Le calme de l'océan.

por **Molly Winslet** Mar Mar 10, 2015 2:27 pm

Ver el océano era una de mis tantas extrañas maneras de relajar mi desbocada naturaleza neófita. Debía ser más de medianoche en aquella diminuta cala rocosa, y mi pequeña humana caminaba descalza junto a mí, únicamente cubierta por un camisón envejecido. Me había costado más de lo habitual conseguir que saliera de su humilde hogar de sombrerera.

Su joven y frágil cuerpecillo guardaba una nube de sueños rotos, traumas infantiles e ilusiones adolescentes aplastadas. Sin embargo, tuvo suerte de encontrarme a mí, y de oler tan maravillosamente bien. Por alguna razón, su debilidad fue lo que me hizo atenuar mis instintos mortíferos. Pero aquella aparente candidez guardaba una mente inteligente y cautelosa.

Alcé una comisura, burlona.

“Tan típico de mí” pensé, mientras me deleitaba con el contacto de sus dedos entrelazados con los míos.

En mi vida humana valoraba la inocencia, pero detestaba a los estúpidos. De alguna forma, sentía que aquella muchacha era un águila malherida, que ahora intentaba vivir con un ala rota, pero que nunca dudaba de su astucia y de su fuerza. Obligarle a contarme su vida se había convertido en el momento más interesante de aquellas últimas noches.

Por eso, bebía de ella, pero nunca llegaba a matarla, y luego borraba todo recuerdo que pudiera albergar de mi naturaleza vampírica. Sin embargo, su ágil cerebro guardaba en algún rincón profundo un recuerdo vago de mí, y ahora cada vez que me veía “por primera vez” se encontraba tranquila, incluso aliviada.

Me sentía como el cazador que dispara a un ciervo para sanarlo y dejarlo de nuevo correr frente a la escopeta.

Me detuve, reteniendo su mano para que también parara de andar. Miré su rostro marcado por una fea cicatriz de quemadura en el ojo derecho. Alcé una mano para recoger su barbilla entre mis dedos con una delicadeza inusitada, que no correspondía con aquel brillo malicioso en mi mirada.

Me incliné y besé su labio inferior dulcemente antes de morderlo y tirar del mismo, provocando una pequeña herida en su parte interna. Bebí durante unos segundos, sintiendo aquel plácido frenesí derramarse en mi interior, que me hacía querer detenerme y continuar a la vez. Me aparté, sosteniendo aquellas pupilas inocentes que reflejaban una luna plena y blanca como la espuma.

-Vuelve a la cama, Milie –ordené suavemente-. Todo ha sido un “sueño”.

Había sido suficiente por hoy, seguramente las heridas de su labio y coronilla no sanarían hasta pasados algunos días. Observé cómo ascendía por el pequeño sendero pedregoso torpemente y se perdía en un cúmulo de edificios angostos al borde del acantilado. Sonreí con orgullo sin poder evitarlo, las mentes humanas me resultaban tan fácilmente manipulables…

El rumor de las olas me atrajo, y dejé que mi vista se perdiera por unos minutos en aquel ir y venir del mar. Mis ojos ligeramente escarlata volvieron a su tonalidad azul, y aquel cosquilleo en la garganta fue menguando hasta ser insignificante. Me llevé una mano a la espalda y tiré del lazo que sujetaba el entramado de mi vestido, dejándolo caer suavemente desde mis hombros hasta mis pies.

Únicamente me cubría un fino camisón de tela blanca, dejando entrever mi perfecta e implacable anatomía, creada para matar y atraer a la raza humana. Avancé entre las piedras hasta donde las olas rompían con la playa. Todo en mi ser parecía en su sitio, como si aquel enrevesado de emociones e instintos hubieran encontrado el equilibrio por un instante.

Me sumergí en las frías aguas del océano, notando como el tejido se pegaba a mi piel, y la sal del agua me cosquilleaba todo el cuerpo. Dejándome llevar por un impulso, me sumergí en las virulentas aguas, notando la fuerza del mar contra mis implacables músculos. Tras bucear un par de metros, regresé a la playa y me dejé caer al pie de una considerable roca.

Con la espalda apoyada en la superficie rugosa y ensortijándome el pelo con las manos, me perdí en la infinidad del horizonte estrellado, deseando que aquel momento se alargara todo lo posible…

por **Eustace Gougeon** Miér Mar 11, 2015 8:37 pm

”Mira a las estrellas, pero no te olvides de encender la lumbre en el hogar.”
Proverbio alemán

Había salido a beber una copa, una de esas que le permitía olvidarse de toda su vida, de sí mismo, del porqué estaba ahí y porque seguía viviendo de esa manera. Muchas veces deseaba que los efectos del alcohol fuesen permanentes, pero no lo eran, y esa misma noche había mandado las botellas al carajo y sólo se había quedado con una sola copa de vino y había salido a caminar solo, pensando y pensando.

Él, como muchos otros, había elegido la ruta oceánica como una manera de llegar a la calma. No era la primera persona en el mundo que descubría la paz interior con el sonido imponente del chocar de las olas. Pero aquella noche ya estaba bastante avanzada y nadie más se veía caminar por la costanera; nadie, a excepción de la silueta de una mujer que vio desnudándose a lo lejos. Eustace frunció el ceño, no eran horas para que una chica se bañase en medio del océano y mucho menos en una sección rocosa. Su primer pensamiento es que la mujer se quería suicidar, por lo que se echó a correr inmediatamente para intentar salvarle la vida, pero estaba demasiado lejos.

Llegó a la orilla bastantes segundos después de que la doncella se hubiese perdido de su vista, por lo que recorrió las rocas de un lado a otro, mientras que recogía el vestido en sus brazos para en caso de encontrarle, poder llevarlo como muestra a la policía, a ver si alguien podía reconocerle por sus pertenencias. De paso, no puedo evitar el analizar la prenda, no parecía el atuendo de una mujer de pocos recursos y mucho menos de una prostituta, por lo que supuso que la mujer se había suicidado por un hombre; típico de las mujeres.

Y ya se daba la media vuelta para marcharse, cuando la chica asomó entre las olas y se apoyó en una de las paredes rocosas. Eustace que aún se encontraba con su vestido entre las manos, volvió a fruncir el ceño para observarla con curiosidad. ¿Cómo era posible que una mujer tan delgada y frágil como ella pudiera resistir esas olas en medio de las rocas y mirar al cielo de manera tan despreocupada? La respuesta era sencilla, no era humana, por lo que se concentró en ella para intentar leer su aura y analizar su apariencia; su piel, sus labios, sus ojos y su postura y llegar a al conclusión que se trataba de una vampiresa, una muy confiada por lo visto, así que pensó que no se equivocaba al pensar que de seguro no tenía demasiado tiempo en el mundo de los hijos de la noche y ello trajo un par de muy convenientes ideas a la cabeza del brujo.

Avanzó hacia ella sin preocuparse por esconder el sonido de sus zapatos y se paró frente a la mujer, regresándole la mirada con una sonrisa confiada al mismo tiempo que se anteponía el vestido ajeno por delante de su cuerpo.

—¿Cómo me veo? —le sonrió antes de arrojarle el vestido por la cara —¿Qué acaso no tenéis cabeza para daros cuenta del riesgo en que os ponéis? ¿No crees que estas siendo demasiado evidente y además poco precavida? ¿Cuántas estacas os podría haber clavado en el pecho mientras volváis perdida entre las estrella con los pechos aún mojados y señalando con exactitud la ubicación de vuestro corazón?… Sois presa demasiado fácil…

Meneó la cabeza en plan negación, mientras le dedicaba una mirada un poco dura, una que indicaba reproche y un poco más.

por **Molly Winslet** Lun Mar 23, 2015 11:31 am

Mi mente se entretenía en el recuerdo retorcido de cierto muchacho que encontró su fin entre mis manos por tener la mala idea de ir a cazar en soledad, cuando la presencia de un humano y el sonido de sus pasos sobre las piedras me sacó de mi embotamiento.

Escuché paciente y algo irritada por la interrupción cómo sus manos rozaban la tela aterciopelada del vestido, y tras aquel gesto pareció percatarse por fin de mi presencia.

No podía verle, pero supe tras unos instantes que no se trataba de un simple hombre, había algo que era capaz de tantear en aquella aura, algo extraño que tenía una sospechosa similitud con una joven que conocí tiempo atrás. Me habían hablado alguna vez de ello, humanos de frágil carne y corazón vigoroso que aún así eran capaces de realizar actos sobrenaturales.

Sus pasos se acercaban y yo no podía evitar encontrarme tranquila, a pesar de que me advirtieron de no infravalorar las capacidades de dichos personajes. Sin embargo, mi experiencia me había brindado una imagen de los humanos similar a la de una presa: dócil, débil, maleable y suculenta. Y no podía evitar meter en ese saco a aquel extraño hombre que se acercaba a mí.

Por fin, su figura apareció ante mí, perforándome con una mirada segura y algo divertida antes de ponerse cómicamente el vestido frente a su cuerpo:

-¿Cómo me veo? -una falsa sonrisa adornó aquel rostro ligeramente irritado, seguida de un gesto deliberado al tirarme el vestido a la cara- ¿Qué acaso no tenéis cabeza para daros cuenta del riesgo en que os ponéis? ¿No crees que estas siendo demasiado evidente y además poco precavida? ¿Cuántas estacas os podría haber clavado en el pecho mientras volváis perdida entre las estrella con los pechos aún mojados y señalando con exactitud la ubicación de vuestro corazón?… Sois presa demasiado fácil…

Mientras escuchaba aquella retahíla de riñas y consejos innecesarios, recogí el vestido que me tapaba el rostro en un puño y le observé fijamente. Una sonrisa cínica asomó a mis comisuras una vez hubo acabado, y me mantuve así unos segundos, intentando indagar en los recovecos de su mente.

¿Realmente aquel hombre cuyos latidos podía escuchar claramente era capaz de hacerme algún daño? Siguiendo un impulso, y recurriendo a la velocidad sobrenatural de los movimientos vampíricos, me abalancé “delicadamente” sobre él, provocando que se encorvara sobre su espalda.

Y así, en menos de un segundo, tenía su rostro a pocos centímetros del mío y nuestros cuerpos casi tocándose. Acerqué los labios a su oído, deleitándome con el aroma a sangre fresca en su yugular cercana.

-Creo que deberías reconsiderar quién se encuentra en peligro realmente, brujo.

Lo aparté con cierta brusquedad y le di la espalda mientras volvía a enfundarme el vestido sobre la tela mojada del camisón. No había pasado ni un minuto desde que estaba allí sentada, y me encontraba de pie y dispuesta para enfrentar los reproches y la extraña intromisión de aquel caballero.

-Qu'est-ce que vous me voulez, monsieur? -pregunté, burlona, mientras me volvía a encarar a aquellos iris oscuros.

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