Polvere sei e polvere tornerai

por **Isabella Farnese** Sáb Jun 20, 2015 1:54 am

Isabella Farnese

París, Otoño del año de nuestro señor Jesucristo 1800

Mi dulce hijo:

Te extraño, tan profundamente, que es imposible poner en palabras el tamaño de mi dolor. No hay día que no necesite de tu presencia, de tu voz, de tus caricias, de tus gestos. No hay día que no te busque, que no tenga la sensación de que aparecerás correteando y me abrazarás. Es todo tan injusto… ¿Qué mal hizo una criatura tan pura como tú? ¿Por qué te fuiste de éste mundo con dolor, con miedo? Me pregunto cuántas veces habrás preguntado por mí, cuántas veces me habrás llamado para que te proteja y te cuide, para que te salve del daño que te hacía aquella mujer, para que te rescate de la maldad del mundo, maldad de la que no eras consciente. ¿Cómo es posible que no me haya percatado de que estabas en peligro? La culpa es tan honda… Necesito perdonarme, porque la cruz es demasiado pesada. ¿Tú me habrás perdonado? Creo que sí, que tu corazón bondadoso e inocente, logró comprender que la situación era inmanejable, y que junto a tu padre, con el cual debes caminar de la mano, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para poder encontrarte. Llegamos tarde, porque la vida tiene esas vicisitudes que no podemos controlar. Quizá hablo desde la resignación, que es en el único sentir que encuentro un mínimo de consuelo, lo único que me apacigua levemente.

Cada noche te sueño. A veces son pesadillas, sueños horribles, otros, con un poco más de alegría. Pero el amanecer trae la crudeza de enfrentar un nuevo día sin ti, y me pregunto cómo haré, cómo podré salir de la cama y no encontrarte, no escuchar tus piecitos, y sin embargo lo hago, y deambulo mi existencia en un constante sentimientos de nostalgia y de preguntarme qué sería de nosotros si te hubiéramos rescatado.

Te extraño, mi amor, te extraño con las entrañas que me arrebató tu muerte, y te amo con el alma que se fue contigo aquel día.

Isabella

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