Sanguinem Noctibus

a sangre cubría cada palmo del suelo que ambas pisábamos. Hacía rato que el color verde de su vestido lucía completamente opacado por aquellas manchas de color escarlata, que bien sabía le resultarían imposibles de sacar. Nunca entendí aquella obsesión que tenía Ophelia por los colores llamativos, si al final, todas sus prendas acababan irremediablemente manchadas con la sangre de sus víctimas. Era su color, definitivamente. El rojo. Vivo. Llameante. Como el fuego que desprendía aquella mirada llena de misterio, que desde el primer momento me cautivó. Yo había dejado mis ropajes atrás, para variar. Era una exigencia de mi creadora, parte de su guión. Se deleitaba observando el renovado y fortalecido cuerpo de su creación. Pero no había rastro de lujuria en sus ojos, como cabría esperar. Era algo más parecido a orgullo. No lograba comprenderlo del todo, pero me encantaba. Nunca nadie me había observado así.



- ¿Piensas quedarte mirando ahí todo el rato, o vas a compartir el festín conmigo? -Murmuré sin apartar mis labios de la fina piel del cuello de la última víctima. No quedaba nadie más con vida en aquella casa. Aparte de nosotras, claro. Aunque no sabría decir si nosotras contábamos como "seres vivos" o si esa concepción la perdimos al renunciar a nuestra alma. A nuestra humanidad. A aquello que nos hacía personas, seres naturales. Me costaba acostumbrarme a eso que ella decía, a que habíamos "trascendido", que éramos algo más, más fuerte, más poderoso, superior. Mi creadora se limitó a mirarme de aquella forma tan curiosa, sin decir nada. Su sonrisa resultaba extrañamente inquietante, porque no podía estar segura de si estaba simplemente contenta, o tramando algo. El tiempo me diría que con ella, siempre se trataba de lo segundo.



ras encogerme de hombros, seguí succionando la sangre directamente de la arteria. Según Ophelia, ahí siempre tenía mejor sabor, más fresco, más "vivo". No es que tuviera mucho con qué compararlo, desde que me convirtiese siempre me enseñó a cazar mordiendo justamente ahí. Lo que no iba a negar era que me encantaba. Quizá demasiado. Una vez empezaba a beber entraba en una especie de frenesí del que no podía salir por más que me esforzase en hacerlo. Ophelia me advirtió de esas ansias de sangre, de esa necesidad, de esa sed infinita, pero nunca me esperé que fuera tan intensa. Lo bueno era que con mi conversión la poca conciencia que tenía siendo humana se había difuminado por completo. Así que no me importaba demasiado. Pero me causaba curiosidad imaginar cómo se me vería desde fuera. Una suerte de animal con aspecto humano, tan sensual y hermoso, como cruel y terrible. Un depredador de aspecto angelical. Hecha a imagen y semejanza de ella... Nunca ningún hombre se había parecido al Dios que rezaban, como yo a mi salvadora.



uando finalmente noté que no salía más sangre de aquella herida, suspiré y aparté de un empujón el cuerpo, para quedarme tumbada bocarriba, mirando el techo. Incluso hasta aquella superficie blanquecina, tan lejana, habían llegado pequeñas lágrimas rojas, creando una especie de universo estrellado, solo para nosotras. Giré el rostro para observarla, y finalmente, ella se acercó, para luego tumbarse a mi lado, agarrándome de la mano.



- Lo has hecho bien, pequeña... -Fue todo cuanto dijo. Y todo lo que necesitaba que dijera. Éramos eternas. Terribles. El mundo debía temblar ante nosotras... Porque no había forma de escapar.

Thanks ∑Θ