Anaïs Faure-Dumont ID

Anaïs es una joven de espíritu libre y apasionado. Extrovertida e irreverente, capaz de cautivar a cualquiera con una simple sonrisa. Actitud muy peculiar en ella, pues es lo que suele hacer cuando desea obtener algo de su conveniencia. Porque si algo caracteriza a esta chica es su constante manera de encapricharse con las cosas, desde niña estuvo rodeada de lujos y siendo hija única, poseía las atenciones de todos en su hogar. Esto ha hecho que Anaïs sea una muchacha completamente egocéntrica y hasta celosa, especialmente con su primo Magnus, pues la relación de ambos es más que de familiares. Es un tanto déspota y odiosa en excesos, especialmente con aquellos a los que no considere de su nivel, por lo que no le importaría largar verdades sin importarle que tanto pueda herir a otros con sus palabras y a veces es algo que hace con toda intención, pues de tonta no tiene ni un pelo. Sin embargo, hay veces en las que se ha mostrado algo flexible, pues algo que admira es la lealtad y claro, que la adulen constantemente.

Talentosa, eso también podría incluirse en sus facultades, el hecho de tener a un padre artista y una familia rodeada de arte ha logrado despertar en Anaïs importantes dones, especialmente en la literatura y en la música, que es donde suele expresar sus verdaderos sentimientos hacia su primo. Por lo que gracias a esto, también puede decirse que es una muchacha culta y aunque sea tan caprichosa, odia hacer berrinches, pues para ella carecen de carácter y elegancia. Prefiere buscar los medios necesarios para obtener lo que quiere sin necesidad de armar escándalos ni dramas. Tiende a ser meticulosa en todas sus tareas puesto a su alto sentido del detalle en todo lo que le rodea. Es dominante, perfeccionista y muy autoritaria. Le gusta que todo salga bien y que las cosas se mantengan en orden. Su paciencia suele agotarse con facilidad, pero evita caer en discusiones innecesarias debido a su gran orgullo. Es terca y algo tosca algunas veces. No puede estarse quieta en un solo sitio y odia estar sin hacer nada, se aburre con facilidad, debe entretenerse en alguna cosa para poder sentirse bien y andar con los ánimos bien en alto. Le desagrada que intenten manipularla, no se deja pisotear por nadie.

Ha descuidado sus intereses amorosos por fijar toda su atención en Magnus, sabiendo que la relación de ambos podría limitarse, quizás demasiado. Aún así no desiste de que algo pueda concretarse en algún momento, por lo que otros chicos no suelen llamar su atención, aunque habrán veces que coqueteará con otros sólo para hacer enojar a su primo. Este sin duda alguna es uno de sus pasatiempos favoritos, aparte del arte, claro está. Disfruta de los días soleados y viviendo en la ciudad portuaria de Marsella, siempre es recurrente que esté realizando paseos por la orilla de la playa. Costumbre que ha tenido desde muy chica. En fin, Anaïs puede ser tan encantadora como detestable, todo va a depender de quien trate con ella y de la manera cómo lo haga.

Anaïs nace en Marsella en la primavera de 1778 en el seno de una acomodada familia dedicada durante generaciones a todo lo concerniente a las bellas artes: Los Faure-Dumont. Su padre, además de administrar negocios en donde el arte era el protagonista, también era un excelente artista y maestro de talleres de pintura importantes en Marsella y dueño de pequeños salones de exposiciones. De cierta manera, esta actividad familiar influenció en la crianza de Anaïs, quien desde muy niña empezó a desarrollar su inigualable talento para la música y la literatura. Ella tuvo toda la atención de sus padres, pues siendo hija única, éstos complacieron sus caprichos desde temprana edad. Su madre fue incapaz de tener otro hijo luego del nacimiento de su primogénita, pues antes de Anaïs había tenido ya varias perdidas por lo que su única niña, quien creció sana y salva, sería el tesoro mejor cuidado tanto para su progenitora como para su padre.

Podría decirse que ella creció en un hogar común y típico de la alta sociedad francesa, rodeada de lujos y por supuesto de cariño desmedido por ser, quizás, un regalo para sus padres, quienes centraron toda su atención en Anaïs ya imposibilitados de no poder tener más hijos, sin embargo y a pesar de que sólo contaban con una única heredera, los primos de la pequeña Anaïs los visitaban constantemente. François siempre fue muy cercano a su hermano Jean-Baptiste y ambos decidieron que sus hijos no debían perder ese vínculo familiar que se había mantenido durante generaciones. Por lo que la pequeña Anaïs pasaba más tiempo junto con sus primos que con cualquier otro niño. Pero con quien más compartía era con Magnus, ambos pasaban la mayor parte del tiempo, juntos, convirtiéndose en confidentes en todo lo que hacían, apoyándose siempre el uno al otro. Al principio sólo se veía como una linda amistad, para todos siempre fue así.

Anaïs fue prácticamente el sustento de Magnus e incluso de la misma Agnès, siendo de ayuda para los dos a quienes adoraba, cosa que era algo diferente con Gustav. Y es que era imposible mantener la cercanía con él cuando su tío François le asignaba constantes deberes. Ella lo entendía, pero prestaba demasiada atención, pues quien realmente acaparaba toda su atención era su otro primo, Magnus. Lo que parecía ser más que una simple relación de primos que se consideraban como hermanos pasó a más. La fina línea correspondiente a simples lazos familiares, comprensión y compañía, se vio forzada y quebrantada por una poderosa atracción rodeada de prejuicios que eran echados a un lado cuando ya nadie reparaba en ellos. Desde la adolescencia, Magnus se acercó mucho a Anaïs, siendo esto el punto de partida para que fueran desarrollando una relación clandestina a la que buscaban de conservar de cualquier manera.

Ella solía viajar durante varias temporadas a París y viceversa, compartían más que simple compañía y quizás con el lamentable estado de Agnès y luego la inesperada enfermedad de su tía, Anaïs pasó más tiempo con Magnus, siendo un pilar para él, afianzando más sus lazos con ese hombre al que tanto amaba. Luego de la muerte de la madre de Magnus, ambos se distanciaron. Él tuvo que ocuparse inevitablemente de los negocios familiares junto con Gustav, mientras su padre descansaba en la propiedad que tenía en Marsella. No soportando más el distanciamiento de Magnus, Anaïs convenció a sus padres y tío de poder estar en París por un tiempo, con la excusa de que necesitaba a un mejor profesor de piano. Aunque al principio no fue tan sencillo, ella finalmente había logrado su objetivo. Sin saber que tantos habían ocurrido en París y con sus primos, emprendería su viaje ya con el otoño muy cerca. La capital francesa esperaba por ella.