AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
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Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
La vida había cambiado para Bianca de una manera impresionante de un año hasta la fecha. La que había tenido que dedicarse a la prostitución para salir adelante, ahora era la dueña de un club en el que se reunía la élite social. Gracias a sus encuentros con importantes y reconocidos hombres de negocios, con personalidades de la sociedad francesa y miembros de casas reales, la morena había sido capaz de recaudar el dinero suficiente para abrir aquel negocio. "El jardín de las delicias" era ahora un club de moda para gente pudiente en el que no había nada prohibido, disfrutaba así del nivel de vida que siempre había deseado, pasando a formar parte de la clase alta parisina. Su poder iba en aumento y sus contactos eran cada vez más y de mayor influencia. Fue hablando con uno de sus clientes, el doctor que le atendió en su parto, como descubrió la verdad de aquella historia que creía enterrada.
Hacía cosa de dos años había comenzado una relación con uno de los empresarios textiles más importantes de Europa, primero los encuentros se limitaron a un ámbito sexual ya que Bianca se dedicaba a ello, pero poco a poco la relación se volvió más intensa y personal por lo que esta dejó su trabajo. Era consciente de que Michael estaba casado y por lo tanto mantener encuentros públicos no era una opción, por lo que se limitaban a verse en sus respectivos hogares cuando era posible, en el despacho del magnate o en habitaciones de hotel. Las mentiras y falsas promesas eran miel para los oídos de una enamorada Bianca, que cuando se quedó embaraza creyó leer emoción en los ojos de su compañero. Durante esos nueve meses se mantuvo a su lado, prometiendo siempre romper la relación son su actual mujer cuando naciera el bebé. La realidad era otra. Cuando finalmente Bianca dio a luz, tanto el médico que le atendió en el parto como Michael, le dijeron que la niña había nacido muerta y para evitarle el trauma era mejor que no la viera. Así fue como todo acabó. Sin saber muy bien cómo, de golpe se encontraba sin su hija, sin pareja y sin nada a lo que aferrarse. Aquel cabrón había jugado con ella y no lo había visto venir.
Pero ahora, gracias al alcohol y al poder que volvía a tener sobre sí misma y sobre los hombres había descubierto todo. Michael no podía permitirse un escándalo, y si un divorcio en sí mismo ya lo sería, que la prensa supiera que había mantenido una relación tan larga y fructífera con Bianca -que había tenido como resultado aquella niña- podría ser la tumba social para él. Por lo que había sobornado al médico para hacerla creer la muerte de la pequeña recién nacida, habiéndola dado en adopción en el mismo momento en que nació. La ira corría por su cuerpo, notaba el veneno aumentar en su interior y su lado viperino demasiado activado como para pensar con claridad. Dejó el local a cargo de uno de sus empleados y se fue a casa. Su mente no hacía más que trabajar, ¿dónde estaba ahora su hija? ¿cómo podía encontrarla? ¿y cómo podía vengarse del hombre que tanto mal le había causado? Solo tenía una idea en la cabeza y era matarle por lo que se tomó la noche para calmarse o al menos intentarlo. Acabó por desechar aquella idea, al menos por el momento, necesitaba saber donde estaba su hija y Michael era el único que podía darle aquella información.
La mañana llegó y con ella las órdenes de Bianca a sus sirvientes. El coche debía estar listo en la puerta lo antes posible y sus criadas debían maquillarla y vestirla adecuadamente. Sabía que el punto débil de Michael eran las mujeres hermosas y ella lo era, le haría desearla de nuevo, le haría sufrir simplemente con su presencia. Antes de salir de casa dio un repaso al reflejo que le devolvía el espejo y sonrió. Una vez segura se dirigió a su destino, la oficina de Michael. Sabía perfectamente dónde se encontraba y cómo llegar al despacho, lo difícil sería conseguir que le permitieran el paso sin tener una cita con él, por lo que sus pasos rápidos se adelantaron a los del hombre que estaba encargado de anunciar las visitas al empresario. - Voy a hablar con el Sr. Corvinus te guste o no, así que lárgate o armaré tal espectáculo que volverá a despertar la atención de la prensa - siseó por encima del hombro cuando notó la mano del hombre de seguridad aferrada a su brazo. Aquellas palabras y la mirada gélida de la morena bastaron para que él aflojara el agarre y ella pudiera entrar en aquella habitación que tan bien conocía.
Las miradas azules de ambos volvieron a cruzarse más de un año después. Aquel maldito bastardo seguía teniendo ese porte altivo y varonil que consiguió cegar a Bianca. Cerró el seguro de la puerta que tenía a su espalda bloqueando así el paso a nadie que quisiera entrar estando ella allí. - Hola Mickey - saludó mientras sus pasos se dirigían hacia el escritorio tras el que se encontraba él. Acarició la mesa de caoba rodeándola hasta acabar al lado de Michael sin apartar los ojos de los ajenos. - ¿Dónde está mi hija maldito hijo de puta? - fue en ese momento en que el tono de la mujer se volvió amenazador y peligroso así como sus ojos centelleaban. El odio que albergaba en su interior era inmenso y él muy bien sabía lo peligrosa que podía llegar a ser. La víbora estaba a punto de escupir todo el veneno sobre él.
Hacía cosa de dos años había comenzado una relación con uno de los empresarios textiles más importantes de Europa, primero los encuentros se limitaron a un ámbito sexual ya que Bianca se dedicaba a ello, pero poco a poco la relación se volvió más intensa y personal por lo que esta dejó su trabajo. Era consciente de que Michael estaba casado y por lo tanto mantener encuentros públicos no era una opción, por lo que se limitaban a verse en sus respectivos hogares cuando era posible, en el despacho del magnate o en habitaciones de hotel. Las mentiras y falsas promesas eran miel para los oídos de una enamorada Bianca, que cuando se quedó embaraza creyó leer emoción en los ojos de su compañero. Durante esos nueve meses se mantuvo a su lado, prometiendo siempre romper la relación son su actual mujer cuando naciera el bebé. La realidad era otra. Cuando finalmente Bianca dio a luz, tanto el médico que le atendió en el parto como Michael, le dijeron que la niña había nacido muerta y para evitarle el trauma era mejor que no la viera. Así fue como todo acabó. Sin saber muy bien cómo, de golpe se encontraba sin su hija, sin pareja y sin nada a lo que aferrarse. Aquel cabrón había jugado con ella y no lo había visto venir.
Pero ahora, gracias al alcohol y al poder que volvía a tener sobre sí misma y sobre los hombres había descubierto todo. Michael no podía permitirse un escándalo, y si un divorcio en sí mismo ya lo sería, que la prensa supiera que había mantenido una relación tan larga y fructífera con Bianca -que había tenido como resultado aquella niña- podría ser la tumba social para él. Por lo que había sobornado al médico para hacerla creer la muerte de la pequeña recién nacida, habiéndola dado en adopción en el mismo momento en que nació. La ira corría por su cuerpo, notaba el veneno aumentar en su interior y su lado viperino demasiado activado como para pensar con claridad. Dejó el local a cargo de uno de sus empleados y se fue a casa. Su mente no hacía más que trabajar, ¿dónde estaba ahora su hija? ¿cómo podía encontrarla? ¿y cómo podía vengarse del hombre que tanto mal le había causado? Solo tenía una idea en la cabeza y era matarle por lo que se tomó la noche para calmarse o al menos intentarlo. Acabó por desechar aquella idea, al menos por el momento, necesitaba saber donde estaba su hija y Michael era el único que podía darle aquella información.
La mañana llegó y con ella las órdenes de Bianca a sus sirvientes. El coche debía estar listo en la puerta lo antes posible y sus criadas debían maquillarla y vestirla adecuadamente. Sabía que el punto débil de Michael eran las mujeres hermosas y ella lo era, le haría desearla de nuevo, le haría sufrir simplemente con su presencia. Antes de salir de casa dio un repaso al reflejo que le devolvía el espejo y sonrió. Una vez segura se dirigió a su destino, la oficina de Michael. Sabía perfectamente dónde se encontraba y cómo llegar al despacho, lo difícil sería conseguir que le permitieran el paso sin tener una cita con él, por lo que sus pasos rápidos se adelantaron a los del hombre que estaba encargado de anunciar las visitas al empresario. - Voy a hablar con el Sr. Corvinus te guste o no, así que lárgate o armaré tal espectáculo que volverá a despertar la atención de la prensa - siseó por encima del hombro cuando notó la mano del hombre de seguridad aferrada a su brazo. Aquellas palabras y la mirada gélida de la morena bastaron para que él aflojara el agarre y ella pudiera entrar en aquella habitación que tan bien conocía.
Las miradas azules de ambos volvieron a cruzarse más de un año después. Aquel maldito bastardo seguía teniendo ese porte altivo y varonil que consiguió cegar a Bianca. Cerró el seguro de la puerta que tenía a su espalda bloqueando así el paso a nadie que quisiera entrar estando ella allí. - Hola Mickey - saludó mientras sus pasos se dirigían hacia el escritorio tras el que se encontraba él. Acarició la mesa de caoba rodeándola hasta acabar al lado de Michael sin apartar los ojos de los ajenos. - ¿Dónde está mi hija maldito hijo de puta? - fue en ese momento en que el tono de la mujer se volvió amenazador y peligroso así como sus ojos centelleaban. El odio que albergaba en su interior era inmenso y él muy bien sabía lo peligrosa que podía llegar a ser. La víbora estaba a punto de escupir todo el veneno sobre él.
Última edición por Bianca de Léance el Dom Sep 27, 2015 6:20 am, editado 1 vez
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
THE PAST IS NEVER WHERE YOU THINK YOU LEFT.
La demanda de divorcio se demoró bastante tiempo en llegar a él, pero finalmente la tuvo en sus manos. Michael, que sostenía el papel casi como si se tratara de una bomba que podía estallarle en cualquier momento en la cara, se fue a su despacho, cerró la puerta tras de sí para asegurarse de que no hubiera interrupciones y ocupó la silla detrás del escritorio para leerla detenidamente. Su mirada analizó concienzudamente cada línea y se detuvo específicamente donde se indicaba el motivo por el cual Naomi, su todavía esposa, le pedía la separación definitiva: causa con culpa. No se sorprendió, pero apretó la mandíbula como si deseara reprimir alguna palabrota. Desde luego, se le acusaba de adúltero. Aunque quisiera, Michael no tenía cómo defenderse. Había perdido todas sus armas en el momento en que decidió revolcarse con otra de sus amantes. No conforme con eso, más tonto aún, hacerlo precisamente en la oficina de su trabajo y olvidarse de ponerle llave a la puerta. Cualquiera pudo haber entrado y descubrirlo en tan bochornosa situación, pero casi por obra del destino, fue su esposa quien lo hizo. Ni cómo ayudarle.
Al ser él un hombre importante y reconocido, el suceso se volvió todo un escándalo. Nadie nada crédito a lo ocurrido. Fue tachado de inmoral y degenerado, y con justa razón. A Michael poco le importaba la opinión de la gente. Lo que sí le molestaba en demasía, era el hecho de que un asunto personal estuviera afectándole en lo profesional, y todo gracias a lo que se hablaba y escribía de él por ahí. La noticia había llegado a algunos posibles inversionistas, quienes conscientes de que no les convenía hacer tratos con un hombre de dudosa reputación, de última hora y casi habiendo cerrado el trato, de manera bastante abrupta habían desistido de hacer negocios con él, provocando la ira de Corvinus.
Para Michael, la verdadera culpable de todo aquello era Naomi. Resultaba bastante insensato de su parte que responsabilizara a quien menos culpa tenía en el asunto, no obstante, le recriminaba el hecho de haberlo hecho de dominio público. Si tan solo hubiera cerrado la maldita boca y manejado la situación como algo privado, nada de eso hubiera ocurrido. En cambio, se había dedicado a gritar a los cuatro vientos lo despreciable que era, casi como si se hubiera propuesto destruir la reputación de su marido. Conociéndola, seguramente así era. Naomi siempre había sido una buena esposa, pero definitivamente tenía su carácter; cuando algo realmente la hacía enojar, en lugar de deprimirse y culparse a sí misma por sus posibles errores, como solían hacer todas las esposas abnegadas, ella se volvía una arpía vengativa. Era una verdadera lástima que no hubiera engendrado hijos con Michael porque, seguramente, habría utilizado la situación a su favor. Quizá le habría sacado una jugosa cantidad de dinero con el pretexto de la pensión alimenticia. No porque le hiciera falta, solo por fastidiarlo.
Tenía treinta días para responder a la demanda de divorcio, ya fuera que firmara y diera por terminada la situación, o que se negara a hacerlo. Nada lo ataba a Naomi, así que seguramente terminaría firmando. Sin embargo, como buen hombre de negocios en extremo calculador, la mayoría del tiempo no tomaba decisiones a la ligera –a menos de que se tratara de mujeres-, y se tomaría el tiempo necesario para analizar la situación.
Guardó los documentos en uno de los cajones de su escritorio y luego se mantuvo inmóvil, pensativo, con las manos enlazadas bajo el mentón. Por un momento se perdió en sus propias ideas, aunque no por demasiado tiempo, ya que fue abruptamente arrancado de su ensoñación cuando una mujer, y detrás de ella su mayordomo, irrumpieron inapropiadamente en su despacho. Michael frunció el ceño y escuchó la pequeña discusión entre Hubert y la mujer. Su mayordomo intentó sacarla pero ella se negó tajantemente a abandonar el lugar sin antes haber hablado con Corvinus.
—Está bien, Hubert, atenderé a la señorita. Cierra la puerta al salir —indicó Michael con un tono seco, sin siquiera voltear a ver al hombre. Ya más tarde tendría tiempo de arreglar el asunto con él.
Se limitó a observar a la morocha alta y elegante que lo encaraba, mirándolo con desprecio. Ni siquiera la expresión de ira que yacía impregnado en su rostro, donde más destacaban los ojos azules, cejas arqueadas y la boca carnosa y sensual, conseguía disimular su belleza. Tenía un aspecto demasiado atractivo, tal y como la recordaba.
—Bianca de Léance —anunció, y su boca se curvó en una cínica sonrisa—. Qué sorpresa.
Si decidió ignorar momentáneamente la acusación que Bianca le había hecho tan abiertamente, fue sencillamente porque necesitaba tiempo. Nunca pensó que ella pudiera llegar a descubrir que su hija no estaba muerta, por lo tanto, no estaba preparado para ese momento. Pero lo estaría. Su cerebro no tardó en ponerse en acción y Michael enderezó la columna, preparándose para la batalla, mientras que en el exterior intentó brindarle una conversación intrascendente.
—Ha pasado un tiempo considerable desde la última vez que nos vimos. ¿Por qué no te sientas y te relajas? —sugirió señalando con su mano la silla vacía al otro lado del escritorio—. Puedo ofrecerte algo. ¿Un té, café, o quizá algo más fuerte? —ella no respondió. Siguió mirándole de aquella forma retadora, amenazando con no irse hasta obtener una respuesta. Y así sería. Michael podía asegurarlo porque la conocía demasiado bien—. ¿No? Bien, supongo que entonces iremos al grano.
En ese instante, el semblante tranquilo de Michael se esfumó. Si lo que ella quería era arreglar las cosas de mala manera, entonces lo haría a su modo. Sin darle tiempo de reaccionar y defenderse, Corvinus alzó la mano y con ella rodeó el cuello de la mujer, presionando, aunque no tan fuerte como si deseara estrangularla. Se puso de pie, le dio la vuelta, y en segundos fue ella quien estuvo sentada en la silla, obligada por Michael, que todavía la mantenía sujetada por el cuello.
—¿Quién te crees que eres para presentarte de esta manera en mi casa? —le recriminó ya sin andarse con rodeos, con la molestia impregnada en el rostro que en segundos se tornó rojizo—. ¿Tu hija? No sé de qué demonios me estás hablando. ¿Te golpeaste la cabeza recientemente? ¿Acaso ya olvidaste que murió cuando diste a luz? Está muerta. Bien muerta —repitió a propósito, sin tocarse el corazón—. ¿Por qué no lo aceptas de una vez y nos ahorramos todo este asunto? Olvídala. Haz tu maldita vida y ten otros hijos.
Estaba ocurriendo. La verdad empezaba a salir a la luz. ¿En qué maldito momento Bianca se había enterado de que la muerte de la niña no había sido más que otra de las incontables mentiras de Michael Corvinus?
Michael Kimber- Humano Clase Alta
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Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
Nada en su forma de actuar le resultaba extraño, sus falsos buenos modales al recibirla no eran más que una triquiñuela para hacerse con la situación y cada palabra que salía de sus labios una ofrenda de paz inexistente. Con otro tema o quizás con otra persona Bianca habría disfrutado de esa guerra fría, pero no en ese momento. Cómo habían llegado a eso era algo de lo que él tenía completa culpa y la morena no iba a darle tregua. Tenía mucho que perder, eso era cierto, pero también mucho que ganar y la información a por la que había ido bien se merecía el suplicio de ver al único hombre al que había amado y único al que había, por tanto, dado el poder para destruirla.
El cambio de actitud de Michael la cogió desprevenida, si bien sabía que se opondría a todo aquello, no se esperaba ese ataque por su parte. Sentada en la silla, se mantuvo en silencio y tratando de mantener la calma ante esa situación. El cuello ya le molestaba y él no parecía tener en mente soltarla. Y de repente ahí estaba, el veneno comenzó a salir de sus labios, - Nuestra hija está viva y lo sabes bien - dijo ignorando su primera pregunta deliberadamente. - Me resigné contigo - comenzó a hablar casi siseante a medida que se librara de los dedos que oprimían su garganta, - pero no lo haré con una niña que no tiene culpa del padre miserable y enfermo que la tocó. -. No parecía haber nada de bondad en Michael, aun entonces la dolía ver como el hombre al que tanto había querido podía destrozar las vidas ajenas sin siquiera sentir algo de culpabilidad. Parecía no entender que Bianca no era la misma mujer que él había dejado atrás, que no era ya dócil y maleable si no una mujer hecha a sí misma y con demasiado trato a diario con hombres como para saber cómo actuar con ellos. Si él tenía algo de poder sobre ella, lo perdía completamente tratando de negar una verdad como aquella.
- No te estoy pidiendo nada más que saber dónde está Michael, no quiero nada de ti, renuncié a cualquier aspiración contigo hace mucho tiempo. - necesitaba hacerle ver de todas las maneras posibles que lo único que quería era dar con esa niña, no sacar partido de la situación que él estaba viviendo. Con que la diera un nombre saldría de allí y no volvería a verla jamás, tal y como había pasado esos meses desde que la relación había acabado. No la importaban sus amantes, ni su ruptura… bueno quizás sí, no estaba segura de lo que sentía por él ahora que lo tenía delante una vez más. Pero de lo que estaba segura es que lucharía por encontrar a su pequeña fuera cual fuera el precio. - ¿Por qué lo hiciste? Podías haberte ido, pero ¿por qué hacerme pasar a mí por ese infierno? ¿Acaso te hice algo? - las preguntas salían una detrás de otra apenas sin pensar, desearía saber el motivo de aquella actuación por parte de Michael, pero algo le decía que cualquier cosa que este dijera serían de nuevo mentiras.
- Podemos hacerlo por las buenas o por las malas - colocándose de pie, justo delante de él, los escasos centímetros que los separaban hacían que la tensión aumentase por momentos, - tus negocios van mal, ¿verdad? La mala fama que estás consiguiendo por el divorcio te perjudica… - las manos de la morena ascendieron por el traje ajeno, deteniéndose a colocar las solapas aunque estaban perfectamente, - puedo hacer con relativa facilidad que muchos de tus inversores dejen de entregarte su dinero, puedo incluso convencer a algunos de tus compradores habituales para que detengan sus pedidos - le estaba dando a escoger. Tenía la opción más sencilla pero que afectaría su orgullo –que no era pequeño- y la opción en la que ambos entrarían en una guerra que no llegaría a su fin hasta que uno de los dos estuviera en la ruina. Una sonrisa cínica se instaló ahora en los labios de Bianca, ella sabía perfectamente a quien se enfrentaba, él sin embargo carecía de la información necesaria para saber hasta dónde podía llegar la lengua viperina de la que fuera su amante.
Los pasos de la joven volvieron a separarse del cuerpo masculino, dedicándose a pasear por aquel despacho. Se liberó de la chaqueta y sirvió, ahora sí, dos whiskys. Puestos a fingir cortesía y buenas maneras quién mejor que ella. Aquello era una guerra de titanes y todo valía, sin reglas ni juez por el medio cualquier cosa podría pasar de ahora en adelante. Ofreció uno de los vasos a Michael y se quedó ella con otro mientras se acercaba a una de las ventanas disfrutando por un momento del sabor abrasador de aquel líquido por su garganta.
El cambio de actitud de Michael la cogió desprevenida, si bien sabía que se opondría a todo aquello, no se esperaba ese ataque por su parte. Sentada en la silla, se mantuvo en silencio y tratando de mantener la calma ante esa situación. El cuello ya le molestaba y él no parecía tener en mente soltarla. Y de repente ahí estaba, el veneno comenzó a salir de sus labios, - Nuestra hija está viva y lo sabes bien - dijo ignorando su primera pregunta deliberadamente. - Me resigné contigo - comenzó a hablar casi siseante a medida que se librara de los dedos que oprimían su garganta, - pero no lo haré con una niña que no tiene culpa del padre miserable y enfermo que la tocó. -. No parecía haber nada de bondad en Michael, aun entonces la dolía ver como el hombre al que tanto había querido podía destrozar las vidas ajenas sin siquiera sentir algo de culpabilidad. Parecía no entender que Bianca no era la misma mujer que él había dejado atrás, que no era ya dócil y maleable si no una mujer hecha a sí misma y con demasiado trato a diario con hombres como para saber cómo actuar con ellos. Si él tenía algo de poder sobre ella, lo perdía completamente tratando de negar una verdad como aquella.
- No te estoy pidiendo nada más que saber dónde está Michael, no quiero nada de ti, renuncié a cualquier aspiración contigo hace mucho tiempo. - necesitaba hacerle ver de todas las maneras posibles que lo único que quería era dar con esa niña, no sacar partido de la situación que él estaba viviendo. Con que la diera un nombre saldría de allí y no volvería a verla jamás, tal y como había pasado esos meses desde que la relación había acabado. No la importaban sus amantes, ni su ruptura… bueno quizás sí, no estaba segura de lo que sentía por él ahora que lo tenía delante una vez más. Pero de lo que estaba segura es que lucharía por encontrar a su pequeña fuera cual fuera el precio. - ¿Por qué lo hiciste? Podías haberte ido, pero ¿por qué hacerme pasar a mí por ese infierno? ¿Acaso te hice algo? - las preguntas salían una detrás de otra apenas sin pensar, desearía saber el motivo de aquella actuación por parte de Michael, pero algo le decía que cualquier cosa que este dijera serían de nuevo mentiras.
- Podemos hacerlo por las buenas o por las malas - colocándose de pie, justo delante de él, los escasos centímetros que los separaban hacían que la tensión aumentase por momentos, - tus negocios van mal, ¿verdad? La mala fama que estás consiguiendo por el divorcio te perjudica… - las manos de la morena ascendieron por el traje ajeno, deteniéndose a colocar las solapas aunque estaban perfectamente, - puedo hacer con relativa facilidad que muchos de tus inversores dejen de entregarte su dinero, puedo incluso convencer a algunos de tus compradores habituales para que detengan sus pedidos - le estaba dando a escoger. Tenía la opción más sencilla pero que afectaría su orgullo –que no era pequeño- y la opción en la que ambos entrarían en una guerra que no llegaría a su fin hasta que uno de los dos estuviera en la ruina. Una sonrisa cínica se instaló ahora en los labios de Bianca, ella sabía perfectamente a quien se enfrentaba, él sin embargo carecía de la información necesaria para saber hasta dónde podía llegar la lengua viperina de la que fuera su amante.
Los pasos de la joven volvieron a separarse del cuerpo masculino, dedicándose a pasear por aquel despacho. Se liberó de la chaqueta y sirvió, ahora sí, dos whiskys. Puestos a fingir cortesía y buenas maneras quién mejor que ella. Aquello era una guerra de titanes y todo valía, sin reglas ni juez por el medio cualquier cosa podría pasar de ahora en adelante. Ofreció uno de los vasos a Michael y se quedó ella con otro mientras se acercaba a una de las ventanas disfrutando por un momento del sabor abrasador de aquel líquido por su garganta.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
Su amenaza lo hizo rabiar, mas supo disimularlo bastante bien. ¿Por cuánto tiempo más sería así? Corvinus no era un hombre contenido, jamás lo había sido y no empezaría a serlo. Por el contrario, se caracterizaba por su falta de sensatez, por sus arranques de toda clase de cosas; ira, cinismo, lujuria. Sabía que las cosas no podían quedarse así. ¿Quién diablos se creía que era? Una estúpida mujer con aires de superioridad, eso era seguro. Permitir que ella pensara que con su retahíla de tonterías había logrado intimidarlo, era como entregarle una parte de la batalla, y él era demasiado orgulloso como para permitirse verse vencido.
Con discreción apretó la mandíbula y se limitó a mirarla fijamente, sin perder detalle de aquel rostro y aquellos labios que tan temerariamente se atrevían a jugar con él. Michael aceptó el whisky que ella le ofrecía. Sin embargo, cuando lo acercó a sus labios para darle el primer sorbo, se encontró con el sabor amargo que le dejó la amenaza de Bianca y no continuó bebiendo.
—Tus amenazas no me atemorizan, Bianca —replicó mientras dejaba el vaso sobre el escritorio—. Pierdes tu tiempo. Además, no sé qué te hace creer que con esa actitud me harás cambiar de opinión. Por el contrario, es mucho peor, te lo aseguro. Me conoces y sabes que por venganza soy capaz de todo —hasta de deshacerme de tu maldita hija, completó en su mente.
Aunque sus palabras anidaban resentimiento y molestia, su voz era increíblemente sosiega, cínica, como si aquello en verdad lo tuviera sin cuidado. Quizá en parte se debiera a que se consideraba a sí mismo un hombre en verdad poderoso y a ella alguien demasiado pequeña. Soberbio y vanidoso como era, no la consideraba una verdadera amenaza.
—Nuestra hija —dijo de pronto con evidente burla, dispuesto a herirla donde más le dolía—. Qué lindo suena eso, muy conmovedor —ironizó sin ser capaz de reprimir una enorme sonrisa que, en otro momento y bajo otras circunstancias, habría resultado encantadora, pero que para Bianca debía ser lo más desagradable y repulsivo del mundo—. ¿Sabes? Ya que nos estamos poniendo honestos el uno con el otro, debo admitir algo —continuó, ladeando el rostro y mirándola a través de unos entrecerrados ojos azules—. Nunca estuve realmente convencido de que fuera mía. Es decir, ¿qué me garantiza a mí que fui yo realmente su padre? Pudo haber sido cualquiera. No me lo tomes a mal, cariño, es solo que… bueno —hizo una pausa y sonrió mostrando la dentadura, como si aquello se tratara de algo muy simpático y gracioso y ella fuera a pensar lo mismo— te conozco bastante bien y no eras precisamente una mujer recatada cuando te conocí.
Avanzó hacia ella, dirigiéndose lentamente a la ventana junto a la que ella se encontraba de pie.
—De hecho… lo recuerdo demasiado bien —caviló, y mientras reflexionaba minuciosamente los detalles sucios de su antigua relación, su semblante cambió, mostrando un evidente gesto de lascivia—. Sí, tú y yo solíamos pasarlo bastante bien. Es una lástima que todo haya terminado de ese modo. Por suerte la vida te ha traído a mí una vez más y nos regala una segunda oportunidad —dijo al mismo tiempo que llegaba junto a ella y, sin el menor indicio de lo que pretendía hacer, la cogió por sorpresa por detrás, rodeando con ambas manos su cintura, pegando su cuerpo al bien formado trasero femenino—. ¿Por qué no hacemos las pases y quedamos como dos muy buenos amigos? —sugirió con malicia.
Con discreción apretó la mandíbula y se limitó a mirarla fijamente, sin perder detalle de aquel rostro y aquellos labios que tan temerariamente se atrevían a jugar con él. Michael aceptó el whisky que ella le ofrecía. Sin embargo, cuando lo acercó a sus labios para darle el primer sorbo, se encontró con el sabor amargo que le dejó la amenaza de Bianca y no continuó bebiendo.
—Tus amenazas no me atemorizan, Bianca —replicó mientras dejaba el vaso sobre el escritorio—. Pierdes tu tiempo. Además, no sé qué te hace creer que con esa actitud me harás cambiar de opinión. Por el contrario, es mucho peor, te lo aseguro. Me conoces y sabes que por venganza soy capaz de todo —hasta de deshacerme de tu maldita hija, completó en su mente.
Aunque sus palabras anidaban resentimiento y molestia, su voz era increíblemente sosiega, cínica, como si aquello en verdad lo tuviera sin cuidado. Quizá en parte se debiera a que se consideraba a sí mismo un hombre en verdad poderoso y a ella alguien demasiado pequeña. Soberbio y vanidoso como era, no la consideraba una verdadera amenaza.
—Nuestra hija —dijo de pronto con evidente burla, dispuesto a herirla donde más le dolía—. Qué lindo suena eso, muy conmovedor —ironizó sin ser capaz de reprimir una enorme sonrisa que, en otro momento y bajo otras circunstancias, habría resultado encantadora, pero que para Bianca debía ser lo más desagradable y repulsivo del mundo—. ¿Sabes? Ya que nos estamos poniendo honestos el uno con el otro, debo admitir algo —continuó, ladeando el rostro y mirándola a través de unos entrecerrados ojos azules—. Nunca estuve realmente convencido de que fuera mía. Es decir, ¿qué me garantiza a mí que fui yo realmente su padre? Pudo haber sido cualquiera. No me lo tomes a mal, cariño, es solo que… bueno —hizo una pausa y sonrió mostrando la dentadura, como si aquello se tratara de algo muy simpático y gracioso y ella fuera a pensar lo mismo— te conozco bastante bien y no eras precisamente una mujer recatada cuando te conocí.
Avanzó hacia ella, dirigiéndose lentamente a la ventana junto a la que ella se encontraba de pie.
—De hecho… lo recuerdo demasiado bien —caviló, y mientras reflexionaba minuciosamente los detalles sucios de su antigua relación, su semblante cambió, mostrando un evidente gesto de lascivia—. Sí, tú y yo solíamos pasarlo bastante bien. Es una lástima que todo haya terminado de ese modo. Por suerte la vida te ha traído a mí una vez más y nos regala una segunda oportunidad —dijo al mismo tiempo que llegaba junto a ella y, sin el menor indicio de lo que pretendía hacer, la cogió por sorpresa por detrás, rodeando con ambas manos su cintura, pegando su cuerpo al bien formado trasero femenino—. ¿Por qué no hacemos las pases y quedamos como dos muy buenos amigos? —sugirió con malicia.
Michael Kimber- Humano Clase Alta
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Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
Se veía incapaz de recordar cómo había sido posible que un hombre tan ruin y falto de moralidad consiguiera enamorarla de la manera en que lo hizo. No tenía constancia de que Michael fuera así, aunque claro, toda su historia había estado cubierta por mentiras y promesas vanas. La reacción que este tuvo ante su primera ataque no fue para nada inesperado, comenzaba a conocerle y dejar ver un punto débil no era su estilo. Sin embargo, Bianca era consciente del temor que ahora podía llegar a sentir. Desconocía su verdadero carácter, su naturaleza y por tanto no sabía con quien se enfrentaba ni hasta donde podía llegar ella. Era una lucha de titanes y no había hecho más que empezar.
- Que no me temas me viene deliciosamente bien - sonrió ante la falta de ganas de Michael de beber el whisky, clara señal de su inquietud respecto a ella, ser subestimado por un oponente otorgaba una poderosa ventaja. - Claro que te conozco, ahora lo hago. Tu problema es que tú a mí no - tan simples y primarios… En ocasiones se sentía asqueada por el sexo opuesto pues parecía pensar tan solo en fornicar y exhibir mujeres como trofeos. - No te molestaste en saber de mi - alzó la mano libre hasta el rostro ajeno paseando los dedos por sus facciones marcadas, bien definidas, - y eso te va a llevar a la ruina -. Dejó caer la mano y continuó como si nada con su bebida. - Por venganza eres capaz de todo… - repitió sus palabras como si las masticara, pero con una dulzura casi hiriente, - no eres tú el que puede buscar venganza aquí Mickey. No te he hecho nada jamás, tú en cambio… Pasé por alto muchos engaños, pero te extralimitarse jugando a ser Dios - y de nuevo ahí estaba el rencor que sentía hacía él, el que nunca la había abandonado. - Contigo no vale actuar de la manera correcta y es una lección que he acabado por comprender. -
Atendió a sus palabras como esperando cualquier fallo para poder atacarle pero fue él quien por un momento la dejó noqueada. Rozaba lo rastrero, no residía decencia alguna en él y le daba exactamente igual volver a destruirla con tal de salirse con la suya. Cuando la verdad era que entregarla a su hija no supondría nada en absoluto para él, Michael prefería entrar en una guerra abierta con Bianca tan solo por el placer de volver a dominarla aunque fuera de esa manera. - Nunca he sido una mujer recatada salvo cuando estuve contigo, craso error por mi parte, está claro - hizo el mayor de los esfuerzos para que no se reflejara en su rostro el dolor que le había supuesto ese comentario, de hecho le costó unos segundos de más poder mantener su frialdad y aparente pasividad respecto a él antes de continuar, - si eso es cierto y dudas de mí, ¿por qué separarme de ella? Si no es tuya ¿por qué habrías de hacerlo? - No tenía sentido y él sabía tan bien como Bianca que esa niña fue el fruto de sus encuentros.
Michael en estado puro, eso es lo que estaba a punto de ver. Su aliento se congeló al sentir el contacto del hombre en su cintura, seguía siendo su punto débil y por mucho que se esforzara en negarlo seguía temblando por él. Se maldijo mentalmente y ahogó un jadeo al notar su cuerpo pegado al propio. No pasaba desapercibida la excitación de este y fue eso lo que causó que ella sintiera su interior encogerse de deseo. Le asqueaba de una manera mortificante saber que si seguían así caería antes o después en sus manos, por lo que de la manera más elegante que pudo para no parecer demasiado brusca separó la espalda del pecho de Michael y apuró el whisky que la quedaba en el vaso. - Estoy dispuesta a hacer las paces. Dame lo que quiero y no volverás a verme - fue en el momento en que acabó de hablar cuando se dio cuenta de que era exactamente eso lo que no quería Michael. Ya habría comprobado hasta qué punto influía en los deseos de Bianca y ahora sería ella su presa favorita. Torturarla con el sexo hasta que accediera se le antojaba demasiado divertido como para dejarla ir sin más. No podía dejar que eso pasara, había cambiado. Donde antes se encontraba una joven que se prostituía a cambio de dinero, se hallaba ahora una mujer que regentaba un club en el que otras mujeres lo hacían. Controlaba la importación de droga en la costa y tenía contacto con los hombres más poderosos de Francia y otras partes de Europa. Caer ante un hombre como Michael estaba fuera de sus planes, pero comprobando cómo eran aún juntos comenzaba a dudar de sus capacidades para lograrlo. - Y no vuelvas a tocarme, no estoy a la venta -. No había estado con nadie desde que su relación acabó, nadie le parecía merecedor de su compañía, de sexo con ella y por tanto se limitaba a entregar a sus chicas a quienes las requerían; denegando las múltiples ofertas que ella misma recibía de cuantiosas sumas de dinero por conseguir el cuerpo de Bianca una noche en sus camas.
- Que no me temas me viene deliciosamente bien - sonrió ante la falta de ganas de Michael de beber el whisky, clara señal de su inquietud respecto a ella, ser subestimado por un oponente otorgaba una poderosa ventaja. - Claro que te conozco, ahora lo hago. Tu problema es que tú a mí no - tan simples y primarios… En ocasiones se sentía asqueada por el sexo opuesto pues parecía pensar tan solo en fornicar y exhibir mujeres como trofeos. - No te molestaste en saber de mi - alzó la mano libre hasta el rostro ajeno paseando los dedos por sus facciones marcadas, bien definidas, - y eso te va a llevar a la ruina -. Dejó caer la mano y continuó como si nada con su bebida. - Por venganza eres capaz de todo… - repitió sus palabras como si las masticara, pero con una dulzura casi hiriente, - no eres tú el que puede buscar venganza aquí Mickey. No te he hecho nada jamás, tú en cambio… Pasé por alto muchos engaños, pero te extralimitarse jugando a ser Dios - y de nuevo ahí estaba el rencor que sentía hacía él, el que nunca la había abandonado. - Contigo no vale actuar de la manera correcta y es una lección que he acabado por comprender. -
Atendió a sus palabras como esperando cualquier fallo para poder atacarle pero fue él quien por un momento la dejó noqueada. Rozaba lo rastrero, no residía decencia alguna en él y le daba exactamente igual volver a destruirla con tal de salirse con la suya. Cuando la verdad era que entregarla a su hija no supondría nada en absoluto para él, Michael prefería entrar en una guerra abierta con Bianca tan solo por el placer de volver a dominarla aunque fuera de esa manera. - Nunca he sido una mujer recatada salvo cuando estuve contigo, craso error por mi parte, está claro - hizo el mayor de los esfuerzos para que no se reflejara en su rostro el dolor que le había supuesto ese comentario, de hecho le costó unos segundos de más poder mantener su frialdad y aparente pasividad respecto a él antes de continuar, - si eso es cierto y dudas de mí, ¿por qué separarme de ella? Si no es tuya ¿por qué habrías de hacerlo? - No tenía sentido y él sabía tan bien como Bianca que esa niña fue el fruto de sus encuentros.
Michael en estado puro, eso es lo que estaba a punto de ver. Su aliento se congeló al sentir el contacto del hombre en su cintura, seguía siendo su punto débil y por mucho que se esforzara en negarlo seguía temblando por él. Se maldijo mentalmente y ahogó un jadeo al notar su cuerpo pegado al propio. No pasaba desapercibida la excitación de este y fue eso lo que causó que ella sintiera su interior encogerse de deseo. Le asqueaba de una manera mortificante saber que si seguían así caería antes o después en sus manos, por lo que de la manera más elegante que pudo para no parecer demasiado brusca separó la espalda del pecho de Michael y apuró el whisky que la quedaba en el vaso. - Estoy dispuesta a hacer las paces. Dame lo que quiero y no volverás a verme - fue en el momento en que acabó de hablar cuando se dio cuenta de que era exactamente eso lo que no quería Michael. Ya habría comprobado hasta qué punto influía en los deseos de Bianca y ahora sería ella su presa favorita. Torturarla con el sexo hasta que accediera se le antojaba demasiado divertido como para dejarla ir sin más. No podía dejar que eso pasara, había cambiado. Donde antes se encontraba una joven que se prostituía a cambio de dinero, se hallaba ahora una mujer que regentaba un club en el que otras mujeres lo hacían. Controlaba la importación de droga en la costa y tenía contacto con los hombres más poderosos de Francia y otras partes de Europa. Caer ante un hombre como Michael estaba fuera de sus planes, pero comprobando cómo eran aún juntos comenzaba a dudar de sus capacidades para lograrlo. - Y no vuelvas a tocarme, no estoy a la venta -. No había estado con nadie desde que su relación acabó, nadie le parecía merecedor de su compañía, de sexo con ella y por tanto se limitaba a entregar a sus chicas a quienes las requerían; denegando las múltiples ofertas que ella misma recibía de cuantiosas sumas de dinero por conseguir el cuerpo de Bianca una noche en sus camas.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
¿De verdad pretendía que sin más le dijera lo que se había esmerado en ocultar tan recelosamente durante todo ese tiempo? Buen intento, pero no funcionaría. Michael Corvinus no era compasivo con quienes los agredían primero, por lo que no se tocaría el corazón para complacerla. Para lograr que él confesara, primero tenía que hacer méritos, convencerlo, y tal vez así, al final, si él lo consideraba pertinente, lo pensaría. Sin embargo, con Michael nada era seguro; Él siempre tendría la última palabra. Ese era el riesgo que corría todo aquel que decidía hacer un trato o pretendía obtener algo de él.
—No, querida, así funcionan las cosas —objetó, tomando una distancia considerable de ella—. Te recuerdo que has sido tú quien vino a buscarme, irrumpiendo en mi casa de una manera muy poco cortés, para pedirme explicaciones. Ahora propones un trato. Bien, lo acepto, hagámoslo, pero seré yo quien ponga las condiciones de éste. Es mi derecho —pronunció con contundencia. Aunque ella era la afectada, Michael estaba decidido a que las cosas se hicieran como él dictase. No admitiría otro tipo de negociación y si por algo era conocido, además de sus escándalos sexuales, era por ser un hombre en verdad obstinado que siempre lograba lo que se proponía, sin importar el precio o los obstáculos de por medio. Así había sido siempre, tanto en los negocios como en cualquier otra cosa.
—¿Te interesa? ¿Quieres conocer mi oferta? —miró a la mujer, que permanecía de pie al otro lado de la habitación. Ella no respondió y él decidió interpretar su silencio como le vino en gana: como curiosidad, en este caso. Pues aunque lo detestara estaba seguro de que le interesaba escuchar lo que él tuviera para proponerle, si de eso dependía recuperar a su hija—. Bien, te la diré, solo porque creo que te conviene escucharla. Quiero tres noches contigo. Tres noches en las que serías mía, mía en todos los aspectos —tomó asiento, cogió una vez más el vaso de whisky que ella le había servido y jugueteó con él, distraído, sinvergüenza, como si aquello que decía fuera algo insignificante y fácil de aceptar—. Al final, cuando hayas cumplido con tu parte, yo cumpliré con la mía y te diré todo lo que quieras saber sobre tu hija. Es más, yo mismo te la entregaré, en tus propias manos. Pero para que eso ocurra debes hacer tu parte al pie de la letra. Será así… o no será de ningún otro modo —la instruyó, por si acaso no acababa de comprender cómo eran las cosas.
Hubo una breve pausa, minutos en los que ambos se miraron. Ella, probablemente lo maldijo en silencio, pero él… él disfrutó como nunca aquel momento en el que la balanza poco a poco se inclinaba hacia su lado. Para Michael aquel era un negocio más, y como en cualquier otra negociación, siempre tenía que salir ganando algo a cambio, de lo contrario nunca sería un trato que le conviniera.
—Esa es mi oferta —dijo finalmente, rompiendo el silencio, poniéndose de pie una vez más—. Sencilla, ¿no es así? Puedes aceptar o negarte, desde luego. Por supuesto que si te negaras podrías iniciar una investigación por tu cuenta, misma que podría tener éxito, o resultar un fracaso. De todos modos, las investigaciones suelen ser procesos costosos y muy tediosos. Al final podría llevarte meses o incluso años dar con el paradero de tu hija. O… podrías aceptar lo que propongo y ahorrarte todo ese tiempo. Una buena madre lo haría, se sacrificaría por su hija, ¿no lo crees? Dime, Bianca, ¿eres tú una buena madre? —lo tenía enfrente, mirándola fijamente con esos ojos de mirada fría como el hielo, incapaz de conmoverse con el sufrimiento de la mujer. Y no lo haría, lo tenía bien merecido por haberlo ofendido, por haberse embarazado cuando sabía perfectamente que él nunca deseó tener hijos.
Le bastó interpretar la mirada ajena para percibir en ella el odio, el desprecio y el resentimiento del que era objeto. Si no la conociera bien, casi habría jurado que se echaría a llorar en ese instante, no de tristeza, sino de rabia. Pero Bianca era fuerte, siempre lo había sido y esa era una de las cosas que siempre le habían gustado de ella. Para su fortuna, ella no había cambiado; demostró que seguía siendo esa mujer que se mantenía de pie, férrea, aún en los peores momentos.
—Oh, por Dios, no me mires así. Tampoco es tan terrible lo que estoy pidiendo. Si lo hiciste antes, ¿por qué no hacerlo ahora? ¿Tanto he cambiado en este tiempo que la sola idea de tener sexo conmigo te resulta repulsiva? No te hagas la digna… —se acercó lo suficiente para susurrarle al oído— hasta podrías disfrutarlo. Piénsalo, un simple sí y tres noches te separan de reunirte con tu hija. Si lo requieres, puedes irte y volver otro día, pero el tiempo corre y si lo piensas demasiado, yo podría cambiar de opinión. En cambio, si te decides, podríamos iniciar hoy mismo. Tengo la noche libre.
Michael sonrió y por un segundo pareció tan absolutamente satisfecho consigo mismo. Por fin estaban llegando a dónde él quería.
—No, querida, así funcionan las cosas —objetó, tomando una distancia considerable de ella—. Te recuerdo que has sido tú quien vino a buscarme, irrumpiendo en mi casa de una manera muy poco cortés, para pedirme explicaciones. Ahora propones un trato. Bien, lo acepto, hagámoslo, pero seré yo quien ponga las condiciones de éste. Es mi derecho —pronunció con contundencia. Aunque ella era la afectada, Michael estaba decidido a que las cosas se hicieran como él dictase. No admitiría otro tipo de negociación y si por algo era conocido, además de sus escándalos sexuales, era por ser un hombre en verdad obstinado que siempre lograba lo que se proponía, sin importar el precio o los obstáculos de por medio. Así había sido siempre, tanto en los negocios como en cualquier otra cosa.
—¿Te interesa? ¿Quieres conocer mi oferta? —miró a la mujer, que permanecía de pie al otro lado de la habitación. Ella no respondió y él decidió interpretar su silencio como le vino en gana: como curiosidad, en este caso. Pues aunque lo detestara estaba seguro de que le interesaba escuchar lo que él tuviera para proponerle, si de eso dependía recuperar a su hija—. Bien, te la diré, solo porque creo que te conviene escucharla. Quiero tres noches contigo. Tres noches en las que serías mía, mía en todos los aspectos —tomó asiento, cogió una vez más el vaso de whisky que ella le había servido y jugueteó con él, distraído, sinvergüenza, como si aquello que decía fuera algo insignificante y fácil de aceptar—. Al final, cuando hayas cumplido con tu parte, yo cumpliré con la mía y te diré todo lo que quieras saber sobre tu hija. Es más, yo mismo te la entregaré, en tus propias manos. Pero para que eso ocurra debes hacer tu parte al pie de la letra. Será así… o no será de ningún otro modo —la instruyó, por si acaso no acababa de comprender cómo eran las cosas.
Hubo una breve pausa, minutos en los que ambos se miraron. Ella, probablemente lo maldijo en silencio, pero él… él disfrutó como nunca aquel momento en el que la balanza poco a poco se inclinaba hacia su lado. Para Michael aquel era un negocio más, y como en cualquier otra negociación, siempre tenía que salir ganando algo a cambio, de lo contrario nunca sería un trato que le conviniera.
—Esa es mi oferta —dijo finalmente, rompiendo el silencio, poniéndose de pie una vez más—. Sencilla, ¿no es así? Puedes aceptar o negarte, desde luego. Por supuesto que si te negaras podrías iniciar una investigación por tu cuenta, misma que podría tener éxito, o resultar un fracaso. De todos modos, las investigaciones suelen ser procesos costosos y muy tediosos. Al final podría llevarte meses o incluso años dar con el paradero de tu hija. O… podrías aceptar lo que propongo y ahorrarte todo ese tiempo. Una buena madre lo haría, se sacrificaría por su hija, ¿no lo crees? Dime, Bianca, ¿eres tú una buena madre? —lo tenía enfrente, mirándola fijamente con esos ojos de mirada fría como el hielo, incapaz de conmoverse con el sufrimiento de la mujer. Y no lo haría, lo tenía bien merecido por haberlo ofendido, por haberse embarazado cuando sabía perfectamente que él nunca deseó tener hijos.
Le bastó interpretar la mirada ajena para percibir en ella el odio, el desprecio y el resentimiento del que era objeto. Si no la conociera bien, casi habría jurado que se echaría a llorar en ese instante, no de tristeza, sino de rabia. Pero Bianca era fuerte, siempre lo había sido y esa era una de las cosas que siempre le habían gustado de ella. Para su fortuna, ella no había cambiado; demostró que seguía siendo esa mujer que se mantenía de pie, férrea, aún en los peores momentos.
—Oh, por Dios, no me mires así. Tampoco es tan terrible lo que estoy pidiendo. Si lo hiciste antes, ¿por qué no hacerlo ahora? ¿Tanto he cambiado en este tiempo que la sola idea de tener sexo conmigo te resulta repulsiva? No te hagas la digna… —se acercó lo suficiente para susurrarle al oído— hasta podrías disfrutarlo. Piénsalo, un simple sí y tres noches te separan de reunirte con tu hija. Si lo requieres, puedes irte y volver otro día, pero el tiempo corre y si lo piensas demasiado, yo podría cambiar de opinión. En cambio, si te decides, podríamos iniciar hoy mismo. Tengo la noche libre.
Michael sonrió y por un segundo pareció tan absolutamente satisfecho consigo mismo. Por fin estaban llegando a dónde él quería.
Michael Kimber- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/03/2013
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Re: Pasado desenterrado. || Michael Corvinus
Aquella guerra entre ambos no significaba nada para Michael, tan solo un nuevo divertimento. Ya no tendría por qué mantener a aquella niña en el anonimato, era consciente de que hasta ese momento Bianca hubiera sido capaz de tomar la dirección que este le diera y desaparecer de su vida para siempre –como todos esos años atrás-. Sin embargo, él había tomado un camino totalmente diferente al correcto, había declarado la guerra a una mujer que ya no tenía nada que perder. Gracias a la distancia que había quedado entre ellos recobró la compostura y el gesto frío, Michael se movía como pez en el agua en ese tipo de situaciones, lanzaría un órdago y esperaría a ver la reacción de Bianca antes de continuar. -No me hagas reír Mickey…-, años atrás se refería a él de esa forma por mero cariño, como apodo cariñoso, en cambio ahora no tenía otro objetivo que demostrarle que no se amedrentaría por su apellido, poder o ligera ventaja en la batalla. -No me eches en cara la falta de modales después de lo que hiciste-, era asombroso cómo era capaz de pasar por alto todos sus errores y traiciones y como, en cambio, sacaba a relucir el más mínimo fallo ajeno a él. Tras esas palabras que poco le importarían se mantuvo en silencio, lo único a lo que podía recurrir para no cargar contra Michael y matarle era el whisky que aún sujetaba y la esperanza de recuperar a aquella niña que ni había podido conocer.
Estuvo tentada de soltar una carcajada cuando escuchó aquella ridiculez, ¿cómo podía ser tan básico? Finalmente solo apareció en su rostro una sonrisa irónica y burlona que dejó que Michael viera, sobraban las palabras para Bianca. De todos los hombres que había podido conocer a lo largo de su carrera y de su vida, él era sin duda el que más necesidad tenía de obtener el control sobre todo, pero en concreto en el sexo. No podía soportar querer algo y no tenerlo, tal y como haría un niño malcriado pataleaba y encolerizaba hasta conseguir usar a la mujer de turno y empezaba el mismo ciclo con la siguiente. -Me estás diciendo… ¿Qué todo lo que quieres de mi es algo que ya has tenido?-, no podía creer la mediocridad de aquel hombre que tanto disfrutaba con la mera idea de poseerla de nuevo. -Te he dicho hace escasos minutos que no estoy en venta cariño-, acarició el cuello e inicio del pecho ajeno controlando las ganas que en realidad tenía de ahogarle en ese preciso momento. -Me da lástima que no puedas ver más allá, suerte para mi que yo sí-, separó las manos de Michael y dejó el vaso sobre el escritorio cuando lo acabó, -no me fio de ti, no me das seguridad alguna de que ella siga viva. Y en el caso en que me entregaras una niña, ¿cómo podría saber que es mi hija?-, jamás se referiría a ella como la hija de ambos, le asqueaba tener en cuenta de esa manera a Michael. Lo que él parecía no saber es que lo único que le mantenía vivo era que Bianca no contaba con pista alguna sobre el paradero de la niña, pues de lo contrario –en cuanto la tuviera con ella- él se podría olvidar de ver otro amanecer.
No diría que sí por nada del mundo, al menos no por el momento. Acababa de conocer la existencia de la niña y ni tiempo había tenido para ponerse a investigar, si se trataba de dinero pagaría a los mejores en la materia, pondría a Markov a trabajar en ello cada noche en lugar de tenerle en el local. Movería cielo, mar y tierra para dar con ella y si así no obtenía resultado alguno volverían a hablar de tratos y noches en común. Supo por las palabras ajenas que la mirada que tenía en ese instante dejaba ver esa naturaleza que estaba encadenando en su interior para no acabar con él, esa parte animal que clamaba por liberarse y saltar sobre el único hombre que aún era capaz de provocarla y generar en ella un profundo coraje y sufrimiento. Iba a tener que esmerarse más si deseaba tener nuevamente a Bianca, no parecía conocer a aquella mujer. Lejos quedaba ya la muchacha enamorada y crédula, él había sido parte del cambio, el dolor la había cambiado y vendía ahora a otras mujeres para ella mantenerse a flote, nadie salvo ella y su familia importaba. Michael no se encontraba entre ellos, simplemente era un posible vínculo de unión del que deshacerse cuando todo acabara. -Cuando tengas una prueba de que la niña que di a luz sigue viva y tienes el poder de entregármela hablaremos sobre tratos, hasta entonces… Guerra fría-, anunció. Acto seguido dio media vuelta y salió de aquel despacho.
Todos los medios que tuviera para hacer que sus negocios salieran mal, todo lo que pudiera hacer para que perdiera dinero, estatus y paciencia; lo haría. Demasiado tranquilo había vivido todos esos años, ahora era el momento para que él pasara el calvario que le había hecho sufrir a ella y Dios sabía que haría todo lo posible para lograrlo.
Estuvo tentada de soltar una carcajada cuando escuchó aquella ridiculez, ¿cómo podía ser tan básico? Finalmente solo apareció en su rostro una sonrisa irónica y burlona que dejó que Michael viera, sobraban las palabras para Bianca. De todos los hombres que había podido conocer a lo largo de su carrera y de su vida, él era sin duda el que más necesidad tenía de obtener el control sobre todo, pero en concreto en el sexo. No podía soportar querer algo y no tenerlo, tal y como haría un niño malcriado pataleaba y encolerizaba hasta conseguir usar a la mujer de turno y empezaba el mismo ciclo con la siguiente. -Me estás diciendo… ¿Qué todo lo que quieres de mi es algo que ya has tenido?-, no podía creer la mediocridad de aquel hombre que tanto disfrutaba con la mera idea de poseerla de nuevo. -Te he dicho hace escasos minutos que no estoy en venta cariño-, acarició el cuello e inicio del pecho ajeno controlando las ganas que en realidad tenía de ahogarle en ese preciso momento. -Me da lástima que no puedas ver más allá, suerte para mi que yo sí-, separó las manos de Michael y dejó el vaso sobre el escritorio cuando lo acabó, -no me fio de ti, no me das seguridad alguna de que ella siga viva. Y en el caso en que me entregaras una niña, ¿cómo podría saber que es mi hija?-, jamás se referiría a ella como la hija de ambos, le asqueaba tener en cuenta de esa manera a Michael. Lo que él parecía no saber es que lo único que le mantenía vivo era que Bianca no contaba con pista alguna sobre el paradero de la niña, pues de lo contrario –en cuanto la tuviera con ella- él se podría olvidar de ver otro amanecer.
No diría que sí por nada del mundo, al menos no por el momento. Acababa de conocer la existencia de la niña y ni tiempo había tenido para ponerse a investigar, si se trataba de dinero pagaría a los mejores en la materia, pondría a Markov a trabajar en ello cada noche en lugar de tenerle en el local. Movería cielo, mar y tierra para dar con ella y si así no obtenía resultado alguno volverían a hablar de tratos y noches en común. Supo por las palabras ajenas que la mirada que tenía en ese instante dejaba ver esa naturaleza que estaba encadenando en su interior para no acabar con él, esa parte animal que clamaba por liberarse y saltar sobre el único hombre que aún era capaz de provocarla y generar en ella un profundo coraje y sufrimiento. Iba a tener que esmerarse más si deseaba tener nuevamente a Bianca, no parecía conocer a aquella mujer. Lejos quedaba ya la muchacha enamorada y crédula, él había sido parte del cambio, el dolor la había cambiado y vendía ahora a otras mujeres para ella mantenerse a flote, nadie salvo ella y su familia importaba. Michael no se encontraba entre ellos, simplemente era un posible vínculo de unión del que deshacerse cuando todo acabara. -Cuando tengas una prueba de que la niña que di a luz sigue viva y tienes el poder de entregármela hablaremos sobre tratos, hasta entonces… Guerra fría-, anunció. Acto seguido dio media vuelta y salió de aquel despacho.
Todos los medios que tuviera para hacer que sus negocios salieran mal, todo lo que pudiera hacer para que perdiera dinero, estatus y paciencia; lo haría. Demasiado tranquilo había vivido todos esos años, ahora era el momento para que él pasara el calvario que le había hecho sufrir a ella y Dios sabía que haría todo lo posible para lograrlo.
- TEMA FINALIZADO -
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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