Tebas | ID

Sanación acelerada, Percepción del aura, Visión compartida y visión remota, Bloqueo mental, Rastreo, Levitar, Telepatía, Clarividencia, Seducción, Persuasión, Confusión, Inflingir dolor por medio de la mente, Manipulación de la memoria, Ilusión, Capacidad para soportar la luz solar.

Más detalles:

Apariencia humana:

Comprender a Tebas os resultará sencillo. ¿Pueden recordar la primera vez que pisaron un mausoleo? ¿Qué sintieron? ¿Desolación? ¿Miedo? ¿La vena de vuestro corazón amenazando con estallar si no escapaban de la muerte que se percibía en cada una de las lápidas erigidas a los invitados que se sentaban tranquilamente sobre las llamas eternas del infierno? ¿Esa opresiva sensación de ser observado resonándoles en el pecho? ¿Sonrisas fantasmales burlándose de vuestro desasosiego? ¿O quizás simplemente escucharon esa voz susurrándoles al oído de que serían el siguiente en uniros a las filas de los desvalidos? Cada una de esas sensaciones danzando y creando lava ardiente a través de sus venas, llevan como autoría su nombre y firma. ¿Cuáles serán vuestras respuestas? No pueden pretender saberlas a menos que sean puestos a prueba. Lo harán, no cometan el error de creer lo contrario una vez tengan la desdicha de encontrarlo. La mente de Tebas es un intrincado laberinto, con todas las salidas bloqueadas para conducirte a un único y mítico destino: la demencia. Escucha con atención las primeras palabras que os tenga que decir, si posees sentido de supervivencia captarás un ramalazo del peligro que os acecha. ¿Os atreven a tacharlo de loco? ¿A seguirle la corriente para zafar de las maquinaciones que se entretejen vilmente en su mente? ¡Oh! ¿No lo saben? No lo piensen tanto, no crean que el tiempo se les será obsequiado. Cada muerte es pieza de un rompecabezas infinito que se forma en su mente, la violenta forma de alimentar al artista interior que se ha vuelto continuamente exigente. Es depravado y morboso por naturaleza. Disfruta de decirle a sus víctimas lo que hará con ellas, las reacciones en sus rostros siempre lo excitan a sobremanera. A veces escucha al orgulloso Thanos en su cabeza. Es tan paciente como impaciente, puede pasar de la calma al caos en un parpadear. Os advierto, nadie está exento, nadie está a salvo. Corre, aunque no habrá lugar seguro a donde ir una vez tu camino y la de él se junten.


En lo alto de las Montañas Pirineos, existe una cueva como ninguna otra. Allí, en medio de la oscuridad y la humedad, con paredes de piedra bañadas en sangre y rasguños inmortalizados por sus innumerables presas, vive Tebas. Ha estado allí durante miles de años, que ha hecho de las montañas una inmensa colmena de cámaras y cuevas; mismas que parecen llevar grabadas en su interior los ecos de antiguos cazadores y vampiros. Tebas, como él mismo se bautizó años después de verse en lo que se había convertido, nació en una tribu de sedentarios que vivía a la orilla del mar, a un lado de una extensa arboleda. Mientras otros niños se dedicaban a buscar leña para ayudar a sus madres, él se interesó por la caza de grandes animales. Se le solía ver en solitario, afilando sus lanzas de madera, perdido en sus pensamientos. Los adultos no le permitían unírsele, así que cuando el Sol se ponía, se internaba en los bosques para hacer su propia búsqueda. Al principio, erró muchas veces, pues sus presas siempre le descubrían al no actuar con precaución y sigilo; pero conforme pasaban los días, la naturaleza pareció volverse una extensión de su cuerpo. Tebas siempre se aseguraba de no ir más lejos de cierta área, pues algún instinto le advertía sobre el peligro que correría, si abandonaba la seguridad de aquéllos árboles que tan bien conocía. Una tarde, le siguió el hijo del líder de su tribu. “Siempre te he visto entrar aquí al alba y regresar antes de que la última luz se vaya. ¿Acaso tienes miedo a que la oscuridad te atrape?” No había contestado a aquélla provocación. Cualquiera que se metiera con Byrd, podría ser expulsado de la comunidad. Habiendo perdido a sus padres desde muy pequeño, ellos eran todo lo que tenían. Sabía que nadie abogaría por él, así que siguió andando, siguiendo siempre las marcas que antaño, había hecho en los troncos de algunos árboles. Byrd, con algo más de esfuerzo, intentaba seguir sus pasos. Y fue así, intentando perderlo, que se internó a aquél lugar que siempre se juró no penetrar. Cansado y sediento, creyó haber encontrado el cielo cuando atisbó un pequeño riachuelo. Acababa de arrodillarse para beber, cuando le escuchó por primera vez. “Las marcas ya no te ayudarán esta vez, la noche caerá y me pertenecerás.” La sangre se le heló y desesperado, buscó alrededor al dueño de aquélla voz. Cogió la lanza que había dejado un lado y una carcajada cruel resonó en todo el bosque. Parecía que alguien era testigo de cada uno de sus movimientos. Tebas intentó volver sobre sus pasos, pero parecía haberse perdido. Caminase por donde caminase, terminaba en el mismo sitio. Más tarde, descubriría que estaba metido en una ilusión.

Thanos, observaba desde la entrada de una cueva a quien sería su alimento. Una maldición pesaba sobre él. A cambio de salvar su vida, había intercambiado sangre con un hombre, quien le aseguró que no tendría que preocuparse por morir jamás. Pero quien le había dado el abrazo de la muerte, le había mentido. Su cuerpo se fue deteriorando, la luz del sol comenzó a hacerle daño y una sed infernal le poseyó. No podía mezclarse entre los humanos sin dar a conocer su condición. De allí que a los que atrapaba, se quedasen con él hasta que ya no sirviesen como fuente de alimento. Necesitaba con urgencia una nueva mascota. De modo que cuando la noche cayó y sus cadenas fueron rotas, siguió el rastro que el cazador había dejado. Tebas jamás habría podido seguir sus movimientos. En su lugar, había quedado la lanza con la que había intentado defenderse. Lo arrastró sin miramientos hasta su lugar de descanso, donde otro joven aguardaba, rodeado de cuerpos sin vida. Byrd, había corrido con la misma mala suerte. “Si me dejas ir, te traeré a muchos más de mi tribu”, gritaba éste, intentando atraer la atención de Thanos. El monstruo solo había sonreído, para sorpresa de Tebas. Aquélla noche, se había alimentado de Byrd hasta dejar que cayera en la inconsciencia. “¿Y tú? ¿También me traerás?” El olor a miedo, volvía demente al nosferatu. Solo un Sí fue la respuesta. Ni esa, ni la siguiente noche, bebió de Tebas. Había algo en el joven que le despertaba cierto interés. Quizás era que Byrd no dejaba de rogar por su vida, mientras que el otro parecía haberse resignado a su destino. A la cuarta noche, ambos fueron puestos en libertad, con la promesa de que llevarían más hombres hasta aquélla zona. Había enviado una compulsión en aquélla orden, de modo que no había posibilidad de que rompieran su pacto. Aquél que llevase más humanos para que se alimentara, compartiría su locura y destino. Mientras que Byrd intentaba romper ese vínculo, Tebas llevaba con mentiras sobre la cacería, a hombres de la tribu. Cuando se hizo evidente la desaparición de varios compañeros, éste fue hasta Thanos para hacerle saber lo que se rumoraba. “Tráeme al líder y serás tú a quién él nombre como sucesor.” Tebas no le cuestionó, había sido testigo de muchas de sus habilidades, así que cuando el alba llegó, le hizo saber a Byrd lo que haría. Ambos, no tardaron en enzarzarse en una lucha. La locura había ido ganando terreno en la mente de Tebas, mientras que el dolor en la de Byrd por negarse a cumplir la orden hecha por el nosferatu. Sus movimientos eran más lentos, de modo que cuando tropezó, Tebas no dudó en golpearlo con una roca hasta matarlo. Fue así como hizo que el padre de éste, le siguiera, con la mentira de que su hijo estaba herido. Cuando llegaron hasta la zona que pertenecía a Thanos, él permitió que éste jugara con la mente del hombre. Durante los próximos años, Tebas lideró a su tribu y nadie cuestionó sus órdenes. Cada cierto tiempo, dejaba que algunos se adentraran a las profundidades de los bosques, para cumplir siempre con su pacto. Y así fue, hasta que una de esas noches, Thanos le traicionó. Lo dejó en la que había sido su cueva tras darle el abrazo, con el dolor surcando todo su cuerpo y haciéndole desear una muerte que jamás llegaría.  


■ Su piel es mortalmente blanca, e invariablemente, siempre le acompaña el hedor de la muerte y la desesperación.
■ La Montaña del Vampiro, es como se le suele conocer a una de las Montañas de los Pirineos. Una historia que ha ido pasando de generación en generación por la familia de aquélla cazadora que sobrevivió a un encuentro con él.
■ El interior de esa montaña, parece ser una colmena de túneles y cuevas, las cuales ha creado Tebas con el paso del tiempo.
■ Cuando visita la ciudad, lo hace a través de las catacumbas del Cementerio. Por una temporada, se le puede ver allí.
■ Vive rodeado de cadáveres y huesos, puesto que jamás limpia su cueva. Algunas veces, se le suele escuchar hablar con ellos.