AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
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Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Como desde hace mucho tiempo, tuve que esperar hasta que el sol desapareciera del cielo para poder salir a la calle de mi nueva ciudad, de nuestro nuevo hogar. Me iba dejando a Arya completamente despierta en el salón de la casa, seguramente esperando con impaciencia. Hacía años que no estaba en París, así que prefería ir yo solo a investigar la zona, ubicar lo nuevo y reconocer lo antiguo para poder llevar a la pequeña a dar una vuelta. Las únicas horas que me podía permitir salir eran las previas al crepúsculo. Muy pocas veces había salido demasiado tarde con la pequeña, y era cuestión de tiempo de que ella misma se impusiera y me pidiera ir a dar un paseo por estas calles. Ayer me había salido de caza, por lo tanto podía caminar tranquilamente entre la multitud de París sin la necesidad de alimentarme, aunque la sed siempre estaba presente.
Algunas personas se detenían para observarme, tal vez notaban algo raro en mi persona. Algunos humanos tenía el sentido de la supervivencia más desarrollados que otros, seguramente todos sus instintos les gritaban que salieran de allí, que no me miraran demasiado, que deberían correr. Casi tenía trescientos años, y eso no iba a cambiar en absoluto estaba seguro. Otra posibilidad, y la más probable, es que llamara la atención por mis ropajes caros que desde hace años me había acostumbrado a usar. El traje de color gris a juego con los zapatos y el sombrero de copa. Los que estaban al día seguramente sabrían a la perfección de que era nuevo en el vecindario y era cuestión de tiempo que alguien quisiera darme la bienvenida o simplemente comenzar a levantar rumores y cotilleos sobre mi persona. En pleno viaje a Francia había decidido que era el momento adecuado para decir que Arya era mi hermana pequeña y que nuestros padres habían fallecido en un horrible accidente. Mientras que la criatura aparentaba tener unos cuatro o cinco años podía decir que era mi hija, pero ahora, aparentando siete no podía decirlo. Cara a los humanos sería mi hermana pequeña, cara al mundo de las sombras y dentro de mi casa sería y seguirá siendo mi hija.
Y los caprichos, totalmente animados y creados por mí, de la niña habían hecho que saliera del hogar para ir directamente a la biblioteca para coger prestado algún libro. No tardé demasiado en localizarla, la ubicación era la misma no obstante podía recordar que antiguamente el edificio era la mitad de lo que es ahora. Al entrar pude leer a la tinta, papel viejo y madera. Todo aquello era el olor a biblioteca. Fui directo a la sección de cuentos, dejando la chaqueta, el sombrero y el bastón en la mesa cercana. Saqué del bolsillo del chaleco gris un reloj de bolsillo de oro blanco, me gustaba más la plata pero ese material era molesto, para mirar cuanto tiempo tenía. Me sumergí en la búsqueda de un libro para una muchacha de catorce años, aunque Arya aparentaba siete.
Algunas personas se detenían para observarme, tal vez notaban algo raro en mi persona. Algunos humanos tenía el sentido de la supervivencia más desarrollados que otros, seguramente todos sus instintos les gritaban que salieran de allí, que no me miraran demasiado, que deberían correr. Casi tenía trescientos años, y eso no iba a cambiar en absoluto estaba seguro. Otra posibilidad, y la más probable, es que llamara la atención por mis ropajes caros que desde hace años me había acostumbrado a usar. El traje de color gris a juego con los zapatos y el sombrero de copa. Los que estaban al día seguramente sabrían a la perfección de que era nuevo en el vecindario y era cuestión de tiempo que alguien quisiera darme la bienvenida o simplemente comenzar a levantar rumores y cotilleos sobre mi persona. En pleno viaje a Francia había decidido que era el momento adecuado para decir que Arya era mi hermana pequeña y que nuestros padres habían fallecido en un horrible accidente. Mientras que la criatura aparentaba tener unos cuatro o cinco años podía decir que era mi hija, pero ahora, aparentando siete no podía decirlo. Cara a los humanos sería mi hermana pequeña, cara al mundo de las sombras y dentro de mi casa sería y seguirá siendo mi hija.
Y los caprichos, totalmente animados y creados por mí, de la niña habían hecho que saliera del hogar para ir directamente a la biblioteca para coger prestado algún libro. No tardé demasiado en localizarla, la ubicación era la misma no obstante podía recordar que antiguamente el edificio era la mitad de lo que es ahora. Al entrar pude leer a la tinta, papel viejo y madera. Todo aquello era el olor a biblioteca. Fui directo a la sección de cuentos, dejando la chaqueta, el sombrero y el bastón en la mesa cercana. Saqué del bolsillo del chaleco gris un reloj de bolsillo de oro blanco, me gustaba más la plata pero ese material era molesto, para mirar cuanto tiempo tenía. Me sumergí en la búsqueda de un libro para una muchacha de catorce años, aunque Arya aparentaba siete.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Esa noche particularmente estaba sola. Sin embargo no era una razón de peso para que su jovialidad no dejara de resaltar a la luz. Caminó por las calles apenas cobijada para que el mal tiempo no le tomara por sorpresa. En su recorrido admiró con detenimiento los contornos de aquellos hogares cálidos, donde una chimenea humeante era el centro de atención para que los familiares se reunieran en breves charlas. Historias, cuentos, fabulas. Esas palabras venían a su mente inquieta cuando era testigo de dichas escenas. Se veía como protagonista de dichos relatos, viajando de un lugar a otro o dando conciertos frente a un centenar de personas. Suspiró sin soltar ese sueño que aún se mantenía fresco en su mente.
Se despojó de cada miedo y rencor, simplemente se dedicó a caminar volviéndose una con la multitud que disfrutaba de un paseo antes que la noche cayera por completo sobre la ciudad. ¿Cuánto tiempo duraría esa tranquilidad? No estaba segura, desconocía muchas cosas, pero eso no era un impedimento para que su hambre de conocimiento le empujara a seguir aprendiendo cosas nuevas. Un par de sonrisas por parte de extraños bien vestidos que pasaron a un lado suyo, sorprendidos quizás por la forma en la que ella caminaba, tan despreocupada por lo que el futuro le deparase.
El bullicio parisino poco a poco cedía. Las corrientes de aire frio empezaban a recorrer y le obligaron a avanzar de forma más apresurada buscar cobijo de forma provisional en algún edificio. Entre una calle y otra se vio repentinamente frente a las enormes puertas de la biblioteca. Aunque no sabía identificar lo que las gigantescas letras le decían se sintió extrañamente atraída por refugiarse en aquel sitio. Con la gracia y la habilidad que le caracterizaba, aprovechó un momento de descuido por parte del vigilante, colándose de este modo en su interior. Avanzaba de puntillas tratando de hacer el menor ruido posible, una vez ubicada en uno de los pasillos abrió los brazos como entregándose a los aromas y la atmosfera de paz que se vivía ahí.
El olor a madera húmeda y las tonalidades de los forros en algunos cuadernos y empastados le maravillaron los ojos. Sonrió curiosa y se aproximó a uno de los estantes. Sus dedos níveos pasaron por cada tomo, la mirada era incauta, reflejaba el deseo ferviente de aprender de esos relatos ocultos en cada página. Al fondo del pasaje tomó un ejemplar, lo abrió para aspirar el aroma, lo cual solo le produjo una sensación de libertad aunque contradictoriamente se encontrara en un lugar cerrado. Continuo su caminata sin dejar de ver las ilustraciones del mismo, esa distracción que tenía arraigada desde pequeña le provocó chocar ligeramente con la figura de un caballero, se apresuró a levantar el tomo que accidentalmente cayó de sus manos con el temor de que le hubiesen descubierto.
Se despojó de cada miedo y rencor, simplemente se dedicó a caminar volviéndose una con la multitud que disfrutaba de un paseo antes que la noche cayera por completo sobre la ciudad. ¿Cuánto tiempo duraría esa tranquilidad? No estaba segura, desconocía muchas cosas, pero eso no era un impedimento para que su hambre de conocimiento le empujara a seguir aprendiendo cosas nuevas. Un par de sonrisas por parte de extraños bien vestidos que pasaron a un lado suyo, sorprendidos quizás por la forma en la que ella caminaba, tan despreocupada por lo que el futuro le deparase.
El bullicio parisino poco a poco cedía. Las corrientes de aire frio empezaban a recorrer y le obligaron a avanzar de forma más apresurada buscar cobijo de forma provisional en algún edificio. Entre una calle y otra se vio repentinamente frente a las enormes puertas de la biblioteca. Aunque no sabía identificar lo que las gigantescas letras le decían se sintió extrañamente atraída por refugiarse en aquel sitio. Con la gracia y la habilidad que le caracterizaba, aprovechó un momento de descuido por parte del vigilante, colándose de este modo en su interior. Avanzaba de puntillas tratando de hacer el menor ruido posible, una vez ubicada en uno de los pasillos abrió los brazos como entregándose a los aromas y la atmosfera de paz que se vivía ahí.
El olor a madera húmeda y las tonalidades de los forros en algunos cuadernos y empastados le maravillaron los ojos. Sonrió curiosa y se aproximó a uno de los estantes. Sus dedos níveos pasaron por cada tomo, la mirada era incauta, reflejaba el deseo ferviente de aprender de esos relatos ocultos en cada página. Al fondo del pasaje tomó un ejemplar, lo abrió para aspirar el aroma, lo cual solo le produjo una sensación de libertad aunque contradictoriamente se encontrara en un lugar cerrado. Continuo su caminata sin dejar de ver las ilustraciones del mismo, esa distracción que tenía arraigada desde pequeña le provocó chocar ligeramente con la figura de un caballero, se apresuró a levantar el tomo que accidentalmente cayó de sus manos con el temor de que le hubiesen descubierto.
Suzette Vaillant- Humano Clase Baja
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Mientras que observaba todos los posibles cuentos me preguntaba si realmente debería llevarle un cuento de hadas como hasta el momento, o lo mejor sería llevarle otro tipo de lectura algo que podría interesarle más a la pequeña por su edad. Me pregunté si estaba en esa situación que todo padre temía, que de pronto su pequeña creciera y ya no lo necesitase más. En ese momento me cerré en banda, cualquiera no podría acceder a Arya, lo tenía bastante claro, tendría que pasar por encima de mí. Me negaba que mi hija estuviera con cualquiera y una parte de mí estaba entrando en pánico por si la pequeña ya le interesaría los chicos en un aspecto mucho más romántico. Yo empecé con quince años a interesarme por lo que había debajo de las faldas de las muchachas, era una edad normal. Estaba claro que las ideas cambiaban según la posición. Lo más probables es que si Arya fuera un niño no me preocuparía demasiado, pero al ser una niña me preocupaba el doble. Bajo mis ojos era demasiado pequeña, aunque yo no veía a una niña de siete años como aparentaba, sino como una muchacha de catorce años que podía mantener oculto tras de mí protegiéndola por un tiempo más. Sin embargo era inevitable que la muchacha creciera y se desarrollaba, bajo este punto de vista también pensaba en la posibilidad de que la pequeña trajera al mundo una criatura. Si eso pasaba, que esperaba dentro de mucho, mucho tiempo, yo me sentiría abuelo. Deseaba ser abuelo, pero no deseaba que mi hija estuviera pensando en los penes de los muchachos de su edad. Estaba bien sin tener pretendientes.
Una parte de mi mente era acosada por esos pensamientos, al mismo tiempo que observaba y seleccionaba una serie de libros. Puede que tuviera unos cuantos entre mis manos, no obstante mi hija se los acabaría enseguida. Sin más noté como alguien chocaba conmigo, y después un sonido sordo contra el suelo a pesar de haber visto a la perfección como el objeto caí al suelo antes de que lo tocara. Me había acostumbrado a no usar mis reflejos delante de la gente, solo soltándome con aquellas personas de confianza y allí no había ninguna. Escuché a la perfección el martilleo del corazón, el movimiento de sus venas debajo de la piel. Sentí la sed al mismo tiempo que la ignoraba.
-¿Se encuentra bien? -le pregunté dejando mis libros encima de la mesa cercana antes de agacharme para recoger el libro que se le había caído a la muchacha. Chocar conmigo no tendría que haber sido algo agradable que digamos. Levanté el volumen del suelo, y se lo tendí la joven, leyendo de paso el título del libro. -¿Le gusta Jane Austen? -pregunté mirando el libro que se le había caído a la joven, titulado Sentido y sensibilidad. Solo había leído un par de obras de Austen.
Una parte de mi mente era acosada por esos pensamientos, al mismo tiempo que observaba y seleccionaba una serie de libros. Puede que tuviera unos cuantos entre mis manos, no obstante mi hija se los acabaría enseguida. Sin más noté como alguien chocaba conmigo, y después un sonido sordo contra el suelo a pesar de haber visto a la perfección como el objeto caí al suelo antes de que lo tocara. Me había acostumbrado a no usar mis reflejos delante de la gente, solo soltándome con aquellas personas de confianza y allí no había ninguna. Escuché a la perfección el martilleo del corazón, el movimiento de sus venas debajo de la piel. Sentí la sed al mismo tiempo que la ignoraba.
-¿Se encuentra bien? -le pregunté dejando mis libros encima de la mesa cercana antes de agacharme para recoger el libro que se le había caído a la muchacha. Chocar conmigo no tendría que haber sido algo agradable que digamos. Levanté el volumen del suelo, y se lo tendí la joven, leyendo de paso el título del libro. -¿Le gusta Jane Austen? -pregunté mirando el libro que se le había caído a la joven, titulado Sentido y sensibilidad. Solo había leído un par de obras de Austen.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
No supe que decir ante tal pregunta, porque no sabía ni siquiera a quien o qué cosa se estaba refiriendo. Estaba más nerviosa por el simple hecho de no ser descubierta y ser echada a patadas de ahí, que de la misma presencia del caballero delante mío. Traté de decir algo, de defender lo indefendible (mi ignorancia) mas no pude articular palabra. Sentía que los dientes chocaban unos contra otros, como cuando el miedo se apodera de tu persona y la sangre se hiela.
Estaba segura que en el primer instante en que abriera la boca, el hombre se daría cuenta de mi confición, considerándome una ladronzuela, llamaría a la encargada y ésta a su vez a la policía. Estaría perdida si no actuaba rápido aunque... Ser sincera siempre era la mejor arma contra todo. Si intentara explicar, tal vez las cosas se arreglarían y yo pudiera escapar de ahí sin mi preciado tesoro, claro, pero limpia de cualquier cargo de conciencia; aunque si lo pensaba fríamente, no estaba haciendo nada malo, simplemente queria sentir la cubierta de un libro entre mis manos, olerlo, descubrir sus secretos ¡todos y cada uno de ellos! ¡Vivir a través de sus páginas! Vivir una vida que jamás podría obtener ni en mis más profundos sueños mágicos.
-Yo... Yo...- pasó saliva- No...Yo, ya lo he...leído. Lo llevaba a casa para mostrarlo a mis padres.
Odiaba la mentira tanto como cualquier otra cosa, pero el orgullo me mantenía en pie de lucha. Odiaba, si, odiaba con todas sus fuerzas no saber leer y escribir. Pero aquel momento de cobardía, iba mucho más allá de mis límites, me sentía sucia y decepcionada de mi misma.
-Lamento haberlo interrumpido, noble caballero. No volverá a ocurrir. - tomé nerviosamente el tomo, éste bailó entre mis dedos, queriéndose escapar de nuevo.
Estaba segura que en el primer instante en que abriera la boca, el hombre se daría cuenta de mi confición, considerándome una ladronzuela, llamaría a la encargada y ésta a su vez a la policía. Estaría perdida si no actuaba rápido aunque... Ser sincera siempre era la mejor arma contra todo. Si intentara explicar, tal vez las cosas se arreglarían y yo pudiera escapar de ahí sin mi preciado tesoro, claro, pero limpia de cualquier cargo de conciencia; aunque si lo pensaba fríamente, no estaba haciendo nada malo, simplemente queria sentir la cubierta de un libro entre mis manos, olerlo, descubrir sus secretos ¡todos y cada uno de ellos! ¡Vivir a través de sus páginas! Vivir una vida que jamás podría obtener ni en mis más profundos sueños mágicos.
-Yo... Yo...- pasó saliva- No...Yo, ya lo he...leído. Lo llevaba a casa para mostrarlo a mis padres.
Odiaba la mentira tanto como cualquier otra cosa, pero el orgullo me mantenía en pie de lucha. Odiaba, si, odiaba con todas sus fuerzas no saber leer y escribir. Pero aquel momento de cobardía, iba mucho más allá de mis límites, me sentía sucia y decepcionada de mi misma.
-Lamento haberlo interrumpido, noble caballero. No volverá a ocurrir. - tomé nerviosamente el tomo, éste bailó entre mis dedos, queriéndose escapar de nuevo.
Suzette Vaillant- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/08/2015
Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
A cada segundo que pasaba la chica parecía más nervioso, y eso de manera inconsciente me ponía más nervioso a mí. La muchacha no era consciente de que podía escuchar todo su maldito cuerpo actuar delante de mí. Un ligero temblor, el corazón latiéndole a mil por hora viendo como las venas de su cuello actuaban por si solas moviéndose al ritmo de uno de sus órganos vitales… No sabía, no era consciente de cómo se me hacía la boca agua escuchando todas aquellas alteraciones. Es cierto que no iba atacarla, pero la sed siempre estaría presente y que su cuerpo reaccionara de ese modo no ayudaba a olvidar cual era mi naturaleza.
Esperé pacientemente a que cogiera el libro y contestara a mi pregunta, tragó saliva antes de hacerlo y eso me pareció raro. Estaba acostumbrado a rarezas, cierto, pero aquello me ponía los pelos de punto. Casi podía sentir el miedo dándole sabor a su sangre. Analizaba cada movimiento que la muchacha hacía, y cada cosa que decía. Fruncí el ceño extrañado cuando comenzó a balbucear. Era alguien que solía poner nerviosas a las chica, pero muy pocas veces les causaba pavor, por lo menos la primera vez que nos veíamos.
-¿Se encuentra bien? –le volví a preguntar, y lo segundo que opté fue por comentar por su respuesta. – Supuse que ya se lo había leído, por eso le he preguntado que si le gusta la autora. –le recordé, hablando algo más suave para que la chica comprendiera lo que le estaba preguntando. No es que pusiera en duda su inteligencia, pero en aquel estado si que ponía en duda su capacidad de atención a todo aquello que no fuera huir. Acto seguido, se disculpó conmigo y tomando el tomo entre sus manos, aunque estaba apunto caer de nuevo. Sujeté el libro nuevamente. -¿De qué tiene tanto miedo? No suelo morder. –eso si que era una mentira demasiado grande.-Y tampoco creo que sea tan feo para causar pavor. –le dije con una sonrisa para tranquilizarla, una que no mostraba mis colmillos.
Esperé pacientemente a que cogiera el libro y contestara a mi pregunta, tragó saliva antes de hacerlo y eso me pareció raro. Estaba acostumbrado a rarezas, cierto, pero aquello me ponía los pelos de punto. Casi podía sentir el miedo dándole sabor a su sangre. Analizaba cada movimiento que la muchacha hacía, y cada cosa que decía. Fruncí el ceño extrañado cuando comenzó a balbucear. Era alguien que solía poner nerviosas a las chica, pero muy pocas veces les causaba pavor, por lo menos la primera vez que nos veíamos.
-¿Se encuentra bien? –le volví a preguntar, y lo segundo que opté fue por comentar por su respuesta. – Supuse que ya se lo había leído, por eso le he preguntado que si le gusta la autora. –le recordé, hablando algo más suave para que la chica comprendiera lo que le estaba preguntando. No es que pusiera en duda su inteligencia, pero en aquel estado si que ponía en duda su capacidad de atención a todo aquello que no fuera huir. Acto seguido, se disculpó conmigo y tomando el tomo entre sus manos, aunque estaba apunto caer de nuevo. Sujeté el libro nuevamente. -¿De qué tiene tanto miedo? No suelo morder. –eso si que era una mentira demasiado grande.-Y tampoco creo que sea tan feo para causar pavor. –le dije con una sonrisa para tranquilizarla, una que no mostraba mis colmillos.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Estaba apunto de responder a sus preguntas cuando la encargada de la biblioteca se acercaba hacia nosotros con su acostumbrado lento andar; las manos por detrás de la espalda, las gafas puestas sobre el tabique de su nariz y el ceño fruncido mientras me observaba con desprecio. Me daba mucho miedo y no era la primera vez que me enfrentaba a ella desde una moderada distancia, pero estaba segura de que ya me estaba vigilando apenas puse un pie dentro. ¿Acaso querer saber lo que contenían esas maravillosas páginas era pecado? Eran esa clase de cosas las que me molestaban por ser una mujer pobre. El no tener derecho a nada, incluída la educación. Siempre pisoteada, siempre despreciada, menospreciada.
Bajé la mirada una vez más mientras mi corazón latía con suma rapidéz. Una parte de mi cabello - que llevaba suelto - cayó hacia una de mis mejillas, ocultando parte de mi rostro. La mujer se detuvo un momento a nuestro lado. Nos observó, musitó algo ininteligible, pero continuó con su andar, haciendo que sus pasos hiciesen eco.
-Ella me da...miedo - respondí con sinceridad y soltura- No es la primera vez que me pilla...Quiero decir - traté de corregir mi error - Parece que no le agrado. - apreté el libro contra mi pecho.- No tiene nada que ver con usted, caballero. Ha sido usted muy amable - esbocé una ligera sonrisa. - Le agradezco su atención. -Fui subiendo lentamente la mirada para encontrarme con sus ojos. El era muy alto.
Bajé la mirada una vez más mientras mi corazón latía con suma rapidéz. Una parte de mi cabello - que llevaba suelto - cayó hacia una de mis mejillas, ocultando parte de mi rostro. La mujer se detuvo un momento a nuestro lado. Nos observó, musitó algo ininteligible, pero continuó con su andar, haciendo que sus pasos hiciesen eco.
-Ella me da...miedo - respondí con sinceridad y soltura- No es la primera vez que me pilla...Quiero decir - traté de corregir mi error - Parece que no le agrado. - apreté el libro contra mi pecho.- No tiene nada que ver con usted, caballero. Ha sido usted muy amable - esbocé una ligera sonrisa. - Le agradezco su atención. -Fui subiendo lentamente la mirada para encontrarme con sus ojos. El era muy alto.
Última edición por Suzette Vaillant el Jue Feb 18, 2016 11:21 am, editado 1 vez
Suzette Vaillant- Humano Clase Baja
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Esperé que a que contestara a mis preguntas, y justo cuando tuvo esa intención se percató de una presencia más. Yo ya me había dado cuenta, pero la ignoré por completo. Percatarme de la llegada de alguien que estaba al otro lado de la biblioteca no resultaba del todo humano. Por lo que seguí su mirada cuando ella se dio cuenta de la otra persona.
Al mirar vi a una mujer que se acercaba a nosotros, con las manos por detrás de la espalda, unas gafas sobre el tabique nasal y el ceño fruncido mientras observaba a mi acompañante. Su cabello cano se mantenía en su sitio gracias a un moño en la nuca, podía pasar un vendaval que no se le saldría ni un solo pelo de su sitio. A mí ya me conocía, solía pasar bastante tiempo allí dentro, incluso había traído a mi hija. Aunque todos los humanos pensaban que era mi hermana, era mucho más seguro de aquella manera. Los únicos mortales que sabían la verdad era los trabajadores de mi hogar.
La chica levantó el rostro para mirarme directamente, yo bajé el mío para mirarla a los ojos después de escuchar lo que decía. No se me pasó por alto esa pequeña corrección, la miré con un brillo suspicaz en mis ojos pero no hice ningún comentario más.
-No te preocupes, yo me encargó de ella. -le aseguré en voz baja para que ella solo pudiera escucharme. Justo en ese momento apareció la mujer, preguntándome si la muchacha me estaba molestando mientras que le dedicaba una mirada desagradable a la chica. Negué con la cabeza. -No se preocupe, es mi ayudante. -la mujer me miró sorprendida por lo que acababa decir. -No sabe la mano que tiene para los enfermos, además, su bonito rostro hace que todos se queden mucho más tranquilos en sus malos momentos. -la mujer sabía que mi profesión era doctor, así que se quedó algo confusa pero satisfecha o no con mi respuesta dio media vuelta y se fue tras recibir una sonrisa encantadora de mi parte.
-Creo que si estás conmigo no te va a molestar más. -miré a la mujer que parecía confusa. -La verdad, es que dudo mucho que vuelvas a tener problema con ella. Cada vez que te vea pensará que estás aquí por un recado mío.
Al mirar vi a una mujer que se acercaba a nosotros, con las manos por detrás de la espalda, unas gafas sobre el tabique nasal y el ceño fruncido mientras observaba a mi acompañante. Su cabello cano se mantenía en su sitio gracias a un moño en la nuca, podía pasar un vendaval que no se le saldría ni un solo pelo de su sitio. A mí ya me conocía, solía pasar bastante tiempo allí dentro, incluso había traído a mi hija. Aunque todos los humanos pensaban que era mi hermana, era mucho más seguro de aquella manera. Los únicos mortales que sabían la verdad era los trabajadores de mi hogar.
La chica levantó el rostro para mirarme directamente, yo bajé el mío para mirarla a los ojos después de escuchar lo que decía. No se me pasó por alto esa pequeña corrección, la miré con un brillo suspicaz en mis ojos pero no hice ningún comentario más.
-No te preocupes, yo me encargó de ella. -le aseguré en voz baja para que ella solo pudiera escucharme. Justo en ese momento apareció la mujer, preguntándome si la muchacha me estaba molestando mientras que le dedicaba una mirada desagradable a la chica. Negué con la cabeza. -No se preocupe, es mi ayudante. -la mujer me miró sorprendida por lo que acababa decir. -No sabe la mano que tiene para los enfermos, además, su bonito rostro hace que todos se queden mucho más tranquilos en sus malos momentos. -la mujer sabía que mi profesión era doctor, así que se quedó algo confusa pero satisfecha o no con mi respuesta dio media vuelta y se fue tras recibir una sonrisa encantadora de mi parte.
-Creo que si estás conmigo no te va a molestar más. -miré a la mujer que parecía confusa. -La verdad, es que dudo mucho que vuelvas a tener problema con ella. Cada vez que te vea pensará que estás aquí por un recado mío.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Los libros suelen contar verdades [Suzette Vaillant]
Estaba completamente paralizada. La bibliotecaria volvió hacia nosotros, ésta vez, para referirse al caballero. Sentía su mirada sobre mi espalda, como si fuese un filoso cuchillo enterrándose en mi cuerpo. Apreté aún más el libro y cerré los ojos. Ahora sí que estaba perdida. Me echarían a la calle en el mejor de los casos o la policía vendría por mí, como si fuese una delincuente. Cualquier posibilidad me abrumaba, puesto que al abrir mis ojos, algunos lectores observaban la escena desde sus respectivos asientos. Los que iban en pareja cuchicheaban entre sí, observándome con asco.
Más todas mis dudas se disiparon en el acto. El caballero había hablado con soltura y determinación. Apoyándome y convirtiéndose en mi salvador en aquel instante. Mis ojos se inundaron por un segundo, en agradecimiento por su noble gesto, pues nunca nadie había hecho algo tan honrroso hacia mi persona.
La mujer creyó cada una de sus palabra y se retiró lentamente. Por fin pude respirar con alivio.
-Muchas gracias monsieur- realicé una pequeña reverencia sin atreverme a mirarle nuevamente. Ahora daba por supuesto que él sabría mi condición, sabría que había dicho una gran mentira y ésto me hacía sentir aún más avergonzada que antes. -La verdad es que... -debía ser sincera y corresponder su atención de la manera más educada posible-: Es que yo no sé leer. Yo..., me gusta venir y observar los dibujos.
Tamborileé a cubierta del libro con los dedos de mi mano izquierda. Estaba muy nerviosa. ¿Qué iba a pensar de mí? Hacía unos momentos había comentado que tenía un rostro bonito, ahora quizás pensase que era simplemente una gran mentirosa.
Más todas mis dudas se disiparon en el acto. El caballero había hablado con soltura y determinación. Apoyándome y convirtiéndose en mi salvador en aquel instante. Mis ojos se inundaron por un segundo, en agradecimiento por su noble gesto, pues nunca nadie había hecho algo tan honrroso hacia mi persona.
La mujer creyó cada una de sus palabra y se retiró lentamente. Por fin pude respirar con alivio.
-Muchas gracias monsieur- realicé una pequeña reverencia sin atreverme a mirarle nuevamente. Ahora daba por supuesto que él sabría mi condición, sabría que había dicho una gran mentira y ésto me hacía sentir aún más avergonzada que antes. -La verdad es que... -debía ser sincera y corresponder su atención de la manera más educada posible-: Es que yo no sé leer. Yo..., me gusta venir y observar los dibujos.
Tamborileé a cubierta del libro con los dedos de mi mano izquierda. Estaba muy nerviosa. ¿Qué iba a pensar de mí? Hacía unos momentos había comentado que tenía un rostro bonito, ahora quizás pensase que era simplemente una gran mentirosa.
Suzette Vaillant- Humano Clase Baja
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