Doctor Who | I lie into the time

por **Cordelia Holtz** Jue Oct 15, 2015 12:33 pm

Antecedentes históricos.

Los Señores del Tiempo. Seres singulares donde los haya. Nacidos de las estrellas, como nosotros. De conocimientos ilimitados. Conocedores de lo que es, lo que fue, lo que será y lo que podría ser. Ni el tiempo ni el espacio les limitan, sino que más bien juegan a su favor. Sus orígenes son claros para ellos, pero confusos para nosotros.

Convertidos en lo que son gracias al científico Omega, su salvador. Las peripecias de Omega le llevaron a ser engullido por una supernova. Sin embargo, éste modificó los campos morfofermiónicos del cono de acontecimientos espacio-temporal que la supernova había creado. Fue así que la onda morfofermiónica afectó a todos los momentos angulares de los espines que poseen los fermiones y produjeron la asincronía que hizo posible la existencia de propiedades químicas y biológicas nunca vistas, llevando así al nacimiento de los Señores del Tiempo, habitantes del planeta Gallifrey.

Su nueva condición no sólo les proporcionó un poder increíble, sino que ello les obligó también a sobrellevar una responsabilidad aún mayor. Decidieron consagrarse a reparar de las líneas temporales de manos de todo aquel que decidiera modificarlas egoístamente o romperlas. Este poder y la evidente superioridad con respecto a otras razas extraterrestres causó un ego colectivo desmesurado, así como una envidia externa generalizada y, al igual que la ciudad de Alejandría, Gallifrey acabó siendo víctima de su propia grandeza, del afán de conquista y el imponerse al resto de planetas. La Guerra del Tiempo puso punto y final -punto y aparte para los conocedores de la auténtica realidad- al planeta Gallifrey y a sus habitantes. Sólo un Señor del Tiempo logró sobrevivir. Aquel conocido través de los siglos y en todas las galaxias como El Doctor y cuya leyenda, la de sus viajes a través del espacio y el tiempo en su TARDIS, es ya de todo menos secreto.

Muchos han sido los años que ha dedicado a redimir a los suyos, viajando de un lugar a otro buscando ayudar. Detractores no le han faltado. Comenzando por los Dalek, los mayores causantes de la Guerra del Tiempo que se llevó su planeta. Siendo además, paradójicamente éste el causante de su creación al negar ayuda a su creador, el científico Davros. El cual, se vio en medio de una guerra contra los Thals que duró más de mil años. Todo acto tiene su consecuencia y el Doctor es perfectamente conocedor de este efecto mariposa del que nadie está a salvo. Ni siquiera él.

De aventura en aventura, de época a planeta, siempre –o casi siempre- contando con la ayuda de uno o dos acompañantes –pues la soledad nunca es buena y menos para alguien que ha vivido más de 300 años y se ha regenerado más de una decena de veces en distintos cuerpos-, pero teniéndoselas que ver en más de una ocasión con enemigos que paralizarían a cualquiera: los Cybermen, Satán, el propio Silencio… siendo, sin embargo, en esta ocasión donde otro de los enemigos más reconocidos del Doctor hacía temblar a la propia TARDIS. Algo que la máquina sabía, pero que al alienígena le pasaba inadvertido.

Planeta Loom, en la actualidad.

- ¡Dijiste que tenías un plan, no que nosotros fuéramos el plan!

Era imposible pensar en una aventura del Doctor que no requiriera poner en práctica su táctica más socorrida: la de correr.

- ¡Decídete! ¿izquierda o derecha? –preguntó mirando a su acompañante- ¡Doctor!

Éste asió su mano con fuerza e ignoró los dos posibles caminos que le planteara Holtz para tomar el suyo propio. Una trampilla bajo sus pies que desembocaba en las alcantarillas del propio planeta. Un tobogán de desperdicios extraterrestres poco agradable y un looping final en un parque de atracciones de todo menos divertido, de todo menos familiar.

El suelo –los centenares de capas sólidas de desperdicios más bien- frenó la caída de ambos. El lugar, oscuro. El olor, nauseabundo. Un par de monstruos recubiertos de lodo y deshechos –incluyendo cadáveres en descomposición de diferentes razas- , y oliendo a podredumbre. El broche final a una aventura que prometía dejar a la acompañante del Doctor con un mal sabor de boca de por vida, minando sus ganas de acompañar al hombre.

- ¡Dios, te odio! ¿Por qué has tenido que hacer eso? ¿No había otra forma? ¿Sabes cuántos días tendrán que pasar hasta que este olor desaparezca de mi pelo?