AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
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Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
Había pasado ya una semana desde que la carta de una cazadora Islandesa había llegado a su correspondencia y seis días desde que le había contestado de forma tan breve como para simplemente invitarla a su residencia a hablar de forma presencial los asuntos que ella buscaba tratar. Luego de su respuesta, había recibido, dos días después, confirmación de que ella llegaba a París dentro de cuatro días. Es decir, aquel mismo día iba a recibir a la mujer en su residencia, pero lamentablemente no habían fijado una hora exacta, por lo que sus ánimos no estaban para nada bien.
Debidío a esto había decidido que lo mejor era quedarse haciendo trabajo de oficina: leyendo reportes, firmándolos y haciendo papeleos varios, a la espera de que la invitada llegara y aprovechando aquella ocasión para revisar aquellas tareas tediosas que detestaba y que dejaba a un lado cada vez que podía. Ya pasadas unas cuantas horas, sin embargo, aquella idea comenzaba a verse bastante tediosa, por lo que no podía esperar a que llegase la hora de almorzar. Estaba a punto de mandar a preguntar por su almuerzo cuando uno de los sirvientes de la casa le informó que la cazadora había llegado.
Justo a tiempo. -Comentó con su recurrente sarcasmo y mandó a ordenar que se le hiciera pasar y se le tratara bien. Mandó a llamar también al intérprete que se había conseguido solo en caso de que no se pudieran entender bien, puesto que el Francés escrito de las cartas no era el mejor, y considerando su nacionalidad, pensó que quizás el lenguaje iba a ser una dificultad. Se puso entonces de pie y se puso la chaqueta de su uniforme militar, el que le marcaba a él y a todos sus soldados como parte de la milicia de cazadores élite que eran. Se quedó frente al espejo para arreglar sus ropas, ajustar su corbata y salir de su oficina rumbo al primer piso.
Al bajar por las escaleras de marmol pudo verla en el lobby, siendo bien recibida por sus sirvientes y acompañada ya del intérprete.- Bienvenida, Ásgerðr Skógveið. Te estábamos esperando. Mi nombre es Rivaille, un gusto. -Le saludó por su nombre mientras extendía una mano para un apretón, saltándose las formalidades de reverencias y tuteándola de inmediato y sin escrúpulos, pues era cierto que él jamás había tenido interés por los protocolos.- Entiendes Francés, ¿verdad? Si no es así, el joven aquí presente te puede interpretar. -Señaló al intérprete por un momento, volviendo a verle de inmediato.- Has llegado justo para la hora del almuerzo, ¿te apetece unirte? Podemos hablar de todo lo que requieras mientras tanto, y luego podemos pasar a mi oficina. -Dijo luego, esperando respuesta para poder enviar a los sirvientes a arreglar lo que fuera necesario.
Debidío a esto había decidido que lo mejor era quedarse haciendo trabajo de oficina: leyendo reportes, firmándolos y haciendo papeleos varios, a la espera de que la invitada llegara y aprovechando aquella ocasión para revisar aquellas tareas tediosas que detestaba y que dejaba a un lado cada vez que podía. Ya pasadas unas cuantas horas, sin embargo, aquella idea comenzaba a verse bastante tediosa, por lo que no podía esperar a que llegase la hora de almorzar. Estaba a punto de mandar a preguntar por su almuerzo cuando uno de los sirvientes de la casa le informó que la cazadora había llegado.
Justo a tiempo. -Comentó con su recurrente sarcasmo y mandó a ordenar que se le hiciera pasar y se le tratara bien. Mandó a llamar también al intérprete que se había conseguido solo en caso de que no se pudieran entender bien, puesto que el Francés escrito de las cartas no era el mejor, y considerando su nacionalidad, pensó que quizás el lenguaje iba a ser una dificultad. Se puso entonces de pie y se puso la chaqueta de su uniforme militar, el que le marcaba a él y a todos sus soldados como parte de la milicia de cazadores élite que eran. Se quedó frente al espejo para arreglar sus ropas, ajustar su corbata y salir de su oficina rumbo al primer piso.
Al bajar por las escaleras de marmol pudo verla en el lobby, siendo bien recibida por sus sirvientes y acompañada ya del intérprete.- Bienvenida, Ásgerðr Skógveið. Te estábamos esperando. Mi nombre es Rivaille, un gusto. -Le saludó por su nombre mientras extendía una mano para un apretón, saltándose las formalidades de reverencias y tuteándola de inmediato y sin escrúpulos, pues era cierto que él jamás había tenido interés por los protocolos.- Entiendes Francés, ¿verdad? Si no es así, el joven aquí presente te puede interpretar. -Señaló al intérprete por un momento, volviendo a verle de inmediato.- Has llegado justo para la hora del almuerzo, ¿te apetece unirte? Podemos hablar de todo lo que requieras mientras tanto, y luego podemos pasar a mi oficina. -Dijo luego, esperando respuesta para poder enviar a los sirvientes a arreglar lo que fuera necesario.
Última edición por Rivaille el Miér Mar 25, 2015 11:15 pm, editado 1 vez
Rivaille- Realeza Francesa
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
El viaje había sido muy largo y agotador, no recordaba haberse sentido así luego de un viaje anteriormente. Trató de evitar paradas innecesarias durante el camino, pero le fue inevitable no encontrarse con compañeros cazadores a lo largo de su ruta, pues habían establecido contacto para organizar un grupo que estuviera dispuesto a revelar los planes del clan licántropo que había estado raptando niños desde familias colegas.
En los tramos en que había sido transportada por barco, carretas o carrozas, había logrado estudiar un poco más de francés, facilitando así a futuro la comunicación con el Conde Rivaille, a quien estaba a punto de conocer en persona. Las enormes puertas del castillo se abrieron lentamente, siendo recibida por una gran cantidad de sirvientes, quienes le hablaron en francés cuidadosamente, procurando ver si comprendía.
A los pies de las escaleras vio a un hombre joven que denotaba liderazgo en su mirada, a pesar de su sigilosa presencia. Al ver su mano extendida y escuchar su saludo, no pudo más que sonreír, pues se alegraba de que se comunicaran de forma directa y sin protocolos que retrasaban todo. - Buenas tardes, muchas gracias por recibirme.- Respondió al apretón de mano y sus palabras con el mejor francés que tenía. - Entiendo lo más básico, muchas gracias. - Le sonrió al joven intérprete, encantada de que tuviera a alguien con quien hacerse entender si es que necesitaba palabras más complejas. Me parece una excelente idea. - Sonrió alegre de poder comer algo caliente y más agradable que lo que cazaba durante el camino, para enseguida seguir a Rivaille y al intérprete.
Ya en la elegante mesa, probando una deliciosa sopa, se dispuso a dar detalles de lo que había ocurrido después de enviada su última carta. - Si bien he llegado sola hasta aquí, debo informarle que alrededor de 40 cazadores ya están en camino desde Islandia, mientras que por otra ruta 30 a 40 cazadores más desde Suecia y Finlandia se han unido. - Dijo con convicción, observando al conde en espera de que haya entendido sus palabras.- Desde el Reino Unido aún no tengo detalles de cuántos cazadores participarán, pero tenemos por seguro su apoyo. También he recibido noticias de que el grupo de licántropos no se ha movido de las fronteras francas, o por lo menos eso ha sido lo último que me ha informado uno de mis más eficaces cazadores - Saboreó una vez más la sopa y no pudo evitar tomar unas cuantas cucharadas más seguidas, reconfortada con el calor del líquido que se expandía por su cuerpo.
En los tramos en que había sido transportada por barco, carretas o carrozas, había logrado estudiar un poco más de francés, facilitando así a futuro la comunicación con el Conde Rivaille, a quien estaba a punto de conocer en persona. Las enormes puertas del castillo se abrieron lentamente, siendo recibida por una gran cantidad de sirvientes, quienes le hablaron en francés cuidadosamente, procurando ver si comprendía.
A los pies de las escaleras vio a un hombre joven que denotaba liderazgo en su mirada, a pesar de su sigilosa presencia. Al ver su mano extendida y escuchar su saludo, no pudo más que sonreír, pues se alegraba de que se comunicaran de forma directa y sin protocolos que retrasaban todo. - Buenas tardes, muchas gracias por recibirme.- Respondió al apretón de mano y sus palabras con el mejor francés que tenía. - Entiendo lo más básico, muchas gracias. - Le sonrió al joven intérprete, encantada de que tuviera a alguien con quien hacerse entender si es que necesitaba palabras más complejas. Me parece una excelente idea. - Sonrió alegre de poder comer algo caliente y más agradable que lo que cazaba durante el camino, para enseguida seguir a Rivaille y al intérprete.
Ya en la elegante mesa, probando una deliciosa sopa, se dispuso a dar detalles de lo que había ocurrido después de enviada su última carta. - Si bien he llegado sola hasta aquí, debo informarle que alrededor de 40 cazadores ya están en camino desde Islandia, mientras que por otra ruta 30 a 40 cazadores más desde Suecia y Finlandia se han unido. - Dijo con convicción, observando al conde en espera de que haya entendido sus palabras.- Desde el Reino Unido aún no tengo detalles de cuántos cazadores participarán, pero tenemos por seguro su apoyo. También he recibido noticias de que el grupo de licántropos no se ha movido de las fronteras francas, o por lo menos eso ha sido lo último que me ha informado uno de mis más eficaces cazadores - Saboreó una vez más la sopa y no pudo evitar tomar unas cuantas cucharadas más seguidas, reconfortada con el calor del líquido que se expandía por su cuerpo.
Ásgerðr Skógveið- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
Si bien la muchacha hubiera aceptado su invitación a almorzar, le hizo señas a sus sirvientes para que prepararan todos y la invitó a seguirle hasta el salón comedor. Él tomó asiento en la cabecera de la mesa, de espaldas a un gran ventanal que daba vista hacia el patio central de la residencia, donde se llevaban a cabo los entrenamientos de los soldados más novatos en la milicia que él lideraba y que poco a poco iba convirtiendo en una élite de cazadores, más que simples soldados. Pronto la muchacha sentada a su derecha comenzó a hablar y dar más detalles del tema que había iniciado explicando en su carta. Mientras hablaba, se limitó a mirarla por el rabillo del ojo y solo de cuando en cuando, mirarla directamente a los ojos, al mismo tiempo que bebía lentamente su sopa.
Cuando la mujer terminó de hablar, sin embargo, la miró nuevamente de reojo y dejó la cuchara en el plato. Acto seguido, se echó para atrás en la silla y apoyó la espalda en el lado derecho esta, levantando el brazo izquierdo para pasarlo por sobre el respaldo y apoyarlo en este. La miró entonces de forma más directa y, estóico como siempre, comenzó a hablarle.- Te ves demasiado entusiasta y tranquila como para ser alguien que está a punto de lidiar con una guerra, Ásgerðr. -Comentó en voz baja acompañado de su fiel sarcasmo, al mismo tiempo que con un deje de desagrado. Y es que de solo escucharla, le daba la impresión de que sus acciones apresuradas iban a terminar con demasiadas vidas, y aquello, justamente aquello, era algo que él jamás podría soportar ni mucho menos permitir.
Antes de volver a hablar, o permitir que la mujer le contestara, miró hacia la izquierda donde estaba el intérprete.- Tráeme el expediente, quieres. -Le ordenó con rapidez y acertividad, volviendo entonces su vista hacia la cazadora mientras que volvía a comodarse como correspondía en la silla. El intérprete se puso de pie de inmediato y abandonó la sala.- Dime una cosa, Ásgerðr, ¿dónde se van a hospedar todos esos cazadores? ¿con qué los vas a alimentar? -Le preguntó mientras que apoyaba ambos codos en la mesa, con los brazos cruzados.- No creerás que porque te he invitado a mi residencia a discutir tus asuntos durante un almuerzo, ¿de pronto pensarás que le permitiré a todos vivir bajo mi techo y comer de mi comida? -Agregó luego, manteniendo la vista fija en ella, sonriendo luego ligeramente.- Suena egoísta, lo sé, pero es realista. -Agregó al tiempo que alzaba las cejas y volvía a echarse para atrás.
Vió entonces que el joven volvía a la sala con una carpeta en sus manos. Rivaille la recibió y la apoyó en la mesa, a un costado de su plato de sopa a medio tomar.- A diferencia tuya, Ásgerðr, me he tomado las cosas con mayor calma y prudencia, y me tomé la libertad de investigar al respecto. -Comentó mientras abría la carpeta frente a ella y se la mostraba, donde el primer reporte a vista era uno detallado de quién era ella, la cazadora Islandesa conocida como escudera. Detrás de este habían varios reportes más, todos detallados, que trataban todo lo que la muchacha había mencionado en su carta: el grupo de licántropo, los niños desaparecidos, su propio hijo Bjorn, todos con retratos incluídos de las personas investigadas.
- No quiero que te lo tomes a mal, eso sí, solo quiero que sepas que lo que sea que estés planeando hacer con ese ejército de cazadores que traes, no lo permitiré en mis tierras. -Le acercó la carpeta, permitiéndole de esta forma dar un libre vistazo de lo que había en ella.- Pero no te juzgo, no me conoces ni yo a ti, y por eso dejaré pasar lo imprudente que has sido. Pero ten en cuenta, muy en cuenta, que yo no pongo en peligro a mis subordinados de forma tan apresurada, y espero que hagas lo mismo si quieres hacer algo bajo mi jurisdicción. -Sentenció al final, volviendo a acomodarse para seguir tomándose la sopa.- El mensaje aquí es claro: si quieres que coopere con tu causa, deberás cooperar comigo a cambio, y para ello, deberás trabajar bajo mis métodos.
Cuando la mujer terminó de hablar, sin embargo, la miró nuevamente de reojo y dejó la cuchara en el plato. Acto seguido, se echó para atrás en la silla y apoyó la espalda en el lado derecho esta, levantando el brazo izquierdo para pasarlo por sobre el respaldo y apoyarlo en este. La miró entonces de forma más directa y, estóico como siempre, comenzó a hablarle.- Te ves demasiado entusiasta y tranquila como para ser alguien que está a punto de lidiar con una guerra, Ásgerðr. -Comentó en voz baja acompañado de su fiel sarcasmo, al mismo tiempo que con un deje de desagrado. Y es que de solo escucharla, le daba la impresión de que sus acciones apresuradas iban a terminar con demasiadas vidas, y aquello, justamente aquello, era algo que él jamás podría soportar ni mucho menos permitir.
Antes de volver a hablar, o permitir que la mujer le contestara, miró hacia la izquierda donde estaba el intérprete.- Tráeme el expediente, quieres. -Le ordenó con rapidez y acertividad, volviendo entonces su vista hacia la cazadora mientras que volvía a comodarse como correspondía en la silla. El intérprete se puso de pie de inmediato y abandonó la sala.- Dime una cosa, Ásgerðr, ¿dónde se van a hospedar todos esos cazadores? ¿con qué los vas a alimentar? -Le preguntó mientras que apoyaba ambos codos en la mesa, con los brazos cruzados.- No creerás que porque te he invitado a mi residencia a discutir tus asuntos durante un almuerzo, ¿de pronto pensarás que le permitiré a todos vivir bajo mi techo y comer de mi comida? -Agregó luego, manteniendo la vista fija en ella, sonriendo luego ligeramente.- Suena egoísta, lo sé, pero es realista. -Agregó al tiempo que alzaba las cejas y volvía a echarse para atrás.
Vió entonces que el joven volvía a la sala con una carpeta en sus manos. Rivaille la recibió y la apoyó en la mesa, a un costado de su plato de sopa a medio tomar.- A diferencia tuya, Ásgerðr, me he tomado las cosas con mayor calma y prudencia, y me tomé la libertad de investigar al respecto. -Comentó mientras abría la carpeta frente a ella y se la mostraba, donde el primer reporte a vista era uno detallado de quién era ella, la cazadora Islandesa conocida como escudera. Detrás de este habían varios reportes más, todos detallados, que trataban todo lo que la muchacha había mencionado en su carta: el grupo de licántropo, los niños desaparecidos, su propio hijo Bjorn, todos con retratos incluídos de las personas investigadas.
- No quiero que te lo tomes a mal, eso sí, solo quiero que sepas que lo que sea que estés planeando hacer con ese ejército de cazadores que traes, no lo permitiré en mis tierras. -Le acercó la carpeta, permitiéndole de esta forma dar un libre vistazo de lo que había en ella.- Pero no te juzgo, no me conoces ni yo a ti, y por eso dejaré pasar lo imprudente que has sido. Pero ten en cuenta, muy en cuenta, que yo no pongo en peligro a mis subordinados de forma tan apresurada, y espero que hagas lo mismo si quieres hacer algo bajo mi jurisdicción. -Sentenció al final, volviendo a acomodarse para seguir tomándose la sopa.- El mensaje aquí es claro: si quieres que coopere con tu causa, deberás cooperar comigo a cambio, y para ello, deberás trabajar bajo mis métodos.
Rivaille- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
Las palabras iniciales del conde la dejaron levemente sorprendida, pues debido a sus costumbres, el estar entusiasmada y tranquila frente a una guerra que se avecinaba era algo completamente normal. Sabía que existían diferencias culturales respecto a como contemplaban el hecho de ocurrir una guerra, sin embargo, no pudo evitar sentir sorpresa como su primera impresión. No obstante, cuando observó las carpetas que traía el intérprete y vio toda su vida prácticamente almacenada en esos pequeños portafolios, junto con las demás personas que conocía, sintió algo que hace mucho tiempo no sentía fuera de un campo de batalla desfavorable: sintió miedo, pues nunca pensó que alguien podría obtener tanta información de todo lo que estaba haciendo en tan poco tiempo y de otras fuentes. Sintió miedo de la existencia de ojos invisibles que reportaban todas sus acciones. Mas, a pesar de tener unas ganas horribles de salir corriendo del lugar, respiró profundo, observó nuevamente todas las carpetas de forma rápida y escuchó atenta las palabras del cazador, de quien acababa de descubrir que tenía medios más raudos y sofisticados para realizar sus misiones.
Con sus palabras comprendió gran parte de su personalidad y le hizo darse cuenta de muchas cosas que tal vez debido a su usual costumbre guerrera, no había tomado en cuenta. Claro que le importaba la vida de sus camaradas, obviamente era una forma apresurada de ponerlas en peligro, pero era la costumbre vikinga, aunque poco a poco en su fuero interno reconoció que estaba siendo demasiado apresurada, que no estaba viendo los detalles importantes que harían completamente diferente los resultados de todo el asunto acerca de los licántropos.
-Solo a modo de aclaración, debo decirte en primer lugar que nuestros cazadores siempre se trasladan con los suministros necesarios para su viaje, y en caso extremo y raro en que ya no tengan suministros, saben cazar a discreción para obtener su comida. - Respondió en un tono tranquilo y pausado, esperando dejar en claro que no estaba molesta por las palabras de Rivaille. - En segundo lugar, estoy muy consciente de los peligros que corremos en caso de generarse una guerra y mis camaradas también, pues es algo casi del día a día para nosotros, en especial luego de convertirnos en guerreros y cazadores. Nuestra última meta es el Valhalla y debemos acoger ese momento con honor y orgullo. Y en tercer lugar, nunca dejaría que un camarada muriera en vano o solo para lograr un beneficio propio. -Exclamó después, hablando todo el tiempo con calma y mirando a los ojos a Rivaille.
Dejó pasar una pausa moderada, para enseguida volver retomar sus palabras, con la misma tranquilidad y esperando llegar a un acuerdo.- Debo reconocer que me he apresurado, he pensado demasiado todo y he querido realizar un gran plan, mas he fracasado. Os pido disculpas, tan solo buscaba informaros de todo lo más importante cuanto antes, lo cual veo que no necesitáis. Respecto a vuestros métodos, nunca desee mostrarme cerrada frente a ellos, al contrario, estoy completamente interesada en escucharlas para así lleguemos a un mutuo consenso.
Con sus palabras comprendió gran parte de su personalidad y le hizo darse cuenta de muchas cosas que tal vez debido a su usual costumbre guerrera, no había tomado en cuenta. Claro que le importaba la vida de sus camaradas, obviamente era una forma apresurada de ponerlas en peligro, pero era la costumbre vikinga, aunque poco a poco en su fuero interno reconoció que estaba siendo demasiado apresurada, que no estaba viendo los detalles importantes que harían completamente diferente los resultados de todo el asunto acerca de los licántropos.
-Solo a modo de aclaración, debo decirte en primer lugar que nuestros cazadores siempre se trasladan con los suministros necesarios para su viaje, y en caso extremo y raro en que ya no tengan suministros, saben cazar a discreción para obtener su comida. - Respondió en un tono tranquilo y pausado, esperando dejar en claro que no estaba molesta por las palabras de Rivaille. - En segundo lugar, estoy muy consciente de los peligros que corremos en caso de generarse una guerra y mis camaradas también, pues es algo casi del día a día para nosotros, en especial luego de convertirnos en guerreros y cazadores. Nuestra última meta es el Valhalla y debemos acoger ese momento con honor y orgullo. Y en tercer lugar, nunca dejaría que un camarada muriera en vano o solo para lograr un beneficio propio. -Exclamó después, hablando todo el tiempo con calma y mirando a los ojos a Rivaille.
Dejó pasar una pausa moderada, para enseguida volver retomar sus palabras, con la misma tranquilidad y esperando llegar a un acuerdo.- Debo reconocer que me he apresurado, he pensado demasiado todo y he querido realizar un gran plan, mas he fracasado. Os pido disculpas, tan solo buscaba informaros de todo lo más importante cuanto antes, lo cual veo que no necesitáis. Respecto a vuestros métodos, nunca desee mostrarme cerrada frente a ellos, al contrario, estoy completamente interesada en escucharlas para así lleguemos a un mutuo consenso.
Ásgerðr Skógveið- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
Dejó que la muchacha viera el expediente y lo hojeara cuantas veces quisiera, pues al fin y al cabo, aquella era toda la información que estaba dispuesto a dejarle saber que él tenía, pues claro, el verdadero expediente, con mucha más información que en realidad era mucho más relevante, estaba guardado con llave en uno de los cajones de su escritorio de trabajo. Estaba tan relajado al respecto que mientras que ella miraba el expediente, se dedicó exclusivamente a seguir tomándose la sopa, habiendo entonces terminado para cuando ella levantó la vista -notoriamente asustada- de los papeles. Esbozó una sonrisa ladina y resopló un poco de aire de forma algo algo pretenciosa por apenas unos segundos mientras que tomaba una servilleta y se limpiaba la boca, volviendo a apoyarse en el respaldo de su silla con el fin de escucharla. Por un momento sintió aquel placer malicioso que le daba al tener a los demás prácticamente acorralados, sabiendo que la mujer sentada a su costado se había asustado. Y es que, en realidad, ese era justamente el plan, pues desde que recibió la carta, había intuido de inmediato que nada bueno podía salir de aquel asunto.
Hizo un gesto a uno de los sirvientes que esperaban de pie junto a una de las puertas laterales de la sala, a modo que viniesen a retirar su plato y trajeran el plato principal, y mientras tanto escuchó atentamente entonces con toda tranquilidad lo que la invitada tenía por “aclarar”, no obstante, mientras más hablaba ella, más fruncía él el ceño. Sintió entonces los impulsos de interrumpirla, callarle la boca y mandarla a casa junto a todos sus cazadores del siglo pasado, pero no lo hizo; en lugar, esperó, sí, esperó a que terminara de hablar todo lo que quisiera, de ese modo se tomaría un descanso en el que encontraría entonces una manera de expresar todo el desacuerdo que tenía con ella.
Tch, claro que te has apresurado. Más de lo que puedo soportar, incluso. -Comentó después de unos segundos de silencio, mientras que el plato principal de su almuerzo aparecía frente a él. Había esperado con tantas ansias el poder almorzar, mas ahora sentía que el hambre se le había arruinado por completo.- No sé cómo hacen ustedes allá las cosas en Islandia, y la verdad es que no podría importarme un solo carajo, pero déjame decirte algo, Ásgerðr: aquí en París las cosas son distintas, así que deja el esoterismo del “Valhalla” allá donde corresponde, que aquí somos Cristianos. -Exclamó con rapidez de habla pero sin subir el tono ni el volumen de su voz, y luego, tomó sus cubiertos para comenzar a cortar la carne en su plato.
Y creo que no has entendido lo que te he dicho ya. Aquí no hay un “consenso” al que llegar, ni métodos que acordar. -Decía mientras cortaba la carne.- Ya te dije: lo que sea que quieras hacer, se hará bajo mis métodos. Ni más, ni menos. -Se llevó entonces un bocado de comida a la boca, dándose el tiempo de mirarla de soslayo mientras que masticaba y tragaba.- Y ya que estamos en modo de aclaración, déjame decirte también que, en primer lugar, vas a buscarle hospedaje y alimento a toda esa gente. No quiero más personas viviendo en las calles, ni tampoco quiero que se vayan de caza a los campos fuera de París donde cazan los campesinos y la clase baja. Y en segundo lugar, nadie tiene permitido irse al ‘Valhalla’ ni andar buscándolo aquí. Te prohíbo cualquier tipo de enfrentamiento bélico o acercamiento sin mi supervisión. ¿Queda claro? -Acabó de hablar, habiendo hecho todo lo posible por no insultarla ni recurrir al lenguaje vulgar al que estaba tan acostumbrado. Se limitó entonces a seguir comiendo, pues en esos momentos, lo único que quería era en realidad matar el poco hambre que le quedaba.
Hizo un gesto a uno de los sirvientes que esperaban de pie junto a una de las puertas laterales de la sala, a modo que viniesen a retirar su plato y trajeran el plato principal, y mientras tanto escuchó atentamente entonces con toda tranquilidad lo que la invitada tenía por “aclarar”, no obstante, mientras más hablaba ella, más fruncía él el ceño. Sintió entonces los impulsos de interrumpirla, callarle la boca y mandarla a casa junto a todos sus cazadores del siglo pasado, pero no lo hizo; en lugar, esperó, sí, esperó a que terminara de hablar todo lo que quisiera, de ese modo se tomaría un descanso en el que encontraría entonces una manera de expresar todo el desacuerdo que tenía con ella.
Tch, claro que te has apresurado. Más de lo que puedo soportar, incluso. -Comentó después de unos segundos de silencio, mientras que el plato principal de su almuerzo aparecía frente a él. Había esperado con tantas ansias el poder almorzar, mas ahora sentía que el hambre se le había arruinado por completo.- No sé cómo hacen ustedes allá las cosas en Islandia, y la verdad es que no podría importarme un solo carajo, pero déjame decirte algo, Ásgerðr: aquí en París las cosas son distintas, así que deja el esoterismo del “Valhalla” allá donde corresponde, que aquí somos Cristianos. -Exclamó con rapidez de habla pero sin subir el tono ni el volumen de su voz, y luego, tomó sus cubiertos para comenzar a cortar la carne en su plato.
Y creo que no has entendido lo que te he dicho ya. Aquí no hay un “consenso” al que llegar, ni métodos que acordar. -Decía mientras cortaba la carne.- Ya te dije: lo que sea que quieras hacer, se hará bajo mis métodos. Ni más, ni menos. -Se llevó entonces un bocado de comida a la boca, dándose el tiempo de mirarla de soslayo mientras que masticaba y tragaba.- Y ya que estamos en modo de aclaración, déjame decirte también que, en primer lugar, vas a buscarle hospedaje y alimento a toda esa gente. No quiero más personas viviendo en las calles, ni tampoco quiero que se vayan de caza a los campos fuera de París donde cazan los campesinos y la clase baja. Y en segundo lugar, nadie tiene permitido irse al ‘Valhalla’ ni andar buscándolo aquí. Te prohíbo cualquier tipo de enfrentamiento bélico o acercamiento sin mi supervisión. ¿Queda claro? -Acabó de hablar, habiendo hecho todo lo posible por no insultarla ni recurrir al lenguaje vulgar al que estaba tan acostumbrado. Se limitó entonces a seguir comiendo, pues en esos momentos, lo único que quería era en realidad matar el poco hambre que le quedaba.
Rivaille- Realeza Francesa
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Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
A medida que escuchaba sus palabras, sentía como mantenía el tono de su voz de forma controlada, pero cada palabra que salía de su boca era cada vez más autoritaria o mordaz. Tal vez no expresaba enojo en su voz, pero si todo su lenguaje corporal mostraba descontento y disconformidad con lo que ella había dicho. “¿Por qué me invitó a su palacio entonces, si no estaba de acuerdo en lo que le proponía?” se preguntó mentalmente, mientras apretaba los dientes para no gritarle la pregunta con todas sus fuerzas.
Si bien ella era paciente, tenía un autocontrol que había sido elogiado durante sus más grandes cacerías, mas el actuar de este cazador la estaba dejando sin paciencia. Sentía que el único propósito por el que la había invitado era para insultarle y hacer sentir pequeña y sin fuerza, sin poder sobre su actuar, lo cual hacía que cada vez tuviera más ganas de meterle su pie en el trasero - No de darle una patada; no, eso sería demasiado suave, demasiado cordial, ella quería encajarle todo su pie en el trasero para que dejara de hablar.- y de decirle que él no era el emperador de todo lo que veía. Pero estaba en su casa, era su territorio y algo que ella tenía muy bien arraigado en su ser es que no es bueno desquitarse en el territorio ajeno. Pero las ganas de hacerlo callar eran tan grandes, que prefirió cerrar por un momento sus ojos e imaginar que lo ahorcaba, solo unos segundos, para así poder responderle de la forma más correcta posible.
Cuando escuchó que se refería a sus camaradas y a buscarles alojamiento y comida, apretó aún más la mandíbula para exigirse autocontrol, evitando así tirar la silla para ir a patear a su interlocutor. Apenas este terminó de hablar, la vikinga solo lo miró seria, sin ganas de contestarle, porque no quería doblegarse, quería levantarse y marcharse de ahí, más sabía que si hacía eso perdería gran ventaja de tener como aliado al francés, por lo que solo lo observó y esperó a que este volviera a interesarse en su plato, para enseguida ella empezar el suyo. Su conciencia le decía que no debía refutarle, que debía esperar a que este hablar sobre cómo actuarían respecto a los licántropos, pero su tozudez pudo más que todas las razones y luego de mucho tiempo, su voz se escuchó en el salón.
-¿Y qué tiene pensado hacer, su majestad? - Lo dijo con un tono completamente neutro, completamente plano y observando de reojo a Rivaille, arrepintiéndose a medias apenas había terminado de pronunciar sus palabras. Pero muy en el fondo, una voz, la voz de su tozudez, le decía que había hecho lo correcto, que no debía contenerse.
Si bien ella era paciente, tenía un autocontrol que había sido elogiado durante sus más grandes cacerías, mas el actuar de este cazador la estaba dejando sin paciencia. Sentía que el único propósito por el que la había invitado era para insultarle y hacer sentir pequeña y sin fuerza, sin poder sobre su actuar, lo cual hacía que cada vez tuviera más ganas de meterle su pie en el trasero - No de darle una patada; no, eso sería demasiado suave, demasiado cordial, ella quería encajarle todo su pie en el trasero para que dejara de hablar.- y de decirle que él no era el emperador de todo lo que veía. Pero estaba en su casa, era su territorio y algo que ella tenía muy bien arraigado en su ser es que no es bueno desquitarse en el territorio ajeno. Pero las ganas de hacerlo callar eran tan grandes, que prefirió cerrar por un momento sus ojos e imaginar que lo ahorcaba, solo unos segundos, para así poder responderle de la forma más correcta posible.
Cuando escuchó que se refería a sus camaradas y a buscarles alojamiento y comida, apretó aún más la mandíbula para exigirse autocontrol, evitando así tirar la silla para ir a patear a su interlocutor. Apenas este terminó de hablar, la vikinga solo lo miró seria, sin ganas de contestarle, porque no quería doblegarse, quería levantarse y marcharse de ahí, más sabía que si hacía eso perdería gran ventaja de tener como aliado al francés, por lo que solo lo observó y esperó a que este volviera a interesarse en su plato, para enseguida ella empezar el suyo. Su conciencia le decía que no debía refutarle, que debía esperar a que este hablar sobre cómo actuarían respecto a los licántropos, pero su tozudez pudo más que todas las razones y luego de mucho tiempo, su voz se escuchó en el salón.
-¿Y qué tiene pensado hacer, su majestad? - Lo dijo con un tono completamente neutro, completamente plano y observando de reojo a Rivaille, arrepintiéndose a medias apenas había terminado de pronunciar sus palabras. Pero muy en el fondo, una voz, la voz de su tozudez, le decía que había hecho lo correcto, que no debía contenerse.
Ásgerðr Skógveið- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Gajes del oficio ♦ Ásgerðr
Desde que era un adolescente que había tenido talento por liderar a los demás, como también de controlarlos a diestra y siniestra con tan solo palabras; y de los dos años que llevaba como Conde, esa era una de las cosas que más le divertían: el de controlar a los demás o a las situaciones con una mano diestra que no daba lugar a que las cosas salieran mal. Eso era justamente lo que hacía en esos momentos con la cazadora Islandesa, y silencio de su invitada le resultó nada más ni nada menos que placentero éxito, por lo que se dedicó tranquila y agradablemente a disfrutar de su plato de comida caliente. Y mientras más tardaba ella en hablar, más disfrutaba él del silencio y de la comida; sintiendo el sabor de lo reconfortante que eran ambas cosas.
Sin embargo, cuando la mujer finalmente habló, no hizo sino causarle una sonrisa aún mayor. Mirándola de reojo, tal y como le miraba ella, él le dedicó aquella sonrisa malévola mientras que se acomodaba con los codos en la mesa.- Levanta tu trasero de la silla y sígueme, Skógveið; te muestro. -Dijo con tono grave, poniéndose inmediatamente de pie mientras que dejaba sus cubiertos dentro del plato y tomaba este para comenzar a caminar fuera de la sala.- Trae tu plato, Skógveið, a menos que necesites que mis sirvientes lo carguen por ti. -Le molestó luego alzando la voz para que le escucharan tanto ella como los sirvientes, mientras que salía de la habitación y se dirigía hacia las escaleras. Subió entonces al segundo piso y entró a una de las habitaciones que se encontraba adyacente a su oficina.
Allí se encontraban dos soldados, hombre y mujer, hablando entre ellos en voz baja mientras intercambiaban papeles. La muchacha, sentada en la mesa rectangular al centro de la habitación, saltó de esta al ver que el conde había aparecido allí, y el muchacho, dejó de escribir en la pizarra de tiza junto a la mesa y se giró a verle. Ambos hicieron un saludo militar y se quedaron erguidos, esperando órdenes. Rivaille, por su parte, dejó su almuerzo al extremo opuesto de la mesa y se apresuró a ir a una de las altas estanterías a los costados del cuarto, de la cual sacó un pequeño saco de cuero.- ¿Alguna actualización? -Preguntó a los soldados mientras que volvía a mesa y se quedaba de pie junto a su puesto en la cabecera, esperando a que la cazadora escogiera un lugar en la mesa y se sentara.
La uniformada, con papeles en manos, no esperó a que la cazadora se acomodara, sino que comenzó a hablar apenas el conde lo hubiere pedido: “Hemos recibido reporte de que el grupo A se encuentra trasladándose al sur de París, mientras que el grupo B se separó. Parte de ellos se dirigen a Le Havre, mientras que el resto se encontró con un tercer grupo que llegó anoche a la ciudad, grupo C. Tenemos evidencia de que el grupo C se encuentra al tanto de que la señora Skógveið arribó en París, pero desconocen su relación con usted, señor.” Ella hizo una pausa, lo que dio a Rivaille tiempo de interferir.- ¿Han logrado ya infiltrar al condenado que contactamos? -Preguntó, a lo que el muchacho asintió. “Se encuentra infiltrado en el grupo C; y se encuentra a la espera de más órdenes.”
Para ese entonces, Rivaille volteó a mirar a la cazadora con una sonrisa triunfante y altanera, para luego volver a ver a los soldados.- No está nada mal; bien hecho. De ahora en adelante se encuentran también a disposición de la cazadora aquí presente, pero por ahora pueden retirarse y tomar un descanso. -Ambos hicieron nuevamente el saludo y se retiraron, dejándolos ahora a ellos dos solos.- ¿Sigues molesta, Skógveið? -Se burló mientras que finalmente tomaba asiento y continuaba almorzando.- Anda, adelante, puedes revisar lo que quieras. -Dijo entonces, acomodándose con confianza, completamente relajado y a gusto, observando la pizarra al otro lado de la mesa. En la mitad de ella había un esquema de los movimientos que realizaba cada grupo mencionado, mientras que en la otra mitad colgaban retratos de cada uno de sus integrantes.
Sin embargo, cuando la mujer finalmente habló, no hizo sino causarle una sonrisa aún mayor. Mirándola de reojo, tal y como le miraba ella, él le dedicó aquella sonrisa malévola mientras que se acomodaba con los codos en la mesa.- Levanta tu trasero de la silla y sígueme, Skógveið; te muestro. -Dijo con tono grave, poniéndose inmediatamente de pie mientras que dejaba sus cubiertos dentro del plato y tomaba este para comenzar a caminar fuera de la sala.- Trae tu plato, Skógveið, a menos que necesites que mis sirvientes lo carguen por ti. -Le molestó luego alzando la voz para que le escucharan tanto ella como los sirvientes, mientras que salía de la habitación y se dirigía hacia las escaleras. Subió entonces al segundo piso y entró a una de las habitaciones que se encontraba adyacente a su oficina.
Allí se encontraban dos soldados, hombre y mujer, hablando entre ellos en voz baja mientras intercambiaban papeles. La muchacha, sentada en la mesa rectangular al centro de la habitación, saltó de esta al ver que el conde había aparecido allí, y el muchacho, dejó de escribir en la pizarra de tiza junto a la mesa y se giró a verle. Ambos hicieron un saludo militar y se quedaron erguidos, esperando órdenes. Rivaille, por su parte, dejó su almuerzo al extremo opuesto de la mesa y se apresuró a ir a una de las altas estanterías a los costados del cuarto, de la cual sacó un pequeño saco de cuero.- ¿Alguna actualización? -Preguntó a los soldados mientras que volvía a mesa y se quedaba de pie junto a su puesto en la cabecera, esperando a que la cazadora escogiera un lugar en la mesa y se sentara.
La uniformada, con papeles en manos, no esperó a que la cazadora se acomodara, sino que comenzó a hablar apenas el conde lo hubiere pedido: “Hemos recibido reporte de que el grupo A se encuentra trasladándose al sur de París, mientras que el grupo B se separó. Parte de ellos se dirigen a Le Havre, mientras que el resto se encontró con un tercer grupo que llegó anoche a la ciudad, grupo C. Tenemos evidencia de que el grupo C se encuentra al tanto de que la señora Skógveið arribó en París, pero desconocen su relación con usted, señor.” Ella hizo una pausa, lo que dio a Rivaille tiempo de interferir.- ¿Han logrado ya infiltrar al condenado que contactamos? -Preguntó, a lo que el muchacho asintió. “Se encuentra infiltrado en el grupo C; y se encuentra a la espera de más órdenes.”
Para ese entonces, Rivaille volteó a mirar a la cazadora con una sonrisa triunfante y altanera, para luego volver a ver a los soldados.- No está nada mal; bien hecho. De ahora en adelante se encuentran también a disposición de la cazadora aquí presente, pero por ahora pueden retirarse y tomar un descanso. -Ambos hicieron nuevamente el saludo y se retiraron, dejándolos ahora a ellos dos solos.- ¿Sigues molesta, Skógveið? -Se burló mientras que finalmente tomaba asiento y continuaba almorzando.- Anda, adelante, puedes revisar lo que quieras. -Dijo entonces, acomodándose con confianza, completamente relajado y a gusto, observando la pizarra al otro lado de la mesa. En la mitad de ella había un esquema de los movimientos que realizaba cada grupo mencionado, mientras que en la otra mitad colgaban retratos de cada uno de sus integrantes.
Rivaille- Realeza Francesa
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