Psicopatías

7 de Marzo

“Mierda. Desde que abrí los ojos sentí que el día iba a ser una jodida mierda. Estuve acostado unos cuantos minutos antes de salir de mi habitación, pensaba en muchas cosas y en nada al mismo tiempo; mi cuerpo sentía la necesidad de dormir, pero al cerrar los ojos podía percibir una extraña sensación; ya lo había sentido muchas veces… Me toqué la frente, ésta ardía en comparación con mis manos que estaban tan heladas como la misma nieve en la que acostumbraba jugar de pequeño. Quedé otros quince o veinte minutos viendo el techo de mi habitación, pensaba que cuando la tía lo viera de seguro, iba a ordenarme que limpiara aquella mancha de café que estaba impregnada justo encima de mí; no tenía intención de hacerlo, a pesar de ser una mancha bastante grande y sin una forma aparente me agradaba, podía compararse con uno de los cuadros abstractos que colgaban a mi derecha.

Finalmente luego de unos largos treinta minutos de reflexión decidí levantarme. El suelo de mi habitación estaba tan helado como mis manos y al entrar en contacto con mis pies sentí una especie de escalofrío que recorría mi espalda, seguramente estaba volando de fiebre, podía sentir una sensación extraña en mi cara, la nariz estaba caliente como un horno encendido y puesto al máximo, los labios estaban secos, los parpados pesaban y yo continuaba ahí parado en ese helado piso. Me preguntaba dónde carajo había metido la alfombra, pero ya no era necesaria, emprendí mi caminata al baño para darme una ducha e intentar sacarme esa pesada carga que parecía que me hundía cada vez más. El agua helada hizo que parte de mi cuerpo se sintiera agradable, la cara que parecía ser el núcleo de la tierra ya no estaba tan caliente, mientras me secaba y vestía sentí que había mejorado un poco, pero la sensación de pesadez continuaba en mí.

Llegué a la cocina dispuesto a devorar lo que se me presentara, pero me encontré solamente con algo de café y un par de tostadas ya frías. Miré de reojo el reloj para asegurarme que todavía era temprano y que tenía algo de tiempo para ir a la Universidad. Desayuné lo poco que había preparado y me senté a mirar por la ventana. Realmente no me sentía a gusto conmigo mismo. Estaba cansado y la sensación de calor volvía a mi rostro. Caminé nuevamente hasta mi habitación, allí podía encontrar algo en que entretenerme para pasar el tiempo hasta que llegara la hora de marchar. Encontré los medicamentos que buscaba, tomé dos con la mano y me dirigí hacia el baño en busca de agua, con dos rápidos movimientos logré introducir las pastillas en mi boca y beber la suficiente agua para que pasaran rápidamente hacia mi estómago.

Levanté la cabeza, había estado ahí anteriormente, pero no me había visto en el espejo, unas ojeras del tamaño de un elefante resaltaban en mi rostro, estaba pálido, la nariz tenía un leve color rojizo y los labios se notaban resecos “¡Mierda!” fue lo único que dije, sabía que la gripe se había apoderado de mí, y por supuesto, sabía que era una buena excusa para faltar a clases. ¿Pero de qué sirve una buena excusa si te sientes totalmente destruido? No lo sé. Así que estoy aquí escribiendo esto sin saber por qué, creo que voy a abandonar esta silla, cerrar mi diario e intentar dormir un par de horas, esperando que en la tarde o cuando sea que me despierte me sienta mejor.”