AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Magda Woźniakowa ID
2 participantes
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Magda Woźniakowa ID
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Magda ▲EDAD▲
Veintitrés años.▲ESPECIE▲
Humana.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
--▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase media-alta.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Demisexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Varsovia.▲HABILIDADES/PODERES▲
----Los cambios suponen grandes traumas en la vida de un adolescente, porque aquellos, generalmente, se concretan por medio del dolor. Pero en este caso no hablamos solamente del dolor que causa la pérdida, sino también la traición. Si uno apalea a un animal constantemente, podrán pasar dos cosas: el animal se rendirá y esperará morir, o dejará de tener miedo y morderá la mano del agresor. Magda fue golpeada tantas veces, en tantos sentidos diferentes, que nada le duele, nada le asusta. Víctima de múltiples maltratos al comenzar la pubertad, conoció la desgracia de ser agredida de forma impune por quien se suponía debía protegerla, y conoció también la tranquilidad de tener un hogar al que retornar.
Sólo que su hogar no era la opulencia de un palacete, sino el abrazo apretado de aquél por el que soportó estoica todo sufrimiento, sin decir una palabra.
Callada, introvertida, indulgente por momentos y sumamente obstinada, Magda es la extraña conjunción de lo bello y lo terrible. Por un tiempo creyó estar respirando por inercia, pero tan pronto como tuvo un propósito que cumplir, las etapas de negación, negociación y depresión dieron lugar al último estado de su psique, ése en el que permanece estancada hasta el momento: la aceptación. Espera, paciente, el día de su muerte. Lo ve venir sin poder hacer nada, como un ciervo encandilado por antorchas en plena oscuridad, mientras intenta no sucumbir a la desesperación de quien se sabe falto de tiempo. Lo cierto es que le aterra morir pronto, no el hecho de morir en sí.
La palabra es todo lo que el individuo tiene cuando ya no hay cosa que se le pueda arrebatar, se dice a sí misma, encontrando en tal reflexión los cimientos sólidos de su tenacidad. Si se levanta, es por un puñado de palabras susurradas al viento, aún cuando la gravedad la llame cada tanto y quiera recibirla con brazos maternales. Pero tiene sus noches oscuras del alma. Solloza hasta conciliar el sueño y siente cómo el cuerpo se le parte en pedazos, cómo el corazón se le estruja como si un puño invisible le atravesara el esternón. Sabe que el dolor emocional y físico compaginados no hacen más que deteriorar su entereza y debilitar su voluntad, pero con el tiempo ha aprendido a lidiar con ello, a resistir largas madrugadas de punzadas profundas.
Capaz de soportarlo todo, Magda es inquebrantable. Tiene bien claro de dónde viene, quién es y a dónde se dirige, y no duda en ayudar a aquellos que deambulan perdidos sin rumbo fijo. Haber soportado tanto en el pasado no le aflige en lo absoluto, dado que la integridad física de su hermano jamás se vio comprometida, y esa misma tranquilidad quiere seguir sintiéndola en pos de su propio sacrificio. Un frustrado deseo de ser madre dejó la impronta cruda de alguien capaz de todo para defender aquello en lo que cree, y aquellos a quienes quiere. Sin embargo, esa aparente fiereza que pareciera dormitar en su interior, coexiste con el dulce trato de quien no quiere perpetrar en otros el dolor recibido. Incapaz de levantarle la mano a nadie, Magda no cuenta con arma alguna para herir. Sólo sabe defender y defenderse, plantar cara y resistir, como las rocas inamovibles al pie de un acantilado. Golpe tras golpe, y su espíritu e identidad no se han movido un solo ápice.
Dentro de esa coraza de analgesia autoimpuesta, Magda es un ser que se maravilla por lo hermoso. Es del tipo de persona que encuentra la belleza en quien sea, pero aún cuando encontrase las palabras adecuadas para describirla, siempre pretenderá inmortalizarla en un trozo de papel. Siempre creyó que la literatura, si bien hacía lo mismo, era totalmente impersonal, distante y fría por momentos; a veces las palabras no son suficientes. En cambio, el trazo irregular, el olor del grafito caliente al rozar la hoja, la esencia de otro en manos suyas... Eso la hace sentir bien al poner en ello todo su esfuerzo y amor, cada bocanada de aire y cada latido de su maltrecho corazón.
Dejando de lado un trabajo que le apasiona, la existencia de Magda gira en torno a retratar a otros. Los pocos bocetos que ha logrado juntar han sido de mozos de cuadra, lavanderas y modistas antes de partir de Varsovia, y de todos ellos guardó secretos. Como una madre, hace propia la angustia de otros y cree en librarlos de esa carga al plasmar en su cuaderno la mejor cara de aquellos a los que dibuja. "Éste es tu verdadero yo", dijo varias veces, llegando a quedar atrapada en el abrazo y el silencio de un chico, o convirtiendo en sonrisa las lágrimas amargas de una mujer. Por esto, por el altruismo innato y la pureza de alma de esta joven, muchos le han dicho que no merece tener la vida que lleva, que es injusto.
Ella sólo esboza una sonrisa y se limpia el grafito de la cara con dedos pálidos: "No habré muerto en vano si hice que tu vida cambiara para bien".
Sólo que su hogar no era la opulencia de un palacete, sino el abrazo apretado de aquél por el que soportó estoica todo sufrimiento, sin decir una palabra.
Callada, introvertida, indulgente por momentos y sumamente obstinada, Magda es la extraña conjunción de lo bello y lo terrible. Por un tiempo creyó estar respirando por inercia, pero tan pronto como tuvo un propósito que cumplir, las etapas de negación, negociación y depresión dieron lugar al último estado de su psique, ése en el que permanece estancada hasta el momento: la aceptación. Espera, paciente, el día de su muerte. Lo ve venir sin poder hacer nada, como un ciervo encandilado por antorchas en plena oscuridad, mientras intenta no sucumbir a la desesperación de quien se sabe falto de tiempo. Lo cierto es que le aterra morir pronto, no el hecho de morir en sí.
La palabra es todo lo que el individuo tiene cuando ya no hay cosa que se le pueda arrebatar, se dice a sí misma, encontrando en tal reflexión los cimientos sólidos de su tenacidad. Si se levanta, es por un puñado de palabras susurradas al viento, aún cuando la gravedad la llame cada tanto y quiera recibirla con brazos maternales. Pero tiene sus noches oscuras del alma. Solloza hasta conciliar el sueño y siente cómo el cuerpo se le parte en pedazos, cómo el corazón se le estruja como si un puño invisible le atravesara el esternón. Sabe que el dolor emocional y físico compaginados no hacen más que deteriorar su entereza y debilitar su voluntad, pero con el tiempo ha aprendido a lidiar con ello, a resistir largas madrugadas de punzadas profundas.
Capaz de soportarlo todo, Magda es inquebrantable. Tiene bien claro de dónde viene, quién es y a dónde se dirige, y no duda en ayudar a aquellos que deambulan perdidos sin rumbo fijo. Haber soportado tanto en el pasado no le aflige en lo absoluto, dado que la integridad física de su hermano jamás se vio comprometida, y esa misma tranquilidad quiere seguir sintiéndola en pos de su propio sacrificio. Un frustrado deseo de ser madre dejó la impronta cruda de alguien capaz de todo para defender aquello en lo que cree, y aquellos a quienes quiere. Sin embargo, esa aparente fiereza que pareciera dormitar en su interior, coexiste con el dulce trato de quien no quiere perpetrar en otros el dolor recibido. Incapaz de levantarle la mano a nadie, Magda no cuenta con arma alguna para herir. Sólo sabe defender y defenderse, plantar cara y resistir, como las rocas inamovibles al pie de un acantilado. Golpe tras golpe, y su espíritu e identidad no se han movido un solo ápice.
Dentro de esa coraza de analgesia autoimpuesta, Magda es un ser que se maravilla por lo hermoso. Es del tipo de persona que encuentra la belleza en quien sea, pero aún cuando encontrase las palabras adecuadas para describirla, siempre pretenderá inmortalizarla en un trozo de papel. Siempre creyó que la literatura, si bien hacía lo mismo, era totalmente impersonal, distante y fría por momentos; a veces las palabras no son suficientes. En cambio, el trazo irregular, el olor del grafito caliente al rozar la hoja, la esencia de otro en manos suyas... Eso la hace sentir bien al poner en ello todo su esfuerzo y amor, cada bocanada de aire y cada latido de su maltrecho corazón.
Dejando de lado un trabajo que le apasiona, la existencia de Magda gira en torno a retratar a otros. Los pocos bocetos que ha logrado juntar han sido de mozos de cuadra, lavanderas y modistas antes de partir de Varsovia, y de todos ellos guardó secretos. Como una madre, hace propia la angustia de otros y cree en librarlos de esa carga al plasmar en su cuaderno la mejor cara de aquellos a los que dibuja. "Éste es tu verdadero yo", dijo varias veces, llegando a quedar atrapada en el abrazo y el silencio de un chico, o convirtiendo en sonrisa las lágrimas amargas de una mujer. Por esto, por el altruismo innato y la pureza de alma de esta joven, muchos le han dicho que no merece tener la vida que lleva, que es injusto.
Ella sólo esboza una sonrisa y se limpia el grafito de la cara con dedos pálidos: "No habré muerto en vano si hice que tu vida cambiara para bien".
Llevo varios minutos intentando encontrar las palabras adecuadas. Aún cuando quiero no escribir nada, esperar a que regreses y gritarte, siento la urgencia de irme cuanto antes de este lugar. Mi recámara parece achicarse cada minuto que pasa, el marco de la puerta cruje, y creo que si no salgo de aquí ahora me engullirá. Pero no quiero marcharme sin decirte por qué, privarte de aquello que tanto te mereces. Sólo por eso me quedaré un segundo más, y seré breve.
Ahora que Mateusz no está, me doy cuenta de lo sola que estuve aquí contigo por tanto tiempo. ¿De qué me sirve que vuelvas a casa cabreado, encuentres consuelo en una botella y decidas que la causa de toda tu miseria soy yo? Por años creí que de verdad había hecho algo malo, que merecía cada golpe. Y lo acepté. Acepté el castigo y bajé la cabeza, segura de que algún día dejarías de verme como a tu enemigo. Pero, ¿no se supone que un enemigo te quiere ver caer, quiere que falles, odia cada cosa de ti?
Yo quería que acertaras, papá, pero que acertaras cada puñetazo. Con los meses, saber que sólo yo recibía esa violencia me hacía sentir bien, porque creía que era una manera de alejar a Mat de tu alcance.
Y como nunca le levantaste la mano a esa criatura, supongo que tenía razón.
Hay algo que quiero decir, algo que quiero que sepas. Hace unas semanas, Mat entró sin tocar a mi habitación y vio cómo la criada me lavaba las heridas. Su cara perdió el color por un momento, y asumo que sintió ganas de vomitar. No dijo nada al principio, y después de evitar mirarme a la cara por varios minutos, le sacó el paño húmedo de las manos a la muchacha y me pidió que me volteara. Ese ángel no le hizo asco a ver marcas y moretones: cantó para mí la canción de mamá hasta que el alma dejó de dolerme, y enjuagó con dedicación cada costra de sangre coagulada.
Mat lo sabía, ¿y tienes idea de lo que me preguntó?
"Maggie, ¿qué hiciste para cabrear a papá?"
Y esa fue la primera vez que me lo pregunté yo también. No merecí nunca tu maltrato, tu desamor, tu indiferencia, tu falta de interés en mí. A partir de entonces comencé a preocuparme más por mi misma, porque si por gracia divina te ahogabas en tu propia bilis, no hubiera quedado nada más que una muñeca de trapo para cuidar de Mateusz. Pero me preocupé demasiado tarde.
¿Recuerdas las puntadas en el pecho? ¿Las que te hacían dejarme en paz para no finiquitarme? Hoy fueron tan fuertes que me desvanecí en plena cuadra. Tus propios jinetes me ayudaron a levantarme, me llevaron al mejor doctor creyendo que sabías qué pasaba. Cuando desperté sólo quise tomar mis cosas y huir, porque sabía que si mejoraba iban a llevarme de vuelta a ese palacio gélido y vacío. Y así lo hice. Me fui. Me fui sin mirar atrás, porque merezco mucho más que esto. Llámame desagradecida como solías hacer, pero no me disculparé por no querer quedarme a ver cómo se me va la vida y no hacer nada con ella. No me disculparé por este cuerpo fallado que ni hijos puede engendrar, este cuerpo que tanto dolor te ha ocasionado al no poder casarlo con ninguno de tus generales. Quédate con mi dote, con mis vestidos, con todo aquello que comprabas para enmendar tus palizas...
...porque no lo necesito. Me estoy muriendo, papá, y no hay dinero en el mundo que pueda alargarme la vida. Por ello quiero invertir el tiempo que me lleva escribirte para decirte que te perdono. Te perdono por el daño causado, por el miedo, por hacerme creer que no era digna de estar viva. Pero lo soy, y haré con estos meses que me quedan, estas semanas, estos días, todo lo que pueda.
Te perdono, pero jamás voy a olvidar.
M-
Ahora que Mateusz no está, me doy cuenta de lo sola que estuve aquí contigo por tanto tiempo. ¿De qué me sirve que vuelvas a casa cabreado, encuentres consuelo en una botella y decidas que la causa de toda tu miseria soy yo? Por años creí que de verdad había hecho algo malo, que merecía cada golpe. Y lo acepté. Acepté el castigo y bajé la cabeza, segura de que algún día dejarías de verme como a tu enemigo. Pero, ¿no se supone que un enemigo te quiere ver caer, quiere que falles, odia cada cosa de ti?
Yo quería que acertaras, papá, pero que acertaras cada puñetazo. Con los meses, saber que sólo yo recibía esa violencia me hacía sentir bien, porque creía que era una manera de alejar a Mat de tu alcance.
Y como nunca le levantaste la mano a esa criatura, supongo que tenía razón.
Hay algo que quiero decir, algo que quiero que sepas. Hace unas semanas, Mat entró sin tocar a mi habitación y vio cómo la criada me lavaba las heridas. Su cara perdió el color por un momento, y asumo que sintió ganas de vomitar. No dijo nada al principio, y después de evitar mirarme a la cara por varios minutos, le sacó el paño húmedo de las manos a la muchacha y me pidió que me volteara. Ese ángel no le hizo asco a ver marcas y moretones: cantó para mí la canción de mamá hasta que el alma dejó de dolerme, y enjuagó con dedicación cada costra de sangre coagulada.
Mat lo sabía, ¿y tienes idea de lo que me preguntó?
"Maggie, ¿qué hiciste para cabrear a papá?"
Y esa fue la primera vez que me lo pregunté yo también. No merecí nunca tu maltrato, tu desamor, tu indiferencia, tu falta de interés en mí. A partir de entonces comencé a preocuparme más por mi misma, porque si por gracia divina te ahogabas en tu propia bilis, no hubiera quedado nada más que una muñeca de trapo para cuidar de Mateusz. Pero me preocupé demasiado tarde.
¿Recuerdas las puntadas en el pecho? ¿Las que te hacían dejarme en paz para no finiquitarme? Hoy fueron tan fuertes que me desvanecí en plena cuadra. Tus propios jinetes me ayudaron a levantarme, me llevaron al mejor doctor creyendo que sabías qué pasaba. Cuando desperté sólo quise tomar mis cosas y huir, porque sabía que si mejoraba iban a llevarme de vuelta a ese palacio gélido y vacío. Y así lo hice. Me fui. Me fui sin mirar atrás, porque merezco mucho más que esto. Llámame desagradecida como solías hacer, pero no me disculparé por no querer quedarme a ver cómo se me va la vida y no hacer nada con ella. No me disculparé por este cuerpo fallado que ni hijos puede engendrar, este cuerpo que tanto dolor te ha ocasionado al no poder casarlo con ninguno de tus generales. Quédate con mi dote, con mis vestidos, con todo aquello que comprabas para enmendar tus palizas...
...porque no lo necesito. Me estoy muriendo, papá, y no hay dinero en el mundo que pueda alargarme la vida. Por ello quiero invertir el tiempo que me lleva escribirte para decirte que te perdono. Te perdono por el daño causado, por el miedo, por hacerme creer que no era digna de estar viva. Pero lo soy, y haré con estos meses que me quedan, estas semanas, estos días, todo lo que pueda.
Te perdono, pero jamás voy a olvidar.
M-
• Si bien lo normal en una joven de su edad son los atributos desarrollados y bien definidos de una adulta, Magda parece un chico de quince años. De busto pequeño y abultado como pecho de torcaza, cintura pequeña y caderas estrechas; piernas largas y delgadas, manos estilizadas con dedos finos como los de un pianista. Su tez es cremosa y cetrina, suave al tacto, tibia. La melena cobriza que supo lucir rizos ensortijados, hoy día le roza los hombros pálidos con gracia, cayendo en sendas ondas livianas que el viento mece con suma facilidad. Pero lo más llamativo de ella son sus ojos. Dicho rasgo permanece en la memoria de quien la ve incluso por primera vez, evocando una mirada tan límpida que se puede ver a través de ella.
La nariz pequeña se frunce cada tanto en un gesto de concentración muy suyo, la boca de labios finos y rosados ahorra en palabras lo que regala en sonrisas. Toda ella se compone de pequeños detalles únicos, que sólo saltan al ojo del muy observador si se le contempla con atención.
No cree que sea especialmente atractiva, aún cuando porta una belleza delicada y digna de apreciarse. Pero tiende a fundirse con la multitud, no resaltar, dado que la gran mayoría de las veces camina con la mirada puesta al piso. Su andar es pausado, como el de quien no tiene ninguna prisa en llegar a destino, y silencioso en demasía como si no quisiera molestar con su presencia.
• Magda es una princesa renegada. Si bien desde el principio fue educada para suceder a su padre, el nacimiento de su hermano menor Mateusz y demás sucesos la relegaron a un segundo plano.
• Es infértil, y por ello falló su primer y único matrimonio a los dieciséis años. A raíz de este defecto, su padre la culpó de la decadencia que derruía el reino al no poder honrar su apellido y formar otra familia. En cuanto al matrimonio, sigue vigente a pesar de que ambas familias acordaron una separación a base de repartición de bienes y otras indemnizaciones que pudieran evitar un escándalo público.
• Escapó de Varsovia hace un año, evitando ser encontrada por enviados de su padre. Llegó a París y allí se instaló. Actualmente vive como refugiada en el palacete de Orsölya, una aristócrata húngara. A cambio de su estadía allí, Magda ejerce como institutriz de sus hijos, gracias a su alto nivel de educación.
• Magda es una enferma terminal, que padece de una extraña y dolorosa disfunción cardíaca. Como tratamiento para paliar el dolor toma mezclas de hierbas y otros brebajes que Orsölya le consigue a base de influencia.
• Dejó en casa a su hermano menor Mateusz, heredero al trono, ya comprometido con una chica de alta alcurnia cuyo nombre Magda no recuerda. Sólo por ello, por la tranquilidad de saber que otra familia cuidará de él, no piensa regresar pronto.
• Al saber que morirá pronto, ha decidido ayudar a otros con sus propios fantasmas: mientras les retrata, oye sus historias y guarda sus secretos. Se considera a sí misma como una especie de banco de memoria con fecha de vencimiento. A cambio, se ofrece como oyente y confesionario.
• Sabe tocar el piano con fluidez, aunque hacerlo la entristece. Incluso hubo una época en la que cantaba, pero desde la muerte de su madre no ha vuelto a entonar una sola nota.
• Sabe hablar alemán, italiano, francés e inglés, además del polaco que es su lengua materna. Está en vías de aprender húngaro con su anfitriona.
La nariz pequeña se frunce cada tanto en un gesto de concentración muy suyo, la boca de labios finos y rosados ahorra en palabras lo que regala en sonrisas. Toda ella se compone de pequeños detalles únicos, que sólo saltan al ojo del muy observador si se le contempla con atención.
No cree que sea especialmente atractiva, aún cuando porta una belleza delicada y digna de apreciarse. Pero tiende a fundirse con la multitud, no resaltar, dado que la gran mayoría de las veces camina con la mirada puesta al piso. Su andar es pausado, como el de quien no tiene ninguna prisa en llegar a destino, y silencioso en demasía como si no quisiera molestar con su presencia.
• Magda es una princesa renegada. Si bien desde el principio fue educada para suceder a su padre, el nacimiento de su hermano menor Mateusz y demás sucesos la relegaron a un segundo plano.
• Es infértil, y por ello falló su primer y único matrimonio a los dieciséis años. A raíz de este defecto, su padre la culpó de la decadencia que derruía el reino al no poder honrar su apellido y formar otra familia. En cuanto al matrimonio, sigue vigente a pesar de que ambas familias acordaron una separación a base de repartición de bienes y otras indemnizaciones que pudieran evitar un escándalo público.
• Escapó de Varsovia hace un año, evitando ser encontrada por enviados de su padre. Llegó a París y allí se instaló. Actualmente vive como refugiada en el palacete de Orsölya, una aristócrata húngara. A cambio de su estadía allí, Magda ejerce como institutriz de sus hijos, gracias a su alto nivel de educación.
• Magda es una enferma terminal, que padece de una extraña y dolorosa disfunción cardíaca. Como tratamiento para paliar el dolor toma mezclas de hierbas y otros brebajes que Orsölya le consigue a base de influencia.
• Dejó en casa a su hermano menor Mateusz, heredero al trono, ya comprometido con una chica de alta alcurnia cuyo nombre Magda no recuerda. Sólo por ello, por la tranquilidad de saber que otra familia cuidará de él, no piensa regresar pronto.
• Al saber que morirá pronto, ha decidido ayudar a otros con sus propios fantasmas: mientras les retrata, oye sus historias y guarda sus secretos. Se considera a sí misma como una especie de banco de memoria con fecha de vencimiento. A cambio, se ofrece como oyente y confesionario.
• Sabe tocar el piano con fluidez, aunque hacerlo la entristece. Incluso hubo una época en la que cantaba, pero desde la muerte de su madre no ha vuelto a entonar una sola nota.
• Sabe hablar alemán, italiano, francés e inglés, además del polaco que es su lengua materna. Está en vías de aprender húngaro con su anfitriona.
Magda Woźniakowa- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 07/07/2015
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Re: Magda Woźniakowa ID
FICHA APROBADA
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ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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CODE BY NIGEL QUARTERMANE
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour