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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lilith O'Hara Dom Nov 08, 2015 7:29 pm


Desde que había visto llegar a aquel muchacho corriendo a la puerta y tratando de comunicarse con los sirvientes desesperadamente fue cuando supe que algo no iba bien. Era ya casi medio día y fue antes de cruzar la puerta al despacho que alcancé a ver aquel alboroto en donde el joven tenía un papel arrugado y tenía instrucciones de no dárselo a nadie más que a Lilith O'Hara.

Tanta desesperación y por tan solo un papel… suficientes pistas para saber que provenía de Lucciano.

Apenas escuché mi nombre y le arrebaté la hoja para descifrar lo que las manchas de tinta decían. Tanta suciedad en una hoja no era algo típico de él, pero al haber estudiado tanto los apuntes de sus libros y releer varias veces aquellas cartas que me mandaba ya estaba más que familiarizada con su letra. Mi corazón comenzó a acelerarse.

Entre más me sumergía entre las letras, mi piel parecía perder su calor y la presión sanguínea me abandonaba. ¿Acaso una de sus tantas palabras tachadas era “desmembramiento”?, ¿Recuperándose?

Seguí leyendo la epístola hasta llegar a una especie de instructivo para poder convertirme por mi sola. No le di tanta importancia a pesar de lo que decían las palabras, tan solo quería llegar al final con la esperanza de saber que el vampiro me aseguraba regresar con vida, pero la confesión de sus últimas palabras me hacían creer que no volvería a verlo.

-Madame, ¿se encuentra bien? –preguntó el sirviente que seguía con la puerta abierta. Al comenzar a leer la carta me había olvidado por completo de ellos y el mensajero seguía esperando a que le diera alguna otra orden.

-24 horas… -susurré con la mirada perdida pensando en la posibilidad de que posiblemente y ya estaría muerto. -¿HACE CUANTO TE DIO ESTO?, ¿FUE HACE UNAS HORAS?, ¿LO VISTE? –lancé preguntas como flechas que atacan directamente a su blanco sin dar oportunidad a una respuesta. El mensajero tan solo me contestaba en un idioma extraño y lleno de miedo, entendí que no tenía idea de lo que le estaba diciendo. –Perdón… -me calmé para proseguir a dar órdenes. -Denle agua, comida y… Que descanse un poco, puede quedarse hasta mañana si quiere. Hoy no recibiré a nadie ni quiero que me molesten. –dije antes de subir por las escaleras y encerrarme en mi habitación.

Me acerqué a mi buró en donde ahora en lugar de una jarra de agua ahora tenía una botella de vino y me serví en la copa para bebérmela de un trago, luego una segunda y finalmente me serví por tercera vez pero ahora para tomármela con más calma…
-Idiota… más te vale que te vea mañana. –susurré con el corazón aún acelerado, preocupada.

Esa noche estuve encerrada en el cuarto sin ninguna compañía mas que el vino... y la carta.
_____________________________________________

El reloj tocó las campanadas del medio día, salté de la sorpresa.
La botella con la que había compartido mi noche desde hace horas que estaba vacía y yo no había podido dormir nada, tan solo había estado contando cada hora que pasaba y estudiando cada paso de ese tétrico instructivo que Lucciano me había mandado.

-No podré hacerlo… -mis palabras desesperadas rompieron el silencio que había dejado el reloj a su paso. Sabía que las 24 horas desde hace un rato ya había pasado y el nerviosismo me estaba matando.

Lucciano sabía que no podía desangrarme a mí misma, el suicidio era un acto que requería demasiada valentía de mi parte, el simple hecho a morir aunque fuera por unos segundos me aterraba... Era obvio que prefería la segunda opción que me había dado pero, ¿Qué no era también suicidio si ya sabía lo que el sirviente me haría?, ¿Y si algo salía mal?

No podía permanecer insegura y tan débil todo el tiempo, tenía que acabar con esto…

Salí del cuarto aún sin ponerme otra ropa más que el camisón blanco con el que me había acostado y no detuve mi paso hasta llegar al despacho para sacar las botellas. Toda la noche había estado leyendo la carta al punto de haberme aprendido cada instrucción y poderla cumplir de la manera precisa.

“Para estas horas ya no existes... ¿debería arrepentirme de haberte rechazado?” pensé mientras caminaba al establo y abría la puerta.

Tal y como Lucciano me lo mencionó en la carta, ahí estaba el sirviente atendiendo su trabajo y cepillando a un caballo... sin imaginar que posiblemente moriría junto conmigo en esa misma tarde.

-Oh, buenos días Lady O’Hara… ¿Se siente mejor? –me saludó apenas me vio entrar al establo.
-¿Mejor? -pregunté en voz baja.
-Sí. Todos ayer estabamos preocupados porque no salió de su habitación y pidió que no se le molestase madame. -No contesté.

Su actitud tan dulce hacía que dudara de cumplir con el cometido, pero para ser un vampiro tenía que tomar ahora los riesgos de supervivencia y deshacerme de esos sentimientos tan compasivos y humanos justo como me había enseñado él… Suspiré tratando de desvanecer los sentimientos que me causaban Lucciano y su muerte.

-No tengo porque sentirme mal… -susurré en voz baja mientras me acercaba al hombre. –De todas formas tan solo… éramos un trato, ¿no es así? -lo miré como si no fuera el sirviente al que le hablaba, si no otra persona.

-¿Cómo dice…? No logro entenderla.

-…yo tampoco entiendo porque me duele tanto... no eramos nada más. –me reí con una sonrisa demasiado falsa a punto de llorar, pero evitando quebrarme. Decidí apresurar el proceso. –Sire Mo-- -La voz a mis espaldas me impidió terminar de pronunciar las palabras, pero a cambio logró que dejara caer mi cuerpo al suelo junto con una lágrima llena de alivio.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Lun Nov 09, 2015 6:20 pm


Habían pasado ya cinco días desde que había escrito aquella carta y se la había dado al mensajero, esperaba que hubiese llegado con tiempo... A pesar de avances como el telégrafo, Lucciano había decidido hacer uso del método tradicional al no fiarse de nadie.

Pobre, Lilith. ¿Sabría ella acaso que aquella carta había sido escrita hacía tantos días? No le había dado tiempo a ponerle una fecha, no le había dado tiempo a casi nada. Pero allí estaba subido en el carruaje pisando de nuevo las calles parisinas después de tan largo viaje, preguntándose en primer lugar si había llegado tan esperado sobre, y si ese era el caso, habría cambiado algo en su pequeño “Reino”.

Era un alivió volver a estar en tierra, Lucciano odiaba los días que había pasado en barco, aquellas máquinas de metal eran horripilantes. Agradecía incluso el leve balanceo de la carroza en su vaivén, mientras observaba a frente suya a su juguete de viaje, y acurrucado en su regazo a su nuevo pequeño huésped. No pudo evitar sonreír, mientras la tarde caía granate anunciando la próxima nocturna.

Habían sido días complicados de tal modo que en su nueva estancia en Venecia, se había visto de algún modo sitiado en su propio escondite. El ataque de los Inquisidores de allí, le había pillado de sorpresa, tanto que por el camino perdió un brazo, el cual había conseguido componer de nuevo, pero que aun dejaba señales similares a una cicatriz, era necesaria mucha sangre para que un vampiro se recuperase de tal herida. Por una vez en mucho tiempo había tenido que huir, cosa que lo enfurecía, pero al parecer esa furia era lo que le había llevado a la victoria y a encontrar a su contrincante.
Fue fácil junto a sus aliados y servidores hacerse con el poder de su hogar, de arrancarle aquella cabeza que ahora llevaba junto al equipaje conservada por un hechizo, como regalo y reto para los inquisidores franceses. Lo que le había salido mal del plan y algo que no esperaba era que la esposa del maldito de su descendiente, decidiese suicidarse dejando en desamparo al niño que ahora le acompañaba de regreso a casa. “Estúpida” Había pensando en el momento. Su intención era usar a la aquella familia como rehenes para atrapar al padre, pero la cosa se había torcido más de la cuenta.

Lo que no esperaba era encontrar a un tatataranieto con muchas tataras delante, huérfano, por un impulso de su madre y que sorprendentemente lo confundiese con el padre. Era de admitir el tremendo parecido de ambos hombres, con la diferencia de que el inquisidor tenía el cabello castaño claro, contrario a Lucciano que a pesar de tener sangre romana había heredado los rasgos germanos de la tribu de su madre. Pero eso parecía darle igual a un crío de solo 4 años que no había conocido a su padre en persona hasta aquel momento. Un padre que como inquisidor en Francia debía de haberse olvidado a su familia, a causa de su gusto de moverse con jovencitas como lo había intentado con Lilith en la ópera.

Y allí estaba, estrenando paternidad de nuevo y sin dejar de pensar en como encontraría las cosas, o más bien como encontraría a Lilith, en sus últimas cartas no había podido sentir un continuo rechazo por parte de su “protegida”, pero no terminaría de convencerse de ello hasta que no la viese en persona.

Sin quererlo un pequeño cosquilleo le recorrió, un agradable calor... Se moría de ganas por verla, por abrazarla, por besarla...

La carroza se detuvo y el vampiro bajo con el niño medio dormido en brazos. Miró de arriba a abajo la mansión. “Al menos no la ha reducido a escombros” Bromeo consigo mismo.

-¿Dónde se encuentra la signorina Lilith? -Pregunto a uno de los sirvientes, éste le indico que en las caballerizas, y sin pensarlo fue hasta allí buscando con su mente rozar la de ella.

Apreció algo... Rozó unas palabras... Un pensamiento.... “No puede ser...”

-Sire mo... -Eran las palabras de Lilith y frente a ella, el joven sirviente que parecía paralizarse ante aquellas palabras se derrumbo inconsciente.

El vampiro ya había detenido toda orden, y toda posibilidad de que ella se convirtiese. Al parecer había recibido la carta, y no había podido esperarle.

-¿Qué demonios haces? -Dijo entrando en el establo y deteniéndose frente a ella con aquel niño somnoliento en brazos.

Hubo un silencio mientras, el vampiro dejaba al crío en el suelo susurrándole palabras suaves en italiano y besaba sus cabellos. El pequeño se refregaba los ojos cansado, que irónica era la genética, ya que dentro de esos rasgos mediterráneos donde el castaños de sus cabellos y la piel morena hacía destacar los ojos claros de Lucciano, unos ojos que no parecían de aquella persona, inusuales.
“Aspetto, Pietro”, se hacía raro escuchar al vampiro hablar aquella lengua con aquel tono de familiaridad, una lengua que era hija de su lengua madre, su francés era demasiado bueno, pero no era tan natural en tonalidades como aquella lengua.

En cuanto se incorporó, en aquel silencio miró a Lilith mudo, con sus ojos dispares ahora uno castaño y otro de su color claro natural. Conteniendo la respiración no necesaria.
Pasaron los segundos, parecía que nadie sabía que hacer, pero él camino a ella y la envolvió en sus brazos con fuerza. La había echado mucho de menos...

-Sabía que no podrías con esto sola, fierecilla... Pero ya estoy aquí... -Le susurro con su voz tan particular, acariciante para ella.
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Mensaje por Lilith O'Hara Mar Nov 10, 2015 2:53 am

¿Por qué ya no lo había sentido?, ¿Qué había pasado con esa conexión que siempre sentía al tenerlo cerca aunque no lo viera? Esta vez aquello no se hizo presente, como si gracias a la ausencia de su viaje aquel lazo se hubiera roto… pero no importaba, era él. Y estaba vivo.

Permanecí en cuclillas mientras hiperventilaba y sentía las lágrimas de alivio rozar mis manos apoyadas en el suelo.

-Yo… por un… por un momento… juro que… pensé que tu… -mis respiración agitada no me dejaba formar ninguna oración concisa, toda la debilidad que me había estado guardando desde que había recibido la carta hasta ahora parecía estar saliendo sin poder controlarlo.

Ni siquiera era capaz de voltearlo a ver en este estado, pero aun así me dejé rodear con su voz y sus brazos en cuanto se agachó para darme un abrazo y desahogándome de todos los pensamientos en los que relacionaban a Lucciano con la muerte.

-Quiero cambiar el trato Lucciano. –susurré buscando su rostro hasta sujetarlo firmemente con mis manos y obligándolo a mirarme a los ojos. –Escúchame bien. NADIE… nadie más va a transformarme, quiero que TÚ seas el único que pueda hacer eso. Así que procura mantenerte con vida. ¿Me escuchaste? –El vampiro no contestó de inmediato a pesar de mis palabras tan apresuradas, lo cual me obligó a repetir mi pregunta. Como siempre, no estaría dispuesta a un "no" como respuesta. -¡¿ME ESCUCHASTE LUCCIANO?! JURA QUE SOLO TU LO HARÁS, ¡QUIERO QUE LO JURES POR LO QUE MAS QUIERAS! -no solté su cara ni su mirada hasta no obtener la respuesta que necesitaba a esa pequeña cláusula de "nuestro trato" el cual me ayudaba a ocultar lo que realmente era mi petición: la necesidad de saber que estaba con bien, por lo menos hasta que yo dejara de ser tan debil.

Una vez obtenida la respuesta que ansiaba tan solo me quedaría confiar en que la cumpliera, pero sabía que el vampiro era un hombre de palabra. Me levanté suavemente ayudándome de sus brazos y me acomodé el camisón que aún llevaba puesto. Cuando levanté la mirada hacia él no pude evitar sentirme aliviada y con deseos de tenerlo entre mis brazos de nuevo.

-¡Tenía tanto miedo de hacerlo! –Me colgué de su cuello sin pensar en que probablemente seguía herido o cansado y acariciando ese cabello con mis manos que pensé no volvería a sentir de nuevo pues, aunque le confesaba que mi miedo era a convertirme por mi propia cuenta, la verdadera razón es que temía el no poder volver a verlo.

Sintiendo sus manos en mi espalda y calmándome con su voz seductora fue como mis lágrimas finalmente fueron cesando hasta poder recuperar mi respiración normal. Aun sin soltarlo del cuello me limpié la cara fuera de su vista y fue ahí cuando pude divisar a sus espaldas un bulto moverse hasta acomodarse en posisión fetal. A excepción de el cabello se miraba como un pequeño Lucciano…

-Que… ¿Qué es eso? –lo solté de inmediato y señalé a la versión en niño de el vampiro.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Miér Nov 11, 2015 6:25 pm


-Llevas semanas sin beber de mi sangre, no veo el colgante junto a mí... Es normal que no me sientas. -Había sido mientras entraba en el establo buscándola y midiendo sus intenciones, cuando había rozado esos pensamientos en ella. -Ahora, estas desintoxicada de mí. No puedo controlarte como antes, a no ser que vuelvas a beber de mí.

Por un momento se olvido de todo aquello que le rodeaba, la verdad esperaba tal vez un buen manporro por parte de ella o palabras de reproche, pero no aquello. Era una sorpresa verla en aquel estado. Respiración agitada, casi temblando entre sus brazos, y aquellas lágrimas... Debía de haberlo pasado o muy mal sin él, o lo había echado verdaderamente de menos.

Sus dudas pronto se vieron aclaradas, ya que el miedo sobre todo venía por el hecho de que el no había estado allí para darle su inmortalidad deseada.
Por un momento lo pensó, podría ahora mismo acabar con todo aquello, a la fuerza si lo deseaba. No preguntar, solo actuar. Convertirla ahora mismo, drenarla hast ala última gota de muerte, y entregarla su sangre para revivirla.
Un negocio hecho, una promesa cumplida. Pero no... A pesar de todo lo que pudiese pensar: ella NO estaba preparada.

Sus manos en su rostro, en contacto con su piel. Mmmm... Cuanto echaba esa suavidad, y olor que solo ella tenía. Lo disfruto, y su rostro no pudo evitar expresarlo.

-Lo haré, ¿tenemos un trato no? -Ladeo el rostro, y sus labios se curvaron suavemente. -Lo de mantenerme con vida, es más difícil pero... -Se levantó junto a ella. -¿Cuántos siglos llevo haciéndolo? Y aquí sigo, y voy a seguir... Recuerda lo que vio Lakme, ese futuro de luces. Aunque uno no se puede fiar, cualquier ápice puede cambiar el destino de uno, ¿no te parece?

Un paso hacía atrás a causa del empuje del cuerpo de ella al impactar contra el suyo, aun seguía débil. Tenía mucha sangre de vampiro que beber, y solo había podido acceder a la humana para detener el hambre y lo básico, pero París prometía como capital de inmortales necios y fáciles de engañar.

Le beso en la frente, aunque sinceramente le entraban ganas de besar cada rincón de su cuerpo, y más al sentir su cuerpo bajo sus dedos, tan... cercano. Debía de ser por la poca tela que llevaba encima, sin corsés ni extraños engranajes...., solo aquella bata. Ya imaginársela desnuda hacía que la lujuria le invadiese levemente.

-¿Eyy....? -Se quedo mudo, mirando como el pequeño Pietro se hacía un pequeño ovillo en el suelo, se moría de sueño.

Deshaciendo aquel abrazo, camino hacía el niño y lo tomó de la mano para que se levantase. Él se negó haciendo una pasiva resistencia, y diciendo algo en italiano. De repente y con voz autoritaria Lucciano comenzó a contar.

-Uno, due, mezzo due...

El niño enseguida se levanto, sus ropas estaban sucias del polvo y la paja que había en el suelo. Mientras lo tomaba en brazos, en aquella rápida lengua donde el vampiro de voz suave, creaba tonos más altos del cuenta, parecía estar echándole un rapapolvo por su seriedad y las salientes lágrimas del niño que no terminaba de decidirse si empezar o no a llorar. Finalmente, se frotó los ojos con un bostezo y apoyo su cabecita en el hombro del vampiro.

-Ciao, signorina Lilith... -Solo dijo el pequeño, básicamente obligado y más luchando por no cerrar los ojos y dormirse que por atender a todo lo que le rodeaba.

Lucciano le beso la cabecita, y le susurro algo suave. Un permiso para que pudiese quedarse dormido en sus brazos.

-Bueno... Digamos que ahora soy padre, o abuelo... o tatarabuelo, o... yo que sé. -Con la cabeza le indico a Lilith que lo siguiera, echo un vistazo al hombre inconsciente de la cuadra. Tardaría al menos 20 minutos en espabilarse. -Dame un momento y te lo explicaré todo.

Llegaron a la puerta, donde aun estaban descargando cosas de la carroza, “el juguete de viaje” del vampiro aun estaba esperando instrucciones, sin quererlo se había convertido en la niñera de la criaturilla.

-Llévalo a dormir. -El niño se había quedado dormido, solo tuvo con cuidado entregárselo. Después de verlo marcharse se dirigió a Lilith. -Ya sabes que a “nuestro” amigo inquisidor de la ópera le perdían las jovencitas de inmensa belleza. -Le señalo con los ojos. -Lo que no sabíamos es que en tenía una familia lejos, esposa e hijo. El niño que acabas de conocer, es Pietro, su único hijo, el único descendiente de mi propia sangre que sé que vive.
>Digamos que no tiene a nadie, puedes imaginarte como ha acabado su padre y la necia de su madre, antes de que la capturáramos decidió suicidarse, y creo que hizo bien.
-En aquella últimas y sombrías palabras estaba aquel deje de monstruosidad que poseía el vampiro, al parecer su intención era también arrancarle la cabeza a la mujer, y realmente lo había hecho, dos cajitas sorpresa para inquisidores. -Los inquisidores de aquí aun no sabe nada de ésto, cuando se enteren estarán tan descolocados que tardarán bastante en recuperarse, digamos que se han quedado sin parte de la fuerza de Italia, también creen que he muerto... Digamos que use mi poder de “convencimientos” con algunos de los supervivientes. No tengo un plan seguro, pero tengo un mensaje que enviarle cuando quiera revelarles que he vuelto. A no ser que lo averigüen antes, que lo harán, tenlo seguro. -Le tomó de la mano, mientras entraban dentro y se la beso. -Entonces, ¿aquí todo tranquilo? Por lo que veo... ¿no lo tienes claro, no?
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Mensaje por Lilith O'Hara Miér Nov 18, 2015 3:04 am


Mis ojos se encontraban atónitos ante aquella escena familiar. El niño parecía tenerle respeto al vampiro como si enserio fuera su padre y de la misma forma le tenía confianza como para lanzarse en sus brazos fríos. Tal parecía que el niño no sabía que Lucciano era una bestia de la obscuridad o del peligro que podía correr a su lado.

No contesté a las palabras del pequeño, me había sorprendido que me dirigiera la palabra y más el que supiera mi nombre. Miré a Lucciano con cara de duda para luego seguirle por las afueras del establo.

Al salir inmediatamente noté a la mujer junto a la puerta de la carroza, tal parece que no venía solo. Me limité a seguirla con la mirada mientras cargaba al infante preguntándome si tan solo la habría traído para cuidar a Pietro. Nos adentramos a la mansión hasta llegar a la sala mientras seguí a la extraña con la mirada subir las escaleras hasta perderla de vista mientras escuchaba al vampiro contarme todo lo que había pasado.

Permanecí seria mientras lo escuchaba contarme sobre interminables peleas, ya era algo muy normal para mi saber que siempre estaba luchando, que constantemente lo estaban atacando, pero al darme cuenta de que Lucciano había decidido hacerse cargo de Pietro mi expresión cambio por completo, no estaba de acuerdo.

-¿Pero en que estabas pensando? –lo empujé para separarlo de mi cuerpo muy indignada. – ¿Cómo puedes hablar así de la madre? Ella sabía lo que le esperaba de cualquier manera, ¡TU LA EMPUJASTE A MATARSE! –me di la media vuelta golpeando al aire con los brazos muy enojada. -Y luego traes a ese… ¡niño! Dime Lucciano, ¿también te lo llevarás a tus luchas?, ¿O esperarás a que como siempre uno de tus enemigos venga a buscarte y use al niño en tu contra? –caminé por toda la habitación exaltada sin poder creer como el vampiro se atrevía a arriesgar así la vida de un pequeño, estaba cada vez mas convencida de que Pietro corría peligro a su lado. Una vez más el vampiro parecía haber tomado decisiones por otros haciendo todo a su modo. Pero esa era su naturaleza, ese era uno de sus defectos más irritantes para mi gusto.

Mi garganta finalmente resintió todos aquellos reclamos que le soltaba y cada vez se secaba más. Comenzó a darme sed rápidamente, aquella sed que me provocaba una ansiedad extraña y que sabía no podría saciarme con agua. Al ver al vampiro sabía lo que necesitaba, ese pequeño beso que yo misma había interrumpido había hecho que la ansiedad de morderlo aumentara cada vez más, necesitaba probar un poco de él nuevamente, deseaba darle de nuevo poder sobre mi cuerpo pero, el coraje de ese momento hacía que quisiera conservar mi orgullo.

Caminé hacia una pequeña mesa de la sala en donde posaba una botella de vino que por orden mía los sirvientes habían colocado en cada habitación de la casa. Había descubierto que con eso podía contrarrestar los deseos de la sangre inmortal y ese era como mi escape para evitar morder a Lucciano aunque luciera como una alcohólica frente a los demás.

Las palabras de Stéfano me rondaron por la cabeza.
“Estás envuelta en fuego Lilith y las llamas son tan grandes que no te das cuenta que ya eres una prisionera.”

Respiré y traté de guardar la calma antes de comenzar una discusión de nuevo cuando Lucciano apenas y había llegado. No había dormido durante toda la noche y seguramente por eso me sentía más irritada.

-Mira... todo este tiempo que he estado a tu lado no he hecho más que sufrir los ataques de tus enemigos… –Su olor parecía invadirme y aumentar cada vez más mi desesperación, mis manos comenzaron a temblar levemente pero no era muy notorio, así que llené mi copa con rapidez para tratar de evitarlo. –…pero si estoy aquí es porque sé que me volveré fuerte contigo. Pietro no tiene la culpa de la guerra con tu familia… él no tiene idea y no lo ha decidido así como yo lo he hecho.

“¿Por qué estás tan segura cuando te pueden obligar a hacerlo?” Nuevamente el recuerdo del hechicero apareció en mi cabeza. “No… jamás lo haría.” Pensé tratando de convencerme a mi mismo luego de tomar un gran sorbo a mi copa.

De pronto parecía que la conversación había tomado otro significado, dentro de mi cabeza ya no estaba el futuro peligroso que el niño podría vivir a su lado si no el que probablemente Lucciano hubiera armado todo de esta manera.

Como si de una iluminación repentina se tratara, recordé en ese mismo instante la noche en que yo había decidido irme con Lakme, esa noche Lucciano me había engañado para convertirme en su esclava de sangre y luego llevarme a la ópera en contra de mi voluntad. Ya me había controlado una vez... ¿Y si Stéfano tenía razón y nunca había dejado de hacerlo?

El cristal resbaló de mi mano y se escuchó el vidrio estrellarse contra el suelo.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Vie Nov 27, 2015 7:08 am


Perdida de vista quedaba su “juguete de viaje” junto con Pietro por las escaleras. Lucciano por un instante observo la actitud de Lilith hacia la mujer, y sintió la tentación de mirar entre sus pensamientos, lo cual no hizo, pero se imagino que por la mente de ella algo rondaba, relacionada con él. Poco le importaba, solo había sido un juego de distracción, y un cierto con suelo para sus diferentes gustos, mucho no muy conocidos ni comunes.

Cuando entraron en la sala hubo un momento de silencio donde él no pudo evitar mirarla de arriba a  abajo con detenimiento, se la veía cansada, pero igualmente seguía viendo esa fortaleza que ella no veía en sí misma. Mudo sus ojos la miraban con cierta e inquietante fascinación, casi como si viese un reflejo de sí mismo desde el otro sexo, como si la desease devorar.

Se atrevió a acercarse a ella, pero antes de que hiciese nada ella estalló en reproches y con ello el pequeño empujón para alejarlo. Ya le parecía extraño que todo estuviese en tal armonía y pareciese fácil, demasiada paz entre caracteres tan parecidos pero a la vez tan chocantes.

-Ellos nos extinguieron... -Comenzó a decir, su expresión había cambiado, la dulzura que sus ojos antes emanaban se perdieron entre los pozos oscuros de sus pupilas. -Lo destruyeron todo, destruyeron a la “familia”. Su sangre es negra, su estirpe es de traidores. -Su voz ya no era terciopelo, era helada. -¿Empujarla a la muerte? Hubiese preferido ser yo mismo su propio verdugo, por continuar con la misma labor de sus bisabuelos. -Rencor en su rostro inhumano y ensombrecido mientras escupía cada una de aquella palabras. -Nos usaron, nos purgaron y vendieron a los inquisidores... ¿No sé supone que ellos solo cazan monstruos como yo? Mentiras. Y yo no pude hacer nada para salvarlos... Nada... -Su mandíbula se apretó y sus manos temblaron en un gesto bastante humano. ¿Acaso había impotencia en el recuerdo? -Mis hijos... Mis pobres hijos... Nos engañaron a todos. - Sus ojos ni la miraban, sus facción se volvía hieráticas. -No sabes lo que se siente estar tanto tiempo encerrado, sintiendo como cada una de sus conciencias se apagaba poco a poco... Dudo que sepas lo que es perder a centenares de familias cazadas como animales... Después de protegerlos miles de años... -Sus ojos brillaban contenidos. -Perseguidos hasta la saciedad. Imagínate cuanto odio puede llegar a acumular un inmortal cuando lleva siglos encerrados sabiendo que estas cazando a sus seres queridos, a una estirpe milenaria que sobrevivían y estaban unidos bajo mi cuidado, yo era su protector y ellos el hilo que siempre me ha unido a la vida. Y liberarte y que no quede nadie... -Sus puños apretados con fuerza se suavizo al igual que su gesto. -Pietro es asunto mío, es un inocente que merece ser salvado. Yo siempre he sabido proteger a los míos, será un nuevo comienzo, y su vida no estará relacionada con inquisidores ni con sus antiguos contrarios, como antes... Sin identidad, nuevo.

El cristal resbalo y se hizo pedazos despertándole de su sed de venganza, y ahí fue cuando se atrevió a mirar en la mente de Lilith y vio más de lo que debía.
El vampiro camino hacia uno de los muebles donde se apoyo para llevar su mano a la frente y encontrar su propio rostro en el reflejo del espejo.

Pudo ver la sed de ella, la ansiedad, el miedo... Y luego vió algo que no le agrado... Recuerdos del... otro.

-Ahí esta. -Hablaba mirando a su propio reflejo, de repente parecía cansado. -Crees que te manipulo, que puedo doblegarte con mi sangre. -Suspiró, y giró su rostro al de ella. -Me gustaría preguntarte algo. -Volvió a incorporarse y dejar de estar apoyado en el mueble para caminar precipitadamente hacía ella. -¿Qué te empujo a querer convertirte hoy? ¿Qué prisas tenías? -En su paso los cristales crujieron bajo sus pies, frente a frente, estaba demasiado cerca de ella, podía sentir hasta su respiración. -Porque podíamos acabar con todo esto esta misma noche. -Poso sus manos sobre sus hombros. Ella ya le había calentado lo suficiente, y él solo sentía decepción. -¿Crees que puedo manipularte? -Repitió. -Siéntete decepcionada, y decepciona a tu “amigo”. -Le tomo en un gesto suave el rostro con ambas manos, su voz bajo su tono, como si hablarán entre secretos. -Ojala pudiese... ¿No lo sabías? Al igual que con cualquier droga, puedes desintoxicarte, puedes romper el vinculo. No hay ni una gota de mi sangre en tu cuerpo, disfrútalo. Esta noche va a ser la peor.

Terminó por decir, y antes de soltar su rostro impacto sus labios contra los de ella besándola. Llevaba un rato conteniéndose y no se iba a marchar sin robarle al menos uno, a pesar de que éste le supiese un tanto amargo.

-Y una última cosa. -Estaba dispuesto a marcharse a su habitación, ya había tenido suficiente, cuando se detuvo en el umbral. -He tomado una nueva decisión con respecto a mi trato. No volverás a tomar ni una gota de mi sangre, a no ser que sea para convertirte o como mucho... Salvarte la vida, aunque procuraré que mis asuntos no te lleven a ningún extremo, o estés vinculados a ellos a no ser que sea, las tareas que ya has estado realizando en mi ausencia. -Aquello fue un tanto cruel. -Buenas noches.

Y desapareció subiendo las escaleras, un tanto de rabia en su interior contenida, un sentimiento incompleto por tal agridulce encuentro, esperándolo más calmo y agradable. Poder saborearla, hacerse con su piel... La había echado demasiado de menos, se había sentido vacío. Pero a pesar de que se fastidiase a sí mismo, no iba a consentir que lo volviese a usar, y más tras ver los recuerdos y consejos de aquel desconocido por el que Lilith, algo sentía de un modo más sencillo que seguramente por él.
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Mensaje por Lilith O'Hara Miér Dic 23, 2015 4:46 am

Apreté los ojos fuertemente evitando poner atención a sus palabras y tratando de sacar el recuerdo de Stéfano de mi memoria pero, el cansancio que tenía sobre mi cuerpo estaba volviendo imposible olvidarme del brujo haciendo que sus palabras en contra del vampiro retumbaran cada vez más fuerte dentro de mi cabeza.

Mi ansiedad parecía aumentar, esta vez el vino no me había ayudado de nada y tenía la necesidad de tener cerca a Lucciano, de tocarlo, morderlo...  Besarlo. Pero no, estaba segura de que todo esto era parte de su control también, las frases dentro de mi mente me lo decían y ahora al sentirlo dentro de mi mente de nuevo aquella idea me tenía convencida.

-¡Deja de hacerlo! -grité mirándolo con repudio y golpeando al aire con todas mis fuerzas como si así pudiera empujar su mente fuera de mi cabeza. -¿Por qué tienes que hacer siempre lo que quieres conmigo? –llevé mis manos hacia mi cabeza de golpe tratando de cubrirla con mis dedos como si eso fuera a evitar que el vampiro siguiera leyendo mis memorias.

El ruido crujiente de los vidrios  mandó una señal hacia mis piernas, estas reaccionaron al instante a cada paso que se escuchaba temblando y tratando de alejarse. No quería tenerlo cerca así que caminé hacia atrás lo más que pude hasta que sentí el muro tras mi espalda.

-No quiero que me toques... –susurré con los ojos muy abiertos pero a él pareció no importarle lo que le pedía. Agité mi cuerpo para hacer que me soltara en cuanto sentí sus palmas sobre mis hombros sin embargo, me fue imposible liberarme de ellas. –No sé quién eres… me has estado engañado y ya no sé quién soy.... ¡Basta! Ya no quiero escucharte, no… NO TE CREO, PARA, PARA, ¡YA!–cerré los ojos mientras mi voz fue cada vez más en aumento para poder escucharme sobre la suya, no quise prestar atención a sus explicaciones ni a sus reclamos. Entre todo aquel sermón que trataba de ignorar tan sólo había atrapado la palabra 'amigo' sabiendo a quien se refería.

Su olor, su temperatura y el sonido de la sangre inmortal corriendo a través de esas manos que rosaban mi piel me llamaban a caer en la tentación. Tan solo una gota… era todo lo que necesitaba para que mi cuerpo se tranquilizara, lo necesitaba urgentemente dentro de mi organismo para desaparecer toda esta ansiedad y el dolor que comenzaba a causarme la sed de su sangre.

Mi respiración se agitó notablemente, lo necesitaba… mi desesperación se estaba volviendo demasiado descontrolada. Pero aun así mi orgullo sería más grande.

-No voy a dejar que me sigas controlando... –sentí una gota de sudor rodar por mi rostro. Sería tan fácil lanzarme a su mano que rozaba mi mejilla y morderlo, sabía que él lo permitiría… pero hacerlo sería seguir aceptando que me usara como su títere justo como lo había estado haciendo.

Una vez más se habían aprovechado de mi débil humanidad y me habían humillado, todo este tiempo había sido tratada como un objeto más en la colección de un vampiro.

Finalmente él selló mis labios rompiendo con el espacio entre nosotros. Más que dejarme llevar entre el placer de sus labios aquel beso para mí era como una condena de muerte. Sus labios carnosos rozando mis dientes me estaban incitando a morderlos y yo moría por hacerlo más no debía. Traté de empujarlo a puño cerrado sobre su pecho y sus brazos heridos, pero las pocas fuerzas que ahora tenía no alcanzaban ni siquiera para empujar a otro débil humano.

-¡Eres un cobarde! -reclamé una vez sentí liberados mis labios antes de que volviera a dirigirse a mí. Pasé mis manos por sobre mi boca limpiando cualquier rastro de él que pudiera seguirme tentando. -No es como si quisiera tu veneno de nuevo aunque estuviera muriendo. No vas a volver a engañarme Lucciano. ¡No permitiré que me sigas usando! –mi garganta ardía con cada grito que daba, la resequedad se manifestaba cada vez más en mi cuerpo y las pocas fuerzas que aún guardaba las utilizaba para descargar mi odio en esa bestia. Lo miré con odio como hacía mucho que no lo veía pero el sólo me dio la espalda y siguió su camino hacia las escaleras. -¡Prefiero morir antes de volver a probarte y dejar que me controles! ¿ME ESCUCHASTE? -lo perseguí hasta las escaleras pero sin subir en ellas. Él no se quedaría con la última palabra ni dejaría que se fuera pensando que una vez más había ganado la discusión, no importaba lo fuerte que él fuera ni lo débil que yo me sentía ahora.

Los sirvientes se quedaron observando la escena desde lejos, algunos con miradas de miedo y otras con gran curiosidad preguntándose a que se debían los gritos esta vez.

Lucciano desapareció de mi vista al cerrar su puerta como si ya hubiera terminado conmigo, sin importarle lo que yo tuviera que decir y esperando a que fuese a rogarle. Jamás pasaría.

Aún tenía rabia, mucha furia que necesitaba ser descargada. El dolor de mi garganta que apenas hace unos minutos parecía ser solo molesta cada vez empeoraba.

Regresé a la sala en donde se había dado todo, necesitaba otro trago de vino o lo que fuera para quitarme este ardor que se apoderaba cada vez más de mi cuerpo. Ese beso tan solo había hecho que mi condición empeorara…

Corrí hacia la botella que aún se encontraba sobre la mesa rodeada de cristales rotos esperando a que me ayudara con mi pesar y empinándola sobre mi boca como si fuera la última gota de agua sobre un gran desierto. Sin duda se sentía refrescante al momento de pasar por encima de mi garganta, pero apenas terminaba de dar ese gran trago y mi lengua volvía a sentirse áspera de nuevo… Entonces supe que el tenía razón y esta sería mi peor noche.

Comencé a sentirme mareada, probablemente era el efecto de tanto vino que había estado tomando desde la madrugada o el hecho de no haber comido ni dormido nada desde el día anterior.

Mis ojos se cruzaron de pronto con la mirada de una mujer con el cabello alborotado en el reflejo de la botella, lucía con un semblante desesperado como si fuera una loca de manicomio, los agujeros de su nariz se expandían y se contraían rápidamente notándose como su respiración era cada vez más agitada. Los labios partidos de aquella imagen me dieron lástima… lucían descuidados y despintados, pero por lo menos hacían juego con el terrible aspecto de la piel descolorida y las ojeras tan marcadas revelando que seguramente había pasado la noche en vela. Sentí tanta lástima de todo su rostro tan descuidado que una lágrima salió de mi ojo… al mismo tiempo en que la mujer del reflejo también lloraba al ver perdida su belleza.

-AAAARRRHG!  -un grito lleno de cólera se liberó por fin de mi garganta al momento en que lancé la botella casi vacía contra la pared de la habitación. No me había gustado verme en el reflejo de la botella, era horrible el monstruo en el que me había convertido ahora.

El demonio que habitaba dentro de mi cuerpo se liberó de un segundo a otro y comenzó a destruir todo lo que encontraba a su paso dentro de la sala. Cuadros, cabezas disecadas, floreros y entre otros adornos terminaron pronto sobre el suelo.

-¡ESTO NO DEBERÍA ESTAR SUCEDIENDO! –grité para mí misma dentro de la habitación hasta terminar con mi horrorosa obra de arte. Luego corrí por las escaleras sujetando mi camisón para no tropezarme hasta llegar a la puerta de Lucciano.

-¡MIRA EN LO QUE ME HAS CONVERTIDO!, ¿ES ESTO LO QUE QUERÍAS?, ¿UN MOSTRUO IGUAL QUE TU? –grité lo suficientemente fuerte hasta estar segura de que él y todos dentro de la mansión me escucharan. Pero él no contestó. -¡RESPONDEME! NO PUEDES SALIRTE SIEMPRE CON LA TUYA LUCCIANO, NO CONMIGO. –pateé la puerta con todas mis fuerzas, pero estas ya no eran suficientes. Apenas pude dar dos pequeños golpes antes de sentirme exhausta y caer apoyada con ambas manos sobre la madera. -…por esto era tan difícil amarte. –la resequedad de mi garganta y la debilidad de mi cuerpo no me permitía seguir con los gritos y los reclamos.

Mis piernas, mis brazos y mi cuello se sentían demasiado pesados ahora, mi pecho y mi garganta parecía que estaban siendo presionados al sufrir nuevamente los cambios. Así que esto era la desintoxicación…

-Amar a alguien es entregarse por completo… yo no quiero ser tuya ni de nadie. No puedo vivir así... –resbalé por la puerta hasta caer de rodillas. -Aquél día en el callejón... quería dejarte. Me humillaste y me dejaste abandonada en ese lugar hasta que apareció Lakme. –me detuve al recordar la noche en que había conocido a la bailarina y me había rescatado. -…cuando ella me habló de ti pude entenderte un poco... pero aun así me sentía ofendida porque aunque a veces lo merezca, nadie me había tratado como tú lo has hecho. -me quedé callada esperando una respuesta, más no escuché nada del otro lado de la puerta. -Sin embargo... ¿Yo hubiera regresado a ti al final, sabes? No tenías que obligarme a que me quedara... en ese entonces solo necesitaba tiempo y quizá yo hubiera regresado por mi propia cuenta. –me detuve para toser un poco. Luego me acomodé de forma en que quedé sentada y recargada sobre la puerta dejando caer mi cabeza. -…cuando te conocí prometiste que no me tratarías como tu esclava. No sé si podré perdonarte algún día que no me hayas cumplido esa promesa… Así como nunca perdonaré a Stefano por haber roto la suya y dejarme abandonada de la nada. –mi cabeza comenzó a nublarse y a palpitar por dentro. –Argh… -me sobé las cienes tratando de soportar un poco más. –Él estuvo viéndome todo el tiempo mientras yo lo lloré durante años creyéndolo muerto… y hoy me has hecho sentir el mismo dolor al creer que no te volvería a ver. Me sentí tan perdida… -comencé a sollozar. -Los odio a ambos, miren en lo que me han convertido… ¡MÍRAME LUCCIANO! –golpee la puerta con mi puño, pero la debilidad de mi cuerpo hizo que el golpe no sonara mucho. –No he parado de llorar toda la noche, estoy desarreglada y ahora que sé que no he sido yo durante este tiempo, no sé en quien confiar... ambos me cuentan una verdad distinta pero ambos me han traicionado. Ni siquiera soy capas de creer en... mi mis.. ma... -mis órganos mandaban señales de dolor punzante entrecortando mis palabras. -...ya no sé si... quiero vivir para siempre o... morir en este momento... –el dolor que sentía dentro de mi cuerpo y el cansancio hacía que la idea no sonara tan mal después de todo.

Sentí un escalofrío invadir mi cuerpo y por primera vez esa sensación me había causado placer. -...si quieres... salir de ese cuarto y... matarme ahora mismo adelante, así ya no tendrás... ninguna deuda conmigo. -me reí de manera irónica ante la idea de lo fácil que era deshacerse de mi.

Esperé unos momentos a alguna respuesta pero, seguía dominando el silencio entre el pasillo y la puerta. De pronto recordé que en mi cuarto aún había una botella vacía.

Utilicé las pocas fuerzas que me quedaban y me arrastré por la puerta hasta sujetarme del pomo para ayudar a levantarme.

-...agh… -me sujeté de la pared con una mano y la otra sobre mi cabeza que se sentía como una bomba a punto de estallar. -…ya no sé qué es real. Yo estoy dejando de ser real. -Dicho lo último me arrastré por las paredes lentamente hasta llegar a encerrarme a mi cuarto.

A pesar de que me encantaban las emociones fuertes, mi mayor terror desde pequeña había sido morir... Y entre todo este sufrimiento tanto físico como emocional, ahora era el momento de vivir y sentir lo único que todavía considero mío.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Mar Dic 29, 2015 7:02 pm


Dejándola atrás con un sentimiento amargo, se encerró en su habitación encendiendo apenas unas velas, en su pequeño altar de dioses del pasado, dejando el habitáculo en penumbra.

La voz de ella llegaba desde abajo, apenas apreciable para el oído humano, y pero para Lucciano un murmullo que intentaba ignorar mientras realizaba aquel rito habitual en él, como homenaje a sus antepasados del norte, como recuerdo a sus hijos perdidos.

Mirada perdida, y fija a la talla del hombre tuerto y dios de los ahorcados. Su mente no estaba allí, vagaba junto a ella, vagaba ante la decepción de aquel recibimiento doloroso, lleno de prejuicios y resentimientos.

Dejó caer su cuerpo sobre el sillón, con gesto hierático y sin moverse ni un ápice, sin dejar penetrar en sus pulmones el aire que, realmente no necesitaba. En las sombras y ante su palidez vampírice, el vampiro de ojos de color dispares, parecía una pétrea escultura de mármol, dormida entre sus pensamientos.

¿Por qué tenía volver a sentir? ¿Por qué sentimientos humanos? Ojalá hubiese un mecanismo que apagase sus ganas de amarla con aquella profundizad enfermiza, que lo debilitaba por dentro haciéndolo inmune a todo. Pensaba una y otra vez mientras los gritos de ella inundaban la casa.

Ella debía de aprender aquella lección, se lo merecía, era su castigo por sus decisiones, y él no debía de hacer nada, a pesar de que le destrozase en el alma, sentir como ella sufría.
Apoyando su codo en el brazo del sillón, y a su vez su barbilla en el puño cerrado con fuerza, era notable la tensión que su cuerpo sentía, conteniéndose por hacer algo.

“Ojalá te pudiese controlar, necia… Ojalá pudiese controlarlo todo, así ninguno de los dos estaríamos en esta situación y todo esto se limitaría a un mero negocio, un trámite que, al cumplirse, nos olvidásemos de todo. No que te empeñas en castigarme continuamente.”. Pensaba apretando la mandíbula con tal fuerza, que llegó el momento en el que podía sentir su propia sangre en la lengua.

La sala de debajo de destruía y los gritos de Lilith perturbaba la quietud de la noche despertando a muchos; y unidos a ellos el llanto de Pietro en otra habitación; parecía el reflejo de lo que ahora él sentía por ella.

“¿Quién usa a quién, Lilith?” Parecía como si tuviese una imaginaria conversación con ella, ya que contestaba a sus preguntas en silencio. “Has salido más beneficiada del trato que yo, solo me causas quebraderos de cabeza y dudas. ¿Quién recibe más? Deberías agradecérmelo, yo te saque de ese tugurio, yo te voy a regalar el poder de la vida eterna, y tú…” Suspiró, había tomado aire sin querer. “…Y tú, dudas, y soy tan imbécil que te sigo amando, y siendo tu maldito pelele. Si mis enemigos me viesen ahora, lamentándome por una simple humana”.

Los portazos de ella en su habitación, le sobresaltó. Casi de un salto se levantó de su asiento recorriendo la sala veloz, dispuesto a abrir la puerta y acabar con aquello. Sabía que sus palabras provenían del veneno que se secaba de su cuerpo al no ser alimentada. Era la sed, la que hablaba a través de sus labios, era la maldición de aquellos que no eran capaz de acabar con vidas humanas para continuar con su ciclo de inmortalidad.

Parado en seco en la puerta, contuvo su acción, y dispuso su mano sobre la puerta que se removía entre golpes. “Amar no es pertenecer a alguien, es regalar alas y es lo único que deseo darte… Además, tenía miedo a que no regresases, no lo entenderías… Yo no soy así.”

Cuando ella se detuvo, el vampiro apoyo su frente sobre la puerta cerrando los ojos con fuerza, sintiendo el rostro empapado por las lágrimas. No había llorado en demasiado tiempo para hacerlo ahora, pero no podía evitarlo. Quería acabar con la agonía de ella como fuese, con su sangre, con la muerte… Pero acabarla, ya que podía sentirla como suya propia con cada latir de su corazón.

De repente un extraño silencio, ella se había marchado y solo podía sentir tensión, y aquello le daba mala espina. “¿Qué vas a hacer? No serás capaz…” Comenzó a abrir el pomo de la puerta, cuando el sonido del cristal estallar alcanzó sus oídos y con ello se hizo a la carrera donde ella se encontraba.

Inconsciente en el suelo a causa del fuerte delirio que creaba en ella la sensación de intoxicación, había vuelto a intentarlo con el cristal de la botella con poco éxito, ya que se había desvanecido poco antes de hacer nada.

Lucciano cayó arrodillado junto a su cuerpo. Su aspecto era lamentable, y lo único que pudo hacer durante aquellos segundos era llorar con la cabeza gacha, frente a ella, llorar con un niño pequeño.

Tomando su cuerpo aun arrodillado la envolvió con sus brazos, meciéndola lentamente entre lágrimas silenciosas. Oscuros pensamientos recorrieron su mente, mientras su mano pálida envolvía el cuello de ella. “¿Podría hacerlo? Un poco de fuerza, y todo terminaría, un crujido de su cuello, no sentiría más dolor y se acabaría, mis sentimientos se apagarían, ¿no? No… No puedo, me cuesta trabajo pensar un mundo sin su existencia. No podría soportar, no lo puedo soportar. El tan solo pensarlo, y por mis propias manos…. Voy a enloquecer, voy a perder el poco juicio que me une al raciocinio humano.”, su mano dejo su cuello y acaricio su rostro mancillado contraído de dolor. “También podría borrarle la memoria, nunca me perdonaría, pero no recordaría nada. Me olvidará a mí, olvidará la existencia de los vampiros… Se apartará de la idea de la inmortalidad.” De nuevo la apretó contra su cuerpo en aquel abrazo con el que la había atrapado. “No, algún día algo activará de nuevo sus recuerdos, y me niego volver a darle mi sangre, si ella no cree la verdad por mis palabras, la creerá de éste modo…”

-Eres más fuerte de lo que crees, estoy seguro. -No se había guardado aquellos pensamientos, se los había susurrado.

Alzándola en brazos, la llevó a su habitación. Unas pocas órdenes con su mente, y todo estaría listo para hacerle una transfusión y conseguir que el proceso fuese más rápido. La donante perfecta: su juguete de viaje.

Así que parte de la noche acabó allí, en la habitación del vampiro. Observando aquel intercambio de sangre, gracias a aquel mecanismo con el que él médico iba poco a poco bombeando la sangre. Sentado en la cama junto a ella, tomando una de sus manos, las cuales junto con sus pies estaba atadas a la cama para evitar todo acto de agresividad. Todo iba terminando, y solo le quedaba esperar a que despertase.
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