AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
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Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
- Menos mal que es viernes-, musitó para sí mismo mirando por la ventana.
Era la mañana de un día precioso que parecía más primaveral que de otoño. El sol lucía con todos su esplendor con alguna nube que otra cruzando el firmamento. Tan agradable era el día que incluso la temperatura no era especialmente fría. Solo las hojas bailando al son del viento en el parque cercano decían que estaban en otoño.
Eduardo llevaba toda la semana traduciendo tratados comerciales para su país y ahora se tomaba un respiro. Casi podía ver las letras delante de él pese a que ahora disfrutaba del paisaje. No se quejaba tampoco. Al fin y al cabo solo era parte de su trabajo. Eso y recibir dignatarios y compatriotas que necesitaran ayuda de la embajada. En resumen ese era su trabajo pero esta semana estaba siendo pesada. Más cuando el loco de Sky había montado una buena hacía unos días. No sabía nada de él desde entonces y eso le preocupaba un poco. Era un hombre capaz de cualquier cosa.
- Debí matar a ese psicópata cuanto tuve oportunidad-, volvió a hablar consigo mismo. - No creo que tarde en volver a saber de él me temo.
- ¿Saber de quién? - dijo un empleado entrando con un café a su oficina.
- Ahh, de un viejo amigo. Creo que ha venido a la ciudad así que supongo que pronto tendré noticias suyas-, mintió antes de reír. Menos mal que solo ha escuchado la segunda frase pensó.
- Un amigo. Conociéndote seguramente sea alguna amiga-, bromeó recalcando la palabra amiga. - Por cierto, hablando de mujeres. Una joven vendrá a renovar su visado y te la han asignado a ti-, dijo sonriente su secretario saliendo de la oficina.
- Eh, que, joder. Tengo ya bastante papeleo que hacer. Ni que fuera el único trabajador aquí-, comentó en la habitación ahora vacía.
El lobo resopló con resignación sentándose en su silla. Luego se acarició la frente y dio un sorbo a su café. Si algo bueno tenía la embajada era su excelente café pensó poniéndose de nuevo con su trabajo. Estuvo unos minutos adelantando sus traducciones hasta que tocaron en la puerta.
- Adelante-, dijo ausente en su trabajo el diplomático.
- Eduardo, la joven ya está aquí. ¿La hago pasar? - comentó asomándose por la puerta su secretario.
- Sí, claro. Dígale que entre. Qué remedio pensó el lobo.
Era la mañana de un día precioso que parecía más primaveral que de otoño. El sol lucía con todos su esplendor con alguna nube que otra cruzando el firmamento. Tan agradable era el día que incluso la temperatura no era especialmente fría. Solo las hojas bailando al son del viento en el parque cercano decían que estaban en otoño.
Eduardo llevaba toda la semana traduciendo tratados comerciales para su país y ahora se tomaba un respiro. Casi podía ver las letras delante de él pese a que ahora disfrutaba del paisaje. No se quejaba tampoco. Al fin y al cabo solo era parte de su trabajo. Eso y recibir dignatarios y compatriotas que necesitaran ayuda de la embajada. En resumen ese era su trabajo pero esta semana estaba siendo pesada. Más cuando el loco de Sky había montado una buena hacía unos días. No sabía nada de él desde entonces y eso le preocupaba un poco. Era un hombre capaz de cualquier cosa.
- Debí matar a ese psicópata cuanto tuve oportunidad-, volvió a hablar consigo mismo. - No creo que tarde en volver a saber de él me temo.
- ¿Saber de quién? - dijo un empleado entrando con un café a su oficina.
- Ahh, de un viejo amigo. Creo que ha venido a la ciudad así que supongo que pronto tendré noticias suyas-, mintió antes de reír. Menos mal que solo ha escuchado la segunda frase pensó.
- Un amigo. Conociéndote seguramente sea alguna amiga-, bromeó recalcando la palabra amiga. - Por cierto, hablando de mujeres. Una joven vendrá a renovar su visado y te la han asignado a ti-, dijo sonriente su secretario saliendo de la oficina.
- Eh, que, joder. Tengo ya bastante papeleo que hacer. Ni que fuera el único trabajador aquí-, comentó en la habitación ahora vacía.
El lobo resopló con resignación sentándose en su silla. Luego se acarició la frente y dio un sorbo a su café. Si algo bueno tenía la embajada era su excelente café pensó poniéndose de nuevo con su trabajo. Estuvo unos minutos adelantando sus traducciones hasta que tocaron en la puerta.
- Adelante-, dijo ausente en su trabajo el diplomático.
- Eduardo, la joven ya está aquí. ¿La hago pasar? - comentó asomándose por la puerta su secretario.
- Sí, claro. Dígale que entre. Qué remedio pensó el lobo.
Última edición por Eduardo Hernández el Mar Mayo 26, 2015 5:46 pm, editado 1 vez
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Esa mañana amaneció despejada, por suerte, pues tenía que hacer papeleo y no quería coger un carro para salir, eran un incordio, preferia ir a caballo. Era el medio más rápido para moverse, en cualquier sitio.
A media mañana, aburrida de tocar el piano, sola en la enorme casa, decidió que era momento de irse. Tomó a Hanks y le puso la montura. Esa mañana, por convenio social y por un pacto con la mujer que la acogía, debía ponerse vestidos siempre que fuera a la ciudad. Pero no lo hizo, no era de las que accedían tan facilmente a esas cosas. Con un suspiro se subió al caballo como solía hacerlo, no pensaba ir a lo amazona, se negaba, era incomodo e incordioso, le daba igual lo que fueran a decirle. Se puso su sombrero y salió hacia la ciudad.
Llegó a la embajada algo antes de la hora y entró como si el lugar fuera suyo, con su contoneo habitual, haciendo que más de uno de los hombres que discutian asuntos de estado alzaran la mirada, mirada que ella devolvió sin vergüenza alguna hasta que los hombres apartaron las suyas, avergonzados. Dio un susiro cansado, siempre igual... y subió las escaleras de camino al despacho asignado.
Un hombre la hizo esperar con amabilidad mientras entraba a la oficina y, a los pocos segundos, la hacía pasar. La joven entró con parsimonia, no quería ver a nadie, no quería más miradas en su espalda. Con los papeles bajo el brazo pasó dentro del despacho y se quedó en la puerta para que le dieran permiso para acercarse y sentarse.
- Señor- pronunció con su acostumbrada voz suave, mientras ponía una mano en su cintura y alzaba la cabeza mirando al hombre sentado tras el enorme escritorio.
Esperaba que, siendo embajador, sería más educado que otros hombres a los que se había encontrado, que por el simple hecho de cruzar una mirada de casualidad ya se creían con derecho de acercarse a ella.
A media mañana, aburrida de tocar el piano, sola en la enorme casa, decidió que era momento de irse. Tomó a Hanks y le puso la montura. Esa mañana, por convenio social y por un pacto con la mujer que la acogía, debía ponerse vestidos siempre que fuera a la ciudad. Pero no lo hizo, no era de las que accedían tan facilmente a esas cosas. Con un suspiro se subió al caballo como solía hacerlo, no pensaba ir a lo amazona, se negaba, era incomodo e incordioso, le daba igual lo que fueran a decirle. Se puso su sombrero y salió hacia la ciudad.
Llegó a la embajada algo antes de la hora y entró como si el lugar fuera suyo, con su contoneo habitual, haciendo que más de uno de los hombres que discutian asuntos de estado alzaran la mirada, mirada que ella devolvió sin vergüenza alguna hasta que los hombres apartaron las suyas, avergonzados. Dio un susiro cansado, siempre igual... y subió las escaleras de camino al despacho asignado.
Un hombre la hizo esperar con amabilidad mientras entraba a la oficina y, a los pocos segundos, la hacía pasar. La joven entró con parsimonia, no quería ver a nadie, no quería más miradas en su espalda. Con los papeles bajo el brazo pasó dentro del despacho y se quedó en la puerta para que le dieran permiso para acercarse y sentarse.
- Señor- pronunció con su acostumbrada voz suave, mientras ponía una mano en su cintura y alzaba la cabeza mirando al hombre sentado tras el enorme escritorio.
Esperaba que, siendo embajador, sería más educado que otros hombres a los que se había encontrado, que por el simple hecho de cruzar una mirada de casualidad ya se creían con derecho de acercarse a ella.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
El lobo pensó que su ayudante se había equivocado pues no apareció nadie en principio. No le dio más vueltas y siguió a lo suyo hasta que pasados unos minutos se abrió por fin la puerta. Eduardo alzó la vista y no encontró nadie en la puerta. Marcos se ha vuelto loco pensó por un momento hasta que al final un bella mujer se presentó en la puerta.
Lo primero que le llamó la atención de la joven fue que no iba con un vestido. Era raro que una mujer de clase alta no llevara un vestido y debería serlo pues a él no le mandaban personas de otra índole. Del papeleo de clases más bajas se encargaban otros empleados. Quizás estaban desbordados pensó el lobo.
- Buenos días joven-, saludó con una sonrisa. - Pase y tome asiento-, dijo mientras se levantaba por cortesía y le señalaba la silla delante del escritorio. - ¿Cuál es su problema? -
Lo segundo que le había llamado la atención de ella era su aura. Había visto suficientemente su propia aura en un espejo como para saber de qué se trataba. La chica era una licántropo y evidentemente ella también sabía que él lo era.
- Por cierto, me llamo Eduardo. ¿Con quién tengo el gusto de tratar? - comentó, iniciando una presentación formal. - ¿Quiere una taza de café? Aquí tenemos un café exquisito centroamericano-, dijo sonriente.
Una vez que el lobo hubo observado su vestimenta y su aura lo siguiente que le llamaba la atención era su físico. Esa chica había sido esculpida por las manos de un dios escultor. Ni en el Olimpo había diosas tan bellas como ella. Eduardo estaba acostumbrado a tratar a mujeres hermosas pero esa chica era distinta. Tenía algo especial, y su forma de vestir decía en parte que era. No era una chica acomodada como las jóvenes ricas de su tiempo. Tenía pinta de ser una mujer rebelde y que adoraba llevar las riendas de su vida. Su ropa de montar era la señal inequívoca de que había venido en su propia montura y no en un carruaje. Seguro que es una mujer indomable pensó mientras escuchaba lo que tenía que decir.
Lo primero que le llamó la atención de la joven fue que no iba con un vestido. Era raro que una mujer de clase alta no llevara un vestido y debería serlo pues a él no le mandaban personas de otra índole. Del papeleo de clases más bajas se encargaban otros empleados. Quizás estaban desbordados pensó el lobo.
- Buenos días joven-, saludó con una sonrisa. - Pase y tome asiento-, dijo mientras se levantaba por cortesía y le señalaba la silla delante del escritorio. - ¿Cuál es su problema? -
Lo segundo que le había llamado la atención de ella era su aura. Había visto suficientemente su propia aura en un espejo como para saber de qué se trataba. La chica era una licántropo y evidentemente ella también sabía que él lo era.
- Por cierto, me llamo Eduardo. ¿Con quién tengo el gusto de tratar? - comentó, iniciando una presentación formal. - ¿Quiere una taza de café? Aquí tenemos un café exquisito centroamericano-, dijo sonriente.
Una vez que el lobo hubo observado su vestimenta y su aura lo siguiente que le llamaba la atención era su físico. Esa chica había sido esculpida por las manos de un dios escultor. Ni en el Olimpo había diosas tan bellas como ella. Eduardo estaba acostumbrado a tratar a mujeres hermosas pero esa chica era distinta. Tenía algo especial, y su forma de vestir decía en parte que era. No era una chica acomodada como las jóvenes ricas de su tiempo. Tenía pinta de ser una mujer rebelde y que adoraba llevar las riendas de su vida. Su ropa de montar era la señal inequívoca de que había venido en su propia montura y no en un carruaje. Seguro que es una mujer indomable pensó mientras escuchaba lo que tenía que decir.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Por fin el hombre se dio cuenta de su presencia y alzó la vista para ofrecerle asiento alzándose él del propio. Sin presentación alguna le preguntó por sus asuntos, aunque pareció recordar los buenos modales para decir su nombre. Zafiro por fin se decidió a acercarse lentamente, y le tendió la mano al hombre para darle un apretón, no le gustaba demasiado que la tocasen, pero prefería dar la mano a las reverencias.
- Mi nombre es Zafiro, señor Eduardo.- Pronunció con su voz suave antes de tomar asiento- vengo a renovar mi visado, caduca dentro de poco y no he terminado mis asuntos en Paris.
Le tendió los papeles, en ellos estaba reflejada prácticamente toda su historia, desde su llegada a Francia hasta los años que había pasado allí y esa vez en la que la detuvieron por aparecer desnuda en mitad de una finca. Las cadenas no siempre funcionaban con ella. Si parecía salvaje como humana, su loba era incontrolable.
Observó al hombre con una media sonrisa. Al menos era educado y o bien no la había mirado, o sabía disimular muy bien. Apolló sus codos sobre la rodilla de la pierna que tenía cruzada y observó cn cierto interés los movimientos del hombre, aun era torpe para ciertas cosas y no sabía que veía en el de diferente, hasta que se dió cuenta, el aura. Ambos eran iguales. Tal vez podría intentar ponerlo nervioso, jugar un poco....
- Es usted interesante, señor, diría que... me gusta su aura...- comentó suavemente esperando la reacción del hombre con una sonrisa que, para lo escuetas que solían ser las de la joven, resultaba brillante.
Cuando se encontraba con otros lobos se sentía más relajada, sabía que ellos no corrían peligro de estar a su lado, así que se permitía bromear y jugar un poco. Era la primera vez que encontraba a otro igual a ella, sin contar con su maestra, que era una mujer amable pero, a su forma de ver, aburrida, tenía curiosidad y quería divertirse un poco.
- Mi nombre es Zafiro, señor Eduardo.- Pronunció con su voz suave antes de tomar asiento- vengo a renovar mi visado, caduca dentro de poco y no he terminado mis asuntos en Paris.
Le tendió los papeles, en ellos estaba reflejada prácticamente toda su historia, desde su llegada a Francia hasta los años que había pasado allí y esa vez en la que la detuvieron por aparecer desnuda en mitad de una finca. Las cadenas no siempre funcionaban con ella. Si parecía salvaje como humana, su loba era incontrolable.
Observó al hombre con una media sonrisa. Al menos era educado y o bien no la había mirado, o sabía disimular muy bien. Apolló sus codos sobre la rodilla de la pierna que tenía cruzada y observó cn cierto interés los movimientos del hombre, aun era torpe para ciertas cosas y no sabía que veía en el de diferente, hasta que se dió cuenta, el aura. Ambos eran iguales. Tal vez podría intentar ponerlo nervioso, jugar un poco....
- Es usted interesante, señor, diría que... me gusta su aura...- comentó suavemente esperando la reacción del hombre con una sonrisa que, para lo escuetas que solían ser las de la joven, resultaba brillante.
Cuando se encontraba con otros lobos se sentía más relajada, sabía que ellos no corrían peligro de estar a su lado, así que se permitía bromear y jugar un poco. Era la primera vez que encontraba a otro igual a ella, sin contar con su maestra, que era una mujer amable pero, a su forma de ver, aburrida, tenía curiosidad y quería divertirse un poco.
Última edición por Zafiro Mendez el Dom Mayo 31, 2015 3:35 am, editado 1 vez
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
La joven dijo llamarse Zafiro y después de sentarse le comentó su problema.
- Zafiro. Es un bonito nombre-, dijo en castellano con acento de las canarias.
Una de las cosas buenas de trabajar en la embajada era poder conocer a compatriotas con los que seguir practicando su idioma natal. El francés era un bonito idioma sin duda pero disfrutaba de poder usar el suyo propio de vez en cuando.
- Renovar el visado. No creo que haya ningún problema-, comentó sonriente mientras chequeaba los papeles.
En ellos se reflejaba que llevaba unos años en la ciudad. Motivo por el cual necesitaba una renovación de su visado. Cordobesa, veintiún años, seguramente un dato falso siendo una licántropo, y se dedicaba al entrenamiento de caballos. Por lo demás no había nada relevante salvo un expediente de la guardia. En él se informa que se había detenido a la joven por exhibicionismo y ella había alegado que la habían robado. Siendo una joven de clase alta se dio por sentado que era lo que había ocurrido y se cerró la denuncia. Debía ser el motivo por el cual había recurrido a un empleado de más rango dentro de la embajada pensó el lobo. Era embarazoso y un caballero sabría guardar el secreto. Había tenido suerte pues siendo el mismo un licántropo entendía lo que había ocurrido y no pondría problemas para la renovación.
Se excusó un momento para salir de la oficina y pidió a Marcos un café para la señorita. En seguida volvió y se sentó de nuevo. No quería molestar a la joven retrasándose demasiado. Cogió el matasellos y le puso una marca de tinta en su papeleo. Luego realizó una firma justo debajo.
- Una firmita por aquí y listo. Recuerde ir a las oficinas francesas para que le renueven los papeles. Con nuestro sello y mi firma lo aceptaran sin mirar-, comentó a la bella joven, sabiendo que su mayor deseo sería que nada supiera su incidente.
El sonido de unos toques en la puerta avisó al diplomático sobre la llegada del café de la señorita. Eduardo le dio paso a su secretario que, después de saludar cortésmente, dejó el café sobre el escritorio delante de la dama. Luego se despidió con igual cortesía y salió de la oficina.
- Me lo dicen muy a menudo-, respondió a la joven siguiéndole el juego. - Parece que tengo un encanto casi innato-, dijo tomando un sorbo de café.
Esta chica no era corriente. Otra joven de su posición hubiera sido más directa o justo lo contrario, no habría dicho nada. Ella quería jugar con él y se le notaba. Eduardo se reclinó sobre su mesa acercándose a la dama.
- Es más, no solo dicen que soy encantador. También dicen que en luna llena es cuando más interesante me vuelvo-, le sonrió. - Debe ser por la luna que realza mi figura. Usted qué opina-, dijo con su acento dulce.
- Zafiro. Es un bonito nombre-, dijo en castellano con acento de las canarias.
Una de las cosas buenas de trabajar en la embajada era poder conocer a compatriotas con los que seguir practicando su idioma natal. El francés era un bonito idioma sin duda pero disfrutaba de poder usar el suyo propio de vez en cuando.
- Renovar el visado. No creo que haya ningún problema-, comentó sonriente mientras chequeaba los papeles.
En ellos se reflejaba que llevaba unos años en la ciudad. Motivo por el cual necesitaba una renovación de su visado. Cordobesa, veintiún años, seguramente un dato falso siendo una licántropo, y se dedicaba al entrenamiento de caballos. Por lo demás no había nada relevante salvo un expediente de la guardia. En él se informa que se había detenido a la joven por exhibicionismo y ella había alegado que la habían robado. Siendo una joven de clase alta se dio por sentado que era lo que había ocurrido y se cerró la denuncia. Debía ser el motivo por el cual había recurrido a un empleado de más rango dentro de la embajada pensó el lobo. Era embarazoso y un caballero sabría guardar el secreto. Había tenido suerte pues siendo el mismo un licántropo entendía lo que había ocurrido y no pondría problemas para la renovación.
Se excusó un momento para salir de la oficina y pidió a Marcos un café para la señorita. En seguida volvió y se sentó de nuevo. No quería molestar a la joven retrasándose demasiado. Cogió el matasellos y le puso una marca de tinta en su papeleo. Luego realizó una firma justo debajo.
- Una firmita por aquí y listo. Recuerde ir a las oficinas francesas para que le renueven los papeles. Con nuestro sello y mi firma lo aceptaran sin mirar-, comentó a la bella joven, sabiendo que su mayor deseo sería que nada supiera su incidente.
El sonido de unos toques en la puerta avisó al diplomático sobre la llegada del café de la señorita. Eduardo le dio paso a su secretario que, después de saludar cortésmente, dejó el café sobre el escritorio delante de la dama. Luego se despidió con igual cortesía y salió de la oficina.
- Me lo dicen muy a menudo-, respondió a la joven siguiéndole el juego. - Parece que tengo un encanto casi innato-, dijo tomando un sorbo de café.
Esta chica no era corriente. Otra joven de su posición hubiera sido más directa o justo lo contrario, no habría dicho nada. Ella quería jugar con él y se le notaba. Eduardo se reclinó sobre su mesa acercándose a la dama.
- Es más, no solo dicen que soy encantador. También dicen que en luna llena es cuando más interesante me vuelvo-, le sonrió. - Debe ser por la luna que realza mi figura. Usted qué opina-, dijo con su acento dulce.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
No fue complicado, el hombre solo revisó los papeles, una sonrisilla apareció en la cara de Zafiro cuando notó el cambio, acababa de leer lo de su aparición desnuda, bueno, si sus sospechas eran ciertas, no tendría problemas, él debía haber pasado por situaciones similares, seguro.
Mientras la mujer observaba sus movimientos con desinterés fingido el hombre pidió unos cafés y volvió a seguir revisando papeles, efectivamente, no le daría problemas, solo debía firmas un par de cosas y después ir a las oficinas francesas y ya estaría todo.
El enjuto hombre que la había llevado hasta el despacho volvió con unas tazas de cafñe que dejó sobre el escritorio y se retiró al instante. A la chica no es que le gustara demasiado el café, en contrapunto de su apariencia madura, prefería leche con miel o azucar a un sabor tran agrio como el del café. Disimuladamente se hechó una buena cantidad de azucar y removió el liquido de la taza al tiempo que escuchaba, divertida, como el hombre seguiía su juego.
- Opino que, sin duda, debe sentarle de maravilla la noche...- comentó aun juguetona, dando un sorbo al café, seguía siendo demasiado fuerte, y el azucar no ayudaba a mejorarlo, pero lo disimulaba bien- y le confieso que yo también soy una... criatura nocturna... es el mejor momento del día para cabalgar...- estaba segura que eso pondría nervioso al caballero- los paseos a caballo bajo las estrellas, me refiero, son espectaculares.- explicó con una diversión disimulada.
Mientras la mujer observaba sus movimientos con desinterés fingido el hombre pidió unos cafés y volvió a seguir revisando papeles, efectivamente, no le daría problemas, solo debía firmas un par de cosas y después ir a las oficinas francesas y ya estaría todo.
El enjuto hombre que la había llevado hasta el despacho volvió con unas tazas de cafñe que dejó sobre el escritorio y se retiró al instante. A la chica no es que le gustara demasiado el café, en contrapunto de su apariencia madura, prefería leche con miel o azucar a un sabor tran agrio como el del café. Disimuladamente se hechó una buena cantidad de azucar y removió el liquido de la taza al tiempo que escuchaba, divertida, como el hombre seguiía su juego.
- Opino que, sin duda, debe sentarle de maravilla la noche...- comentó aun juguetona, dando un sorbo al café, seguía siendo demasiado fuerte, y el azucar no ayudaba a mejorarlo, pero lo disimulaba bien- y le confieso que yo también soy una... criatura nocturna... es el mejor momento del día para cabalgar...- estaba segura que eso pondría nervioso al caballero- los paseos a caballo bajo las estrellas, me refiero, son espectaculares.- explicó con una diversión disimulada.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Eduardo tomó otro sorbo de café mientras observaba a la joven. Se notaba que disfrutaba con la situación, demostrando que era una mujer que le gustaba jugar. Ni siquiera hacía el mínimo esfuerzo por ocultárselo al lobo. ¿A cuántos hombres habría tratado así? Seguramente a cientos. Quizás a miles si era una loba antigua pensó.
Sus palabras eran melosas y sus gestos no lo eran menos. Era como si alguien hubiera creado un ser donde almacenar toda la seducción posible. Un ser de pecado. Una mujer que personificaba la tentación y que por ende, era la perdición para los incautos.
- No me cabe ninguna duda-, dijo con su característico acento. - En los papeles ponía que era entrenadora de caballos. Así que imagino que debe ser una amazona impresionante-, se acarició el labio mientras jugaba con las palabras. Quería ponerlo nervioso con notable descaro, y ella disfrutaba con ello. Sigamos la mano pues pensó el lobo. - Imagino que habrá cabalgado sobre notables sementales bajo esas estrellas-, sonrió. - Dado su oficio seguro que ha sentido la satisfacción de tenerlos bajo su domino. El placer de controlar tanta fuerza es indescriptible. ¿No le parece?
Vaya. Vaya. Era una mañana de lo más corriente salvo por el día casi primaveral que hacía. Pero esta joven había llegado para voltear esa sensación sobre el lobo. Se notaba a la legua que esa joven disfrutaba no solo del dominio de los caballos. Le gustaba llevar las riendas de todo lo que se le ponía por delante. Seguramente disfrutaba hasta de rechazar los afectos que antes hubiera provocado, pues de lo que más disfrutaba era del control.
- Es usted una mujer interesante bella Zafiro-, comentó. - Nos conocemos de solo unos minutos y en este corto plazo ha suscitado mi interés-, sabía que a la joven le encantaría pensar que lo había cazado. - ¿Sabe? Yo también disfruto de montar a caballo. Seguro que debe tener buenas monturas en su academia. Que le parece si un día voy con uno de mis animales hasta allí. Podemos pasar una buena tarde de doma-, dijo endulzando sus palabras. - Seguro que además de pasárnoslo bien nos conoceremos mejor. Al fin y al cabo somos compatriotas en una ciudad extraña.
Sus palabras eran melosas y sus gestos no lo eran menos. Era como si alguien hubiera creado un ser donde almacenar toda la seducción posible. Un ser de pecado. Una mujer que personificaba la tentación y que por ende, era la perdición para los incautos.
- No me cabe ninguna duda-, dijo con su característico acento. - En los papeles ponía que era entrenadora de caballos. Así que imagino que debe ser una amazona impresionante-, se acarició el labio mientras jugaba con las palabras. Quería ponerlo nervioso con notable descaro, y ella disfrutaba con ello. Sigamos la mano pues pensó el lobo. - Imagino que habrá cabalgado sobre notables sementales bajo esas estrellas-, sonrió. - Dado su oficio seguro que ha sentido la satisfacción de tenerlos bajo su domino. El placer de controlar tanta fuerza es indescriptible. ¿No le parece?
Vaya. Vaya. Era una mañana de lo más corriente salvo por el día casi primaveral que hacía. Pero esta joven había llegado para voltear esa sensación sobre el lobo. Se notaba a la legua que esa joven disfrutaba no solo del dominio de los caballos. Le gustaba llevar las riendas de todo lo que se le ponía por delante. Seguramente disfrutaba hasta de rechazar los afectos que antes hubiera provocado, pues de lo que más disfrutaba era del control.
- Es usted una mujer interesante bella Zafiro-, comentó. - Nos conocemos de solo unos minutos y en este corto plazo ha suscitado mi interés-, sabía que a la joven le encantaría pensar que lo había cazado. - ¿Sabe? Yo también disfruto de montar a caballo. Seguro que debe tener buenas monturas en su academia. Que le parece si un día voy con uno de mis animales hasta allí. Podemos pasar una buena tarde de doma-, dijo endulzando sus palabras. - Seguro que además de pasárnoslo bien nos conoceremos mejor. Al fin y al cabo somos compatriotas en una ciudad extraña.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
La joven de ojos claros entendió a la perfección el doble sentido en las palabras del hombre, que le resultaron divertidas, vaya, un caballero haciendo esas insinuaciones... aunque más grave era que las hiciera ella. Definitivamente era una situación interesante.Tomó la taza de café con una mano y dió un sorbo soportando la amargura del sabor y le dio una media sonrisa al hombre antes de responder:
- Se sorprendería si supiera de mi poca experiencia- dijo sin especificar- aunque si es cierto que me es divertido llevar el mando.
Un hombre curioso, tal vez por su naturaleza, tan salvaje como la de la propia joven. No retrocedía. Cuando iniciaba una conversación las personas solían sentirse abasalladas, asustadas o incluso avergonzadas. Le gustaba la sesación de provocación, no necesariamente cosas agradables, a la gente. Las damas solían escandalizarse con su sentido del humor, los hombres, se sentían halagados hasta que entendían el juego. Pero este lobo... no, él había comprendido el juego desde el principio, y parecía disfrutar de él tanto como la misma Zafiro. Estaban en igualdad de condiciones, eso era raro y, también, agradable.
- Gracias Eduardo- dijó ella tomandose la misma libertad que él se había tomado para llamarla por su nombre- también pienso que es usted un hombre interesante. Y será usted bienvenido junto a su compañero- así llamaba ella a los caballos- a la academia cuando prefiera, será agradable volver a verle.
Tomó otro sorbo de café antes de tomar los papeles, doblarlos y guardarlos en uno de sus bolsillos y levantarse para dirigirse a la puerta sin esperar a que el hombre se levantase. Cuando estuvo en la puerta se giró a mirarlo con una media sonrisa ladeada y ojos entrecerrados.
- Le espero esta tarde en la escuela de doma, está a las afueras de la ciudad, cercana al bosque. Oh y, recuerde esto, no me gusta lo agrio, prefiero el dulce.- Dijo refieriendose a su taza de café practicamente llena mientras se giraba para salir del despacho.- Hasta la tarde, señor nocturno- comentó ya de espaldas antes de cerrar la puerta y salir al pasillo.
- Se sorprendería si supiera de mi poca experiencia- dijo sin especificar- aunque si es cierto que me es divertido llevar el mando.
Un hombre curioso, tal vez por su naturaleza, tan salvaje como la de la propia joven. No retrocedía. Cuando iniciaba una conversación las personas solían sentirse abasalladas, asustadas o incluso avergonzadas. Le gustaba la sesación de provocación, no necesariamente cosas agradables, a la gente. Las damas solían escandalizarse con su sentido del humor, los hombres, se sentían halagados hasta que entendían el juego. Pero este lobo... no, él había comprendido el juego desde el principio, y parecía disfrutar de él tanto como la misma Zafiro. Estaban en igualdad de condiciones, eso era raro y, también, agradable.
- Gracias Eduardo- dijó ella tomandose la misma libertad que él se había tomado para llamarla por su nombre- también pienso que es usted un hombre interesante. Y será usted bienvenido junto a su compañero- así llamaba ella a los caballos- a la academia cuando prefiera, será agradable volver a verle.
Tomó otro sorbo de café antes de tomar los papeles, doblarlos y guardarlos en uno de sus bolsillos y levantarse para dirigirse a la puerta sin esperar a que el hombre se levantase. Cuando estuvo en la puerta se giró a mirarlo con una media sonrisa ladeada y ojos entrecerrados.
- Le espero esta tarde en la escuela de doma, está a las afueras de la ciudad, cercana al bosque. Oh y, recuerde esto, no me gusta lo agrio, prefiero el dulce.- Dijo refieriendose a su taza de café practicamente llena mientras se giraba para salir del despacho.- Hasta la tarde, señor nocturno- comentó ya de espaldas antes de cerrar la puerta y salir al pasillo.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Tal y como esperaba la chica no se amilanó en absoluto. Dando a entender al lobo que no se había equivocado con su hipótesis anterior. Amaba jugar con las personas, o al menos con él. Puede que no actuara así con todo el mundo y lo hiciera con él por ser un licántropo. El caso es que había llamado la atención de la joven siguiéndole el doble sentido de las palabras.
- Lo cierto es que no me dicen muy a menudo que soy interesante. Supongo que será mi carácter directo lo que los espanta-, comentó sabiendo que a una chica como ella le gustaban las cosas sin sorpresas. Le gustaba el doble sentido en los diálogos aunque estaba seguro que solo le gustaban en ese sentido. Era una mujer que no se andaba con medias tintas, o al menos eso pensaba el lobo. - Pensará que es raro que sea una persona directa siendo un diplomático, pero pienso que la mejor manera de dar confianza es confiando a su vez. Si un sentimiento es recíproco es mucho más agradable para ambas partes ¿no le parece? - sonrió a la dama mientras esta tomaba otro sorbo.
Hasta para tomar un simple café desplegaba una hermosura endiablada. ¿Sería obra de su sangre de loba? No. Seguro que parte de su especial encanto tenía que ver con este hecho, pero algo le decía que lo llevaba en la sangre mucho antes de que un licántropo la mordiera. Ya se sabe que las mujeres del sur de España son distintas del resto del país, y por qué no decirlo, del resto del mundo. Lo más parecido que había a las sureñas eran las mujeres de su propia tierra. Quizás era este hecho el que lo atraía hacia esa mujer de perfecta fisonomía. El recuerdo de las chicas de su juventud. Recuerdos de cuando no sabía nada de la vida y ni siquiera era un lobo.
De todos modos esa mujer superaba toda añoranza. Superaba el recuerdo de las isleñas y de las mujeres del sur de España. Tierras donde muchos hombres habían perdido la cabeza por una mujer, y que solo allí, con la mezcla explosiva de sangre de lobo, se podía haber creado tamaño ser de seducción.
- Allí estaré-, dijo casi sin tiempo para levantarse cuando la joven se aproximó a la salida. - En cuanto termine mi trabajo en la embajada iré a su escuela con mi mejor compañero-. Le había gustado la palabra para referirse a los caballos. Al fin y al cabo el lobo amaba a sus monturas como si de un amigo se tratara. - Hasta la tarde, amazona.
El lobo se sentó de nuevo, y apoyó un codo sobre la mesa mientras miraba el café de la mujer. No había tomado casi nada. Había desestimado tomarse el que, probablemente, sería el mejor café del mundo porque hubiera preferido algo más dulce. Eduardo rió para sus adentros. Qué ironía. Quería algo dulce y no había nada más dulce que ella misma.
- Lo cierto es que no me dicen muy a menudo que soy interesante. Supongo que será mi carácter directo lo que los espanta-, comentó sabiendo que a una chica como ella le gustaban las cosas sin sorpresas. Le gustaba el doble sentido en los diálogos aunque estaba seguro que solo le gustaban en ese sentido. Era una mujer que no se andaba con medias tintas, o al menos eso pensaba el lobo. - Pensará que es raro que sea una persona directa siendo un diplomático, pero pienso que la mejor manera de dar confianza es confiando a su vez. Si un sentimiento es recíproco es mucho más agradable para ambas partes ¿no le parece? - sonrió a la dama mientras esta tomaba otro sorbo.
Hasta para tomar un simple café desplegaba una hermosura endiablada. ¿Sería obra de su sangre de loba? No. Seguro que parte de su especial encanto tenía que ver con este hecho, pero algo le decía que lo llevaba en la sangre mucho antes de que un licántropo la mordiera. Ya se sabe que las mujeres del sur de España son distintas del resto del país, y por qué no decirlo, del resto del mundo. Lo más parecido que había a las sureñas eran las mujeres de su propia tierra. Quizás era este hecho el que lo atraía hacia esa mujer de perfecta fisonomía. El recuerdo de las chicas de su juventud. Recuerdos de cuando no sabía nada de la vida y ni siquiera era un lobo.
De todos modos esa mujer superaba toda añoranza. Superaba el recuerdo de las isleñas y de las mujeres del sur de España. Tierras donde muchos hombres habían perdido la cabeza por una mujer, y que solo allí, con la mezcla explosiva de sangre de lobo, se podía haber creado tamaño ser de seducción.
- Allí estaré-, dijo casi sin tiempo para levantarse cuando la joven se aproximó a la salida. - En cuanto termine mi trabajo en la embajada iré a su escuela con mi mejor compañero-. Le había gustado la palabra para referirse a los caballos. Al fin y al cabo el lobo amaba a sus monturas como si de un amigo se tratara. - Hasta la tarde, amazona.
El lobo se sentó de nuevo, y apoyó un codo sobre la mesa mientras miraba el café de la mujer. No había tomado casi nada. Había desestimado tomarse el que, probablemente, sería el mejor café del mundo porque hubiera preferido algo más dulce. Eduardo rió para sus adentros. Qué ironía. Quería algo dulce y no había nada más dulce que ella misma.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Horas más tarde
Estaba cerrando las instalaciones, despidiendo a los últimos niños que aun cuidaban de sus caballos, mientras esperaba la llegada del diplomático español, no le importaba tener que llegar más tarde al hogar de su maestra.
La mujer era tan independiente como la propia Zafiro y tenía sus propias historias, aunque, probablemente, se ganaría una regañina.
Cuando todos estuvieron despedidos, y el hipodromo, era su escuela pero, los fines de semana, lo usaban para carreras de caballos, vacío, se dispuso a esperar con paciencia. Se aburría horrores, no le gustaba esperar. Sabiendo que no había nadie, y que los únicos que la veían eran los caballos, comenzó a moverse, por la pista de tierra, bailando para no aburrirse.
Dejó las marcas de sus botas en la arena mientras giraba y daba vueltas, era su mejor entretenimiento. Dejaba su mente en blanco y se relajaba, olvidando el espacio y el tiempo, era la única forma de no sentirse molesta o agobiada, mejor incluso que cuidar de su caballo.
Al fin y al cabo, Zafiro llevaba el ritmo en las venas, y la pasión en la sangre. Se detuvo poco después cansada de sus movimientos y se sentó sobre una de las ballas de madera a descansar, el tiempo empezaba a enfriarse, aunque el sol aun brillaba en el cielo. EL viento movía su cabello y la brisa, fresca y relajante, le hizo cerrar los ojos, disfrutando de ese extraño momento de calma. No le importaría quedarse así un rato.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Unas horas más tarde por fin el lobo era libre. Su turno en la embajada había terminado y como había quedado con la señorita Zafiro no se demoró en salir. Se despidió de sus compañeros de trabajo con premura y en cuanto pisó la calle pidió un carruaje.
Varios minutos después por fin estaba en su casa. Le hubiera gustado poder ir directamente hasta la escuela de equitación, pero tenía que ir primero hasta su casa porque necesitaba su montura.
Cruzó unas mínimas palabras con sus sirvientes por educación y buscó a Roberto para que le preparara a Plata, su caballo blanco andaluz. Luego se dirigió a su dormitorio para prepararse para la ocasión. Después de trajinar por el cuarto cogiendo lo necesario, el lobo se encontró mirando su propio reflejo en un espejo de pie. Camisa blanca, pantalones canelos de montar y unas botas negras de igual índole. Ya estaba listo. Solo necesitaba una chaqueta por si luego refrescaba. No tardó en coger una negra del armario, y ponérsela mientras bajaba los escalones de la mansión.
Fuera ya estaba Roberto esperándolo con Plata. El semental tenía una imagen imponente con su altura y fortaleza. Su pelaje perfectamente cortado y cepillado demostraba el aprecio que Eduardo tenía por sus animales, ya que muchas veces era él mismo quien los cuidaba. Roberto hacía un trabajo excelente pero el lobo adoraba a sus compañeros. Sí que es justa esta palabra admitió para sus adentros el diplomático.
- Muchas gracias Roberto. Siempre tan atento-, comentó acercándose.
- Un placer ayudarle en lo que necesite señor-, contestó el joven.
- Nos vemos a la noche. Pase buena tarde-, se despidió a la vez que montaba y partía.
Aunque era un hombre adinerado no le gustaba tratar a sus sirvientes como gente por debajo de él. Para el lobo eran trabajadores que se ganaban su sueldo con tesón, y en parte sus amigos por lo que sabían de su condición de licántropo. Sin ayuda de ellos ya hubiera matado a alguien en sus locuras de luna llena. Eso sin contar que a la mayoría los había reclutado de orfanatos o eran hijos de antiguos sirvientes de su casa. Eran su familia. Los había criado él mismo, ya que el lobo ya tenía una edad avanzada pese a que no se notara en sus carnes.
El trayecto hasta la academia fue corto. Plata pareciera que volara por encima de la tierra cuando galopaba. No era para menos. Descendía del linaje de caballos destinados para la caballería ligera española, siendo uno de sus ancestros el caballo con el que sirvió.
Pese a llegar pronto a las afueras le costó más tiempo localizar la escuela. Por suerte unos lugareños le comentaron una dirección y resultó ser acertada. El primer detalle que pudo apreciar era que la academia era bastante grande. Seguramente tendría muchos profesores y alumnos por allí, aunque a esa hora ya no quedaba nadie. Nadie salvo una hermosa bailarina. El lobo llegó a tiempo para verla bailar, pero no quiso interrumpirla con su presencia y se ocultó cerca de unos arbustos cercanos. Allí desmontó y contempló el arte de la joven. Era una caja de sorpresas esa chica.
Minutos más tardes se retiró hasta una valla cercana para descansar, momento que aprovechó Eduardo para entrar en escena. Nuevamente montado en Plata se acercó hasta la joven manteniendo un trote ligero.
- Su nombre no le hace justicia-, comentó sorprendiendo a la joven. Ella no había podido verlo pues venía justo por detrás de esta, y el caminar suave de su montura por el césped hizo que no notara su presencia hasta que estuvo bastante cerca. - No existe zafiro, ni piedra preciosa más atractiva que vos-, dijo con sinceridad.
Varios minutos después por fin estaba en su casa. Le hubiera gustado poder ir directamente hasta la escuela de equitación, pero tenía que ir primero hasta su casa porque necesitaba su montura.
Cruzó unas mínimas palabras con sus sirvientes por educación y buscó a Roberto para que le preparara a Plata, su caballo blanco andaluz. Luego se dirigió a su dormitorio para prepararse para la ocasión. Después de trajinar por el cuarto cogiendo lo necesario, el lobo se encontró mirando su propio reflejo en un espejo de pie. Camisa blanca, pantalones canelos de montar y unas botas negras de igual índole. Ya estaba listo. Solo necesitaba una chaqueta por si luego refrescaba. No tardó en coger una negra del armario, y ponérsela mientras bajaba los escalones de la mansión.
Fuera ya estaba Roberto esperándolo con Plata. El semental tenía una imagen imponente con su altura y fortaleza. Su pelaje perfectamente cortado y cepillado demostraba el aprecio que Eduardo tenía por sus animales, ya que muchas veces era él mismo quien los cuidaba. Roberto hacía un trabajo excelente pero el lobo adoraba a sus compañeros. Sí que es justa esta palabra admitió para sus adentros el diplomático.
- Muchas gracias Roberto. Siempre tan atento-, comentó acercándose.
- Un placer ayudarle en lo que necesite señor-, contestó el joven.
- Nos vemos a la noche. Pase buena tarde-, se despidió a la vez que montaba y partía.
Aunque era un hombre adinerado no le gustaba tratar a sus sirvientes como gente por debajo de él. Para el lobo eran trabajadores que se ganaban su sueldo con tesón, y en parte sus amigos por lo que sabían de su condición de licántropo. Sin ayuda de ellos ya hubiera matado a alguien en sus locuras de luna llena. Eso sin contar que a la mayoría los había reclutado de orfanatos o eran hijos de antiguos sirvientes de su casa. Eran su familia. Los había criado él mismo, ya que el lobo ya tenía una edad avanzada pese a que no se notara en sus carnes.
El trayecto hasta la academia fue corto. Plata pareciera que volara por encima de la tierra cuando galopaba. No era para menos. Descendía del linaje de caballos destinados para la caballería ligera española, siendo uno de sus ancestros el caballo con el que sirvió.
Pese a llegar pronto a las afueras le costó más tiempo localizar la escuela. Por suerte unos lugareños le comentaron una dirección y resultó ser acertada. El primer detalle que pudo apreciar era que la academia era bastante grande. Seguramente tendría muchos profesores y alumnos por allí, aunque a esa hora ya no quedaba nadie. Nadie salvo una hermosa bailarina. El lobo llegó a tiempo para verla bailar, pero no quiso interrumpirla con su presencia y se ocultó cerca de unos arbustos cercanos. Allí desmontó y contempló el arte de la joven. Era una caja de sorpresas esa chica.
Minutos más tardes se retiró hasta una valla cercana para descansar, momento que aprovechó Eduardo para entrar en escena. Nuevamente montado en Plata se acercó hasta la joven manteniendo un trote ligero.
- Su nombre no le hace justicia-, comentó sorprendiendo a la joven. Ella no había podido verlo pues venía justo por detrás de esta, y el caminar suave de su montura por el césped hizo que no notara su presencia hasta que estuvo bastante cerca. - No existe zafiro, ni piedra preciosa más atractiva que vos-, dijo con sinceridad.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Escuchó la voz de alguien a sus espaldas, y con un ligero sobresalto, se giró a mirar, allí, Eduardo, se encontraba esperando junto a un estupendo ejemplar de caballo español. La joven, dando la vuelta desde arriba de la reja, dio un ligero salto para caer por el lado en el que se encontraba el hombre. Sonrió ladinamente y se acercó, parecía que iba directa al joven, pero, en el último momento, se dirigió a acariciar el hocico del caballo. Estaba claro que se encontraba bien cuidado, cepillado, limpio.
- Las piedras, por muy hermosas que sean, no dejan de ser piedras.- respondió escuetamente.- mi nombre al final, no deja de ser solo eso, un nombre, no dicta quien soy. No obstante, gracias por el elogio.- Contesto más concentrada en el animal que en las palabras.- Se nota que lo cuida.- comentó tras su examen.- ¿está amaestrado?.
Sin tomar las riendas del animal, se alejó y puso una mano firme frente al caballo, que retrocedio con el avance de la joven. Que sonrió satisfecha. Bajó la mano y acarició al animal. Sabía tratar con ellos, mejor que con las personas. El caballo, féliz por las caricias, agachó la frente para ponerla sobre la de la mujer, que sonrio antes de alejarse. Los caballos eran estupendos, leales, valientes y fuertes. Recuperó su semblante y pidió:
- Espere un segundo, le presentaré a Hans.- Se acercó sin prisas a los establos, donde un alazán negro esperaba obedientemente sin ataduras. Tomó las riendas del caballo y lo sacó andando del lugar hasta situarlo frente al español.- Él es mi compañero, tenga cuidado, si se acerca mucho, muerde. Muchos han intentado montarlo, pero solo me deja a mi, y no siempre me hace caso.- explicó para prevenir al hombre.
Subió sin decir más al alazán negro y miró al hombre con una media sonrisa de ojos entrecerrados. ¿Sería bueno montando? Quería llevarlo por la ruta ás dificil, pero, tal vez, sería mejor ir por la de nivel medio, por si acaso.
- Demuestreme lo bien que monta, Eduardo...- susurró con picardía antes de hacer avanzar a Hans con paso lento y esperando al hombre cerca de la entrada del bosque.
- Las piedras, por muy hermosas que sean, no dejan de ser piedras.- respondió escuetamente.- mi nombre al final, no deja de ser solo eso, un nombre, no dicta quien soy. No obstante, gracias por el elogio.- Contesto más concentrada en el animal que en las palabras.- Se nota que lo cuida.- comentó tras su examen.- ¿está amaestrado?.
Sin tomar las riendas del animal, se alejó y puso una mano firme frente al caballo, que retrocedio con el avance de la joven. Que sonrió satisfecha. Bajó la mano y acarició al animal. Sabía tratar con ellos, mejor que con las personas. El caballo, féliz por las caricias, agachó la frente para ponerla sobre la de la mujer, que sonrio antes de alejarse. Los caballos eran estupendos, leales, valientes y fuertes. Recuperó su semblante y pidió:
- Espere un segundo, le presentaré a Hans.- Se acercó sin prisas a los establos, donde un alazán negro esperaba obedientemente sin ataduras. Tomó las riendas del caballo y lo sacó andando del lugar hasta situarlo frente al español.- Él es mi compañero, tenga cuidado, si se acerca mucho, muerde. Muchos han intentado montarlo, pero solo me deja a mi, y no siempre me hace caso.- explicó para prevenir al hombre.
Subió sin decir más al alazán negro y miró al hombre con una media sonrisa de ojos entrecerrados. ¿Sería bueno montando? Quería llevarlo por la ruta ás dificil, pero, tal vez, sería mejor ir por la de nivel medio, por si acaso.
- Demuestreme lo bien que monta, Eduardo...- susurró con picardía antes de hacer avanzar a Hans con paso lento y esperando al hombre cerca de la entrada del bosque.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
La joven se acercó con su acostumbrado movimiento. Esa chica llevaba la sensualidad como si de su propia piel se tratara sin duda. El lobo no pudo evitar sonreír ante los comentarios de Zafiro.
- Es verdad, una piedra preciosa no deja de ser una piedra-, dijo mientras la veía jugando con Plata. - Y la luna dicen que solo es una roca y aún así es igualmente bella ¿no cree? - le sonrió - Y sí. Plata tiene las mejores atenciones posibles. Cuido de mis caballos con ayuda de un entrenador personal. Este semental - comentaba mientras le daba unos golpes amistosos con su palma - podría cargar contra una línea de fusileros sin inmutarse. Aunque no lo quiero para ese propósito.
La chica era una buena entrenadora. Solo con un movimiento de su mano hizo retroceder a Plata para luego marcharse a buscar su propia montura. Mientras la esperaba el lobo pensó en su comentario sobre los fusileros. Esto era una alusión a la mentalidad del caballo para no tener miedo a las explosiones y la sangre, cualidad necesaria para que un caballo fuera de guerra. No usaba a sus caballos para tales juegos humanos. La guerra era algo dantesco y que ya era bastante grave que involucrara a personas, sin embargo, hacía poco que había tenido que montar a su pura sangre por algo parecido. Por culpa de balas de plata como le gustaba llamarlo. Por fortuna su joven compañero no se tuvo que ver involucrado y solo lo usó para llegar al lugar. Le hubiera dado mucha pena perderlo por culpa de ese loco.
- Hans tiene carácter entonces. Me recuerda a alguien-, dijo echándole una significativa mirada a la joven. Eduardo rió ante el comentario de la joven antes de avanzar tras suya. Si usted supiera bella dama pensó mientras se acercaba a la entrada el bosque. - Póngame a prueba-, comentó pícaro cuando estuvo a su lado. - Estoy seguro de que no la defraudaré-, sonrió con una media sonrisa bastante atractiva.
- Es verdad, una piedra preciosa no deja de ser una piedra-, dijo mientras la veía jugando con Plata. - Y la luna dicen que solo es una roca y aún así es igualmente bella ¿no cree? - le sonrió - Y sí. Plata tiene las mejores atenciones posibles. Cuido de mis caballos con ayuda de un entrenador personal. Este semental - comentaba mientras le daba unos golpes amistosos con su palma - podría cargar contra una línea de fusileros sin inmutarse. Aunque no lo quiero para ese propósito.
La chica era una buena entrenadora. Solo con un movimiento de su mano hizo retroceder a Plata para luego marcharse a buscar su propia montura. Mientras la esperaba el lobo pensó en su comentario sobre los fusileros. Esto era una alusión a la mentalidad del caballo para no tener miedo a las explosiones y la sangre, cualidad necesaria para que un caballo fuera de guerra. No usaba a sus caballos para tales juegos humanos. La guerra era algo dantesco y que ya era bastante grave que involucrara a personas, sin embargo, hacía poco que había tenido que montar a su pura sangre por algo parecido. Por culpa de balas de plata como le gustaba llamarlo. Por fortuna su joven compañero no se tuvo que ver involucrado y solo lo usó para llegar al lugar. Le hubiera dado mucha pena perderlo por culpa de ese loco.
- Hans tiene carácter entonces. Me recuerda a alguien-, dijo echándole una significativa mirada a la joven. Eduardo rió ante el comentario de la joven antes de avanzar tras suya. Si usted supiera bella dama pensó mientras se acercaba a la entrada el bosque. - Póngame a prueba-, comentó pícaro cuando estuvo a su lado. - Estoy seguro de que no la defraudaré-, sonrió con una media sonrisa bastante atractiva.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Cuando el joven la acanzó, emprendio un paseo suave por entre los árboles, le gustaba disfrutar del ambiente y la paz que se respiraba cuando paseabas entre la vejetación, mucho más que dar vueltas por la pista.
El viento soplaba con ligereza agitando las cries de los caballos y la cabellera de la joven, mientras la zona se iba haciendo más espesa, pronto llegarían a un riachuelo, que ondeaba su agua al ritmo del viento. El suave trote de los caballos, el silencio, el aire y la noche que caía suavemente dejaban un ambiente tranquilo que relajaba los nervios de la chica. Siempre se sentía nerviosa cuando se acercaba la noche, aunque no fuera luna llena, su piel se erizaba por el simple hecho de poder transformarse, porque a cada luna, quedaba una luna menos para esos tres días de calvario.
Llegaon al riachuelo y Hans lo saltó con gracilidad sin mayor problema, tras eso, y ver el manejo que Eduardo tenía de su propio corcel, con una sonrisa pícara susurró a la noche:
- Veo que es un buen... jinete, pero ¿sabría seguirme el ritmo?.
Con una simple sacudida de tobillos, pegando su cuerpo a la grupa del caballo, empezó a acelerar, y giró su cabeza para ver la cara del hombre. ¿Lograría alcanzarla? Ningun hombre o mujer había logrado ponerse a su altura, era la jinete más rápida de toda francia. Su caballo, tan indomable como ella, no tenía problemas con saltos o cambios de ritmo. Finalmente, llegó a un claro donde detuvo al caballo, que se subió sobre dos patas con un relincho y finalmente, se calmó moviendo la cabezaz ya sobre sus dos patas. Miró a su alrededor en busca del hombre. ¿La habría perdido de vista?
El viento soplaba con ligereza agitando las cries de los caballos y la cabellera de la joven, mientras la zona se iba haciendo más espesa, pronto llegarían a un riachuelo, que ondeaba su agua al ritmo del viento. El suave trote de los caballos, el silencio, el aire y la noche que caía suavemente dejaban un ambiente tranquilo que relajaba los nervios de la chica. Siempre se sentía nerviosa cuando se acercaba la noche, aunque no fuera luna llena, su piel se erizaba por el simple hecho de poder transformarse, porque a cada luna, quedaba una luna menos para esos tres días de calvario.
Llegaon al riachuelo y Hans lo saltó con gracilidad sin mayor problema, tras eso, y ver el manejo que Eduardo tenía de su propio corcel, con una sonrisa pícara susurró a la noche:
- Veo que es un buen... jinete, pero ¿sabría seguirme el ritmo?.
Con una simple sacudida de tobillos, pegando su cuerpo a la grupa del caballo, empezó a acelerar, y giró su cabeza para ver la cara del hombre. ¿Lograría alcanzarla? Ningun hombre o mujer había logrado ponerse a su altura, era la jinete más rápida de toda francia. Su caballo, tan indomable como ella, no tenía problemas con saltos o cambios de ritmo. Finalmente, llegó a un claro donde detuvo al caballo, que se subió sobre dos patas con un relincho y finalmente, se calmó moviendo la cabezaz ya sobre sus dos patas. Miró a su alrededor en busca del hombre. ¿La habría perdido de vista?
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
El paseo por el bosque era de lo más agradable para el lobo. Hacía mucho tiempo que no podía disfrutar de un viaje con montura. Y menos con tan buena compañía. La brisa era suave y aún se escuchaba el cantar de algún que otro pájaro mientras los jóvenes se mantenían en silencio disfrutando el momento.
Eduardo pensó en comentar algo para animar a la joven, pero prefirió no hacerlo para seguir como estaban. A veces un silencio podía decir más que mil palabras, y siempre había una sintonía mágica cuando dos personas podían disfrutar de un momento a solas sin tener que decir nada. Era muy agradable esa sensación de saber lo que piensa el otro sin necesidad de decirlo. La postura de la chica sobre su montura ayudaba también a esa sensación. Su pose tranquila aliviaba al lobo, que sentía que no estaba haciendo las cosas mal con la chica y, por ende, incomodándola. Era más fácil disfrutar de la estancia con alguien cuando esta persona también lo hacía.
Después de saltar un riachuelo, la chica azuzó a su caballo para que galopara. El lobo rió viendo como la joven se alejaba momentáneamente. Conociendo su carácter suponía que la joven intentaría algo así en algún momento, cambiando la rutina habitual de un paseo a caballo con una dama. Mucho mejor.
Eduardo hizo que Plata saltará el riachuelo como había hecho la hermosa mujer hacía un instante, pero en vez de seguirla por el sendero metió a su caballo entre los árboles. Para él meter a su montura por una zona boscosa era el pan de cada día en el ejército. Intentar sorprender al enemigo con un flanqueo oculto a sus ojos era una práctica habitual, así que desenvolverse con su semental por allí era un juego de niños. Sabía que la joven lo esperaría venir por el sendero por eso dio un rodeo para alejarse del camino. Sonrió de satisfacción cuando vio a la joven parada en mitad de un claro. El peor sitio para una emboscada. Salió a galope tendido desde su posición y en cuestión de segundos consumió la distancia entre ambos. Ensimismada en el camino no se dio cuenta de la presencia del diplomático hasta que lo tuvo casi encima, momento en el cual el lobo desvió un poco la trayectoria para no chocar con la montura de la dama. Con la fuerza de la cabalgada Plata pasó justo delante de Hans haciendo un salto que podría pasar por encima de él.
- No está mal para un húsar de caballería ¿verdad?-, dijo mientras giraba su caballo hacia la joven, ahora en un trote ligero. - Me enseñaron algunas cosillas en mis tiempos de mozo. Desde entonces no hay montura a la que no pueda sacarle el máximo partido-, sonrió ladinamente. - Aunque me lo ha puesto fácil. Cualquiera diría que pretendía dejarse capturar-, comentó, con voz dulce, inclinándose hacia ella cuando ya estuvo a su lado. A escasos centímetros de su hermoso rostro, de labios frondosos y tersa piel. Sus ojos esmeraldas centellaban juguetones pensando su próxima jugada, dándole un atractivo singular, y haciendo que el lobo tuviera que pensar que tramaba esta vez. Siempre intentando que no le ganara esta bonita partida que habían iniciado esa misma mañana.
Eduardo pensó en comentar algo para animar a la joven, pero prefirió no hacerlo para seguir como estaban. A veces un silencio podía decir más que mil palabras, y siempre había una sintonía mágica cuando dos personas podían disfrutar de un momento a solas sin tener que decir nada. Era muy agradable esa sensación de saber lo que piensa el otro sin necesidad de decirlo. La postura de la chica sobre su montura ayudaba también a esa sensación. Su pose tranquila aliviaba al lobo, que sentía que no estaba haciendo las cosas mal con la chica y, por ende, incomodándola. Era más fácil disfrutar de la estancia con alguien cuando esta persona también lo hacía.
Después de saltar un riachuelo, la chica azuzó a su caballo para que galopara. El lobo rió viendo como la joven se alejaba momentáneamente. Conociendo su carácter suponía que la joven intentaría algo así en algún momento, cambiando la rutina habitual de un paseo a caballo con una dama. Mucho mejor.
Eduardo hizo que Plata saltará el riachuelo como había hecho la hermosa mujer hacía un instante, pero en vez de seguirla por el sendero metió a su caballo entre los árboles. Para él meter a su montura por una zona boscosa era el pan de cada día en el ejército. Intentar sorprender al enemigo con un flanqueo oculto a sus ojos era una práctica habitual, así que desenvolverse con su semental por allí era un juego de niños. Sabía que la joven lo esperaría venir por el sendero por eso dio un rodeo para alejarse del camino. Sonrió de satisfacción cuando vio a la joven parada en mitad de un claro. El peor sitio para una emboscada. Salió a galope tendido desde su posición y en cuestión de segundos consumió la distancia entre ambos. Ensimismada en el camino no se dio cuenta de la presencia del diplomático hasta que lo tuvo casi encima, momento en el cual el lobo desvió un poco la trayectoria para no chocar con la montura de la dama. Con la fuerza de la cabalgada Plata pasó justo delante de Hans haciendo un salto que podría pasar por encima de él.
- No está mal para un húsar de caballería ¿verdad?-, dijo mientras giraba su caballo hacia la joven, ahora en un trote ligero. - Me enseñaron algunas cosillas en mis tiempos de mozo. Desde entonces no hay montura a la que no pueda sacarle el máximo partido-, sonrió ladinamente. - Aunque me lo ha puesto fácil. Cualquiera diría que pretendía dejarse capturar-, comentó, con voz dulce, inclinándose hacia ella cuando ya estuvo a su lado. A escasos centímetros de su hermoso rostro, de labios frondosos y tersa piel. Sus ojos esmeraldas centellaban juguetones pensando su próxima jugada, dándole un atractivo singular, y haciendo que el lobo tuviera que pensar que tramaba esta vez. Siempre intentando que no le ganara esta bonita partida que habían iniciado esa misma mañana.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Aun observaba el camino de tierra y hierva cuando escuchó algo a sus espaldas, se giró y vió como Eduardo daba un impresionante salto, pasando casi por encima de su cabezapara caer a su lado. Su primera reacción fue asustarse, no se esperaba eso, y Hans, al notar esa reacción en su jinete, se alteró dando brincos y coces, tan fiero como era siempre.
A duras penas Zafiro logró controlarlo tirando de las riendas hacia bajo, haciendolo agachar la cabeza, y, cuando finalmente estuvo bajo control, lanzó un suspiro y miró con curiosidad al hombre, que se acercaba a ella a trote ligero, pavoneandose de su hazaña. Ciertamente no se lo esperaba. Zafiro ladeó su cabeza mientras una ligera sonrisa de ojos entrecerrados asomaba a su rostro.
- Creame que no soy fácil de atrapar, Eduardo, aunque crea que me tiene. Usted tiene sus trucos, yo los míos.- comentó acercandose más a la cara del hombre.
Los labios de ambos quedaban a escasos milimetros, las respiraciones se mezclaban y las miradas se enredaban, justo cuando parecía que iba a cerrarse la distancia, la joven giró la cabeza haciendo que su pelo rozase con suavidad la cara del chico y atusó a su caballo para que reiniciara la marcha, ahora que sabía que podía ser seria, no iba a llevarlo por el camino fácil.
- Como veo que es usted un autentico experto, vamos, le enseñaré la parte más dificil del recorrido.- susurró adelantandose para alejarse un poco del claro. ¿Quería atraparla? Bueno, tal vez lo consiguiese, pero, de momento, prefería jugar un poco más.
El camino que hasta ese momento había sido sencillo cambió a un lugar lleno de maleza, baches, ramas que debían saltar y pequeñas grietas, debían tener cuidado para que el caballo estuviera sano y salvo durante todo momento, el poder mantener a salvo a tu montura era la prueba de que quien montaba, era realmente un buen jinete.
- De nada sirve saber montar si no se sabe cuidar del caballo, así que aquí me demostrará lo bueno que es realmente.- Comentó con cierto aire burlón, con lo bien cuidado que estaba el caballo sabía que el chico no permitiría que le pasara nada al caballo, si no fuera el caso, nunca lo habría llevado hasta ese terreno.
A duras penas Zafiro logró controlarlo tirando de las riendas hacia bajo, haciendolo agachar la cabeza, y, cuando finalmente estuvo bajo control, lanzó un suspiro y miró con curiosidad al hombre, que se acercaba a ella a trote ligero, pavoneandose de su hazaña. Ciertamente no se lo esperaba. Zafiro ladeó su cabeza mientras una ligera sonrisa de ojos entrecerrados asomaba a su rostro.
- Creame que no soy fácil de atrapar, Eduardo, aunque crea que me tiene. Usted tiene sus trucos, yo los míos.- comentó acercandose más a la cara del hombre.
Los labios de ambos quedaban a escasos milimetros, las respiraciones se mezclaban y las miradas se enredaban, justo cuando parecía que iba a cerrarse la distancia, la joven giró la cabeza haciendo que su pelo rozase con suavidad la cara del chico y atusó a su caballo para que reiniciara la marcha, ahora que sabía que podía ser seria, no iba a llevarlo por el camino fácil.
- Como veo que es usted un autentico experto, vamos, le enseñaré la parte más dificil del recorrido.- susurró adelantandose para alejarse un poco del claro. ¿Quería atraparla? Bueno, tal vez lo consiguiese, pero, de momento, prefería jugar un poco más.
El camino que hasta ese momento había sido sencillo cambió a un lugar lleno de maleza, baches, ramas que debían saltar y pequeñas grietas, debían tener cuidado para que el caballo estuviera sano y salvo durante todo momento, el poder mantener a salvo a tu montura era la prueba de que quien montaba, era realmente un buen jinete.
- De nada sirve saber montar si no se sabe cuidar del caballo, así que aquí me demostrará lo bueno que es realmente.- Comentó con cierto aire burlón, con lo bien cuidado que estaba el caballo sabía que el chico no permitiría que le pasara nada al caballo, si no fuera el caso, nunca lo habría llevado hasta ese terreno.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
La mujer actuó como había imaginado que haría. Pese a verse sorprendida por su acción, se sobrepuso casi inmediatamente y volvió a su actitud habitual. El golpe de su pelo contra su rostro le sacó una sonrisa. Siempre llevaba al límite la situación, antes de cortarla de un modo abrupto y desenfadado.
De todos modos, pese a la reacción de la joven, pudo escuchar su respiración mucho más acelerada antes del roce de su pelo. Era fuerte y dominante pero de momento le estaba gustando las cosas que hacía el lobo. O al menos eso parecía.
- Ya he podido comprobar varios de sus trucos, bella Zafiro-, dijo siguiéndola hacia la nueva ruta. - Veamos que tiene para mí. No me lleve a una barranquera tampoco, eh-, rió, - soy un buen jinete pero no conozco el lugar.
Se adentraron en una zona mucho más complicada, aunque había transitado con su caballo por sitios peores. Aún así debía tener cuidado para no lastimar a Plata. El terreno estaba lleno de follaje, maleza y totalmente bacheado. Un mal paso de su montura y esta podría sufrir una lesión en la pata.
- Estoy de acuerdo con usted. La integridad del animal es lo más importante cuando se pasea con uno-, comentó acercándose para ponerse al lado de la chica. - Un caballo es una gran responsabilidad. Es un ser vivo que nos acompaña y debemos ser respetuosos con toda vida existente. O eso creo yo. Si sabes tratar a un caballo es un compañero fiel de por vida. Si lo tratas como un igual.
El paseo por el bosque de repente entró en una ligera cuesta hacia abajo. Pese a no ser un camino habitual de transito el viaje junto a la joven eran igualmente agradable. El cantar de los pájaros, que se oía cuando iniciaron la marcha varios minutos atrás, se reanudó de nuevo, haciendo la escena mucho más idílica.
Algunos comentarios y bromas después empezaron a oír el rumor de un rio. La cuesta se hizo mucho más pronunciada y unos metros después alcanzaron el linde de un río. Parecía un buen sitio para descansar un rato, mientras los caballos saciaban su sed.
- Que le parece si desmontamos un rato. Tengo una sábana sobre la que podemos relajarnos un rato, escuchando los sonidos de la naturaleza-, dijo talante alegre y sincero. - Además, sería bueno que aprovecháramos el río para dar de beber a nuestros compañeros de viaje-, comentó mientras desmontaba, seguro de la joven aceptaría.
De todos modos, pese a la reacción de la joven, pudo escuchar su respiración mucho más acelerada antes del roce de su pelo. Era fuerte y dominante pero de momento le estaba gustando las cosas que hacía el lobo. O al menos eso parecía.
- Ya he podido comprobar varios de sus trucos, bella Zafiro-, dijo siguiéndola hacia la nueva ruta. - Veamos que tiene para mí. No me lleve a una barranquera tampoco, eh-, rió, - soy un buen jinete pero no conozco el lugar.
Se adentraron en una zona mucho más complicada, aunque había transitado con su caballo por sitios peores. Aún así debía tener cuidado para no lastimar a Plata. El terreno estaba lleno de follaje, maleza y totalmente bacheado. Un mal paso de su montura y esta podría sufrir una lesión en la pata.
- Estoy de acuerdo con usted. La integridad del animal es lo más importante cuando se pasea con uno-, comentó acercándose para ponerse al lado de la chica. - Un caballo es una gran responsabilidad. Es un ser vivo que nos acompaña y debemos ser respetuosos con toda vida existente. O eso creo yo. Si sabes tratar a un caballo es un compañero fiel de por vida. Si lo tratas como un igual.
El paseo por el bosque de repente entró en una ligera cuesta hacia abajo. Pese a no ser un camino habitual de transito el viaje junto a la joven eran igualmente agradable. El cantar de los pájaros, que se oía cuando iniciaron la marcha varios minutos atrás, se reanudó de nuevo, haciendo la escena mucho más idílica.
Algunos comentarios y bromas después empezaron a oír el rumor de un rio. La cuesta se hizo mucho más pronunciada y unos metros después alcanzaron el linde de un río. Parecía un buen sitio para descansar un rato, mientras los caballos saciaban su sed.
- Que le parece si desmontamos un rato. Tengo una sábana sobre la que podemos relajarnos un rato, escuchando los sonidos de la naturaleza-, dijo talante alegre y sincero. - Además, sería bueno que aprovecháramos el río para dar de beber a nuestros compañeros de viaje-, comentó mientras desmontaba, seguro de la joven aceptaría.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Tras comprobar que el hombre era un buen jinete que, sin mayor dificultad logró atravesar el terreno angosto, bajaron una cuesta donde Eduardo propuso, tomar algo, al parecer el hombre iba preparado. Lo que Zafiro había pensado sería un simple paseo de ida y vuelta, había sido una especie de encerrona. Pero ya no podía remediarlo, así que asintiendo bajó de Hans para dejar que el alazán bebiese agua del lago.
Mientras observaba el lugar, unas risas se escucharon acercarse, eran sonidos de hombres que daban la impresión de estar borrachos como cubas. ¿Qué hacían en un sitio tan alejado esas personas más que ebrias? Las voces de los hombre se elevaban entre las ramas de los árboles, mientras comentaban ciertos planes:
- Vamosh a irrrrrrr a eshe bu..bundez.- una carcajada salió de los demás al ver que no era capaz de pronunciar la palabra.- y robaremosssss la caja.... y... violaremos a las pu...- un hipido impidió que el hombre terminase la frase.
- Vamos, Peter, deja de beber, que así no podremos hacer nada, te acabaremos dejando atrás.- rió otro, así que únicamente había uno borracho...- Dentro de... una hora, saldremos hacia allí, que será cuando empiecen a prepararse para abrir.
- ¿Estas seguro Jack?- preguntó un tercero y último hombre.
- Completamente, los he investigado bien.
Zafiro se giró a mirar a Eduardo, con ceño fruncido, no podían dejar que esos tipos se salieran con la suya, algo debía haber que pudieran hacer para detenerlos. Mirando a los caballos pensó que serían su mejor opción, no solo podían herir a los asaltantes con las fuertes patas de los animales, si no que, además, podían salir rápido del lugar por un atajo que la chica conocía y advertir a la guardia, o bien de los planes o bien de donde se encontraban los criminales.
- ¿Qué hacemos?- susurró la joven al hombre que la acompañaba.
Mientras observaba el lugar, unas risas se escucharon acercarse, eran sonidos de hombres que daban la impresión de estar borrachos como cubas. ¿Qué hacían en un sitio tan alejado esas personas más que ebrias? Las voces de los hombre se elevaban entre las ramas de los árboles, mientras comentaban ciertos planes:
- Vamosh a irrrrrrr a eshe bu..bundez.- una carcajada salió de los demás al ver que no era capaz de pronunciar la palabra.- y robaremosssss la caja.... y... violaremos a las pu...- un hipido impidió que el hombre terminase la frase.
- Vamos, Peter, deja de beber, que así no podremos hacer nada, te acabaremos dejando atrás.- rió otro, así que únicamente había uno borracho...- Dentro de... una hora, saldremos hacia allí, que será cuando empiecen a prepararse para abrir.
- ¿Estas seguro Jack?- preguntó un tercero y último hombre.
- Completamente, los he investigado bien.
Zafiro se giró a mirar a Eduardo, con ceño fruncido, no podían dejar que esos tipos se salieran con la suya, algo debía haber que pudieran hacer para detenerlos. Mirando a los caballos pensó que serían su mejor opción, no solo podían herir a los asaltantes con las fuertes patas de los animales, si no que, además, podían salir rápido del lugar por un atajo que la chica conocía y advertir a la guardia, o bien de los planes o bien de donde se encontraban los criminales.
- ¿Qué hacemos?- susurró la joven al hombre que la acompañaba.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Al lobo le había parecido buena idea acampar un rato antes de volver, pero en el rostro de la chica pudo apreciar reticencia. No podía saber el motivo concreto aunque era evidente que era por el alto en el paseo. Seguramente prefería volver más temprano y el descanso la retrasaría. Bueno, por un rato no llegaríamos muy tarde pensó el lobo. Y era buena idea darle de beber a los caballos al menos.
- No nos estaremos mucho-, comentó a la joven. - Solo lo justo para que los caballos descansen del esfuerzo.
Acercó ambas monturas al rio, y esperó que saciaran su sed mientras la joven observaba el lugar. Solo tardó unos minutos en ellos y cuando se disponía a amarrarlos la joven le hizo señas para que se acercara. El descanso tendría que esperar a otra ocasión.
- No creo que hablen en serio sobre las violaciones-, susurró serio. - Son estupideces fruto de la bebida pero debemos marcharnos-, siguió hablando mientras recogía el mantel del suelo.
Esos estúpidos habían cortado el buen ambiente y era mejor ir a otro sitio. Metió la sábana en su lugar correspondiente y montó sobre Plata. Indicó a la joven que montara sobre su propio caballo con señales, a la vez que pensaba como salir. Podrían huir en relativo silencio por donde habían venido, pero ya estaban bastante cerca de su posición.
- Tengo una idea Zafiro-, dijo inclinándose hacia ella para no levantar la voz. - Creo que sería bueno darles un buen susto a estos tipejos-, sonrió. - Desde que avance sígueme lo más rápido que puedas.
En cuanto estuvo seguro de que la joven captó su mensaje hizo cabalgar a su montura lo más rápido posible. Plata dio un relincho y se puso a dos patas, para luego avanzar a galope tendido.
Los tipos se quedaron embobados por unos instantes, mirando como el lobo se les echaba encima con su montura. Justo a tiempo se lanzaron en diversas direcciones provocando que el más ebrio cayera sobre el borde del río empapándose. La corriente era baja en esa parte así que no tendría problemas para salir.
- Así seguro se te pasa la borrachera-, gritó de pasada.
Eduardo siguió a galope varios metros fijándose de vez en cuando que la joven siguiera su estela. Por habilidad innata de ella siempre estaba a un palmo de él. Cuando creyó que ya estaba suficientemente alejado paró a Plata.
- Creo que ha sido una buena sorpresa para esos maleantes-, dijo sonriente. - Si le parece bien la acompañaré de vuelta a la escuela. Es lo mínimo que puedo hacer. Usted conoce mejor este bosque así que abra el paso. Yo la seguiré de cerca-, comentó con dulzura.
- No nos estaremos mucho-, comentó a la joven. - Solo lo justo para que los caballos descansen del esfuerzo.
Acercó ambas monturas al rio, y esperó que saciaran su sed mientras la joven observaba el lugar. Solo tardó unos minutos en ellos y cuando se disponía a amarrarlos la joven le hizo señas para que se acercara. El descanso tendría que esperar a otra ocasión.
- No creo que hablen en serio sobre las violaciones-, susurró serio. - Son estupideces fruto de la bebida pero debemos marcharnos-, siguió hablando mientras recogía el mantel del suelo.
Esos estúpidos habían cortado el buen ambiente y era mejor ir a otro sitio. Metió la sábana en su lugar correspondiente y montó sobre Plata. Indicó a la joven que montara sobre su propio caballo con señales, a la vez que pensaba como salir. Podrían huir en relativo silencio por donde habían venido, pero ya estaban bastante cerca de su posición.
- Tengo una idea Zafiro-, dijo inclinándose hacia ella para no levantar la voz. - Creo que sería bueno darles un buen susto a estos tipejos-, sonrió. - Desde que avance sígueme lo más rápido que puedas.
En cuanto estuvo seguro de que la joven captó su mensaje hizo cabalgar a su montura lo más rápido posible. Plata dio un relincho y se puso a dos patas, para luego avanzar a galope tendido.
Los tipos se quedaron embobados por unos instantes, mirando como el lobo se les echaba encima con su montura. Justo a tiempo se lanzaron en diversas direcciones provocando que el más ebrio cayera sobre el borde del río empapándose. La corriente era baja en esa parte así que no tendría problemas para salir.
- Así seguro se te pasa la borrachera-, gritó de pasada.
Eduardo siguió a galope varios metros fijándose de vez en cuando que la joven siguiera su estela. Por habilidad innata de ella siempre estaba a un palmo de él. Cuando creyó que ya estaba suficientemente alejado paró a Plata.
- Creo que ha sido una buena sorpresa para esos maleantes-, dijo sonriente. - Si le parece bien la acompañaré de vuelta a la escuela. Es lo mínimo que puedo hacer. Usted conoce mejor este bosque así que abra el paso. Yo la seguiré de cerca-, comentó con dulzura.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Un zafiro con cuerpo de ángel {Zafiro Mendez}
Marcharse sin hacer nada... no le gustaba, pensaba que debían tener, al menos un escarmiento, pero a pesar de ser muy segura de si misma sabía también que poco podía hacer sola, y si Eduardo no estaba dispuesto a ayudarla, ella poco podía hacer.
Se acercó cabizbaja a Hans y montó como había pedido el caballero, a quien, sin embargo parecía haberse ocurrido una buena idea. Se acercó a ella para susurrar su plan en su oido, la chica no se alejó, si no que sonrió con picardía, eso ya le gustaba más, dar una lección a unos borrachos maleducados, nada había más divertido.
Asintió con una sonrisa y sacó su látigo, no se iría de allí sin dar algún golpe bien merecido. Cuando el caballo del hombre relinchó Zafiro atusó al propio con los tobillos y el animal comenzó a correr para saltar los setos, uno de los borrachos ya estaba en el suelo, Eduardo había logrado asustarlos, pero ella sería el mismisimo diablo. Se detuvo en medio de ello con una sonrisa feroz y golpeó con el látigo de cuero negro los dos que quedaban en pie, dejandoles una buena marca en la mejilla a ambos.
Salió corriendo tras Eduardo con Hans a la carrera, ya alejados, se detuvo tras ver que Eduardo, que había ido hasta entonces en cabeza hacía lo mismo. Escuchó sus palabras y no pudo más que estallar en una carcajada alegre cristalina, sonora, que sonaba casi como música.
- Después de darles a esos para el pelo, sigues siendo tan formal, no me lo creo- dijo aun riendo- lo siento, no debería reir, está bien ser educado pero es que...- siguió riendo- venga, vamos, tenemos que avisar a la policia.- dijo parando de reir y secandose un par de lagrimitas que le habían caido de la risa.
No solía reir, se había acostumbrado a se seria, fría y dificil, pero nunca estaba de más, y los chistes malos y las situaciones raras la superaban, no podía evitarlo. Atusó a Hans para que volviera a avanzar, debían salir del bosque, y ella conocía un atajo más seguro que la zona escarpada por la que habían llegado.
Se acercó cabizbaja a Hans y montó como había pedido el caballero, a quien, sin embargo parecía haberse ocurrido una buena idea. Se acercó a ella para susurrar su plan en su oido, la chica no se alejó, si no que sonrió con picardía, eso ya le gustaba más, dar una lección a unos borrachos maleducados, nada había más divertido.
Asintió con una sonrisa y sacó su látigo, no se iría de allí sin dar algún golpe bien merecido. Cuando el caballo del hombre relinchó Zafiro atusó al propio con los tobillos y el animal comenzó a correr para saltar los setos, uno de los borrachos ya estaba en el suelo, Eduardo había logrado asustarlos, pero ella sería el mismisimo diablo. Se detuvo en medio de ello con una sonrisa feroz y golpeó con el látigo de cuero negro los dos que quedaban en pie, dejandoles una buena marca en la mejilla a ambos.
Salió corriendo tras Eduardo con Hans a la carrera, ya alejados, se detuvo tras ver que Eduardo, que había ido hasta entonces en cabeza hacía lo mismo. Escuchó sus palabras y no pudo más que estallar en una carcajada alegre cristalina, sonora, que sonaba casi como música.
- Después de darles a esos para el pelo, sigues siendo tan formal, no me lo creo- dijo aun riendo- lo siento, no debería reir, está bien ser educado pero es que...- siguió riendo- venga, vamos, tenemos que avisar a la policia.- dijo parando de reir y secandose un par de lagrimitas que le habían caido de la risa.
No solía reir, se había acostumbrado a se seria, fría y dificil, pero nunca estaba de más, y los chistes malos y las situaciones raras la superaban, no podía evitarlo. Atusó a Hans para que volviera a avanzar, debían salir del bosque, y ella conocía un atajo más seguro que la zona escarpada por la que habían llegado.
Zafiro Mendez- Licántropo Clase Alta
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