Lena Z. Vasílièva |ID

Lena Zhanna Vasílièva

Descripción Psicológica

Cuando lo poco que tenías lo has perdido, no puedes hacer mucho más que resignarte y seguir. Seguir con esos recuerdos que una vez te dieron fuerzas, ser tu voluntad y soñar, soñar con un mundo lejano, una vida perfecta al alcance de tu mano. Una vida cuyo anhelo sea vivir y no sobrevivir en el frío de las tundras arropada por la nieve y el vacío de cuando sola te sientes y sola estás. Y esto mismo es lo que Helena ha hecho; soñar, manteniéndose anclada en un mundo en que todo puede ser posible, donde el mal no pueda alcanzarla jamás. Si, en efecto quizás una de las primeras cualidades a destacar sea lo soñadora que desde bien pequeña ha sido. Ya fuera con dos  o con doce años Helena siempre estuvo atenta a cada historia que su madre le relataba sobre mundos imaginarios y vidas plácidas, tranquilas donde se pudiera comer cada mañana pasteles y pan recién horneado. Su mente soñadora le ha permitido subyugarse en ocasiones del doloroso mundo que la rodea, este mundo en el que errantes, sin hogar y muchas noches sin comida con la que saciar su estómago han morado ella y su madre incontables veces. Por esta razón, las primeras enseñanzas de pequeñas fueron inculcarle el hábito de la obediencia, la corrección y el silencio. Trabajando donde podían y como podían, no podían permitirse no agradar a quienes las contrataban, de ello a que su carácter fuera conducido en la bondad y en la servidumbre. ¿Felicidad? Para ella la felicidad eran los momentos en que podía estar con su madre arropada junto a ella, sintiéndose acompañada y amada, todo lo demás era y es un vacío, un eterno silencio de frío que la hace estremecer obligándola a fingir una sonrisa que jamás llega a la totalidad de sus labios y aún menos, al brillo de sus tristes ojos. Y a pesar de que le tiemblen las piernas, que muera agónicamente de dolor siempre se preocupa por los demás, en agradarles para que le permitan quedarse con ellos y sentirse menos sola. Pues a pesar de ansiar la libertad, la teme y prefiere estar enjaulada que sola consigo misma y su alma rota.

Helena es un ángel bello y melancólico. Inteligente y sensible. Dulce e inocente como una suave brisa de primavera. De apariencia delicada y frágil, no le han permitido mostrarse de ninguna otra forma y así se ha contentado hasta el momento. Nunca tiene voz, siempre sigue órdenes, y si tiene ideas febriles de independencia se muerde la lengua y se contiene. Una simple doncella, una bastarda... no tiene derechos y nunca los tendrá. Esa es su cruz, ser un desliz. Haber nacido sin ser nadie, y ser solo una hija que amó con devoción a su madre y que soñó con conocer a la otra mitad restante; su padre a quien jamás la vida le permitiría conocer. No obstante, siempre en ella ha habitado un fuego muy intenso proveniente de las tierras mágicas donde nació que le han dado la fuerza necesaria para resistir. Y no es poco decir. Aun creyéndose rota, sigue adelante. Siente deseos y anhelos que la hacen luchar y desvivirse por ellos. Se levanta y trabaja. Duerme y vuelve a levantarse. Su orgullo —aún roto— no la deja rendirse y por ello sigue adelante, con decisión, soñando con aquel mundo que nunca ha sido y podría ser. El que tanto ansía y desea. El reencuentro consigo misma y los suyos. Aquella familia que nunca supo de ella y a la que ahora ella es capaz de entregarse al vil diablo con tal de verles solo una vez. Así es como ha caído, pero como un fénix su fuego renacerá. Algún día… tarde o temprano, lo hará.

Descripción Física

Historia

Fue amada. Desde ese primer llanto fue inmensamente amada y a pesar de que Zhanna —su madre—, la tuvo sola sin el respaldo del padre quien jamás supo de su existencia, la mujer fue capaz de sostener a ambas con sus propios esfuerzos. No siempre pudieron permitirse un techo o no al menos de los mejores pero su madre jamás permitió que se la arrebataran de sus brazos y cuidados y procuro siempre darle lo mejor que podían permitirse. Los primeros años de Helena los pasó en Escocia, donde vivían aisladas con una familia adinerada donde la madre servía como doncella y en donde le permitían llevarse a su hija. Allí la pequeña dio sus primeros pasos y dijo sus primeras palabras, sin embargo a los dos años algo sucedió y la madre tras haberse cruzado con el padre de Helena decidió partir inmediatamente con el miedo de que pudiese descubrirla y arrebatarle así a su preciada hija. Así fue como tras despedirse de aquella gentil familia que les había dado cobijo cuando nadie antes lo había hecho, se fueron a Rusia de donde la madre era originaria esperando que el destino les sonriese y pudieran allí establecerse de alguna forma.

En Rusia fueron de pensión en pensión hasta encontrar un techo sobre el que poder resguardarse y pagar. En los años siguientes muchas veces las dificultades fueron numerosas y se vieron en la calle mendigando a la espera de que alguna alma caritativa los acogiese. Sin embargo, tampoco fue y tras algunos meses las guerras que asolaba ese helado país las obligaron a dirigirse hacia otros pueblos y ciudades en un intento de evitar las guerras. En esa época el miedo fue latente en ambas y mientras Helena temblaba entre sus brazos, su madre intentaba ser fuerte y sostenerla con fuerza sobre su pecho, rezando en silencio para que toda aquella violencia algún momento cesara. Las guerras fueron menguando y con una trémula y muy fina paz entre los territorios tuvieron aquella paz que tanto deseó en las noches más oscuras.

Tras un buen tiempo buscando trabajo y sin llevarse alimento a sus estómagos, un alma piadosa les ofreció trabajo en su humilde hogar a cambio de ayuda y de una buena cocinera, lo que sin duda la madre de Helena era. En esa mansión la pequeña creció con ciertas y muy humildes comodidades, pero por lo menos tuvo un techo, una cama y una comida al día con la que saciar su estómago. Y mientras aprendía a ser una buena doncella y a obedecer sin rechistar cualquier orden, la señora a la que servía le enseñó a leer y a escribir. Helena agradeció aquel gesto e intentó aprender lo máximo posible y ponerle todo el empeño que pudo, aprendiendo rápido y quedándose con las lecciones rápidamente. No logró una escritura tan fina como la de su señora, pero quedó constancia de su inteligencia y su rápida capacidad de aprender, aunque por su origen humilde y su trabajo, poco le dejaron alimentar su mente con conocimientos. Como más pudiese pensar, menos rápido haría su trabajo, y tras abandonar ese trabajo y trabajar en otras mansiones, las lecciones terminaron y solo le quedó para reconfortarla su madre, con quien aún a su lado dormía y veía en las noches.

En las noches Helena imaginaba ser otra persona, tener su madre con ella a salvo y vivir tranquilas, rodeada de jardines y fuentes y parajes verdes de ensueño. Y siempre que pudo intentó agarrarse a esos sueños para no perder la esperanza, no obstante, hubo un invierno en el que mucha gente murió y entre ellos la tuberculosis penetró en las defensas de su madre, siendo aquel invierno, el último invierno que pasaron juntas. Sin dinero con que poder costear un médico y con el señor que las mandaba dándoles la espalda, Helena se encontró de vuelta en la calle, en plena nevada y con su madre enferma a punto de expirar. Buscó rápidamente cualquier lugar donde poder tumbar a su madre y velarla, encontrando tras mucho caminar sin rumbo una cabaña abandonada en el linde de un bosque. Entraron y con una vela que encontró permaneció toda la noche agarrando la mano de su madre, esperando por un milagro que no llegó a suceder. Zhanna murió, pero antes de su último aliento le confesó el motivo de su partida de pequeña de Escocia y el paradero de su padre, como también su nombre y posición. Su padre era el rey de Escocia, George of Hanover con quien había tenido algunos encuentros y de quien se había enamorado perdidamente con solo conocerlo. Solo que para aquel entonces George amaba a otra y yacía casado con quien había proclamado reina de Escocia con él, por lo que cuando el encuentro que tuvieron germinó en su interior, con miedo a que la obligasen a deshacerse del pequeño que nacía en su vientre o de que al saber de su existencia se la llevaran lejos de ella, sintió miedo y ese miedo fue quien la hizo huir con ella lejos del alcance de la corona escocesa. También le llegó a contar de la existencia de una hermana mayor y pidiéndole perdón por haber sido tan cobarde de condenarla a vivir a su lado, dio su última respiración y murió bañada en las lágrimas de su hija que por tres noches no se separó por ningún motivo de su lado.

A los tres días de su muerte, decidió salir en la búsqueda de lo que le quedaba de su familia y de regresar a Escocia de cualquier forma que pudiese. Dejó el cuerpo de su madre en la cama de aquella vieja cabaña y con el fuego que pudo aconseguir, dejó arder el lugar, encinerando así su madre dandole su ultimo adios antes de volver hacia adelante y seguir esta vez sola y desamparado, rota... el camino que aún tenía por delante.

Los días no fueron fáciles, y ahora menos. Sola y sin trabajo, ni dinero con que poder pagarse el alimento, muchas noches llegó a enfermarse por comerse hierbas que no debía o alimentos en mal estado. Cada uno de esos días tuvo que pasarlos sola y mientras, cada vez se perdía más y más hasta no saber donde se encontraba. Fue precisamente en una de aquellas noches frías —en las que se escondía en una pequeña cueva abandonada—, donde se encontró que una jovencita cahorra de Husky la seguía. Parecía tambien perdida, asustada y sola como ella, por lo que intentó ganarse su confianza y una vez la perra se acercó a Helena, ya nunca jamás se separaron. La llamó Dasha ya que el nombre significaba "regalo de Dios" y para Lena así había sido la presencia de la perra. En su compañia, la soledad pasó a doler menos aunque todos los demás problemas siguieran allí y con ella a su lado, fue a los pueblos que encontraba buscando trabajos puntuales, con los que pudo alimentarla —alimentarse—, en lo que pensaba como encontrar a su padre y llegar hasta él.

Y precisamente es en este punto de la historia, que se topó con el diablo en persona. El más ruin de los mentirosos. Rhaegar, un enemigo de Irïna que la encontró tras meses en su búsqueda para empezar así su venganza. La rescató de la calle y tras llevarla con los suyos, la convenció de que él podría llevarla ante su padre sana y salva. Ella, demasiado confiada en aquel hombre que la había salvado de morir tarde o temprano en la fría Rusia,  confió en él —confiando en la persona menos indicada— y junto con Dasha, emprendió un camino de retorno a su auténtico país natal, sin saber que todo cuanto decía aquel joven no era más que una encrucijada en la que terminaría suplantando a su propia hermana en el trono de Escocia. Y allí está ahora, manchando con su sangre indigna el trono que jamás debió de ser suyo. A la espera de que un milagro suceda y su padre aparezca para salvarla de sus propias cenizas.

Raices Familiares

Datos extras

— Su nombre real es Helena pero acostumbrada a que los demás la llamasen por su diminutivo Lena, es así como se hace llamar ahora.
— El nombre de Zhanna es el nombre de su madre que desde su muerte adquirió como una forma más de recordarla por siempre junto a ella. Su madre murió una fría noche por tuberculosis.
—Aunque nació en Escocia, su madre y ella se marcharon a los pocos años de edad de Helena del país hacia Rusia, país natal de la madre. Los motivos siempre le fueron desconocidos hasta que su madre en su lecho de muerte se los confesó.
— Es la hija bastarda del fallecido Rey de Escocia; George of Hanover.
— No guarda rencor a su padre, ni se lo guardará. Su madre le ocultó el embarazo y huyó por temor a que la separasen de ella, por lo que entiende lo que la llevo a alejarla de Escocia y consigo a ella; del lado de su padre al cúal jamás conoció.
— No sabe que su padre; El rey de Escocia está muerto.
— Siempre lleva consigo un medallón que le dio su madre, el cúal es una de las reliquias que más protege y tiene en alta estima a parte de sus propios recuerdos y Dasha; la fiel husky que la sigue a todas partes. {Imagen de Dasha}
— Actualmente se hace pasar por la reina de Escocia, adueñándose de un puesto que no le pertoca ni quiere, pero las circunstancias se han dado de forma que la joven no puede siquiera negarse. Es la usurpadora del trono.