Carlisle Rubicante | ID

por **Carlisle Rubicante** Lun Oct 27, 2014 7:02 pm

DATOS BÁSICOS

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Carlisle Rubicante.

▲EDAD▲

26 años.

▲ESPECIE▲

Humana | Hechicero.

▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲

-

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Clase Alta.

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Heterosexual.

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Lárisa, Grecia.

▲HABILIDADES/PODERES▲

→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiaformas cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.

► DESARROLLADOS:
→ Reminiscencia: Poder para bucear en los recuerdos humanos de los mortales e inmortales.
→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.
→ Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros).

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Carlisle Rubicante, una hermosa mujer de cabellos dorados, es quien ocupa uno de los llamados círculos infernales en este mundo. Al menos así aparece en el poema del extinto Dante Alighieri. Este lugar se lo ha ganado gracias a su actitud tan déspota y arrogante. Tiene una personalidad oscura y llena de malicia, acompañada de un exuberante ego el cual encaja perfectamente con su sarcasmo. Es alguien de gran astucia, cualidad que la relaciona muy bien con Malacoda, con quien comparte un fuerte vínculo, hasta el punto de celarlo de cualquier extraño que se le acerque. Actitud de la cual se ha aprovechado muchas veces el vampiro, aunque Carlisle lo sepa, no le molesta en lo absoluto, pues así le queda claro que aquel entiende a quien le pertenece.
Tiene inclinaciones hacia a lo sádico, practicando cosas algo perturbadoras para los mortales comunes, esto le ha ayudado, quizás, a desarrollar sus conocimientos dentro de la magia negra, especialmente todo en cuanto nigromancia se refiere. Su alma se ha convertido en algo oscuro y siniestro, y un tanto más luego de haber firmado el pacto que la unirá a Malacoda por toda la eternidad. Ya no podrá escapar de los círculos del averno. Nunca más.
Es conocedora de su importante labor en este mundo, siendo para ella algo de gran valor. Su único lugar estar dentro de Los Custodios, por ello ha desistido muchas veces de querer formar parte de la Inquisición. Al igual que los demás miembros de la logia liderada por Caraffa, para Carlisle, el mundo creado dentro de la Inquisición le ha restado interés y le parece la cosa más común y apática que pudiese existir. Y no es sólo eso, también tendría que relacionarse con otros a los cuales no encuentra a su nivel, pues, la rubia no es nada tolerante, al contrario, es muy reservada y algo distante.
Gracias a su arrogancia, se ha ganado varias reprimendas por parte de Malacoda y hasta la indiferencia de éste en algunas ocasiones. El antiguo ha tenido que intervenir por ella varias veces, cosa que no le ha sido nada agradable. Incluso, ha velado por ella ante los demás Custodios, especialmente con Alichino y Malebranche, a quienes ha sacado quicio con su peculiar antipatía. A pesar de ello, y de algunos roces internos entre los hermanos de la logia, con el tiempo la relación ha ido mejorando un poco. Pues no es nada conveniente que existan rivalidades absurdas dentro de un grupo con una misión tan importante. Al final, se ha sentido aceptada por éstos, pero aún así, ha preferido guardar distancia.
Rubicante se crió en la pobreza, la cual detestaba, siempre soñó con pertenecer a la alta sociedad europea, cosa que logró gracias a Malacoda. Ahora posee el porte de una dama fina y elegante, pero también egoísta, a la cual nada le importa el dolor ajeno. Le da completamente igual. No tiene muestras de compasión con nadie inferior a ella, si otros viven o mueren, eso no es su problema. El sufrimiento y el dolor son parte de este infierno, al que llaman tierra. Ella misma lo padeció durante su infancia y aunque ahora posee una posición diferente a la de antes, su pasado la atormenta constantemente, haciéndola flaquear en silencio.

HISTORIA

Adara y Deo eran gente humilde de Lárisa, una localidad griega que no estaba pasando por sus mejores momentos en aquel entonces. No se esperaban la venida de un tercer miembro en la familia, que esta vez se trataba de una niña. Ya contaban con dos niños varones, Damian y Eugene, de 5 y 8 años respectivamente. Los pequeños tenían que salir a ayudar a su padre a las calles en pequeñas labores para ganarse el pan de cada día, mientras que Adara se quedaba en casa cuidando de su niña recién nacida, a la que había puesto el nombre de Carlisle, porque según, lo había soñado antes de quedar encinta de la criatura. Deo siempre se quejaba de que la situación en la que vivían era culpa de los padres de Adara, quienes se habían dedicado a prácticas paganas durante toda su vida y ahora todo lo malo recaía en su familia. La mujer guardaba silencio, pues no le gustaba que su esposo se expresara de esa manera de quienes le habían dado la vida. Ella era muy agradecida con lo poco que tenía y no aspiraba a más. Lo mismo le transmitía a sus dos niños, pues, debían darle gracias al cielo que al menos no pasaban hambre y que en algún momento, la paciencia sería recompensada con bendiciones.
Carlisle fue creciendo en ese hogar modesto, sin lujos, ni grandes placeres. Sin embargo, su madre siempre se preocupó porque al menos sus tres hijos conservaran la salud y una sincera sonrisa. Adara les enseñó a leer y a escribir, pues lo poco que le dejaron sus padres luego de morir fueron unas cuantas monedas y por supuesto, educación y buenas costumbres. Algunas pertenencias de estos, Deo las guardó en el ático de su casucha, pues en tiempos de guerra, nada les servía ese montón de libros viejos. Aquellos tiempos infantiles no fueron buenos, ni tampoco malos, pues la chica se conformaba con lo poco o mucho que le daban. A pesar de que su madre se empeñaba en que su pequeña fuera más espontánea, Carlisle sólo sonreía débilmente y asentía o negaba cuando le hablaban. Era bastante callada y poco se relacionaba con otros niños, salvo con sus dos hermanos mayores.

A sus 10 años de edad, Carlisle descubriría algo que le cambiaría la vida por completo. Mientras su padre y sus hermanas estaban en la calle trabajando, ella se quedaba en casa ayudando a su madre con las labores domésticas. Siendo guiada por la curiosidad, entró en el ático en donde estaban parte de las pertenencias de sus abuelos maternos. Ahí encontró las pilas de libros que eran de los mayores y sin poder contenerse, quiso al menos leer algunos. Agradecía en silencio a su madre que al menos le había enseñado a leer y a escribir, pues, ahora que se encontraba con esos textos, una extraña emoción invadió su frágil ser. Adara ignoraba que su hija se había topado con aquellos tratados oscuros que pertenecieron a sus padres, pues ella no poseía atributos mágicos, pero en silencio sospechaba que quizás algunos de sus tres hijos sí. Eso le mortificaba, porque Deo era capaz de entregarlos a la Inquisición de descubrir algo así.
Carlisle se escapaba en sus ratos libres a entender esas escrituras, en especial una que poseía extraños símbolos, que para su corta edad, escapaban de su comprensión. Algunas frases estaban escritas en otro idioma, pero había anotaciones que estaban escritas en griego y hasta había pequeñas indicaciones. Sin siquiera saberlo, la pequeña se estaba iniciando en prácticas mágicas sin siquiera saberlo. Pero en su momento lo descubriría. Carlisle ocultó a sus progenitores y a sus hermanos aquel peculiar descubrimiento y se reservó para sí misma aquellos aprendizajes. Guardó el libro más importante de todos debajo de su almohada y así estuvo durante mucho tiempo. En secreto iría desarrollando sus habilidades, cuando nadie era capaz de notarlo.
Pero como nada es perfecto, y algunas cosas no pueden pertenecer ocultas. El día de su cumpleaños número 15, algo en Carlisle se salió de control y fue cuando sus padres y hermanos supieron de que la chica poseía las habilidades malditas de sus abuelos maternos. Deo estalló en ira y aunque Adara intervino para que su esposo no lastimara a Carlisle, Deo azotó a la joven como castigo por seguir el mal ejemplo de sus abuelos. Estaba resentida y lastimada, ¿Qué estaba mal en eso? Quizás aquellos conocimientos los sacarían de su pobreza. Los castigos constantes de su padre hicieron que en Carlisle crecieran el rencor y deseos de venganza. Aquel no volvería a tocarla jamás. Deo quemó todos los libros de los padres de Adara, pero el más especial de todos, su joven hija lo guardaba en su habitación, en un lugar en el que nunca sospecharían. Ese texto era la guía que usaría Carlisle para acabar con la vida de su propio padre antes de que fuera trasladada a un convento en Italia.

Bari no era especialmente lo que esperaba pero al menos estaba lejos del hogar que tan malos recuerdos le había dejado. Llevaba un saco con pocas cosas, incluyendo su diario de brujería el cual siempre ocultó bien entre sus ropas. Como segunda oportunidad por sus malos actos, Carlisle estuvo dentro de un convento en la ciudad italiana de Bari, en donde sería obligada a servir a Dios. Al menos estaba aún más tranquila, fingiendo portarse bien y dejar atrás sus prácticas heréticas. Pero no era así, Carlisle jamás dejaría sus dones a un lado. Ese era su lado oscuro, el cual supo ocultar muy bien durante años. A veces curioseaba un tanto los registros sobre la Inquisición, pues así aprendería cómo defenderse de ellos en algún futuro. Los siguientes años transcurrieron sin mucha novedad, de vez en cuando viajaba con otras religiosas a visitar a la gente pobre y a hacer caridad, pero nada que fuera del interés de Carlisle.
Ya poco se acordaba de su familia, aunque haber dejado a su madre no era algo que recordara con mucha alegría, pues era la única que verdaderamente apreciaba. Durante una breve visita a Roma, en la que acompañaba a los superiores del convento de Bari, Carlisle se sintió poderosamente atraída por aquellas estancias, pero especialmente, se dejó instruir por las palabras del ese entonces cardenal, Gian Pietro Caraffa. Los seguidores de éste despertaron una curiosidad nada común en la joven Carlisle, pero resignada, tuvo que regresar de nuevo a Bari. Si tan sólo pudiera pertenecer a alguno de los altos cargos de los hombres que rodeaban al poderoso cardenal.
Su regreso a Bari no fue el más agradable, al contrario, su tranquilidad se vería interrumpida por acosos y chantajes. Uno de los clérigos más jóvenes que se hospedaban en el convento, descubrió el secreto de Carlisle, la cual había llamado su atención desde un principio. El sujeto resultó ser un seguidor de los hombres que servían a Caraffa y también un inquisidor disfrazado de sacerdote. Quiso aprovecharse de Carlisle quien al principio tuvo que ceder a sus caprichos, pero ya luego se las ingenió para salir ilesa de las nuevas visitas de aquel hombre. Aquella situación empezaba a desesperar a Carlisle quien habiendo perdido los estribos en una de esas noches en las que el canalla intentaba aprovecharse de ella, lo asesinó.
Escapó del convento sin que nadie lo notara, se hizo con lo necesario y huyó. Los miembros de la Inquisición al enterarse de la muerte de uno de sus miembros empezaron a buscar al culpable. Dieron con el nombre de Carlisle y empezaron a buscarla por toda Bari. El compañero del inquisidor asesinado era un servidor del terrible Malebranche, un hombre al servicio de Gian Pietro Caraffa. Perder a su amigo le causó una enorme molestia, así que Malebranche le permitió vengarse. Carlisle se refugió en la zona más pobre de la ciudad y valiéndose de harapos y ropas viejas, pasó por desapercibida durante meses. Pero la estrategia no fue suficiente, una de las noches que dormía, agotada por los desvelos y la incertidumbre, fue encontrada por aquellos inquisidores. Fue despertada súbitamente por el líder del grupito y cuando éste la asió para atestarle el golpe final, el libro que tanto celaba Carlisle cayó al suelo. Era viejo y ya desgastado, aún así, el grabado hecho en hilo de oro llamó la atención del hombre quien al inspeccionarlo mejor quedó boquiabierto. Un extraño brillo apareció en sus ojos y sus planes cambiaron al ver mejor a Carlisle. Un extraño escalofrío recorrió su espalda y antes de que aquella hiciera algo, la amordazó y se la llevó consigo. Malebranche debía enterarse del descubrimiento que había hecho uno de sus más leales servidores.
La llevarían a un lugar apartado y la encerrarían en un calabozo; sus tobillos y muñecas estuvieron rodeados con grilletes y una tela oscura cubría sus ojos. No le hicieron mayor daño, pero la situación empezaba a desesperarle. Pasaron largas horas, Carlisle iba perdiendo la poca cordura que le quedaba, odiaba estar encerrada en aquel lugar, quería huir. Sabía que ellos la vigilaban pero no habló, ni siquiera cuando le preguntaban cosas de su pasado. al caer la siguiente noche, estando agotada por no haber descansado adecuadamente se apoyó sobre una de las paredes húmedas del sitio, empezaba a quedarse dormida cuando una voz, extrañamente conocida, invadió cada rincón de la mazmorra. Carlisle se alertó, y aunque no podía ver nada, su oído se mantenía al tanto de lo que escuchaba, haciendo que su cerebro reaccionara. Esa voz era de los hombres con los que se topó en Roma cuando conoció al cardenal Gian Pietro Caraffa. Le llamaban Malebranche. El corazón de la mujer se aceleró en su pecho a medida que los pasos iban acercándose más a ella.
Malebranche arrancó la tela que cubría los ojos de la rubia y esta no se atrevió a mirarlo. El vampiro comprendió la negativa de la mujer y le permitió guardar silencio por ese momento, la examinó con cautela mientras esperaba a su lacayo. Al llegar éste, le entregó el viejo texto que le había quitado a la hechicera. Malebranche sonrió y al volver la mirada a Carlisle, le interrogó sobre los medios de cómo había obtenido algo como eso. Un tratado de magia antigua que pertenecía a uno de los aprendices del rey Salomón. La rubia no habló, prefirió guardar silencio. Aquello no era problema de ese hombre; el antiguo vampiro volvió a preguntarle a ver si esta vez lograba obtener alguna información valiosa, pero nada, sus intentos fueron en vano. Ni siquiera el agua helada que cayó sobre su cuerpo, haciéndola temblar, logró arrancarle alguna palabra. Malebranche empezaba a perder la paciencia, pero prefirió dejarla sola un par de horas. En ese tiempo fue cuando Malacoda lo abordó, enterado del hallazgo que habían hecho los ayudantes del otro vampiro.
Malacoda ingresó en la celda en donde se encontraba la hechicera, la vio arrinconada en una de las esquinas y frunció el ceño, a veces no era nada agradable tener que soportar esas escenas. Se acercó a ella con lentitud y cuando se encontró con la mirada de aquel hombre, Carlisle se hizo un manojo de nervios, se apegó más a la pared fría y enmohecida como si buscara traspasarla. Era otro vampiro más. Malacoda se inclinó hasta quedar a la altura de la mujer, quien temblaba al tenerlo tan cerca. Él le habló con severidad y le hizo las mismas preguntas que le había hecho Malebranche. Carlisle dudó y cuando sus ojos se encontraron con los del vampiro su mente fue invadida por poderosas imágenes, había entrado en un letargo que hizo que su cabeza doliera y en ese letargo pronunció el verdadero nombre de aquel: Assurbanipal.
El antiguo consternado guardó silencio, ¿Cómo esa desconocida iba a saber su nombre real? Al menos que se hubiera valido de alguna brujería, pero no era así. Detalló con más atención aquel rostro, no sólo le parecía conocido, claro que había coincidido con esa mujer en un pasado. Hurgó entre la piel algún distintivo que pudiera confirmar sus sospechas y finalmente lo halló. Una marca roja con la forma de una serpiente que se muerde la cola. Tenía a Rubicante frente a sus ojos, de inmediato la liberó de aquellas cadenas y esperó a que su mente dejara de recordar. Malebranche no podía creer lo que le contaba el otro vampiro, por casualidades del destino habían hallado a uno de los suyos. Carlisle sería presentada ante Caraffa como la contenedora del alma de Rubicante. De un momento a otro su vida había cambiado y aquel deseo de formar parte de ese grupo se cumplió. Desde ese momento se iniciaría como miembro dentro de la logia de Los Ángeles Custodios ocupando uno de los nueve puestos principales. Aún hay cosas que escapan de sus memorias, pero hay otras que ha recordado con lucidez, especialmente su pasado junto con quien ahora lleva por nombre Malacoda.

DATOS EXTRA

— En la parte baja de su espalda tiene una marca roja parecida al Ouroboros alquímico. Ese es su distintivo, el cual poseerá durante futuras reencarnaciones. Si es que acepta continuar siendo mortal. Parece ser una marca común entre todos Los Custodios.

por **Tarik Pattakie** Mar Oct 28, 2014 2:07 am

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