AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si svegliarono al profumo del Inquisizione
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Si svegliarono al profumo del Inquisizione
Al terminar el desastre, se irán a armar una orquesta, el grito tormentoso de las brujas en quema.
Se viene hablando de nuevo, que las brujas siguen existiendo, profetizando el mismo evangelio secreto como principal símbolo de libertad y pureza absoluta. ¡Todo es un infame rumor! Que no sean cegados por lo demoniaco, secretos que están siendo revelados, blasfemias esparcidas, empezando desde la creación de la naturaleza. No basta con solo hogueras, bien se descubrió que el fuego es aliado del demonio, conjuros y pócimas selladas en los humanos. Bien sabían tentarlos, hacer que cayeran en sus creencias, vil demonio tentando a pecar, se aprovechan de la debilidad del humano. Si tan solo pudieran ser más fuertes, si tan solo esperarán después de la tempestad.
Por la misma razón, los padres de las iglesias, se han unido en oración tras oración para detener la maldad reinante, llamando a sus mejores armas para sembrar la fe, que al demonio se debe destruir. Así, fue que el inquisidor D’Páramo fue el encargado de alzarse en tropas y empezar una cacería. No es la primera vez que viste bajo el símbolo de la inquisición, ya había quemado a brujas y hechiceros por el mismo pecado.
De la misma manera, se alistó, con la túnica negra y su cruz colgante, cargando sus armas para la cacería. Disperso a su gente donde los rumores corrían, al igual de los espías que dieron con algunos paraderos. El diablo era fuerte, lo reconocía pero no se hincaba ante ello. El secreto que poseía ese brujo era la mejor arma para la inquisición. ¡Y qué espectáculo! Un brujo asesinando de su misma especie, pero él sabe que no son iguales, si, en sus venas corre la maldición, está bañado de la negrura del demonio, pero, su mente y su espíritu va solo contra el mal. Por algo le dicen, el dictador de sentencias.
...Entre calles, puestos en los que inspeccionan, D’Páramo caminaba, solo observando, sintiendo una poderosa aura, entre brujos se identifican, y sus pupilas se tornaron brillosas, un gris intenso invade la retina. Su templo estaba alerta, le decía que estaba cerca una energía poderosa. Resonando en ese sendero maldiciones y misterios ocultos; sabía que eso era obra de un hechicero. Sin embargo ese lugar no estaba identificado para clausurar, ¿Por qué? ¿Se les habrá escapado uno? o ¿Lo han manipulado con sus brujerías? Todo era diferente en D’Páramo, él reconocía con la simple energía a sus enemigos, era peor que una sombra, porque al menos esta los protege, y el inquisidor no, los extermina.
Tan rápido prosiguió esa sensación, llevándolo a una especie de local, era más bien una herrería, en la cual se adentró, escuchando sonidos de metales. ¿Que fueron lo que sus ojos capturaron? Un símbolo, el mismo símbolo que una vez en fuego se mostró. “Mira el cuervo y se consciente de que es escogido” De repente las palabras de aquella bruja vinieron a su mente, una remembranza que creía ya haber destruido…
Más en todas esas armas afiladas, un cuervo era su sello, y sin permiso alguno, ya que el local estaba desatendido. Siendo la posibilidad de que haya escapado el dueño tras escuchar la emboscada de herejes. Fue que tomó entre sus manos una espada, inspeccionando su tallado, como el material empleado. Acompañando sus tímpanos por los gritos y súplicas, sus soldados fueron directo a las personas seleccionadas, sacándolos a rastras del lugar en lo que otros hacían una hoguera, exponiendo que iban a morir junto con sus injurias. Y era de esperarse, unos atacaban, gritando su naturaleza con sus habilidades, pero, iban preparados, ya era momento de castigarlos.
Pero, dentro de ese espacio, surgió la misma sensación de años pasados, significando para él un cuervo: la sombra de la luna, guardián de los hechiceros y brujas… No obstante, dejo de parpadear, uniéndose a la recitación de un conjuro mental, era el llamado tormentoso, los gritos de todos aquellos que han sido sentenciados por el brujo, compartiéndolo con los que comparten la misma condición, que salieran a atacarlo, que embravecidos se dieran a relucir, púes los provoca para salir de las penumbras bajo cascaras de simples humanos.
Se viene hablando de nuevo, que las brujas siguen existiendo, profetizando el mismo evangelio secreto como principal símbolo de libertad y pureza absoluta. ¡Todo es un infame rumor! Que no sean cegados por lo demoniaco, secretos que están siendo revelados, blasfemias esparcidas, empezando desde la creación de la naturaleza. No basta con solo hogueras, bien se descubrió que el fuego es aliado del demonio, conjuros y pócimas selladas en los humanos. Bien sabían tentarlos, hacer que cayeran en sus creencias, vil demonio tentando a pecar, se aprovechan de la debilidad del humano. Si tan solo pudieran ser más fuertes, si tan solo esperarán después de la tempestad.
Por la misma razón, los padres de las iglesias, se han unido en oración tras oración para detener la maldad reinante, llamando a sus mejores armas para sembrar la fe, que al demonio se debe destruir. Así, fue que el inquisidor D’Páramo fue el encargado de alzarse en tropas y empezar una cacería. No es la primera vez que viste bajo el símbolo de la inquisición, ya había quemado a brujas y hechiceros por el mismo pecado.
De la misma manera, se alistó, con la túnica negra y su cruz colgante, cargando sus armas para la cacería. Disperso a su gente donde los rumores corrían, al igual de los espías que dieron con algunos paraderos. El diablo era fuerte, lo reconocía pero no se hincaba ante ello. El secreto que poseía ese brujo era la mejor arma para la inquisición. ¡Y qué espectáculo! Un brujo asesinando de su misma especie, pero él sabe que no son iguales, si, en sus venas corre la maldición, está bañado de la negrura del demonio, pero, su mente y su espíritu va solo contra el mal. Por algo le dicen, el dictador de sentencias.
...Entre calles, puestos en los que inspeccionan, D’Páramo caminaba, solo observando, sintiendo una poderosa aura, entre brujos se identifican, y sus pupilas se tornaron brillosas, un gris intenso invade la retina. Su templo estaba alerta, le decía que estaba cerca una energía poderosa. Resonando en ese sendero maldiciones y misterios ocultos; sabía que eso era obra de un hechicero. Sin embargo ese lugar no estaba identificado para clausurar, ¿Por qué? ¿Se les habrá escapado uno? o ¿Lo han manipulado con sus brujerías? Todo era diferente en D’Páramo, él reconocía con la simple energía a sus enemigos, era peor que una sombra, porque al menos esta los protege, y el inquisidor no, los extermina.
Tan rápido prosiguió esa sensación, llevándolo a una especie de local, era más bien una herrería, en la cual se adentró, escuchando sonidos de metales. ¿Que fueron lo que sus ojos capturaron? Un símbolo, el mismo símbolo que una vez en fuego se mostró. “Mira el cuervo y se consciente de que es escogido” De repente las palabras de aquella bruja vinieron a su mente, una remembranza que creía ya haber destruido…
Más en todas esas armas afiladas, un cuervo era su sello, y sin permiso alguno, ya que el local estaba desatendido. Siendo la posibilidad de que haya escapado el dueño tras escuchar la emboscada de herejes. Fue que tomó entre sus manos una espada, inspeccionando su tallado, como el material empleado. Acompañando sus tímpanos por los gritos y súplicas, sus soldados fueron directo a las personas seleccionadas, sacándolos a rastras del lugar en lo que otros hacían una hoguera, exponiendo que iban a morir junto con sus injurias. Y era de esperarse, unos atacaban, gritando su naturaleza con sus habilidades, pero, iban preparados, ya era momento de castigarlos.
Pero, dentro de ese espacio, surgió la misma sensación de años pasados, significando para él un cuervo: la sombra de la luna, guardián de los hechiceros y brujas… No obstante, dejo de parpadear, uniéndose a la recitación de un conjuro mental, era el llamado tormentoso, los gritos de todos aquellos que han sido sentenciados por el brujo, compartiéndolo con los que comparten la misma condición, que salieran a atacarlo, que embravecidos se dieran a relucir, púes los provoca para salir de las penumbras bajo cascaras de simples humanos.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/11/2014
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
“The past beats inside me like a second heart.”
― John Banville, The Sea
― John Banville, The Sea
El calor siempre era insoportable en la parte trasera del local, donde los hornos y moldes se encontraban y Caliban veía con atención a Bredoteau martillar el hierro caliente para luego imitarlo y hacer lo mismo, crear piezas a partir del acero, forjar imágenes, afilar armas. La herrería era un trabajo duro, demasiado manual para alguien acogido por gente como los Pemberton, pero existía en su ardua labor algo que veía como una especie de redención, sin saber a ciencia cierta cuál era su pecado. Porque aunque sabían cuán errado estaba desear a la mujer de Ambrose, esa obsesión que el chico fácilmente confundía con amor no era eso el motivo de su culpa. Meditaba mientras veía las chispas brincar cada vez que su patrón y maestro daba un golpe nuevo como un moderno Hefestos.
Caliban fue el primero en alzar el rostro y ponerse atento como un sabueso que ha identificado a una presa entre la hierba. Mucho antes del ruido, vino la energía que pudo sentir como un ramalazo de poder. No dijo nada y pronto Bredoteau pudo escuchar también el jaleo, gritos, enfrentamientos y fuego. El corpulento hombre tomó un trapo mugriento y se limpió las manos.
—Espera aquí, veré qué sucede… —le anunció a su aprendiz quien sólo lo observó sin decir nada. El chico presentía, por el intercambio de fuerzas, qué podía estar sucediendo y antes de poder advertirle al herrero, éste ya había desaparecido.
Se sintió aturdido. Aquel ruido lejano, amortiguado, velado le trajo recuerdos de no hace demasiado tiempo. De las piras de lumbre que se alzaron al cielo arrasándolo todo en la aldea con la que vivía junto a su madre. Caliban podía ser impulsivo a ratos, pero no era estúpido. Rogó por el bienestar de su empleador y se quedó en ese lugar, donde estaba a salvo. O eso creía…
Tragó grueso tan pronto sintió que de aquel enmarañado caos, surgía una presencia especialmente fuerte y se acercaba al punto donde él estaba. Se quedó muy quieto, inconsciente del poder que se le había conferido hace siglos, como descendiente del clan Branwen ferch Llŷr, las hijas del cuervo albino. Salió de su escondite en los talleres para encontrarse con aquel sujeto que ya había llegado, anunciando algo importante, aunque todavía no sabía el qué. Salió sin saber contra qué se iba a enfrentar. Al verlo finalmente, un golpe de frente casi lo deja inconsciente. Tenía la sensación de que había visto antes a ese hombre, pero no supo identificar de dónde. Tenía demasiadas preguntas agolpándose en el pecho.
—Esa arma no está a la venta —fue lo primero que le dijo. Bredoteau había querido exhibirla porque hasta entonces, era una de las mejores piezas que Caliban había hecho, pero el joven aún se resistía a comercial con cualquier cosa hecha enteramente por él, creía que aún carecía de la técnica ideal para llamarlo herrero y no un simple aprendiz.
Se mantuvo a una distancia prudente, expectante, nervioso, temeroso. Mirando fijamente al hombre ataviado de negro, con símbolos de una religión impuesta en la región, pero que él seguía reticente a aceptar. Sus creencias eran paganas, arcaicas, mucho más antiguas que el símbolo de la cruz.
—Pero si gusta esperar, mi jefe no debe tardar —se mordió un labio. Trató de actuar lo más natural posible todo ese tiempo. Como si no supiera quién era él, o qué era, mejor dicho. Y como si el extraño no estuviera ahí precisamente por la energía inmanente que Caliban desprendía.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
¡Aumentad el sonido efímero! ¡Que escuchen aún más como las voces buscan la salida de la excomunión! Un grito más, solo para sembrar el miedo y se inclinen ante su derrota…
Ni un alma errante está a salvo en esa matanza, era mejor entregarse para que su muerte no sea prolongada en tortura, dará un premio ante la aceptación del pecado, que la rabia sea sembrada en sí mismos, en esas ganas bestiales de morir para quienes se le acerquen. El inquisidor les otorgara una muerte inmediata por su mero consentimiento. ¡Salgan! Ya en el último aliento sonoro todos debían de ser exterminados. Más el banquete lo tiene el Líder, a él se le confirió y Dios lo ha entregado en sus propias manos.
Saliendo del rincón un simple humano, un mortal que en sus ojos desconocía lo que está reinando en ese lugar, quizás pudo su instinto decir que era diferente pero por miedo a la verdad no busco saber de ello. O había la posibilidad de que todo fuese lo contrario. Pero el convivir con el diablo no lo exime de ser su cómplice.
— ¿Usted es dueño de este local? ¿Sabe lo que significa este sello? — Cuestionó con las irises envueltas aún en la nada, en un blanquecino espacio que lentamente volvía en sí. Su conjuro fue desvanecido, el grito último lo inculcó la muerte hacia el único sobreviviente. Exponiendo la espada sujetada de su mano. Donde faltaba el martillo de las brujas.
—SÍ señor, soy el dueño de este negocio, y ese cuervo, es ... — Replicó el herrero, tras inclinar su cabeza ante lo que representa el brujo. Un inquisidor, pero fue interrumpido por uno de sus soldados.
—¡Su señoría! Me disculpo por la intromisión, la tropa se ha dirigido hacia el norte como ha demandado, ya todos han sido calcinados. — Con la daga de madera en mano, el soldado se hincó al posarse en esta, anunciando el deber cumplido. Hasta que su líder le contradijo.
—Soldado, aún no ha sido terminada esta misión. Alguien sigue apestando el aire que respiramos, Ante mi presencia hay uno con vida. Por su falta, ¿Cómo debe de ser castigado? —Claramente se refería al herrero que cayó la responsabilidad y culpa de quien está aún escondido. Y lo sabía Piero, no podían engañarlo, pues todo lo malo y bueno lo aprendió y esa fue su auténtica doctrina.
—Mi señor, he cometido un error, es la primera y única vez, perdone por mi incumplimiento, de inmediato remediare este descuido, mas no soy digno de dictar sentencia. Usted tiene la palabra. — hablo un honor impecable. El líder solo dejo que continuara con su deber, ordenó que fuesen carbonizados todos, y así fue como se llevó a la hoguera al herrero, declarando los bienes que serán poseídos por la inquisición. Confiscados, el herrero como el de los demás, sujetos a la exterminación, por ser llamados herejes, un cimiento de brujería fue lo que acusaron sus vecinos. Y como los rumores se propagaron, actuaron conforme el reglamento.
Más su energía se conservó, una extraña sensación que lo orillaron a un pensamiento, al acudir pronto a ese lugar, la razón estaba por encontrarla. Aquella que en cuanto al ver al joven de cabellos blancos, se percató de que ya había vislumbrado esa escena, la evidencia radicaba en la señal del cuervo, el conocerse su historia.
—No es la espada lo que me llama la atención, ni el material con el que está forjada. —Con una agilidad giro con una sola mano en la empuñadura de la espada, exponiendo al alcance del brujo, el cuervo tallado. — Este cuervo se parece a una vieja historia, ¿usted sabe cuál es?... Dicen que solo los miembros de un clan lo sabían, mas llego uno imponiendo su rectoría que destrozó esa generación. Ya no pueden decir que solo los de ese linaje saben de ese secreto.
Evocando que era el joven poseedor de dicha leyenda, el padre de las hijas del clan Branwen ferch Llŷr, el cuervo del que predijeron estaba a su frente.
—Me temo que no volverá, justo, ahora mismo estará ardiendo en llamas, o quizás, sea ya el apeste esparcido en el centro para su purificación. — Lo miro fijamente, abriendo el aura para sentir su fuerza, observando sus ojos para descubrir su poder, y tenerlo con la idea naciente de controlarlo para el beneficio de la guerra venidera.
—He venido a sentenciarlos, más dime, ¿Por qué no he de matarte? Empieza a suplicar y pedir perdón por lo que eres. Ora por tu alma, e híncate para que no seas castigado igual que a tu patrón...
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/11/2014
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
“Fear makes us feel our humanity.”
— Benjamin Disraeli
— Benjamin Disraeli
La expresión que se dibujaba en los finos y juveniles rasgos de Caliban era una mezcla de sorpresa y miedo. Una incógnita se cernía sobre él como una sombra. Y como un eco, la imagen del hombre lo llamaba a la desgracia, como las sirenas a Odiseo. Tragó grueso sin despegar los ojos como zafiros de aquella figura que le daba miedo con su sola presencia. Estiró la mano para recibir el arma, prestando especial atención al símbolo que con esmero, labraba en cada una de sus piezas, alzó el rostro al escucharlo de nuevo. Frunció el ceño, ¿de dónde conocía él aquello?
Pero cuando fue a preguntar, el anuncio del destino de su patrón lo descolocó inmediatamente. No era tonto para no saber quién era ese hombre, o a quién representaba, mejor dicho, había sido su gente la que había acabado con la suya, sin razón, y con toda la saña del mundo. Abrió los ojos tanto como pudo, mismos que empezaron a escocerle, anunciando lágrimas. Soltó el arma, que hizo un estrepito metálico al chocar con el suelo de piedra y caminó con premura hasta la entrada, desde donde vio las columnas de humo alzarse por cielo parisino.
—¿Pero qué demonios haz hecho? —Se giró con violencia. La mirada brillando en llanto—. Él no sabía lo que yo era, era un hombre normal, bueno, ¡tenía una esposa! —Comenzó a perder los estribos mientras regresaba sobre sus pasos para volver a mirar al desconocido de frente—. Su único pecado fue la ignorancia, cómo… ¡condenaste a un hombre inocente! —Estaba completamente descolocado. Bredoteau fue uno de sus primeros aliados en la ciudad. Jamás lo conoció a fondo, pero no merecía la muerte.
—¿Perdón? ¿Perdón? ¡Gente como tú es la que debe rogar por su alma! —Se limpió las lágrimas con las mangas de la camisa antes de que éstas alcanzaran a rodar por su rostro—. Fueron los tuyos los que condenaron a mi gente, ¡y ahora le das muerte a alguien que ni siquiera sabía que me tenía en la trastienda de su negocio! Cómo… cómo… ¡eres como yo! Eres capaz de grandes milagros con tus poderes, ¿cómo puedes dar caza a otros como tú? No voy a rogar, mucho menos a ti, ¡eres un monstruo! —Caliban todavía luchaba por contener el llanto. No sólo era la muerte del maestro herrero, sino los recuerdos también de cómo había acabado su madre.
—Cómo sabes del cuervo y el clan, en todo caso. Lo has dicho bien, sólo ellos sabían y todos murieron. Todos menos yo —anunció. Era una mentira. Hubo más de un sobreviviente aquella noche y por el mundo debía andar su padre y su hermana; ella parte de la misma profecía que lo marcaba a él. Pero para usos del momento, simplemente confirmaba lo que seguramente el otro ya sospechaba.
—¿Qué quieres de mí? ¿Arrepentimiento? ¿Y luego qué? —Rio con amargura, sin embargo eso provocó que un par de lágrimas finalmente escaparan de sus ojos—. De todos modos me has de matar, ¿no? Y voy a arder en el infierno como ustedes aseguran. Mi gente y mis dioses son más misericordiosos, tal vez podrían aprender algo de eso —podía ser un chico tranquilo, meditabundo, que observa las estrellas, pero también poseía un temperamento como el que estaba demostrando; uno que no medía consecuencia y podía significar su fin.
Estaba plantado frente al inquisidor, le temblaban las manos y la mandíbula, pero no se amilanó. Se mantuvo firme, con el miedo como nausea trepando su garganta, pero firme. Ya tendría tiempo después de llorarle a Bredoteau, de ir con la mala noticia con su esposa. De forjarle no una cruz católica, sino un cuervo blanco. No hizo nada, aguardó. Caliban siempre había sabido distinguir cuándo tenía todas las de perder, y esa era una de esas ocasiones. No se es valiente frente a situaciones que se tienen bajo control, se es valiente ante el miedo.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 24/11/2015
Localización : París
Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
Oh, sí canguelo, el pavor, los sentimientos destructivos los percibe el inquisidor, como si tuviesen un rostro para conocerlos, una energía diferente que aumentaba conforme el sentimiento se acrecentaba, y eso le daba poder, de eso se alimenta. Se está devorando el temblor del brujo. Su mirada fija, la mantiene sin cortar la unión. Absorber las vibraciones de la espada contra el suelo. ¡Exquisito sonido! Retumba, y retumba, como si fuese la burla de Páramo. Oh, sí dolor, sufrimiento admira en esas pupilas, lacrimas sin ser derramadas, quizás siendo ira el rojizo que se tiñó. Más es flemático el inquisidor, se agacha por el arma, esta era hermosa y se la iba a quedar como obsequio. Aunque sigue observando los metales detallados, sin darle importancia al joven a que se cerciorará del destino que deparó a su patrón.
Impetuoso se observa el de cabellos blancos, no agrede a su falta de cómo se dirige a él. Eleva la punta de la espada hacia una distancia que enfocara a su rostro. Pero estaba sereno.— La ignorancia no exime del cumplimiento de las reglas, debiste saberlo desde un principio. No hice más que llevarlo a su dictamen. Y que dios se apiade de su familia, pero ya están a salvo del peligro, del pecado. Actuaste mal, y ahí están las consecuencias.— ladeo el rostro, girando la muñeca con la empuñadura. — No me insultes con mi deber, se le castigó como al pie de la letra. No fue inocente. Aquí todos saben que se pagará por parejo, sean cómplice o no. Pero el convivir contigo, fue su sentencia.
Llanto; tan frío, insignificantes lágrimas como sus reproches era nada para él. — ¿Gente como yo? Según tú, dime, ¿cómo soy? —posó la punta de la espada en su mejilla, no forjó presión pero sí existía el contacto filoso cuando limpio de sus lágrimas. — ¿Los míos? No, estas equivocado, fueron los tuyos los que han violentado las normas estipuladas de la inquisición. Algún mal existe en ello, pues el pueblo se quejó de tu linaje. Acusa a tu familia, culpa solo a los responsables, y no me emplees en tus términos ofensivos, no fui yo quien los condenó, ustedes mismos se condenaron.
Y dio un empujón al mango, no fuerte, pero con un leve movimiento que logró emanar sangre de esa piel, una simple gota permaneció en la punta del metal. Una vez más los reproches le eran escupidos, y una vez más carece de interés por ellos. — No somos iguales. Nuestras auras lo dicen, aunque compartamos en nuestras venas el veneno, mírame, sé quiénes somos, sé con qué fuerza se juega. Una maldición que la he convertido en salvación.—fútil, tan bestial. — ¡oh, sí, monstruo! Hace tanto tiempo que nadie me llamaba de esa manera.— Evidente que era insultado de varias formas posibles, sobrenombres, reputación dañina, por eso, es que le conocen como la bestia de mil caras. Cada hereje que sentencia, le dan a Páramo un apodo. Pues su tortura es temible, y algo que no se podía decir de aquel herrero, fue a un tercero que juzgo y el brujo ya le dijo monstruo.
—En el pasado, en el presente y en el futuro extermino y exterminare a cada uno que me sea señalado. Sea padre, o madre, hijo, o esposa, compañero, o alguien como tú. De la misma especie.— preciso, exactas palabras de la naturaleza de sentencia. Aunque vio mentiras, las voces son algo que adora, porque le muestran la verdad del lenguaje, si mentían o no. Ya que una magia muy avanzada sólo el inquisidor conquistó. —Mi deber es aniquilar a todo hereje con su pecado mortal, y en llamas fueron los "Branwen ferch Llŷr" Pero estoy seguro que tú no eres el único.
La espada buscaba someter al inquilino, por lo que magreo su cuello, amenazando su yugular con el filo. —Puedo hacer tantas cosas contigo, pero primero, pide perdón por tu insolencia —Avanzó hacia él, colocando en la parte trasera, teniéndolo de espaldas que tira de sus cabellos, echándolo hacia atrás y con la línea de la espada, la posa en todo su cuello. —Te lavare esa boca con ácido, te arrancare toda esa piel venenosa y con tus restos se los daré a los perros. Así te llevaré a donde tus dioses existen, en la porquería.—áspera voz susurrada en su oído, enardecido, desliza la vaina y solo un rasguño ejecuta, sin ser profunda pero suficiente para que se notara.
Y con la mano en su hombro, lo obliga a arrodillarse. —Debería ejecutar tu cabeza, pero tienes algo que yo quiero. Y tú me dirás que es, si no, te llevo conmigo. Te doy elección. Piensa lo que responderás ya que es tu única oportunidad.
Y sus juegos se hacen notar, a nadie dejaba libre, los hacía tener la conciencia para que la tortura fuese prolongada.
Impetuoso se observa el de cabellos blancos, no agrede a su falta de cómo se dirige a él. Eleva la punta de la espada hacia una distancia que enfocara a su rostro. Pero estaba sereno.— La ignorancia no exime del cumplimiento de las reglas, debiste saberlo desde un principio. No hice más que llevarlo a su dictamen. Y que dios se apiade de su familia, pero ya están a salvo del peligro, del pecado. Actuaste mal, y ahí están las consecuencias.— ladeo el rostro, girando la muñeca con la empuñadura. — No me insultes con mi deber, se le castigó como al pie de la letra. No fue inocente. Aquí todos saben que se pagará por parejo, sean cómplice o no. Pero el convivir contigo, fue su sentencia.
Llanto; tan frío, insignificantes lágrimas como sus reproches era nada para él. — ¿Gente como yo? Según tú, dime, ¿cómo soy? —posó la punta de la espada en su mejilla, no forjó presión pero sí existía el contacto filoso cuando limpio de sus lágrimas. — ¿Los míos? No, estas equivocado, fueron los tuyos los que han violentado las normas estipuladas de la inquisición. Algún mal existe en ello, pues el pueblo se quejó de tu linaje. Acusa a tu familia, culpa solo a los responsables, y no me emplees en tus términos ofensivos, no fui yo quien los condenó, ustedes mismos se condenaron.
Y dio un empujón al mango, no fuerte, pero con un leve movimiento que logró emanar sangre de esa piel, una simple gota permaneció en la punta del metal. Una vez más los reproches le eran escupidos, y una vez más carece de interés por ellos. — No somos iguales. Nuestras auras lo dicen, aunque compartamos en nuestras venas el veneno, mírame, sé quiénes somos, sé con qué fuerza se juega. Una maldición que la he convertido en salvación.—fútil, tan bestial. — ¡oh, sí, monstruo! Hace tanto tiempo que nadie me llamaba de esa manera.— Evidente que era insultado de varias formas posibles, sobrenombres, reputación dañina, por eso, es que le conocen como la bestia de mil caras. Cada hereje que sentencia, le dan a Páramo un apodo. Pues su tortura es temible, y algo que no se podía decir de aquel herrero, fue a un tercero que juzgo y el brujo ya le dijo monstruo.
—En el pasado, en el presente y en el futuro extermino y exterminare a cada uno que me sea señalado. Sea padre, o madre, hijo, o esposa, compañero, o alguien como tú. De la misma especie.— preciso, exactas palabras de la naturaleza de sentencia. Aunque vio mentiras, las voces son algo que adora, porque le muestran la verdad del lenguaje, si mentían o no. Ya que una magia muy avanzada sólo el inquisidor conquistó. —Mi deber es aniquilar a todo hereje con su pecado mortal, y en llamas fueron los "Branwen ferch Llŷr" Pero estoy seguro que tú no eres el único.
La espada buscaba someter al inquilino, por lo que magreo su cuello, amenazando su yugular con el filo. —Puedo hacer tantas cosas contigo, pero primero, pide perdón por tu insolencia —Avanzó hacia él, colocando en la parte trasera, teniéndolo de espaldas que tira de sus cabellos, echándolo hacia atrás y con la línea de la espada, la posa en todo su cuello. —Te lavare esa boca con ácido, te arrancare toda esa piel venenosa y con tus restos se los daré a los perros. Así te llevaré a donde tus dioses existen, en la porquería.—áspera voz susurrada en su oído, enardecido, desliza la vaina y solo un rasguño ejecuta, sin ser profunda pero suficiente para que se notara.
Y con la mano en su hombro, lo obliga a arrodillarse. —Debería ejecutar tu cabeza, pero tienes algo que yo quiero. Y tú me dirás que es, si no, te llevo conmigo. Te doy elección. Piensa lo que responderás ya que es tu única oportunidad.
Y sus juegos se hacen notar, a nadie dejaba libre, los hacía tener la conciencia para que la tortura fuese prolongada.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
“You speak of destiny as if it was fixed.”
― Philip Pullman, The Golden Compass
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Había algo jodidamente mal en la imagen del inquisidor empuñando la espada que él había forjado, bajo la enseñanza del hombre que ahora estaba muerto. Caliban apretó los puños y las mandíbulas, pero había muy poco que pudiera hacer. Buscó con desesperación alguna alma errante que le sirviera en ese instante, para manipular un objeto y acabar con ese asesino, pero como si de antemano lo supieran, no había ninguna cerca. Tenía ganas, también, de darle un puñetazo, hacerlo callar cada vez que hablaba con esa solemnidad. Era un fanático, lo supo. ¿Cómo podía ser tan indiferente?
Movió el rostro en cuanto sintió la punta de la espada en su mejilla. Lamentó su habilidad para la herrería, pues era un arma excelente, debía admitirlo, y su filo era mortal. El ardor prosiguió cuando finalmente ejecutó un leve corte, fue evidente que no ejerció mucha fuerza, pero él mismo se había encargado de afilar su hoja y creyó que era una ironía que ahora estuviera amenazado por la misma.
—Es evidente que no somos iguales —escupió con desdén temerario, pero qué le quedaba—. Y es evidente, también que alguien tuvo que delatar a mi gente. Y no me sorprende, sólo mentes muy débiles no pueden comprender lo diferente. Me sorprende más que tú, siendo quien eres, actúe así —continuó, muy quieto, un movimiento en falso y la cara le quedaría marcada de por vida, si es que salía de esa, claro.
Dio un súbito suspiro cuando la situación fue más precaria para él y el arma amenazó su cuello, rechinó los dientes al sentir el tirón de cabello. Soslayó a su enemigo, escuchándolo; se preguntó de dónde venía tanto odio, aunque al final, no era asunto suyo. Quiso hacer algo, aunque el miedo y el dolor de sus heridas lo paralizaban. Estaba indefenso, a merced del otro. Sintió, como nunca antes, que ese iba a ser su fin. Ni siquiera cuando enfrentó las llamas que se llevaron a su madre palpó de ese modo el rostro de la muerte.
Cayó de rodillas y se llevó la mano al cuello herido. Miró luego su palma, enrojecida, pero no había ido mucho más allá de la piel. Le quedó claro que fue adrede, que ese hombre no hacía las cosas por hacerlas y si lo quería vivo sería por algo. La respuesta vino inmediatamente después.
—Amenaza todo lo que quieras. Haz con mi cuerpo, una vez que hayas acabado conmigo, lo que te plazca, no me importa —dijo con rabia, hincado, con la cabeza gacha y la sal de las lágrimas inundando su boca—. No te pediré perdón, no me arrepentiré de lo que soy; no frente a ti, al menos —debía conservar lo último que le quedaba. El legado de su madre y las otras hijas del cuervo albino que perecieron aquella noche. Debía proteger su herencia.
—¿Qué? —Preguntó verdaderamente desconcertado, porque lo estaba y frunció el ceño. ¿Qué demonios quería? Pensó en sus posibilidades, pero la petición fue demasiado vaga. Se atrevió a levantar el rostro y girar la cabeza para verlo, aunque sólo lo vio a medias debido a la posición—. Hay una profecía… —comenzó, hablando de lo más relevante sobre él, lo más sagrado que tenía—, que me involucra a mí, y a mi hermana. Ambos debemos despertar al rey Gwyddyon. No me preguntes cómo ni por qué, porque no lo sé. Sólo sé que quien lo haga, obtendrá una gran recompensa —suspiró, sintiendo la amenaza constante del inquisidor. Su voz sonó trémula.
Agradeció en ese instante algo de lo que siempre había renegado: su escasa información al respecto, porque sin duda, no quería enterar al otro de más de algo tan sagrado para el clan Branwen ferch Llŷr.
Última edición por Caliban Ifans el Dom Ago 28, 2016 11:42 pm, editado 1 vez
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
En presencia de la rectitud y el orden, debía terminar su misión, exterminar el clan Branwen ferch Llŷr; que no deje mancha ni huella alguna. Un impecable trabajo que justo en ese momento no siguió. No por llevar la contraria a su labor sino, porque a beneficio de este, es que va a afilar un arma mucho peor para la devastación. Que así como el hechicero desesperado muestra sus verdaderas evocaciones, el inquisidor se aferra a la purificación. Su energía absorbe el poder, y el poder es exteriorizado entre sus manos que mantiene al reo preso. Con la espada en su mejilla, la propia sangre lo culpo de su tragedia, pero este inútilmente sigue ofendiendo. Debía de adiestrar esa boca viperina e impura.
— Este empeño por el vicio del insulto… — Deshonra, asco representaba el reo, — ¡No! Para ser alguien suena a un extraño, y créeme que no fue ninguno, más bien, fue de tu propia sangre. — ¿A quien le importa lo que siga diciendo el brujo?...Tironeaba y rozaba el filo en su carne — Y solo las mentes débiles son las que se mezclan con humanos, queriendo estos pasar desapercibidos. — directa. Ya basta de continuar un arreo verbal. Lo tenía arrodillado, esperando por la verdad que tanto se ocultaba.
— Para ser un brujo, eres demasiado inculto. Parece que no me conoces, aun a pesar de que has presenciado lo que puedo ocasionar cuando no se someten a las reglas. — Sus pasos pronto comenzaron a resonar, pisadas precisas que iban en torno al rededor del preso. — Que tristeza que no te importe lo que puede generar tu decisión, herejes como tú, son con los que prolongo mas su sufrimiento, hasta que cambien de parecer y griten, lloren, supliquen porque sean perdonados…— No podía ni tan siquiera conmoverse por una lagrima, su temperamento era demasiado frio. Por algo estaba en los mandos. —…Terminaras por hacerlo, y seré yo quien te muestre lo que en verdad eres, fuiste y serás. Un arrepentido.
Ladeo su cabeza, tronando los huesos de su cuello, era muy temido, pero ante todo respetado.
Sin demorar, ya el reo comenzaba a desembuchar, D’Páramo escuchaba, reformulando mentalmente el expediente, llegando a su frente donde se agacha, y con la mano toma de sus cabellos, tira. Amenazante, lo fulmina con la mirada. No estaba para juegos, ni mentiras. — No me tomes como a un idiota, sabes bien que eso ya es sabido. Más dime, ¿Por qué es que no sabes el modo y el porqué? Se listo, y piensa en lo que dirás…
Ladeo el rostro, hablando frente al ajeno.
— Dime el nombre de tu hermana, por lo que veo, sigue viva, y está esperando por ti. O, es que ya se hayan encontrado — Demando, pensando que si el fuego no purifico y castigo a los pecadores, ni la guillotina, ni la cuna de judas lo harían. Solo quedaba uno, y era la mano de Dios. El único instrumento elaborado por quien es la mano derecha, y es conocido como el dictador.
— Si tú no sabes, como dices. Entonces, tú hermana... Uno u otro debe de saber. — Era de su saber acerca de dioses o héroes, ya que la esfera potente donde el poder se origina, para el inquisidor era el mismo demonio y aquí, el de ese clan debía ser Gwyddyon, un solo sabio que no debe de surgir, ni renacer, Y si la clave se encuentra en uno de ellos dos. A los dos tendría.
—Recuerda que te estoy dando una oportunidad para que puedas confesar con libertad, si veo que en un solo movimiento mientes. Y si sigues empeñado en no importarte. Entonces, ¿que me dices de tu hermana? Seguro que a ella, le interesara la clemencia en su tortura.
Provocación, solo era eso...Púes al animal hay que encontrar.
— Este empeño por el vicio del insulto… — Deshonra, asco representaba el reo, — ¡No! Para ser alguien suena a un extraño, y créeme que no fue ninguno, más bien, fue de tu propia sangre. — ¿A quien le importa lo que siga diciendo el brujo?...Tironeaba y rozaba el filo en su carne — Y solo las mentes débiles son las que se mezclan con humanos, queriendo estos pasar desapercibidos. — directa. Ya basta de continuar un arreo verbal. Lo tenía arrodillado, esperando por la verdad que tanto se ocultaba.
— Para ser un brujo, eres demasiado inculto. Parece que no me conoces, aun a pesar de que has presenciado lo que puedo ocasionar cuando no se someten a las reglas. — Sus pasos pronto comenzaron a resonar, pisadas precisas que iban en torno al rededor del preso. — Que tristeza que no te importe lo que puede generar tu decisión, herejes como tú, son con los que prolongo mas su sufrimiento, hasta que cambien de parecer y griten, lloren, supliquen porque sean perdonados…— No podía ni tan siquiera conmoverse por una lagrima, su temperamento era demasiado frio. Por algo estaba en los mandos. —…Terminaras por hacerlo, y seré yo quien te muestre lo que en verdad eres, fuiste y serás. Un arrepentido.
Ladeo su cabeza, tronando los huesos de su cuello, era muy temido, pero ante todo respetado.
Sin demorar, ya el reo comenzaba a desembuchar, D’Páramo escuchaba, reformulando mentalmente el expediente, llegando a su frente donde se agacha, y con la mano toma de sus cabellos, tira. Amenazante, lo fulmina con la mirada. No estaba para juegos, ni mentiras. — No me tomes como a un idiota, sabes bien que eso ya es sabido. Más dime, ¿Por qué es que no sabes el modo y el porqué? Se listo, y piensa en lo que dirás…
Ladeo el rostro, hablando frente al ajeno.
— Dime el nombre de tu hermana, por lo que veo, sigue viva, y está esperando por ti. O, es que ya se hayan encontrado — Demando, pensando que si el fuego no purifico y castigo a los pecadores, ni la guillotina, ni la cuna de judas lo harían. Solo quedaba uno, y era la mano de Dios. El único instrumento elaborado por quien es la mano derecha, y es conocido como el dictador.
— Si tú no sabes, como dices. Entonces, tú hermana... Uno u otro debe de saber. — Era de su saber acerca de dioses o héroes, ya que la esfera potente donde el poder se origina, para el inquisidor era el mismo demonio y aquí, el de ese clan debía ser Gwyddyon, un solo sabio que no debe de surgir, ni renacer, Y si la clave se encuentra en uno de ellos dos. A los dos tendría.
—Recuerda que te estoy dando una oportunidad para que puedas confesar con libertad, si veo que en un solo movimiento mientes. Y si sigues empeñado en no importarte. Entonces, ¿que me dices de tu hermana? Seguro que a ella, le interesara la clemencia en su tortura.
Provocación, solo era eso...Púes al animal hay que encontrar.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
“I believe that truth has only one face: that of a violent contradiction.”
― Georges Bataille, Violent Silence
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El cabello blanco le caía sobre el rostro. Mantenía la cabeza gacha, hincado en el suelo donde había aprendido a manipular el hierro. En algún punto, apoyó también las manos, y de ese modo, parecía desde ya un muerto. Si bien, no temía a la muerte en realidad, pues toda su vida había sido educado para tratar con ella, sí le tenía miedo al verdugo, y se arrepentía; pero no de aquello que el inquisidor quería que lo hiciera, sino de todo lo que jamás iba a ser, si es que perecía. Tragó saliva y levantó el rostro, los ojos enrojecidos, y la cara herida. Abrió bien ese par de ojos azules como el cielo raso de Gales.
Era joven, pero de algún modo, al habérselo repetido tantas veces, se había creído más joven de lo que en verdad era. Como si se tratara siempre de un niño, protegido por las mujeres del clan. Luego, al llegar a París y descubrir todos esos erróneos sentimientos por Gemma, de algún modo, se sintió más joven aún. Y eso le daba la sensación de seguridad. Que sus fallas iban a ser perdonadas y que sus errores podían ser enmendados por un adulto. La realidad era que ya no era un infante, se trataba de un hombre joven al que le habían sucedido cosas horribles, claro, pero eso era. Sin embargo, ahora, ante las palabras del hombre horrible que tenía frente a él, se daba cuenta que sus erratas no pasaban desapercibidas. Lo había tachado de ignorante, y su primer pensamiento fue preguntarse: «¿es que acaso no ve lo joven que soy?». Pero ya no era tan joven como para escudarse en eso. Tragó grueso.
—Já —aún tuvo el valor de burlarse—. Tengo suerte, porque nunca conocí a mi hermana, no sé nada de ella, sólo sé que está con mi padre. Miranda y Prospero; es todo lo que sé. Puedes comenzar a buscarlos, si quieres, pues tus amenazas son huecas. No temo por ellos, jamás los conocí, no poseo ningún sentimiento por ellos, y sé que, llegado el momento, sabrían defenderse —su madre jamás le habló de su padre, sólo antes de morir. Pero supuso que si Sycorax había querido procrear con alguien, debía ser un hechicero hábil.
Alzó el rostro y se movió, quedando apoyado sólo de una rodilla, como un centurión saludando a César. Lo miró desafiante, como diciéndole «veme a los ojos e intenta descifrar la mentira», porque no había tal. Caliban no estaba mintiendo. Así eran las cosas. No sabía el paradero de su hermana, ni de su padre, aún cuando su misión era esa, encontrarlos. Completar la profecía. Pero la realidad era más terrible y difícil de manejar; el chico tenía miedo de lo que pudiera encontrar. Y su ignorancia, en esta ocasión, jugaba a su favor. Porque no había modo de que el otro pudiera sacarle más información, simplemente porque no la había. Eso era todo lo que sabía. Tan vago que no servía de mucho.
Se limpió la sangre del rostro con el dorso de la mano y al fin se puso de pie. ¿Qué iba a hacer su adversario? ¿Volver a someterlo? Pues bien, que lo hiciera, no había más que Caliban pudiera hacer.
—Si los encuentras, dime, porque yo también los estoy buscando —soltó retador, aún sabiendo que su enemigo podía hartarse y al fin clavar el arma que él mismo había forjado, en su pecho. Lento, muy lento, hasta que la vida se le escapara—. ¿O es que acaso tú quieres quedarte con la recompensa del rey Gwyddyon? ¿Eso no va en contra de tu supuesta rectitud? —Ni un segundo despegó la mirada del otro. Si iba a morir, quería verlo todo.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
Irises cual carmín sumergidos de ira. Era tan sublime el deleitar los sentimientos de los humanos, —llamándose a él mismo bestia— Cada emoción era un punto de ebullición para sentenciar, así es como se enfoca para dictaminar el castigo perfecto. Y Caliban se cerciora de que emplee el sufrimiento y angustia para someterlo. Porque así como Dios juzga conforme a la verdad, D’Páramo lo hace ante las mentiras, el brujo de la profecía lleva las conductas contrarias a las normas inquisitoriales, escritas en el corazón. Su propia conciencia lo está comprobando, y sus propios pensamientos lo acusan, enjuiciando por los secretos.
Sin ser bello tenerlo arrodillado, porque no es el templo el que conlleva sino la razón misma. Ostenta falta por el reo. Siempre comunes y esperadas, estaba preparado para lo peor. Porque eso no era nada a comparación de lo que se aproxima. Dejando que actuara, se moviera de su posición, y no causaba alteración su befa, su descaro a la burla de su poder. Le agrada conocer las defensas que emplean, acechar sus maniobras para desterrarlas e imponer la absoluta voluntad. Haciendo que su oportunidad quedará sepultada sobre el suelo en el que pisa, despreciando su única esperanza. Impugnando, de un lado a otro mueve la cabeza, emitiendo sonidos negativos de la boca. Ya tenía que pasar a la siguiente parte. Y verá si seguirá con la misma actitud. — Tsk, qué decepción, más podrás decirme un sin fin de palabras y ninguna será aceptada, ¿estás consciente de ello? ...Sabes que en el proceso, en el interrogatorio, ¿Qué es lo que te espera? Ya veremos si es la misma confesión. —Sin repercusión de cómo iban a tomar sus términos. Yaciendo frente a él. Hubiese martillado su rodilla cuando fue alzada, adiestrarlo como a sus soldados, forjar la lealtad y respeto con la impertinencia de su mirada, la cual sostenía —decían que con su mirada extraía las almas, pero solo eran habladurías sin fundamento— Más se torna excitante el juego, el encontrar era su especialidad, y vaya que ha dado a parar hasta con los cambiantes, y cada tanta especie, que como el mundo progresaba, se iban volviendo complejas y provechosas para llevar a la práctica su entrenamiento. — Esto cada vez se pone interesante. —exclamó, arrojando la espada hacia sus pies, de manera de que está al menos se sostuviera del suelo con el filo enterrado…
—Felicidades, Tus suplicas han sido escuchadas, yo seré el salvador de tu triste historia, te presentare a tus padres, y te reuniré con toda tu familia. Te inculcare sentimientos hacia ellos, y ningún hijo por más que su padre lo quiera muerto, este deseara lo mismo. — ¡Que despiadado era, el reunir a una familia para que unos contra otros se mataran! Así era de cruel su burla cuando de la noticia expuso. Moviendo su mano de manera circular, ya era la hora de llevárselo. Tenía que matarlo pero, era una maniobra propia, buscando con los dedos un clavo que guarda por debajo del guante, y al tenerlo, la punta la dirige hacia el cuello del brujo al jalonear del brazo, incrustándolo. De cierta manera, era una macabra antología de lo que el hombre podía crear para lastimar a otros, así de simple. Como él, creando armas…—A partir de hoy tu libertad la tengo en mis manos. No hay interés en recompensas absurdas, sé de qué pata cojean, y si la profecía se cumple, ahí estaré para destruirla. — ¿Sera cierto? Sí, pero antes de ello, aprovecharía para una matanza de nuevo cuenta hacia los brujos.
Removió el clavo, de manera que el veneno en esté se implementará. — Los encontraremos, claro está que sabrás quienes fueron. Y quien eras, para cazarlos. Porque eso es lo que haré contigo, conoce el verdadero poder de la magia. —Acompañado de un conjuro,— Štai likeris, kuris suteikia jums gyvenimą, suteikia Jums mirtį. Atidaro vidaus sužalojimai, tegul velnias šauksmą pirmaujanti, pašarų ir enfurécelo, jis atsibunda su noru nužudyti. Kraujas, nuodų ir mano balsas, prisijungti, ir tik eiti į mano kvietimą, verkti, verkti auga žvėrį.[1]— envenena su sangre. penetra en su mente. Haciendo que este antídoto lo haga retorcerse de dolor, apoderándose de él porque ya no existe más Caliban, un brujo con profecía, Ya era suyo. Y la manera en la que lo movería, sería matando a los de su mismo clan, a sus conocidos, y a sus lazos afectivos. Convirtiéndolo en la marioneta que si despierta el gran demonio, lo controlara. Así, golpeó la base del clavo, martillándolo, pues esa era su marca, y si logra quitárselo, será otro clavo que esté a la espera de ser incrustado, porque él correrá a que se lo martillen. Tan eficiente es el veneno, tan manipulado está que la facilidad de inculcar control era fácil, siendo como si un neófito lo controlarán con la sangre que pide a gritos. Que en cuanto lo tuviera en el suelo, retorciéndose del tormento, es porque estaba cimentando la subordinación, para que se lo llevara a su guarida —la cueva de la confesión— para que en esta, comenzara a domarlo. Y lo primero que vea, sea su juicio hacia la realidad, la claridad de los hechos que lo motivaron a ser elegido por el inquisidor.
1.He aquí el licor que te da vida, te da muerte. Abre las heridas internas, deja que llore el demonio que lleva, aliméntalo y enfurécelo, que se despierte con las ganas de matar. Sangre, veneno y mi voz, únanse, y solo acude a mi llamado, llora, llora bestia naciente.
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
“Love me, hate me, hurt me or kill me. I keep fighting.”
― Jonathan Harnisch, The Brutal Truth
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Estaba consciente de ello. Estaba consciente de que todas las palabras del inquisidor eran verdad. En ese instante sintió que traicionaba a todas las hijas del cuervo blanco con su miedo, con su arrogancia y con su debilidad. No había sido educado para esto; la grandeza, según la profecía, lo aguardaba y ahora estaba reducido a nada frente a ese hombre, el verdugo de su gente. Una enorme guadaña que sega vidas como quien corta trigo.
Entornó la mirada. ¿A dónde quería dirigirse con todo esto? No tuvo que aguardar demasiado, pues el sayón mismo, con esa voz que dicta condenas, le reveló los atroces planes. Abrió bien los ojos, dándose cuenta de su error. ¿Sería capaz ese sujeto de encontrar a Prospero y Miranda? Al principio lo dudó, pero ahora ya no estaba tan seguro. Tragó grueso y dio un paso hacia atrás, para evitar la espada que ahora estaba clavada en ese punto que los dividía, como el portal a otro mundo, uno de sombras para uno, y de salvación para el otro. El problema era que no era claro qué mundo era para quién.
—De qué dem… —ni siquiera pudo terminar la frase. Ese mismo paso que había dado hacia atrás, lo volvió a dar hacia delante, sólo para quedar más a su alcance. De inmediato sintió el suplicio. Trató de luchar, sin éxito. Lo escuchó con diáfana claridad, lo cual lo hacía todavía más terrible y a cada palabra que escupía, Caliban iba cayendo en cuenta de la desgracia a la que estaba siendo sometido.
Se repitió mentalmente que no debía quejarse, ni llorar, pero le fue imposible. Luego de estar apretando los dientes, soltó tremendo grito de dolor que sólo él y su atacante pudieron escuchar. ¿El resto? Armas mudas que jamás iban a poder narrar los horrores que ahí acontecían. Ya que su primera promesa se vio rota, se dijo luego que no debía suplicar: que se detuviera o que lo matara, cualquiera de las dos parecían buenas ideas. Se tragó todas esas palabras, no iba a darle el gusto. No una vez más ese mismo día. Aunque algo dentro y muy profundo quedó manchado para siempre, el joven brujo pudo sentirlo, como tinta que se riega en un lienzo blanco.
Cayó al suelo hecho un ovillo, aún doliéndose, y aún con el orgullo demasiado palpitante en su interior. En medio del inconmensurable dolor que estaba sintiendo, se puso a reír como un maniático, mientras llevaba una mano ahí donde el inquisidor había herido mucho más que la piel y la carne; había herido su alma, la había roto para entrar él, de algún modo. Caliban era un hechicero y podía identificar esas cosas.
—Bien, me alegro —comenzó, tratando de ponerse en pie sin mucho éxito, como un cervatillo que acaba de nacer—. Nunca tuve un padre, al fin voy a conocerlo —su respiración era dificultosa, entrecortada y a cada bocanada de aire que daba, le dolía más. Se resbaló un par de veces más, hasta que consiguió hacerlo, se puso de pie de nuevo, pero se veía maltrecho. Estaba encorvado, incapaz de verlo a la cara, con el cabello blanco y peculiar tapándole el rostro.
—Ahora sé que no vas a matarme —declaró, levantando el rostro ligeramente y luciendo, de ese modo, como un poseso—, me has hecho algo peor, ¿no es así? ¿Hombres de religión como tú pueden valerse de magia tan oscura? —Rio de nuevo. Pero ese sonido dolía, era incómodo. No había alegría alguna en él—. ¿No ves la hipocresía que hay en eso? —Diciendo aquello, no pudo soportarlo más, y volvió a caer de rodillas. Se tambaleó en su lugar, pero se negó a dejar de mirar a su ejecutor.
Última edición por Caliban Ifans el Mar Mar 14, 2017 11:45 pm, editado 1 vez
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
Linfa envenenada, conjuro hacia las penumbras, el arrepentimiento viene para después, y sus azotes serán expuesto, pues la confesión de su uso prohibido al Santo Obispo, lo sabrá, pedirá perdón cuando llegue a la casa del señor. Mientras tanto, encadena al brujo al inquisidor. Ambos son conocedores de la hechicería, por ello es más potente la conexión, y cómo ha de saberse, las reglas de estos es que si un conjuro ha sido arrojado, solo aquel quien lo invoque podrá liberarlo, así funciona la magia oscura, tan celosa es que sus consecuencias genera enfermedad letales llegando hasta el óbito. Observándose su método de opresión, de sometimiento hacia su dictador, el clavo una vez incrustado, le mostrara de lo que es capaz de ejecutar, si osa faltar una vez más a su superior. Siendo el momento en cómo se va esparciendo, como si de su voz le otorgara las órdenes a la música para que dance en ese interior, se esparciéndose por todas sus venas. Maldito, si, ya lo estaba, nadie puede escapar de las redes con espinas, es doloroso el proceso, no lo niega, una parte de su vigor se va en aumento en la ajena, formulando un círculo secreto entre ellos. Impedido a que replicara, no estaba autorizado a abrir la boca, más que emitiera sonidos que la congoja causara: gritos, lamentos, o llanto. Todo eso espera interpretar, acatándolo, sus grisáceas irises se van perdiendo al paso de que su falange se extiende en dirección a su cuerpo. Percibiendo una mínima parte de su resistencia, él como el crujir de los dientes trata de aturdir, y ahí lo tenía, gritando, retorciéndose del daño, consumiendo el inicio de su tortura. Por lo que su voz se iba desvaneciendo, al mismo pasó sus irises se iban plasmando, volviendo a su color, a su conciencia, pues la fuerza que desprende fue de aquellas deidades que viven dentro de él, que lleva en la sangre, que porta por ser del lado oscuro. Sí, es un monstruo, el peor de todos, pues el usar a los de su misma especie para exterminar a unos semejantes, era brutal, aun peor, que solo los llamara para el cometido de quienes llaman enemigo, a aquel en quien cree fielmente. (¡Un ser oscuro que idolatra la luz más pura!).Alimentándose estos de la linfa del de cabellos blancos, el sacrifico al emplearlos es darles algo a cambio, y eso, ahí lo tenían, arrebatarle sangre al reo, quitándole pocos días de su existencia. Quizás, el preso ni idea tiene de lo que le estaban haciendo, o quizás lo intuye, más el saberlo con exactitud es imposible, no es igual los conjuros, ni el poder de cada uno que lo practica. Descendiendo el brazo, regresando a su postura anterior, limpiando con la yema de su dedo; el pulgar, la escasa sangre que se derramó de su fosa nasal, lamiendo este porque no permitirá que su esencia se quede en ese lugar, ni que alguien pueda atraparlo como él lo hizo con Caliban.
— Lagrimearas sangre al verlos, te lo aseguro. Y al estar alegre, no veo porque quitártelo, es hora de marchar, sé que impaciente estabas por este momento. Sabiendo desde un principio que no iba a matarte, ¿porque el torturarte en seguir creyendo? Aunque ya sabes lo que debes hacer para evitarlo. Porque no fue nada lo que has experimentado, ¿peor? es poco a comparación de lo que te espera si no obedeces. Caliban, no estoy aquí para responder a tus inquietudes, duerme, que en cuanto despiertes, verás lo que todos temen ver, no querrás ni abrir los ojos, así que descansa mientras puedas.
Tan ínfimo el brujo cae, ni es capaz de soportar su propio peso, tan envenenado está, que la única forma de que salga con vida es que sea obediente, alertando su respiración, inculcando su propio estado que no tenía salida alguna, en sus condiciones no estaba para luchas, ni tratar de defenderse, las lleva de perder, le debilitaban a pesar de la transfusión de energía, muy pesada está, muy oscura y espera a que lo pueda soportar. Al fin el portador de la profecía lo tenía custodiado, y como era de suponerse, no se calla, se balanceo dándole una patada en el rostro, ya su burla debía tatuarla, desaparecer su sonido y que recordará con quien se hallaba, sin interesarle que cayera y se golpeara contra el suelo, el choque fue potente, el impacto de sus rodillas y el cuerpo al fin caído. Debía estar consciente, siempre en el trayecto lo estaría, pero su cuerpo estaría como una especie de vegetativo, siendo momento de ejecutar la salida. Se encarga él mismo, cargándole, echándolo al hombro, como un costal, era liviano, hasta eso no le dio carga alguna. Aventándolo al lomo de Dio, quien acudió a su chiflido. (Un caballo de pelaje blanco, un sangre pura, esplendoroso) montándose, tomando las riendas y patea su costado, yendo a galope, dirigiendo a su famosa cueva de la confesión, más sus soldados le determinan de las torturas, aguardada en las bajas tierras de un lejano bosque, una cueva que cavo el propio D’Páramo como guarida, siendo vigilada por dos grandes perros, entrenados para la cacería, para pelear en combate y sobre todos, devorar todo aquello que posee carne. Así, da marcha, golpeado por el aire que arrasa en ese fuerte frío, cerciorándose de que el camino sea confuso, manteniendo su aura, y su hedor a escondite.
— Lagrimearas sangre al verlos, te lo aseguro. Y al estar alegre, no veo porque quitártelo, es hora de marchar, sé que impaciente estabas por este momento. Sabiendo desde un principio que no iba a matarte, ¿porque el torturarte en seguir creyendo? Aunque ya sabes lo que debes hacer para evitarlo. Porque no fue nada lo que has experimentado, ¿peor? es poco a comparación de lo que te espera si no obedeces. Caliban, no estoy aquí para responder a tus inquietudes, duerme, que en cuanto despiertes, verás lo que todos temen ver, no querrás ni abrir los ojos, así que descansa mientras puedas.
Tan ínfimo el brujo cae, ni es capaz de soportar su propio peso, tan envenenado está, que la única forma de que salga con vida es que sea obediente, alertando su respiración, inculcando su propio estado que no tenía salida alguna, en sus condiciones no estaba para luchas, ni tratar de defenderse, las lleva de perder, le debilitaban a pesar de la transfusión de energía, muy pesada está, muy oscura y espera a que lo pueda soportar. Al fin el portador de la profecía lo tenía custodiado, y como era de suponerse, no se calla, se balanceo dándole una patada en el rostro, ya su burla debía tatuarla, desaparecer su sonido y que recordará con quien se hallaba, sin interesarle que cayera y se golpeara contra el suelo, el choque fue potente, el impacto de sus rodillas y el cuerpo al fin caído. Debía estar consciente, siempre en el trayecto lo estaría, pero su cuerpo estaría como una especie de vegetativo, siendo momento de ejecutar la salida. Se encarga él mismo, cargándole, echándolo al hombro, como un costal, era liviano, hasta eso no le dio carga alguna. Aventándolo al lomo de Dio, quien acudió a su chiflido. (Un caballo de pelaje blanco, un sangre pura, esplendoroso) montándose, tomando las riendas y patea su costado, yendo a galope, dirigiendo a su famosa cueva de la confesión, más sus soldados le determinan de las torturas, aguardada en las bajas tierras de un lejano bosque, una cueva que cavo el propio D’Páramo como guarida, siendo vigilada por dos grandes perros, entrenados para la cacería, para pelear en combate y sobre todos, devorar todo aquello que posee carne. Así, da marcha, golpeado por el aire que arrasa en ese fuerte frío, cerciorándose de que el camino sea confuso, manteniendo su aura, y su hedor a escondite.
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Re: Si svegliarono al profumo del Inquisizione
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― J.K. Rowling, Harry Potter and the Order of the Phoenix
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Entonces, aunque quiso, no pudo moverse. ¿Qué terrible castigo había ejecutado el inquisidor sobre él? Se sintió a morir, y lo deseó. Deseó morirse sin importarle nada, ni Gemma, ni nadie. Sólo quería dejar de existir en ese mismo instante. Y a pesar de todo, escuchó la voz de D’Páramo con cruel claridad. Sus amenazas, sus terribles pronósticos para su cuerpo hecho trizas. ¿Esto era el adoctrinamiento de la Inquisición? Destruirte tanto que ya ni siquiera te reconozcas. Golpear tanto tu alma y tu cuerpo que no tengas otra escapatoria, más que aceptar delitos de los que eres inocente.
A pesar de no poder moverse en ese instante, pudo sentir el hilo húmedo de sus lágrimas empaparle el rostro. Dejar ese rastro salado a los costados de sus mejillas, debido a su posición. Es que sentía que se estaba quebrando, sin embargo, pensó que no había modo alguno de oponerse a D’Páramo, a sus métodos, a la cosa oscura que acababa de hacerle. No, simplemente no había manera y él, en especial, no era fuerte. Ahora se daba cuenta de eso. Era un niño, un niño al que le habían quitado a su madre.
Sintió como si sucediera en un sueño, cómo el hombre lo tomaba, así como si se tratara de algo liviano, un almohadón de plumas o un costal de trigo. Lo manipuló y se lo echó al hombro con una facilidad que daba miedo. Pero su verdadero pavor fue el hecho de que no podía oponerse. De que no importaba nada, simplemente no podía mover ni un solo músculo de todo el cuerpo. Incluso respirar le era un martirio.
¿Tratar de adivinar el camino? Era una locura, no en su estado y los obvios intentos del hombre por confundirlo. ¡Ah! Cómo quería pedirle que por favor, una vez que acabara con él, regresara su cuerpo a la casa Pemberton. No, desde luego que no iba a rogar por piedad, sólo eso quería, retornar al hogar, que fueran ellos, quienes lo cobijaron cuando se quedó desamparado, los que decidieran qué hacer con él. Estuvo seguro, en cambio, que Piero no haría caso a tales anhelos, así que daba exactamente igual si podía hablar o no en ese instante y qué podía pedirle o no.
¡Oh! ¿A dónde se dirigía? ¿A su tumba anónima acaso? ¿A un sitio tan remoto en donde nadie lo conociera? ¿A las entrañas del infierno? Porque, a pesar de su doloroso estupor, Caliban aún alcanzaba a hilar ciertos pensamientos, y en esa confusión, llegó a la conclusión de que esto a penas había sido el inicio de algo más terrible.
TEMA FINALIZADO.
Caliban Ifans- Hechicero Clase Media
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