Lorna, la de Jerusalén

Lorna

Poderes

Descripción psicológica

Abúlica. Aburrida. La vida de Lorna ha sido un constante ir y venir entre la muerte y la ausencia de todo deseo, deseo de vivir, deseo de sentir, deseo de matar, deseo de morir. Un vacío hondo, profundo y oscuro se ancló en su pecho el día que nació, como si hubiera llegado al mundo para pasar sin pena ni gloria, para respirar por inercia, para matar para sobrevivir. Nada la mueve, ni el dolor, ni el amor, ni el odio, ni la compasión. Simplemente, la vampiresa nada siente.

Ni sus hijos en el pasado, ni sus víctimas en el presente han sido capaces de generarle empatía. Lorna es infeliz, sumamente infeliz, pues transcurrió su humanidad sumida en el más fuerte de los letargos, abriendo los ojos y caminando, sólo porque componían función involuntaria de su cuerpo. Ha sido condenada a pasar la eternidad en esa continua oscuridad, ahogada en una ausencia que sólo pudo llenar una vez y que le fue arrebatada de la peor manera.

Lorna no es obsesiva, simplemente, porque no es capaz de involucrarse. Lorna no ríe, habla muy poco, pero le agrada escuchar. Siempre le ha gustado hacerlo… Desde que recuerda, no ha hecho otra cosa que observar en los otros todo eso de lo que ella carece, desde lo más positivo hasta lo más negativo.

La vampiresa encontró en la muerte una manera de sublimar todo eso que jamás pudo poner en palabras, todo ese mundo complejo que vive dentro de su cabeza y contra el cual nunca pudo luchar, quizá porque no sabía cómo, quizá porque no sabe por qué.
La oriunda de Jerusalén no es buena, así como tampoco es mala. Sus parámetros de bondad y maldad son amplios, aunque abrazó el catolicismo y una idea de moralidad que nunca terminó de convencerle. Encontró en la oración y en las demostraciones de fe, una especie de red en la cual refugiarse cuando la desesperación la invade. Pero Lorna no estalla, vive comprimida.

Desde muy joven desarrolló hábitos de limpieza e higiene muy rigurosos, y eso la llevó a la sofisticación en los asesinatos, ya que no podría ser, simplemente, una depredadora feroz. La vampiresa nunca sale de sus cabales, nunca demuestra lo que está pensando y puede pasar meses sin emitir el más mínimo sonido. Eligió la soledad y la austeridad como forma de vida.

Historia

En el año 1099, se fundó el Reino de Jerusalén, en el marco de la Primera Cruzada. El hito se dio en el punto más álgido de las campañas militares por la conquista de la denominada Tierra Santa. Ese mismo año, nació Lorna; hija de un caballero cristiano y una campesina musulmana, que poco entendió de las violaciones a las que fue sometida por el joven, quien, a pesar de todo, le dio un nombre, mas desapareció cuando ella tenía pocos meses de vida.

Su niñez pasaría sin pena ni gloria. Su madre había decidido enmudecer tras su nacimiento, y se dirigía a ella con señas, que debió aprender a interpretar, al mismo tiempo que aprendía sus primeras palabras. Desde sus cuatro años, trabajó en el campo, y debió hacerse fuerte, aunque siempre percibió que algo le faltaba, que estaba incompleta. No era como el común de las niñas, no le gustaba jugar, y se dedicaba, cuando no hacía sus labores, a los cuidados de su madre, marginada por haber engendrado una bastarda.

En una región convulsionada por el contexto político y militar, era común que soldados de todo tipo se asentaran en Jerusalén, capital del Reino. Así fue como, a los doce años, la unieron en matrimonio con un muchacho que se había recuperado de sus heridas y buscaba una esposa para conseguir el favor del Rey. La belleza y el misterio de Lorna no habían pasado desapercibidos para él, que también era muy joven, y no dudó en pedirle la mano a su madre. La mujer accedió, contra la voluntad de la muchacha, pensando que un matrimonio cristiano le daría una vida mejor. De cierta forma, fue así. Lorna parió cuatro hijos en poco tiempo, cuidaba de su marido como debía ser, pero seguía siendo esa muchacha iracunda, a la que el mundo parecía repelerle; hasta sus propios hijos le generaban cierto rechazo. Aníbal nunca pudo conquistarla, y no tardó en andar correteando tras otras jovencitas, ante la indiferente mirada de su mujer.

A decir verdad, Lorna no era una mala persona, no odiaba a los que la rodeaban, pero le había sido extirpado el deseo de vivir. Caminaba, comía, respiraba, trabajaba, sólo por inercia, porque le correspondía. Tampoco había en ella anhelos de muerte, simplemente, estaba muerta en vida, como si nunca hubiera nacido. Pero, a sus veintiún años, con cinco hijos a cuestas, la vida le dio una condena: la inmortalidad. Uno de esos curas que iban y venían por las tierras, la atrapó una noche, y ante la mirada atónita de sus retoños, se alimentó de su sangre y la obligó a beber de la propia, hasta que sintió la dolorosa sensación en su cuerpo, cómo el veneno se esparcía por cada rincón… Despertó días después, en el Monasterio al que iba a confesarse cada domingo, encadenada. El padre Imanol, que la había convertido, estaba ante ella, con una sonrisa sardónica acalambrándole los labios.

El religioso le enseñó todo, desde contener su sed, hasta asesinar con delicadeza. Él era un experto que, por alguna extraña razón, se dedicaba al servicio de Dios. Imanol era el único que sabía de aquel vacío que experimentaba Lorna desde el día uno de su existencia y, creyó que de esa manera, supliría esos espacios que ella no lograba llenar con nada. Pero su obra se volvió en su contra, y cinco años después, Lorna lo asesinó, y encontró en la sangre y en la crueldad, un camino hacia ese nirvana que buscaba desde el primer día. Desde la penumbra, vio a sus hijos crecer, formar sus familias y, una vez que envejecieron y murieron, ella se largó de esa tierra que la vio nacer.

Con su alma peregrina, se dedicó a ayudar a los ejércitos cruzados, a los que se unió tras la muerte de su último hijo. Durante casi ciento cincuenta años, se llenó de aquellas creencias que, en un principio, le parecían absurdas, mas fue embebiéndose de éstas, y se volvió metódica. Era su afán por encontrar algo por lo que vivir. Pero, una vez finalizadas las Cruzadas, volvió a encontrarse sin nada.  

Vagó durante años, intentando asentarse en algún lugar, pero nunca sucedió. Hasta que lo vio a él, con su mirada de hielo, con su porte de caballero, y supo que había encontrado aquello que tanto había estado buscando. Se encandiló con Krištof Novak, el único que despertó ese deseo que ella pensó que jamás había poseído; se dejó explorar por aquel vampiro, pero él la rechazó sin motivos aparentes, privándola de aquel sentir supremo que jamás llegó al zénit. Supo que la única forma de tenerlo, era poseyendo a su hijo, y logró que éste se obsesionara con ella. Era un adulto en el cuerpo de un niño, una mente cruel, a la que vampiresa sometió, haciéndole creer que si accedía a sus torturas, dejaría de verlo como a un nene y lo vería como a un adulto; ese día nunca llegó, y Lorna se cansó de él. Terminó abandonándolo: quería a Krištof, nada más. Sin embargo, la tragedia ocurrió. Dušan enloqueció, y la decisión del padre fue que se durmieran eternamente. Lorna se sintió devastada, había perdido su norte, y tuvo que irse nuevamente.

Siguió su recorrido por el planeta, hasta conoció continentes nuevos en embarcaciones que la aceptaban como parte de la tripulación. Se convirtió en una trotamundos, siempre en busca de eso que llenara aquel hueco que nunca supo definir. Sin Krištof, lo que tuvo un poco de sentido, desapareció. Terminó asentándose en París, pero lleva una existencia austera. Nunca supo vivir en la riqueza.

Datos Extra

• No mata a niños, sólo los tortura y bebe de ellos.
• Decidió abrazar el celibato luego de su conversión.
• Jamás le dedicó su tiempo a la cultura, por lo que es una mujer de conocimientos bastante precarios, a pesar de los años que posee y de todo lo que ha recorrido.
• Hubo momentos de su vida en los que acumuló dinero, creyendo que de esa forma lograría ser feliz. Terminó desestimando las riquezas, y vive una existencia muy humilde.
• Es obsesiva con la limpieza y los olores, algo que su madre le inculcó en su lejana infancia.
• Es católica, una verdadera contradicción.

Creado por Frozen •