AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un'altra vita [Priv. Elodie]
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Un'altra vita [Priv. Elodie]
Cada noche despertaba para enfrentar el destino que se le había dado por segunda vez. La muerte no solo lo había acogido en sus brazos sino que lo hizo su amante más fiel. ¿Cuántos sacrificios se necesitan para terminar ellos? No importa, los que sean necesarios, los que tengan que darse para calmar la sed de la muerte que exige le sean entregadas las almas de los traidores. Algunos han muerto por mano ajena, otros se han escabullido y han tomado nuevos nombres, otros simplemente se han perdido en las tinieblas de la noche eterna. ¿Dónde están? No saben que él está vivo aunque no posea la corona ni el poder por el que una vez lo convocaron a compartir una mesa. Arsen enarca una ceja y cuenta con los dedos de las manos a las almas que están en Paris para ser suyas. No son muchas. Desde su habitación en el último piso hasta las salas del nivel inferior del hotel solo transcurrieron cinco minutos. En la mesa reservada se encontraba uno de los siete sirvientes que estaban en Paris con él. Los otros seis estaban regados en las calles de esa infame ciudad.
Pasaron muchos años desde la última vez que estuvo en París. Los recuerdos ya no eran nada para quien había muerto más de una vez, como mortal y como inmortal, y que regresaba fortalecido. Quizá a Alexander y a Aimeé les hubiera gustado ver los cambios de la época pero ya no estaban y solo era cuestión de tiempo para que él encontrara a los responsables de lo sucedido. Se encontraba en ese momento en la cafetería del hotel en el que se hospedaba momentáneamente hasta encontrar una residencia fija. Por azares del destino no toda su fortuna la había perdido cuando lo dieron por muerto. Parte de su riqueza quedo guardada en bóvedas de las que solo él tenía conocimiento y era el tiempo de usarlas con buen recaudo. Arsen abrió la libreta en cuyo lomo quedaron grabadas las letras ZDS y anotó en el interior: “Emilia Marie Hannover, 827 años, inmortal, me dio información del paradero de aquel que tiene la lengua filosa”. Cerró la libreta y se puso a pensar en cuanto había pasado desde que no bebía una copa de vino en salones como aquellos. El lujo y esplendor de otros tiempos había quedado sepultado en una nebulosa de ceniza que no valía la pena invocar. Los nombres, los reinos, los hombres y las mujeres, todos eran perecederos. La inmortalidad era la única que merecía en ese momento su propio pedestal.
—La mujer que está allá…— señaló con la mirada sin ser obvio, el sirviente que tenía cerca de él, un ghoul, miro hacia la chica y sonrió como un niño. —Es como yo— respondió como si acabara de encontrar a alguien de su ‘especie’. —Invítala a acompañarme pero bajo ningún motivo que tu tono sea el de obligación— ordenó para que su secuaz se moviera de una mesa a otra. En el pasado los inmortales no acostumbraban tener tantas ‘mascotas’ pero en el presente resultaban útiles y si esa mujer era dependiente de algún vampiro quizá podría darle información valiosa ahora que acababa de llegar a Paris. Por suerte había conservado sus habilidades y su caballerosidad, aunque no era la misma de antes, podía fingirla plenamente sin necesidad de hacer algún esfuerzo. La mujer en cuestión era muy atractiva, lo suficiente para llamar la atención de cualquier hombre en esa sala, pero por alguna razón estaba sola. Arsen empezó a preguntarse si hizo bien en invitarla o si hubiera sido mejor esperar a ver con quien se reunía. A esas alturas era irremediable y esperó a que su sirviente hiciera el trabajo para confirmar la compañía de la mujer o buscar otra fuente de información. El tiempo, aunque para los inmortales no importaba mucho, en su caso era oro.
Pasaron muchos años desde la última vez que estuvo en París. Los recuerdos ya no eran nada para quien había muerto más de una vez, como mortal y como inmortal, y que regresaba fortalecido. Quizá a Alexander y a Aimeé les hubiera gustado ver los cambios de la época pero ya no estaban y solo era cuestión de tiempo para que él encontrara a los responsables de lo sucedido. Se encontraba en ese momento en la cafetería del hotel en el que se hospedaba momentáneamente hasta encontrar una residencia fija. Por azares del destino no toda su fortuna la había perdido cuando lo dieron por muerto. Parte de su riqueza quedo guardada en bóvedas de las que solo él tenía conocimiento y era el tiempo de usarlas con buen recaudo. Arsen abrió la libreta en cuyo lomo quedaron grabadas las letras ZDS y anotó en el interior: “Emilia Marie Hannover, 827 años, inmortal, me dio información del paradero de aquel que tiene la lengua filosa”. Cerró la libreta y se puso a pensar en cuanto había pasado desde que no bebía una copa de vino en salones como aquellos. El lujo y esplendor de otros tiempos había quedado sepultado en una nebulosa de ceniza que no valía la pena invocar. Los nombres, los reinos, los hombres y las mujeres, todos eran perecederos. La inmortalidad era la única que merecía en ese momento su propio pedestal.
—La mujer que está allá…— señaló con la mirada sin ser obvio, el sirviente que tenía cerca de él, un ghoul, miro hacia la chica y sonrió como un niño. —Es como yo— respondió como si acabara de encontrar a alguien de su ‘especie’. —Invítala a acompañarme pero bajo ningún motivo que tu tono sea el de obligación— ordenó para que su secuaz se moviera de una mesa a otra. En el pasado los inmortales no acostumbraban tener tantas ‘mascotas’ pero en el presente resultaban útiles y si esa mujer era dependiente de algún vampiro quizá podría darle información valiosa ahora que acababa de llegar a Paris. Por suerte había conservado sus habilidades y su caballerosidad, aunque no era la misma de antes, podía fingirla plenamente sin necesidad de hacer algún esfuerzo. La mujer en cuestión era muy atractiva, lo suficiente para llamar la atención de cualquier hombre en esa sala, pero por alguna razón estaba sola. Arsen empezó a preguntarse si hizo bien en invitarla o si hubiera sido mejor esperar a ver con quien se reunía. A esas alturas era irremediable y esperó a que su sirviente hiciera el trabajo para confirmar la compañía de la mujer o buscar otra fuente de información. El tiempo, aunque para los inmortales no importaba mucho, en su caso era oro.
Arsen Di Sforza- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 27/04/2016
Re: Un'altra vita [Priv. Elodie]
En ese entonces aún contaba con el cuidado de una vampiresa que alimentaba mi vida, prolongándola aunque ésta quería terminarse. Básicamente podía sentir mi interior y entrañas explotando todas las mañanas, me avisaba que mi tiempo en la tierra ya había finalizado y por mera rebeldía es que me negaba a irme. Consumiendo una dosis diaria de pequeños frascos de sangre que me guardaba por si no podía verla, ya que de no hacerlo, no había dudas de que moriría.
El sufrimiento que había pasado durante tanto tiempo quería redimirse, susurrándome que aún me quedaban muchas cosas por vivir. O al menos eso es lo que quería pensar.
Mi rostro pasaba desapercibido entre la multitud de la gente -algo que no solía ocurrir cuando la enfermedad hacía mella en mis facciones- y resultaba tener una sonrisa más amena de lo normal. Aunque en verdad solo la estaba disimulando, pues me encontraba subsistiendo en base al odio ahora mismo. El día anterior la familia que había armado con mis propias cenizas había sido masacrada por aquella mujer que entregaba su sangre a cambio de mi silencio y compañía. Un arrebato de celos, frustración y agonía había acabado con el pequeño hijo de apenas tres años y un hombre fornido y que podría haber tenido una longeva vida como viudo. Ambos murieron por mi culpa, por haber querido subestimar a la muerte.
Ahora, acababa de despedir hace no mucho tiempo a un inquisidor que trabajaba a base de dinero. Quería información y utilidades para ir contra ella, vengarme de mi propia hermana no había podido ser, sin embargo esa vez no me quedaría con las ganas. Si me iba de ese mundo me llevaría a alguien conmigo. Tenía que aprovechar en lo que la sangre de vampiro seguía en mi sistema, pues era el tiempo lo único que me separaba de la lápida. Después de todo una enfermedad que siquiera tenía nombre rondaba en mi sangre. Matando lentamente mis pulmones.
Pedí un té caliente y lo acurruque entre mis dos manos antes de sentir como un hombre se acercaba a mi. El té no tenía gusto a nada. Estaba en el hotel des arenes, en donde todas las almas sobrenaturales se reunían sin miedo. La razón era que el dueño de ese lugar era el rey de Francia y así mismo, un vampiro. A ninguno le convenía ir contra tal fuerza. Así que lo observe sin miedo, escuchando la extraña invitación que me hacía. No solían requerirme para nada más que información, era lo único que tenía valor. Mi preciada mente. Mis ojos fueron directos hacia lo que parecía ser un hombre rico. Como todos los que estaban allí. Pero no tenía que apresurarme, en esas épocas no podía decirle que no a nadie. Si tenía algo útil para decirme, terminaría arrepentida por siempre. — Claro... No veo por qué no. — Murmure en lo que me levantaba. Mi vestido no era demasiado ajustado, pues permitía que mi pecho pudiera respirar fácilmente, estirándose sin problemas. Sin embargo dejaba notar las pequeñas y algo enfermas siluetas. Los ojos de un celeste intenso y algo doloridos se inyectaron frente a él. Daba la impresión que existir era complicado, pues bueno, en realidad sí lo era. No obstante, le sonreí sin miedo. Nunca lo tenía, después de ser quemada viva y sobrevivir uno le teme a pocas cosas. Se aprende a luchar contra los temores y uno se da cuenta que no es más que un simple grano de arena en una inmensa playa. — Buenas noches, creo que es la primera vez que lo veo aquí. ¿En qué puedo servirle? — Pregunté en lo que me sentaba, cuidadosamente. La doncella cambiante que me acompañaba a todos lados no estaba en ese instante, por lo que tuve que hacerme de fuerzas para mover la silla e inclinarme como lo hacían todas, sin faltarme los protocolos. Noté entonces su aura, su presencia denotaba vejez y con ello el hambre por la sangre vampírica me recorría en las heridas interiores. Por supuesto que no lo hice notar. Era astuta, probablemente esas eran mis mayores cualidades, la astucia, la inteligencia, la paciencia. Me dotaban de una calma que podía fingirse hasta en los momentos más inhóspitos.
El sufrimiento que había pasado durante tanto tiempo quería redimirse, susurrándome que aún me quedaban muchas cosas por vivir. O al menos eso es lo que quería pensar.
Mi rostro pasaba desapercibido entre la multitud de la gente -algo que no solía ocurrir cuando la enfermedad hacía mella en mis facciones- y resultaba tener una sonrisa más amena de lo normal. Aunque en verdad solo la estaba disimulando, pues me encontraba subsistiendo en base al odio ahora mismo. El día anterior la familia que había armado con mis propias cenizas había sido masacrada por aquella mujer que entregaba su sangre a cambio de mi silencio y compañía. Un arrebato de celos, frustración y agonía había acabado con el pequeño hijo de apenas tres años y un hombre fornido y que podría haber tenido una longeva vida como viudo. Ambos murieron por mi culpa, por haber querido subestimar a la muerte.
Ahora, acababa de despedir hace no mucho tiempo a un inquisidor que trabajaba a base de dinero. Quería información y utilidades para ir contra ella, vengarme de mi propia hermana no había podido ser, sin embargo esa vez no me quedaría con las ganas. Si me iba de ese mundo me llevaría a alguien conmigo. Tenía que aprovechar en lo que la sangre de vampiro seguía en mi sistema, pues era el tiempo lo único que me separaba de la lápida. Después de todo una enfermedad que siquiera tenía nombre rondaba en mi sangre. Matando lentamente mis pulmones.
Pedí un té caliente y lo acurruque entre mis dos manos antes de sentir como un hombre se acercaba a mi. El té no tenía gusto a nada. Estaba en el hotel des arenes, en donde todas las almas sobrenaturales se reunían sin miedo. La razón era que el dueño de ese lugar era el rey de Francia y así mismo, un vampiro. A ninguno le convenía ir contra tal fuerza. Así que lo observe sin miedo, escuchando la extraña invitación que me hacía. No solían requerirme para nada más que información, era lo único que tenía valor. Mi preciada mente. Mis ojos fueron directos hacia lo que parecía ser un hombre rico. Como todos los que estaban allí. Pero no tenía que apresurarme, en esas épocas no podía decirle que no a nadie. Si tenía algo útil para decirme, terminaría arrepentida por siempre. — Claro... No veo por qué no. — Murmure en lo que me levantaba. Mi vestido no era demasiado ajustado, pues permitía que mi pecho pudiera respirar fácilmente, estirándose sin problemas. Sin embargo dejaba notar las pequeñas y algo enfermas siluetas. Los ojos de un celeste intenso y algo doloridos se inyectaron frente a él. Daba la impresión que existir era complicado, pues bueno, en realidad sí lo era. No obstante, le sonreí sin miedo. Nunca lo tenía, después de ser quemada viva y sobrevivir uno le teme a pocas cosas. Se aprende a luchar contra los temores y uno se da cuenta que no es más que un simple grano de arena en una inmensa playa. — Buenas noches, creo que es la primera vez que lo veo aquí. ¿En qué puedo servirle? — Pregunté en lo que me sentaba, cuidadosamente. La doncella cambiante que me acompañaba a todos lados no estaba en ese instante, por lo que tuve que hacerme de fuerzas para mover la silla e inclinarme como lo hacían todas, sin faltarme los protocolos. Noté entonces su aura, su presencia denotaba vejez y con ello el hambre por la sangre vampírica me recorría en las heridas interiores. Por supuesto que no lo hice notar. Era astuta, probablemente esas eran mis mayores cualidades, la astucia, la inteligencia, la paciencia. Me dotaban de una calma que podía fingirse hasta en los momentos más inhóspitos.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/01/2014
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Re: Un'altra vita [Priv. Elodie]
Esa mujer que tenía una mirada solitaria y perdida había llamado su atención desde el principio. Entre tantas personas, de quienes podía elegir al azar alguna que le fuera útil, solo una tenía la apariencia de estar dispuesta a una charla. Arsen reconoció a otros inmortales en el lugar y, obviamente, cortesanas o prostitutas refinadas que iban camufladas como signorinas para buscarse el pan de cada día. Quizá recurrir a una de ellas podría servirle pero no tenía ganas de lidiar, en ese momento, con lo que venía de por medio. En sí, el que le ofrezcan servicios sexuales le parecía cómico cuando todo lo que él quería era una fuente de información. Así fue que, entre los que probablemente eran esclavos de sangre o civiles inocentes que estaban allí por casualidad, solo una captó su interés. Se notaba que le quedaba algo de humanidad, pero su piel pálida hacia que se le notara un estado de salud en deterioro. O bien era una esclava de sangre que necesitaba una dosis, o bien estaba en proceso de transformarse en un vástago. Siendo así, Arsen pensó en que podría sacarle algunas palabras.
Cuando la mujer aceptó y se acercó a su mesa, él se puso de pie para recibirla y, al verla algo tambaleante, le ayudó a apartar la silla. Hecho esto, ambos estuvieron sentados frente a frente. —Gracias por aceptar mi invitación— dijo para empezar. Tranquilizó su expresión y miró a la mujer por unos segundos antes de responder a sus preguntas. —Pasaron algunos años desde que pude regresar a esta ciudad. Me preguntaba si me serviría de guía ahora que los dos parecemos no tener mucho que hacer— aclaró tranquilamente. Su tono lo modulaba como el que usaba en el pasado, cuando era “el otro”, para parecer un hombre cordial y educado. Su frialdad quedaba camuflada bajo su rostro que tenía una expresión afable. La sonrisa, sin embargo, le era muy difícil mostrarla pues parecía que los músculos de su cara se hubieran acostumbrado al gesto serio. Paso tantos años atosigando el dolor de sus heridas que no recordaba lo que era sonreír.
—Está por demás decir que no pido su ayuda gratuitamente. Si desea algo, dinero, quizá algo de…vino, puede pedirlo— dijo resaltando la palabra vino. Seguramente ella entendería a que se refería con eso. Por mientras, su sirviente, se había retirado al bar para observar desde allí que todo estuviera en orden. También esperaba una señal para llevar bebidas o para abrir la posibilidad de ir a un lugar más privado dentro del mismo hotel. Todo dependía de la respuesta de la fémina. Arsen estaba seguro de que le concedería el favor de su compañía ya que muchas mortales e inmortales aún caían en el encanto de su antiguo yo. El que alguna vez fue un vampiro ‘pacifista’ que intentó tener una vida tranquila, hoy en día solo se dedicaba a fingir que seguía teniendo el mismo carácter. Su astucia obviamente se había agudizado con el transcurso de los años y, la humanidad que intentó alguna vez conservar en sus acciones, había muerto por completo junto a su familia.
Cuando la mujer aceptó y se acercó a su mesa, él se puso de pie para recibirla y, al verla algo tambaleante, le ayudó a apartar la silla. Hecho esto, ambos estuvieron sentados frente a frente. —Gracias por aceptar mi invitación— dijo para empezar. Tranquilizó su expresión y miró a la mujer por unos segundos antes de responder a sus preguntas. —Pasaron algunos años desde que pude regresar a esta ciudad. Me preguntaba si me serviría de guía ahora que los dos parecemos no tener mucho que hacer— aclaró tranquilamente. Su tono lo modulaba como el que usaba en el pasado, cuando era “el otro”, para parecer un hombre cordial y educado. Su frialdad quedaba camuflada bajo su rostro que tenía una expresión afable. La sonrisa, sin embargo, le era muy difícil mostrarla pues parecía que los músculos de su cara se hubieran acostumbrado al gesto serio. Paso tantos años atosigando el dolor de sus heridas que no recordaba lo que era sonreír.
—Está por demás decir que no pido su ayuda gratuitamente. Si desea algo, dinero, quizá algo de…vino, puede pedirlo— dijo resaltando la palabra vino. Seguramente ella entendería a que se refería con eso. Por mientras, su sirviente, se había retirado al bar para observar desde allí que todo estuviera en orden. También esperaba una señal para llevar bebidas o para abrir la posibilidad de ir a un lugar más privado dentro del mismo hotel. Todo dependía de la respuesta de la fémina. Arsen estaba seguro de que le concedería el favor de su compañía ya que muchas mortales e inmortales aún caían en el encanto de su antiguo yo. El que alguna vez fue un vampiro ‘pacifista’ que intentó tener una vida tranquila, hoy en día solo se dedicaba a fingir que seguía teniendo el mismo carácter. Su astucia obviamente se había agudizado con el transcurso de los años y, la humanidad que intentó alguna vez conservar en sus acciones, había muerto por completo junto a su familia.
Arsen Di Sforza- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2016
Re: Un'altra vita [Priv. Elodie]
¿Por qué no me había imaginado algo tan básico como eso? En realidad no era casualidad que me hubiese llamado, eso ya lo sabía, sin embargo dudaba que hubiese escuchado la conversación con el inquisidor. Había sido un condenado por lo que estaba segura que había pasado desapercibido. El mundo era así, giraba en torno a la información, ¿por qué? Pues porque ella da poder. A nadie le importa el dinero si con una palabra puede tener lo que desea. De eso estaba al tanto, eran los mismos métodos que yo utilizaba para sobrevivir. Aunque mucho más austeros y estratégicos, no me dedicaba a ganar una guerra, sino a tomar la confianza de los demás y hacerme de ella como propia. Por lo tanto contaba con esa suma de fortalezas. ¿Quizá el vampiro las habría notado? Mi apariencia no era demasiado especial, quizá un lector de mentes. No, eso sería estúpido, a menos que quisiera ver si le decía la verdad o si le mentía. ¿Qué podría ganar con eso? Rápidamente deseché la posibilidad y alcé los ojos para verle mejor, inspeccioné su rostro y cada expresión prácticamente inmutable. Supe entonces que se estaba esforzando y que quería datos. La textura de su dermis, blanca como el mármol fijaba años en su carne y el opaco de sus ojos me bramó que su humanidad se había apagado por completo. Para ese entonces terminé con más preguntas que respuestas. — ¿De guía? Éste es uno de los lugares más seguros para usted, ha escogido sabiamente. — Le elogié sin ninguna pizca de burla, aunque de alguna manera me parecía extraño pensar que un vampiro no tuviese “aliados” que le aseguraran cada lugar donde pisara. Supuse que aunque inmortal, seguía actuando por instinto. Por sentimientos que estaban ocultos en todas esas capas de pena que relucían entre los huecos.
Suavemente y con una calma casi irritante apoyé ambas manos sobre la madera de la mesa y tomé una servilleta en lo que me disponía a doblarla algunas veces, haciéndola más pequeña cada vez. Al final la había dejado como un acordeón. — No lo sé, señor… ¿cómo le debería llamar? Sin saber a qué vino a París es complicado comentarle. Digamos que la ciudad es como ésta servilleta y cada situación son los pliegues. Para alguien como usted sin duda pasear por la catedral una noche no sería de buen presagio. A menos que tenga algunos aliados entre la iglesia. El país entero está bastante invadido por 'la plaga'. — Convincentemente le hablaba, la realidad era cruel y todos sabían que los inquisidores estaban en cada puerta y muchos morían todos los días. Claro que los más eran los vástagos o los que se dejaban llevar por la bestialidad y la fuerza imponente que tenían a un inicio. Pero eso no duraba para siempre y deberían saberlo, supuse que no todos los recién convertidos tenían quien los educara.
Apreté un poco los labios, sabía que había alguien observando y me eché en gracia que realmente que pudiera pensar en que lo atacaría. ¿Acaso me tomaba por idiota? No. Quizá simplemente estaba esperando el momento para hacer algo, para matarme simplemente si era uno de esos imbéciles vampiros que disfrutaban con ello. Traté de tranquilizarme, mi rostro obviamente en ningún soplo había dado tregua a emociones, solo me dedicaba a sonreírle de lado y mirarle con curiosidad, eso no lo escondía: Sí, estaba tremendamente curiosa por lo que él quisiera. Y claro que su ofrecimiento me dio un gusto interesante en la boca. Aunque necesitaba de sangre aún tenía un correcto abastecimiento y no me resultaba atractivo aceptar eso en una reunión tan ligera como esa. No, simplemente eso no estaba a discusión. Por lo que negué suavemente y de la misma manera que doble la servilleta volví a dejarla plana en un costado. — Créame, tiempo para perder no tengo, seguramente eso lo nota. Pero si usted quiere saber algo en especial se lo puedo decir, a cambio tendría una petición para usted. No es muy complicada. — Aseguré y le vi fijamente, no tenía miedo, nunca lo hacía, aparentemente esa parte de mí había muerto desde hacía dos lunas, junto con todo lo que había amado. Era una suerte, pues me daba la pauta de que podía ir contra cualquiera con tal de terminar mis deseos.
Suavemente y con una calma casi irritante apoyé ambas manos sobre la madera de la mesa y tomé una servilleta en lo que me disponía a doblarla algunas veces, haciéndola más pequeña cada vez. Al final la había dejado como un acordeón. — No lo sé, señor… ¿cómo le debería llamar? Sin saber a qué vino a París es complicado comentarle. Digamos que la ciudad es como ésta servilleta y cada situación son los pliegues. Para alguien como usted sin duda pasear por la catedral una noche no sería de buen presagio. A menos que tenga algunos aliados entre la iglesia. El país entero está bastante invadido por 'la plaga'. — Convincentemente le hablaba, la realidad era cruel y todos sabían que los inquisidores estaban en cada puerta y muchos morían todos los días. Claro que los más eran los vástagos o los que se dejaban llevar por la bestialidad y la fuerza imponente que tenían a un inicio. Pero eso no duraba para siempre y deberían saberlo, supuse que no todos los recién convertidos tenían quien los educara.
Apreté un poco los labios, sabía que había alguien observando y me eché en gracia que realmente que pudiera pensar en que lo atacaría. ¿Acaso me tomaba por idiota? No. Quizá simplemente estaba esperando el momento para hacer algo, para matarme simplemente si era uno de esos imbéciles vampiros que disfrutaban con ello. Traté de tranquilizarme, mi rostro obviamente en ningún soplo había dado tregua a emociones, solo me dedicaba a sonreírle de lado y mirarle con curiosidad, eso no lo escondía: Sí, estaba tremendamente curiosa por lo que él quisiera. Y claro que su ofrecimiento me dio un gusto interesante en la boca. Aunque necesitaba de sangre aún tenía un correcto abastecimiento y no me resultaba atractivo aceptar eso en una reunión tan ligera como esa. No, simplemente eso no estaba a discusión. Por lo que negué suavemente y de la misma manera que doble la servilleta volví a dejarla plana en un costado. — Créame, tiempo para perder no tengo, seguramente eso lo nota. Pero si usted quiere saber algo en especial se lo puedo decir, a cambio tendría una petición para usted. No es muy complicada. — Aseguré y le vi fijamente, no tenía miedo, nunca lo hacía, aparentemente esa parte de mí había muerto desde hacía dos lunas, junto con todo lo que había amado. Era una suerte, pues me daba la pauta de que podía ir contra cualquiera con tal de terminar mis deseos.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Un'altra vita [Priv. Elodie]
Paris, una ciudad llena de caras falsas y modales fingidos. ¿La extraño? No. En el pasado la ciudad siempre había estado de paso por lo que prefería estar casi todo el tiempo en Italia. Ese lugar, al que una vez llamó hogar, no significaba nada en el presente. El lugar donde una vez moraron los inmortales que le importaban existía pero esas personas desaparecieron. Un soplo a la ceniza. La traición lo había tomado desprevenido. Tras el largo periodo de recuperación tuvo que planear por donde empezaría a buscar un motivo más para existir, y no tuvo otra respuesta que la de regresar a la ciudad donde todo había empezado. Los otros inmortales, los antiguos, yacían tan muertos como su familia pero no todo estaba perdido. Arsen empezaba a ser dominado por una locura extraña en la que su venganza se volcaba no solo sobre los traidores, sino sobre cualquier inmortal que se metiera en su camino. El ganado también le daba igual en el presente. Todo había cambiado con el paso de los años pero quizá nada tanto como él.
Aquel hotel era un punto casual de contacto con otros inmortales. Claro que en medio de ellos habitaban criaturas de una menor ralea, esclavos de sangre, que ocupaban espacios que en otro tiempo llenaron las prostitutas. ¿No es lo mismo? Un cambio de nombre o un nuevo estrato social, que más daba, Arsen solo quería saber qué de nuevo escondían aquellas calles. Por ese motivo paso a la cafetería de aquel hotel y encontró algunos rostros interesantes. Entre todos estaba el de una mujer en solitario. No era una inmortal pero si estaba en ese lugar significaba que no era ajena al secreto cada vez menos guardado. Arsen pidió su compañía y obtuvo una respuesta afirmativa. Sin embargo, la mujer era sumamente esquiva y no parecía ser un títere que fuera a servirle en el futuro. Algunos esclavos de sangre eran sumamente leales a sus fuentes ya que esperaban ser convertidos algún día.
—Puede llamarme Arsen— dijo simulando una sonrisa nada creíble. No tenía ni la menor idea de cómo solía hacerlo de forma sincera y espontánea en el pasado. —Tiene razón, me disculpo por dar tan poca información de lo que quiero— continuó y espero a que le sirvieran vino. La mujer rechazó la bebida y dijo que tendría un pedido en lugar del pago que él había mencionado darle. Arsen ignoró de momento la actitud de la mujer porque de no hacerlo iba a decirle que no era la indicada para lo que buscaba. El lugar estaba lleno y su tiempo infinito para encontrar una persona que cumpliera con sus expectativas. —Aún no he dicho lo que deseo, quizá debería empezar por ahí, ¿no cree? Bien. Soy un vampiro que ha estado ausente de esta ciudad por demasiados años y todos los contactos que tenía se los ha tragado la tierra. Me imagino que ‘la plaga’ terminó con ellos— dijo fingiendo que eso era cierto pero quería darle algo de crédito a lo que la mujer creía saber. —Lo que deseo es saber cuál es la nueva estructura de la sociedad de sangre en este país, más que todo por fines de recopilación histórica— continuo tras ocurrírsele un nuevo plan justo en ese momento.
Arsen bebió de la copa, su garganta recibió con satisfacción el líquido carmesí, y seguido continuó —Ahora, con respecto a su pedido, estaré dispuesto a cumplirlo si se encuentra dentro de la medida de mis posibilidades, ¿cuál es?— finalizó mirando a la mujer con el aburrimiento de un viejo que ve caer la lluvia. Quizá en su interior había muerto más que su alma pues no sentía empatía alguna por ningún ser que se encontrara cerca de él. Fingir podía hacerlo pero a veces simplemente se dejaba llevar por lo tedioso que era soportar a la existencia ajena.
Aquel hotel era un punto casual de contacto con otros inmortales. Claro que en medio de ellos habitaban criaturas de una menor ralea, esclavos de sangre, que ocupaban espacios que en otro tiempo llenaron las prostitutas. ¿No es lo mismo? Un cambio de nombre o un nuevo estrato social, que más daba, Arsen solo quería saber qué de nuevo escondían aquellas calles. Por ese motivo paso a la cafetería de aquel hotel y encontró algunos rostros interesantes. Entre todos estaba el de una mujer en solitario. No era una inmortal pero si estaba en ese lugar significaba que no era ajena al secreto cada vez menos guardado. Arsen pidió su compañía y obtuvo una respuesta afirmativa. Sin embargo, la mujer era sumamente esquiva y no parecía ser un títere que fuera a servirle en el futuro. Algunos esclavos de sangre eran sumamente leales a sus fuentes ya que esperaban ser convertidos algún día.
—Puede llamarme Arsen— dijo simulando una sonrisa nada creíble. No tenía ni la menor idea de cómo solía hacerlo de forma sincera y espontánea en el pasado. —Tiene razón, me disculpo por dar tan poca información de lo que quiero— continuó y espero a que le sirvieran vino. La mujer rechazó la bebida y dijo que tendría un pedido en lugar del pago que él había mencionado darle. Arsen ignoró de momento la actitud de la mujer porque de no hacerlo iba a decirle que no era la indicada para lo que buscaba. El lugar estaba lleno y su tiempo infinito para encontrar una persona que cumpliera con sus expectativas. —Aún no he dicho lo que deseo, quizá debería empezar por ahí, ¿no cree? Bien. Soy un vampiro que ha estado ausente de esta ciudad por demasiados años y todos los contactos que tenía se los ha tragado la tierra. Me imagino que ‘la plaga’ terminó con ellos— dijo fingiendo que eso era cierto pero quería darle algo de crédito a lo que la mujer creía saber. —Lo que deseo es saber cuál es la nueva estructura de la sociedad de sangre en este país, más que todo por fines de recopilación histórica— continuo tras ocurrírsele un nuevo plan justo en ese momento.
Arsen bebió de la copa, su garganta recibió con satisfacción el líquido carmesí, y seguido continuó —Ahora, con respecto a su pedido, estaré dispuesto a cumplirlo si se encuentra dentro de la medida de mis posibilidades, ¿cuál es?— finalizó mirando a la mujer con el aburrimiento de un viejo que ve caer la lluvia. Quizá en su interior había muerto más que su alma pues no sentía empatía alguna por ningún ser que se encontrara cerca de él. Fingir podía hacerlo pero a veces simplemente se dejaba llevar por lo tedioso que era soportar a la existencia ajena.
Arsen Di Sforza- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2016
Re: Un'altra vita [Priv. Elodie]
Naturalmente asentí a sus palabras y me quedé mirando los ojos completamente vacíos que tenía el vampiro frente a mí. Comprendí que era un alma errante y bastante desesperada por conseguir sus propósitos. Incluso teniendo toda la eternidad por delante, ¿por qué apurarse? No dudaba que tuviese algo muy urgente por saldar o más bien una amenaza que exterminar. La pregunta sería qué. Entrelacé mis piernas por debajo de la mesa y con las manos pálidas y huesudas busqué una pluma en el bolso de tela que caía a un costado de mi hombro mimetizado con el textil. Me encontraba en calma, pero nunca en la suficiente como para atrasarme ni adelantarme. Ciertamente había conocido a muchos vampiros en los anteriores tiempos, aquella mujer que había destruido mi vida también se había encargado en instruirme sobre qué hacer y qué no cuando se trataba de su raza. Por lo que apoyé la punta de la pluma sobre el papel y una caligrafía terriblemente curveada se alzó. Una cruz y una tilde de cada lado fue lo que hice en principio y alcé la vista para terminar de escucharle. — Arsen, muy bien. Desconozco tus conocimientos así que iré por el básico. Francia está gobernada políticamente por sobrenaturales. Solo dos familias conocidas son humanas. — Hallé entonces la tranquilidad para escribir cada nombre en cada lado correcto, siendo los vampiros por un lado y los humanos y hechiceros por el otro, teniendo éstos últimos un pequeño punto a un lado. Algunos los recordaba perfectamente, obviamente al rey por sobre todas las cosas. Era un heredero joven que había sido convertido hacia no muchos años, con un hijo y una esposa de la cual empezaba a desconocerse el paradero, probablemente estuviese muerta. Por otro lado las familias humanas iban apareciendo como cadáveres cada vez más seguido, suicidios o trágico accidentes se lo dejaban a una maldición, obviamente no lo era. La iglesia empezaba a revelarse pues por sorteas razones tenía el mismo poder que el mismísimo. — Tenemos dos poderes, la iglesia es la más alta jerarquía y cada vez recluta más inquisidores, condenados sobre todo. Se han armado bandas, si sales de aquí y giras unas diez manzanas encontrarás el teatro y luego una armería clandestina. Ahí es donde se están juntando los que quieren que se sepa el “secreto”. Tenemos al país dividido entre quienes quieren que se conozca todo y quienes quieren seguir viviendo en el secreto. — Volví a blandir la pluma y puse tres nombres más. ¿Cómo conocía todo eso? Lo escuchaba en reuniones, los había visto con mis propios ojos. El deseo de ser reconocidos por lo que son y dejar de vivir en la oscuridad, como ratas o prisioneros. Los comprendía, aunque no compartía la idea, demasiado apresurada para haber terminado con la quema de brujas hace menos de cincuenta años.
— Mí pedido… Hay alguien que deseo asesinar, pero no dispongo de la fuerza ni la instrumentación necesaria. Debido a mi condición no puedo buscar las armas que necesito y conseguirlas por medios legales no es posible. ¿Podría existir la posibilidad de que me consiguiera todo? Por supuesto que yo lo pagaría, necesito manos y piernas que lo hagan por mí. — Como siempre, no llevaba mis pedidos mucho mas lejanos a los posibles, la idea de dar y recibir había calado profundamente de manera que utilizar a las personas comenzaba a ser algo habitual en mi vida. Por lo que espere con paciencia, mirándole a los ojos en tanto le pasaba el papel y lo dejaba en sus manos. No le di mucha importancia tampoco, casi como dejándole una ofrenda.
— Mí pedido… Hay alguien que deseo asesinar, pero no dispongo de la fuerza ni la instrumentación necesaria. Debido a mi condición no puedo buscar las armas que necesito y conseguirlas por medios legales no es posible. ¿Podría existir la posibilidad de que me consiguiera todo? Por supuesto que yo lo pagaría, necesito manos y piernas que lo hagan por mí. — Como siempre, no llevaba mis pedidos mucho mas lejanos a los posibles, la idea de dar y recibir había calado profundamente de manera que utilizar a las personas comenzaba a ser algo habitual en mi vida. Por lo que espere con paciencia, mirándole a los ojos en tanto le pasaba el papel y lo dejaba en sus manos. No le di mucha importancia tampoco, casi como dejándole una ofrenda.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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