AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aslan Hafiz [ID]
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Aslan Hafiz [ID]
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Aslan Hafiz.▲EDAD▲
27 años.▲ESPECIE▲
Humano.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Ninguna.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Esclavo.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Bisexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Turquía.▲HABILIDADES/PODERES▲
Ninguno.Si algo define a Aslan es su bondad y su nobleza. Es una persona que no tiene prejuicios hacia nada ni hacia nadie, pues debido a su experiencia personal, ha podido darse cuenta que lo que vale en una persona no es su rango ni su posición social, si no la bondad de su alma y su respeto hacia los demás. No tolera que nadie le falte al respeto, ni a él ni a quienes le rodean, cosa que le convierte en una persona con un remarcable sentido de la justicia. Es especialmente severo con las agresiones hacia mujeres, por las cuales siente una sensibilidad especial, ya que su familia en Turquía está prácticamente conformada por féminas; sin olvidar que proviene de una cultura donde estas se consideran criaturas muy débiles. Es, por otro lado, una persona especialmente dura consigo misma y con sus principios. Le cuesta perdonarse por los errores del pasado.
Aunque es caballeroso y amable, también oculta una parte terrible en su interior; tal cosa lo convierte en una persona sumamente cerrada con su pasado y su historia de vida, la cual solo compartirá con aquellos que se demuestren merecedores de su confianza. Su peor defecto es la tendencia a resolverlo todo desde la violencia, una parte que él mismo odia de su personalidad, pero que a la vez reconoce que le ha salvado en más de una ocasión. Asimismo, es un hombre profundamente espiritual, muy vinculado con sus creencias y el Islam. Sin embargo, a pesar de su prominente fe, no se considera merecedor del perdón de Dios ni del amor de quienes le rodean. Por ello, vive un poco aislado del resto del mundo, a pesar de ser una persona capaz de amar de forma apasionada, con mucha profundidad.
No es un hombre especialmente culto, ya que sus circunstancias no le han permitido tener una educación decente. No sabe ni leer ni escribir, pero no por ello se le puede considerar menos inteligente. Aprendió el francés con relativa facilidad, hablándolo casi a la perfección al cabo de su primer año de estadía en París. Sabe buscarse la vida y para él, su mayor felicidad es tener algo para comer y un lugar caliente donde dormir. En cuanto al amor y las relaciones carnales no tiene muchas experiencias al respecto debido a la cultura en la que se crió, en la cual el adulterio se castigaba de las formas más terribles. Es, por tanto, algo inocente en lo que a la intimidad se refiere; aunque es bisexual, en un principio le costaría aceptar la relación con un hombre, principalmente debido a sus creencias, las cuales tildan las relaciones homosexuales como algo antinatural.
Aunque es caballeroso y amable, también oculta una parte terrible en su interior; tal cosa lo convierte en una persona sumamente cerrada con su pasado y su historia de vida, la cual solo compartirá con aquellos que se demuestren merecedores de su confianza. Su peor defecto es la tendencia a resolverlo todo desde la violencia, una parte que él mismo odia de su personalidad, pero que a la vez reconoce que le ha salvado en más de una ocasión. Asimismo, es un hombre profundamente espiritual, muy vinculado con sus creencias y el Islam. Sin embargo, a pesar de su prominente fe, no se considera merecedor del perdón de Dios ni del amor de quienes le rodean. Por ello, vive un poco aislado del resto del mundo, a pesar de ser una persona capaz de amar de forma apasionada, con mucha profundidad.
No es un hombre especialmente culto, ya que sus circunstancias no le han permitido tener una educación decente. No sabe ni leer ni escribir, pero no por ello se le puede considerar menos inteligente. Aprendió el francés con relativa facilidad, hablándolo casi a la perfección al cabo de su primer año de estadía en París. Sabe buscarse la vida y para él, su mayor felicidad es tener algo para comer y un lugar caliente donde dormir. En cuanto al amor y las relaciones carnales no tiene muchas experiencias al respecto debido a la cultura en la que se crió, en la cual el adulterio se castigaba de las formas más terribles. Es, por tanto, algo inocente en lo que a la intimidad se refiere; aunque es bisexual, en un principio le costaría aceptar la relación con un hombre, principalmente debido a sus creencias, las cuales tildan las relaciones homosexuales como algo antinatural.
Aslan nació en Turquía, en las calles más oscuras de Estambul, donde no se cuece nada bueno; en esas calles estrechas, plagadas del aroma de las especias, de orín y de desesperación. Creció en una familia de clase baja, para la cual tener una comida al día se consideraba un privilegio. De su padre poco supo, solo que antaño había sido un importante comerciante de seda y especias, arruinado por su afición al juego y a las mujeres. Con su madre y sus dos hermanas se dedicaban a buscar comida; primero vendiendo todo cuanto poseían, el escaso legado que les quedaba de su vida acomodada. Cuando ya no les quedaba nada, tuvieron que aceptar trabajos de todo tipo; sus hermanas cosían a cambio de unas escasas monedas de oro, y él se dedicaba sin más remedio a trapichear en los bajos fondos. Eso no le trajo muy buena fama, ni tampoco buena fortuna. Sus problemas con las autoridades eran constantes, pues se dedicaba a robar a los comerciantes de opio para revenderlo a precios más escasos. Debido a eso, comenzó a tener contacto con miembros de las clases más altas de la sociedad turca, quienes le llamaban para proveer de droga sus desenfrenadas fiestas a cambio de un cantidad de oro que para ellos resultaba irrisoria. En su juventud, Aslan se vio envuelto en un mundo que su mente pueril no alcanzaba a entender del todo.
Intrigas, odios, y dinero. Gente que quería muerta a otra gente... y estaban dispuestos a pagar por ello. Poco después de cumplir él los 17 años, su madre enfermó, y ya apenas les quedaba dinero para pagar los gastos médicos. Además, una de sus hermanas, la mayor, ya estaba en edad de casarse, pero era difícil que la aceptara algún buen hombre porque su familia no gozaba de dote, ni de ningún título. En ese momento, Aslan no pensó ni en el precio ni en la consecuencia. Uno de sus contactos le pasó una información de lo más jugosa: estaban dispuestos a entregar una alta cantidad de dinero a cambio de "ciertos servicios". Por supuesto, esos ciertos servicios se referían a un asesinato en toda regla. Acechó a su víctima en la noche; un hombre rico, consejero del califa. Iba borracho como una cuba, su cuerpo gordo y sarnoso oscilaba de un lado a otro de la calle debido a los efectos del alcohol. Él era mejor que esa persona; y por ello Aslan se dijo que el remordimiento no debía reconcomerle. Pensó en sus hermanas, en su pobre y enferma madre hundida en el sufrimiento... y le clavó el cuchillo en la yugular.
La cara del hombre, grasienta y pútrida se contorsionó en una mueca de dolor y sorpresa. La mano temblorosa de Aslan se deshizo del agarre del cuchillo. Un charco oscuro estancado en una esquina de la callejuela le devolvió el reflejo de su rostro, cargado de emociones mezcladas. Se tuvo miedo a si mismo; se asustó al ver una gota de júbilo en su mirar. El calor en las noches de Estambul le calaba en la piel, el olor de su sudor se mezcló con el de la sangre ardiente. Esa fue la primera vez que Aslan estuvo en contacto con esa parte oscura de si mismo. Escondió el cadáver en una pila de basura; nadie lo sabría jamás. El cuchillo lo llevó consigo, y corrió y corrió, bañado por la luz de una luna nueva que sería el único testigo de tal acto. Es difícil explicar lo que sintió Aslan en aquel momento. Durante un instante, se sintió orgulloso de si mismo por haber sido capaz de llevar a cabo tal acto, pues no cabe olvidar que había nacido en un ambiente donde el crimen estaba a la orden del día, donde este era la normalidad, y donde la hombría se demostraba con actos como aquel. Matar resultó mucho menos terrible y trascendental de lo que él mismo hubiera imaginado en un primer momento; y por un momento, se sintió amo de su destino, se sintió poderoso.
En un mundo como el suyo, en el cual la justicia y la bondad siempre se veían truncadas por el poder, él siempre se había sentido como un mero títere. Como una pieza diminuta en la inmensidad de un engranaje que se le antojaba incomprensible y complejo. Pero ahí, cubierto de sangre e hipnotizado por una sensación que oscilaba entre lo terrible y lo jubiloso, se descubrió a si mismo como un ser poderoso. Ya no viviría a merced de los caprichos del destino, ni de los poderosos. Ahora, él tenía el poder e iba a gozar de él. A esa oferta de trabajo le siguieron muchas más, y pronto, Aslan logró hacerse un nombre entre los mercenarios de la ciudad. Por supuesto, no quiso nunca que su madre o sus hermanas supieran nunca de su verdadera ocupación.
...Pero no hay secreto alguno que pueda guardarse eternamente, y en una ciudad como Estambul, los rumores corren como el agua. La madre de una de sus muchas víctimas acudió a su casa, henchida de despecho y de desesperación. El secreto de Aslan se expuso a la luz, y las autoridades acudieron a buscarlo; logró escabullirse por poco, efectuando unos cuantos chantajes a sus contactos habituales. Pero el shock empeoró en demasía el estado de su madre, que antes de morir le hizo prometerle que no cometería más crímenes. Que no se ensuciaría más las manos. Aslan jamás olvidará las palabras que le dirigió aquella mujer moribunda en su lecho, con los ojos repletos de un amor desesperado por su hijo, un amor capaz de creer en todo. "Yo creo en la bondad que hay en ti, creo en ella, como creía en la de tu padre...", y sus ojos se tornaron negros, como se tornaban los de sus víctimas en cuanto les alcanzaba la muerte. Y en aquel momento, esta, la muerte, dejó de ser un hecho lejano e impersonal; y las lágrimas, después de muchos años, cayeron por su rostro, dando forma a las emociones y conflictos mezclados que sacudían su interior.
Aslan rezó y azotó su cuerpo. Purgó su alma, recitó de nuevo el Shahada (versos que se recitan para convertirse al Islam), y oró a Ala para que perdonara sus pecados y su oscuro pasado. Pero es difícil salir de la oscuridad una vez que esa ya te ha consumido, y por más que Aslan se esforzó por olvidar los terrores de sus recuerdos, había quienes no estaban dispuestos a hacerlo... y así fue como al cabo de un tiempo algunos de sus antiguos "amigos" volvieron a ponerse en contacto con él. A muchos les debía dinero, pues estaba sumamente endeudado debido a la reciente boda de su hermana y al tratamiento de su madre. Les prometió pagarles, por supuesto, pero estos no tardaron en darse cuenta que el trabajo de curtidor de pieles que había encontrado, y que ejercía de manera honrada, no podía darle para mucho más que para su propia supervivencia. Y por ese motivo decidieron venderle a una mafia que estaba relacionada con la trata de esclavos.
Así fue como Aslan llegó a París, ya con 20 años (ahora tiene 27, han pasado siete años desde su llegada). Ese era un mundo desconocido para él; un mundo pomposo, que a veces se sentía extrañamente irreal. Vio la suciedad de sus gentes y la hipocresía de las mismas. No solo se sentía perdido, si no también profundamente solo. Ya no tenía a sus hermanas, ni tenía las mezquitas donde se recluía cuando la culpabilidad y el dolor le podían. Desamparado, Aslan emprendió una nueva vida en un lugar extraño; en un sitio en el que, además, lo trataban como a poco más que una bestia de carga. A veces lo podían el odio y el rencor, y deseaba ser el Aslan de antaño, la poderosa bestia que lo terminaba todo con el azote de un cuchillo, manchándose las manos y el alma de sangre... pero las palabras de su madre siempre lo salvaban de la oscuridad. Ha pasado por manos de diversos amos en los últimos cuatro años, pero lleva un total de dos siendo propiedad del mismo, trabajando en un negocio textil de las afueras de la ciudad.
Intrigas, odios, y dinero. Gente que quería muerta a otra gente... y estaban dispuestos a pagar por ello. Poco después de cumplir él los 17 años, su madre enfermó, y ya apenas les quedaba dinero para pagar los gastos médicos. Además, una de sus hermanas, la mayor, ya estaba en edad de casarse, pero era difícil que la aceptara algún buen hombre porque su familia no gozaba de dote, ni de ningún título. En ese momento, Aslan no pensó ni en el precio ni en la consecuencia. Uno de sus contactos le pasó una información de lo más jugosa: estaban dispuestos a entregar una alta cantidad de dinero a cambio de "ciertos servicios". Por supuesto, esos ciertos servicios se referían a un asesinato en toda regla. Acechó a su víctima en la noche; un hombre rico, consejero del califa. Iba borracho como una cuba, su cuerpo gordo y sarnoso oscilaba de un lado a otro de la calle debido a los efectos del alcohol. Él era mejor que esa persona; y por ello Aslan se dijo que el remordimiento no debía reconcomerle. Pensó en sus hermanas, en su pobre y enferma madre hundida en el sufrimiento... y le clavó el cuchillo en la yugular.
La cara del hombre, grasienta y pútrida se contorsionó en una mueca de dolor y sorpresa. La mano temblorosa de Aslan se deshizo del agarre del cuchillo. Un charco oscuro estancado en una esquina de la callejuela le devolvió el reflejo de su rostro, cargado de emociones mezcladas. Se tuvo miedo a si mismo; se asustó al ver una gota de júbilo en su mirar. El calor en las noches de Estambul le calaba en la piel, el olor de su sudor se mezcló con el de la sangre ardiente. Esa fue la primera vez que Aslan estuvo en contacto con esa parte oscura de si mismo. Escondió el cadáver en una pila de basura; nadie lo sabría jamás. El cuchillo lo llevó consigo, y corrió y corrió, bañado por la luz de una luna nueva que sería el único testigo de tal acto. Es difícil explicar lo que sintió Aslan en aquel momento. Durante un instante, se sintió orgulloso de si mismo por haber sido capaz de llevar a cabo tal acto, pues no cabe olvidar que había nacido en un ambiente donde el crimen estaba a la orden del día, donde este era la normalidad, y donde la hombría se demostraba con actos como aquel. Matar resultó mucho menos terrible y trascendental de lo que él mismo hubiera imaginado en un primer momento; y por un momento, se sintió amo de su destino, se sintió poderoso.
En un mundo como el suyo, en el cual la justicia y la bondad siempre se veían truncadas por el poder, él siempre se había sentido como un mero títere. Como una pieza diminuta en la inmensidad de un engranaje que se le antojaba incomprensible y complejo. Pero ahí, cubierto de sangre e hipnotizado por una sensación que oscilaba entre lo terrible y lo jubiloso, se descubrió a si mismo como un ser poderoso. Ya no viviría a merced de los caprichos del destino, ni de los poderosos. Ahora, él tenía el poder e iba a gozar de él. A esa oferta de trabajo le siguieron muchas más, y pronto, Aslan logró hacerse un nombre entre los mercenarios de la ciudad. Por supuesto, no quiso nunca que su madre o sus hermanas supieran nunca de su verdadera ocupación.
...Pero no hay secreto alguno que pueda guardarse eternamente, y en una ciudad como Estambul, los rumores corren como el agua. La madre de una de sus muchas víctimas acudió a su casa, henchida de despecho y de desesperación. El secreto de Aslan se expuso a la luz, y las autoridades acudieron a buscarlo; logró escabullirse por poco, efectuando unos cuantos chantajes a sus contactos habituales. Pero el shock empeoró en demasía el estado de su madre, que antes de morir le hizo prometerle que no cometería más crímenes. Que no se ensuciaría más las manos. Aslan jamás olvidará las palabras que le dirigió aquella mujer moribunda en su lecho, con los ojos repletos de un amor desesperado por su hijo, un amor capaz de creer en todo. "Yo creo en la bondad que hay en ti, creo en ella, como creía en la de tu padre...", y sus ojos se tornaron negros, como se tornaban los de sus víctimas en cuanto les alcanzaba la muerte. Y en aquel momento, esta, la muerte, dejó de ser un hecho lejano e impersonal; y las lágrimas, después de muchos años, cayeron por su rostro, dando forma a las emociones y conflictos mezclados que sacudían su interior.
Aslan rezó y azotó su cuerpo. Purgó su alma, recitó de nuevo el Shahada (versos que se recitan para convertirse al Islam), y oró a Ala para que perdonara sus pecados y su oscuro pasado. Pero es difícil salir de la oscuridad una vez que esa ya te ha consumido, y por más que Aslan se esforzó por olvidar los terrores de sus recuerdos, había quienes no estaban dispuestos a hacerlo... y así fue como al cabo de un tiempo algunos de sus antiguos "amigos" volvieron a ponerse en contacto con él. A muchos les debía dinero, pues estaba sumamente endeudado debido a la reciente boda de su hermana y al tratamiento de su madre. Les prometió pagarles, por supuesto, pero estos no tardaron en darse cuenta que el trabajo de curtidor de pieles que había encontrado, y que ejercía de manera honrada, no podía darle para mucho más que para su propia supervivencia. Y por ese motivo decidieron venderle a una mafia que estaba relacionada con la trata de esclavos.
Así fue como Aslan llegó a París, ya con 20 años (ahora tiene 27, han pasado siete años desde su llegada). Ese era un mundo desconocido para él; un mundo pomposo, que a veces se sentía extrañamente irreal. Vio la suciedad de sus gentes y la hipocresía de las mismas. No solo se sentía perdido, si no también profundamente solo. Ya no tenía a sus hermanas, ni tenía las mezquitas donde se recluía cuando la culpabilidad y el dolor le podían. Desamparado, Aslan emprendió una nueva vida en un lugar extraño; en un sitio en el que, además, lo trataban como a poco más que una bestia de carga. A veces lo podían el odio y el rencor, y deseaba ser el Aslan de antaño, la poderosa bestia que lo terminaba todo con el azote de un cuchillo, manchándose las manos y el alma de sangre... pero las palabras de su madre siempre lo salvaban de la oscuridad. Ha pasado por manos de diversos amos en los últimos cuatro años, pero lleva un total de dos siendo propiedad del mismo, trabajando en un negocio textil de las afueras de la ciudad.
- Por el momento, vive al margen de todo lo sobrenatural que se acontece en París.
- Vive con el resto de esclavos que trabajan con él, a cargo del mismo amo, en una comuna situada en la misma fábrica.
- Su mayor sueño o deseo en la vida es el de formar una familia, algo que él ve como imposible debido a su condición de esclavo.
- Su nombre, Aslan, significa "león" y lo heredó de su abuelo paterno.
- Habla el francés casi a la perfección, con fallos nimios en su fonética. Sin embargo, se nota su procedencia extranjera debido a la suavidad con la que pronuncia las erres y las eses.
- Es el menor de dos hermanas, a las cuales ama más que a su propia vida, y a quienes hecha de menos terriblemente.
- Hay pocas cosas que le den miedo, excepto el monstruo sanguinario que él cree que habita en su interior.
- Vive con el resto de esclavos que trabajan con él, a cargo del mismo amo, en una comuna situada en la misma fábrica.
- Su mayor sueño o deseo en la vida es el de formar una familia, algo que él ve como imposible debido a su condición de esclavo.
- Su nombre, Aslan, significa "león" y lo heredó de su abuelo paterno.
- Habla el francés casi a la perfección, con fallos nimios en su fonética. Sin embargo, se nota su procedencia extranjera debido a la suavidad con la que pronuncia las erres y las eses.
- Es el menor de dos hermanas, a las cuales ama más que a su propia vida, y a quienes hecha de menos terriblemente.
- Hay pocas cosas que le den miedo, excepto el monstruo sanguinario que él cree que habita en su interior.
Aslan Hafiz- Esclavo
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 29/07/2016
Re: Aslan Hafiz [ID]
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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