Maryeva Rosenheimers ID

Es una mujer de personalidad afable, dulce con los pequeños, que le recuerdan a su pequeña Eva, y aunque ha sufrido mucho, siempre tiene una sonrisa en sus labios, una palabra de aliento y esperanza. Ni aún la muerte de su esposo, han logrado que deje de entregarse a los demás, si éstos son de alma pura.

Cariñosa con los integrantes de su familia, en especial a su pequeña hija a la que suele llamar Bonny. Siente un gran respeto por su familia política, los Rosenheimers, los Grant, y por su cuñada Giulia, la que ha sufrido al igual que ella, de la perdida irreparable de su ser mas querido.

No es rencorosa, pero si justa, así que buscará a los responsables de la muerte de su esposo y les hará pagar tal afrenta. Tiene una certeza casi perfecta de que todo lo vivido por ellos ha sido causado por la mujer que deseaba casarse con Girolamo y así obtener el título nobiliario que él ostentaba. Pero con la aparición de Maryeva, el amor que se profesaron casi desde el principio y la llegara de su hija Ea, todos los planes de la pérfida italiana, cayeron en saco roto.

Como todo cuento o leyenda, lo contaré en tercera persona:

Maryeva, desde su nacimiento fue una pequeña hermosa, de carácter vivaz, e intrépido y poseedora de una salud inquebrantable. Con su pelo rubio dorado, sus bucles y sus enormes ojos verdes grisáceos tan felinos.

Sus padres, Armand y Sophie Aude, habían llegado desde Francia, exactamente de la zona del Languedoc. Según se decía esa comarca estaba poblada de extraños seres, entre ellos Licántropos, que habían matado, en más de 200 años, a muchísima gente. Ellos al igual que su hija tenían una salud y una energía admirable. A penas arribar al Río de la Plata eligieron comprar tierras en un poblado cercano llamado San Nicolás a orillas de un río. Propietarios de una estancia de 20.000 hectáreas y de haciendas de ganado equino y vacuno. Eran apreciados por la comunidad a quienes les daban trabajo y ayuda generosamente.

El casco de la estancia estaba construido en piedra, de un solo piso, con veinte habitaciones, entre las que se contaba un salón de baile, que estaba engalanado por el escudo del Languedoc - con su cruz dorada de brazos iguales y en su lado izquierdo – inferior, cinco verticales barras doradas, todo en fondo rojo sangre. Este color se repetía, en los cortinados, el tapizado de los muebles y en la alfombra persa, en donde dicho color predominaba sobre el dorado de sus arabescos. En la pared opuesta existía un antiguo tapiz donde se veían peleando un Lobo y un Felino y sobre la cabeza del segundo una diadema. En esa habitación, se celebraron muchos acontecimientos importantes entre ellos el primer cumpleaños de Maryeva.

Cuando cumplió 14 años, se produjo la más cruel tragedia que una jovencita puede soportar, su madre, en medio de un episodio confuso, murió en el incendio que destruyó la elegante biblioteca y el ala este de la construcción. Su padre que en esos momentos se encontraba de viaje, fue alertado, cuando empleados de la hacienda vieron las luces del incendio que atacaba la casona en la inmensidad flamígera de aquel atardecer de invierno.

Maryeva, quedo sola, su madre aquella que era, su fiel amiga, su confidente, la que le enseñaba como debía ser en el futuro, se había marchado. Su padre, un hombre de pocas palabras y menos dado a las expresiones de afecto, dejo que la joven hiciera de su tiempo lo que quisiera. Desde entonces se la veía salir, a la hora del ángelus, con un ramo de flores silvestres a dejarlas en la loza que marcaba el lugar donde su madre descansaba.

Los años pasaron, se convirtió en una mujer callada, de mirada firme y conducta intachable. Su padre le permitió participar de los asuntos de la estancia y hasta tomar algunas decisiones importantes. Una noche, que estaba en la inmensidad de su propiedad, buscando un ternero que se había escapado, pudo ver entre la arboleda tupida una luz brillante que titilaba, como si proviniera de una fogata; era común que se instalaran por tiempos algunos vagabundos que se acercaban a la propiedad buscando cazar para comer alguna cabeza de ganado, pero siempre pedían permiso y sabían que no podían matar en época de cría.

Se acercó, con sigilo ato su montura en una enramada, cuando estuvo a varios metros de la hoguera se encontró solo con una anciana, tan envejecida que sus manos eran del color del tronco de los árboles y sus dedos finas ramitas. Su rostro tenía el color del bronce por la iluminación del fuego y sus ojos pequeños pero profundos se clavaron en los suyos.

- Ven acércate, te he estado esperando - dijo la mujer a Maryeva – has tardado en venir, llevo varios años esperándote. – Sus manos siguieron moviéndose lentamente sobre el almirez, en el que parecía estuviera moliendo algún tipo de semilla. - ¿A mí? – Se sorprendió – anciana, no te conozco y he pasado muchas veces por este camino y nunca te he encontrado-, - Es que no podía presentarme en tu hogar, aunque tu madre lo hubiera querido, fue tu padre quien se opuso, él solo quería que vivieras tranquila sin saber cuál es tu destino -.
- ¿Mi destino? – Por su mente divagaron un sinfín de posibilidades, de escenas no entendidas, de miradas acusatorias de parte de su padre y de angustia en los ojos de su madre. Recordó que el día en que su madre murió, ésta le quería entregar un libro en el cual podría descubrir el origen de la familia Aude. Pero ese libro se había quemado, junto con los más de 5.000 ejemplares que poseía aquella pequeña habitación.
- Tu madre tenía dudas, de poder explicarte el origen y destino de tu linaje, es por eso que me pidió que conservara esto – de pronto las manos de la anciana sostenían con delicadeza el libro que ella conocía perfectamente, porque su madre siempre lo tenía en su falda cada vez que se encontraba en aquella habitación. – debes leerlo, pero ten mucho cuidado que tu padre no lo vea y ven mañana antes que den las doce de la noche porque es indispensable que te explique lo que en sus páginas has de encontrar. Ahora es mejor que vuelvas y lleva el ternero de vuelta a su madre, ha estado berreando por leche todo el día-. Ella tomo con suma delicadeza el libro que se le extendía y sus ojos se sumieron en la extraña ilustración del relieve - idéntica a la del tapiz del salón de baile- que adornaba su cubierta. Cuando quiso saludar a la anciana, ésta había desaparecido al igual que la hoguera y solo descubrió la potente luz de la luna que se filtraba en un claro del matorral, en medio de éste se encontraba el ternero, quieto, esperando que ella lo condujera sin problemas hasta el casco de la estancia.

Como hacia muchas veces desde que su madre había partido, se introdujo por la ventana de su dormitorio y guardo en su secreter el libro. Se arregló y se presentó en el comedor donde su padre ya cenaba. Levanto la vista y le clavo aquella mirada fría, como la de un felino, - ella había aprendido que con esa mirada Armand, podía atemorizar a los campesinos y también a los invitados, pero en ella solo causaban desdén - . Se sentó a la mesa, el sirviente se acercó presto a servirle. - ¿Se puede saber dónde te habías metido?– increpo su padre, golpeando levemente el mango del cuchillo en la mesa. - Salí a buscar el ternero – dijo secamente y siguió comiendo sin mirarlo, - ¿Intentas hacerme creer, que lo que un grupo de hombres no pudieron terminar, mi hija en su paseo crepuscular lo logro?– la voz sonó atronadora y el golpe seco en los maderos de la mesa hizo tintinear las copas de cristal.

En ese instante, se abrió la puerta y el capataz apareció estrujando nerviosamente el sombrero.
- Pa… patrón, la… la ternera que se había perdido está en el corral con su madre, mamando sin problemas, la revise y se encuentra en perfecto estado -. Maryeva levantó su cabeza con tranquilidad y enfrentó con su mirada a su padre - Por supuesto, fui yo quien la encontró, por los matorrales del sureste de la propiedad, cerca de la laguna, la traje antes de venir a degustar tan esplendida cena junto a mi padre -.

- Como puede ser posible que mi hija, encuentre un maldito animal perdido y que diez peones más un capataz no sean capaces de realizar la tarea – vociferó mientras se levantaba y los platos caían al suelo, las copas estallaban y el pobre capataz casi se convertía en piedra – vete y déjame solo, por tu bien, no te vuelvas a aparecer por unos días -. El hombre inclino la cabeza y mentalmente elevo una plegaria, mientras su mirada y la de Maryeva se unían, ella, le pedía perdón por la escena de su padre. El rostro del hombre se dulcifico y como si cayera en un ensalmo se fue pacíficamente. - ¿Como hicisteis para encontrar ese animal? – Pregunto su padre mucho más calmado – somos pocos en nuestra familia que tenemos, diríamos, un don para encontrar lo que se ha perdido. – su voz se había distendido y sus ojos tenían el color del aguamarina, ella sabía que la tormenta había pasado. - No lo tengo muy en claro, pero fue como si un sentido especial, me llevara al lugar donde se encontraba el ternero. No se tal vez el oído, o el olfato… - Su padre se transformó ante sus ojos y por un efímero segundo lo vio viejo y cansado, como si un peso muy grande le estuviera agobiando la existencia. Titubeo, la miro a los ojos con expresión desolada y tras una inclinación de cabeza se retiró de la sala. – si papá, buenas noches, yo también te amo – pensó, mientras él se perdía en la galería embaldosada y sus pasos se alejaban.

Toda la noche la ocupo leyendo y al primer rayo de luz de la alborada, Maryeva, sintió que el piso de su habitación se resquebrajaba. En la mañana y la tarde decidió quedarse encerrada, y cuando su padre mando a preguntar por ella, solo dijo que una terrible jaqueca le mantenía en la cama. Al llegar la noche solo tomo una tizana y se retiró a dormir. Media hora antes de que tocaran las doce se encontraba camino al encuentro de su destino.

La anciana la estaba esperando, en el mismo claro que la noche anterior. Desmonto del caballo sin esperar a que este se detuviera, como un felino cayo de pie y con gracia. Se quedó mirando a la mujer. - Veo por tu actitud que has leído y que entiendes perfectamente todo, dime que deseas sabe – dijo sin levantar la vista y sin dejar de moler en su almirez. - Porque mi padre trato de ocultármelo, porque murió mi madre y sobre todo que es esta maldición que cayó sobre la familia Aude. – se postro ante la anciana y le extendió el libro que, recién allí se percató, estaba quemado en parte.

- Tu padre solo intentaba salvarte. La Familia de tu padre proviene de una región, donde siempre han existido seres maravillosos, que no son comprendidos por el vulgo y menos por los cazadores. A estos seres se les culpó de una serie de crímenes horrendos y se les trato de exterminar. Tu padre y tu madre eran los últimos de esa estirpe de seres míticos, que cuidaban la región del Languedoc. Tuvieron que huir y por un tiempo lo consiguieron, pero, se hizo más común encontrar franceses por estos lugares y pronto les seguirían los temidos cazadores a esta parte del continente. Él solo intentó que lo inevitable no ocurriera. Eres una Cambiaformas, aquí les llamamos Capiangos, puedes transformarte en felino, y te sirve para cazar y sobrevivir, para espiar y defender. Pero debes tener en cuenta que por ninguna razón deben saber , los humanos, lo que en realidad eres, si así fuera, tu vida no valdría nada -.

La anciana paso el resto de la noche, y noches sucesivas, enseñando a la cambiaformas o al Capiango a mutar. Maryeva descubrió que le fascinaba correr y trepar, que se sentía libre y fuerte mientras llevaba la forma de felino. Cuando la tarea de la anciana estuvo concluida, luego de varios meses, se despidieron, no sin antes presenciar un hecho sorprendente. Aquella última noche, en la que vería a su instructora.

Maryeva llego más temprano de lo acordado. Encontró a la anciana acariciando la cabeza de un puma que pacíficamente la había colocado en su regazo. Al acercarse, el animal se dio vuelta, mostrando sus potentes fauces, en los ojos de la fiera pudo ver a su padre y comprendió que aquel majestuoso animal era Armand.

- El también vino a despedirse… hija mía – dijo la anciana, por primera vez en todo ese tiempo que pasaron juntas, pudo descubrir un dejo melodioso en su voz, un recuerdo vago y lejano que la hizo acordarse de su infancia. En un segundo el rostro de la anciana se transformó en el bello semblante de su madre – Es hora de que parta, ya mi tiempo en este mundo ha terminado, mi misión se ha cumplido. Mi querido Armand, cuida de nuestra hija y vive por favor, no te atormentes más por mi suerte, el destino es inescrutable e invariable y el mío estaba escrito -.

Pasaron unos meses y tras una charla con Armand, decidió que ya era tiempo de emprender un camino diferente, ella no era como su padre, no permitiría que nadie le robe su libertad. Estaba decidida a vivir en el hogar que sus padres dejaron en Languedoc, volvería a Francia. Viviría con una tía materna en las afueras de Paris, en la mansión de la familia Bougainville, única condición que su padre se empecinó en que cumpliera, tal vez con la íntima esperanza que consiguiera un buen marido de Clase alta ya que ellos habían pertenecido a la Nobleza y sus tierras en el Valle no eran despreciables. Sabía que, le llevaría un tiempo re acomodar los intereses financieros de su familia, en el interior de Francia, pero ella era joven, resuelta y podía esperar tanto tiempo como fuera necesario.

Hasta aquí el porque de mi llegada a París, de una venganza que nunca logre cumplir, por que los destinos, son insondables y el mío era otro, en el que encontraría nuevamente el amor y viviría un periodo de paz relativa, por un tiempo fui feliz, viviendo con el hombre que me dio el amor que necesitaba, aquel que podría haber sido mi enemigo, pero prefirió ser mi ángel guardia. La vida nos bendijo con la llegada de nuestro pequeño retoño Eva, todo parecía tan perfecto, que pensé - nada podrá salir mal - mas me equivoqué, la maldad de una mujer, su codicia, su venganza, hizo que perdiera a mi esposo y a nuestro segundo hijo. Mas no pierdo la esperanza, de encontrar a mi familia, sé que Eva está viva, y que de alguna manera mi amado Girolamo también lo está. Haré lo necesario para encontrarlos y volver a ser la familia amorosa y feliz que alguna vez fuimos.