattern of all life,
Written in the melody,
Upon a faery fife.”

—Woodland - Faery Mist.


No, Loreena no es novedosa, es desastrosa. Se lamentó para sí mismo, conocía perfectamente a su prima y si no fuera por ella, no estarían metidos en aquel peculiar problema. Ya Vladmiri no se fiaba en lo absoluto que sus pasos en aquel lugar fueran seguros, era como si los años lo volvieran más pesimista o era el simple hecho que cuando se trataba de Loreena, los problemas se asomaban a la vuelta de la esquina. Pero ahora no estaban en la esquina, ¡los rodeaban! Era un completo dolor de cabeza y eso lo inquietaba aún más. Quería hacer algo para salir de ese laberinto mágico y nada, absolutamente nada se colaba por su mente en esos momentos. Sólo la bruja tendría la solución, aunque sus intenciones para solucionar las cosas resultaban bastante descabelladas.

Estaba a punto de echarse a llorar en el suelo como el cachorro de un gato, pedir piedad con ronroneos o alguna cosa que hiciera que esa cosa se alejara de una vez por todas. Deméter era gitana, no hechicera y él era un cambiante. Nada apropiado para enfrentarse a un ser hecho de pura magia elemental, poniéndolos en una situación bastante complicada. Por suerte de ambos, justo en ese momento apareció Loreena, de manera poco inusual, cosa típica en ella. A ello se le agrega que casi se estrella contra un árbol. Vladmiri abrió sus ojos de par en par, pero al ver que la pelirroja no se lastimó, se sintió aliviado.

Por suerte, Deméter era una persona bastante apacible y la actitud de la bruja sólo le causó gracia y bueno, hasta él, que no pudo evitar refunfuñar entre bufidos por la actitud poco educada de su prima. Más que curiosa, es torpe… Pensó mientras las mujeres se presentaban. Sin embargo, no había tiempo para alargarse en presentaciones. Vladmiri observó a la enorme criatura que se acercaba a ellos, con pasos torpes, pero lo hacía y eso no estaba nada bien.

— ¿Qué? No me gusta andarle con mentiras a la gente. Soy un buen chico… —Le hizo saber Vladmiri. Aunque no hablara, la telepatía siempre funcionaba en estos casos—. Y no, estaba más bien preocupado que te fueras a meter en quién sabe, espera, ya estamos metidos en un gran lío. Olvida mi queja. —Bajó la cabeza con resignación, pero al mismo tiempo siguió los pasos de Deméter y más atrás los seguía la hechicera—. No lo sé, quizás es porque… ¡Esa cosa pretende dejarnos como tortilla en el suelo!

¿Solución? ¿Acaso había escuchado bien? Siendo Loreena podía esperar cualquier cosa, pero al verla detenerse, el cambiante esperó lo peor. Ahora si la dejarán como tortilla. Volvió a lamentarse y antes de seguir avanzando, se detuvo jalando a Deméter con cuidado por la tela de su vestimenta. Tenían que estar unidos en esto y también, aunque fuera difícil, confiar en las palabras de Loreena.

— ¿Qué cosa dices que dijiste? Loreena, creo que te dio el mal de altura… Esa cosa, auras y ya no sé, la bruja —su mente pensante hizo una pausa y observó al coloso a unos cuantos pasos de ellos—. Es cierto, es como si fuera un ¿títere? ¡Eso es! Quizás tengas razón. Algo más lo está manipulando, pero… Podría tratarse de ¿un mago? ¿Otro espíritu con inteligencia? —Vladmiri empezó a sacar conclusiones. Él no era un brujo, pero había leído tantas cosas sobre magia en los recintos de la hermandad de Agartha, que siempre podía defenderse mediante la razón y así ayudar a su prima.

Se quedó quieto en el lugar, pensando… Hallando alguna teoría lógica a todo lo que estaba ocurriendo. Pero unas voces espectrales lo distrajeron, sonaban como susurros y provenían del lago. Claro, el oído de un cambiante era mucho más agudo que el de una persona común y por eso fue el primero en detectar aquellas voces. ¡Era el antiguo idioma de la Galia! Los susurros largaban frases sueltas, como si estuvieran hablando en código o podría tratarse de una especia de conjuro. A sus espaldas, la criatura simplemente se hizo polvo, que terminó siendo arrastrado por un poderoso torbellino que arrasó, hojas y ramas a su paso.

— ¡Nos quieren llevar al lago! Lo que sea que esté haciendo esto, se encuentra ahí, ¿no escucharon las voces? —Pensaba mientras intentaba mantenerse en sus cuatro patas—. Loreena, es galo... El idioma de los antiguos miembros de los Mckennitt, ¿por qué no trajiste a tus espíritus? Ellos eran galos como lo que está aquí. ¡Por los bigotes de Bastet! ¡Sosténganse!




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Mensaje por Darko DeGrasso Miér Jul 01, 2015 3:08 pm

Si acaso los dioses estaban atormentándome por mis malos actos, sin duda lo habían logrado. Estaba bastante aterrada con la gigantesca criatura que estaba persiguiéndonos, desde hacía muchos años conocía la magia y las habilidades fuera de este mundo, pero nunca me había encontrado con algo como eso. Sí había tenido muchas ilusiones, producto de que varias veces me había ido a hacer purificar con los chamanes de las montañas. Bebíamos grandes ungüentos que nos dormían y hacían ver la realidad de nuestras frustraciones. Y más de una vez mi imaginación había creado ese tipo de horrorosas bestias, ¿quizá me habían hecho ver más allá de un futuro cercano? Pues bien podía ser esa la respuesta, aquella situación se me hacía casi algo que había vivido más de una vez en el pasado. Estaba equivocaba, ya que sin duda alguna no hubiese sobrevivido, siquiera sabía si lo haría esta vez. Mis serpientes se encontraban apretándome, temerosas habían terminado por enrollarse en mis extremidades y con cuidado mis manos estaban protegiéndolas como si con eso pudiese dejarlas tranquilas. Algo que por seguro no pasaría, no eran tan tontas como otros tipos de animales que confiaban ciegamente en sus amigos humanos. Como fuese, las palabras de la bruja empezaban a tranquilizarme, ella me daba confianza, una que la pantera, que en primera instancia había conocido no parecía tener. ¿Eso era bueno o malo? Se notaba que se conocían y el muchacho resultaba ser una persona mucho más cuerda… Pero aún con eso, mi sexto sentido me gritaba que no había nada que temer si Loreena Mckennitt estaba allí, tal y cual la frase que aquella había soltado. — Ningún chisme hará que te sobreestime, no tienes que preocuparte. ¿Eh? Su aura… Es cierto, parece que hilos salen de él y van al lago. Algo lo está control- ¡Ah! —


Dejé salir un grito cuando aquel ser se convirtió en viento y comenzó a arrastrarnos rápidamente hacía el agua. Mis ojos se abrieron y agradecí que la pantera me hubiese agarrado de las ropas para detenerme. Eso había hecho que no estemos en el borde de lo que era la laguna y con rapidez comenzamos a forzarnos para no caer allí. Apenas podía escuchar la conversación de los primos y poco a poco comencé a notar la voz suave y celestial que emanaba de allí. El galo era una lengua que podía entender a durísimas penas, la había aprendido cuando un grupo de celtas muy pequeño escondido entre la frontera de Aquitania y Celtica me había invitado a acompañarlos durante unos pocos meses. Allí había visto mucha clase de magos y gran parte de mis creencias se había hecho más fuerte. — Creo que quieren que vayamos. No creo que podamos resistir a esto, lo que sea que sea, un brujo o un ente elemental, desea que vayamos allí. ¡Ahhh! La criatura se ha ido, ¿Cuál es la solución? ¿Meternos allí? Espero que sea esa porque mis brazos no pueden más. — Con voz amplia y espesa intenté aferrarme con más fuerzas a una de las ramas que había en el suelo. Sin embargo éstas empezaron a comportarse de manera extraña, como si los suelos y plantas volviesen a cambiar una vez más. Se hacía espeso y fluido y mis manos resbalaban torpemente. Miré de reojo al felino negro e intenté escuchar un poco más de lo que venía de allí, pero nada lograba conectarse correctamente. Jamás se me había dado bien comprender idiomas en su totalidad y apenas un “vengan” era lo que más se asemejaba entre frases que iban y venían. ¿Eran los entes celestiales acaso que nos estaban pidiendo que ayudemos al ser dentro del lago?


No estaba segura pero fue de una vez que mis manos, raspadas y adoloridas terminaron por resbalarse, intenté clavar las largas uñas sobre la tierra y apenas pude frenar un poco el impulso del torbellino, mis piernas estaban tocando el agua que asombrosamente tenía una temperatura tibia y parecía no ser un agua de este mundo. Aún así estaba aterrada, no quería morir si es que eso iba a suceder y agarré con fuerzas un tronco salido que estaba en el borde del estanque, grité y pataleé. El torbellino parecía no tener fin y estaba mareando la charca, haciendo un remolino con el agua que llegaba hasta el fondo. Mi cuerpo tiritó asustado y fuertemente abracé la madera. — ¡¿Qué haremos?! ¡Loreena haz algo! — Supliqué sintiendo como la marea parecía casi de fuerzas oceánicas y el viento se hacía más fuerte, queriendo lanzar a los primos hacía dentro. ¡Nos ahogaríamos! Las voces se hacían más fuertes, con más eco, casi gritaban y yo menos podía entenderlas, pues era el nerviosismo de la situación lo que me estaba dejando impasible a mi mente para poder detenerme a pensar correctamente. — ¿Qué dicen? Solo escucho que quieren que vayamos, pero sin duda si quieren algo bueno, ¡lo están haciendo de la forma incorrecta! Enojándome y casi castigando a las almas de los elementos que nos estaban gritando, comencé a patalear, sin duda algo me jalaba y no era solo la corriente del agua y el viento.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Sáb Sep 26, 2015 2:50 am

“¿Y quién no se ha puesto a pensar
que la verdad que oculta nuestro universo
está más allá de lo que vemos?
Nuestra realidad es una ilusión comparada
con los mundos elementales. Nuestros
ancestros lo sabían y ahora lo he descubierto."



Todo había ocurrido demasiado rápido. Aún presionaba contra su pecho aquel libro viejo y desgastado escrito en lenguas antiguas. Por fracciones de segundos recordó lo que transcurrió hacía unos minutos, era raro, pero no sentía temor alguno, parecía como si entre todo aquel tumulto de emociones encontraba paz.

El torbellino que casi los arrastró a su final, sólo los llevó a orillas del lago. Las auras se encontraban turbias, revueltas, como si algo antiguo las hubiera precipitado a este mundo, dejándolas tan confundidas como a la hechicera y a sus acompañantes. Loreena observó aquel viejo tratado y luego al lago, que parecía enfurecido. Se rascó la nuca y se puso de pie. Ciertamente, aquello que habitaba en las profundidades de las agua era galo, como había acotado Vladmiri. Loreena logró escuchar los  susurros y notó que eran más que simples invitaciones. Revisó cuidadosamente algunas frases y eran las mismas del libro. Algo hizo corto circuito en su cabeza.

¿Qué era eso? ¿Sería que el autor de ese tratado era el mismo que les hablaba? ¡Un fantasma! Claro, no podía ser otra cosa. Sin embargo, Loreena no tenía idea de cómo enfrentarse a aquello. Era la primera vez que hacía algo como eso. Algunos de sus hechizos eran para movilizar criaturas elementales comunes, pero nada que iría más allá de éstos entes. Ahora estaba en un verdadero problema, sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados.

—Efectivamente es galo, efectivamente no es... Un elemental. Será mejor que no se acerquen demasiado. Yo me encargaré de esto, creo —murmuró acercándose con cautela a la orilla, hasta que el agua quedara a escasos centímetros de sus pies—. Fantasmita, oye fantasmita no amistoso. Sal de por ahí... En donde estés y así.

No estaba segura de lo que decía, era absurdo dirigirse de esa manera a un ser con tanto poder como el que reposaba en el interior de la laguna. Se tentó a zambullirse en el agua, pero algo la alertó. Pudo notar todas aquellas auras elementales rodeándolos, en espera de lo que pudiera ocurrir. Loreena estaba tan a la expectativa como ellos y enmudeció. Un escalofrío recorrió su espalda y apenas logró sostenerse en pie. Sus párpados se cerraron con fuerza y soportó lo necesario. Ella no era una bruja tan experimentada y ese era uno de los temores de Vladmiri cuando notó que algo no andaba bien en aquel lugar. La energía que surgía de las aguas bravas eran pesadas, tanto, que la pelirroja se alejó unos pasos, refunfuñando un poco.

—A ver, a ver —movió su cabeza de un lado a otro—. ¿Qué clase de falta de educación es esta? Digo, si quieres llamar la atención, al menos muéstrate tal cuál eres —revisó rápidamente el libro, por instinto, como si algo la obligara a hacerlo y en sus últimas y arrugadas páginas encontró un nombre y sin pensárselo mucho sus labios gesticularon aquel seudónimo— ¿Gwyddyon?

La tierra tembló y con ella hasta el aire pareció sucumbir. Las aguas se arremolinaron en el centro y el día se puso oscuro, como si una tormenta se avecinara. La hechicera permaneció de pie en donde estaba, boquiabierta, aferrada a su valentía y entre todo aquel ajetreo supo que no era otra cosa que una ilusión poderosa, o al menos eso creyó. Loreena se puso tan nerviosa que sin darse cuenta, empezó a producir niebla a través de su propia energía, como si intentara protegerse de algo de lo cual era inútil protegerse. Con dificultad logró visualizar una silueta masculina emergiendo del agua, desapareciendo entre la niebla.

Aquello finalmente les habló.

— ¿Han sido ustedes quiénes han osado a interrumpir mi letargo? Pero sólo uno de ustedes pudo observar la palabra correcta...

Loreena tragó saliva y se pateó mentalmente una y otra vez, pero ya qué, debía asumir su responsabilidad, no podía echarse para atrás en ese momento. Ella era una Mckennitt y los Mckennitt jamás tenían miedo.

—Sí, he sido yo quien ha mencionado tu nombre, ¿Era Gwyddyon, no? Soy Loreena Mckennitt, descendiente de los celtas irlandeses, de Morrigan y combatiente de Agartha —mencionó con orgullo, dándose un golpecito en el techo.

Y todo se volvió noche, Loreena cayó en el suelo, invadida por imágenes de tiempos de antaño, pero entre toda la conmoción, no reconoció que aquel ser que había despertado, era uno de sus antepasados más poderosos.


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