Jouko Järveläinen [ID]

HABILIDADES

? Aparición/Invisibilidad: Habilidad para aparecer y desaparecer las veces que deseen y a cualquier hora del día, además de que ellos poseen la capacidad de mostrarse solo ante las personas que ellos elijan y ocultarse a ojos de los que no desean que los vean.

? Ilusión: Capacidad de crear ilusiones ópticas a los vivos, mostrar recuerdos a través del tacto o similares.

? Teletransportación: Habilidad para moverse de un lugar a otro sin ocupar espacio o masa en el trayecto. Traspasar superficies sólidas que un humano común no podría, como paredes, etc.

? Telequinesis: Habilidad para mover objetos, tocar a los seres humanos que están vivos, animales, etc. En pocas palabras pueden hacerse pasar perfectamente por una persona viva y realizar las mismas actividades que un vivo haría si es que lo desean. Los objetos pueden moverlos no sólo con tocarlos, también haciendo uso solamente de su mente.

? Permanencia: Capacidad de quedarse en el mundo de los vivos el tiempo que deseen, pero mientras lo hagan su alma no estará en paz y no descansarán como el resto de los difuntos.

? Corporeidad: Característica de lo que tiene cuerpo o consistencia. Los Fantasmas tienen la capacidad de tener un cuerpo físico, de tocar, sentir y hacer sentir y ser tocados por otros (vivos) si lo desean; significa que pueden gozar de las mismas sensaciones de las que goza un mortal (aunque nunca será igual a como las siente un vivo) pero esto sólo será logrado si se concentra lo suficiente y solamente si desea que asi sea.

? Posesión: Posibilidad de entrar en el cuerpo de un vivo, pero esto sólo pueden lograrlo con la ayuda de una persona que tenga conocimientos en el tema (como los hechiceros o mediums), además de que la posesión solo será momentánea (máximo un par de horas), nunca permanente.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Indiferente, no hay adjetivo que mejor le defina, que mejor describa su actitud ante la vida y ante lo que le rodea. Tiene una tendencia bastante molesta a ignorar todo lo que le rodea, a evitar el contacto con ésto y a tomarlo como algo que resulta irrelevante para su vida, pueda afectarle realmente o no.De ahí que habitualmente ni siquiera se digne a mantener un simple contacto visual con la gente que le rodea en el, tratándolos como si fueran simples espejismos fruto de su soledad, como si realmente no estuviesen allí. Suena frío, por supuesto, y quizás le haga parecer alguien demasiado "antisocial", pero no es de menos, pues tiende a evitar el contacto humano desde que le dañaron con creces.

Es sumamente callado, actitud obviamente consecuente de su propia historia. Cabe decir que nunca se dignará a pedir nada, pues siente incluso un leve atisbo de vergüenza, como si realmente le molestase el hecho de que alguien pueda ayudarle. Por ello siempre intenta salir de sus problemas solo y tratará de forma un tanto desagradable a quien sea que intente entrometerse, aunque sus intenciones sean las más puras del mundo, no le importa, el caso es que es su problema y, en consecuencia, necesita de su solución, no de soluciones ajenas, por muy efectivas que puedan resultar.

No es aun así nada soberbio, es más, sabe admitir cuando alguien le ha superado en el ámbito que sea, sin dedicarse a esbozar un mal gesto siquiera. Considera que cada persona tiene su don, sus habilidades y que, si bien pueda creerse el mejor, siempre cabe la posibilidad de que pueda haber alguien que te supere, que te baje los pies al suelo y que te demuestre que, al fin y al cabo, no representas la perfección en lo que consideras tu hobby, pues que se te de bien no significa que seas directamente perfecto.

HISTORIA

A Jouko Järveläinen siempre le fue mal, desde el principio de sus malditos días. La vida le cogía del cuello de la camisa, le daba unos cuantos guantazos, y le tiraba el suelo; esperando a que se levantara para pegarle otra vez. Era una de esas personas a las que se les considera desgraciadas por naturaleza, portadoras de la mala suerte que se ven obligados a quedarse. Y mira que hubo veces que intentó deshacerse de aquella.

Dicha desgracia se desató una tarde de enero, gélida como ninguna, en algún rincón perdido de Finlandia. Su madre, adicta hasta la médula a la cocaína, se quejaba constantemente de tener que parir a un niño; por ella, podrían tirarlo por un barranco nada más saliera de sus entrañas, y no sentiría ninguna pena, absolutamente ninguna. Su padre, mucho más amable, consideraba que la idea de vender al chiquillo y sacarse una cuanta pasta les vendría de lujo; porque la idea de quedarse al niño y criarlo como supuestamente debían no entraba en la cabeza de aquellos. Ganó el padre, como era de esperar, pues aquello de matar a un recién nacido no era precisamente conveniente para la familia; sobretodo cuando la autoridad ya tenía el ojo puesto en ellos por diversos chanchullos.

Así que el niño acabó en manos de una familia rica de París que pasaba por allí por asuntos de negocios. Por cortesía, y para que el niño no perdiera sus raíces, decidieron darle algún nombre finlandés, el cual acabó siendo "Jouko". Como apellido, conservó el de sus despreciables padres biológicos; a pesar de que aquellos parisinos le habían comprado y le daban ciertos mimos, tampoco lo consideraban su propio hijo, sino más bien una clase de juguete u objeto de exposición, de ahí que se negasen rotundamente a darle su apellido. Además, ¿y si resultaba ser un niño con alguna clase de trastorno o semejantes? Si tuviera su apellido, eso daría mala fama a la rica familia.

La gracia es que, con el tiempo, desarrolló ese trastorno al que tanto temían. Tampoco fue algo inesperado, de todas maneras; aquellos padres adoptivos tendían a dejarle completamente solo en la enorme mansión que poseían y, en algunas ocasiones, decidían que sería buena idea maltratar a aquel infante que, poco a poco, se convertía en adolescente. Así que acabó por aislarse y reaccionar de manera explosiva a todo lo que se le decía; además, avergonzado de su propia historia, mentía sobre sus dos familias -aunque tampoco es que supiera mucho de la primera-. Al final, él mismo se tragó su propia mentira, y comenzó a vivir en un mundo de fantasía.

Hasta que conoció a alguien que pudo sacarle. Un chico, más o menos de su edad. Fue el salvador que estuvo esperando durante años, lo consideró nada más verle. Así que comenzaron una relación, simple amistad, en un principio. A veces, les daba por meterse en problemas por simple gusto y, con frecuencia, salían con algún moratón de ellos; pero eran felices así, Jouko era feliz así, evadiéndose del mundo de riqueza y perfección en el que vivía y metiéndose de lleno en algo totalmente diferente. La relación evolucionó, por supuesto; aunque quizás la dejaron evolucionar de más, pues, con el tiempo, Jouko se enamoró de él; y el sentimiento era mutuo.

Así que acabaron saliendo, a escondidas de sus familias. No es que la homosexualidad fuera un tema realmente bien visto, sobretodo si sus parientes se trataban de católicos algo radicales. Sin embargo, les gustaba esconderse, les hacía sentir una adrenalina mayor a aquella que surgía cuando se metían en problemas; era una sensación fantástica, algo de emoción en sus vidas. Hasta que los pillaron o, mejor dicho, pillaron a Jouko.

Sus padres adoptivos, cansados de él en general, decidieron darle una buena reprimenda. Empezó como una simple discusión, por supuesto, pero pasó a las manos y, después, ocurrió la desgracia. Su padre, preso de la ira, considerándole fruto del mismísimo Satán, decidió regalarle a la nuca del chico un bonito jarrón con una fuerza considerable como para hacerle perder la consciencia. Y la vida.

Escondieron el cadáver y, mediante unos cuantos chanchullos, nunca se llegó a saber nada. Nadie parecía recordar la existencia de Jouko excepto aquel chico al que una vez conoció. Chico que no sabía que Jouko está muerto. Como cual historia romántica, Jouko se sentía tan vinculado a aquel tipo que, si bien su cuerpo perdió la vida, su espíritu seguía vagando por ahí. Le aterrorizaba la idea de ser un fantasma, le parecía perturbador en todos los sentidos; pensar en que podía proteger a aquel chico que una vez conoció en la distancia era lo único que podía consolarle. Y lo sigue haciendo.