AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Of cups and drinks ♣ Priscila
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Of cups and drinks ♣ Priscila
"No sólo de pan vive el hombre. De vez en cuando, también necesita un trago."
Woody Allen.
En su residencia, aquella de la cual había “destronado” al conde anterior, había implementado la habitacion principal del segundo piso como oficina, aprovechando el gran ventanal que daba hacia el patio interior, donde sus soldados entrenaban por las tardes y desde donde los observaba de cuando en cuando. Entre el ventanal y la puerta, que estaba de forma paralela a este, se encontraba su escritorio, que daba de frente a la puerta. En esa ocasión, sin embargo, estaba sentado en la silla en frente a este, como si fuese él quien estuviese sentado frente a la silla en donde iba el conde. Se había echado hacia atrás y subido los pies al escritorio, y desde allí, observaba el cielo estrellado mientras que sostenía la taza de té rojo que se había preparado, y a la cual le quedaba apenas un poco de té. Dio un suspiro y se sonrió de medio lado ante la gracia que le provocaban las ideas que pensaba.- Qué irónico sea que después de haber vivido en la pobreza de la calle tantos años, me sienta tan vacío y aburrido al vivir bajo techo y en buen estado. -Susurró para sí con resignación, cerrando los ojos en un momento de lamento interno. Aquel era uno de los mejores años de su vida, durante los mejores de sus días, pero esos eran los días en que se sentía peor.
Tch, maldita sea. -Maldijo mientras que se ponía de pie de forma impulsiva, dejando la taza sobre el escritorio, sin siquiera haberse terminado el contenido. Se dirigió entonces a su habitación y cambió su uniforme por ropas más casuales y triviales, algo que vestiría un hombre normal de su edad y clase media que quiera salir a beber un trago. Luego de estar vestido, con las ropas bien ordenadas y decentes, se arregló el cabello, se metió una cantidad razonable de dinero en los bolsillos y salió de su cuarto con prisas, bajando las escaleras de esta forma y tratando de que ninguno de sus sirvientes o soldados le alcanzara a ver salir, que si no, las ganas de salir se le iban a quitar en un dos por tres. Para su suerte, nadie le vio salir, y si lo hicieron, nadie le alcanzó a detener, y se pasó los siguientes minutos caminando por las heladas calles otoñales del barrio residencial en el que vivía tan cómodamente. Sin embargo, esta vez no se encaminó hacia el centro, pues ya se lo había recorrido suficientes veces y, por el momento, ningún café, restaurant bar, taberna o antro de dudoso rubro le llamaba la atención en esos momentos. Mejor se encaminó hacia zonas menos transitadas, donde de todas formas hubiese comercio, pero no el de la alta clase que se regodeaba en los bulevares del centro.
Así fue que llegó a una zona comercial pequeña pero acogedora, con luces tenues y unas pocas personas caminando por aquí y por allá; y lo primero que llamó su atención fue un café literario. Con ambas manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta y con la nariz tapada por su bufanda de lana color marrón, fue que entró a aquel pintoresco lugar. Se veía bastante bohemio y ameno, y el ambiente era perfecto: la iluminación era tenue, al igual que la de la calle, y a pesar de haber bastantes clientes esparcidos por aquí y allá, las conversaciones y otros sonidos dentro del lugar se sentían como suaves murmullos difuminados, como si en aquel lugar la gente de verdad supiese hablar en paz y con calma. Y para mejor, habían estanterías apoyadas en cada pared. Sus pasos continuaron hasta la parte más alejada, desde donde podría ver todo lo que ocurría dentro del local, y tomó asiento en la mesa que estaba más pegada a la esquina del fondo. Acercó su silla hacia la pared y se reclinó hacia atrás, saboreando la paz del momento. Allí sí que se sentía bien estar, era como volver a disfrutar de la espontaneidad de las calles parisinas. Una mesera se le acercó ofreciendo atención y, con una sonrisa y un gesto ligero de manos, ordenó algo que le ayudara aún más a relajarse.- Tráeme un café con whisky, si fueras tan amable. -Le pidió con una amabilidad poco común en él, pero que estaba bien ganada.
Cuando la muchacha se alejó, escaneó entonces el ambiente a su alrededor e inmediatamente sus ojos se fijaron en algo bastante peculiar: en uno de los lados del lugar, había un pequeño escenario en el cual nadie se presentaba aún. ¿O había llegado él demasiado tarde? Había un grupo de personas hablando de pie a un costado. Quizá la función había terminado.
Última edición por Rivaille el Jue Mayo 07, 2015 5:53 pm, editado 1 vez
Rivaille- Realeza Francesa
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
…cuando planté rosales, coseché siempre rosas…
Amado Nervo
Sobrevivió su primera presentación publica y eso era un gran logro para Priscila. Si bien ella estaba acostumbrada a enfrentarse al publico, siempre lo había hecho como bailarina y jamás como la poeta que quería llegar a ser. Durante la presentación, pudo notar como las personas se enfrascaban en su propio mundo y como sus palabras flotaban simplemente hasta el único hombre que parecía estar interesado realmente en lo que tanto ella tenían para decir. Una vez que hubo terminado de recitar sus poemas, dirigió un sincero agradecimiento a aquel hombre que alzó su taza y que provoco en la italiana una sonrisa.
Bajo de manera presurosa del escenario, dejando aquel lugar a disposición de sus demás compañeros y con necesidad de sentirse un poco más libre, se alejo un poco de todos ellos. La sonrisa no desaparecía de su rostro y sus ojos fueron de manera curiosa a buscar al hombre que antes no perdiera atención a su presentación, descubriendo que aún era observada por él. No le era del todo extraño que las personas le observaran, pero en esas circunstancias todo le resultaba novedoso. Lentamente continuo alejándose del resto de sus compañeros, llegando mucho más cerca del quien le miraba. No le paso desapercibida la invitación a tomar asiento y aunque tenía muchas ganas de poder compartir unas palabras con aquel desconocido, no dio muestra alguna de esos deseos. Priscila gustaba de compartir su tiempo con otras personas, pero hasta no ser invitada de una manera más directa, no pensaba hacerlo. Trató de caminar un poco para alejarse cuando finalmente la voz masculina le llamo.
– Gracias, es usted muy amable – una enorme sonrisa fue la que dirigió al caballero – es el único que ha prestado atención a mis palabras y eso es algo que aprecio muchísimo – la mirada de la italiana fue a posarse sobre la silla y tras un suspiro se acercó mucho más hasta el caballero – Pues ya que es tan amable no solo de prestarme atención, sino además de invitarme a beber algo no tengo manera de negarme a aceptarlo – mientras terminaba por aceptar el tomar asiento con aquel hombre, uno de sus compañeros iniciaba sus declamaciones y eso le hizo sonreír de mayor felicidad.
Una vez que Priscila se encontró sentada, observo con curiosidad al caballero.
– Creo que ya ha escuchado mi nombre, pero de no ser así, se lo repetiré – recargó ambos codos ligeramente en la mesa y sobre las palmas de sus manos hizo descansar su mentón – Mi nombre es Priscila; ¿Usted cómo se llama? – enfocada en su nuevo acompañante, la italiana termino por sufrir lo mismo que los demás consumidores del café, olvidar por completo la existencia de sus compañeros. Aquello sin embargo era normal, todos y cada uno de los jóvenes conocían las poesías de los demás, en cambio, quien se encontraba compartiendo la mesa con ella, era alguien novedoso, alguien a quien deseaba tratar para así quizás, inspirarse para alguna poesía.
Amado Nervo
Sobrevivió su primera presentación publica y eso era un gran logro para Priscila. Si bien ella estaba acostumbrada a enfrentarse al publico, siempre lo había hecho como bailarina y jamás como la poeta que quería llegar a ser. Durante la presentación, pudo notar como las personas se enfrascaban en su propio mundo y como sus palabras flotaban simplemente hasta el único hombre que parecía estar interesado realmente en lo que tanto ella tenían para decir. Una vez que hubo terminado de recitar sus poemas, dirigió un sincero agradecimiento a aquel hombre que alzó su taza y que provoco en la italiana una sonrisa.
Bajo de manera presurosa del escenario, dejando aquel lugar a disposición de sus demás compañeros y con necesidad de sentirse un poco más libre, se alejo un poco de todos ellos. La sonrisa no desaparecía de su rostro y sus ojos fueron de manera curiosa a buscar al hombre que antes no perdiera atención a su presentación, descubriendo que aún era observada por él. No le era del todo extraño que las personas le observaran, pero en esas circunstancias todo le resultaba novedoso. Lentamente continuo alejándose del resto de sus compañeros, llegando mucho más cerca del quien le miraba. No le paso desapercibida la invitación a tomar asiento y aunque tenía muchas ganas de poder compartir unas palabras con aquel desconocido, no dio muestra alguna de esos deseos. Priscila gustaba de compartir su tiempo con otras personas, pero hasta no ser invitada de una manera más directa, no pensaba hacerlo. Trató de caminar un poco para alejarse cuando finalmente la voz masculina le llamo.
– Gracias, es usted muy amable – una enorme sonrisa fue la que dirigió al caballero – es el único que ha prestado atención a mis palabras y eso es algo que aprecio muchísimo – la mirada de la italiana fue a posarse sobre la silla y tras un suspiro se acercó mucho más hasta el caballero – Pues ya que es tan amable no solo de prestarme atención, sino además de invitarme a beber algo no tengo manera de negarme a aceptarlo – mientras terminaba por aceptar el tomar asiento con aquel hombre, uno de sus compañeros iniciaba sus declamaciones y eso le hizo sonreír de mayor felicidad.
Una vez que Priscila se encontró sentada, observo con curiosidad al caballero.
– Creo que ya ha escuchado mi nombre, pero de no ser así, se lo repetiré – recargó ambos codos ligeramente en la mesa y sobre las palmas de sus manos hizo descansar su mentón – Mi nombre es Priscila; ¿Usted cómo se llama? – enfocada en su nuevo acompañante, la italiana termino por sufrir lo mismo que los demás consumidores del café, olvidar por completo la existencia de sus compañeros. Aquello sin embargo era normal, todos y cada uno de los jóvenes conocían las poesías de los demás, en cambio, quien se encontraba compartiendo la mesa con ella, era alguien novedoso, alguien a quien deseaba tratar para así quizás, inspirarse para alguna poesía.
Priscila Catrice- Cambiante Clase Baja
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Una suave sonrisa se le escapó inconscientemente al escuchar a la muchacha cuando esta contestó, respirando luego relajadamente mientras que se ponía de pie para acomodar la silla de la jovencita mientras tomaba asiento. Volvió a acomodarse en su silla mientras que escuchaba a la muchacha volver a presentarse, elevando una mano para llamar nuevamente a la mesera que daba vueltas por el café.- Un gusto, Priscila. -Comentó a tiempo antes de que la mesera se acercara a ofrecer sus servicios.- Adelante, pide a tu gusto, con confianza. Va a mi cuenta. -Agregó, acomodándose y tomando su taza para beber de ella. Esperó entonces pacientemente a que la muchacha hiciera su pedido para que la mesera se alejara, y solo entonces, volvió a prestarle atención.- Mi nombre es Rivaille, por cierto. -Dijo, con la esperanza de que nadie más que ella hubiese escuchado. Si había algo que le molestara, era lo mal hablada que era la clase alta, siempre hablando a las espaldas de otros cada cosa que uno hacía. ¿Qué importaba si el conde salía por las noches a un café bohemio? Todo mundo necesita sus descansos a veces, y cada quien con sus gustos.
Luego de que el joven que estaba en el escenario se hubiese presentado, prestó atención a lo que había comenzado a recitar, pero pronto un gesto de disgusto apareció en su rostro al sentir que el muchacho no recitaba para nada bien, a pesar de que su prosa era decente. Sin embargo, y sin dejar de escucharle, mantuvo su posición relajada con los pies apoyados en el travesaño de la silla al otro lado de la mesa, sosteniendo aún la taza.- Veo que son varios los que van a presentar, ¿No? ¿Son ustedes algún grupo o comunidad en específico? ¿O solo son un grupo de amigos? -Comentó tan curioso como relajado, observando ahora a la muchacha que le acompañaba. Su rostro, aunque estoico y aún algo severo, mostraba de forma ligera una expresión amigable, con apenas una inclinación de labios que, aunque no alcanzaba a ser una sonrisa como tal, sí era más sonriente que lo usual en él. Se sentía extrañamente a gusto, como si aquel lugar con mala pinta fuese para él mucho más acogedor que su propia residencia llena de lujos que no quería ni necesitaba.
Pronto el joven en el escenario acabó el último de sus poemas, habiéndose apresurado en recitarlos, dando paso a otro poeta en el escenario, igualmente nervioso que el anterior. El cazador, por supuesto, dio cuenta de aquello y, luego de observar hacia el escenario por unos segundos, volvió su vista a la muchacha.- Pareciera que es la primera vez que se presentan en un escenario, ¿o me equivoco? -Comentó con suavidad, a la espera de escuchar lo que seguía.- Seguro tú si lo has hecho antes. Hasta ahora, la que ha presentado, mejor a mi gusto, has sido tú. -Agregó luego, viendo que la mesera se acercaba nuevamente con lo que la muchacha había pedido, por lo que alzó una mano para introducirla en el bolsillo interior de su chaqueta, sacar de allí un billete y entregárselo a la mesera de forma despreocupada.- ¿Te dedicas a esto, de casualidad? -Preguntó cuando se encontraron de nuevo a solas entre tanta gente, dejándose llevar por la curiosidad. Para él, aquello de recitar poesía era algo nuevo, pues en sus años callejeros jamás lo había presenciado ni imaginado, y ahora de conde, nada más se aburría con la tinta maloliente de los libros.
Luego de que el joven que estaba en el escenario se hubiese presentado, prestó atención a lo que había comenzado a recitar, pero pronto un gesto de disgusto apareció en su rostro al sentir que el muchacho no recitaba para nada bien, a pesar de que su prosa era decente. Sin embargo, y sin dejar de escucharle, mantuvo su posición relajada con los pies apoyados en el travesaño de la silla al otro lado de la mesa, sosteniendo aún la taza.- Veo que son varios los que van a presentar, ¿No? ¿Son ustedes algún grupo o comunidad en específico? ¿O solo son un grupo de amigos? -Comentó tan curioso como relajado, observando ahora a la muchacha que le acompañaba. Su rostro, aunque estoico y aún algo severo, mostraba de forma ligera una expresión amigable, con apenas una inclinación de labios que, aunque no alcanzaba a ser una sonrisa como tal, sí era más sonriente que lo usual en él. Se sentía extrañamente a gusto, como si aquel lugar con mala pinta fuese para él mucho más acogedor que su propia residencia llena de lujos que no quería ni necesitaba.
Pronto el joven en el escenario acabó el último de sus poemas, habiéndose apresurado en recitarlos, dando paso a otro poeta en el escenario, igualmente nervioso que el anterior. El cazador, por supuesto, dio cuenta de aquello y, luego de observar hacia el escenario por unos segundos, volvió su vista a la muchacha.- Pareciera que es la primera vez que se presentan en un escenario, ¿o me equivoco? -Comentó con suavidad, a la espera de escuchar lo que seguía.- Seguro tú si lo has hecho antes. Hasta ahora, la que ha presentado, mejor a mi gusto, has sido tú. -Agregó luego, viendo que la mesera se acercaba nuevamente con lo que la muchacha había pedido, por lo que alzó una mano para introducirla en el bolsillo interior de su chaqueta, sacar de allí un billete y entregárselo a la mesera de forma despreocupada.- ¿Te dedicas a esto, de casualidad? -Preguntó cuando se encontraron de nuevo a solas entre tanta gente, dejándose llevar por la curiosidad. Para él, aquello de recitar poesía era algo nuevo, pues en sus años callejeros jamás lo había presenciado ni imaginado, y ahora de conde, nada más se aburría con la tinta maloliente de los libros.
Rivaille- Realeza Francesa
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Aquel hombre le mostraba una caballerosidad única, pues pese a que aquellos a quienes conocían eran amables, ninguno quizás podía compararse con el que ahora le ofrecía pedir cualquier cosa del café aquel. Inclino levemente la cabeza en agradecimiento y giró entonces la mirada a la mesera.
– Un café por favor, solo eso– aseguro mientras que regresaba la mirada a su acompañante. Priscila no era de aquellas mujeres que aprovechaba esa clase de oportunidades para tomar tanto como pudiera de los demás, por el contrario, ella tomaba otra clase de cosas así con poder beber un café le era suficiente. Aquel individuo se presentó como Rivaille y la italiana no pudo evitar sonreír al escuchar un nombre tan peculiar – Pues es todo un placer para mi el poder conocerle hoy – aquel hombre le parecía fuera de lo común, diferente a todos los demás que se hallaban en aquel café y aunque ella no lo sabía, muy probablemente era el cargo que ostentaba lo que le volvía mucho más educado y correcto que la mayoría.
El compañero que se presentaba sobre el escenario hablaba demasiado aprisa para el gusto de Priscila, pero en esos momentos le era imposible concentrarse por completo en la poesía y mucho menos en buscar una manera de hacerle saber que era necesario que bajara el ritmo. Los ojos de la italiana observaban con atención cada gesto de Rivaille, notando así que aparentemente no era la única que creía que aquel que se apoderaba ahora del escenario, estaba dando una presentación un tanto precaria.
– Sí, somos varios los que fuimos invitados hoy – omitió por completo el hecho de que era su primera vez en un sitió como aquel, pues dicho hecho le provocaba un poco de vergüenza. La poesía bien era parte de sus pasiones pero definitivamente cualquier artista prefería decir que se presentaba en cafés, teatros u otro lugar que no fuese la calle – y únicamente somos un grupo de amigos apasionados por la poesía, ninguno de nosotros es profesional en ello, así que debo advertirle, no escuchara nada demasiado increíble – acercándose entonces hasta donde estaban observo a la mesera, quien amablemente dejo la taza de café frente a la cambiante, quien presurosa dio las gracias. Justo en ese momento algunos aplausos sonaron para el compañero que ahora descendía del pequeño escenario y la italiana se uno a aquella manera de agradecer y dar animo a su compañero.
Sus ojos se enfocaron en los ajenos al notar que verdaderamente Rivaille tenía una percepción única. Una sonrisa se dibujo en los labios de la cambiante y asintió a su pregunta.
– Pues si, es nuestra primera vez en un escenario ya que resulta que el dueño es un admirador de la poesía y creyó que era una buena idea que nos diésemos a conocer aquí; él nos ha escuchado en nuestros pequeños recitales callejeros – se avergonzaba verdaderamente de decir aquello, pero el caballero era tan amable que Priscila hubiese sentido una enorme culpabilidad si es le hubiese mentido; aunque seguramente él se hubiera dado cuenta – Eres bastante perceptivo – entre cerro los ojos divertida – ya me he dado cuenta de eso y respecto a tu pregunta – jugueteo un poco con la taza antes de dar un sorbo al café, antes de revelar su verdadera profesión a Rivaille – Me he presentado en otros lugares pero no porque me dedique a esto, de hecho, soy bailarina de ballet pero resulta que la poesía es algo que amo tanto como el ballet, así que trato de hacer algo de ambos – le dedico una sonrisa antes de dar otro pequeño sorbo al café y dejar entonces la taza en el platito en que le fue llevado – pero suficiente de mi, ¿A qué te dedicas tú? ¿Qué es lo que te ha traído esta noche a esta pequeña presentación? – no le agradaba solamente hablar de ella. La italiana deseaba saber de él y no iba a descansar hasta obtener información sobre Rivaille.
– Un café por favor, solo eso– aseguro mientras que regresaba la mirada a su acompañante. Priscila no era de aquellas mujeres que aprovechaba esa clase de oportunidades para tomar tanto como pudiera de los demás, por el contrario, ella tomaba otra clase de cosas así con poder beber un café le era suficiente. Aquel individuo se presentó como Rivaille y la italiana no pudo evitar sonreír al escuchar un nombre tan peculiar – Pues es todo un placer para mi el poder conocerle hoy – aquel hombre le parecía fuera de lo común, diferente a todos los demás que se hallaban en aquel café y aunque ella no lo sabía, muy probablemente era el cargo que ostentaba lo que le volvía mucho más educado y correcto que la mayoría.
El compañero que se presentaba sobre el escenario hablaba demasiado aprisa para el gusto de Priscila, pero en esos momentos le era imposible concentrarse por completo en la poesía y mucho menos en buscar una manera de hacerle saber que era necesario que bajara el ritmo. Los ojos de la italiana observaban con atención cada gesto de Rivaille, notando así que aparentemente no era la única que creía que aquel que se apoderaba ahora del escenario, estaba dando una presentación un tanto precaria.
– Sí, somos varios los que fuimos invitados hoy – omitió por completo el hecho de que era su primera vez en un sitió como aquel, pues dicho hecho le provocaba un poco de vergüenza. La poesía bien era parte de sus pasiones pero definitivamente cualquier artista prefería decir que se presentaba en cafés, teatros u otro lugar que no fuese la calle – y únicamente somos un grupo de amigos apasionados por la poesía, ninguno de nosotros es profesional en ello, así que debo advertirle, no escuchara nada demasiado increíble – acercándose entonces hasta donde estaban observo a la mesera, quien amablemente dejo la taza de café frente a la cambiante, quien presurosa dio las gracias. Justo en ese momento algunos aplausos sonaron para el compañero que ahora descendía del pequeño escenario y la italiana se uno a aquella manera de agradecer y dar animo a su compañero.
Sus ojos se enfocaron en los ajenos al notar que verdaderamente Rivaille tenía una percepción única. Una sonrisa se dibujo en los labios de la cambiante y asintió a su pregunta.
– Pues si, es nuestra primera vez en un escenario ya que resulta que el dueño es un admirador de la poesía y creyó que era una buena idea que nos diésemos a conocer aquí; él nos ha escuchado en nuestros pequeños recitales callejeros – se avergonzaba verdaderamente de decir aquello, pero el caballero era tan amable que Priscila hubiese sentido una enorme culpabilidad si es le hubiese mentido; aunque seguramente él se hubiera dado cuenta – Eres bastante perceptivo – entre cerro los ojos divertida – ya me he dado cuenta de eso y respecto a tu pregunta – jugueteo un poco con la taza antes de dar un sorbo al café, antes de revelar su verdadera profesión a Rivaille – Me he presentado en otros lugares pero no porque me dedique a esto, de hecho, soy bailarina de ballet pero resulta que la poesía es algo que amo tanto como el ballet, así que trato de hacer algo de ambos – le dedico una sonrisa antes de dar otro pequeño sorbo al café y dejar entonces la taza en el platito en que le fue llevado – pero suficiente de mi, ¿A qué te dedicas tú? ¿Qué es lo que te ha traído esta noche a esta pequeña presentación? – no le agradaba solamente hablar de ella. La italiana deseaba saber de él y no iba a descansar hasta obtener información sobre Rivaille.
Priscila Catrice- Cambiante Clase Baja
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Escuchó atento a la muchacha, distrayéndose a ratos pero solo unos segundos cada vez que miraba hacia el escenario, dejando ya de prestar atención a los poetas que se presentaban en el escenario, sino que tan solo los miraba de cuando en cuando. Se dio cuenta también que junto con la compañía de la muchacha, la posición en la que estaba, la taza de café y el ambiente bohemio le brindaban mucha comodidad. Le hacía sentir como en casa, como cuando vivía en la calle junto a sus compañeros. Sonrió ligeramente una vez que la muchacha terminó de hablar.- Creo que no estoy de acuerdo contigo, Priscila. -Comentó antes de llevarse la taza de café a la boca para darle un sorbo, inclinándose hacia adelante para dejarla nuevamente en la mesa.- Te repito que tu trabajo me ha gustado; por lo que sí creo que haya sido algo increíble. -Comentó luego, llevando ambas manos a los bolsillos de su chaqueta, pensando ahora la mejor forma de explicarle a qué se dedicaba.
Con un suspiro suave y corto, elevó la mirada a los ojos de la chiquilla.- Supongo que ser perceptivo es parte de mi trabajo. -Comentó inicialmente, observando el escenario un momento a modo de suspenso para luego volver la mirada hacia ella. Por alguna razón, le inspiraba algo de confianza, y su compañía era agradable, por lo que simplemente escogió abrirse sin tapujos.- Sucede que soy Conde. Tengo unas cuantas tropas a mi disposición y las uso para preocuparme en atrapar delincuentes, criminales y personas peligrosas en general. Aunque no dejes que mi título engañe; me familiarizo más con las calles bohemias que con los salones alumbrados. Viví mucho tiempo en las calles y a veces salgo a caminar sin rumbo por las noches, encontrándome con pequeños deleites como este a veces. -Confesó, bajando la voz para que nadie más escuchara, no porque se avergonzara, sino porque no quería que se divulgara para luego tener escándalos de clase alta.- Ahora que comentas lo de sus recitales callejeros, me llama a atención no haberte visto antes. Siempre ando dando vueltas o patrullando. ¿Dónde se presentan, específicamente? -Preguntó luego, quedándose pensativo unos momentos.- Quizá pueda ayudarlos a mejorar y presentar sus trabajos en mejores lugares. Después de todo, aunque no me agrade, tengo varias influencias en París.
Dicho aquello, estiró el brazo para tomar su taza y la inclinó para ver cuánto le quedaba, quedándose con la sorpresa de que ya se le había acabado. Se encogió de hombros mientras miraba nuevamente el escenario, viendo cómo bajaba un poeta y subía ya quien sería el último en presentarse.- ¿Y bien? ¿Ha quedado satisfecha con mi respuesta, señorita? ¿O tiene aún alguna otra pregunta?
Con un suspiro suave y corto, elevó la mirada a los ojos de la chiquilla.- Supongo que ser perceptivo es parte de mi trabajo. -Comentó inicialmente, observando el escenario un momento a modo de suspenso para luego volver la mirada hacia ella. Por alguna razón, le inspiraba algo de confianza, y su compañía era agradable, por lo que simplemente escogió abrirse sin tapujos.- Sucede que soy Conde. Tengo unas cuantas tropas a mi disposición y las uso para preocuparme en atrapar delincuentes, criminales y personas peligrosas en general. Aunque no dejes que mi título engañe; me familiarizo más con las calles bohemias que con los salones alumbrados. Viví mucho tiempo en las calles y a veces salgo a caminar sin rumbo por las noches, encontrándome con pequeños deleites como este a veces. -Confesó, bajando la voz para que nadie más escuchara, no porque se avergonzara, sino porque no quería que se divulgara para luego tener escándalos de clase alta.- Ahora que comentas lo de sus recitales callejeros, me llama a atención no haberte visto antes. Siempre ando dando vueltas o patrullando. ¿Dónde se presentan, específicamente? -Preguntó luego, quedándose pensativo unos momentos.- Quizá pueda ayudarlos a mejorar y presentar sus trabajos en mejores lugares. Después de todo, aunque no me agrade, tengo varias influencias en París.
Dicho aquello, estiró el brazo para tomar su taza y la inclinó para ver cuánto le quedaba, quedándose con la sorpresa de que ya se le había acabado. Se encogió de hombros mientras miraba nuevamente el escenario, viendo cómo bajaba un poeta y subía ya quien sería el último en presentarse.- ¿Y bien? ¿Ha quedado satisfecha con mi respuesta, señorita? ¿O tiene aún alguna otra pregunta?
Rivaille- Realeza Francesa
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Sus poesías no eran la gran cosa. Se había repetido aquella palabra una y otra vez, únicamente con la finalidad de no sentirse verdaderamente herida en el momento que alguien se lo hiciera notar, era pues, la muralla que protegería de las decepciones a su lado poético. Claro que aunque se había tragado aquella frase como una verdad indiscutible, ella amaba sus escritos sin importar qué pasará y aún sabiendo eso, una sonrisa apareció en su rostro cuando el hombre frente a ella le decía que su trabajo era increíble.
– Muchas gracias – la italiana lo miró con un verdadero y profundo agradecimiento – No sabes cuanto significa para mi escuchar a alguien decirme eso – escuchó durante mucho tiempo como era halagada su manera de bailar y si bien eso debía tenerla preparada para recibir elogios, recibir aquel por parte de Rivaille era diferente, era especial.
Era entonces el momento de Rivaille para hablar, para dar a conocer partes de si mismo que serían tomadas como inspiración por la italiana. Priscila tenía en mente hacer un escrito acerca de él y para ello, necesitaba información. Con mirada expectante debido a las primeras palabras, se mantuvo en silencio hasta que su acompañante habló una vez más. La sonrisa en los labios de Priscila se mantuvo, pero sus ojos delataban la sorpresa que le generaba la confesión de aquel hombre. Saber que estaba frente a un Conde evidentemente le genero nervios, ella era una muchacha sin nada especial, al menos si no contabas sus habilidades de cambiante; él en cambio, tenía tropas y ayudaba a otros. Si bien era evidente que no formaba parte del grupo de aristócratas que observaban con despreció a quienes creían inferiores, la cambiante no podía evitar sentirse un poco de esa manera con todo y que Rivaille confesará haber vivido en las calles.
– Vaya… un… un Conde – susurró bajito, siguiendo el ejemplo de discreción mostrado por Rivaille – No voy a negar que eso es algo impactante de oírse – rió bajito, escuchando en el fondo como sus compañeros aún no terminaban la presentación – Sin embargo – tomó aire, tratando de calmarse ya que él no le había demostrado nada negativo en ningún sentido – es agradable saber que existen personas como usted, personas que son más como nosotros – tomó nuevamente la taza para beber lo que quedaba de café antes de responder a las interrogantes ajenas – No tenemos un lugar determinado, salimos a caminar y de un momento a otro sabemos que tenemos que hacer una presentación – volvió a reír por lo bajo – es un tanto ridículo pero nace de nuestro corazón – y fue el corazón de Prisicila el que casi se detiene ante el ofrecimiento del Conde – Yo ya le he dicho que no somos la gran cosa, pero a mis compañeros les encantaría dar a conocer su trabajo en otro lugar que no sea la calle eso si es que esta dispuesto a ayudarnos pese a que no tengamos mucho que ofrecerle – la cambiante amaba a todos sus compañeros y si bien a ella le daba igual ser reconocida o adquirir fama, a los demás no. Ella vivía del ballet, los demás vivían como podían.
Los ojos de Prisicila no abandonaban ni un segundo al hombre frente a ella, ese que tan despreocupadamente le dejaba saber lo que era y no solamente eso, también se mostraba dispuesto a ayudarles. La cambiante se recargó ligeramente en la mesa y negó ante la pregunta de si había quedado satisfecha.
– Tengo muchas preguntas para usted, pero creo que las más importante son… ¿Por qué me ha hablado a mi de entre todos? y ¿Qué tiene planeado para después de la presentación?
– Muchas gracias – la italiana lo miró con un verdadero y profundo agradecimiento – No sabes cuanto significa para mi escuchar a alguien decirme eso – escuchó durante mucho tiempo como era halagada su manera de bailar y si bien eso debía tenerla preparada para recibir elogios, recibir aquel por parte de Rivaille era diferente, era especial.
Era entonces el momento de Rivaille para hablar, para dar a conocer partes de si mismo que serían tomadas como inspiración por la italiana. Priscila tenía en mente hacer un escrito acerca de él y para ello, necesitaba información. Con mirada expectante debido a las primeras palabras, se mantuvo en silencio hasta que su acompañante habló una vez más. La sonrisa en los labios de Priscila se mantuvo, pero sus ojos delataban la sorpresa que le generaba la confesión de aquel hombre. Saber que estaba frente a un Conde evidentemente le genero nervios, ella era una muchacha sin nada especial, al menos si no contabas sus habilidades de cambiante; él en cambio, tenía tropas y ayudaba a otros. Si bien era evidente que no formaba parte del grupo de aristócratas que observaban con despreció a quienes creían inferiores, la cambiante no podía evitar sentirse un poco de esa manera con todo y que Rivaille confesará haber vivido en las calles.
– Vaya… un… un Conde – susurró bajito, siguiendo el ejemplo de discreción mostrado por Rivaille – No voy a negar que eso es algo impactante de oírse – rió bajito, escuchando en el fondo como sus compañeros aún no terminaban la presentación – Sin embargo – tomó aire, tratando de calmarse ya que él no le había demostrado nada negativo en ningún sentido – es agradable saber que existen personas como usted, personas que son más como nosotros – tomó nuevamente la taza para beber lo que quedaba de café antes de responder a las interrogantes ajenas – No tenemos un lugar determinado, salimos a caminar y de un momento a otro sabemos que tenemos que hacer una presentación – volvió a reír por lo bajo – es un tanto ridículo pero nace de nuestro corazón – y fue el corazón de Prisicila el que casi se detiene ante el ofrecimiento del Conde – Yo ya le he dicho que no somos la gran cosa, pero a mis compañeros les encantaría dar a conocer su trabajo en otro lugar que no sea la calle eso si es que esta dispuesto a ayudarnos pese a que no tengamos mucho que ofrecerle – la cambiante amaba a todos sus compañeros y si bien a ella le daba igual ser reconocida o adquirir fama, a los demás no. Ella vivía del ballet, los demás vivían como podían.
Los ojos de Prisicila no abandonaban ni un segundo al hombre frente a ella, ese que tan despreocupadamente le dejaba saber lo que era y no solamente eso, también se mostraba dispuesto a ayudarles. La cambiante se recargó ligeramente en la mesa y negó ante la pregunta de si había quedado satisfecha.
– Tengo muchas preguntas para usted, pero creo que las más importante son… ¿Por qué me ha hablado a mi de entre todos? y ¿Qué tiene planeado para después de la presentación?
Priscila Catrice- Cambiante Clase Baja
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Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Palabra tras palabra, examinaba atento cada una de las expresiones de la muchacha, llevándose ambas manos a los bolsillos a forma de demostrar lo relajado que estaba, estirando las piernas y acomodándose como si en realidad disfrutara de una vida sin preocupaciones. Obviamente sí tenía muchas, pero la vida bohemia sacaba lo mejor de sí mismo; lo hacía sentir como en casa y aquello poro si solo le permitía poder relajarse hasta atl punto de confianza. Sin embargo, cuando la muchacha repitió aquel título que ostentaba sin mucha alegría al respecto, se inclinó hacia adelante y levantando las manos.- No lo repitas, ¿quieres? No falta siempre quien escuche, mira que luego la gente se pone a hablar y no quiero más problemas con la clase alta. -Susurró acercándose a ella, apoyando ahora ambos codos sobre la mesa. Cierto era que cambiaba de posición tan seguido porque justamente era aquello lo que le ponía nervioso, que alguien de repente levantara el dedo y le apuntara diciendo su título en voz alta. Odiaba aquello, en especial porque solían pasar siempre dos cosas: o los callejeros lo juzgaban por haber subido tanto los escalones de las clases sociales, o los de la clase alta lo intentaban denigrar cuando se le veía en aquel tipo de lugares. Ninguna de las dos eran situaciones agradables.
Pero a pesar de aquello, su mente no se distrajo en ningún momento y escuchó a la perfección lo que le decía la cambiante, aunque desconocía aquello sobre ella aún.- No, no, dudo que sea muy parecido a ustedes. Ustedes se ven humildes y nobles, en primer lugar, bastante inocentes. Yo en cambio he hecho muchas cosas algo... deplorables. -Se confesó, desviando la mirada a un costado con un gesto que parecía indiferencia, aunque en realidad era para ocultar la mirada seria y tensa que tenía cuando pensaba en todo lo que había hecho, desde robar hasta haber provocado la rebelión que le ascendió a Conde, en la cual se abían perdido varias vidas, soldados que tenían familias. Aquel era el peso con el que cargaba, razón por la cual era tan devoto a la visión que le llevó a rebelarse en primer lugar. Sin embargo, rechazó esos pensamientos, no era el momento de recordar esas cosas, sino el momento de escuchar a su acompañante, quien ahora se inclinaba sobre la mesa al igual que él, estando ahora ambos más cerca de lo que habían estado en todo aquel rato. Aunque, en lo último que dijo, había algo que no le encajaba.
¿Dónde vives? -Preguntó de repente y sin haber pensado bien lo que diría, por lo que luego de decirlo, recapacitó.- Oh, no me malentiendas. Lo que te pregunto no tiene nada que ver con tus últimas preguntas. Es solo que... -Hizo una pausa, mirando ahora a la chica directamente a los ojos y pensando bien sus palabras.- Has dicho que siempre se mueven y nunca presentan donde mismo, eso más el hecho de que jamás los he visto en las calles me hace pensar que tampoco tienen un área en el que estén siempre. Me hace pensar que quizá sea porque no tienes residencia. ¿Es así o me equivoco? -Acabó diciendo.
Si me respondes con la verdad, responderé yo de forma honesta todo lo que quieras saber, sobre lo que sea. Aunque sinceramente me encantaría que me digas que me equivoco. -Agregó entonces, haciendo una pausa para continuar hablando.- Pero supongo que encontrarás injusto que no responda las preguntas que ya hiciste. Supongo que te hablé porque llamaste mi atención con tu presentación, además te ves una persona agradable. No se me ocurrió por qué no hacerlo. Respecto de lo otro, no planeo nada más que volver a casa, dormir un par de horas y volver al trabajo. -Se encogió de hombros, omitiendo la parte de su respuesta en la que debió haberle dicho que, aunque su deber llamaba, igualmente le gustaría seguir compartiendo con ella.
Pero a pesar de aquello, su mente no se distrajo en ningún momento y escuchó a la perfección lo que le decía la cambiante, aunque desconocía aquello sobre ella aún.- No, no, dudo que sea muy parecido a ustedes. Ustedes se ven humildes y nobles, en primer lugar, bastante inocentes. Yo en cambio he hecho muchas cosas algo... deplorables. -Se confesó, desviando la mirada a un costado con un gesto que parecía indiferencia, aunque en realidad era para ocultar la mirada seria y tensa que tenía cuando pensaba en todo lo que había hecho, desde robar hasta haber provocado la rebelión que le ascendió a Conde, en la cual se abían perdido varias vidas, soldados que tenían familias. Aquel era el peso con el que cargaba, razón por la cual era tan devoto a la visión que le llevó a rebelarse en primer lugar. Sin embargo, rechazó esos pensamientos, no era el momento de recordar esas cosas, sino el momento de escuchar a su acompañante, quien ahora se inclinaba sobre la mesa al igual que él, estando ahora ambos más cerca de lo que habían estado en todo aquel rato. Aunque, en lo último que dijo, había algo que no le encajaba.
¿Dónde vives? -Preguntó de repente y sin haber pensado bien lo que diría, por lo que luego de decirlo, recapacitó.- Oh, no me malentiendas. Lo que te pregunto no tiene nada que ver con tus últimas preguntas. Es solo que... -Hizo una pausa, mirando ahora a la chica directamente a los ojos y pensando bien sus palabras.- Has dicho que siempre se mueven y nunca presentan donde mismo, eso más el hecho de que jamás los he visto en las calles me hace pensar que tampoco tienen un área en el que estén siempre. Me hace pensar que quizá sea porque no tienes residencia. ¿Es así o me equivoco? -Acabó diciendo.
Si me respondes con la verdad, responderé yo de forma honesta todo lo que quieras saber, sobre lo que sea. Aunque sinceramente me encantaría que me digas que me equivoco. -Agregó entonces, haciendo una pausa para continuar hablando.- Pero supongo que encontrarás injusto que no responda las preguntas que ya hiciste. Supongo que te hablé porque llamaste mi atención con tu presentación, además te ves una persona agradable. No se me ocurrió por qué no hacerlo. Respecto de lo otro, no planeo nada más que volver a casa, dormir un par de horas y volver al trabajo. -Se encogió de hombros, omitiendo la parte de su respuesta en la que debió haberle dicho que, aunque su deber llamaba, igualmente le gustaría seguir compartiendo con ella.
Rivaille- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: Of cups and drinks ♣ Priscila
Lo ultimo que la italiana había esperado esa noche era recibir elogios por sus escritos, sin embargo los recibió y de parte de alguien que era superior socialmente a ella. Rivaille sin embargo se presentaba ante ella como alguien humilde, un hombre que distaba mucho de la aristocracia que alguna vez viera en las funciones de ballet. Aquellos aristócratas se presentaban como si no fueran humanos, sino alguna clase de deidades que debían ser elogiados por todos, eso de cierta manera molestaba a Priscila, quien creía fervientemente en que nadie era más que otros, ni siquiera ella que tenía una vida más larga y habilidades que le brindaban cierta ventaja en la vida. Cuando el Conde habló para pedir su discusión, la cambiante se llevó ambas manos a los labios ocultando tras de ellos una sonrisa.
– Lo siento, ha sido lo repentino de la confesión lo que me hizo hablar de más – se descubrió los labios, acercándose más a él – pero descuide, su secreto estará a salvo conmigo – la italiana no era una soplona. Sabía muy bien lo que hablar de más podía ocasionar para seres como ella, así que aquel hombre confiaba su secreto a la mujer indicada. Quizás lo único que ella hiciera sería emplearlo a él para sus poesías, pero jamás a su titulo de nobleza.
Volviendo rápidamente a la actitud tranquila y calma de antes de la confesión del Conde, la cambiante se acomodó en su asiento, escuchando la respuesta que él tenia preparada para las palabras femeninas. Una mueca de descontento se dibujo en el rostro de la italiana quien no creía que alguien como él pudiera hacer algún mal.
– No creo que haya hecho nada deplorable, no parece un hombre que haga algo indebido – señalo antes de suspirar – y de hacerlo bueno… no es el único y eso puedo asegurárselo, todos hacemos lo que debemos, aunque sean cosas muchas veces deplorables – ella como cambiante había hecho muchas cosas malas para salvar su vida, claro que a esas cosas nunca las hizo esperando dañar al otro, los daños eran consecuencias de las que ella no estaba para nada feliz.
Cambiando de tema a algo un poco menos peliagudo, Priscila comentó a Rivaille un poco de las actividades del grupo. Al hacerlo, su voz denotaba algo de pesar por sus compañeros quienes deseaban triunfar, ser reconocidos y no ser vistos simplemente como los poetas molestos que muchas personas pensaban que eran. Para Priscila su vida era mucho más sencilla gracias al ballet.
– ¿Dónde vivo? – repitió la pregunta, sin entender muy bien el motivo por el que aquella pregunta salía a la luz. Su cara de duda llevó al Conde a explicarse, haciendo que la cambiante riera por lo bajo ante sus preocupaciones – Pensando en esas cosas y ¿Aún crees que eres un ser deplorable?– una dulce sonrisa apareció en los labios de la italiana, quien se apresuró a eliminar las preocupaciones de aquel buen hombre – La mayor parte del grupo vive en una casa compartida, todos ellos aportan lo que pueden y aunque la casa no esta en las mejores zonas de París, la han vuelto un sitio muy lindo y acogedor – hizo una pausa – por otro lado yo ganó tengo dinero suficiente como para rentar un pequeño apartamento cerca del centro – se encogió de hombros – no es muy grande pero queda cerca de mi trabajo.
La promesa de sinceridad por ambos lados solo provocó que la cambiante se entusiasmara más. Dos preguntas ya habían sido formuladas por ella, mismas que recibieron una pronta respuesta.
– Bueno, ya respondió mis preguntas y no sé si tenga prisa por volver a su casa pero me encantaría que pudiéramos charlar un poco más – sonrió – podemos dar un paseo por las calles si es que gusta y claro, podrá preguntar todo cuanto quiera que de mi recibirá respuestas sinceras – llevó la mano derecha hasta donde se encontraba su corazón – lo prometo.
– Lo siento, ha sido lo repentino de la confesión lo que me hizo hablar de más – se descubrió los labios, acercándose más a él – pero descuide, su secreto estará a salvo conmigo – la italiana no era una soplona. Sabía muy bien lo que hablar de más podía ocasionar para seres como ella, así que aquel hombre confiaba su secreto a la mujer indicada. Quizás lo único que ella hiciera sería emplearlo a él para sus poesías, pero jamás a su titulo de nobleza.
Volviendo rápidamente a la actitud tranquila y calma de antes de la confesión del Conde, la cambiante se acomodó en su asiento, escuchando la respuesta que él tenia preparada para las palabras femeninas. Una mueca de descontento se dibujo en el rostro de la italiana quien no creía que alguien como él pudiera hacer algún mal.
– No creo que haya hecho nada deplorable, no parece un hombre que haga algo indebido – señalo antes de suspirar – y de hacerlo bueno… no es el único y eso puedo asegurárselo, todos hacemos lo que debemos, aunque sean cosas muchas veces deplorables – ella como cambiante había hecho muchas cosas malas para salvar su vida, claro que a esas cosas nunca las hizo esperando dañar al otro, los daños eran consecuencias de las que ella no estaba para nada feliz.
Cambiando de tema a algo un poco menos peliagudo, Priscila comentó a Rivaille un poco de las actividades del grupo. Al hacerlo, su voz denotaba algo de pesar por sus compañeros quienes deseaban triunfar, ser reconocidos y no ser vistos simplemente como los poetas molestos que muchas personas pensaban que eran. Para Priscila su vida era mucho más sencilla gracias al ballet.
– ¿Dónde vivo? – repitió la pregunta, sin entender muy bien el motivo por el que aquella pregunta salía a la luz. Su cara de duda llevó al Conde a explicarse, haciendo que la cambiante riera por lo bajo ante sus preocupaciones – Pensando en esas cosas y ¿Aún crees que eres un ser deplorable?– una dulce sonrisa apareció en los labios de la italiana, quien se apresuró a eliminar las preocupaciones de aquel buen hombre – La mayor parte del grupo vive en una casa compartida, todos ellos aportan lo que pueden y aunque la casa no esta en las mejores zonas de París, la han vuelto un sitio muy lindo y acogedor – hizo una pausa – por otro lado yo ganó tengo dinero suficiente como para rentar un pequeño apartamento cerca del centro – se encogió de hombros – no es muy grande pero queda cerca de mi trabajo.
La promesa de sinceridad por ambos lados solo provocó que la cambiante se entusiasmara más. Dos preguntas ya habían sido formuladas por ella, mismas que recibieron una pronta respuesta.
– Bueno, ya respondió mis preguntas y no sé si tenga prisa por volver a su casa pero me encantaría que pudiéramos charlar un poco más – sonrió – podemos dar un paseo por las calles si es que gusta y claro, podrá preguntar todo cuanto quiera que de mi recibirá respuestas sinceras – llevó la mano derecha hasta donde se encontraba su corazón – lo prometo.
Priscila Catrice- Cambiante Clase Baja
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