Giuliet Monteumbroso ID

• Paciente, esa característica le ha sido de mucha ayuda para soportar cada una de las difíciles situaciones que ha debido vivir.

• Reflexiva, pasa horas pensando en los avatares de la vida y en las formas de superar los obstáculos que le impone la sociedad, por ser una mujer sola y no buscar el apoyo de hombre alguno.

• Cariñosa con los niños, con la mayoría, aunque le choca mucho la mala educación que observa en los niños de clase alta. Entiende que los pequeños menos afortunados, no tengan una educación adecuada, modales correctos. Pero la desidia de los grandes sobre los niños, la ponen de mal humor.

• Alegre, la mayoría de las veces, en especial cuando puede evadirse de la realidad, cada vez que toca  algún instrumento.

• Generosa, el dinero no le sobra, pero siempre cree que Dios le da no solo para ella, sino, para ayudar a otro ser.

Nació en Turin, hija ilegitima del conde Di Moncalieri, quien jamás intentó darle el apellido, aunque siempre estuvo atento a lo que ella necesitara. Su madre murió cuando Guliet cumpliró los tres años, y su padre al no poder llevarla consigo, la ingresó en un colegio para señoritas, dependiente del convento de Clarisas. Las monjas le criaron con amor y cariño, pero eso no bastó para que Giuliet, sintiera que en realidad era una mas de los niños abandonados por sus padres en aquel orfanato administrado por las religiosas.

Giuliet fue el nombre que su madre le puso, era el mismo que su abuela, la madre del Conde Di Moncalieri, Gracia, era una forma con la cual se vengó aquella mujer de su amante cobarde, mas, cuando ella murió, fue aquel hombre quien veló incansablemente por su hija. Tal vez por esa razón, y apesar de algunos recuerdos dolorosos, Giuliet recordaba con amor su infancia, rodeada de religiosas que la amaban y niños que eran como pequeños hermanos que la vida le concedia. Además, la imagen de ese hombre de mirada dulce, delgado y de cabellos dorados, que todas las semanas llegaba para jugar con ella y traerle algún regalo, dándole el amor de un padre, constituyeron sus mas preciados tesoros, sus mas valiosos recuerdos.  Esa época de felicidad continuó hasta que al cumplir los diecinueve años,  su padrino, como solía llamarle, murió de una forma inexplicable, y no solo él, sino toda su familia, o por lo menos eso pensaron en un tiempo. Desde entonces, no hubo más paseos por el jardín del convento, ni salidas a tomar un té, o escuchar misa juntos.

Fue al morir aquel hombre, que la Madre Superiora, tras una interminable charla, le confesó la verdad de su identidad.  Aquella tarde, la religiosa, le entregó un testamento en el cual el Conde le dejaba unas cuantas propiedades, no se volvería rica, pero podría vivir con un buen pasar económico y trabajar en lo que más amaba, la enseñanza a pequeños.

Así tras despedirse de las religiosas, dejó Turin, no sin antes visitar a su padre en el cementerio del Condado de Moncalieri, Frente a la tumba, prometió que siempre honraria su memoria y que jamás lo juzgaría por sus actos, ya que siempre había estado cone lla, velando de su infancia y de su juventud. Cuando emprendió el camino rumbo a Paris, no miró hacia atras, no existía nada allí que la retuviera, solo fantasmas, tristesas y la terrible soledad que inundó su corazón tras la muerte de aquel que fuera su padre.

Al llegar a París, donde vive en una bella pero sencilla propiedad, decidió buscar trabajo en el concervatorio de Musica. Los años en el orfanato la llevaron a ser una joven sumamente recatada y tímida, que huye de los lugares demasiado concurridos, prefiriendo la paz de una sala de conservatorio, o la naturaleza que disfruta en sus largos paseos por el Jarin Botánico o por el bosque. El trabajar en el conservatorio es su único deleite, y el mejor de sus refugios.