Infancia y adolescencia. El desarrollo de un joven hechicero.

por **Axel Cachemire** Jue Sep 03, 2015 1:40 pm

ACTO 1: Synesthesia

Cumplía cinco años. Mi padre me había llevado a escuchar un recital. Los sonidos eran preciosos, aunque la gente no me gustara. Incluso entonces, mi empatía me gastaba malas pasadas, y odiaba estar rodeado por tanta gente extraña, cuando pasaba la mayor parte de mi vida aislado en la casa familiar en las afueras. Pero aún así valía la pena, porque acababa de cumplir cinco años y había pasado el día entero con mi padre. El recital era solo el broche para uno de los días que recuerdo con más cariño de mi vida.

La iluminación y colores del teatro producían un pequeño zumbido agradable, y la textura de los asientos bajo mis manitas era dulce y suave. Cuando comenzó la música, caí bajo un embrujo que ninguno de nosotros, simples hechiceros seríamos capaces de replicar con nuestra magia. Amé esas canciones, que dejaban sus notas revolotear en forma de pequeñas líneas de colores que se difundían con el sonido y se fusionaban con las auras de los que tocaban. Pero lo que me enamoró fueron los colores y sonidos del solo de violín.

Creo que no dejé de hablar a mi padre de la experiencia. De los colores y sonidos, de los sabores consecuentes a esos colores... En ese entonces, no me había dado cuenta de que ver sonidos o saborear colores no era la más usual de las características. Por suerte, mi padre es un hechicero, y en el instante en el que se dio cuenta de mi "don", contrató a un tutor de violín y otra de piano; en lugar de la actitud mucho más frecuente de la época (es decir, llevarme al loquero).

El violín, por mí; pero el piano había sido el instrumento favorito de mi madre y la añoranza y melancolía eran fácilmente legibles en mi padre cuando me conducía en ese entonces a la sala de música de nuestra casa.

por **Axel Cachemire** Jue Sep 03, 2015 2:23 pm

ACTO 2: Empatía

La primera vez que me di cuenta del efecto de mi propia empatía acababa de cumplir siete años, y un vampiro había subido a la segunda planta de la librería. Sentía muchísima curiosidad y en ese entonces yo ya era capaz de captar las emociones fuertes de los demás, por lo que no me sorprendían los repentinos ramalazos de emociones que me atravesaban a veces. Me confié demasiado, y cuando seguí al vampiro hacia arriba me acerqué demasiado. Su tristeza, ira y auto-odio eran abrumadores, como nunca antes había sentido. Me entraron ganas de llorar, gritar y romper cosas, cuando justo hace un momento estaba muy feliz y quise borrar esa sensación para siempre. Así, comencé a tararear con convicción una tonada alegre que solía tocar con mi violín tratando de eliminar la fuente de emociones conflictivas. Sin darme cuenta había usado mi don empático para modificar las emociones de todo el mundo en la tienda, de lo mal que controlaba mi poder en ese entonces.

Al salir, el vampiro (advertido por mi padre de la poderosa oleada de calma y felicidad que se había extendido por la librería) me dio las gracias con buen humor y mi padre me dio una advertencia que siempre recordaré bien.

"Axel, entiendo que tú empatía es algo que no puedas controlar de momento, pero la mayoría de las personas no se toman tan bien la manipulación de sus sentimientos como el señor que acaba de salir. No la uses más sin consentimiento ajeno."

Mi querido padre, como siempre, no cayó en la cuenta de que me había proporcionado un consejo aún más valioso. "Que nunca se den cuenta de cuando usas tu poder." Pero por supuesto, él siempre ha visto con malos ojos el uso de la magia sin la voluntad y permiso de los que van a recibirla.

Quizás por eso siempre me ha parecido irónico su negocio en la segunda planta de la tienda.

Infancia y adolescencia. El desarrollo de un joven hechicero.