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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cèline Dampierre Mar Sep 06, 2016 3:51 pm

Una fiesta en el jardín botánico a la luz del atardecer, con el sonido del agua corriendo por las fuentes y el delicioso aroma que emanaban de la mezcla de flores que allí había, podría parecerle una velada deliciosa a cualquier mujer de París, puede que incluso me lo hubiera parecido a mi si la situación y el contexto fueran distintas. Desde que había conocido a mi prometido y su inmortal secreto, el mundo del común de los mortales se me antojaba aburrido, monótono e insulso en comparación con ese mundo que él iba descubriéndome día a día.

No obstante, aquel descubrimiento tenía un alto precio. Atrás quedaron las caricias y los besos cómplices de los primeros días y ahora, a medida que se acercaba la fecha señalada de celebrar nuestra fiesta de compromiso y los días iban disminuyendo, nuestras peleas y los reproches aumentaban agotando mis fuerzas, mi paciencia y mis ganas de pasar cada noche entre sus brazos. La gota que había colmado el vaso había sido nuestra última discusión, violenta y en la que él, harto de mis reproches había tomado por la fuerza aquello que ya sabía suyo. Aquello no lo había esperado y había abierto una gran brecha entre nosotros, por eso, cuando recibí aquella invitación, ni me molesté en comentarle que iría, necesitaba estar sola, recuperar algo de mi normalidad y de mi humanidad mas, ahora que estaba rodeada de simples mortales, la humanidad se me antojaba aburrida.

Una copa de champagne por aquí, un cotilleo escandaloso sobre una dama por allá, una falsa risa y un beso furtivo tras el seto y en medio de todo aquello yo, escuchando o,más bien fingiendo escuchar, los consejos maritales de una mujer que me doblaba en edad y a la que, de seguro, sus propios consejos no le habían funcionado pues era bien sabido que su marido frecuentaba diferentes prostíbulos cada noche. Apuré el contenido de aquella copa de líquido dorado y, al depositarla sobre una de las bandejas vislumbré mi salvación. Un hombre joven, elegante y arrogante a partes iguales, un rostro con el que había coincidido en alguna fiesta, un rostro que no me había resultado indiferente y un rostro que pertenecía a una persona con buena conversación por lo que mi mente alcanzaba a recordar.

-¡Gianetti querido!- exclamé interrumpiendo a aquella dama. Elevé mi mano saludándole para que me viera y, una sonrisa se pintó en mis labios de color carmesí al contemplar su desconcierto. Dirigí mis pasos hacia él y, antes de darle oportunidad a preguntar, a rechistar siquiera, cogí su brazo y planté un dulce beso en su mejilla -Estaba esperando a que llegaras para que me contaras todo aquello que te quedó por decirme la otra noche ¿recuerdas?- Volví mi rostro hacia la mujer que había dejado con la palabra en los labios y dibujé en mi angelical rostro un falso mohín -Odio dejaros en tan álgido punto de la conversación Mademoiselle, pero el señor Gianetti y yo tenemos una conversación crucial pendiente ¿no es así mon cher?-De nuevo volví mi rostro para posar mi mirada sobre la de aquel seductor, galante y descarado italiano que esperaba fuera mi salvador aquella noche.
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Mensaje por Éferon Gianetti Lun Sep 12, 2016 3:33 am

Las fiestas se habían convertido en una costumbre, todas las noches ocupadas. Día a día, llegaban a sus manos invitaciones de esos eventos tan concurridos y de los cuales no podía fallar a ninguna. Su presencia ya era imprescindible y es que se había encargado de ello con su sola presencia. Imprescindible acudir a todas y cada una de los eventos, fiestas de cualquier tipo o baile. Conocía a mucha gente bien conocida a Paris, influyente pero aún no lo suficiente para encargarse de sus quebraderos de cabeza, de esos problemas que atraparon al italiano en la ciudad parisina.

Y como era habitual, sus mejores galas para una noche seguro que interesante y divertida. Las féminas sobre todo, esperaban su presencia y así sobrellevar aquel rato. Su espontaneidad, naturalidad y elegancia a la hora de dirigirse no solo a las mujeres, también su don de palabra con los caballeros. Un hombre de confianza que tan solo con su sola presencia te atrapaba a seguir a su lado durante todo el tiempo que permaneciese allí. Traje negro brillante, camisa impoluta blanca, no necesitaba más para resaltar lo que ya lo hacía su propia presencia. Bien sabido para él, la envidia que despertaba en los caballeros al ser el centro de atención por cualquier puerta que entrase o saliese.

A pie se dirigió al lugar indicado, le encantaba pasear y así se aclaraba las ideas, borrar durante las horas que permaneciese en la fiesta alejarse de sus obligaciones y por fin disfrutar, se lo merecía. Nada más al entrar en la fiesta, buscó algo que llevarse a los labios. Una copa de vino tinto, el paseo le había acalorado. Sonrió de medio lado al ser anunciado, miradas furtivas a su persona, inocentes y no tan inocentes. Con una leve reverencia y sonrisa cómplice a todas ellas.

-Grazzie -murmuró al tomar la copa y por fin llevársela a los labios, no tardaron en abordarle ¿quién? La señora Dickens, siempre que se cruzaba en alguna fiesta, terminaba en insistirle en conocer a su hija pequeña, una joven hermosa nada que envidiarle a su madre. Con sonrisa cortés, oía a la mujer como un murmullo molesto, siempre era lo mismo por lo que al final se decantó por no escucharla -Claro que sí, señora Dickens, conozco a su hija pero no se merece a un sinvergüenza… y lo sabe -rió cómplice con la mujer quien fue interrumpida por una joven, una joven que él conocía muy bien.

Éferon, entrecerró los ojos por el beso, tomando una de las manos de la joven y dejar un suave beso en el dorso. Con mirada sincera a la mujer para que perdonase la intromisión, fue él quien consiguió dejar a la señora sonriendo con un claro “luego hablaremos, conversación pendiente”. Alejados de la mujer, las miradas se centraron en los dos jóvenes que ahora caminaban conversando, aún no se había manifestado.

-Signorina Dámpierre, mucho tiempo. ¿Cómo no nos encontrado antes? No abandonó Paris, sí que me llegaron rumores que encontró a alguien con quien compartir su vida ¿o se equivocan? En ese caso… no conozco al joven pero sí a usted y… me apena saber eso. -hizo un mohín, un puchero fingido y la miró a los ojos, sonriendo de esa forma fresca y provocadora -El compromiso es demasiado serio, no imaginé que al final terminase accediendo a ello. Una lástima, aún quedan muchas fiestas, conversaciones y demás… ¿se lo ha pensado bien? ah y ¿cuál es esa conversación pendiente? Recuerdo que había algo pendiente pero sin conversación -y rió malicioso de lo más divertido… ese hombre no cambiaría jamás.
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Mensaje por Odalyn Landvik Lun Sep 26, 2016 2:59 pm

Mis brazos se aferraron a los de aquel hombre como si fuera mi tabla de salvación en medio de un naufragio en un embravecido mar. Necesitaba huir de la tediosidad de aquellas mujeres que parloteaban de sus aburridas vidas, necesitaba huir de las copas de alcohol que desfilaban ante mis ojos y necesitaba huir también aquella noche de mis demonios más oscuros, aquellos que me habían hecho languidecer durante días y Gianetti, con su sonrisa socarrona y su amena conversación, podía hacer que todas mis preocupaciones se esfumaran ante mis ojos de un sólo plumazo.

Sonreí ante sus ojos, con las mejillas sonrosadas por sus preguntas. Sí, la última vez que ambos nos habíamos visto había sido con menos ropa y con la promesa de acabar aquello que nuestros cuerpos pedían a gritos y ahora... ahora mi cuerpo y mi alma pertenecían a otro y él se había enterado por otros labios que no eran los míos. -Las noticias vuelan por esta ciudad de deseo y amor me temo... Sí,mi padre ha entregado mi mano a una de las grandes fortunas de este mundo y yo he de decir que no estoy disgustada con su elección, sus manos han sido más ágiles que las vuestras en deshacer los lazos de mis corsés cherie...- mis últimas palabras eran tan sólo un susurro divertido y algo ebrio en sus oídos, lo que provocó que una sonrisa picarona se dibujara en su rostro.

Eso era lo que nos había hecho congeniar a ambos, su desvergüenza, sus bromas, su desfachatez que me hacían sentir igual a cualquier hombre y no como una simple posesión de un hombre. -Notuve mucha opción, de hecho se acordó sin yo saberlo pero ya conocía a mi prometido, no os preocupéis, no acabaré mis días entre las piernas de un hombre gordo y viejo, sino más bien todo lo contrario... Joe Black ha sido todo un descubrimiento ¿y vos? Habéis descubierto unas piernas nuevas en las que hundiros o seguís anhelando recorrer las mías?

Reí apurando el contenido de mi copa y tomando la suya de entre sus manos para llevarla también hacia mis labios. Quería olvidar y lo haría con sus palabras o con el alcohol, sólo él tenía la decisión entre sus manos.
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Mensaje por Cèline Dampierre Lun Sep 26, 2016 3:13 pm

Mis brazos se aferraron a los de aquel hombre como si fuera mi tabla de salvación en medio de un naufragio en un embravecido mar. Necesitaba huir de la tediosidad de aquellas mujeres que parloteaban de sus aburridas vidas, necesitaba huir de las copas de alcohol que desfilaban ante mis ojos y necesitaba huir también aquella noche de mis demonios más oscuros, aquellos que me habían hecho languidecer durante días y Gianetti, con su sonrisa socarrona y su amena conversación, podía hacer que todas mis preocupaciones se esfumaran ante mis ojos de un sólo plumazo.

Sonreí ante sus ojos, con las mejillas sonrosadas por sus preguntas. Sí, la última vez que ambos nos habíamos visto había sido con menos ropa y con la promesa de acabar aquello que nuestros cuerpos pedían a gritos y ahora... ahora mi cuerpo y mi alma pertenecían a otro y él se había enterado por otros labios que no eran los míos. -Las noticias vuelan por esta ciudad de deseo y amor me temo... Sí,mi padre ha entregado mi mano a una de las grandes fortunas de este mundo y yo he de decir que no estoy disgustada con su elección, sus manos han sido más ágiles que las vuestras en deshacer los lazos de mis corsés cherie...- mis últimas palabras eran tan sólo un susurro divertido y algo ebrio en sus oídos, lo que provocó que una sonrisa picarona se dibujara en su rostro.

Eso era lo que nos había hecho congeniar a ambos, su desvergüenza, sus bromas, su desfachatez que me hacían sentir igual a cualquier hombre y no como una simple posesión de un hombre. -Notuve mucha opción, de hecho se acordó sin yo saberlo pero ya conocía a mi prometido, no os preocupéis, no acabaré mis días entre las piernas de un hombre gordo y viejo, sino más bien todo lo contrario... Joe Black ha sido todo un descubrimiento ¿y vos? Habéis descubierto unas piernas nuevas en las que hundiros o seguís anhelando recorrer las mías?

Reí apurando el contenido de mi copa y tomando la suya de entre sus manos para llevarla también hacia mis labios. Quería olvidar y lo haría con sus palabras o con el alcohol, sólo él tenía la decisión entre sus manos.
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Mensaje por Éferon Gianetti Jue Sep 29, 2016 4:51 am

La dama con la que conservó, se desvaneció como una nube de humo. Le devolvió la mirada cómplice y la misma sonrisa juguetona, él era así… no tenía secretos a la hora de expresarse con gestos y miradas. Su mano, apretó con cierta suavidad la mano de la joven y sin prisa, sus pasos comenzaron a alejarse del punto de encuentro para conversar y caminar sin preocupaciones entre los asistentes. Miradas furtivas a su persona, sonrisa devuelta, no permitiría que nadie se sintiese abandonado, él y su caballerosidad…

-Me alegra entonces. Ya veo que hasta usted sentó la cabeza, o al menos, está en ello. Y vuestro padre, al fin pudo dar con el indicado pero no solo eso… piense que él no va a estar con ese hombre toda su vida, usted sí. Si no está segura por cualquier cosa, déjelo…es mejor huir antes que encerrarte en una jaula…para siempre -suspiró de lo más melancólico, él y sus reflexiones que no estaban tan mal desencaminadas. Éferon no hablaba por hablar y siempre intentaba dar sus mejores consejos.

Rió por su atrevimiento, cierto que tuvieron sus momentos de intimidad que acabaron en una amistad después de muchos años. Paris era muy visitada por su familia y ahora, su punto de negocios y hogar. Se encogió de hombros como si no supiese de lo que estaba hablando pero como siempre… iba a darle su punto de vista, colocar la cereza en el pastel.

-No se trata de lo rápido en deshacer esos lazos si no en lo tardío en que vuelva a colocarse el corsé. -le guiñó un ojo, aún no había terminado con aquello -Sabe que soy muy respetuoso e intento dar lo mejor a todas esas damas que se olvidan de su aburrida vida para hacerla más interesante. Una lástima que ya no esté en el mercado, bueno, esa frase no me gusta…digamos que alguien le robó el corazón pero ¿solo el corazón? Esa persona debe también obtener vuestro cuerpo, mente…y alma… -

Cambió el rostro a uno más pensativo ¿piernas nuevas? Bueno, más que piernas nuevas no había dejado de jugar a su juego. Se lo pasaba bien con quien quería eso no era nada ni raro ni extraño en él.

-No hablo de piernas con otras signorinas, soy un caballero. -mostró la mejor de sus sonrisas y dio punto final a la conversación con su frase -Y anhelar es una palabra demasiado importante, solo recuerdo pero no voy a anhelar algo que quizás no voy a tener nunca más…¿Acaso sí me habeis echado de menos? ya veo que se acuerda… aunque digamos que la experiencia mejora el día a día, tómeselo como desee

Sí, acababa de insinuarle que ese hombre del pasado no tenía nada que ver con el que se encontraba ante ella… uno muy diferente que podía hacer tocar el cielo y el infierno al mismo tiempo, a cualquiera.
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Mensaje por Cèline Dampierre Sáb Oct 08, 2016 4:46 am

Las palabras de aquel hombre con el que había compartido risas, susurros cómplices en las fiestas y agradables noches en el lecho, con el aire de París meciendo las mosquiteras de seda que atenuaban nuestros cuerpos meciéndose al son de la música italiana cantada con palabras francesas, esas palabras que ahora él pronunciaba calaban en mi mente profundamente. Sí, Èfferon era alguien con quien pasarlo bien, pero siempre también te daba buenos consejos, y decía palabras que conseguían calar hondo en tu piel o derretir tus sentidos.

Jaulas... jaulas que siempre habían estado presentes en mi vida, ya fuera en forma de corsé, de institutrices inglesas o de pasos de baile en un salón repleto de gente tan enjaulada como yo. Jaulas que siempre había conseguido olvidar en sus brazos y que, desde que había conocido a Joe Black, habían desaparecido de mi mente pues sus juegos habían roto todas las barreras del decoro y de lo que yo pensaba que serían los deberes de una esposa. O así había sido hasta mi recaída, esa en forma de ojos color sangre que me atemorizaban, me perseguían y me atormentaban a todas horas; esa nueva jaula que me hacía huir de mi propio prometido, de su mundo y de sus caricias con tal de que no me viera en aquel estado de nerviosismo, paranoia y, hoy, embriaguez.

-Quizá sea yo misma quien cree mis propias jaulas de barrotes Eff... Pero hoy, en esta noche en la que por fin nos reencontramos, no deseo hablar de jaulas, pesares o cualquier otra cosa que enturbie nuestro ánimo y borre esa sonrisa canalla que dibujas en tus labios- mi mano se deslizó con suavidad hasta los labios que tantas otras veces había devorado para, en esta ocasión, acariciarlos con suavidad y observar cómo se curvaban en una sonrisa. -Parece que no soy la única que ha cambiado... Eso o hace demasiado que no nos vemos, lógico que otro haya conseguido hacer suyas mis piernas Gianetti... vos no volvisteis a por ellas-

¿En qué momento nos habíamos distanciado tanto como para no saber nada el uno del otro? Mi mirada, brillante por el alcohol se deslizó hasta el suelo en un gesto de timidez por mi atrevimiento y, para qué negarlo, en un gesto de coquetería, uno que siempre me había acompañado. Mis mejillas tintadas de rosa y mis manos nerviosas aferrándose a la falda de mi vestido.

-Como siempre, esta fiesta es aburrida y está repleta de gente enjaulada con miles de máscaras sobre sus rostros. ¿Qué os parece si jugamos al escondite? Hay un laberinto en la parte sur del jardín botánico, quien encuentre al otro deberá confesarle una novedad inconfesable en su vida o podrá preguntar algo que desee saber de la vida del otro-

De nuevo, mis ojos en alza buscando los suyos y su sonrisa socarrona que me confirmara la invitación a aquel juego, el único que ahora ambos podíamos permitirnos para recordar el pasado y conocer el presente. Mi cuerpo se acercó al suyo, en busca de su oído, de su atención, para así susurrar con lentitud y arrastrando las palabras [color=#ffffff]-¿O acaso teméis tanto que descubra al verdadero Èfferon que se esconde tras esa sonrisa y tras los doseles de los lechos de las damas?-[/color
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Mensaje por Éferon Gianetti Vie Oct 14, 2016 10:45 am

No culpaba a la señorita Dampierre que hubiese tomado ese camino. Todas terminaban comprometidas o en “proceso de…”. Y él, bueno…más de una señorita lo intentó “engañar” para que terminase cayendo en sus redes, ser el señor de la casa, el padre de sus hijos. Sus pensamientos eran otros, lo primero en su lista era deshacerse de esas deudas y ya entonces ya vería qué hacer con su vida pero ¿compromiso? ¡matrimonio! No, eso para otro. No perdió la cabeza todavía, menos se había enamorado pues una parte de su corazón italiano era de todas y de ninguna al mismo tiempo. Solo era culpa suya.

-Tendríamos que hablar de algo triste o desagradable para que se me borre la sonrisa. Solo comento eso de las jaulas porque veo que… no paro de estar rodeado de ellas y todas y cada unas tienen dueño -se mordió el labio inferior cuando le acarició los labios, dejando un beso en uno de sus pulgares y retraerse, ante todo no quería que se sintiese incómoda pero sus palabras… le hicieron reír de lo más divertido ¿otra qué? debía de estar de broma.

-A mí nadie me ha conquistado preciosa, menos me ha engañado a no ser que sea algún truhán en ciertos negocios. Nadie acapara mi mente ni me ha deslumbrado, lo veo difícil y no es que vaya de importante, simplemente soy sincero -suspiró, recordando viejos tiempos… a muchas le gustaría oír la palabra compromiso de aquellos labios italianos, a ella incluída -Lo dudo. No es por nada, eres hermosa y tu forma de ser dice mucho de ti pero… no me veo casado con nadie, sería un marido espantoso… y no me tomaría en serio eso de tener que dormir con la misma …durante todas las noches de mi vida. Así que, me alegro que encuentres a tu galán, siempre y cuando te haga feliz -

Se echó a reír de lo más divertido ¿jugar? Eso se le daba demasiado bien, se relamió, tomándola de la cintura y atraerle hacia sí para oír mejor y con detalle cada una de sus palabras. Él no perdió tiempo, la imitó, solo que no dejó que se escapase, la atrajo hacia su cuerpo, deslizando los labios por su lóbulo hasta su cuello.

-Bien pero ten cuidado de que mis secretos no te asusten -se separó de ella de golpe, acelerando el paso para ir hasta el jardín. Sabía perfectamente donde se encontraba el laberinto, más de una vez estuvo allí con alguna dama…o con dos (¿). Lo que no recordaba es si con ella. Se adentró entre risas entre las calles sin sentido de aquel lugar, sin hacer ruido, esperando a ser cazado. Era hábil así que no tardó en encontrarla pero escondiéndose…observándola de lo más divertido.

Quedó tras ella, acercándose y atraparla entre sus manos , en su cintura...inclinándose de nuevo a su oído.

-Confiésate
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Mensaje por Cèline Dampierre Dom Oct 16, 2016 1:19 pm

Un juego. Eso era justo lo que Èfferon Giannetti y ella habían sido siempre. Una compañía deliciosa que siempre tornaba los días grises y aburridos de la alta sociedad en risas y correteos por los jardines para luego, robarse besos, confesiones u otras cosas que ahora parecían haber quedado enterradas en el pasado.

No había esperado una afirmación tan rápida ni que sus pies salieran raudos hacia el jardín en el que una u otra vez ya nos habíamos perdido aunque seguramente él no lo recordaba o, simplemente, no le interesaba recordar. Una sonrisa ladina se dibujó en mis carnosos labios, el juego había comenzado y yo ya iba en segundo lugar por pararme a rememorar viejas glorias juntos.

Mis manos fueron a mi falda, levantándola para poder correr sin ataduras, sin tapujos y sin importarme lo más mínimo si se me veían o no los tobillos o las piernas enteras. Mis pies se deshicieron gustosos de los zapatos de tacón y, al sentir al fin la fresca hierba bajo las plantas de mis pies, eché a correr entre risas al encuentro de ese italiano que, en aquella noche, parecía decidido a hacerme olvidar mis más oscuros demonios.

Una vez en las puertas de aquel laberinto detuve mis pasos un instante. El tiempo justo para recuperar el aliento y pensar hacia dónde dirigir mis pasos. ¿Deseaba encontrarle yo o quizá ser encontrada por el? Con delicadeza, bajé de nuevo la falda abullonada de mi vestido de color rojo y caminé con la mayor quietud posible entre aquellas paredes de exhuberante vegetación. Paredes que, a ratos, parecían vencerse sobre mi a causa de la cuantiosa cantidad de copas de champagne que había ingerido a lo largo de aquella noche para espantar el recuerdo de esos ojos rojos que me perseguían.

Un giro a la izquierda, otro a la derecha y pausa para escuchar unas pisadas de mi acompañante que nunca llegaba a escuchar. Vuelta a empezar. Estaba claro que si tuviera que ganarme la vida como rastreadora me moriría de hambre.  

Tras varios minutos deambulando sin sentido y, tras sentir que las paredes comenzaban a darme vueltas, me detuve en un recodo. Debía acordarme de respirar, de hacerlo despacio si no quería que el corazón escapara de mi pecho y de la prisión que era el corsé. Cerré los ojos, relajándome tan sólo un instante y llevando mis manos al primer botón de aquel vestido, para desabrocharlo y dar algo de sosiego a mi agitada respiración. Respiración que se agitó aún más al sentir a aquel hombre en mi espalda, con su aliento erizando la piel de mi nuca y sus manos haciéndose dueñas de mi cintura.

¿Quería jugar? Jugaríamos. Giré mi cuerpo con lentitud, enfrentando mi mirada a la suya y relamí con lentitud mis labios rosados.  

-No es la primera vez que vos y yo estamos en este laberinto mon cher...- Reí con suavidad apartando un mechón de cabello que caía por su rostro a causa de la carrera que se había pegado -Aunque... me temo que la última vez que estuvimos aquí ambos nos hallábamos con menos ropa pero en el mismo estado de ebriedad que hoy nos encontramos-

Con la misma facilidad con la que nuestros cuerpos se habían buscado minutos antes, aparté mi cuerpo del ajeno entre risas y caminé con lentitud hacia atrás, hacia la salida de aquel recodo observando la sonrisa ladina y seductora que se dibujaba en sus labios. Ese era el Éfferon Gianetti que yo recordaba y  aquellas eran justo el tipo de cosas que solíamos hacer.

-Cógeme si puedes Gianetti, esta vez no te será tan fácil y seré yo quien te arranque una confesión- Reí una última vez antes de salir corriendo de aquel recodo. Una vez de nuevo en aquellas laberínticas paredes, miré a un lado y a otro. Sí, sabía donde estaba y mis sentidos parecían empezar a recuperarse del embotamiento causado por el alcohol.  Esperé unos segundos, los justos para observar como el Italiano alcanzaba a verme y con una sonrisa pintada en los labios comencé a correr de nuevo, mas esta vez con un destino ya fijado.

Iba a dirigirme al punto exacto en el que solíamos hacer... fechorías tiempo atrás. El seguro no se acordaba del sitio y, mucho menos de cómo llegar hasta allí., pero yo si. Una vez en aquel nuevo recodo, dejé junto a la fuente una de las horquillas que adornaban mi cabello y corrí a esconderme tras el tronco del sauce llorón que quedaba tras ella, esperando a mi presa.

Seguía en forma, de eso no había ninguna duda, pues tan sólo tardó unos minutos más que yo en alcanzar aquel lugar. Esperé con paciencia a que divisara mi horquilla  y cuando se agachó a recogerla entre sus dedos salí de mi escondite quedando a su espalda.

-Vaya vistas me brindáis Gianetti- reí de nuevo observando como se incorporaba con una sonrisa en los labios y mi horquilla entre sus dedos, jugueteando con ella -Confiésate ahora tú-
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Mensaje por Éferon Gianetti Miér Oct 19, 2016 3:16 am

La palabra juego, le incitó a recorrer aquella sala hasta el laberinto. El laberinto representaba demasiado en su vida en ese instante, baldosas de piedra que no le conducían a ningún camino que no fuesen un sinfín de ellos ¿Cuál escoger? Hasta ahora, había vivido al máximo, jamás le ha faltado de nada y un buen día, su padre le deja a su suerte… con los bolsillos vacíos y mil deudas que pagar. Laberinto en su propia mente, él mismo era uno en sí…un hombre complicado pero tan único en su especie, así era como le llamaba su propia nana.

Aquella dama, la cual había entregado las llaves de su jaula de oro a un hombre para siempre, dejaba entreabierta para él en esa noche, ese instante en el que se abandono al juego para evadirse de sus propios pensamientos y de sí mismo. Hacía mucho las fiestas se habían convertido en su día a día, acudía a todas ellas y todas parecían estar cuadriculadas, cortadas con el mismo patrón.

Se la hacía demasiado divertido, ver en su propio escondite como Céline lo buscaba por todas partes. Como un gato, la acechaba tras aquel matorral de hojas verdes. Pobre muchacha, se confundía con las risas ajenas, los murmullos y los pasos que se alejaban, los pasos de esas parejas que buscaban intimidad y él… sabía de aquello. Demasiados momentos como ese y todos memorables porque sí, se acordaba de todas y cada una de las señoritas con las que acababa compartiendo más que palabras.

La risa de la joven, le contagió…haciéndose eco juntas en aquel lugar apartado pero aún así, la música se oía de fondo. Entrecerró sus ojos felinos al apartarle el cabello, él le respondió con una leve reverencia junto con una sonrisa picara. Rió aún más, a carcajadas al nombrar el recuerdo… no lo recordaba tan borracha, si fuese así no se acordaría.

-No estabas tan borracha, yo te vi…-se inclinó a ella, sus orbes verdes se clavaron en ella con esa sonrisa que invitaba a cualquier cosa-Te vi demasiado despierta y vigorosa igual que ahora… la misma mirada de deseo pero creo que deseos de pillarme, como un cervatillo perdido ¿no suena demasiado tentador? -parpadeó pues desapareció sin más. Miró a un lado y a otro ¿dónde se habría metido? Esa bambina no dejaba de tentar a la suerte. No aceleró el paso, intentó seguir su rastro de un modo diferente..por su perfume.

No andaba lejos, el calor y la humedad del lugar le agobiaron un tanto, sobrándole la chaqueta y el chalequillo. A medida que fue a buscarla, se quitó ambos para dejarlos en el borde de la fuente y allí, se encontraba aquella horquilla, la reconocería entre un millón pues más de una vez jugó entre sus dedos. La voz de la joven, le arrancó una sonrisa, girándose a medida que volvía a jugar con el objeto entre sus dedos y su mano libre desabrochaba algún que otro botón, hacía un calor de mil demonios.

-¿Qué me confiese? Me muero de calor, no sé si por el ambiente o por la dama que tengo delante…aunque creo que es ambas cosas -rió por lo bajo, acercándose. Sería él quien recogiese su cabello, no sin antes enredarlo entre sus dedos y dejar la horquilla que sujetase el peso, curioso que alguien como él supiese esas cosas -Tengo que casarme pero con alguien que no quiera tenerme como adoración todo el tiempo -suspiró sin abandonar su sonrisa -Pero si quiere que me confiese… llevo demasiado tiempo sin tocar a una mujer…demasiado -se acercó a la fuente , introduciendo las manos en el agua para tomar un poco y mojarse el cabello y el rostro…dejando que las gotas se deslizasen por su morena piel, calmando aquel calor -Busco la apropiada… aunque eso es imposible


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Mensaje por Cèline Dampierre Dom Oct 23, 2016 1:49 pm

Sus dedos enredados de nuevo entre mis cabellos castaños arrancaron una sonrisa de mis labios. Era curioso, él podía ser un truhan, un canalla, pero siempre tenía gestos cariñosos, caricias que se sentían en la piel como el terciopelo adornando tu cuerpo desnudo, besos lentos intercalados con los apasionados que te hacían ansiar todos y cada uno de los recovecos del alma de aquel descarriado italiano. Sus gestos, desinteresados y dulces, eran la cucharada de cal para todas las que habíamos caído rendidas una u otra vez ante sus encantos.

Bajé mi mirada, consciente del rubor en las mejillas que aquella caricia me provocaba y escuché con atención las palabras que escapaban de entre sus labios. Él se quejaba de las jaulas que todas nosotras portábamos y que todas tenían dueño, mas el parecía tener su jaula personal, ese que agobiaba sus días y sus noches.

Sabía bien cómo se sentía, pues antes de Joe, mi vida era completamente distinta. Sabía que mi padre me casaría con el hombre que él decidiera y yo, sólo podía rezar para que este último no me doblara en edad y, al menos, se esforzara en llegar a mi corazón además de a la dote que mi madre me había dejado. Efferon podía decidir en qué jaula encerrarse pero, para muchas de nosotras, la realidad era la contraria, simplemente se esperaba que sonriéramos y nos sintiéramos agradecidas de que nos encerraran en una jaula de oro con alguien a quien apenas conocíamos y, ni mucho menos, amábamos.

Mis pasos se dirigieron con lentitud hasta la fuente en la que él ahora se refrescaba, tratando de borrar con la fresca agua las preocupaciones que asolaban su mente.

-Eff...- dije en un susurro –Comprendo a la perfección cómo te sientes... Sabes lo que debes hacer, lo que se espera de ti, mas el deber y el placer no siempre van unidos de la mano-


Ahora fue mi mano la que se enredó en sus cabellos tratando así reconfortarle. La reacción no se hizo esperar. Su rostro se giró para enfrentar su mirada esmeralda y enigmática a la mía, del color del chocolate y una sonrisa se curvó cómplice en ambos labios.

-Sólo puedo decirte, que cuando llegue la hora de elegir lo hagas sabiamente. Tú te encerrarás en una jaula mon cher... pero al menos tendrás la oportunidad de elegir en cuál. No te precipites en tu decisión y elige a la mujer que haga más soportable tu condena pero trátala con cariño, trata ser su amigo y no sólo el que se queda con su dote y se cuela de cuando en cuando entre sus piernas para darle un hijo..-


En un momento u otro, los juegos habían desaparecido y con ellos los adolescentes que años atrás correteaban por estos jardines robándose besos y desafiando a las normas del decoro. Ahora sólo quedaban dos adultos en una fuente hablando del futuro... de sus miedos.

-Alguien intentó matarme- confesé ante su atónita mirada -Desperté en un charco de sangre rodeada de dos cadáveres y el único recuerdo de unos ojos rojos en mi mente- eché de menos el no tener una botella de alcohol entre mis dedos en aquellos momentos para aferrarme a ella y olvidar de nuevo –Cada uno tiene sus jaulas y sus infiernos cherie... sólo hay que encontrar el modo de abrirlas o a alguien que te lleve al mismo cielo...-
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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Oct 29, 2016 4:46 am

El juego, les llevó a aquel punto del laberinto, justo en el centro de aquella naturaleza que al menos al italiano relajaba. Paris fue siempre una de sus ciudades favoritas y elegidas a la hora de evadirse de los negocios en su ciudad natal italiana. Esa ciudad, la del amor y las oportunidades como llamaban a Paris, a Éferon le resultaba de lo más bohemia y diferente, no conoció ciudad que se le pareciese en lo más mínimo. Gente diferente, razas distintas y otras especies que él de momento desconocía.

-A veces sí, el deber y el placer se pueden llevar de la mano siempre y cuando dos personas piensen de la misma forma. Yo no busco amore… nunca lo busqué, solo un trato. Tú me das lo tuyo y yo seré el marido perfecto ante los ojos de los demás, siempre y cuando tenga entendido mis especificaciones y condiciones, no es tan complicado. Luego está, eso del “deber hacer….” No te creas no me he planteado dedicarme a ser acompañante…muchas pagarían y no es por mi ego, es la realidad… aunque eso sería para mí extraño -dejó escapar un suspiro y se revolvió los rizos de su cabello azabache.

Céline siempre le había encantado por su sinceridad, su manera de ver el mundo . Si debía de reprocharte que hacías algo mal lo hacía y siempre podías contar con ella. Una mezcla que con el tiempo al italiano le había más que encantado, una amiga con la que compartió más que momentos íntimos, también… en los que sin duda el remanso de paz que le ofrecía su sola presencia. Medio sonrió, quería decirle las últimas palabras, lo que pensaba con respecto al hecho de que quería casarse.

-Yo espero que sepas lo que haces, Céline… sabes de sobra que no soy partidario de las bodas . Creí que no te casarías nunca, piensas igual que yo…siempre fuimos libres pero si crees que es el hombre con quien compartir tu destino… bien. Si no, nunca es tarde si la dicha es buena . Solo estate segura, una vez os proclaméis lealtad y fidelidad… para siempre, no habrá marcha atrás . A no ser como decía mi abuela “envenenes la sopa y te quedes con lo demás “ -enredando uno de los cabellos de la joven entre sus dedos, soltándolo a medida que sus dedos descendían con aquella cortina castaña tan suave.

Le ofreció la mano, aquella atrevida a tocar su cabello y ofrecerle asiento a su lado, en la fuente. Sonrió mirando al cielo, ya había anochecido y con la tenue luz del lugar, sus orbes verdes parecieron brillar entre la oscuridad…como los focos que ambos necesitaban para dar luz. Su gesto, se tensó cuando oyó sus palabras ¿matarla? Giró el rostro sin saber muy bien cómo reaccionar, su impulso fue tomarle de la mano, haciendo presión …indicándole que pasase lo que pasase seguía allí.

-¿Por qué tu muerte? Espero que no sea por la jaula de oro que has elegido, bambina… de igual modo ahora se ha convertido en mi problema. Ni pienses que me voy a quedar aquí sentado, intentando robarte aunque sea un beso, el beso último de nuestras escapadas y juegos. Voy a protegerte, no tengo mucho… pero nos use algo fuerte y eso es más que suficiente-imposible no creerle con la determinación de sus palabras.
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Mensaje por Cèline Dampierre Vie Nov 04, 2016 1:16 pm

Mis ojos huían de los suyos tras confesarle parte de mis miedos. El parecía horrorizado con aquellas palabras que habían salido de mis labios momentos atrás, y eso que conocía únicamente la superficie de mis problemas, Las pesadillas eran tan sólo el menor de mis problemas, el verdadero problema era todo aquello que acarreaban aquellas pesadillas.

Esos ojos y esa sonrisa me atormentaban, persiguiéndome de día y de noche pero cuando no se colaban en mi mente debía hacer frente a todo lo demás. A contemplar en mi prometido esos mismo ojos, a observar en sus ojos como las peleas nos desgastaban poniendo en peligro nuestra chispa, a escuchar los cuchicheos del servicio reprobando mi actitud extraña. Debía aparentar normalidad y entereza cuando no tenía en mi alma ninguna de las dos. Nunca volvería a ser normal al saber que mi perseguidor era un vampiro, nunca volvería a ser normal mientras compartiera lecho con otro ser sobrenatural.

-Joe no es la causa de que quisieran matarme Ef...- confesé huyendo de su mirada avergonzada por lo que iba a confesarle. -Realmente desconozco por qué mataron a esos dos jóvenes y a mi me dejaron con vida con ese terrible recuerdo, Joe no es la causa pero sí sufre las consecuencias.

Mis manos nerviosas no sabían ya qué hacer para no demostrar nerviosismo, debilidad, odiaba parecer frágil y que alguien me viera llorar pero aquella situación me sobrepasaba. No había hablado con nadie de todo aquello, con mi padre y mi hermano había fingido que todo estaba bien y con Joe ahogaba mis miedos en sus labios y su piel desnuda.

-Te...tengo... Tengo miedo Èferon- dije con la voz quebrada sintiendo como todas mis barreras se derrumbaban dando paso al llanto histérico y el temblor que se apoderaba ahora de mi cuerpo –Tengo miedo de que esto me cambie y... me vuelva loca alejándome de todos los que me quieren y dándole así a mi padre la excusa perfecta para deshacerse de mi y quedarse con mis bienes...-

Sus manos suaves pero firmes elevaron mi rostro obligándome a mirarle directamente. Debía de estar horrible y estar generando en él una impresión horrible, suponía que faltaba poco para que él saliera de allí a toda prisa poniendo alguna excusa pobre, huyendo despavorido de aquella mujer que bien podría acabar perdiendo la cordura.

En lugar de eso, aferró con sus manos mi cintura para traerme hacia él y fundirse conmigo en un cálido abrazo. Sus manos caminaron hasta mis cabellos para acariciarlos y así consolarme. Sin duda me conocía bien y ante aquel apoyo no podía resistirme. Lloré temblando entre sus brazos, lloré hasta mojar su americana y su camisa, lloré escuchando sus palabras tranquilizadoras en mi oído, lloré hasta que no quedaron lágrimas en mis ojos, lloré hasta que no fui consciente de que ya no temblaba.

-Perdóname mon cher... He destrozado tu traje con mis tontas lágrimas y ahora tendrás...- interrumpí mis palabras al rememorar parte de aquellas que él me había dicho- ¿Cómo que no tienes mucho Ef? Èferon Gianetti... ¿No tendrás problemas económicos y habrás osado no pedirme ayuda?-

Ahora era mi mano la que buscaba su mejilla para acariciarla con suavidad. Él lo había dicho, nos unía un lazo fuerte, el de aquel de dos personas que se entienden, comparten ideales y que han compartido la intimidad y libertad de los secretos del dormitorio. Si nos unían esos lazos ¿Por qué no había acudido a mi?
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Mensaje por Éferon Gianetti Lun Nov 14, 2016 2:43 pm

La conocía lo suficiente para saber que no, no ocurría cualquier cosa. Cèline estaba más que preocupada y no era para menos, estaba en juego su vida. ¿Quién querría hacerle daño? Al contárselo, ya era también problema suyo. Si pensaba que iba a dejarle ir como si fuese una conversación sin importancia estaba muy equivocada. Desde que se conocieron, fueron buenos conocidos, dando paso a amigos…y la tenía en alta estima, no iba a dejar que nada ni nadie le hiciese daño mientras él viviese, permaneciese en Paris.

Su gesto, se serenó, manteniéndose más serio de lo que solía. Un tema delicado, muy delicado. Suspiró largamente, sin soltarle de la mano, dándole fuerzas al igual que su mirada, esos ojos verdes, seguían fijos en ella, escuchando cada palabra. Apretó con fuerza los labios al asegurarle, confesarle que tenía miedo. Su gesto, fue acercarla hacia él por la nuca, dejándola apoyada en su pecho, mecerla y sisear para que se calmase, con él no iba a pasarle nada. Todo tenía solución y él siempre estaba plagado de ideas.

-No tengas miedo, no tienes porqué…estoy aquí contigo. Tú no puedes tenerlo, ¿La piccolina Cèline teniendo miedo? Eso no te lo crees ni tú, bambina -buscó su mirada y sonrió cómplice, de ese modo en que nada era más importante que el uno al otro en ese instante - Si piensas que quise jugar contigo a correr tras de ti por el laberinto para colarme entre tus faldas es cierto -susurró de un modo bastante divertido a la par que sensual, mostrando esa sonrisa atractiva, infinita -Pero también soy tu amigo y no voy a huir como un cobarde, seré muchas cosas pero … eso no -

Le necesitaba, y dejó que se aliviase…llorase lo que tuviese que llorar sobre su camisa de seda. El traje lo había dejado a un lado, no corría peligro como ella pensaba. Simplemente negó con la cabeza, todo estaba bien. Sus dedos, apartaron con delicadeza los restos de lágrimas que emanaban de sus orbes… qué hermoso cuadro pintado por el pintor más majestuoso. Pestañas adornadas de esas pequeñas gotas…que le arrancaron una sonrisa, una sincera.

-Lo de mis problemas económicos es un caso aparte. Creo que dejaré este mundo y seguiré debiendo más y más dinero pero tranquila…tengo unos negocios pendientes… y otros en proceso, mientras se hagan las cosas bien lo demás no importa ¿no? -la atrajo hacia sí, para que tomase asiento en su regazo y pudiese apoyar la barbilla en la cabeza de la chica mientras sus manos, la rodeaban, alejándola de todo mal…dándole lo que tanto necesitaba y aún nadie había podido apreciarlo.

-Oye… piccolina quiero hacerte una pregunta. Es impertinente, si me tienes que dar un tortazo me lo mereceré… pero necesito saberlo. Esta noche me he dado cuenta de muchas cosas… y no es lo mismo estar contenta con el que será tu prometido que estar enamorada. Tus ojos no brillan, no te sonrojas cuando hablas de él , ni apartas la mirada para que no me dé cuenta…ahora dime ¿eres feliz? Tu felicidad es tu pasaporte eterno… no tienes porqué seguir si no lo eres… es solo un consejo -besó su cabeza, sus dedos se enredaron en la cascada castaña que era su cabellera.
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Mensaje por Cèline Dampierre Mar Dic 06, 2016 11:48 am

¿Era feliz? Sin duda aquella era una pregunta como poco irónica para una mujer que lloraba desconsolada en los brazos de su amigo, de su antiguo amante y de su eterno compañero de risas. La situación era difícil; lo era desde su madre había fallecido y había descubierto que nada de mi perfecto mundo era real. Mi felicidad se había roto en mil pedazos en el momento en el que mi pequeño cuerpo se había visto envuelto en sedas negras. En el mismo momento en el que los héroes de mi infancia habían pasado a ser mis villanos y mi corazón se había cerrado para abrir mis piernas a otros placeres prohibidos.

Su mano en mi mejilla evocó en mi mente recuerdos que hoy me sabían muy lejanos, recuerdos de aquella primera vez juntos. Yo altiva y segura frente a él pese a estar muerta de miedo y deseo al mismo tiempo. Él calmado, con sus manos acariciando mis mejillas haciéndome creer que no sabía cuán nerviosa estaba en aquel instante. Era cierto que hasta que había conocido a Joe, muchos otros habían pasado por las sábanas de mi lecho, pero no era menos cierto que, de todos ellos, el único con el que había repetido y con quien me había sentido realmente a gusto era el hombre que ahora tenía frente a mi.

Venecia, 3 años atrás.
La oscura noche adornada de largos vestidos y trajes de etiqueta pronto había llegado a su fin. Para ellos había finalizado en el instante mismo en que sus miradas se cruzaron. Hacía meses que no se veían, pues huían el uno del otro, temiendo que tras aquel primer encuentro más íntimo, no volvieran a ser los mismos amigos que durante años habían charlado y reído sin tapujos durante horas y horas.

Un paso, dos, tres... Cada vez más cerca el uno del otro. Una reverencia, y una simple sonrisa traviesa fue la señal que ambos necesitaron para huir de ahí y entregarse a la pasión arrolladora que ambos sentían. Tan solo habían estado juntos una vez, pero tantos años conociéndose y hablando sin tapujos hacían que cada uno supiera dónde y cómo besar al otro para hacerle rozar el mismo cielo. Las manos de ella aún temblaban ligeramente cuando de desnudarle se trataba; los dedos de él, por el contrario, se hundían sin piedad entre los oscuros cabellos de ella, para calmarla pero, también con sus tirones, para incitarla a desinhibirse y sacar su lado más travieso, ese que ambos disfrutaban.

Un beso, dos, tres... Cada vez más rápidos, más urgentes, más intensos, pues la noche avanzaba inevitablemente y con el alba se desharía el hechizo que ahora les hacía arrancarse la ropa. Una prenda, dos, tres... el césped cubierto de ropa y ellos desnudos el uno frente al otro antes de empezar a amarse de nuevo, en esa danza de piernas cruzadas, besos robados y gemidos ahogados... Un minuto, dos, tres y mil más hasta que ambos alcanzaron el clímax no una vez, ni dos, ni tres...

La zozobra ha pasado y ha dado lugar a la calma y, con ella, de nuevo aquellas dudas de los días pasados ¿Y ahora qué?¿Se vestían y hacían como si nada hubiera pasado?¿Significaba aquello algo?¿Cambiaría algo en su amistad por el hecho de hallar placer en encontrarse de esa nueva forma? Se miraron el uno al otro, llenos de preguntas sin respuesta, con los cabellos despeinados y la piel oliendo a los besos del otro y, de pronto, entre tantas dudas el sonido de dos risas claras al unísono y, con ellas, las dudas despejadas pues, seguían y seguirían siempre siendo aquellos dos amigos que siempre habían sido.

¿Por qué reprimir entonces esa agradable sensación de complicidad que ambos sentían cuando estaban juntos? Ambos sabían que no podían esperar nada del otro, pero es que ninguno de ellos querían del otro más que esos buenos ratos, sin ataduras, sin eiquetas, simplemente dos amigos que pasaban buenos ratos dentro y fuera de la cama, con la confianza añadida de que ambos podrían pedir todo lo que desearan sin sentirse juzgados por la otra persona. Él ya era experimentado en esos juegos, ella era inexperta del todo, pero juntos aprenderían a complacerse y a ser exquisitos para sus futuros amantes, aunque siempre serían un agradable recuerdo en la lista del otro.

Sus manos enredadas en los cabellos de ella lo confirmaban, aquel pacto estaba sellado sin palabras y, entre risas, comenzaron a ayudarse a ponerse la ropa que horas atrás se habían quitado con avidez. Aquel sería el primero de muchos encuentros que serían un pequeño respiro para él y un destello de luz en la vida de sombras de ella.


Felicidad, puede que hiciera mucho que no la sintiera realmente, pero era Èferon el único que en aquellos años oscuros, y hasta la llegada de Joe, quien le había hecho esbozar sonrisas con sus comentarios atrevidos y cada vez que él enredaba sus dedos entre mis cabellos, tal y como él estaba haciendo ahora, haciendo qe yo esbozara una tímida sonrisa entre sus brazos.

-Creo que no soy realmente feliz desde que murió mi madre Ef...- dije buscando esa mano que se perdía entre mis cabellos para atraparla entre las mías. -Con su muerte no solo tuve que lidiar con la pérdida que esta suponía, sino que además tuve que contemplar sin poder hacer nada como mi perfecto mundo se desmoronaba pieza por pieza hasta hacerse añicos. Desde entonces, sólo mis ratos contigo traían algo de luz a la oscuridad de mis días y... desde que está Joe en mi vida puedo ver de nuevo esa luz, y hay momentos incluso en los que olvido todo lo que he tenido que acarrear a mi espalda Ef-

Sí, era cierto que mis ojos no brillaban cuando mis labios pronunciaban el nombre de Joe, pero nuestra historia había sido complicada desde el mismo principio y, las últimas semanas no es que hubieran sido muy buenas para nuestra relación. El compromiso había sacado lo peor de nosotros y nos había distanciado hasta límites insospechables y, para colmo, el fantasme de aquel vampiro asolaba mis sueños crispando mis nervios y yo, yo simplemente no quería que Joe me viera en ese estado y pensara que se había comprometido con una demente.

-Es cierto que no me sonrojo cuando hablo de él...- susurré apartando mi rostro de su regazo para mirarle a los ojos directamente, para que supiera que no mentía -Le amo, pero la nuestra es una historia... Complicada, muy complicada de hecho. Llena de baches, clichés e historias que ni tú podrías creer... Es cierto que a veces es un monstruo, pero incluso yo amo esa faceta de él porque soy la única, o eso creo yo, que puede aplacar a la bestia y traer de vuelta al hombre vulnerable...

Puede que ese no sea el tipo de amor al que el mundo está acostumbrado, o el que tú no querrías para tu piccolina... Pero Èf, al final del día, cuando todo queda en silencio, solo sé que deseo estar entre sus brazos. Sin palabras, sin reproches, solo su piel envolviendo la mía, con promesas mudas de que si hoy nuestro día ha sido un infierno, mañana sólo puede esperarnos el cielo...-
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Mensaje por Éferon Gianetti Miér Dic 14, 2016 5:42 am

La velada estaba transcurriendo como no imaginaba. Jamás pensó ver a Cèline Dampierre débil, vulnerable y pidiendo a gritos silencios que la amparase. Éferon era una persona muy sentida, no podía ver a nadie que le importaba sufriendo, pasando por un mal momento y si él podía hacer lo que fuese, todo lo que estuviese en su mano lo haría sin pensar en las consecuencias. Con que ella encontrase la felicidad, su bienestar en aquella sociedad que todo lo destruía o por el contrario, te daba el oro y esa reputación que te escalaba a lo más alto. Montaña de hipócritas que disfrutaban con un buen espectáculo, él tenía buena acogida pero porque se lo labró incluso antes de que su padre muriese. La forma de ser del italiano encandilaba no solo a las mujeres, esos tratos y negocios que a los demás siempre veían con buen puerto.

-Entonces ese tal Joe, ha alumbrado tu vida como pensaste que ninguna otra persona lo haría ¿no es así? pero hay más cosas, te gustaría que todo fuese distinto. No tuvieses tanto peso a tu espalda y lo comprendo. Yo estoy mejor sin mi padre, sé que lo adorabas pero lo que me hizo no tiene perdón… me engañó toda mi vida pero eso no va a hacer que me hunda, ¿qué consigo con eso? terminar en una taberna borracho, en una pelea que me lleve a la muerte y se acabó todo. La vida son pequeños instantes, algunos buenos y otros malos pero nunca hay que rendirse. Veo la tristeza en tus ojos, la desesperanza, la incertidumbre… y sabes que soy franco, sincero, esta noche ni ninguna otra me callaré nada aunque me lleve a pelear con el mismo dios de la guerra -

Suspiró , las historias de amor siempre eran complicadas, llenas de montañas altas y bajas… un sinfín que no estaba segura que ella pudiese aún haber asumido. Estaba aterrada por su nueva vida, por esos peligros que acechaban a sus espaldas. Mantuvieron esa relación más estrecha en donde en la intimidad, en esos momentos efímeros… conseguir que se sintiese única y especial. y una parte de la conversación, le pilló de improviso, no esperó.

Suspiró largamente, haciéndole que pensar “al final del día, cuando todo quede en silencio, solo sé que deseo estar entre sus brazos”. Sus orbes verdes se cerraron de golpe, él no había sentido nada aún por nadie ni remotamente desear tal cosa y eso le asustó, tanto que su gesto se puso serio de golpe. Sus dedos acariciaron el mentón de la joven con cierta desesperanza en esos ojos de gato tan característicos de él.

-No sé de amor, sé darlo a mi manera pero no ese amor profundo del que hablas, yo nunca lo he sentido y creo que soy inmune a que una mujer me deslumbre. He conocido a muchas y si no la he conocido ¿cómo la voy a encontrar? -tomó sus manos entre las ajenas , dejando un beso en éstas y dedicarle una sonrisa, iba a comprometerse a que no se sintiese sola y solo se le ocurría una manera de que le creyese.

Se inclinó a su rostro, apartando su cabello, mirándola intensamente a los ojos, una promesa silenciosa en la que no solo la miraba con cariño si no como aquel en el pasado. Era obvia la atracción que sentía por ella. Se acercó a sus labios, dejando un roce sentido, buscando un instante los labios y sonreír contra estos, una despedida…quizás en ese ámbito.

-Estaré por siempre aquí y lo sabes, nunca lo dudes
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