Aberforth Weisser ID

Aberforth tiene un cierto encanto, pero no necesariamente lo utiliza. Prefiere agradar a través de una conducta sensata y sutil, desde su punto de vista, que mediante su seducción, sin embargo, innata. Es un hombre reservado, inquieto a quien, si bien es encantador y comunicativo, no le gusta hablar de sí mismo y se mantiene secreto. Puede mostrarse dinámico y voluntario. Dotado de una gran fuerza de persuasión, está en condiciones de mandar y de ocupar el primer puesto.

Aberforth posee capacidades de organización y no le gusta para nada ser un simple ejecutante. Su capacidad de trabajo es importante. Tiene una inteligencia práctica, pero también analítica, y su espíritu tiende a ser escéptico, crítico y a veces cáustico. En efecto, desliza una pizca de humor o de ironía en sus propósitos, para defenderse o protegerse. Igualmente, a menudo origina tormentos, ansiedad e incluso depresiones. Es independiente, e incluso a veces, demasiado. A menudo se repliega sobre sí mismo y frecuentemente se lo encuentra inmerso en sus libros.

Prefiere la soledad a una compañía no deseada. Sería interesante inculcarle nociones de cooperación y enseñarle a compartir, ya que es demasiado personal. A Aberforth le gusta la tranquilidad, el estudio, la reflexión, el análisis, la meditación. A veces se interesa en las religiones o en lo irracional. En materia de amor, es reservado y esconde su gran sensibilidad detrás de una fachada de frialdad que puede hacerlo pasar por insensible.

Sin embargo, es fiel y posee una moralidad elevada. Muy exigente en su elección, muy elitista, puede conocer la soledad, a menos que logre encontrar su alma gemela, con quien podrá compartir todo, y que elegirá en función de las afinidades intelectuales, culturales o espirituales comunes.

Aberforth nació entre una familia de inquisidores pero debido a una deficiencia en sus músculos le es imposible empuñar arma pesada a excepto de armas ligeras como un puñal o un arco de poco peso. Desde siempre se ha sentido inferior a sus compañeros y cuando iba a las fiestas de los inquisidores siempre iban los hijos de estos los cuales, también se metían con él por su discapacidad muscular. Solo por eso ya estaba fuera del grupo. Sus padres en cambio, le daban el apoyo necesario para que no sufriera después de dicho aislamiento del resto de la gente y sobre todo estaba su prima Casiopea, con sus enormes gafas de metal y sus trenzas pelirrojas que acentuaban la enorme sonrisa que resplandecía por si sola. Sabía que su prima era un poco menor que él, que sentía un cierto afecto hacia el rubio pero siempre actuó como la amiga que jamás tuvo.

A la edad de los trece años supo que recibió la noticia de que había sido comprometido con una persona de alto rango social, pero que dicha muchacha aún no estaba preparada para el matrimonio por lo tanto nadie se molestó en presentarlos el uno al otro. Eso a Aberforth le daba igual. No había sido capaz de tener un amigo aparte de su prima y ahora lo comprometen con una desconocida. Solamente esperaba que no le presentaran ahora mismo el cual tenía acné por toda la cara y la espalda, tenía que echarse una crema especial creada por una bruja inquisidora que era amiga de la familia. Cuando cumplió los 16 años, Aberforth parecía haber sufrido una transformación en su cuerpo y comparándose hace tres años había cambiado sin darse cuenta. Ahora tenía algún que otro pectoral, hacia deporte como abdominales y alguna que otra mal flexión por la estúpida deficiencia de sus músculos. Por muchas pociones que la inquisidora les fabricara, sus músculos siempre iban a quedarse igual

Con el tiempo Aberforth se olvidó de que había sido comprometido a los trece años con una desconocida y para cuando quiso darse cuenta, estaba manteniendo una relación a escondidas con Luther, un sirviente de ojos ámbar y cabello rizado oscuro. Esos rizos, le volvían loco que una noche en la que obligó a Luther dormir con él, corto un mechón para guardárselo de recuerdo. Todos como una familia viajaban de ciudad en ciudad, de país en país hasta que finalmente, los padres de Aberforth se asentaron en París finalmente prometiéndole así que tendría amigos –de nuevo- diferentes y que no se burlarían de su deficiencia muscular. La sorpresa llegó cuando pasaron unas semanas desde la llegada a París que fue cuando Luther quería cortar la relación con Aberforth rompiéndole el corazón. Luther no se sentía cómodo con los franceses y por ello volvió hacia el Reino Unido.

Fue descorazonador para Aberforth recibir tal noticia y tal despedida de alguien a quien tenía algo de afecto. Pasará un tiempo en que encuentre a alguien en quien de verdad pueda volver a amar o probablemente, a confiar.