AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lucha enmascarada || Novak Völker
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Lucha enmascarada || Novak Völker
La parte que menos disfrutaba de su trabajo era el tema administrativo. Como responsable de la morgue estaba obligada a rellenar formularios, presentar informes, revisar los que hacían sus empleados y siempre en el menor tiempo posible para que las acciones de la policía fuera diligentes y concisas. Siempre había opinado, aunque apenas lo expresaba, que sin el trabajo de todo su equipo el cuerpo de policía estaría perdido en la mayoría de crímenes. Con la ola de asesinatos que asolaban París la mayor parte de la sociedad, la muchedumbre, empezaba a creer en las historias de seres sobrenaturales, las leyendas parecían cobrar vida en París y sus alrededores. Cada muerte generaba nuevos comentarios y temores, la policía se veía incapaz de acallar esas fábulas y contaban tan solo con el estudio de los forenses y la mente de cada detective para demostrar al mundo que eran mortales quienes asesinaban por placer, rabia o venganza y no había que buscar más allá para encontrar a los culpables. Por experiencia, Arabella había era consciente de que la gran mayoría de crímenes eran cometidos por varones de mediana edad -entre los veinticinco y cuarenta años- y que la minoría de los ataques eran producidos por féminas. También los métodos usados para asesinar variaban dependiendo del sexo, rara vez un hombre era metódico y pulcro.. Los escenarios de los crímenes acostumbraban a ser sangrientos y sin orden alguno, en cambio cuando era una mujer la responsable todo parecía tener más premeditación y sentido. Los pensamientos e ideas revoloteaban por su mente mientras acababa de sellar y firmar cada uno de los documentos que debía entregar al oficial que esperaba en la planta principal del edificio.
Junto a ella, haciendo los deberes que le habían puesto en el colegio estaba Sofía. Se había mantenido formal toda la tarde pero en el momento que acabó de hacer los ejercicios de su librillo empezó a reclamar la atención de su madre impidiendo que esta pudiera concentrarse. -Ahora no puedo jugar Sofía, tengo que acabar mis deberes yo. ¡Siempre me ganas!-, exclamó haciendo reír a la niña que la seguía allá donde fuera. La pequeña era en realidad la hija de Helena, la mejor amiga de la forense, que temiendo por su vida y la del bebé pidió a la cambiante que se hiciera cargo de ella como si fuera su madre biológica. Cada día que pasaba extrañaba a aquella mujer, una de las tres personas a las que Arabella podía decir que amaba y que consideraba prácticamente su hermana también. Entre Helena, Sofía y Bianca –su melliza- se repartía todo el cariño que Arabella poseía.
Arabella debía recoger unos papeles de la mesa de quirófano donde reposaba una de las víctimas por lo que tanto ella como la niña bajaron a recogerlas. Se disculpó elevando la palma hacia el oficial por hacerle esperar y entró en la sala de autopsias llevando de la mano a Sofía. Nunca la dejaba ver los cadáveres ni tocar nada cuando iba allí, la pequeña de siete años no sabía, y rara vez le pedía ver a alguno de los que reposaban sobre las camas de mármol a sabiendas de que Arabella le negaría la petición.
De golpe los pasos de la cambiante pararon en seco y sujetó el hombro de la niña para que hiciera lo mismo. Uno de los cuerpos estaba al descubierto y un hombre de pie, desconocido, examinaba el cadáver. Cuando este levantó la vista no percibió en sus ojos azules miedo, desconcierto, duda o nerviosismo y eso exactamente fue lo que llevó a la joven a actuar como lo hizo. Retrocedió sobre sus pasos y desde la puerta de la sala llamó al oficial, -lleve a mi hija a casa, por favor. Debo trabajar hasta tarde hoy y no quiero que esté aquí mientras lo hago ni que vaya sola-, empujó con suavidad a la niña fuera de la estancia y entregó los papeles que quedaban pendientes al policía y se dirigió a Sofía, -que te preparen la cena y el baño, si para las diez no he llegado acuéstate. - Esperó a que la pareja abandonara el edificio para volverse y encarar al intruso. Había algo en él, en la forma de mirar y moverse que le había hecho alejar a Sofía de él lo más rápidamente posible. No había nada fuera de lugar salvo los instrumentos que había usado para inspeccionar el cadáver, por lo que el robo de material estaba descartado, quizás un familiar de la víctima… O el propio asesino. -¿Quién es y qué hace aquí? - Empezaba a extrañar la presencia del policía al otro lado de la puerta y por instinto su mirada revisó su entorno para localizar los bisturíes y demás objetos que podría usar en caso de necesitarlo.
Junto a ella, haciendo los deberes que le habían puesto en el colegio estaba Sofía. Se había mantenido formal toda la tarde pero en el momento que acabó de hacer los ejercicios de su librillo empezó a reclamar la atención de su madre impidiendo que esta pudiera concentrarse. -Ahora no puedo jugar Sofía, tengo que acabar mis deberes yo. ¡Siempre me ganas!-, exclamó haciendo reír a la niña que la seguía allá donde fuera. La pequeña era en realidad la hija de Helena, la mejor amiga de la forense, que temiendo por su vida y la del bebé pidió a la cambiante que se hiciera cargo de ella como si fuera su madre biológica. Cada día que pasaba extrañaba a aquella mujer, una de las tres personas a las que Arabella podía decir que amaba y que consideraba prácticamente su hermana también. Entre Helena, Sofía y Bianca –su melliza- se repartía todo el cariño que Arabella poseía.
Arabella debía recoger unos papeles de la mesa de quirófano donde reposaba una de las víctimas por lo que tanto ella como la niña bajaron a recogerlas. Se disculpó elevando la palma hacia el oficial por hacerle esperar y entró en la sala de autopsias llevando de la mano a Sofía. Nunca la dejaba ver los cadáveres ni tocar nada cuando iba allí, la pequeña de siete años no sabía, y rara vez le pedía ver a alguno de los que reposaban sobre las camas de mármol a sabiendas de que Arabella le negaría la petición.
De golpe los pasos de la cambiante pararon en seco y sujetó el hombro de la niña para que hiciera lo mismo. Uno de los cuerpos estaba al descubierto y un hombre de pie, desconocido, examinaba el cadáver. Cuando este levantó la vista no percibió en sus ojos azules miedo, desconcierto, duda o nerviosismo y eso exactamente fue lo que llevó a la joven a actuar como lo hizo. Retrocedió sobre sus pasos y desde la puerta de la sala llamó al oficial, -lleve a mi hija a casa, por favor. Debo trabajar hasta tarde hoy y no quiero que esté aquí mientras lo hago ni que vaya sola-, empujó con suavidad a la niña fuera de la estancia y entregó los papeles que quedaban pendientes al policía y se dirigió a Sofía, -que te preparen la cena y el baño, si para las diez no he llegado acuéstate. - Esperó a que la pareja abandonara el edificio para volverse y encarar al intruso. Había algo en él, en la forma de mirar y moverse que le había hecho alejar a Sofía de él lo más rápidamente posible. No había nada fuera de lugar salvo los instrumentos que había usado para inspeccionar el cadáver, por lo que el robo de material estaba descartado, quizás un familiar de la víctima… O el propio asesino. -¿Quién es y qué hace aquí? - Empezaba a extrañar la presencia del policía al otro lado de la puerta y por instinto su mirada revisó su entorno para localizar los bisturíes y demás objetos que podría usar en caso de necesitarlo.
Arabella de Léance- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 19/12/2015
Re: Lucha enmascarada || Novak Völker
El yugo de la noche comenzó a tragarse aquella ciudad de las luces. Novak siempre mantenía la cabeza ocupada, intelectualmente era un depredador nato, de hecho tenía la mala costumbre de pasar horas y días encerrado en el hospital leyendo, experimentando y buscando soluciones tangibles. Perfeccionando la destreza del bisturí, pero aquella noche. Esa misma noche el invierno atrapó con un sol vespertino absorbió y llenó de oscuridad a aquella magnífica ciudad. Sin embargo, las velas gordas y blancas del despacho de Novak seguían incansables el ritmo de su dueño.
Cuando se percató del tiempo, elevó la mirada de la pequeña lupa de aumento, descubriendo que aquel tejido usado anteriormente para cubrir la herida de un paciente, advertía un olor de putrefacción y, según sus estudios, unas partículas diminutas llamadas bacterias eran las responsables de destruir y absorber aquella tela impregnada de restos de epidermis y sangre. Sus investigaciones eran correcta y rápidamente se dispuso a escribir a algún compañero sus avances. Estableció así el patrón de que los microorganismos de bacterias que existían por enfermedades eran pues del reino vegetal, y que era algo indispensable la correcta higiene y el mantenimiento de esta en los pacientes. Cuando hubo terminado y sellado la carta, se levantó por primera vez de aquella silla, sintiendo el silencio y el vacío de toda la instalación. Solo ls ronquidos ocasionales de algunos enfermos eran perceptibles. Suspiró con tranquilidad al descubrir aquella tranquilidad y su nuevo descubrimiento médico.
Más tarde, cuando volvía de haber llevado la carta hasta el lugar donde se recogían y después eran entregadas por diligencias, Novak se disponía a irse a su apartamento, algo ostentoso en el Rue-Jerry de París. Tenía tres plantas, un salón principal, su despacho, habitaciones de invitados y un pequeño jardín particular detrás, en el que Novak, plantaba él mismo diversas frutas y verduras que después utilizaba para la cocina. También poseía una pequeña mazmorra con bodega, aclimatada y reformada con piedra caliza y un gran horno de piedra, lleno de utensilios de medicina entre otras armas que solía utilizar para la tortura. Sus profesiones iban juntas de la mano, pero manteniendo intacto su gusto por el estilo, la clase y la elegancia. Como ya se ha dicho, al contrario que otras personas, el servicio no se ocupaba de la comida, sino del mantenimiento y la limpieza de la casa. De su ropa y de todos sus bienes.
Novak tenía una memoria fotográfica recordaba cómo había dejado cada objeto y colocado todas sus cosas, pero sobre todo tenía algo de manía con el polvo. Por él se sabía si alguien había movido, hurtado y cogido alguna cosa, sin su conocimiento o su aprobación. Podía colocarse cualquier cosa, excepto el polvo, por ejemplo. Así que digamos que su capacidad de observación era algo colosal.
Novak se disponía a salir del hospital pero cuando se hubo puesto su abrigo de piel por encima, su mente le dio una nueva vuelta al descubriendo que acaba de hacer. ¿Las bacterias aparecerían en cuerpos muertos? Así que raudo se dirigió hasta la morgue, con afán de poder dedicarse a su investigación íntegramente. Tenía un olor característico que no se puede olvidar. Por una parte el olor a formol y alcohol era algo típico de aquellos lugares, ácidos y mezclados con otros elementos para el mantenimiento. Por otro lado estaba ese frio glacial que hacía en aquellos lugares para la mejor preservación de los cuerpos, como se hacía como el vino y las obras de arte, el cuerpo humano debía ser contemplado como tal. Descubrió un cuerpo yacente, rígido y pálido.
Cerró los ojos para empaparse de aquella sensación, un cuerpo preparado para él, pero cuando abrió los ojos descubrió que no se encontraba solo. Parecía que había alguien que dedicaba el mismo tiempo o más a su trabajo y eso era algo digno de reconocimiento. Al escuchar mientras observaba el cuerpo, descubrió que se trataba de una mujer, algo aún más sorprendente, y daba instrucciones al guarda para que acompañara a una niña hasta casa. Estuvo esperando a que saliera, mientras pasaba su vista aguileña por las suturas y el trato del cuerpo. Se irguió y se quedó quieto frente a ella, siendo interrogado-Buenas noches, soy Novak Völker, director del hospital. Estaba trabajando en la investigación sobre el cuerpo y me gustaría analizar el cadáver. También me gustaría hacerle algunas preguntas- dijo dejando el abrigo con naturalidad, como si estuviera en su despacho y clavando sus ojos azules en los de ella- Profesionalmente claro- dijo mientras se remangaba la camisa blanca hasta el bíceps y sacaba su lupa para el aumento- Intuyo que es usted la responsable de la morgue, Srta….- dijo dedicándole una sonrisa cordial y amable, para que se confiara un poco. También sacó una estilográfica con tinta negra y un pequeño cuaderno de cuero cerrado con un cordel y se dispuso a anotar- ¿Cuánto tiempo hace que murió la víctima?- esperando para anotar la respuesta- ¿fue causa natural o prematura?¿Edad de la víctima?¿Ha visto algún rastro de tejido necrotizante después de muerta?¿Qué hay de la piel?-asentía a cada respuesta mientras apuntaba con una caligrafía digna de cualquier ilustrado todas las respuestas de la joven. Una vez terminó se puso de pie y se acercó al cadáver-¿Querría participar en la investigación? Me vendría muy bien alguien en el campo que usted trabaja. Le explicaré a grandes rasgos, me dedico al estudio de la bacteria, unos microorganismos que se alojan y alimentan del cuerpo. Me gustaría saber más sobre cómo actúan en un cuerpo muerto- aquella era una buena oferta de trabajo- Aunque es poco ortodoxo, podría aparecer junto a mí en la publicación del escrito. Si acepta tendremos con vernos con regularidad. Pero al parecer por su destreza en la sutura y el bisturí creo que no será problema el trabajar juntos-anunció él. Lo cierto es que era algo difícil trabajar con el maniático hasta decir basta. Pero se quedó en silencio mirando a Arabella, desde los pies y los zapatos que llevaba, aquellas motas de barro seco que tenía en el lado derecho, el vestido ajustado y con caída para más facilidad sobre la mesa y aquel perfume y crema de manos tan característico- La crema de manos que utiliza ¿La ha hecho usted?- preguntó mientras pasaba a su lado y le ofrecía su pluma para que escribiera su nombre y apellidos, número de identificación del trabajo y la dirección de su casa- No tiene por qué responder a la proposición de inmediato. Entiendo que sea tarde y es descortés que usted se quede trabajando hasta tan tarde. No la retengo más. Ya sabe quién soy y cómo localizarme, haga el favor de ponerse en contacto conmigo. Ardo en deseos de trabajar junto a usted- dijo alargando la última consonante en su paladar, de forma pausada para después añadir y mirarla por última vez a los ojos- Srta. De Leánce.
Cuando se percató del tiempo, elevó la mirada de la pequeña lupa de aumento, descubriendo que aquel tejido usado anteriormente para cubrir la herida de un paciente, advertía un olor de putrefacción y, según sus estudios, unas partículas diminutas llamadas bacterias eran las responsables de destruir y absorber aquella tela impregnada de restos de epidermis y sangre. Sus investigaciones eran correcta y rápidamente se dispuso a escribir a algún compañero sus avances. Estableció así el patrón de que los microorganismos de bacterias que existían por enfermedades eran pues del reino vegetal, y que era algo indispensable la correcta higiene y el mantenimiento de esta en los pacientes. Cuando hubo terminado y sellado la carta, se levantó por primera vez de aquella silla, sintiendo el silencio y el vacío de toda la instalación. Solo ls ronquidos ocasionales de algunos enfermos eran perceptibles. Suspiró con tranquilidad al descubrir aquella tranquilidad y su nuevo descubrimiento médico.
Más tarde, cuando volvía de haber llevado la carta hasta el lugar donde se recogían y después eran entregadas por diligencias, Novak se disponía a irse a su apartamento, algo ostentoso en el Rue-Jerry de París. Tenía tres plantas, un salón principal, su despacho, habitaciones de invitados y un pequeño jardín particular detrás, en el que Novak, plantaba él mismo diversas frutas y verduras que después utilizaba para la cocina. También poseía una pequeña mazmorra con bodega, aclimatada y reformada con piedra caliza y un gran horno de piedra, lleno de utensilios de medicina entre otras armas que solía utilizar para la tortura. Sus profesiones iban juntas de la mano, pero manteniendo intacto su gusto por el estilo, la clase y la elegancia. Como ya se ha dicho, al contrario que otras personas, el servicio no se ocupaba de la comida, sino del mantenimiento y la limpieza de la casa. De su ropa y de todos sus bienes.
Novak tenía una memoria fotográfica recordaba cómo había dejado cada objeto y colocado todas sus cosas, pero sobre todo tenía algo de manía con el polvo. Por él se sabía si alguien había movido, hurtado y cogido alguna cosa, sin su conocimiento o su aprobación. Podía colocarse cualquier cosa, excepto el polvo, por ejemplo. Así que digamos que su capacidad de observación era algo colosal.
Novak se disponía a salir del hospital pero cuando se hubo puesto su abrigo de piel por encima, su mente le dio una nueva vuelta al descubriendo que acaba de hacer. ¿Las bacterias aparecerían en cuerpos muertos? Así que raudo se dirigió hasta la morgue, con afán de poder dedicarse a su investigación íntegramente. Tenía un olor característico que no se puede olvidar. Por una parte el olor a formol y alcohol era algo típico de aquellos lugares, ácidos y mezclados con otros elementos para el mantenimiento. Por otro lado estaba ese frio glacial que hacía en aquellos lugares para la mejor preservación de los cuerpos, como se hacía como el vino y las obras de arte, el cuerpo humano debía ser contemplado como tal. Descubrió un cuerpo yacente, rígido y pálido.
Cerró los ojos para empaparse de aquella sensación, un cuerpo preparado para él, pero cuando abrió los ojos descubrió que no se encontraba solo. Parecía que había alguien que dedicaba el mismo tiempo o más a su trabajo y eso era algo digno de reconocimiento. Al escuchar mientras observaba el cuerpo, descubrió que se trataba de una mujer, algo aún más sorprendente, y daba instrucciones al guarda para que acompañara a una niña hasta casa. Estuvo esperando a que saliera, mientras pasaba su vista aguileña por las suturas y el trato del cuerpo. Se irguió y se quedó quieto frente a ella, siendo interrogado-Buenas noches, soy Novak Völker, director del hospital. Estaba trabajando en la investigación sobre el cuerpo y me gustaría analizar el cadáver. También me gustaría hacerle algunas preguntas- dijo dejando el abrigo con naturalidad, como si estuviera en su despacho y clavando sus ojos azules en los de ella- Profesionalmente claro- dijo mientras se remangaba la camisa blanca hasta el bíceps y sacaba su lupa para el aumento- Intuyo que es usted la responsable de la morgue, Srta….- dijo dedicándole una sonrisa cordial y amable, para que se confiara un poco. También sacó una estilográfica con tinta negra y un pequeño cuaderno de cuero cerrado con un cordel y se dispuso a anotar- ¿Cuánto tiempo hace que murió la víctima?- esperando para anotar la respuesta- ¿fue causa natural o prematura?¿Edad de la víctima?¿Ha visto algún rastro de tejido necrotizante después de muerta?¿Qué hay de la piel?-asentía a cada respuesta mientras apuntaba con una caligrafía digna de cualquier ilustrado todas las respuestas de la joven. Una vez terminó se puso de pie y se acercó al cadáver-¿Querría participar en la investigación? Me vendría muy bien alguien en el campo que usted trabaja. Le explicaré a grandes rasgos, me dedico al estudio de la bacteria, unos microorganismos que se alojan y alimentan del cuerpo. Me gustaría saber más sobre cómo actúan en un cuerpo muerto- aquella era una buena oferta de trabajo- Aunque es poco ortodoxo, podría aparecer junto a mí en la publicación del escrito. Si acepta tendremos con vernos con regularidad. Pero al parecer por su destreza en la sutura y el bisturí creo que no será problema el trabajar juntos-anunció él. Lo cierto es que era algo difícil trabajar con el maniático hasta decir basta. Pero se quedó en silencio mirando a Arabella, desde los pies y los zapatos que llevaba, aquellas motas de barro seco que tenía en el lado derecho, el vestido ajustado y con caída para más facilidad sobre la mesa y aquel perfume y crema de manos tan característico- La crema de manos que utiliza ¿La ha hecho usted?- preguntó mientras pasaba a su lado y le ofrecía su pluma para que escribiera su nombre y apellidos, número de identificación del trabajo y la dirección de su casa- No tiene por qué responder a la proposición de inmediato. Entiendo que sea tarde y es descortés que usted se quede trabajando hasta tan tarde. No la retengo más. Ya sabe quién soy y cómo localizarme, haga el favor de ponerse en contacto conmigo. Ardo en deseos de trabajar junto a usted- dijo alargando la última consonante en su paladar, de forma pausada para después añadir y mirarla por última vez a los ojos- Srta. De Leánce.
Novak Völker- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 19/12/2015
Re: Lucha enmascarada || Novak Völker
Relajó el rictus tras la presentación del varón pues había oído hablar del nuevo nombramiento en el hospital, sin embargo mantuvo la misma distancia que reinaba en aquel espacio amplio y frío mientras escuchaba el resto de su presentación, denotaba seguridad en sí mismo y lo más probable es que llegara a resultar intimidante para otras personas; no así con Arabella. Al mismo tiempo que dejaba que él hablara y expusiera sus razones para estar en la morgue, ella se iba conformando una imagen mental de Novak –no física, sino intelectual-. -Arabella de Léance-, acabó su frase para que estuvieran en igualdad de condiciones, pero esa era su casa, su mundo y sería ella quien controlara la situación al igual que se tornaría al contrario la situación si fuera ella al hospital. -Antes de responder sus preguntas-, comenzó a replicar mientras se encaminaba hacia él y el cuerpo que despertó su interés, -será mejor que yo le facilite un cuerpo y no que se adueñe del primero que vea. Este está siendo motivo de estudio para mi-, zanjó el tema cubriendo el cuerpo con una fina tela que lo protegería de nuevo. Ya se había encontrado en más de una ocasión con cuerpos de personas que no aparentaban la edad real que poseían y su necesidad de entender el motivo de que esto ocurriera era más que obvio. A los más de cincuenta años su cuerpo apenas había envejecido y se mantenía –en apariencia- en plena juventud, su necesidad de entender qué ocurría se acentuaba cada vez que un cuerpo presentaba esas mismas características. Pero eso era un tema aparte que claramente no estaba dispuesta a discutir con Novak, ni tan siquiera presentarlo.
Una vez señaló un cadáver que el director podría analizar cuanto deseara se apartó a un lado en busca del informe para responder a sus preguntas. Una a una las respuestas de la cambiante fueron anotadas con deliciosa caligrafía en el cuaderno de Völker, que murió hacía una semana, que fue causa natural, sus sesenta y ocho años… Todo hasta aquella peculiar pregunta que demostraba sus limitaciones en el trabajo, estaba claro que él era un médico de vivos y ella de muertos. Sonrió y destapó un cuerpo que llevaba más tiempo en la morgue, cuerpo que sería enterrado al día siguiente por no haber sido reclamado por familiar alguno. -Todos los cuerpos muertos se descomponen. Si dejáramos los cuerpos aquí indefinidamente estos mismos se consumirían y generarían los organismos que acabarían con los tejidos humanos-, resumió creyendo explicar bien la cuestión presentada. Quizás era más de lo que él esperaba o quizás no, pero estaba segura de que tras esa afirmación desearía trabajar en su teoría en la morgue. -Creo que lo que usted llama bacterias es a lo que yo me he referido con organismos-, asintió comprendido la naturaleza de su investigación sin dificultad alguna. No necesitaba realizar el estudio para saber el funcionamiento y ritmo de descomposición de los cuerpos pero quizás fuera interesante verlo desde otra perspectiva y la que presentaba Novak era bastante acertada como comienzo.
Negó ante la extraña pregunta sobre su crema de manos, ¿a fin de qué iba a crear ella semejante obra maestra? Explicó que la había comprado en un establecimiento abierto en la zona centro de París no hacía mucho tiempo pero que estaba ganándose el prestigio de ser una de las mejores tiendas de cosméticos de la capital. Lo regentaba una joven mujer, de la cual desconocía el nombre pero de quien aseguraba que era capaz de crear unas combinaciones de olores personalizados para cada uno de sus clientes. Anotó sus datos sin problema alguno y cerró el cuaderno posando la pluma sobre él al finalizar. No tenía necesidad de pensar más la respuesta a aquella proposición y como tal se lo hizo saber antes de que le diera tiempo a abandonar la habitación. -Supongo que podría trabajar con usted, pero solo una vez que tenga todo el trabajo hecho aquí, supongo que usted tenga la misma situación como director del hospital-. Peo seguía teniendo el problema del tiempo, nunca eran suficientes horas a lo largo de un día. No podía estar allí metida durante once horas de media al día, ayudar a Sofía con los deberes, cenar con ella y dormir. No tenía horas suficientes el reloj. -Tengo una hija y tampoco puedo dejar de atenderla, por lo que mis horarios serán principalmente nocturnos me temo-. Sí, preferiría trabajar e investigar a dormir y descansar. Así era Arabella y así tendría que aceptarla Novak si de verdad quería su colaboración en el trabajo a realizar, en caso contrario cada uno seguiría con sus vidas y seguramente ninguno de los dos volviese a hablar del tema.
En una cosa tenía razón el cazador y es que era muy tarde ya, llevaba todo el día allí encerrada y había obligado a Sofía a pasar parte del suyo también en la morgue cuando no era lo mejor para una niña de su edad. Era el momento de retirarse cada uno a su hogar y así se lo hizo saber mientras cubría los cuerpos con mimo y recogía cada uno de los instrumentos hasta dejar la habitación impoluta. -Disculpe la tardanza, pero no soporto el desorden-, hizo una mueca a modo de disculpa y caminó junto a él hasta la puerta que cerró como cada día con tres vueltas comprobando luego con un tiró que no se moviera ni un ápice. -¿Hacia dónde va?-, señaló tanto derecha como izquierda para descubrir si seguirían charlando de camino a casa o por el contrario se pondrían en contacto en los días siguientes para concertar una cita e ir avanzando en la materia. Tenía unas ganas inmensas ese día en concreto de llegar a casa, subir al piso superior y meterse en la cama directamente.
Una vez señaló un cadáver que el director podría analizar cuanto deseara se apartó a un lado en busca del informe para responder a sus preguntas. Una a una las respuestas de la cambiante fueron anotadas con deliciosa caligrafía en el cuaderno de Völker, que murió hacía una semana, que fue causa natural, sus sesenta y ocho años… Todo hasta aquella peculiar pregunta que demostraba sus limitaciones en el trabajo, estaba claro que él era un médico de vivos y ella de muertos. Sonrió y destapó un cuerpo que llevaba más tiempo en la morgue, cuerpo que sería enterrado al día siguiente por no haber sido reclamado por familiar alguno. -Todos los cuerpos muertos se descomponen. Si dejáramos los cuerpos aquí indefinidamente estos mismos se consumirían y generarían los organismos que acabarían con los tejidos humanos-, resumió creyendo explicar bien la cuestión presentada. Quizás era más de lo que él esperaba o quizás no, pero estaba segura de que tras esa afirmación desearía trabajar en su teoría en la morgue. -Creo que lo que usted llama bacterias es a lo que yo me he referido con organismos-, asintió comprendido la naturaleza de su investigación sin dificultad alguna. No necesitaba realizar el estudio para saber el funcionamiento y ritmo de descomposición de los cuerpos pero quizás fuera interesante verlo desde otra perspectiva y la que presentaba Novak era bastante acertada como comienzo.
Negó ante la extraña pregunta sobre su crema de manos, ¿a fin de qué iba a crear ella semejante obra maestra? Explicó que la había comprado en un establecimiento abierto en la zona centro de París no hacía mucho tiempo pero que estaba ganándose el prestigio de ser una de las mejores tiendas de cosméticos de la capital. Lo regentaba una joven mujer, de la cual desconocía el nombre pero de quien aseguraba que era capaz de crear unas combinaciones de olores personalizados para cada uno de sus clientes. Anotó sus datos sin problema alguno y cerró el cuaderno posando la pluma sobre él al finalizar. No tenía necesidad de pensar más la respuesta a aquella proposición y como tal se lo hizo saber antes de que le diera tiempo a abandonar la habitación. -Supongo que podría trabajar con usted, pero solo una vez que tenga todo el trabajo hecho aquí, supongo que usted tenga la misma situación como director del hospital-. Peo seguía teniendo el problema del tiempo, nunca eran suficientes horas a lo largo de un día. No podía estar allí metida durante once horas de media al día, ayudar a Sofía con los deberes, cenar con ella y dormir. No tenía horas suficientes el reloj. -Tengo una hija y tampoco puedo dejar de atenderla, por lo que mis horarios serán principalmente nocturnos me temo-. Sí, preferiría trabajar e investigar a dormir y descansar. Así era Arabella y así tendría que aceptarla Novak si de verdad quería su colaboración en el trabajo a realizar, en caso contrario cada uno seguiría con sus vidas y seguramente ninguno de los dos volviese a hablar del tema.
En una cosa tenía razón el cazador y es que era muy tarde ya, llevaba todo el día allí encerrada y había obligado a Sofía a pasar parte del suyo también en la morgue cuando no era lo mejor para una niña de su edad. Era el momento de retirarse cada uno a su hogar y así se lo hizo saber mientras cubría los cuerpos con mimo y recogía cada uno de los instrumentos hasta dejar la habitación impoluta. -Disculpe la tardanza, pero no soporto el desorden-, hizo una mueca a modo de disculpa y caminó junto a él hasta la puerta que cerró como cada día con tres vueltas comprobando luego con un tiró que no se moviera ni un ápice. -¿Hacia dónde va?-, señaló tanto derecha como izquierda para descubrir si seguirían charlando de camino a casa o por el contrario se pondrían en contacto en los días siguientes para concertar una cita e ir avanzando en la materia. Tenía unas ganas inmensas ese día en concreto de llegar a casa, subir al piso superior y meterse en la cama directamente.
Arabella de Léance- Cambiante Clase Alta
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