AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Kisa, La Viuda Harapienta.
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Kisa, La Viuda Harapienta.
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Milenka "Kisa" Varushka Záitsev▲EDAD▲
23 años.▲ESPECIE▲
Hechicera.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
---▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase baja, partera.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Bisexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Rusia.▲HABILIDADES/PODERES▲
- Hechicería:
- Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.
- Percepción del aura:
- Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
- Poderes:
- Dominación: Capacidad para controlar la voluntad de otro mortal, obligándolo a hacer cosas sin que pueda evitarlo a pesar de resistirse.
Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros).
Vigoris: Habilidad para insuflar energías a una persona, ya sea que esté moribunda o débil, traspasándole algo de su energía mediante un conjuro. Se requiere contacto físico y este poder no permite revivir a una persona muerta o evitar que muera si esta gravemente herida.
Soy desconfiada por naturaleza, prefiero la soledad y el secreto, y mantener mi apariencia de partera para con todos los que me frecuentan. No me gusta la indiscreción ni los gritos, no me gusta escuchar a la gente ni guardar secretos, mucho menos recibir consejos. Ante todo, odio a las personas y lo que son capaces de hacer por debilidad de espíritu. No quiero mezclarme con la gente, ser ermitaña es mi modo de vida preferido y si alguien me pregunta cuando no quiero responder, no lo haré.
La gente me rechaza por vestir como pordiosera y así me parece muy bien, las mujeres me evitan y me dirigen miradas de rechazo, porque no soy como ellas y hasta corre el rumor de que soy una mujer viuda, resentida y herida por la muerte de mi joven esposo. No me interesa, pueden decir de mí lo que quieran, porque cuando la muerte acecha y la enfermedad amenaza con acabar la vida, todos los resentimientos y rumores no importan, todos me ruegan por alguna cura para sus dolientes y ofrecen cualquier cosa a cambio, cualquier cosa. Y sólo depende de mí, la viuda rechazada o la harapienta mujer de los bajos fondos, dar la cura o negarla, y disfrutar del llanto y la desesperación de aquellos que sólo deberían arrepentirse de sus pecados para vivir mejor. Y no temo a las amenazas, mucho menos a las venganzas, porque no tengo nada que perder. Lo único que me guía es mi propia intuición, y no hay Dios ni Satanás que pueda luchar contra eso, porque la naturaleza no les pertenece ni a uno ni a otro.
No te asustes, no soy una bruja mala, no haré que pagues por mis culpas. Si eres bueno conmigo, yo y mis compañías lo seremos contigo. Si necesitas ayuda y no temes pedirla, siempre podrás contar conmigo. Luego, puedes volver a rechazarme y llamarme viuda harapienta, pero no olvides que ante la muerte no hay burgueses, viudas, débiles ni fuertes. Todos somos iguales.
La gente me rechaza por vestir como pordiosera y así me parece muy bien, las mujeres me evitan y me dirigen miradas de rechazo, porque no soy como ellas y hasta corre el rumor de que soy una mujer viuda, resentida y herida por la muerte de mi joven esposo. No me interesa, pueden decir de mí lo que quieran, porque cuando la muerte acecha y la enfermedad amenaza con acabar la vida, todos los resentimientos y rumores no importan, todos me ruegan por alguna cura para sus dolientes y ofrecen cualquier cosa a cambio, cualquier cosa. Y sólo depende de mí, la viuda rechazada o la harapienta mujer de los bajos fondos, dar la cura o negarla, y disfrutar del llanto y la desesperación de aquellos que sólo deberían arrepentirse de sus pecados para vivir mejor. Y no temo a las amenazas, mucho menos a las venganzas, porque no tengo nada que perder. Lo único que me guía es mi propia intuición, y no hay Dios ni Satanás que pueda luchar contra eso, porque la naturaleza no les pertenece ni a uno ni a otro.
No te asustes, no soy una bruja mala, no haré que pagues por mis culpas. Si eres bueno conmigo, yo y mis compañías lo seremos contigo. Si necesitas ayuda y no temes pedirla, siempre podrás contar conmigo. Luego, puedes volver a rechazarme y llamarme viuda harapienta, pero no olvides que ante la muerte no hay burgueses, viudas, débiles ni fuertes. Todos somos iguales.
Mi madre murió cuando me dio a luz, yo nací sana y fuerte, sin llanto, con los ojos abiertos y despierta, como mi padre. La vieja mujer que me entregó a los brazos de mi única familia sobreviviente, dijo: "Esta niña vivirá oculta y marginada, porque sabe más de lo que le conviene", y tenía razón. Vianka era una mujer mayor de 40 años con la sabiduría de una anciana y el cariño maternal de diez ángeles. Ella crió a mi padre y sirvió a nuestra familia, aunque en realidad, a veces ella tenía más mando en base a sus consejos que el mismo hombre de la casa.
Mi padre no volvió a casarse ni a buscar una pareja, Vianka dijo que los hombres preferían ahogar las penas en sus empleos y creo que es lo que le pasó a él. Rara vez le veía regresar a casa, pero siempre con regalos y recuerdos de sus viajes, porque su profesión le exigía pasar largos meses lejos de casa. Vianka fue quien me crió y enseñó a ser una mujer de hogar, capaz de mantener todo en orden y de cocinar sus deliciosos platillos tradicionales, la vida era tranquila y cómoda, nos obsequiaba con muchos días de ocupaciones y tardes de bordado, lavandería, jardinería y venta de cachibaches. Éramos pocas mujeres en el barrio donde viví, por tanto había mucho que hacer para muchos hombres ausentes y sin tiempo ni para dormir.
Una noche de verano, cuando mi padre regresó a casa, justo después de servirle la cena y cuando el ambiente está tan tranquilo que ni las llamas de las velas se sacuden, nos encontramos solos y acompañándonos en silencio. Entonces tuve el valor de preguntarle, "¿Sabías que mi madre fue una bruja?". Él, lejos de inmutarse siquiera, asintió tras darle una calada a su pipa. Quise sonreír, pero me pareció una falta de respeto a su descanso y, por lo mismo, no quise hacer más preguntas. Sin embargo, él continuó "Tu madre fue un ángel entre las suyas, demasiado perfecta para este mundo." Supe que la nostalgia en sus ojos tenía raíces más profundas de las que nunca pensé, iban más allá de la muerte. Me senté a su lado, dispuesta a atenderle y él continuó, adivinando mi curiosidad."Malas mujeres causaron su muerte, malas mujeres que odiaban a sus hermanas sólo por hacer el bien. Vianka no pudo protegerla, sé que tú y ella no tienen secretos. ¿Te contó la historia de cómo le enseñó a tu madre a ser hechicera?" Estupefacta, negué con un movimiento tan ínfimo que bien pudo ser sólo parte de mi imaginación, "Vianka nos ayudó, a ella y a muchas, a mí. La enfermedad y la muerte se mantuvieron alejadas de este pueblo durante los días de las brujas. Hasta que decidieron que debían morir, porque una de ellas fue demasiado lejos en su venganza. Mató a un hombre de la ciudad, un banquero que jugó con su corazón y que despertó a los demonios en su vida. Desde entonces, este pueblo cayó en desgracia y se marchita, agoniza con cada hombre que muere."
En mi cabeza hubieron más preguntas que respuestas, pero la más importante fue la que mi curiosidad e intuición me hacían oír: "Vianka es una bruja" y "Quiero aprender de ella".
Tenía doce años cuando, a base de insistencia, logré convencer a Vianka de que me enseñara el arte de las hechiceras del pasado. Ella se mostró contenta de enseñarme, a pesar de negarse muchas veces y me explicó que, de no insistirle y demostrar mi genuino interés, nunca hubiera aceptado.
Vianka murió poco tiempo después de que yo cumpliera dieciocho años, llevándose consigo parte de la poca vida que le quedaba a mi padre. Desde aquel día, la casa se sintió más grande y vacía que nunca antes, y la sensación sólo parecía augurar una desgracia muy pronta a llegar, como me alertaba el instinto de hechicera ávido por despertar. Cuando no pude soportarlo más, me excusé con la causa de visitar a las hermanas de Vianka y consejeras de mi madre, para conocer más acerca de las vidas de las difuntas mujeres, cuando mi única intención era alejarme de la intranquilidad que me producía estar en ese pueblo y que, tan pronto como se alejó, se dispersó. Pero al cabo de un mes de ausencia, una carta dirigida a mi persona llegó misteriosamente a mis manos: "Tu padre ha muerto en un trágico accidente, es imperativo que regreses a tu hogar", decía, sin firma ni nombre de algún autor. Y volví tan rápido como me fue posible.
El pueblo no parecía haber cambiado nada, pero en mi fuero interno podía volver a sentir la alarma que invade a una presa a punto de caer en una trampa. Sin experiencias que pudieran ayudarme a saber cuánta razón tenía mi instinto, decidí ignorarlo y seguir adelante, para encontrarme con tres hombres en mi hogar, quienes poseían esa mirada de animales inconfundible y salvaje. De pronto, como si alguien me lo dijera al oído, todo pareció cobrar sentido: No habían mujeres fértiles en este pueblo, sólo hombres derrotados y sin esperanza, con deseos contenidos y la frustración a flor de piel, capaces de dejarse llevar por sus demonios y hacer cualquier cosa.
Decidí huir donde me llevara el viento y mi instinto, montándome en una caravana de gitanos que me llevó de sitio en sitio, pueblo en pueblo, a través de algunas ciudades y por tres largos años. Finalmente, cuando me harté de la vida errante y el áura de desconfianza que electrizaba el ambiente del campamento vagabundo, me despedí y me quedé en París.
Mi padre no volvió a casarse ni a buscar una pareja, Vianka dijo que los hombres preferían ahogar las penas en sus empleos y creo que es lo que le pasó a él. Rara vez le veía regresar a casa, pero siempre con regalos y recuerdos de sus viajes, porque su profesión le exigía pasar largos meses lejos de casa. Vianka fue quien me crió y enseñó a ser una mujer de hogar, capaz de mantener todo en orden y de cocinar sus deliciosos platillos tradicionales, la vida era tranquila y cómoda, nos obsequiaba con muchos días de ocupaciones y tardes de bordado, lavandería, jardinería y venta de cachibaches. Éramos pocas mujeres en el barrio donde viví, por tanto había mucho que hacer para muchos hombres ausentes y sin tiempo ni para dormir.
- Las brujas:
- Un día, cuando le pregunté a Vianka el porqué de tan pocas mujeres a nuetro alrededor, me respondió con una historia: El pueblo donde vivíamos, donde no habían más de trece familias y media docena de casas, en el pasado fue un refugio para mujeres que sabían mucho, que conocían muchas formas de ayudar o maldecir a la gente, mujeres que podían llegar a ser tan peligrosas como sanadoras. Eran brujas, hechiceras de tiempos pasados a quienes les fueron confiados los secretos de la naturaleza y que, a veces, podían comunicarse con seres que podían hablar con Dios, o con Satanás. Pero la gente empezó a temerles, los hombres no entendían sus artes y la maldad que algunas brujas causaban cosechó recelo y rechazo. Dios decidió que debían ser eliminadas por sus pecados y, como fueron humanos pecadores quienes impartieron tal justicia, no diferenciaron entre brujas buenas o brujas malas. Casi todas las mujeres del pueblo fueron condenadas a la hoguera, incluyendo a sus hijas y hasta sus sirvientas. Vianka, por gracia divina, se salvó por encontrarse de visita en la ciudad en casa de sus hermanas, junto a mi madre que, entonces, era su criada.
No hubo miedo en mi durante el relato ni cuando terminó, al contrario, el odio encontró un sitio en mi corazón, sin razón aparente. Vianka, de mirada penetrante y sonrisa torcida, me descubrió. "El rencor hizo que las brujas malas condenaran a sus hermanas bondadosas. ¿Quieres que nos quemen por tu culpa?", luego rió, pero a mi no me causó gracia.
- Mi madre, una bruja:
- Cuando tuve edad para llamar la atención de los hombres que me rodeaban, me di cuenta de que no existe mucha diferencia entre los seres humanos y los animales. Sus miradas asquerosas olvidaban el pasado fatal de sus esposas y, al contrario que mi padre, habían los que buscaban donde hincar el diente sin importar sus muertas. Vianka me aconsejó al respecto, como siempre y era costumbre: "Algún día tienes que unirte con uno de ellos y tener a tus propios hijos." Ella, como siempre, pudo leer el asco en mi mirada, aunque cualquiera pudiera decir que sólo se trataba de una mueca de esfuerzo, a causa de la canasta de ropa sucia recién recolectada que cargaba hacia casa. La vieja mujer continuó: "Tu madre renegó de muchos hombres que se quisieron tomarla. Según ella, ninguno valía la pena, y todas mis hermanas reían con gracia, pero yo sé que en el fondo, ella no soportaba la idea de ser una esposa, de ser una esclava y pertenecerle a un hombre que no estaban al nivel de ella. Tu madre fue muy afortunada de encontrar a tu padre, el único que no quiso intentar controlar su espíritu salvaje." Yo no conocí a mi madre más que por las historias de Vianka, y siempre pensé que fue una mujer especial, diferente a todas las demás y que, vagamente, me recordaba la leyenda acerca de las brujas, por eso le pregunté: "¿Mi madre fue una bruja?". Vianka, sonriente, solamente asintió, haciendo que su moño canoso se bamboleara en lo alto de su cabeza.
Una noche de verano, cuando mi padre regresó a casa, justo después de servirle la cena y cuando el ambiente está tan tranquilo que ni las llamas de las velas se sacuden, nos encontramos solos y acompañándonos en silencio. Entonces tuve el valor de preguntarle, "¿Sabías que mi madre fue una bruja?". Él, lejos de inmutarse siquiera, asintió tras darle una calada a su pipa. Quise sonreír, pero me pareció una falta de respeto a su descanso y, por lo mismo, no quise hacer más preguntas. Sin embargo, él continuó "Tu madre fue un ángel entre las suyas, demasiado perfecta para este mundo." Supe que la nostalgia en sus ojos tenía raíces más profundas de las que nunca pensé, iban más allá de la muerte. Me senté a su lado, dispuesta a atenderle y él continuó, adivinando mi curiosidad."Malas mujeres causaron su muerte, malas mujeres que odiaban a sus hermanas sólo por hacer el bien. Vianka no pudo protegerla, sé que tú y ella no tienen secretos. ¿Te contó la historia de cómo le enseñó a tu madre a ser hechicera?" Estupefacta, negué con un movimiento tan ínfimo que bien pudo ser sólo parte de mi imaginación, "Vianka nos ayudó, a ella y a muchas, a mí. La enfermedad y la muerte se mantuvieron alejadas de este pueblo durante los días de las brujas. Hasta que decidieron que debían morir, porque una de ellas fue demasiado lejos en su venganza. Mató a un hombre de la ciudad, un banquero que jugó con su corazón y que despertó a los demonios en su vida. Desde entonces, este pueblo cayó en desgracia y se marchita, agoniza con cada hombre que muere."
En mi cabeza hubieron más preguntas que respuestas, pero la más importante fue la que mi curiosidad e intuición me hacían oír: "Vianka es una bruja" y "Quiero aprender de ella".
Tenía doce años cuando, a base de insistencia, logré convencer a Vianka de que me enseñara el arte de las hechiceras del pasado. Ella se mostró contenta de enseñarme, a pesar de negarse muchas veces y me explicó que, de no insistirle y demostrar mi genuino interés, nunca hubiera aceptado.
- Yo, otra bruja:
- Estudié con ella, durante los tiempos libres que teníamos y, quizás, gracias a mi intuición o mi herencia, mi nueva profesión se me dio muy bien, dejando a una Vianka muy orgullosa y entusiasmada, devolviéndole la vida a sus cansados ojos y la energía a su viejas articulaciones.
Vianka era una anciana para entonces y, en sus propias palabras, ya no le quedaban muchas experiencias para esta vida. Ella creía que, sin importar qué sucediera o lo que la gente dijera, después de la muerte no había cielo ni infierno, si no más vidas para existir, como si al morir sólo se cruzara el umbral del nacimiento del otro lado. Me dijo que no pensara demasiado en ello, que lo entendería tarde o temprano, y así lo hice.
Vianka murió poco tiempo después de que yo cumpliera dieciocho años, llevándose consigo parte de la poca vida que le quedaba a mi padre. Desde aquel día, la casa se sintió más grande y vacía que nunca antes, y la sensación sólo parecía augurar una desgracia muy pronta a llegar, como me alertaba el instinto de hechicera ávido por despertar. Cuando no pude soportarlo más, me excusé con la causa de visitar a las hermanas de Vianka y consejeras de mi madre, para conocer más acerca de las vidas de las difuntas mujeres, cuando mi única intención era alejarme de la intranquilidad que me producía estar en ese pueblo y que, tan pronto como se alejó, se dispersó. Pero al cabo de un mes de ausencia, una carta dirigida a mi persona llegó misteriosamente a mis manos: "Tu padre ha muerto en un trágico accidente, es imperativo que regreses a tu hogar", decía, sin firma ni nombre de algún autor. Y volví tan rápido como me fue posible.
El pueblo no parecía haber cambiado nada, pero en mi fuero interno podía volver a sentir la alarma que invade a una presa a punto de caer en una trampa. Sin experiencias que pudieran ayudarme a saber cuánta razón tenía mi instinto, decidí ignorarlo y seguir adelante, para encontrarme con tres hombres en mi hogar, quienes poseían esa mirada de animales inconfundible y salvaje. De pronto, como si alguien me lo dijera al oído, todo pareció cobrar sentido: No habían mujeres fértiles en este pueblo, sólo hombres derrotados y sin esperanza, con deseos contenidos y la frustración a flor de piel, capaces de dejarse llevar por sus demonios y hacer cualquier cosa.
- Los buitres:
- Hombres que me cuidaron cuando fui niña, que protegieron a Vianka en días de necesidad, que lloraron a sus esposas muertas y que, ahora, actuaban como si no fueran seres humanos. Trataron de atraparme, pero sus pies alcoholizados y sus reflejos aletargados no fueron suficientes. Sus monstruosos cuerpos me siguieron hasta la plazuela del centro del poblado, me acusaron de prostituta y dijeron que me ofrecí a cada uno de ellos, y ahora quería escapar sin castigo. Y todos les creyeron. Mi pueblo natal, mi refugio, mi padre (sin saber si seguía vivo), mis recuerdos y mi seguridad se derrumbó gracias a un puñado de hombres sin destino, de cobardes traidores a sus vidas, a su gente, a su raza. Jamás podría volver a casa, y quién sabe qué clase de rumores habrán llegado a oídos de las mujeres que conocieron a Vianka y a mi madre.
Decidí huir donde me llevara el viento y mi instinto, montándome en una caravana de gitanos que me llevó de sitio en sitio, pueblo en pueblo, a través de algunas ciudades y por tres largos años. Finalmente, cuando me harté de la vida errante y el áura de desconfianza que electrizaba el ambiente del campamento vagabundo, me despedí y me quedé en París.
- No importa si es invierno o verano, siempre lleva una capucha donde esconde sus artilugios.
- Posee un espejo de obsidiana que consiguió durante sus viajes con los gitanos y que le ayuda con la nigromancia.
- Guarda la falange del dedo índice de Vianka, que le sirve como guía.
- Detesta a los seres humanos, sin excepción.
- Evita a los vampiros por considerarlos "casi humanos".
- La burguesía y las clases altas le causan repulsión.
- No tiene casa, es ermitaña de tomo y lomo.
- Posee un espejo de obsidiana que consiguió durante sus viajes con los gitanos y que le ayuda con la nigromancia.
- Guarda la falange del dedo índice de Vianka, que le sirve como guía.
- Detesta a los seres humanos, sin excepción.
- Evita a los vampiros por considerarlos "casi humanos".
- La burguesía y las clases altas le causan repulsión.
- No tiene casa, es ermitaña de tomo y lomo.
Kisa V. Záitsev- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 09/02/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Kisa, La Viuda Harapienta.
FICHA APROBADA
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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