Lochlainn ID.

Lo que más rápido lo define en su totalidad son estos dos adjetivos: “Oscuro y Siniestro” de un humor retorcido y negro que pocos entienden, llegando al borde de la demencia o mejor dicho de la locura bizarra. Se trata de un hombre obsesionado con todo aquello que posea vida, luz. Hermético, taciturno y parco; no se abre fácilmente a nadie, su vida como si de un misterio fuese yace sobre las hojas blancas de un testamento. Observador y paciente, su juego favorito consiste en analizar el terror férreo en la mirada de los habitantes, en un silencio irónico y frío. Controlador y perfeccionista en su totalidad nada puede salirse de las tornas o fuera de lugar, le apasiona confabular al igual que manipular en cuanto la oportunidad aflora, no siente remordimiento al hacerlo y más cuando se alza ante su presa, siendo el cien por ciento de veces triunfador.

Traiciona a todos cuantos se le acercan y trata de dar la impresión de que se esfuerza mucho pero en realidad no lo hace. Presenta un marcado grado de rechazo, sin duda lo que lo convirtió en lo que hoy es, podríamos considerarle como una mezcla entre psicótico organizado y anárquico debido a que por un lado podría mostrarse con una personalidad reacia y distante, o por lo contrario comportarse cual caballero meticuloso y de buen ver. Ávido a la hora de pelear contra enemigos humanos y bestias de toda índole acostumbra a usar sus enromes músculos para pisotear con saña a quien sea que se atreva a mirarle a los ojos sin dirigir al menos una palabra (Guarda afianzado sus poderes). Prefiere mil veces a quien le habla con maldiciones que a los que se quedan callados, guardándose el veneno para soltarlo de forma trapera, sucia. Odia la hipocresía y es por esta razón y por su voluble carácter que permanece rodeado sólo de sombras.

"Más allá de los cabos y promontorios del ansia, más allá de los premeditados menhires del deseo, más torpes y tímidos con aquellos que más exigen algo sutil y hermoso y lleno de descanso, nos movemos y zozobramos en mareas de ilusión, a tientas buscando más allá de las inmóviles puertas de la inmortalidad."

No se trata de nombres al azar ni dementes vociferando lo primero que hallan en su mente despejada, vocales y letras se atoran en la garganta de quien me nombra pues la oscuridad que albergan dichas palabras son tan inmensas que, sin lugar a duda, algunos se acobardan. No recuerdo la conversión donde cambié el día por la noche y el sustancial alimento por la exquisita sangre, desde entonces jamás me he sentido débil o no deseado por los seres humanos. Si bien he de ser sincero nunca pensé que me pasaría a este bando, pero ahora que lo he degustado con mis propias fauces me será difícil volver al sendero adecuado o al que en su tiempo atrás, el destino escribió por mí. A lo largo de la historia un nombre diferente se apega a mi sombra, persiguiendo al monstruo que todo lo que sus recias manos palpa, destruye. Italia, Roén Marcato, retoño del legado Marcato acusado de asesinato y canibalismo, ¿acaso degustar el corazón de una hermosa dama se denomina canibalismo? Venecia, Marcus Digorey, acusado por brujería y secuestro, ¿darle cobijo a las damas hasta que la cena sea servida se recalca como secuestro? No entiendo la afición de los débiles por cavar su propia tumba antes de tiempo.

Escocia, en esta hastiada época donde la apetencia no logra satisfacerme a pesar de las confabulaciones entre la realeza, los herejes y las enfermedades; hallo lo que vendría siendo la clarividencia, una luz tenue e incapaz de hacerme daño o, mejor dicho, incapaz de hacérselo yo. Clarisse, hija menor del clan Bodhràn. Su padre, Duque de Escocia, una criatura repulsiva incapaz de controlar sus instintos carnales y deseos furtivos se interesó por los conocimientos que poseo y riquezas, todo un improvisto por su parte aunque por la mía, no tanto al haberlo proyectado siguiendo algunas pautas que, tarde o temprano me llevaron al éxito. Tres hermosas doncellas y un simpatizante seguidor como llegó a ser el Duque de Escocia gracias a mis encantos me facilitaron la entrada a la realeza. Si bien es cierto que a pesar de mi apariencia mortal, no soporto los rayos cálidos, me excusé con una enfermedad extraña que acarreaba desde Venecia y que me impedía salir de día. Desinteresado por las leyes y los protocolos me digné a investigar los fondos de la familia Bodhràn y por supuesto, a sus primogénitas. La mayor y venerada por los más adinerados ante su belleza y curvas no me supuso ningún impedimento, sin embargo, la fragancia que expedía y el sabor de su sangre no me convencieron. Melissa se convirtió en la primera baja familiar ante una inusual anemia, el color de sus pómulos se tornó marfil mientras que su bella silueta perdía peso hasta quedar mísera como el vacío.

El duque desconcertado y sin entender muy bien la situación, contrató a los mejores diplomados en medicina para tratar a sus dos hijas, sanas y reticentes a cualquier enfermedad. La mediana reconoce a través de mis claras orbes el peligro, se mantiene alerta e incluso me rehúye cuando me acerco, que irónico. En el crepúsculo donde la luna se muestra menguante y las estrellas palpitan de júbilo soy invitado a una gala que el mismísimo Rey de Escocía ha planificado. En dicho festivo me presentan a cargos de suma importancia, barones que no dudarán en apoyarme si requiero de algún proyecto, mujeres de alta cuna incapaces de resistir el hechizo que tanto las atrae hacia mi persona y en el auge de la noche, por supuesto, al anfitrión y a su adorable retoño. Qué desdicha, ¿por qué conformarme con un título de Duque cuando podría ser el mismísimo Rey? El dilema yace cuando observo a la Princesa, tan joven y aún sin desarrollar. No me considero paciente y todo esto, aunque me lo tome en serio no es más que un juego con la mera intención de que los años pasen y finalice por viajar a otro punto del mundo.

La velada continúa y en mitad del gran salón las parejas bailan al son de la música, desde mi ubicación observo a la que vendría siendo mi objetivo, uno que no hace más que escabullirse de entre mis garras. La más joven, Clarisse se mantiene al margen como si no disfrutase de estas festividades de la realeza, se encuentra en el balcón donde la tenue luz de los candelabros resalta sus doradas hebras y la inocencia que presenta a través de su mirada y largas pestañas. A paso raudo me coloco en su costado derecho, preguntándole acerca de la noche y si es de su agrado.

─ Dicen que cada luna es distinta, que cada una tiene su propia historia. ─ ¿Y qué si es así? Sólo me preocupo de las mías, todas embreadas en carbón y clausuras. Dí a entender que serían las últimas palabras de la joven más me equivoque. ─ Aún sigo esperando que la más dichosa de todas me acoja. La manera en que la noche se conoce con la luna... ─ Siento fuego emanar desde mis adentros, un ardor desesperante que penetra a través de cada coraza hacia mi marchita alma. ─ Sé eso conmigo.  ─ Clarisse, mi verdadero designio. La lujuria y el amor que jamás pude tergiversar, el sexo inigualable y la concurrencia de nuestros cuerpos en un calderón de orgasmo. La brisa estival de Escocia nos mese antes de extraviarnos a través del gentío, perdiéndonos hasta envolvernos en un ambiente tórrido donde nadie será participe de nuestros pecados, en un cúmulo de sábanas donde cada caricia quedará graba en mi memoria, fija en mi corazón y arraigada en mi alma.

Mes y medio después llegó la noticia y pasé a ser Lochlainn Bodhràn al contraer matrimonio con la primogénita más joven del Duque. Me deshice de cada mal pensamiento y ahuequé las tragedias, viví mi vida como nunca antes lo había hecho, siempre manteniéndome oculto de lo obvio, de todo aquello capaz de hacerme daño o desvelar mi secreto. La alta cuna me recibió con los brazos abiertos y fue demasiado fácil encajar con mis encantos, poco a poco fui abriendo puertas hasta que la polémica y rumores de lo más escandalosos nos abrumaron como si de una furiosa marea se tratase. El Duque acató su condena al haber seducido a sus propias hijas e incluso, alguna que otra mujer fuera de sus posibilidades con sobornos de toda índole. La hermana de mi actual mujer trató de persuadirla para que me dejase, a mí, a un hombre poseído por el propio mal, como era de esperar no le creyó y antes de acabar como su tercera y difunta hermana abandonó Escocía.

Éramos solo ella y yo, el título nos precedía al igual que la fama, entonces… ¿por qué la tristeza abrumó nuestra morada? Los encuentros húmedos no cesaban, nuestros cuerpos extasiados sudaban de placer cuando dábamos el alma hasta el amanecer, enredados sin necesidad de sábanas o almohadas, todo era celestial. Los gemidos que nacían de dos cuerpos desquiciados por la demencia y coitos alcanzados no era suficiente y yo jamás podría darle lo que tanto anhela y con lo que sueña cuando ambos parpados se entrecierran. Un heredero. Clarisse fue testada por los mejores diplomáticos mientras que yo, reacio a darme a conocer negué todo tipo de trato, desconcertándola. No tardé en absoluto darme de bruces con una gran piedra puntiaguda, dolorosa y llena de estragos.

Supe de sus amoríos y no la culpo por aferrarse a la idea de convertirse en madre, sin embargo y conociéndome, la traición ha hecho mella en mi interior. No una, sino dos veces. Una hermosa noche de verano, el palacio mantiene los balcones abiertos debido a la calurosa brisa. No, de entre las chamuscadas paredes emergen las llamas en conjunto de humaredas grisáceas, los gritos encolerizados, atormentados por el dolor se disipan a través del espacio hasta llegar a mis oídos. Lo observo plácido pero internamente herido desde la rejas de la entrada. Escocía, páramos donde he conocido la felicidad y a su vez, la traición.

En dicho incendio fallecieron los Reyes de Escocía, llevándose consigo a varios caballeros de nombradía. Clarisse quedó en el olvido y no me atreví a saber sobre su paradero, si el destino resulta ser cruel nos volverá a unir sea aquí o en la punta contraria del globo terráqueo. Ahí a donde me dirijo, París, un lienzo nuevo con el cual desfasarme y expresar todos estos colores que logran definirme por dentro, iniciando los primeros brochazos con un rojo carmesí y un negro profundo.  

─ Al conservar el título de Duque, tarde o temprano deberá volver a Escocia, si se le apetece, claro.
─ Dos veces ha amado, dos veces le han traicionado. Ni una más.
─ El paradero de Clarisse sigue desconcertándole, aunque nunca bajará la cabeza e indagará para hallar la verdad.
─ Le atrae la idea de tener una mascota, fieles hasta que yacen. Sin embargo le rehuyen.
─ Adora la música y la lectura ya que amenan su tormentosa existencia.
─ Nunca se supo quién fue el culpable del Incendio. Mejor para él.