UNTIL THE DAY I DIE

Shax estaba aceptando que su vida en Francia, se acabó el mismo día que se transformó por primera vez y que no podía volver atrás. No debía torturarse así mismo como solía hacer. Pensar en las cosas que fueron y que no pudieron ser. Pero siempre acudían a él éstos pensamientos cuando ponía pie en la ciudad, puesto que ya no era un humano cualquiera, ya no podía disfrutar de absolutamente nada, nunca más, sin pensar en la bestia en la que se había convertido.

Vestido con unas botas de montaña, unos pantalones que le iban algo grandes, una camiseta a cuadros y un abrigo para el frío, caminaba por las casi vacías calles de los suburbios de París. Aquella zona de la ciudad no era para nada tranquila o segura, pero ¿a quién se le ocurriría atacar a un individuo como él? Sonreía ante su propias maneras de pensar; de lo diferente que era él y una persona normal, aunque ya hacía varios meses que intentaba cambiar de actitud sobre sí mismo. Pero aún tenía dudas y ciertos miedos. No era de los que contaban su vida a cualquier desconocido, en una taberna y estando borracho, porque ya no tenía nada que esconder, excepto, su condición de hombre licántropo.

Entre calles y callejuelas, iba caminando a un ritmo ni muy lento ni demasiado rápido. Sonreía, seguro de sí mismo -una de las pocas veces-, y miraba de vez en cuando a la acera de la izquierda, la de la derecha, y solamente dejaba que sus sentidos fluyeran y le advirtiesen si había peligro o no. Ni siquiera sabía por que había abandonado la seguridad de su cabaña, pero es que... ¡maldita sea! estaba cansado de la soledad! tal vez la noche le presentara un panorama diferente de la ciudad aunque fuese una vez.

{ Si no hay nada de que preocuparse } - comenzó a reflexionar - { será uno de los días tranquilos en mi vida }

A su diestra, se asomaba la esquina de una calle o un callejón. Pudo observar que la luz del farol parpadeaba, e instintivamente se detuvo en seco. Pudo oír como un hombre gritaba en tono desafiante. Parecía encabritado. Y otro delincuente más sujetando a una tercera persona, quien parecía resistirse. Al parecer la noche cambiaría de rumbo drásticamente. Podría dar media vuelta e irse, pero... No lo hizo.

Shax cambió su sonrisa. Caminó con pasos rápidos hasta el hombre que parecía estar esperando a que su compañero atizase a la persona acorralada. Por la velocidad en que actuó, nadie se percató de su presencia. Porque mientras el hombre lobo caminaba a grandes pasos, con sus manazas, agarró al hombre que empuñaba un cuchillo y con la fuerza que disponía el licántropo, empujó a aquel hombre con todas sus fuerzas hacia la pared izquierda del callejón, quedándose cerca del individuo alto que había estado sujetando a la víctima.

-No te acerques o le mato- chilló el hombre con voz entrecortada -. Si das un paso más, le hundo el puñal en la espalda. No estoy bromeando. Ahora apartate ¡regresa del lugar del que viniste!

El lobo estaba sopesando sus posibilidades sin que aquella persona -presuntamente inocente - no resultara lastimada.

Todo estaba a punto de comenzar.

Pensó que sería una noche tranquila, pero se había equivocado. Sin habérselo propuesto, estaba ya enfrascado en una situación complicada. Al parecer - más bien estaba seguro ya - que la víctima era una hechicera. Lo sabía por el color y forma de su aura, quizás pudiese defenderse sola con alguna clase de conjuro, pero al ver el bastón tirado en el suelo y la mirada perdida de ella, supo que no era tan fácil. La mujer necesitaba ayuda inmediatamente. Shax odiaba por sobre todas las cosas, que se aprovechasen de la discapacidad de algunas personas. Estaba aún más molesto que al principio. El ladrón era un simple humano que podría maniatar en cualquier momento. Aún y con toda la rabia carcomiéndole las entrañas, quiso darle una oportunidad:

-Tranquilo, toma las cosas con calma amigo - con el movimiento de sus manos de arriba a abajo, le daba a entender que bajase el arma, inclusive acercó su figura un par de pasos hacia adelante-. ¿Por qué no te llevas el morral y dejas a la chica en paz? era lo que buscabas en un principio. Tómalo y aquí no ha pasado nada.

El ladrón parecía sopesar la posibilidad, pero no terminaba de decidirse. Continuaba sujetando a la mujer y amenazándole por la espalda.

-¡Déjame el camino libre! - comenzó andar hacia un lado para buscar la salida del callejón y escapar, utilizándola como escudo.

-Una vez más y última. ¡Déjala en libertad! - el tono de su voz ya era autoritario y enérgico.

-¡Yo no recibo órdenes de nadie. Mucho menos de un mequetrefe como tú!

Dadas las circunstancias - al parecer - tendría que romper la promesa de no lastimar a nadie. Ya las cosas estaban cayendo por propio peso. El hombre no iba a cambiar de actitud y él tenía muy poca paciencia. Le dio la oportunidad de conservar su vida, pero la desperdició. No había nada que hacer salvo hacer justicia. El no se consideraba un justiciero, distaba mucho de ser uno.

-Tú lo has querido así.

Utilizando su velocidad sobre humana. Trepo por un costado del edificio, cayendo exactamente detrás del sujeto a quien tomó por la cabeza, girándola para romperle el cuello con un simple crack. El cuerpo cayó sin vida en el acto. Shax entonces pudo auxiliar a la mujer.

-Está a salvo madame. Estos malandrines no volverán a hacer de la suyas jamás de los jamases. - tomó el pequeño morral y lo colocó sobre sus manos. -Sus pertenencias están intactas. ¿Puedo ayudarle en algo más? - era lo menos que podía hacer.