Neith Farah ID

Neith Aure Farah

23 años • Bruja • Clase Baja • Heterosexual •

HABILIDADES DESTACADAS:

Descripción Psicológica

I'M NO AN ANGEL
Todos los hombres buscan la venganza, pero siempre se equivocan de camino. ¿Quién soy? Es una de las preguntas más caprichosas que existen. Las personas mienten, incluso cuando dicen que no lo hacen. Ellos suelen creer en los cuentos de hadas, lo que no saben es que el relato de la bella y la bestia está errado. Soy yo quien ambiciona, quien dirige y ocupa el primer lugar en la vida. El poder es una de mis prioridades, la venganza, está en el segundo plano. Y es que nadie tiene idea de como hacerlo correctamente. A menudo se tiene una falsa creencia de que la maldad es la ausencia de un corazón confabulado con la crueldad de la mente. ¡Que tontería! Yo tuve que aprender que la verdadera oscuridad es cuando te atreves a mirarte a la cara sin sentirte arrepentido de nada y, por el contrario, saber que tus sentimientos siempre te llevarán al mismo sitio. Soy una mujer peligrosa no por la consistencia de mis pensamientos o lo que soy capaz de hacer, si no por la desesperación en la que un ser inferior se encuentra. Hay hombres débiles que acuden a mí para encargarme del ‘trabajo sucio’ y es aquí cuando suelo aprovecharme de sus sueños destruidos, alimentándome de sus lamentos y cobrando por la promesa de una venganza que nunca se llega, tal vez sí, depende de las consecuencias que eso genere. Sí, sí, soy un maldito parásito chupa felicidad y plata. Sólo trato de adaptarme.

La anciana me enseñó la virtud de la arrogancia y el egocentrismo, digo… No cualquiera podría hacer que los hombres se arrodillen sólo porque sí. He conocido el significado de ser dios, he estado en el paraíso y lo he tocado con mis propias manos. Mientras unos sólo pueden aspirar a ser algo que jamás pasará, yo me elevo por encima de sus cabezas para aplastarlos como los insectos que son. Pero no hay que confundir esto con la vanidad o el narcisismo. Me gusta sentirme en contacto con la naturaleza; pies descalzos, cabello desaliñado, ropas sucias… ¡Me gusta combinar con mis mascotas! Soy un poco salvaje, es verdad. Huraña, ruda, brusca, cortante. He llegado a preferir la compañía de los animales que el de las personas, no me gustan. Me irrito con facilidad y he llegado a sentir que odio a todo el mundo. Pese a todo el poder que esa mujer me ofrece, el autocontrol no parece estar dentro del pacto, exploto con facilidad.

Orgullo y determinación. Cuando quiero algo, he de conseguirlo. No importa el precio, mi alma ya está jodida y condenada. ¿Sería demasiada presunción decir que soy astuta e inteligente? ¿Por qué no? Está de moda el creerse más culto que los demás, no quiero salirme del estereotipo en ese caso. El veneno de mi lengua no tiene límites y se encuentra constantemente despilfarrando improperios y sarcasmos. Esto me produce una sensación engañosa de ser feliz; anteriormente dije algo sobre la satisfacción que deja la crueldad, pero esto no debe confundirse con la cosa llamada felicidad, no es lo mismo. Soy capaz de sonreír sin amargura cuando acaricio a mis lobos. Irónico, saber que los odié y que ahora los cuido como a mi propio… ¿Hermano? Sí, también tengo humor negro.

Sufro constantemente de inestabilidad y es que aunque no lo aparente, esa anciana me da miedo. He visto la oscuridad en sus ojos, la negrura de su alma, me quiere devorar. A veces suelo sentir como soy devorada por su voluntad más allá de lo que puedo controlar y no quiero. Sé que yo le dejé entrar, pero… en ocasiones quiero que se vaya. Me esta me consume, me quema. ¿Será que soy débil? Todos tienen un talón de Aquiles, el mío, es ella. Que la vean reflejada en donde se supone debería estar mi alma. ¿Acabaré como ella cuando muera? ¿Siendo un maldito parásito viviendo en el cuerpo de alguien más? No, no me lo permitiré por más que ella se esfuerce en sacarme de mi propio cuerpo. ¡Argh! Lo dije, una respuesta ambigua para una pregunta caprichosa.

Historia de Interés

No sé cómo y tampoco supe durante cuánto tiempo. Mi hermano y yo éramos los únicos que nos preocupábamos por nosotros mismos. Recuerdo que a él le encantaba comerse el pan duro que tiraban a la calle para que los perros lo comiesen. La pobreza era extrema, la realidad bastante cruda. Me costó un poco de trabajo adaptarme al ambulantaje de noche, no podía ver nada y las ratas solían acercarse a nosotros para intentar robarse lo poco que habíamos robado; varias veces las garras de los roedores redujeron a jirones mi vestido, también los pantaloncillos holgados de Carrick. Aún conservo esas secuelas.

Los mortales aborrecen a la bestia por ser precisamente eso, simples monstruos, sin saber que la maldad no viene de la inocencia de un animal, si no de la ya perturbada mente humana. Ellos nos atraparon. La luna brillaba en su decimo quinto día creciente. Las nubes apenas alcanzaban a cubrir una parte del cielo y, aunque era primavera, ese año en especial, la briza soplaba con un insoportable aliento gélido. Carrick tenía frío y no podía culparlo, él apenas si era tres años menor que yo y, en ese tiempo, yo contaba con la edad aparente de siete años. La verdad no estoy muy segura, porque mi pasado es demasiado borroso y sólo nos recuerdo a nosotros dos. Carrick se aferró a mi pecho buscando el abrazo que calmaría su tiritar provocado por el frío; mis brazos rodearon su escuálido cuerpecillo hasta cubrirlo completamente. Sus labios estaban secos, blancos por la sed y el hambre. Y yo temía que no pudiese amanecer junto a mí. El rincón nos resguardaba de las fuertes ventiscas pero no era suficiente y los perros… ¡Los malditos perros! Sus ladridos me lo advirtieron pero yo no los escuché. Estaba terriblemente concentrada en los dientes chocantes de Carrick que tampoco pude ver las sombras de los hombres cuando se aproximaron. Me lo arrebataron. Mi pecho sufrió una convulsión al sentir su ausencia. Sus gritos desgarradores me confirmaron que no estaba soñando. Abrí los ojos y él estiró su mano cerca a mí para alcanzarme, pero ellos lo apartaron con un brusco movimiento. Con la fuerza de dos hombres, fui sometida y obligada a levantarme mientras observaba el golpe a la cara que le daban a mi hermano. Me esforcé, luché, pero fue en vano. Me sentí desesperada, con un nudo en la garganta, y la sangre ardiéndome por todo el cuerpo. En ese punto, me dejé llevar por el cansancio. Mis rodillas se flexionaron, los tobillos se me vencieron. Los párpados se sentían pesados y no podía mantener los ojos abiertos. Suspiré, mirando por fugazmente como mi hermano corría desamparado hacia la oscuridad del la noche por un largo callejón, que él y yo conocíamos perfectamente. Mi cuerpo se desplomó, todo el mundo calló encima de mí. Al menos él estaría bien.

Desperté de cabeza, con las manos atadas por detrás de mi espalda y los tobillos anudados a una especie de viga de madera. La mordaza en mi boca me impedía hablar y sólo pude emitir gemidos, gruñidos y carraspeos. Las lágrimas colgaron desde mis ojos y por la frente hasta perderse en mi cuero cabelludo. Me agité debajo de las ataduras esperando llamar la atención de alguien. Lo conseguí. –La putita despertó- En ese entonces, ignoraba el significado de la palabra, tiempo después me daría cuenta de lo que implica. Dos hombres se aproximaron hasta mi jaula. La hicieron girar y fue cuando me di cuenta de estar en medio de una especie de cueva. Con un montón de pieles al fondo que destellaban por la fogata construida a la mitad del lugar. Había también un par de hachas, espadas, machetes y joyas desperdigados por el sitio. Pero lo que más me perturbó, fue observar las cadenas que sostenían a mi hermano al lado de estos sujetos. ¡Maldición! ¡Éramos sus mascotas favoritas! Fui humillada centenares de veces, instantes en los cuales mi cuerpo ya no podía más, pero que mi mente mantenía vivo por el sólo hecho de acompañar a Carrick en esta mierdetera vida. Fui violada, golpeada, obligada a bestiales actos sólo por placer ajeno. Con mi hermano la diferencia se marcó cuando lo quisieron convertir en uno de ellos, deseaban corromper su inocencia hasta el punto de olvidarme. Yo le prometí que saldríamos de ahí. Hicimos un pacto con sangre, abrimos una herida transversal en la palma de las manos y las unimos. De saber que sería la última vez que lo vería con vida y las atrocidades que cometería después de su muerte, lo abría besado y resguardado en mi pecho en todo momento, como aquella vez en la que se aferró a mí al sentir el frío de la noche y la proximidad de nuestro tormento. Carrick era un niño fuerte, inteligente y escurridizo, pero contra ellos no pudo hacer mucho. Su plan consistió en afilar la punta de una piedra y asesinarlos mientras dormían. Pero la fuerza de Carrick jamás podría ser comparada con la de ellos, guerreros y bestias al mismo tiempo. Después de la promesa que nos hicimos, él atacó. Ellos eran tres, él era uno. ¡Un muchacho idiota, Carrick, eso fuiste! Logró asesinar a uno de ellos a sangre fría, pero en cuanto este comenzó a convulsionarse en el suelo, los demás despertaron y, aunque sus movimientos eran obtusos por el alcohol y el estar semi-dormidos, lograron acertarle un puntapié y acorralarlo en una esquina. Mi hermano se defendió y a mí me sorprendió bastante la fuerza que pudo alcanzar en ese momento. Estaba realmente impresionada pero no por ello menos asustada ¿Qué podía hacer? ¡Maldición! Me sentí tan inútil. No sé cómo, ni siquiera lo pude ver bien, pues mis ojos se cerraban –por acto reflejo- cuando uno de ellos lanzaba un ataque a Carrick, entonces pasó lo inimaginable. Lobos. ¡Los odio tanto! Los dos que quedaron, mutaron a bestias salvajes, lo más parecido a una manada de lobos hambrientos. Sus gruñidos taladraron mi cabeza más allá de los pensamientos, más allá de mis temores, más allá de todo lo que representaba. Los caninos afilados buscaron un espacio para clavarse dentro del cuerpo de Carrick, sus garras se deshicieron de las armas que él portaba y… entre todos… poco a poco… dolorosa e insufriblemente… comenzaron a desgarrar su carne.

Con cada bocado, Carrick gritaba y tus alaridos se entrometían en mis pensamientos. Lloraba y gimoteaba desde mi lugar, impaciente por ayudarlo, completamente frustrada por no poder hacerlo. La masacre no sólo fue traumatizante para mí, si no que fue la pauta para que mi vida cambiase por completo. La sangre de mi hermano escurría por debajo de las patas de esos animales, y sus hocicos se habían se saciaban con la carne de su cuerpo. Trozos de piel, vísceras, y muñones sueltos. El terror de ver morir a Carrick de la peor manera posible, se apoderó de mí. Me sentí colérica, asesina, con siniestras ganas de convertirme en un monstruo de tragármelos como a mi hermano. Si antes había suplicado por un dios que me nos salvara del tormento, ahora lo haría diferente. Evoqué a los demonios que me rodeaban, a las almas sin descanso que rodeaban el lugar, a los cientos de espíritus que esos hombres habían asesinado, a quien quiera que sea que estuviese escuchándome, supliqué, me arrodillé y ofrecí mi cuerpo, mi sangre, como sacrificio al mal. No importaba quien atendiese a mi llamado, sólo quería alguien que pudiese ayudarme, alguien que los destrozara y entonces, apareció ella.

La mujer que veo a diario en el espejo, acudió a mí en respuesta.

La respiración se me aceleró de repente, mis sentidos se ofuscaron por un segundo y emprendí un viaje hacia una parte de mi misma que no conocía. Podía reconocer el fuego en la palma de mi mano, quemaba, me laceraba. Poco a poco, la extraña energía se hizo presente en cada extremo, en cada maldito poro de mi ser, incrementando paulatinamente mi agonía hasta hacerse presente y exteriorizarse como una difuminada liga a mi alrededor. Fui poseída. El espíritu dentro de mí, emergió como una de mis extremidades. Sentí el poder correr por mi torrente sanguíneo. Era avaricia, ira, venganza, muerte; tenía demasiada sed, demasiada hambre. Me entregué a la voluntad de la anciana y fue su mano quien atravesó el pecho peludo del hombre a quien Carrick logró asesinar. Mientras ellos comían los restos de mi hermano, yo me tragué el corazón del hombre. Ciertamente yo no tenía la mínima idea de lo que hacía, pero ella sí. Observé sus movimientos desde atrás, yo me encontraba en un segundo plano, sólo prestando atención a los detalles. Hablé en otro idioma, me convulsioné. Un lobo lanzó el primer zarpazo y logró acertarme en el pecho, garras que aún conservó colgadas en mi cuello. Lo maté. El otro can gruñó. Me quería devorar, pero la anciana no se lo permitió. La mujer levantó la mano y pronunció el nombre del dueño del corazón que ahora se encontraba dentro de mí, después se enteró del nombre del otro. Bastó con un susurro de su identidad para que él se arrodillara frente a nosotras. Gimoteó, se retorció con un único movimiento de mi mano. Lo disfruté. Sin embargo, aquel poder era demasiado y mi cuerpo muy poco. Comencé a sangrar de la nariz antes de desfallecer.

Al despertar, me encontraba de nuevo dentro de aquella jaula, pero no por mucho tiempo. Fui vendida como esclava a traficantes de mujeres procedientes de la Arabia. Y yo me encontraba demasiado cansada como para pelear. Así que me quedé ahí, sólo observando como ellos se esforzaban en instruir a las mujeres en el baile, el misterio, las felaciones y otro tipo de artes que realiza una esclava. A ninguna de nosotras nos violaron, a ninguna de nosotras nos maltrataban; ellos vendían la belleza física por lo que siempre se preocuparon por nuestro físico y bienestar, por supuesto, sólo hasta el punto antes de ser vendida al mejor postor. Aprendí lo que debía para sobrevivir, mientras mi cuerpo se recuperaba de las heridas y el tono morado de la piel volvía al pálido de antes. Tardé tres meses en sanar físicamente, después mi debut fue un total caos.

Ella apareció en medio del público, asechándome de a poco, volviendo la atmósfera cada vez más oscura. Era sólo yo quien la veía, tan sólo yo podía sentirla, seguí bailando sin importan que pasara cualquiera otra cosa. Y ella, tan maldita, cancerígena y manipuladora consiguió que las cosas a mi alrededor se volviesen mágicas, la belleza que nunca poseí apareció de repente y los compradores, presas de sus propias pasiones y cegados por lo que sus ojos podían ver, aumentaron la cifra. Uno de ellos fue el afortunado, uno de ellos alcanzó la cantidad de lo que se supone, yo valía. Y, en aquella ocasión yo perdería la virginad, se suponía que yo cumpliera con el propósito de ser una esclava, que pusiera en práctica todo lo que me habían enseñado, pero la anciana tenía otros planes. Lo asesiné.

Siempre supe que aquella posesión fue un acto desesperado, un maldito pacto con el diablo que lentamente me consumiría, y lo había hecho por mi hermano, pero al tiempo en que ella regresó, yo sólo podía pensar en el poder que sentí, así que la dejé entrar de nuevo. La invoqué de entre las sombras. Le ofrecí mi cuerpo como recipiente. Tengo fuerza, poder, mucho más que cualquier otro pudiese imaginar. Soy capaz de materializar cualquier imagen en la que esté pensando sólo para engañar a los incautos, a los miserables a los cuales alguna vez pertenecí.

Todo tiene un precio. Y, al fin supe cuál era el suyo. Mi alma.

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