Komorebi (木漏れ日)

Su nombre es Yuzuki Shinku (真紅優月), traducido al español como “tierna luna carmesí”, sin embargo, es más conocida bajo el apodo de Komorebi (木漏れ日), una palabra que en japonés representa la “luz solar que atraviesa el foliage de los árboles”, ya que así mismo se presenta. Siendo una vampiresa, de apariencia representa a una mujer asiática de 25 años, cuando en realidad tiene unos 1012 años aproximadamente. Hoy en día, disfruta en París una posición de clase alta, al igual que el estatus que solía tener en su ciudad de origen, Heian-kyō (平安京), en Japón. Es, también, inevitablemente heterosexual.

Entre sus habilidades, se encuentran las que aprendió como humana, las veinte disciplinas del ninjutsu: el taijutsu, la “habilidad del cuerpo” consta en el manejo experto del cuerpo a través de movimientos, desplazamientos y combate desarmado rápidos y ágiles; el kenjutsu, la esgrima de sable de todo tamaño o filo, aunque con los años, Yuzuki desarrolló preferencia por el ninjato y las kodachis dobles; el bōjutsu, la lucha con bastones de diversos tipos o tamaños; el hanbojutsu, el arte de luchar con un báculo; el shurikenjutsu, el lanzamiento, manipulación y combate con elementos corto punzantes, especialmente de la típica shuriken, la kunai y cuchillos varios; el kusarijutsu, el manejo de cadenas para el combate, especialmente la kusarigama o el kusarfundo; el sôjutsu, el manejo y combate con lanzas; el naginatajutsu, el uso de la naginata, una hoja curva al final de un asta largo; el bajutsu, la equitación, lucha y técnicas a caballo; el suijutsu, el nado, lucha y técnicas en el agua; el kayakujutsu, la fabricación, manipulación y uso de pólvoras y explosivos; el boryaku, la estrategia del engaño al intercambiar lo verdadero con lo falso, la verdad con la mentira, o la manipulación de la información para influir en los demás; el cho ho, el espionage; el shinobi iri, la habilidad de ocultarse y camuflarse en todo tipo de climas y ambientes; el intonjutsu, el escape y la infiltración a través del sigilo y la supervivencia; el hensojutsu, la habilidad de caracterización e interpretación y el uso de disfraces; el ten mon, la habilidad meteoróloga; el chi mon, el conocimiento de la geografía; el Seishinteki kyōyō, el desarrollo y fortalecimiento espiritual; y el kuji kiri, la práctica del uso de gestos de manos para representar los nueve cortes de la sabiduría. También desarrolló la habilidad de imitar voces, ajustando los tonos y volúmenes de su voz para imitar voces de mujeres de distintas edades de forma inconfundible, como también sabe imitar sonidos de variados animales sin siquiera utilizar herramientas que le ayuden.

Luego, al convertirse en vampiresa, perfeccionó todas estas otras habilidades con la agilidad y flexibilidad del vampiro, dándole fuerza sobrehumana y sentidos aumentados aún más. Sus buenos reflejos mejoraron, y fue capaz entonces de alcanzar un nuevo nivel de sigilo. Además, adquirió la capacidad de percibir el aura de otras personas, y obtuvo una sanacion acelerada sobrenatural. Sin embargo, lo que se convirtió en un descubrimiento para ella fue su capacidad de levitar, la telepatía e infringir dolor por medio de la mente.



Yuzuki mide un metro con sesenta y seis centímetros y tiene un cuerpo delgado y bien formado, con senos firmes y de buen tamaño, siendo gran parte de su cuerpo una buena musculatura sin ni un solo gramo extra de grasa. Gracias a su entrenamiento, tiene brazos fuertes y piernas potentes, la flexibilidad de una gimnasta y la rapidez de un atleta. Aunque a pesar de esto, tiene manos y pies pequeños, ambos muy delicados y de piel suave. Su rostro es de forma ovalada, y en este destacan sus grandes ojos negros, que brillan con el sol y una sonrisa, pero intimidan en las sombras y con la intención de matar, acompañados de un par de cejas delgadas. Su cabello largo y ondulado es azabache y muy brillante, que a veces le cuelga hasta la mitad de la espalda, o se lo amarra para evitar que intervenga a la hora de trabajar. A sabiendas de que al convertirse en una kyonshī su cuerpo se congelaría en el tiempo, antes de su conversión se preocupó de depilarse las piernas, axilas, brazos y pelvis, y cuidó su piel para que quedara perfectamente lisa y blanca, como también cortó y afiló sus uñas con antelación.

En apariencias, Komorebi es una experta maestra del disfraz: es capaz de vestirse y personificar a cualquiera, como también es capaz de vestirse de tal forma que, a donde quiera que vaya, nadie la vería nunca, o al contrario, llamar la atención de todo y cada par de ojos que tenga a su alrededor. Todo depende de sus intenciones. Tiene una facilidad natural para sonreír casi de oreja a oreja, ya sea de forma tierna o condescendiente, y suele también tener un lenguaje corporal bastante expresivo. Con su cuerpo delgado, tiene movimientos felinos al caminar y moverse en general, y cuando de sigilo se trata, tiene una gran facilidad para adaptarse a los lugares más extraños y pasar por los agujeros más pequeños.



Probablemente tú conozcas dos arquetipos principales de villanos: los que hacen cosas malas con la total creencia de que lo que hacen está bien y genera un bien para su gente; y los que simple y llanamente son malvados porque sí, porque pueden y porque quieren. Komorebi es, en gloria y majestad, ambos. Ella asesina rufianes mortales en las calles y edificios de donde quiera que se encuentre con la creencia de que el mundo no los necesita, que sin ellos el mundo sería un mejor lugar para aquellos por quienes se preocupa cariñosamente, pero al mismo tiempo, asesina rufianes por el puro placer de destrozarles los huesos, de drenarles la sangre con rapidez par que les duela, de sacarles el corazón y explotarlo frente a sus ojos. Ella es malvada y tenebrosa, sádica y macabra. Es capaz de llegar a matar a más de una víctima por noche por el solo gusto de sentir el olor a sangre o de escucharles gritar, y no tiene moral a la hora de cazar: mata a hombres y mujeres, niños y ancianos, toda alma mortal que haya cometido alguna atrocidad en la vida, por poca que sea, son sus presas favoritas. Al fin y al cabo, son personas que no tienen perdón y no pueden salir impune. Son almas impuras cuyos crímenes los pagan con sus vidas y es ella quien les juzga, quien se autoproclamó la jueza divina que les brinda el castigo que cae de los cielos, como la luz de luna manchada de carmesí con la sangre. Pero no es hipócrita. Ella sabe que es malvada, le encanta ser mala, una villana, pero tampoco es una humana o un mortal. Ella es un vampiro, un demonio que tiene el don de la eternidad y que ha sido dotado con este don para llevar a cabo el juicio de aquellos que son buenos o malos, y por ello, su alma no puede ser juzgada, porque ha dejado su alma y su humanidad atrás en pos de ello, y por lo tanto, ella puede ser tan cruel como se le plazca.

Pero la descripción de una persona no se basa solo en un adjetivo. Komorebi es, al mismo tiempo, una persona muy alegre. Sabe sonreír de forma muy amplia y relajada, y reír fuerte y con facilidad ante la más mínima de las razones para reír. Expresa diariamente su alegría a través de la música, ya sea cantando o bailando, y podría decirse que pasa casi todo el día tarareando. Siempre está animada para hacer cosas, siempre está contenta y risueña; y no hay nada que pueda hacerse para revertirlo, a menos que te metas con su ego, pues Komorebi lo ha vuelto cada vez más grande con el pasar de los años, ya que es muy soberbia y arrogante. No obstante, no todo en ella es negativo, pues aunque no lo parezca, es muy bondadosa y compasiva, especialmente con los niños, ya que también es muy maternal. Si hay algo que no puede soportar es que hayan niños enfermos en las calles, y siempre que encuentra alguno agonizando o muriendo de hambre, los abraza, acurruca y acompaña hasta que fallecen, prometiendoles una mejor vida en el cielo. También es muy romántica, seductora y amorosa, siempre y cuando te tenga respeto y cariño. De no ser así, simplemente se va a mantener estoica, seria y fría, en cuyos casos su pared de seriedad es impenetrable. Más que eso, Komorebi es una ruleta de emociones. Prueba tu suerte, gírala, y veamos qué te toca.




En el antiguo folclore Chino, existían los jiangshi, personas que después de morir se aferran a la vida y pululaban por el mundo como muertos vivientes, drenando la energía vital y las almas de los mortales; luego, con el pasar de los años, gran parte de este folclore Chino se adquirió en Japón, tomando una fuerte popularidad ya para el periodo Heian. Entonces, a estas criaturas se les conoció como kyonshī, y se les creía ser unas criaturas de cuerpo rígido que iban a saltos por las noches atacando gente. Se creía también que solo los monjes taoístas eran los únicos que podían detenerlos, y que eran ellos los que los guiaban hasta sus hogares para que pudieran descansar en paz, pero en realidad, nada de esto fue cierto jamás. Eran rumores que inventaba la gente, muy lejos de la realidad.

¿Y cuál era la realidad? La realidad era que los kyonshī eran demonios bebedores de sangre, pero no eran vampiros cualquiera: eran un culto, una forma de vivir, una disciplina. Eran demonios que juzgaban tu alma y tus acciones, y si no eras digno y/o honorable, te drenaban el alma a través de la sangre, limpiando tus pecados de la faz de la tierra. Entre los muchos clanes de kyonshī que habían en Japón, existe uno muy antiguo cuyo origen se remonta hasta unos siglos antes de cristo: el clan Shinku, un clan shinobi, donde la disciplina de juzgar almas se mezcla con las disciplinas del ninjutsu.

Desde siempre han vivido en una aldea oculta entre los montes junto a las montañas niponas, con las casas alineadas a un acantilado que les provee agua a través de una larga cascada que tras de sí esconde pequeñas cuevas que dan paso a un laberinto de cuevas, las cuales fueron excavadas para que dentro de ellas vivieran estos vampiros, a salvo de la luz del sol.


Yuzuki nace en Kyoto, Japón, en el año 788 dentro de este clan. Allí ella se instruyó como una kunoichi y entrenó cada día desde que aprendió a caminar, cazando su primer conejo incluso antes de cambiar su primer diente de leche. Para el año 794, Yuzuki tenía 6 años cuando el emperador Kammu cambió la capital del imperio a Kyoto, en ese tiempo llamada Heian-kyō. Desde entonces, el clan Shinku prestó sus servicios shinobi al clan Fujiwara y a la corte imperial. Los ninjas Shinku se encargaban de espiar y perseguir a aquellos quienes los soldados imperiales no podían, y los kyonshī se encargaban de eliminarlos de forma secreta y silenciosa. ¿No podía el emperador enviar soldados al bosque de bambú a buscar criminales por ser tierra sagrada, que no podía ser disturbada por el poder del emperador o la policía? Los Shinku lo solucionaban, y desechaban los cadáveres de forma profesional, sin que nadie los encontrara jamás. Ellos fueron quienes dieron a esta época la paz y tranquilidad que le caracterizaba.

Así crece Yuzuki, entrenando duro para convertirse en un miembro honorable de este clan. Se desempeñó con entusiasmo y dedicación extraordinarios, poniéndose a sí misma la meta de ser la mejor kunoichi de su edad, tratando de romper sus propios récords y autoexigiéndose siempre más que los demás. Creció teniendo una buena vida, llena de felicidad, sonrisas y espadas; y de esta forma no solo aprendió el arte del ninjutsu, sino que también aprendió a hacer del positivismo su mejor amigo y su combustible de vida, manteniéndose siempre bien derecha y firme, sacando pecho y fuerza junto a una sonrisa ambiciosa. Se volvió así el orgullo de sus padres y pares humanos, y cuando cumplió quince años, el líder del clan, el kyonshī Masaru, le ofreció el honor de entrenarla para convertirse ella en un vampiro. Debía entonces ella aprender una nueva disciplina para poder convertirse un demonio a los ojos de los mortales, pues era un puesto que se tenía que ganar.

Así sus misiones comenzaron a cambiar. Ya no seguía sospechosos, se encontraba secretamente con informantes de otros pueblos, deshacía bombas escondidas, rescataba rehenes o robaba planes enemigos, sino que ahora su deber era asesinar sigilosamente, ya sea a alguien en específico o a un grupo grande de personas (por separado; un ninja jamás enfrenta varios enemigos de forma abierta). Al comienzo siempre la acompañaba uno de los vampiros del clan, pero era ella quien ejecutaba a sus objetivos, y con cada nueva víctima mejoraba sus técnicas.


Pero no todo en la juventud de Yuzuki fue el ninjutsu, pues al tiempo que crecía y pasaba por su adolescencia, se convirtió en una muchacha inteligente y hermosa, que no solo llamaba la atención por sus logros, sino también por su personalidad risueña. Se hizo de muchos amigos y amigas, y no había a quién no le sonriera; así hizo que los muchachos de la aldea comenzaran a buscarla, y de esta forma Yuzuki entró en el mundo de los romances, amoríos y de romper corazones; dejándose querer y buscando otro hombre una vez satisfecha con el que ya tenía, y así pasó por cama en cama hundiéndose en el placer de la carne por varios años. Pero aquel no era su único placer: disfrutaba mucho también de las artes en general, pero la que más ganó su atención y entusiasmo fue la música. Aprendió a cantar y desarrolló un amplio rango vocal, al mismo tiempo que aprendió a tocar variados instrumentos de cuerda y percusión y, finalmente pero no menos importante, se empeñó en educarse lo que más pudo, especialmente en las tradiciones de su clan y las de su país, sabiendo que las llevaría consigo por el resto de los siglos que viviría, por lo que le dedicó una especial importancia a llevar consigo las costumbres en las que creció, siendo su favorita, la vestimenta tradicional y la ceremonia del té.

Su vida como humana fue tranquila y próspera y llena de muchos éxitos, y antes de comenzar con las preparaciones para convertirse, teniendo ya 23 años, Yuzuki decidió que quería tener descendencia antes de volverse en una kyonshī. Así es que ella buscó quedar embarazada y, luego de nueve meses, tuvo un varón, a quien llamó Hiroto Shinku, y desde entonces es que Yuzuki descubrió una nueva forma de amar. Sus días siguieron aún más felices que antes, pero ligeramente más relajados, puesto que luego del nacimiento de su hijo, dirigió a él absolutamente toda su atención durante el siguiente año, cantándole canciones de cuna y amándolo cada día más, dándose cuenta de que de allí en adelante, sus ambiciones no solo eran seguir alcanzando logros y seguir siendo tan triunfante como siempre, sino que lo seguiría haciendo para proteger a su pequeño Hiroto y darle una vida tan plena como la que tenía ella en aquellos momentos.  



Después de tener a Hiroto a los 23 y pasar un año en su absoluto cuidado, llegó el momento en que se convertiría en un demonio a los ojos de los humanos, un vampiro cuya misión sería limpiar la tierra de aquellos impuros que cometían crímenes en contra del emperador o sus intereses. Para el día de su cumpleaños (como era tradición), cumpliendo ese día 25 años, fue ella misma quien, vestida de shiromoku y uchikake, se entregó a las manos de su líder, Masaru, para que realizara el intercambio de sangre. Así nació Komorebi, la primera vampiresa del clan Shinku, un demonio sediento de sangre que encontró en esta nueva vida un gusto sádico por la maldad y la oscuridad. Se dio a conocer con su nuevo nombre a los humanos a quienes atacaba y atormentaba, permitiendo vivir solo a algunos para que su nombre se hiciese conocido, pero eliminando a diestra y siniestra a aquellos a quienes se le ordenaba hacer desaparecer de la faz de la tierra sin dejar un solo rastro, como si aquella persona no hubiese existido jamás. Vivió así muchos años: cumpliendo sus misiones y encontrando diversión en matar y torturar, para luego volver a casa y acurrucar entre sus brazos a su bebé, cantándole canciones de cuna y arrullándolo tiernamente, como si en realidad dentro de ella hubiesen dos mujeres completamente diferentes: la compasiva y la sádica.

Pasados los años, cuando ella llevaba ya casi diez años como vampiresa, el líder Masaru se retiró del liderazgo del clan luego de quinientos años de servicio, como era tradición, y nombró a Komorebi como su sucesora, volviéndose ella ahora el nuevo líder en el año 823. Mientras tanto, su hijo Hiroto crecía fuerte y saludable, entrenándose en el ninjutsu de forma espléndida tal y como su madre había hecho. Cuando este cumplió los 16 años, le pidió a su propia madre el poder ser un kyonshī. Sin poder negárselo, le dio el mismo entrenamiento especial previo a la conversión que había recibido ella, y cuando él cumplió los 25 años, ella misma le dio el don de la sangre en la misma ceremonia que ella había recibido. Este no fue el único vampiro que ella creó, sino que hubieron varios a quienes ella entrenó para unirse a la disciplina kyonshī. Los años que siguieron no cambiaron en un principio: el clan continuó creciendo y mantuvo su poder e influencia política, muy cercanos al emperador, siempre resguardando sus intereses y limpiando las calles de aquellos indeseados que opacaban a aquellos que vivían una vida plena; pero luego el sistema centralizado del gobierno fracasó, dando origen a un sistema de privatización de tierras y, junto a ellos, comenzaron a surgir los samuráis, aquella élite militar que serviría a aquellos que querían proteger sus tierras. Sin embargo, los samuráis no significaron un obstáculo para Komorebi, pues si bien ellos se interponían en sus labores, simplemente los eliminaba. Su liderazgo en el clan fue exitoso: jamás tuvo ninguna rebelión ni sufrió ninguna traición, y manejó los asuntos del clan con mano dura y recta, sin dar espacios a errores. Fue admirada y seguida fielmente tanto por los miembros más nuevos y más antiguos, y para su felicidad, a pesar de haber abdicado, Masaru se quedó junto a ella como su más fiel consejero y compañero.


En el año 1323, Komorebi abdicó en favor de otro vampiro parte del clan que era mayor que ella, y continuó trabajando dentro de este por varios años más. Sin embargo, en el año 1467 y luego del estallido de la Guerra Ōnin, ella vuelve a tomar el mando del clan ante una rebelión ocasionada por la discusión interna de si se debían involucrar en las rebeliones que se llevaban a cabo en el país del sol naciente, por lo que, durante esa y todas las otras guerras civiles que se produjeron en Japón hasta el año 1590, Komorebi dictó mano dura dentro del clan y fue ella quien decidió año tras año el destino de este, volviéndose ella en el “juez divino” que juzgaba a los humanos en Kyoto. Con la llegada de Oda Nobunaga a las guerras civiles y la unificación del país, los ninjas comenzaron a ser perseguidos durante los siguientes años, entonces, Komorebi dictó que para que Japón volviera a la paz y el clan pudiese restituir su orden y volver a servir al emperador con la gloria de antes, el clan Shinku debía influir en el titiriteo divino de quienes salieran victoriosos en la guerra civil que se llevaba a cabo entre Toyotomi Hideyori y Tokugawa Ieyasu, por lo que ella misma influyó y movió peones durante la batalla de Sekigahara para que Ieyasu saliera victorioso y se lograra instituir el Shogunato Tokugawa en Japón; y en cuanto Ieyasu fue nombrado shōgun tres años después, Komorebi volvió a abdicar, dando fin a su dictadura dentro del clan, pero esta vez, decidió abandonarlo, pues podía predecir que de allí en adelante el ninjutsu ya no tenía futuro dentro de Japón, pues este había sido corrupto por las guerras de los años anteriores, dejando así a su clan y familia atrás. No obstante, para su sorpresa, Masaru se unió a ella, y ambos abandonaron Japón juntos.

Cien años pasaron juntos en China, disfrutando del final de la Dinastía Ming y los comienzos de la Dinastía Qing, fascinados por cada suceso que realizaban estos emperadores. Durante esos años, Komorebi se dedicó apasionadamente al Arte de Variedad Chino, conocido burdamente en occidente como el Circo Chino. Se convirtió en acróbata de todo tipo y embelesó a todos los ojos que posaron su vista en ella y su cuerpo durante sus actuaciones. Masaru le acompañó estos años y ambos vivieron en paz y como amantes, hasta que el ego y arrogancia de Komorebi y Masaru comenzaron a hacer guerra entre ellos, hasta que finalmente Komorebi decidió que Masaru no era digno de estar con alguien como ella, por lo que lo abandonó sin previo aviso y se encaminó hacia occidente, aburrida de soportar el machismo y patriarcado asiático. Así llegó a Europa, donde recorrió ciudad tras ciudad en busca de alguna que pudiera satisfacer su sed de sangre y su maldad, al mismo tiempo que su pasión por las artes. Pronto encontró París, convirtiéndola en su ciudad favorita del momento, donde se regodea con su riqueza entre la clase alta, se entretiene con los gitanos en sus circos y se alimenta de la clase baja en las calles. Pero la disciplina del kyonshī nunca deja de regir, y la soberbia tampoco nunca se quita.



➝ Le gustan los animales negros.
➝ Aunque se convirtió en vampiro, sigue disfrutando del sexo, y de vez en cuando, suele violar a sus víctimas antes de beberles la sangre.