Síomha Talbot ID

Psicología

Síomha habría sido una persona decidida, desbordante de vitalidad, original y con un gran deseo de vivir, pero en cambio es el monstruo que han hecho de ella. Es una persona con miedos, profundos y desgarradores. Siente como lo haría una mujer dañada, pero a la vez tiene un deseo oculto de sentirse como cualquier otra. Se pregunta siempre "Y si...",  y si se habría ido junto a su hermano, y si no habrían tomado esa ruta. Los sueños constantes con las noches en manos de aquel despreciable otomano hace que quiera llorar lagrimas amargas, pero a esta edad también empieza a olvidar poco a poco. Da gracias a Dios por no seguir despertándose gritando, y también da gracias a Dios que nadie note su lucha interior. Es tan fuerte exteriormente que parece imperturbable. Solo aquel que la salvo y su familia más cercana nota el cambio. Nota el distanciamiento y como sus demonios están bien retenidos bajo los muros de su mente.

Historia

“¡Inglaterra la única! ¡Inglaterra la Grande!” esos eran los gritos que se escuchaban aquel día en las calles de Dorchester, en Dorset, cuando Lady Margaret Ellen Davenport se puso de parto con su segundo hijo. La guerra de los siete años había dejado su huella en la población inglesa, pero en los últimos años la hegemonía sobre el imperio comercial enriquecía los bolsillos de los aventajados y saciaba las bocas hambrientas de los pobres. La población estaba eufórica y más con la inminente derrota de los franceses. Aquel odio que los grandes mandatarios tenían sobre la potencia absolutista, lo había heredado hasta la gente de pie a pie. El sentimiento patriota había empezado a surgir débil en las pequeñas ciudades, pero luego marcaría un antes y un después en la vida de toda la población. El comercio exterior con la India mantenía a Herbert Nevil Talbot ocupado, ajeno y casi siempre fuera de casa. Aquella vez, como no, la cosa no cambio. El parto de su mujer no era más que un contratiempo en su carrera por conseguir los mejores precios. Él único que estaba al lado de la dama, era el no tan fiel hermano del comerciante. Y es que Wilhelm Fox Talbot era el verdadero padre de la criatura.

El romance entre Lady Davenport y el segundón Talbot venía aun desde los principios, cuando Herbert Nevil Talbot hacía sus expediciones a la India como hombre recién casado. La soledad y los deseos sexuales habían empujado a la dama a los brazos del hermano; que no se resistió en absoluto a conquistar lo que era del primogénito Talbot. Las noches de pasión dieron un primer fruto, el heredero  William Fox Talbot y los siguientes años una heredera, Síomha Dale Talbot.

La pequeña niña se convirtió en el amor de los dos Talbot, del padre y del supuesto padre. La competición de los dos hombres por su afecto se convirtió en una huella amarga de su infancia. La confusión de quien era quien y de las muestras de cariño de su madre hacia su tío pesaban como una losa. En cuanto tuvo edad de comprensión, empezó a odiar a aquel que llamaba tío, por estar ahí incordiando, por intentar ganarse un afecto que no sentía por él y por alejarla de su padre. Por otro lado, Herbert Nevil Talbot ya harto del jueguecito de su mujer le dio un ultimátum; o aquel al que se entregaba todas las noches ante sus narices, o su familia. Por mucho que los hijos no fuesen suyos, Herbert los quería como tal. Eran el resultado de sus acciones, y al fin y al cabo compartían sangre parecida. Lady Davenport tomó una decisión al instante, y así fue como abandono la casa familiar para irse junto al segundón Talbot.

A partir de ese momento nada fue fácil para los Talbot, pero con mucho esfuerzo salieron adelante. La vida de William y de Síomha se vio confinada a los barcos de su padre, y todas aquellas maravillas que veía él en sus viajes, las veían sus hijos también. Cuando fue lo suficientemente mayor para decidir, William se quedó en Inglaterra para seguir con unos estudios superiores, pero Síomha quería demasiado esa vida como para dejarla. Había aprendido en ese barco a expresarse, a leer, a escribir, a ser una más sin que su género importara demasiado; claro está, que con un poco de ayuda de su padre y su autoridad.

Con el tiempo, surcaron otros mares y en uno de esos mares fue donde el barco de su padre fue atacado por los turcos. Un montón de ellos tomaron el barco y gran parte del botín se lo quedaron, justo a las pocas mujeres que en el barco había. Por aquel entonces Síomha apenas era una adolescente. Sus azulados ojos miraban con miedo alrededor de la vivienda donde sus captores la trasladaron. Era un burdel, un burdel de esclavas donde las mejores adquisiciones las vendían a los otomanos más adinerados;  y Síomha, no fue una excepción. A los pocos días quedo vendida a un otomano de lo más aterrador. Su rostro estaba desfigurado por unas enormes garras y su sonrisa era la de un depredador. Su estatus social alto le permitía tener a Síomha en su casa cerca de la frontera con Rumania, atada, y sirviendo a sus deseos sexuales. Así se inició en el arte del amor, a la fuerza y de forma traumática. Lejos de aplastar su espíritu, eso la hizo más fuerte para su desgracia inmediata. Intentó huir varias veces consiguiendo que la castigaran con latigazos, pero fue una noche de luna llena que peor lo pasó.

Tras una sesión de sexo forzoso con su dueño, él se marchó dejando la puerta a medio abrir, tal vez sin darse cuenta. Ella no lo pensó dos veces y salió esquivando todos aquellos guardias y sirvientes. Tuvo éxito en su empeño de ser libre, pero cuando llego fuera ya era de noche. La luna llena brillaba orgullosa sobre el cielo negruzco. No había ninguna otra estrella, porque probablemente todas quedaron espantadas por la bestia que moraba en las afueras de la fortaleza. Se vio cara a cara con la criatura y sintió el abrazo de la muerte, pero cuando despertó a la mañana estaba tirada sobre la fría hierba de una llanura salpicada con pocos árboles. Su rostro, ensangrentado, se movía con rigidez y su cuerpo tenía varios huesos rotos. Sentía la necesidad de abandonar, de dejarse llevar por la muerte, pero ahí estaba un hombre aterrador pero con la voz agradable que nunca había escuchado. Era un soldado Ruso, un soldado que luchaba contra los Otomanos, un soldado que los quería fuera de aquellos territorios ortodoxos.

La salvo sin pedir nada a cambio. La llevo a Rumania y desde ahí mandaron un aviso a Inglaterra donde su padre lo recibió entre lágrimas. Fue largo el camino para su padre, pero demasiado corto para ella, ya que no quería dejar a aquel ruso, no podía permitirse sentirse otra vez desvalida; pero él al final la dejo con un solo beso y sin ninguna promesa. Luego de eso se marchó a su hogar, y ahí ya nada era igual. Con tan solo veintitrés años, se encerró en si misma y en su biblioteca buscando respuestas a lo que le había pasado. Devoro todos los libros que encontraba con la esperanza de olvidar y por las noches cuando las pesadillas la amenazaban con destruirla se encerraba en el despacho de su padre, con sus armas rodeada para sentirse a salvo. El tiempo marco su pasión. Primero fue un arma modificada, luego fueron las ganas de jugar con la pólvora, y así sucesivamente.  Tal era su talento que la inquisición la reclutó, a pesar de ser anglicana y que su amor por la iglesia no fuese el más profundo de todos. Se enteró de la verdad y eso provocó que su fidelidad por la inquisición fuese inquebrantable. Estuvo alternando desde los veintisiete años trabajos de espía y de tecnóloga, aunque con mucha más dificultad el primero debido a la terrible marca de garra de su rostro.  Ahora con 37 años de edad su lealtad se tambalea, sus cimientos, todo aquel odio empieza a dejar de tener sentido y eso la desconcierta ya que no sabe quién es fuera de esa rabia.

Otros Datos
- El olor a aceite de orquídeas, e incluso a simples orquídeas, hace que se revuelva el estomago ya que era el aceite corporal que utilizaba su captor.
- Hacer armas la relaja, así que las hace con mucho gusto para la inquisición.
- Ya no esta tan segura de si el Ruso fue una invención de su mente o si fue real. Es el unico al que ella quiere ver y quiere sentir.
- Tuvo varias propuestas de matrimonio al volver, pero no acepto ninguna.
- Esta en París porque la Inquisición requiere su presencia donde hay un mayor foco de criaturas.