La función de los desahuciados

por **Eve Trudeau** Jue Abr 02, 2015 11:51 pm

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Una cascada de sangre, es todo lo que ven mis ojos. Sangre de terciopelo, sangre coagulada y entumecida en el tiempo. Mis pasos tratan de retornar hacia atrás, hacia el pasado, pero cuando lo hacen solo pueden encontrar ~~obscuridad...~~

Es casi la media noche, las luces dentro del teatro de los vampiros se encienden casi por encanto fantasmal. Una función especial aguarda, dedicada a todos los curiosos y morbosos residentes de París. Uno a uno, los mortales se adentran en la pequeña jaula pestilente a muerte e ignorancia. Con euforia típica del populacho cogen sus entradas y toman sus asientos. Abarrotan el cupo en las galerías, en los palcos separados por mamparas. Hay corazones ansiosos llenando filas y filas de asientos hasta la pared del fondo.

Una vez todos estan dentro, los únicos dos accesos -y trágicamente, las únicas dos salidas- son selladas con gruesas cadenas, atrapando a todos los invitados, ¿son condenándos de forma anticipada?...

Las luces languidecen, el recinto se sumerge en obscuridad. La espera acrecienta su excitación y esta se eleva a manera de murmullos. Cuantas voces, cuantas vidas... Un faro se enciende, creando un circulo de luz en pleno escenario. El escándalo hecho de cuchicheos se admira, reconociendo a las figuras que surgen de improviso sobre la tarima: un aquelarre de pálidas criaturas con aspecto de haber surgido del sepulcro. Su atuendo es repulsivo y andrajoso, trajes de bufón hechos de retales irregulares de otras ropas. Sus rostros están pintarrajeados de negro y rojo, y tal es la intensidad de sus colores y la forma en que remarcan sus facciones, que cuesta reconocer si es real aquella faz o en verdad una máscara.

Cada fantasma sostiene un viejo instrumento de cuerda y/o viento. Pero no se mueven, ni siquiera parece que respiren. Un humo blanco parece emerger de sus pies.

La cortina de terciopelo rojo se eleva, lentamente, descubriendo el fondo del escenario y en él, un oscuro paisaje de sedas negras que caen como los velos de la muerte.

Una figura aguarda allí, en el centro de todo, atras de todo, envuelta entre velos blancos de un vestido de novia rasgado. Sus labios no se mueven, pero rumea algo, puede escucharse su voz dulce en una especie de canción. Es suave, abrazadora, casi seductora... ¿a quien le cantara aquella novia tragica?

Entonces la melodia se transfigura en un aullido, un alarido gutural que pronto se transforma en un fa agudo digno de un soprano. La nota aguda se eleva mas y mas, hiere los oídos delicados. La mano de la mujer sube lentamente, apunta los techos, como si siguiera el camino de agudos... y entonces se cierra en un puño, enmudeciéndose.

... Y la orquesta comienza a tocar.