AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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.:Hécate Estigia [ID]:.
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.:Hécate Estigia [ID]:.
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Hécate Estigia. También llamada Sara.▲EDAD▲
5838 años justos. Aparenta unos 30.▲ESPECIE▲
Vampiro.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Soldado Condenado. Facciones número 1 y 5 respectivamente.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase alta.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Hispania romana.▲HABILIDADES/PODERES▲
→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.
→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
→ Fortaleza: Capacidad de resistencia extrema al dolor físico.
→ Inflingir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.
→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.
→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
→ Fortaleza: Capacidad de resistencia extrema al dolor físico.
→ Inflingir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.
Hécate posee una mente compleja que cuesta comprender o conocer. No le gusta hablar de sí misma, vive fortificada por sus secretos y no suele dejar que nadie indague en su pasado. Es muy celosa de su privacidad y de la toma de sus propias decisiones. Puede tolerar un consejo y respetar la opinión ajena, pero de ahí a permitir que la obliguen a hacer algo que no desea es algo tremendamente peligroso dada la potencia de su carácter.
No sólo es una mujer de decisiones firmes, perseverantes y autoritarias, sino también con genio. Los siglos han enfriado su carácter hasta crear la engañosa sensación de que nunca ocurre nada, pero un sólo vistazo a sus ojos basta para recordar que el frío también puede quemar, y el de esta cazadora tiende a arder en bofetadas físicas o verbales cuando pierde los estribos y se enfada. Su ingenio se muestra con una lengua viperina con la que bromea a costa de un humor sarcástico, negro y en ocasiones hiriente. Incluso con palabras demasiado subidas de tono para una dama. Pero el haber nacido en una época completamente distinta a la victoriana le acarrea el inmenso problema de quedar en evidencia cuando exterioriza sus pensamientos, muchos de los cuales dejarían boquiabiertos hasta al más firme.
No obstante, a pesar de ser tan malhablada en ocasiones y demasiado directa en las formas, Hécate es una mujer con miedos. Puede que su cuerpo haya muerto, pero no así los fantasmas que arrastra desde su conversión y que la siguen martirizando a día de hoy. Desprecia profundamente a los nigromantes que emplean sus oscuras habilidades para perturbar el descanso de los fallecidos, así como a los vampiros que se comportan como bestias sanguinarias y sin control alguno. Ya en vida les daba caza, pero tras dominar sus instintos ha dedicado toda su no-muerte a profundizar en su persecución y redimir así los pecados y errores que la llevaron a su propio final.
No confía en la Santa Inquisición. Ser una vampira con tanta longevidad le ha permitido ver cambiar el mundo de una a otra civilización. Vio el surgir de esta organización a manos de Tomás de Torquemada bajo el reinado de los Reyes Católicos, y ya desde un principio supo que no sería buena idea. Al menos no como se planteó su concepto. Ha visto a gente apresada y torturada sólo por creer en otra religión que no fuese la cristiana. Ha visto auténticas atrocidades. Pero a pesar de todo, sabe que alguien tiene que parar los pies de los verdaderos monstruos de este mundo —monstruos como ella misma irónicamente— y que los únicos dispuestos y preparados para ello son los miembros de la propia Inquisición, y es por eso mismo que les será fiel y seguirá sus órdenes siempre y cuando no sea testigo directo de sus atrocidades, algo que ya tiene más que advertidísimo a sus compañeros.
No sólo es una mujer de decisiones firmes, perseverantes y autoritarias, sino también con genio. Los siglos han enfriado su carácter hasta crear la engañosa sensación de que nunca ocurre nada, pero un sólo vistazo a sus ojos basta para recordar que el frío también puede quemar, y el de esta cazadora tiende a arder en bofetadas físicas o verbales cuando pierde los estribos y se enfada. Su ingenio se muestra con una lengua viperina con la que bromea a costa de un humor sarcástico, negro y en ocasiones hiriente. Incluso con palabras demasiado subidas de tono para una dama. Pero el haber nacido en una época completamente distinta a la victoriana le acarrea el inmenso problema de quedar en evidencia cuando exterioriza sus pensamientos, muchos de los cuales dejarían boquiabiertos hasta al más firme.
No obstante, a pesar de ser tan malhablada en ocasiones y demasiado directa en las formas, Hécate es una mujer con miedos. Puede que su cuerpo haya muerto, pero no así los fantasmas que arrastra desde su conversión y que la siguen martirizando a día de hoy. Desprecia profundamente a los nigromantes que emplean sus oscuras habilidades para perturbar el descanso de los fallecidos, así como a los vampiros que se comportan como bestias sanguinarias y sin control alguno. Ya en vida les daba caza, pero tras dominar sus instintos ha dedicado toda su no-muerte a profundizar en su persecución y redimir así los pecados y errores que la llevaron a su propio final.
No confía en la Santa Inquisición. Ser una vampira con tanta longevidad le ha permitido ver cambiar el mundo de una a otra civilización. Vio el surgir de esta organización a manos de Tomás de Torquemada bajo el reinado de los Reyes Católicos, y ya desde un principio supo que no sería buena idea. Al menos no como se planteó su concepto. Ha visto a gente apresada y torturada sólo por creer en otra religión que no fuese la cristiana. Ha visto auténticas atrocidades. Pero a pesar de todo, sabe que alguien tiene que parar los pies de los verdaderos monstruos de este mundo —monstruos como ella misma irónicamente— y que los únicos dispuestos y preparados para ello son los miembros de la propia Inquisición, y es por eso mismo que les será fiel y seguirá sus órdenes siempre y cuando no sea testigo directo de sus atrocidades, algo que ya tiene más que advertidísimo a sus compañeros.
Sara nació como esclava. Hija de una esclava, también, así que su futuro estaba decidido desde el mismo instante en que nació. Por aquella época el Imperio Romano dominaba el mundo. Eran famosos sus políticos, sus emperadores, sus legiones y sus coliseos. Era una vida hedonista, de placeres en el vino, las fiestas y los bailes. En ese abrazo de lujo, pero en el escalón más bajo de la pirámide social, nació Sara. Desde muy pequeña fue educada por su madre para servir en las cocinas. Sus tareas eran menores al ser tan pequeña, pero poco a poco supo abrirse paso en los corazones de los demás esclavos e incluso de sus amos, que la tenían mimada a pesar de seguir siendo una esclava más. Quizá el hecho de que sus amos no pudiesen tener hijos, un valor muy preciado y deseado para ellos, facilitó que la tuviesen tan consentida mientras sus risas llenasen las paredes de su hogar.
Aunque parece ser que el destino tenía reservado un destino mucho más cruento que el que esperaban todos. A la edad de siete años, Sara fue testigo de cómo uno de los esclavos de un amigo de su amo forzaba a su madre en las cocinas. Cuando el esclavo se dio cuenta de que la niña estaba mirando y oyó las súplicas de su madre, decidió amenazarla con tocar a la pequeña Sara si no se dejaba hacer lo que él quisiera. Lo que el esclavo no vio venir fue que Sara escondía un cuchillo tras la espalda, y cuando éste se acercó para asustar a la madre, la pequeña se lo clavó en el ojo y apretó hasta que él, sorprendido y alarmado, quedó sin vida. Madre e hija trataron de ocultarlo, pero los gritos alertaros a los guardias de su patró, que las azotaron y las llevaron para que fuesen reprendidas por los libres. El amo de Sara estaba dispuesto a pagar por el esclavo asesinado. Pero su buen amigo, que era lanista, creyó ver algo en la pequeña y exigió como pago un intercambio: Sara a cambio del esclavo muerto o de lo contrario tendrían problemas. El amo de Sara no tuvo más remedio que aceptar, y madre e hija fueron separadas para siempre.
Resultó que Claudio Metellus, como lanista, regentaba una casa de esclavos gladiadores. No solía haber mujeres en estos espectáculos de arena. Pero las pocas que había tenían siempre éxito por el exotismo de su sexo. Sara fue entrenada como gladiatrix y pasó a formar parte de las filas de luchadores de la Casa de Metellus. Se acabaron los mimos y los consentimients. Allí, a Sara le dieron el nombre de Hécate y bajo éste fue sólo uno más, tratada igual que los varones y necesitando ganarse el respeto de estos para que no la utilizasen como un juguete sexual cuando los guardias no mirasen. A los dieciséis años fue marcada con hierro candente en su brazo, lo cual la nombraba oficialmente como una Hermana más de aquellos gladiadores.
La arena se convirtió en la única vida que conocía. Lucha por sobrevivir en un mundo de sangre y dolor. La mayor parte de los espectáculos a los que Hécate acudía eran al anochecer, cuando se encendían las antorchas y el público esperaba fervientemente la aparición de aquéllas exóticas mujeres, que contrario a lo que dictaba la sociedad, combatían tan fieras como cualquier hombre. Hécate no sólo sobrevivió, sino que supo ganarse a su público hasta el punto de recibir la rudis a una edad temprana, a sus veintitrés años, y quedar en libertad bajo la premisa de que una guerrera tan formidable como ella merecía ser recompensada por los dioses pasados y futuros.
Al principio se sintió perdida. Hécate se había acostumbrado a combatir en los coliseos y no conocía otra cosa que no fuera esa. Necesitaba pelear, así que participó en combates ilegales para ganarse un sustento y saciar su necesidad de sangre. Durante uno de estos combates fueron atacados por una bestia cuyo nombre desconocían. Hécate ya había logrado escapar, pero oyó gritos en el interior de gente que aun permanecía con vida. A pesar de saber que no era buena idea, regresó para encarar a la bestia por voluntad propia.
Así fue como conoció a Amrod.
Amrod era un cazador, pero no uno que se contentase con reses. Era un cazador de muertos vivientes. Explicó a Hécate que aquéllo a lo que se había enfrentado tan valientemente era un vampiro, una criatura que no estaba ni viva ni muerta, y a la que nadie más que un cazador debidamente entrenado podía vencer. Hécate interpretó aquéllo como una señal de Dios y rogó a Amrod que la llevase consigo para darle entrenamiento y seguir los valores del propio cazador. Su entrenamiento fue aún más duro que el que recibiera para la arena, pues ahora se enfrentaba a algo cuyas heridas podían sanar como si nunca hubiesen estado ahí. Algo que no moría desangrado. A pesar de que Amrod desaprobaba el comportamiento, la vida y la forma de ser de la gladiatrix, con el tiempo fue surgiendo algo más que amistad entre los dos. El amor surgió como algo puro, espiritual y especial que Amrod se negó a mancillar con la lujuria hasta que Hécate accedió a casarse. Sólo entonces lo consumaron y vivieron libremente como una pareja real en medio de un idilio que por desgracia no podía durar eternamente.
Uno de sus enemigos no-muertos, una vampiresa, les tendió una emboscada tras conseguir que uno de los compañeros de los dos cazadores les traicionase. La vampiresa raptó a la pareja y se debatió consigo misma qué debía hacer con ellos. Finalmente optó por aprovecharse de sus dotes de seducción para convertir a Hécate en contra de su voluntad, y mientras ella moría lenta y dolorosamente para transformarse en otro monstruo igual que su predecesora, mató a Amrod frente a sus ojos para que el dolor fuese aun mayor.
Hécate no volvió a ser la misma. No tuvo más remedio que permanecer con la vampiresa, a pesar de que la odiaba, para aprender a controlar sus instintos y habilidades. Cuando dejó de ser una neófita, marchó para nunca más volver a verla, bajo la premisa de que, de hacerlo, sería para matarla y pagar con su vida la de Amrod.
Los siglos pasaron. Uno tras otro, y otro y otro. Vio la civilización en sí misma cambiar. A veces para mejor y otras, por desgracia, a peor. Pero ella y su deseo de seguir dando caza a sus enemigos no cambiaron. Con el tiempo, Hécate fue interceptada por la Santa Inquisición. Le propusieron unirse a sus filas a cambio de permanecer con "vida". Se le dijo que junto a ellos podría seguir su caza de manera oficial y con ayuda de la orden, sin que se interpusieran siempre y cuando respetase las reglas. De eso hace ya tantos años que Hécate ni siquiera es capaz de recordarlo, pero su lealtad ha sido probada lo suficiente como para tener libertad cuasi absoluta al momento de actuar.
Aunque parece ser que el destino tenía reservado un destino mucho más cruento que el que esperaban todos. A la edad de siete años, Sara fue testigo de cómo uno de los esclavos de un amigo de su amo forzaba a su madre en las cocinas. Cuando el esclavo se dio cuenta de que la niña estaba mirando y oyó las súplicas de su madre, decidió amenazarla con tocar a la pequeña Sara si no se dejaba hacer lo que él quisiera. Lo que el esclavo no vio venir fue que Sara escondía un cuchillo tras la espalda, y cuando éste se acercó para asustar a la madre, la pequeña se lo clavó en el ojo y apretó hasta que él, sorprendido y alarmado, quedó sin vida. Madre e hija trataron de ocultarlo, pero los gritos alertaros a los guardias de su patró, que las azotaron y las llevaron para que fuesen reprendidas por los libres. El amo de Sara estaba dispuesto a pagar por el esclavo asesinado. Pero su buen amigo, que era lanista, creyó ver algo en la pequeña y exigió como pago un intercambio: Sara a cambio del esclavo muerto o de lo contrario tendrían problemas. El amo de Sara no tuvo más remedio que aceptar, y madre e hija fueron separadas para siempre.
Resultó que Claudio Metellus, como lanista, regentaba una casa de esclavos gladiadores. No solía haber mujeres en estos espectáculos de arena. Pero las pocas que había tenían siempre éxito por el exotismo de su sexo. Sara fue entrenada como gladiatrix y pasó a formar parte de las filas de luchadores de la Casa de Metellus. Se acabaron los mimos y los consentimients. Allí, a Sara le dieron el nombre de Hécate y bajo éste fue sólo uno más, tratada igual que los varones y necesitando ganarse el respeto de estos para que no la utilizasen como un juguete sexual cuando los guardias no mirasen. A los dieciséis años fue marcada con hierro candente en su brazo, lo cual la nombraba oficialmente como una Hermana más de aquellos gladiadores.
La arena se convirtió en la única vida que conocía. Lucha por sobrevivir en un mundo de sangre y dolor. La mayor parte de los espectáculos a los que Hécate acudía eran al anochecer, cuando se encendían las antorchas y el público esperaba fervientemente la aparición de aquéllas exóticas mujeres, que contrario a lo que dictaba la sociedad, combatían tan fieras como cualquier hombre. Hécate no sólo sobrevivió, sino que supo ganarse a su público hasta el punto de recibir la rudis a una edad temprana, a sus veintitrés años, y quedar en libertad bajo la premisa de que una guerrera tan formidable como ella merecía ser recompensada por los dioses pasados y futuros.
Al principio se sintió perdida. Hécate se había acostumbrado a combatir en los coliseos y no conocía otra cosa que no fuera esa. Necesitaba pelear, así que participó en combates ilegales para ganarse un sustento y saciar su necesidad de sangre. Durante uno de estos combates fueron atacados por una bestia cuyo nombre desconocían. Hécate ya había logrado escapar, pero oyó gritos en el interior de gente que aun permanecía con vida. A pesar de saber que no era buena idea, regresó para encarar a la bestia por voluntad propia.
Así fue como conoció a Amrod.
Amrod era un cazador, pero no uno que se contentase con reses. Era un cazador de muertos vivientes. Explicó a Hécate que aquéllo a lo que se había enfrentado tan valientemente era un vampiro, una criatura que no estaba ni viva ni muerta, y a la que nadie más que un cazador debidamente entrenado podía vencer. Hécate interpretó aquéllo como una señal de Dios y rogó a Amrod que la llevase consigo para darle entrenamiento y seguir los valores del propio cazador. Su entrenamiento fue aún más duro que el que recibiera para la arena, pues ahora se enfrentaba a algo cuyas heridas podían sanar como si nunca hubiesen estado ahí. Algo que no moría desangrado. A pesar de que Amrod desaprobaba el comportamiento, la vida y la forma de ser de la gladiatrix, con el tiempo fue surgiendo algo más que amistad entre los dos. El amor surgió como algo puro, espiritual y especial que Amrod se negó a mancillar con la lujuria hasta que Hécate accedió a casarse. Sólo entonces lo consumaron y vivieron libremente como una pareja real en medio de un idilio que por desgracia no podía durar eternamente.
Uno de sus enemigos no-muertos, una vampiresa, les tendió una emboscada tras conseguir que uno de los compañeros de los dos cazadores les traicionase. La vampiresa raptó a la pareja y se debatió consigo misma qué debía hacer con ellos. Finalmente optó por aprovecharse de sus dotes de seducción para convertir a Hécate en contra de su voluntad, y mientras ella moría lenta y dolorosamente para transformarse en otro monstruo igual que su predecesora, mató a Amrod frente a sus ojos para que el dolor fuese aun mayor.
Hécate no volvió a ser la misma. No tuvo más remedio que permanecer con la vampiresa, a pesar de que la odiaba, para aprender a controlar sus instintos y habilidades. Cuando dejó de ser una neófita, marchó para nunca más volver a verla, bajo la premisa de que, de hacerlo, sería para matarla y pagar con su vida la de Amrod.
Los siglos pasaron. Uno tras otro, y otro y otro. Vio la civilización en sí misma cambiar. A veces para mejor y otras, por desgracia, a peor. Pero ella y su deseo de seguir dando caza a sus enemigos no cambiaron. Con el tiempo, Hécate fue interceptada por la Santa Inquisición. Le propusieron unirse a sus filas a cambio de permanecer con "vida". Se le dijo que junto a ellos podría seguir su caza de manera oficial y con ayuda de la orden, sin que se interpusieran siempre y cuando respetase las reglas. De eso hace ya tantos años que Hécate ni siquiera es capaz de recordarlo, pero su lealtad ha sido probada lo suficiente como para tener libertad cuasi absoluta al momento de actuar.
La caza continúa.
• Hécate fue el nombre que le fue dado como gladiatrix. Tiempo después, cuando se unió a la Santa Inquisición, estos le dieron por apellido "Estigia" a modo de tapadera, y de paso, una forma irónica de recordar sus orígenes.
• A pesar de que su belleza haya aumentado tras la conversión, su piel sigue conservando cicatrices de cuando estaba viva. La más escabrosa es la que le hicieron en el brazo con hierro candente para marcarla como esclava de la Casa de Metellus y que tiene forma de "M".
• A pesar de que los vampiros tienen por costumbre tener un compañero, se cree, para no desgastarse, Hécate se ha negado a ello porque siente que estaría traicionando el recuerdo de Amrod, su marido, al que se sospecha que sigue amando a pesar de los siglos.
• Siempre se ha considerado a sí misma una manitas. Se le dan muy bien las manualidades, y he hecho, se fabrica sus propias trampas y tiene por hobbie tallar figuras cuando está aburrida. Siempre lleva consigo una figurita humanoide con forma masculina que suele mirar cuando se siente notálgica o necesita infundirse valor.
• Como vampira no tiene más remedio que salir a cazar para alimentarse, aunque siempre tiene muchísimo cuidado para no maltratar a su "presa", e incluso se podría decir que la trata gentilmente. Cuando no puede o quiere cazar, lleva consigo odres llenos de sangre que le proporcionan en la sede y cuyo origen prefiere seguir desconociendo por si acaso debiera arrepentirse.
• Siendo tan longeva ha tenido tiempo más que suficiente para amasar una fortuna y pertenecer a la clase alta. Sin embargo vive una vida humilde y no le gustan en demasía los gastos.
• A pesar de que su belleza haya aumentado tras la conversión, su piel sigue conservando cicatrices de cuando estaba viva. La más escabrosa es la que le hicieron en el brazo con hierro candente para marcarla como esclava de la Casa de Metellus y que tiene forma de "M".
• A pesar de que los vampiros tienen por costumbre tener un compañero, se cree, para no desgastarse, Hécate se ha negado a ello porque siente que estaría traicionando el recuerdo de Amrod, su marido, al que se sospecha que sigue amando a pesar de los siglos.
• Siempre se ha considerado a sí misma una manitas. Se le dan muy bien las manualidades, y he hecho, se fabrica sus propias trampas y tiene por hobbie tallar figuras cuando está aburrida. Siempre lleva consigo una figurita humanoide con forma masculina que suele mirar cuando se siente notálgica o necesita infundirse valor.
• Como vampira no tiene más remedio que salir a cazar para alimentarse, aunque siempre tiene muchísimo cuidado para no maltratar a su "presa", e incluso se podría decir que la trata gentilmente. Cuando no puede o quiere cazar, lleva consigo odres llenos de sangre que le proporcionan en la sede y cuyo origen prefiere seguir desconociendo por si acaso debiera arrepentirse.
• Siendo tan longeva ha tenido tiempo más que suficiente para amasar una fortuna y pertenecer a la clase alta. Sin embargo vive una vida humilde y no le gustan en demasía los gastos.
Hécate Estigia- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 20/08/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: .:Hécate Estigia [ID]:.
OBSERVACIONES
favor de corregir
ROMA, COMO MONARQUÍA (LA FASE INICIAL DE SU HISTORIA), SE FUNDÓ EN EL SIGLO VIII A.C., Y EL IMPERIO NO LLEGÓ HASTA AUGUSTO, QUE LO OFICIALIZÓ EN LA BATALLA DE ACCIO, AÑO 31 A.C. DADA LA EDAD DE TU PERSONAJE, ES IMPOSIBLE QUE SE CRIARA EN EL IMPERIO ROMANO Y TODA LA CONSECUENTE HISTORIA DE ELLA COMO GLADIATRIX, POR LO QUE, PARA HACER QUE ENCAJE, DEBERÍAS CAMBIAR LA EDAD DEL PERSONAJE.
ADEMÁS, NO HAS REALIZADO NINGUNO DE LOS REGISTROS OBLIGATORIOS, PASO PREVIO PARA LA REALIZACIÓN DE CUALQUIER FICHA. EN TU CASO, DEBES PASARTE POR NOMBRE, APELLIDO, AVATAR E INQUISICIÓN, Y EN BASE A LO QUE SE TE DIGA ALLÍ, DEBERÁS EDITAR (O NO) LA FICHA.
EN CUANTO HAGAS ESTO, POSTEA AQUÍ MISMO PARA QUE PASEMOS A REVISAR TU FICHA.
ADEMÁS, NO HAS REALIZADO NINGUNO DE LOS REGISTROS OBLIGATORIOS, PASO PREVIO PARA LA REALIZACIÓN DE CUALQUIER FICHA. EN TU CASO, DEBES PASARTE POR NOMBRE, APELLIDO, AVATAR E INQUISICIÓN, Y EN BASE A LO QUE SE TE DIGA ALLÍ, DEBERÁS EDITAR (O NO) LA FICHA.
EN CUANTO HAGAS ESTO, POSTEA AQUÍ MISMO PARA QUE PASEMOS A REVISAR TU FICHA.
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