AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Méthode {Anette Pavlovna}
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La Méthode {Anette Pavlovna}
Richard de Limoges entró en el local nocturno, la Fee Ventre. Vestido con ropajes de una estética atrasada, concretamente del Renacimiento más tardío, observó aquello que le rodeaba. Un conjunto de mortales, jóvenes ajenos a un concepto completa y absolutamente arcaico de la misma juventud. Sus ojos de tonalidad verde parpadeaban con suma lentitud, al tiempo que, avanzando decidido, alzaba su barbilla empleando su postura para que su presencia fuera la de un Rey… Su izquierda permanecía detrás de su torso, su espalda se conservaba erguida al tiempo que su derecha sostenía un pequeño libro apoyado en su pecho.
Al llegar a las escaleras que daban al segundo piso, miró a uno de los guardaespaldas, dándose el placer propio de sonreírle al tiempo que sus parpados permanecían entrecerrados. Sin que hubiera esfuerzo alguno, Richard demostró al corpulento hombre que reservaba la exclusividad del lugar que su naturaleza supra natural. (el modo en el que ejerció esa epopeya, quedó entre él y el Guardián)
A un ritmo igualmente lento, subió las escaleras, dejando que una pequeña sonrisa aflorara de sus labios torciéndose con ligera y discreta soberbia. Al llegar finalmente a la segunda plante, se paró en seco al visualizar la realidad de aquello que no esperaba.. Los pasadizos se perdían entre las paredes, y sofás y sillones de colores claros le rodeaban, una generación de inmortales pre-románticos le cercaban.
Vaya… así que Roma dejó su legado al fin y al cabo. –Ante la escena hedonista volvió a enzarzar su sonrisa a la par que ejercía una pequeña inclinación de torso a modo reverente. Al volver a elevarse, siguió andando hacia una de las habitaciones vacías, para cerrar la puerta detrás de él. En ella, una pequeña mesa constituida de madera de pino oscura restaba en el centro de la estancia. Las paredes, blancas y adornadas con detalles bañados en oro, reflejaban el esplendor de años perdidos para él. Con un gesto paciente, se sentó en una de las sillas acolchadas en rojo carmesí.
Con paciéncia, abrió su pequeño libro, Le Discours de la Méthode. Cruzó sus piernas, y apoyó su espalda con comodidad para empezar su lectura.
Al llegar a las escaleras que daban al segundo piso, miró a uno de los guardaespaldas, dándose el placer propio de sonreírle al tiempo que sus parpados permanecían entrecerrados. Sin que hubiera esfuerzo alguno, Richard demostró al corpulento hombre que reservaba la exclusividad del lugar que su naturaleza supra natural. (el modo en el que ejerció esa epopeya, quedó entre él y el Guardián)
A un ritmo igualmente lento, subió las escaleras, dejando que una pequeña sonrisa aflorara de sus labios torciéndose con ligera y discreta soberbia. Al llegar finalmente a la segunda plante, se paró en seco al visualizar la realidad de aquello que no esperaba.. Los pasadizos se perdían entre las paredes, y sofás y sillones de colores claros le rodeaban, una generación de inmortales pre-románticos le cercaban.
Vaya… así que Roma dejó su legado al fin y al cabo. –Ante la escena hedonista volvió a enzarzar su sonrisa a la par que ejercía una pequeña inclinación de torso a modo reverente. Al volver a elevarse, siguió andando hacia una de las habitaciones vacías, para cerrar la puerta detrás de él. En ella, una pequeña mesa constituida de madera de pino oscura restaba en el centro de la estancia. Las paredes, blancas y adornadas con detalles bañados en oro, reflejaban el esplendor de años perdidos para él. Con un gesto paciente, se sentó en una de las sillas acolchadas en rojo carmesí.
Con paciéncia, abrió su pequeño libro, Le Discours de la Méthode. Cruzó sus piernas, y apoyó su espalda con comodidad para empezar su lectura.
Vadalar- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 29/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
Perseverando por buscar nuevas experiencias no queda más que aventurarse a una de ellas ¿No es así?, Annette insegura de su decisión prematura por abordar nuevos sitios de París se inquieta al pasar por aquél lugar que tantas veces ha llamado su atención; sabe que adentrándose a ese mundo perpetuará con otros inmortales, carentes de sentimientos, asesinos en todo sentido saciándose de modos poco entendibles ante la sociedad actual. Divertida no niega los gestos de cierta humana viendo los comportamientos poco sublímes atacándose al corazón y seviría de alimento, da lo mismo, el rejuego constante de sangre entre la especie vampírica nunca termina de saciarse, esto puede dar cuerda a locuras bien plantadas.
Sin saber que ha venido a buscar, enfundada en cierto vestido largo, pendientes a la altura del cuello, un escote poco pronunciado dejando ver la parte limpia de su cuelo por la piel blanquecina asomándose causa que ciertos hombres la miren, sin nada extraordinario por supuesto, la belleza ofrecida a los inmortales puede ser uno de los pocos puntos a favor, al menos para la princesilla; deslizándose esquivando los ojos de los seguidores entabla una sonrisa. Deseando alejarse en la adquisición de " mercancía" por llamarle mejor, está ecuestre a permanecer en el mismo sitio, mirando a un hombre grandulón con algo de coquetería a combinación en dinero todo se puede.
Arribando pisos superiores descubre cierto paseo de tranquilidad, el olor a humano no desprende nada, sólo percibe a más como ella, sintiendo hasta cierto punto alivio de no perderse en la dulce sensación en acabar con el humano sintiéndose culpable maldiciéndose miles de veces, no está de humor en lo absoluto, al contrario, sólo un descanso en algo de soledad ¿Es mucho pedir? no lo cree, confundida sin saber a dónde caminar termina por buscar una habitación que le agrade.
Recorre una tras una sin éxito, algunas están cerradas por obvias razones, otras, permanecen en estado extraño sin nada apetecible y mucho ruido alrededor, hasta el fondo, dónde la obscuridad y la habitación se hace una llama su atención, desplazándose andarina hasta aquél sitio no espera a tocar abriéndola de golpe, hallando dentro a un caballero leyendo.
-Disculpádme por mi atrevimiento- pide al caballero, ella lo mira expectante dispuesta a cerrar la puerta lo antes posible, nunca dejará de ser algo entrometida, le dedica una leve sonrisa atenuando el brillo sobre su mirada a causa de la penumbra, más aún así, perfectamente bien distintiva sobre las paredes embarnizadas de oro, algo bastante cómodo sin duda, algo así prefiriese ella alejándose del resto, algo de aislamiento. Sin poderlo denegar, su mirada se va hasta el libro portado en las manos del hombre, enarca una ceja.
-¿Apenas estáis comenzando? os puedo decir que es ampliamente recomendable para un momento de buena lectura mosieur- ante esto último hace una ligera reverencia indicando su despedida, doblando un poco las rodillas, tomando el vestido entre los dedos suficiente para no parecer maleducada.
-Compermiso, monsieur- aclara la voz de su garganta antes de salir de la habitación a la cuál se coló.
Sin saber que ha venido a buscar, enfundada en cierto vestido largo, pendientes a la altura del cuello, un escote poco pronunciado dejando ver la parte limpia de su cuelo por la piel blanquecina asomándose causa que ciertos hombres la miren, sin nada extraordinario por supuesto, la belleza ofrecida a los inmortales puede ser uno de los pocos puntos a favor, al menos para la princesilla; deslizándose esquivando los ojos de los seguidores entabla una sonrisa. Deseando alejarse en la adquisición de " mercancía" por llamarle mejor, está ecuestre a permanecer en el mismo sitio, mirando a un hombre grandulón con algo de coquetería a combinación en dinero todo se puede.
Arribando pisos superiores descubre cierto paseo de tranquilidad, el olor a humano no desprende nada, sólo percibe a más como ella, sintiendo hasta cierto punto alivio de no perderse en la dulce sensación en acabar con el humano sintiéndose culpable maldiciéndose miles de veces, no está de humor en lo absoluto, al contrario, sólo un descanso en algo de soledad ¿Es mucho pedir? no lo cree, confundida sin saber a dónde caminar termina por buscar una habitación que le agrade.
Recorre una tras una sin éxito, algunas están cerradas por obvias razones, otras, permanecen en estado extraño sin nada apetecible y mucho ruido alrededor, hasta el fondo, dónde la obscuridad y la habitación se hace una llama su atención, desplazándose andarina hasta aquél sitio no espera a tocar abriéndola de golpe, hallando dentro a un caballero leyendo.
-Disculpádme por mi atrevimiento- pide al caballero, ella lo mira expectante dispuesta a cerrar la puerta lo antes posible, nunca dejará de ser algo entrometida, le dedica una leve sonrisa atenuando el brillo sobre su mirada a causa de la penumbra, más aún así, perfectamente bien distintiva sobre las paredes embarnizadas de oro, algo bastante cómodo sin duda, algo así prefiriese ella alejándose del resto, algo de aislamiento. Sin poderlo denegar, su mirada se va hasta el libro portado en las manos del hombre, enarca una ceja.
-¿Apenas estáis comenzando? os puedo decir que es ampliamente recomendable para un momento de buena lectura mosieur- ante esto último hace una ligera reverencia indicando su despedida, doblando un poco las rodillas, tomando el vestido entre los dedos suficiente para no parecer maleducada.
-Compermiso, monsieur- aclara la voz de su garganta antes de salir de la habitación a la cuál se coló.
Annette Pavlovna- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
Sus ojos se elevaron levemente en cuanto su lectura fue interrumpida, sin que llegase a denotar ninguna excepción en cuanto a sus expresiones, escuchó con atención la voz de la joven princesa; palabras de la cual, le hicieron sospesar una sutil sonrisa al tiempo que apoyaba su espalda con lentitud en la silla acolchada… Ante su muestra de espontánea cortesía, bajó sus ojos de nuevo hacia el Libro para citar un fragmento de la lectura elevando una voz suave, llena de vitalidad y expresión.
- “Comparaba, en cambio, los escritos de los antiguos paganos que tratan de las costumbres con palacios de soberbia magnificencia, pero construidos sobre arena y barro. Exaltan en grado máximo las virtudes y las presentan como lo más estimable de cuantas cosas hay en el mundo; pero no nos enseñan suficientemente a conocerlas, y a menudo lo que designan con tan digno nombre no es sino insensibilidad, orgullo, desesperación o parricidio.” -Seguidamente, con decana rapidez, cerró el libro para alzar la vista hacia la joven inmortal que se encontraba delante.
Al tiempo que parpadeaba con lentitud, sus ojos verdes se centraron en los de ella, sin animo alguno de disfrazar cualquier curiosidad por la interrupción en si. Pues esta, al parecer, le había complacido, y la recibía como una grata sorpresa. Pues el papel de anfitrión siempre había agradado a Richard de Limoges. De modo, que sin deliberar demasiado, dejó con lentitud su libro en el centro de la mesa, siguiendo después el recorrido inverso con exasperada lentitud.
Ambas manos acabaron en su regazo, una encima de otra, paciente y digno de reconocerse entre los que han ostentado viejos linajes. A pesar de ello, su piel blanca y su cabellos cobrizos seguían siendo tan jóvenes como lo fueron en el día de su muerte, no obstante, su belleza sobrenatural era de otra época, distanciándose con evidencia de los rasgos físicos del S.XVIII…
- Por lo que he podido comprobar, tiende a descalificar tímidamente aquello que le precede… - Sus labios se apretaron durante unos instantes tal si se humedecieran, hecho que nunca ocurrió – Pues dudo que ese hombre… Descartes, tuviera una verdadera conciencia acerca de los mensajes de los antiguos acerca de la Virtud… Pues en muchos aspectos llegan a ejercerla con mucha más maestría que sus contemporáneos, de manera que los razonamientos propuestos por ellos, de una forma u otra se realizaban en un contexto práctico… - Se levantó con perseverancia de la silla de un modo cortés, tal si, oficialmente, Annette acabase de entrar. Aún y así, su habla no cesó allí - Cuando se está años encerrado en una sola habitación, uno olvida que la virtud no es aquello que es bueno, sino aquello te lleva a lo bueno, es decir, lo que és útil… Y, querida huésped, la insensibilidad es una destreza altamente saludable, el orgullo el perfeccionamiento del honor, la desesperación resulta ser pura introspección; en cuanto al parricidio… Dejaré que vos misma saquéis cuanto deseéis… - Su mano derecha se extendió con soltura mostrando el destino de la inesperada invitada, la silla que restaba delante de la propia. – Sí es vuestro deseo, podéis quedaros, para mí es siempre un placer disfrutar del júbilo de cualquier semejante…
- “Comparaba, en cambio, los escritos de los antiguos paganos que tratan de las costumbres con palacios de soberbia magnificencia, pero construidos sobre arena y barro. Exaltan en grado máximo las virtudes y las presentan como lo más estimable de cuantas cosas hay en el mundo; pero no nos enseñan suficientemente a conocerlas, y a menudo lo que designan con tan digno nombre no es sino insensibilidad, orgullo, desesperación o parricidio.” -Seguidamente, con decana rapidez, cerró el libro para alzar la vista hacia la joven inmortal que se encontraba delante.
Al tiempo que parpadeaba con lentitud, sus ojos verdes se centraron en los de ella, sin animo alguno de disfrazar cualquier curiosidad por la interrupción en si. Pues esta, al parecer, le había complacido, y la recibía como una grata sorpresa. Pues el papel de anfitrión siempre había agradado a Richard de Limoges. De modo, que sin deliberar demasiado, dejó con lentitud su libro en el centro de la mesa, siguiendo después el recorrido inverso con exasperada lentitud.
Ambas manos acabaron en su regazo, una encima de otra, paciente y digno de reconocerse entre los que han ostentado viejos linajes. A pesar de ello, su piel blanca y su cabellos cobrizos seguían siendo tan jóvenes como lo fueron en el día de su muerte, no obstante, su belleza sobrenatural era de otra época, distanciándose con evidencia de los rasgos físicos del S.XVIII…
- Por lo que he podido comprobar, tiende a descalificar tímidamente aquello que le precede… - Sus labios se apretaron durante unos instantes tal si se humedecieran, hecho que nunca ocurrió – Pues dudo que ese hombre… Descartes, tuviera una verdadera conciencia acerca de los mensajes de los antiguos acerca de la Virtud… Pues en muchos aspectos llegan a ejercerla con mucha más maestría que sus contemporáneos, de manera que los razonamientos propuestos por ellos, de una forma u otra se realizaban en un contexto práctico… - Se levantó con perseverancia de la silla de un modo cortés, tal si, oficialmente, Annette acabase de entrar. Aún y así, su habla no cesó allí - Cuando se está años encerrado en una sola habitación, uno olvida que la virtud no es aquello que es bueno, sino aquello te lleva a lo bueno, es decir, lo que és útil… Y, querida huésped, la insensibilidad es una destreza altamente saludable, el orgullo el perfeccionamiento del honor, la desesperación resulta ser pura introspección; en cuanto al parricidio… Dejaré que vos misma saquéis cuanto deseéis… - Su mano derecha se extendió con soltura mostrando el destino de la inesperada invitada, la silla que restaba delante de la propia. – Sí es vuestro deseo, podéis quedaros, para mí es siempre un placer disfrutar del júbilo de cualquier semejante…
Vadalar- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
Escuchar respuesta del caballero acentuándose en clase y porte, brota cierta cita de sus labios comprendiendo la armonía entre las palabras de Descartés, inquieta por recordar, aquellas palabras habían estado en su mente algunos años atrás, considerando que poseer un libro es todo un privilegio no le faltó el modo de encontrar algún culto para mantenerse al tanto del conocimiento pulcro.
Revolucionando acudiendo a las virtudes corresponde a una connotación sumamente interesante, hablar de ello es referente al asialmiento producido, a comprender las filosofías ecléticas de la vida humanizada, comprender los comportamientos alrededor nuestro, tratando de acentuar como bien se mencionan las oportunidades buenas a las malas, un sin fin de pensamientos para meditar en la tranquilidad, esas cavilaciones se ven interrumpidas al saber que sigue parada sin mencionar una sola palabra.
-En verdad mencionaros, estar solitario recorriendo jornadas desconocidan abren a vuestras mentes caminos desconocidos, el análisis provee un método de reflexión, absorbiendo unas cuántas palabras sobre mencionad acerca de la instrospección es absolutamente sorpresivo encontrar aspectos a descrubir ¿No le parece?- pregunta en tono cortés mirando al caballero al mismo tiempo envolviéndole, la repercusión de sus actos es un tanto atenuante ante el modo de actuar de Annette, sin dar ninguna demostración absoluta de ánimo, asiente ante el hombre posando las manos en tranquilidad ante su regazo, segundos despues colcoándose en pie para ofrecerle el asiento frente a ella en modo de invitación.
-Será un placer, quedadme a conversar un momento con vos, podriáis habladme un poco más sobre vuestro desacuerdo con Descartes- emite una leve sonrisa pronunciándose sobre la comisura de sus labios desatando la capa portada en los hombros colocándola sobre el perchero, después se encamina a lentitud sentándose lentamente esperando a que el caballero seguidamente pueda sentarse frente a ella.
-Ha surgido algún tiempo desde que no tomo un libro entre mis manos, ahora encuentro un sitio tranquilo donde puede adquirir un sitio bastante agradable- murmura con voz insípida de buen modo, se asegura de ser educada, simplemente es insensible, ya es reconocido que así sea.
Revolucionando acudiendo a las virtudes corresponde a una connotación sumamente interesante, hablar de ello es referente al asialmiento producido, a comprender las filosofías ecléticas de la vida humanizada, comprender los comportamientos alrededor nuestro, tratando de acentuar como bien se mencionan las oportunidades buenas a las malas, un sin fin de pensamientos para meditar en la tranquilidad, esas cavilaciones se ven interrumpidas al saber que sigue parada sin mencionar una sola palabra.
-En verdad mencionaros, estar solitario recorriendo jornadas desconocidan abren a vuestras mentes caminos desconocidos, el análisis provee un método de reflexión, absorbiendo unas cuántas palabras sobre mencionad acerca de la instrospección es absolutamente sorpresivo encontrar aspectos a descrubir ¿No le parece?- pregunta en tono cortés mirando al caballero al mismo tiempo envolviéndole, la repercusión de sus actos es un tanto atenuante ante el modo de actuar de Annette, sin dar ninguna demostración absoluta de ánimo, asiente ante el hombre posando las manos en tranquilidad ante su regazo, segundos despues colcoándose en pie para ofrecerle el asiento frente a ella en modo de invitación.
-Será un placer, quedadme a conversar un momento con vos, podriáis habladme un poco más sobre vuestro desacuerdo con Descartes- emite una leve sonrisa pronunciándose sobre la comisura de sus labios desatando la capa portada en los hombros colocándola sobre el perchero, después se encamina a lentitud sentándose lentamente esperando a que el caballero seguidamente pueda sentarse frente a ella.
-Ha surgido algún tiempo desde que no tomo un libro entre mis manos, ahora encuentro un sitio tranquilo donde puede adquirir un sitio bastante agradable- murmura con voz insípida de buen modo, se asegura de ser educada, simplemente es insensible, ya es reconocido que así sea.
Annette Pavlovna- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
Sus ojos parpadearon con paciencia ante las palabras de la mujer inmortal, cabeceando con rectitud y irónica pleitesía, procedió a sentarse para, posteriormente poder cruzar las piernas adoptando una postura cómoda, y ligeramente soberbia; sin llegar al descaro. Su derecha se elevó con eterna lentitud hasta llegar a sus cabellos rojizos, las yemas de sus dedos pasaron por encima del cuero cabelludo, de modo que la forma de su peinado adquiría un aspecto nuevo y espontáneo, sin llegar a romper con la elegancia que preestablecía con cada una de sus palabras, a las cuales recurrió a continuación:
- No dudéis de que el placer del intelecto, puede llegar mucho más allá que cualquier otro, o al menos, llegar a puntos que jamás habrías presupuesto de antemano. Pero esto seguro de que por vuestra parte, tenéis la conciencia suficientemente limpia como para desechar tales experiencias de valor intimista – Al tiempo que hablaba sus manos envolvían la superficie de la mesa al apoyar sus dedos en ella – Hay quien dice que no existe la verdadera introspección, habitualmente seres que han llegado a un punto muerto de su existencia, y la posibilidad de experimentar la Catarsis desaparece. La gran mayoría de individuos que cargan con ese impuesto de la vida, se conciben a sí mismos como seres de gran frialdad y capacidad de cálculo; no obstante, carecen de la capacidad de conciencia suficiente como para llegar a la conclusión de que están estancados… El problema de nuestro querido Descartes es tan solo vivió una Catarsis en su vida, fruto tan solo de un razonamiento espléndido y a su vez insultantemente simple, el cual des de luego ya conocéis.
De repente sus palabras quedaron cohibidas por un fugaz pensamiento que cayó en la mente del ser milenario. Este, parpadeó de nuevo y extendió una amplia sonrisa que acabó con una pequeña y reprimida carcajada, gesto que tapó con el índice y el corazón de su mano derecha. Seguidamente, y sin ningún reparo, extendió la misma diestra hacia la inmortal, dejando que la palma de su mano enfocara al techo. Un gesto usado durante siglos en los estándares de la cortesía y la alta sociedad occidental.
- Sin duda he de disculparme por mi poca modestia, pues no he podido evitar dar cuerda a aquello que disfruto, del mismo modo, que no he podido evitar exponer aquello que me han suscitado vuestras palabras… - Su torso se inclinó con perseverancia sin llegar a torcer su espalda – Me conoceréis por Richard de Limoges, si es que es vuestro deseo hacerlo…
- No dudéis de que el placer del intelecto, puede llegar mucho más allá que cualquier otro, o al menos, llegar a puntos que jamás habrías presupuesto de antemano. Pero esto seguro de que por vuestra parte, tenéis la conciencia suficientemente limpia como para desechar tales experiencias de valor intimista – Al tiempo que hablaba sus manos envolvían la superficie de la mesa al apoyar sus dedos en ella – Hay quien dice que no existe la verdadera introspección, habitualmente seres que han llegado a un punto muerto de su existencia, y la posibilidad de experimentar la Catarsis desaparece. La gran mayoría de individuos que cargan con ese impuesto de la vida, se conciben a sí mismos como seres de gran frialdad y capacidad de cálculo; no obstante, carecen de la capacidad de conciencia suficiente como para llegar a la conclusión de que están estancados… El problema de nuestro querido Descartes es tan solo vivió una Catarsis en su vida, fruto tan solo de un razonamiento espléndido y a su vez insultantemente simple, el cual des de luego ya conocéis.
De repente sus palabras quedaron cohibidas por un fugaz pensamiento que cayó en la mente del ser milenario. Este, parpadeó de nuevo y extendió una amplia sonrisa que acabó con una pequeña y reprimida carcajada, gesto que tapó con el índice y el corazón de su mano derecha. Seguidamente, y sin ningún reparo, extendió la misma diestra hacia la inmortal, dejando que la palma de su mano enfocara al techo. Un gesto usado durante siglos en los estándares de la cortesía y la alta sociedad occidental.
- Sin duda he de disculparme por mi poca modestia, pues no he podido evitar dar cuerda a aquello que disfruto, del mismo modo, que no he podido evitar exponer aquello que me han suscitado vuestras palabras… - Su torso se inclinó con perseverancia sin llegar a torcer su espalda – Me conoceréis por Richard de Limoges, si es que es vuestro deseo hacerlo…
Vadalar- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
El derecho ambiguo en tener conocimiento parece casi irreal, s mencionar que acutalemnet bajo el probe desarrollo social es difícl encontrar a alguien con un rasocinio bastante racional para poder entabalr una conversación coherente sin tener preguntas recurrentes al vacío e idiotizar.
Meditabundo, su expresión, su lenguaje corporal, cada acción realizada pareciese como si la meditara segundo a segundo, mirarlo bien, mientras estoy sentada rescargando la peslada sobre el respaldo. mis pies están finamente apenas rozando el suelo y mis manos se complementar cruzándose por encima de mi regazo catando sus palabras presetándose.
Reacciono ya de modo casi mecánico, incorporándome cruzando un pie tras el otro tomando los brodes del vestido entre los dedos índice y pulgar reverénciome casi impercetiblemente.
-Un placer en conoceros monsieur Richard, seriáis un placer continuad con vuetsra conversación, no sin antes que le reitere mi nombre, soy Annette Pavlovná, encantada- es casi insonoro el modo que recito estas palabras, sin tropezar en alguna onomatopella o titubear ante alguien bastante imponente en cada sentido descriptible.
-La Catarsis como bien mencionáis es un proceso casi fascinante, son pocos los que en realidad llegan a darse cuenta de que están viviendo o pasando por alguna sin prestar atención descuidándola, después es normal como bien decís el estancamiento, no se encuentra de dónde más aportar más que a un simple ser banal- argumento reiterando mi postura sobre la silla desmedidamente.
- Es usted un hombre bastante culto, ¿Qué os ha traído a un sitio como éste? por mi parte puedo deciros, he venido por circusntancias de duda y curiosidad envolviéndome para averiguar qué era esto, ahora póngome al tanto sé que no he pasado desapercibido algo de lo mejor, podéis ser considerado como algo pacífico claro está, no más allá- murmuro llevando el brazo derecho hasta el bracero colocándolo allí descansando mi cabeza sobre la pala de mi mano pensando todavía en Descartes y la sola etapa que vivió sin captar a a plenitud lo ofrecido.
-Cabe mencionadle que el precepto que os manejáis al no decid o mencionad algo que que es verdadero sin algo que le respalde es una filosofía interesante, es una lástima, actualmente los humanos prefieran actitudes monótonas y absurdas para buscar culpables en lugar de adjudicarse las consecuencias de lo que hacen- el arco de mi frente se arruga levemente debido al ceño ligeramente fruncido clavando pupilas sobre el piso pensante combinándolo con un tanto retraída antes de alzar la cabeza nuevamente.
Meditabundo, su expresión, su lenguaje corporal, cada acción realizada pareciese como si la meditara segundo a segundo, mirarlo bien, mientras estoy sentada rescargando la peslada sobre el respaldo. mis pies están finamente apenas rozando el suelo y mis manos se complementar cruzándose por encima de mi regazo catando sus palabras presetándose.
Reacciono ya de modo casi mecánico, incorporándome cruzando un pie tras el otro tomando los brodes del vestido entre los dedos índice y pulgar reverénciome casi impercetiblemente.
-Un placer en conoceros monsieur Richard, seriáis un placer continuad con vuetsra conversación, no sin antes que le reitere mi nombre, soy Annette Pavlovná, encantada- es casi insonoro el modo que recito estas palabras, sin tropezar en alguna onomatopella o titubear ante alguien bastante imponente en cada sentido descriptible.
-La Catarsis como bien mencionáis es un proceso casi fascinante, son pocos los que en realidad llegan a darse cuenta de que están viviendo o pasando por alguna sin prestar atención descuidándola, después es normal como bien decís el estancamiento, no se encuentra de dónde más aportar más que a un simple ser banal- argumento reiterando mi postura sobre la silla desmedidamente.
- Es usted un hombre bastante culto, ¿Qué os ha traído a un sitio como éste? por mi parte puedo deciros, he venido por circusntancias de duda y curiosidad envolviéndome para averiguar qué era esto, ahora póngome al tanto sé que no he pasado desapercibido algo de lo mejor, podéis ser considerado como algo pacífico claro está, no más allá- murmuro llevando el brazo derecho hasta el bracero colocándolo allí descansando mi cabeza sobre la pala de mi mano pensando todavía en Descartes y la sola etapa que vivió sin captar a a plenitud lo ofrecido.
-Cabe mencionadle que el precepto que os manejáis al no decid o mencionad algo que que es verdadero sin algo que le respalde es una filosofía interesante, es una lástima, actualmente los humanos prefieran actitudes monótonas y absurdas para buscar culpables en lugar de adjudicarse las consecuencias de lo que hacen- el arco de mi frente se arruga levemente debido al ceño ligeramente fruncido clavando pupilas sobre el piso pensante combinándolo con un tanto retraída antes de alzar la cabeza nuevamente.
Annette Pavlovna- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2010
Re: La Méthode {Anette Pavlovna}
Sus ojos verdes se mantenían fijos en los de su huésped. Manteniendo la sonrisa que le había caracterizado des de un inicio meditaba acerca de sus trescientos años de aislamiento en cuanto a los sucesos del mundo… ¿Tanto se había perdido? ¿Sería la inmortal con la que conversaba una hija de esa nueva era llena de esnobismo y razonamiento? Ese pensamiento no le llevaba a ninguna parte, y tampoco es que le preocupara en demasía. El hecho, es que tras milenios de no-vida, había llegado a pensar demasiado sobre aquellos que le rodeaban, y finalmente había concluido que esos esfuerzos eran en vano, al menos si el fin era conocer con profundidad a quien tuviera delante.
Su mirada bajó durante unos instantes tal si durante estos las manos de la princesa inmortal tuvieran algún remoto magnetismo inalcanzable. Segundos después, su vista volvió a alzarse para encontrarse con su discurso, que por impresión primera, fue algo apasionado teniendo en cuenta el porte frío e inaccesible que hasta ahora había conservado Annette. Una vez sus palabras se desvanecieron, Richard retiró con premeditada atención su mano derecha para volver a postrarla encima de la mesa, un movimiento de paciencia y adaptación…
- Des de luego, le aseguro que des de que tengo conciencia, el pensamiento y la reflexión han ocupado un rango elevadísimo en la jerarquía del quehacer. Y me llena de júbilo que lo comparta, pues de no ser así seguramente no podría afirmar que vuestra presencia sea un deleite. – Su espalda retrocedió levemente hasta apoyarse con el reposadero de la silla que ocupaba a la par que su derecha levitaba hasta llegar a la altura de su propio rostro y palpar con sus falanges el límite de su barbilla. – No obstante, debo confesarle que París no me ha llamado la atención únicamente por su valor intelectual. – Al añadir esas palabras ambas cejas se alzaron confidentes – París tiene ahora mismo la grandeza que tuvo Roma, Alejandría o Constantinopla… Es el centro neurálgico de la Estirpe a la que representamos. – Sus manos descendieron hasta llegar a su regazo y cruzar los dedos entre sí. – Debe entender el porqué me mantengo escéptico al leer a Descartes, pues su gran logro, ese cogito ergo sum, ya fue formulado antaño con Agustín de Hipona. Y este, no publicó todo un libro para desarrollar esa idea… A veces, para construir un futuro debemos basarnos en lo que se hizo en el pasado, pues de lo contrario entraríamos en un círculo sin fin, de la cual solo podemos extraer la vanidad y el ego de unos pocos. Y eso es lo que le ocurre a Descartes, y lo que le ocurrirá a París si sigue con la actual dinámica.
Tras sus palabras volvió a fruncir la sonrisa apacible al tiempo que cogía con su mano derecha el libro del Discurso del Método y lo hojeaba con paciencia.
- Admito no obstante, que si algo podemos extraer de Descartes, es su evidente necesidad y respeto hacia el Orden de las cosas…
Su mirada bajó durante unos instantes tal si durante estos las manos de la princesa inmortal tuvieran algún remoto magnetismo inalcanzable. Segundos después, su vista volvió a alzarse para encontrarse con su discurso, que por impresión primera, fue algo apasionado teniendo en cuenta el porte frío e inaccesible que hasta ahora había conservado Annette. Una vez sus palabras se desvanecieron, Richard retiró con premeditada atención su mano derecha para volver a postrarla encima de la mesa, un movimiento de paciencia y adaptación…
- Des de luego, le aseguro que des de que tengo conciencia, el pensamiento y la reflexión han ocupado un rango elevadísimo en la jerarquía del quehacer. Y me llena de júbilo que lo comparta, pues de no ser así seguramente no podría afirmar que vuestra presencia sea un deleite. – Su espalda retrocedió levemente hasta apoyarse con el reposadero de la silla que ocupaba a la par que su derecha levitaba hasta llegar a la altura de su propio rostro y palpar con sus falanges el límite de su barbilla. – No obstante, debo confesarle que París no me ha llamado la atención únicamente por su valor intelectual. – Al añadir esas palabras ambas cejas se alzaron confidentes – París tiene ahora mismo la grandeza que tuvo Roma, Alejandría o Constantinopla… Es el centro neurálgico de la Estirpe a la que representamos. – Sus manos descendieron hasta llegar a su regazo y cruzar los dedos entre sí. – Debe entender el porqué me mantengo escéptico al leer a Descartes, pues su gran logro, ese cogito ergo sum, ya fue formulado antaño con Agustín de Hipona. Y este, no publicó todo un libro para desarrollar esa idea… A veces, para construir un futuro debemos basarnos en lo que se hizo en el pasado, pues de lo contrario entraríamos en un círculo sin fin, de la cual solo podemos extraer la vanidad y el ego de unos pocos. Y eso es lo que le ocurre a Descartes, y lo que le ocurrirá a París si sigue con la actual dinámica.
Tras sus palabras volvió a fruncir la sonrisa apacible al tiempo que cogía con su mano derecha el libro del Discurso del Método y lo hojeaba con paciencia.
- Admito no obstante, que si algo podemos extraer de Descartes, es su evidente necesidad y respeto hacia el Orden de las cosas…
Vadalar- Vampiro Clase Media
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