AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
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Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Ya parecía habitual aquella clase de tiempo en esta nueva ciudad, París era más fría que las tierras del sur, el cielo siempre se tornaba gris o la luz se debilitaba, al menos eso le parecía que la luz de aquel lugar era más apagada. De nuevo estaba lloviendo, a pesar de que el extranjero no estuviese acostumbrado a aquello, le gustaba al fin y al cabo, nunca le había desagradado pasear bajo la lluvia, ni sentir el roce de aquellas gotas que se calaban por su humildes ropas.
Un contraste entre el gris del cielo y color de aquellos jardines existía. Se suponía que en aquel lugar, solía ser mas visitado por personas de más alta clase para su paseo, que un tipo de persona como él. Por ello y de vez en cuando sentía alguna mirada curiosa respecto a él.
¿Qué hacía allí? Pues, más bien a falta de recursos para poder comprar ciertas hierbas, ingredientes o tónicos, Emhyr se aprovecho de aquel abundante lugar, y disimulado tomaba los ingredientes necesarios para hacer su brujería o incluso para una simple infusión.
Aquel conocimientos de hierbas lo había adquirido gracias a su madre, curiosa afición había sido la botánica, aunque Emhyr se cuestionara que fuese una afición, tal vez sería por su don que él había ignorado.
Sus ojos castaños recorrieron el cielo, sintiendo como caía el agua como lagrimas sobre la capucha de aquel viejo abrigo de ricos bordados que siempre le acompañaba. Era extraño que en la soledad del lugar, ausente de asfalto, de los carros y el bullicio de la ciudad, alguien caminase y entre cortinas de niebla espesa, pero allí estaba Emhyr escapando de una sociedad que comenzaba a ansiar la impaciencia, que nada le llenaba.
Él tiempo repentinamente parecía correr lento y apacible, pero algo lo perturbaba por dentro, haciéndole formar parte de aquella impaciencia colectiva. No era que quisiera vivir la vida de un modo vivir, solo quería sentir con plenitud su dulce gusto con tranquilidad, y no pensar en que el tiempo atropellaba su vida y la acortaba con sus días. Sentía que le quedaba poco si le encontraban, tanto aquellos que le perseguían dentro de su pasado más aquellos que en la actualidad habían aprovechado su mortalidad bebiendo de su sangre y dejándole sin vida y con miles de preguntas a responder.
París era una nueva oportunidad, era la búsqueda de la inmortalidad y de aquellas respuestas y dudas sin resolver. Sabía que todo tipo de criaturas sobrenaturales se movían por aquella lustrosa ciudad.
En su llegada esperaba encontrar aquello que perseguía con ansias en días más tardíos, el decidió tener paciencia pero el destino había conspirado para encontrar las nuevas oportunidades. Ya se había cruzado con criaturas de la noche, ahora le quedaba convencer a alguna de ellas.
Por un instante recordó una conversación de sus primeros contactos con personas de aquel
La lluvia continuaba filtrándose entre las hojas de los árboles, Emhyr apoyado frente a un tronco, sentado... y sin quererlo, se quedo dejo envolver por los brazos de Morfeo, dormido, sin darse cuenta que la tarde empezaba a anunciar una temprana noche.
Un contraste entre el gris del cielo y color de aquellos jardines existía. Se suponía que en aquel lugar, solía ser mas visitado por personas de más alta clase para su paseo, que un tipo de persona como él. Por ello y de vez en cuando sentía alguna mirada curiosa respecto a él.
¿Qué hacía allí? Pues, más bien a falta de recursos para poder comprar ciertas hierbas, ingredientes o tónicos, Emhyr se aprovecho de aquel abundante lugar, y disimulado tomaba los ingredientes necesarios para hacer su brujería o incluso para una simple infusión.
Aquel conocimientos de hierbas lo había adquirido gracias a su madre, curiosa afición había sido la botánica, aunque Emhyr se cuestionara que fuese una afición, tal vez sería por su don que él había ignorado.
Sus ojos castaños recorrieron el cielo, sintiendo como caía el agua como lagrimas sobre la capucha de aquel viejo abrigo de ricos bordados que siempre le acompañaba. Era extraño que en la soledad del lugar, ausente de asfalto, de los carros y el bullicio de la ciudad, alguien caminase y entre cortinas de niebla espesa, pero allí estaba Emhyr escapando de una sociedad que comenzaba a ansiar la impaciencia, que nada le llenaba.
Él tiempo repentinamente parecía correr lento y apacible, pero algo lo perturbaba por dentro, haciéndole formar parte de aquella impaciencia colectiva. No era que quisiera vivir la vida de un modo vivir, solo quería sentir con plenitud su dulce gusto con tranquilidad, y no pensar en que el tiempo atropellaba su vida y la acortaba con sus días. Sentía que le quedaba poco si le encontraban, tanto aquellos que le perseguían dentro de su pasado más aquellos que en la actualidad habían aprovechado su mortalidad bebiendo de su sangre y dejándole sin vida y con miles de preguntas a responder.
París era una nueva oportunidad, era la búsqueda de la inmortalidad y de aquellas respuestas y dudas sin resolver. Sabía que todo tipo de criaturas sobrenaturales se movían por aquella lustrosa ciudad.
En su llegada esperaba encontrar aquello que perseguía con ansias en días más tardíos, el decidió tener paciencia pero el destino había conspirado para encontrar las nuevas oportunidades. Ya se había cruzado con criaturas de la noche, ahora le quedaba convencer a alguna de ellas.
Por un instante recordó una conversación de sus primeros contactos con personas de aquel
La lluvia continuaba filtrándose entre las hojas de los árboles, Emhyr apoyado frente a un tronco, sentado... y sin quererlo, se quedo dejo envolver por los brazos de Morfeo, dormido, sin darse cuenta que la tarde empezaba a anunciar una temprana noche.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
El alba había alcanzado mi rostro cuando una nota bajo la puerta de la habitación que compartía con mi prometido me había puesto sobre aviso. Sobre aquella rugosa hoja de papel sólo se hallaba escrito un nombre y el lugar en el que aquel día podría encontrar al portador de dicho nombre y la promesa de que sólo desvelaría la información que yo andaba buscando casi con desesperación a alguien de mi especie.
Precisaba de aquella información, la necesitaba, necesitaba saber dónde diablos estaba mi hermano, necesitaba dar con él y salvar el futuro de mi manada, el futuro de mi familia que ahora se hallaba amenazada por el peligro inminente de los nosferatu.
Desconocía la naturaleza del hombre con el que me encontraría al caer la tarde, sin las miradas indiscretas de la gente, así que, como buena mujer precavida y como beta de una manada en lucha, decidí que la mejor opción sería aparentar lo que no era. Escondí dagas por mis muslos y mis brazos, quizá más armas de las que llegara a necesitar, pero nunca era suficiente cuando desconocías al adversario al que te enfrentabas.
Sobre todas aquellas armas mortales, capas de delicada gasa azul y blanca de un vestido que me daba un aspecto angelical. Debía ser letal, pero debía parecer angelical, una dama indefensa, de buena familia que no sería capaz de cargar con un leño entre sus brazos sin romperse una uña y quejarse por ello. Debía ser una dama en apuros desesperada por conseguir a cualquier precio la información referente a su hermano mayor.
Reidar... ¿dónde demonios se había metido? Él era mi cómplice, mi guía, mi hermano predilecto y yo llevaba semanas buscándole infructuosamente y el simple hecho de saberme más cerca de él y su paradero, hacía que el corazón se me desbocara.
Contemplé mi reflejo en el espejo de la habitación y recogí mis cabellos dejando algún rizo suelto que me diera aún un aire más aniñado, más dulce. Era el momento de partir y debía hacerlo sola mas mi prometido dormía y no quería perturbar su sueño por lo que opté por besar su frente con delicadeza y dejarle una nota indicándole que había salido buscando una pista de mi hermano y que estaría de vuelta entre sus brazos antes de que se diera cuenta.
Era un día bullicioso y gris en aquella ciudad abarrotada de gente, lugares en los que reunirse y olores que perturbaban mis sentidos. Sentía como la ropa se me pegaba al vestido marcando las sinuosas curvas de mi cuerpo entrenado cada día bajo el viento de mi tierra. Aceleré el paso, debía llegar cuanto antes al jardín botánico.
La nota me informaba de que el individuo llegaría al caer la tarde, pero necesitaba conocer el terreno, controlar el espacio y estar preparada para cuando él hiciera su aparición. Por la mañana aquel sitio estaba abarrotado de gente de la alta sociedad, paseando, exhibiéndose mas, según iban pasando las horas y se acercaba el atardecer y el crepúsculo la lluvia aumentaba de intensidad y los visitantes disminuían en número.
Sólo uno llamó mi atención, un hombre cabizbajo, joven y con una pesada carga, al parecer sobre sus hombros. Aquel, aquel intuía que sería mi presa esa noche por lo que con lentitud y la mejor de mis sonrisas dirigí mis pasos hacia él, con sigilo. Al llegar frente a él contemplé con una sonrisa en los labios que estaba dormido, bien, así no tendría que fingir.
Solté los cabellos prendidos a mi sombrero con un grueso y afilado alfiler y me puse tras aquel hombre, acercando el alfiler a su yugular y reteniéndole con mis brazos. -¿Qué sabes de Reidar Landvik Emhyr?- Su cuerpo adormilado se despertó y el mío aprisionó el suyo con más fuerza, pegándolo al tronco del árbol en el que descansaba -Dímelo o te juro por Dios que no verás salir la luna llena esta noche-
Precisaba de aquella información, la necesitaba, necesitaba saber dónde diablos estaba mi hermano, necesitaba dar con él y salvar el futuro de mi manada, el futuro de mi familia que ahora se hallaba amenazada por el peligro inminente de los nosferatu.
Desconocía la naturaleza del hombre con el que me encontraría al caer la tarde, sin las miradas indiscretas de la gente, así que, como buena mujer precavida y como beta de una manada en lucha, decidí que la mejor opción sería aparentar lo que no era. Escondí dagas por mis muslos y mis brazos, quizá más armas de las que llegara a necesitar, pero nunca era suficiente cuando desconocías al adversario al que te enfrentabas.
Sobre todas aquellas armas mortales, capas de delicada gasa azul y blanca de un vestido que me daba un aspecto angelical. Debía ser letal, pero debía parecer angelical, una dama indefensa, de buena familia que no sería capaz de cargar con un leño entre sus brazos sin romperse una uña y quejarse por ello. Debía ser una dama en apuros desesperada por conseguir a cualquier precio la información referente a su hermano mayor.
Reidar... ¿dónde demonios se había metido? Él era mi cómplice, mi guía, mi hermano predilecto y yo llevaba semanas buscándole infructuosamente y el simple hecho de saberme más cerca de él y su paradero, hacía que el corazón se me desbocara.
Contemplé mi reflejo en el espejo de la habitación y recogí mis cabellos dejando algún rizo suelto que me diera aún un aire más aniñado, más dulce. Era el momento de partir y debía hacerlo sola mas mi prometido dormía y no quería perturbar su sueño por lo que opté por besar su frente con delicadeza y dejarle una nota indicándole que había salido buscando una pista de mi hermano y que estaría de vuelta entre sus brazos antes de que se diera cuenta.
Era un día bullicioso y gris en aquella ciudad abarrotada de gente, lugares en los que reunirse y olores que perturbaban mis sentidos. Sentía como la ropa se me pegaba al vestido marcando las sinuosas curvas de mi cuerpo entrenado cada día bajo el viento de mi tierra. Aceleré el paso, debía llegar cuanto antes al jardín botánico.
La nota me informaba de que el individuo llegaría al caer la tarde, pero necesitaba conocer el terreno, controlar el espacio y estar preparada para cuando él hiciera su aparición. Por la mañana aquel sitio estaba abarrotado de gente de la alta sociedad, paseando, exhibiéndose mas, según iban pasando las horas y se acercaba el atardecer y el crepúsculo la lluvia aumentaba de intensidad y los visitantes disminuían en número.
Sólo uno llamó mi atención, un hombre cabizbajo, joven y con una pesada carga, al parecer sobre sus hombros. Aquel, aquel intuía que sería mi presa esa noche por lo que con lentitud y la mejor de mis sonrisas dirigí mis pasos hacia él, con sigilo. Al llegar frente a él contemplé con una sonrisa en los labios que estaba dormido, bien, así no tendría que fingir.
Solté los cabellos prendidos a mi sombrero con un grueso y afilado alfiler y me puse tras aquel hombre, acercando el alfiler a su yugular y reteniéndole con mis brazos. -¿Qué sabes de Reidar Landvik Emhyr?- Su cuerpo adormilado se despertó y el mío aprisionó el suyo con más fuerza, pegándolo al tronco del árbol en el que descansaba -Dímelo o te juro por Dios que no verás salir la luna llena esta noche-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Ajeno al mundo, incluso a la lluvía que había ralentizado su ritmo y caía con delicadeza deshaciéndose en el suelo vegetal, Emhyr continuaba con su sueño tranquilo.
Con el manto prematura que Morfeo le había cubierto, su mente cayo en el abismo de los sueños y aquellos sueños le llevaron a los recuerdos más a lejanos, recuerdos que él era inconsciente de poseerlos, ya que su memoria estaba deteriorada a causa del influjo hipnótico y el poder de aquellos inmortales que le habían usado como una mera diversión, como alimento que dejar vivo después, sin dar explicación de por qué, un porqué que Emhyr día tras día se planteaba. ¿Por qué un vampiro iba a dejar a una víctima con vida noche tras noche, después de deteriorar su aspecto desangrado? Y lo peor de todo, porque a pesar de que él huyese o los buscase, seguía fuese quien fuese visitándole, dejándole medio muerto y con la memoria deteriorada, pero una sensación de placentero dolor e insatisfacción en el cuerpo. ¿Por qué no acababa con su vida?
Unas hogueras de llamas altas y con danzantes lenguas intentaban acabar con la oscuridad del cielo nocturno de aquellas playas, los canticos tribales, los cascabeles en los tobillos de las jóvenes que celebraban la noche mágica de san juan quedaban lejanas en cuanto las sensaciones, Emhyr tenía la visión borrosa, solo sentía aquellos labios desconocidos besar los suyos, besar su piel en dolor y la sangre que emanaba, pero el dolor pedía más en un ciego abismo de atracción e hipnosis que le llevaba a la muerte lenta... Sentir aquel abrazo frío mortífero, el férreo sabor de la sangre bajo la lengua, cual óbolo para el barquero... Y unos ojos teñidos en el escarlata, unos ojos que entraban en contradicción de atracción y miedo...
Emhyr sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y el sueño fue arrebatado para llevarle a la realidad.
Un asalto sin previos aviso, una tremenda fuerza que se acercaba por su espalda. Confuso miro el lugar donde se encontraba, no estaba en España, recordó que estaba en París y que todo aquello soñado había quedado en el pasado...
Brazos retenidos y el filo peligroso en su cuello. Voz femenina... ¿Voz femenina? Ciertamente se había citado con alguien allí, pero lo que menos esperaba es que fuese una mujer.
Tremenda fuerza pudo observar, y lo intuyo en su aura, era una mujer lobo. Fuerza que pronto usaría en su contra, ya que un giro de muñecas, y la torsión de su propio cuerpo hizo que las tornas cambiase siendo ahora ella la que estaba contra el tronco con el alfiler perdido y el cuerpo de Emhyr reteniéndose.
Aunque pareciese un simple vagabundo, no había subestimarlo, el otomano era más de lo que aparentaba. Había sido un niño privilegiado, nacido en el oro, para ser descendido a la miseria y la dureza a la que un jenízaro debía de enfrentarse. Había sido un niño soldado, había formado parte de la élite para su sultán.
-No me esperab... -Ligero acento que denotaba su extranjería. No terminó su frase, con aquellos ojos castaños ojearon de arriba a abajo a la mujer. Lo dicho, había esperado un hombre, y no una mujer, joven y una bellezas de las difíciles de encontrar.
Una sonrisa curvo sus labios divertidos, no pudo evitarlo. Se sentía con suerte.
Empujón que la soltaba de sus ataduras, y pasos atrás.
-Una lengua cercenada, no le va a traer la información que necesite. -Carraspeo. -Es poca la información que he recibido, solo he conseguido seguir un rastro. Al parecer Reidar Landvik y yo tenemos gustos parecidos con quien coquetear... Inmortales, vampiros.
Con el manto prematura que Morfeo le había cubierto, su mente cayo en el abismo de los sueños y aquellos sueños le llevaron a los recuerdos más a lejanos, recuerdos que él era inconsciente de poseerlos, ya que su memoria estaba deteriorada a causa del influjo hipnótico y el poder de aquellos inmortales que le habían usado como una mera diversión, como alimento que dejar vivo después, sin dar explicación de por qué, un porqué que Emhyr día tras día se planteaba. ¿Por qué un vampiro iba a dejar a una víctima con vida noche tras noche, después de deteriorar su aspecto desangrado? Y lo peor de todo, porque a pesar de que él huyese o los buscase, seguía fuese quien fuese visitándole, dejándole medio muerto y con la memoria deteriorada, pero una sensación de placentero dolor e insatisfacción en el cuerpo. ¿Por qué no acababa con su vida?
Unas hogueras de llamas altas y con danzantes lenguas intentaban acabar con la oscuridad del cielo nocturno de aquellas playas, los canticos tribales, los cascabeles en los tobillos de las jóvenes que celebraban la noche mágica de san juan quedaban lejanas en cuanto las sensaciones, Emhyr tenía la visión borrosa, solo sentía aquellos labios desconocidos besar los suyos, besar su piel en dolor y la sangre que emanaba, pero el dolor pedía más en un ciego abismo de atracción e hipnosis que le llevaba a la muerte lenta... Sentir aquel abrazo frío mortífero, el férreo sabor de la sangre bajo la lengua, cual óbolo para el barquero... Y unos ojos teñidos en el escarlata, unos ojos que entraban en contradicción de atracción y miedo...
Emhyr sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y el sueño fue arrebatado para llevarle a la realidad.
Un asalto sin previos aviso, una tremenda fuerza que se acercaba por su espalda. Confuso miro el lugar donde se encontraba, no estaba en España, recordó que estaba en París y que todo aquello soñado había quedado en el pasado...
Brazos retenidos y el filo peligroso en su cuello. Voz femenina... ¿Voz femenina? Ciertamente se había citado con alguien allí, pero lo que menos esperaba es que fuese una mujer.
Tremenda fuerza pudo observar, y lo intuyo en su aura, era una mujer lobo. Fuerza que pronto usaría en su contra, ya que un giro de muñecas, y la torsión de su propio cuerpo hizo que las tornas cambiase siendo ahora ella la que estaba contra el tronco con el alfiler perdido y el cuerpo de Emhyr reteniéndose.
Aunque pareciese un simple vagabundo, no había subestimarlo, el otomano era más de lo que aparentaba. Había sido un niño privilegiado, nacido en el oro, para ser descendido a la miseria y la dureza a la que un jenízaro debía de enfrentarse. Había sido un niño soldado, había formado parte de la élite para su sultán.
-No me esperab... -Ligero acento que denotaba su extranjería. No terminó su frase, con aquellos ojos castaños ojearon de arriba a abajo a la mujer. Lo dicho, había esperado un hombre, y no una mujer, joven y una bellezas de las difíciles de encontrar.
Una sonrisa curvo sus labios divertidos, no pudo evitarlo. Se sentía con suerte.
Empujón que la soltaba de sus ataduras, y pasos atrás.
-Una lengua cercenada, no le va a traer la información que necesite. -Carraspeo. -Es poca la información que he recibido, solo he conseguido seguir un rastro. Al parecer Reidar Landvik y yo tenemos gustos parecidos con quien coquetear... Inmortales, vampiros.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Sin duda cuando había acudido al Jardín Botánico había pensado que todo sería un simple juego, algo que resolvería sin más problema en unos minutos. Haría acopio de mi fuerza para intimidar al hombre que decía tener información sobre mi hermano y, tras empujarle un par de veces y, quizá, algún que otro arañazo, obtendría la información que deseaba y desaparecía entre la bruma de la noche para volver al lado del hombre que últimamente robaba mi razón y mis sentidos.
Sin embargo, el peor enemigo de un guerrero era siempre sobrevalorar sus capacidades, y eso era justamente lo que me había ocurrido a mi. No esperé que él tuviera fuerza, no esperé que me empujara golpeando mi espalda contra el árbol que momentos atrás le retenía a él, no esperaba perder una de mis armas en la lucha con aquel hombre de aspecto indefenso.
Mis ojos, hasta ahora pardos se volvieron del mismo color del oro fundido y mis labios se curvaron para dejar escapar un leve gruñido entre ellos. Sin duda hoy no era un día muy propicio para hacerme perder la paciencia, quería respuestas, y las quería ya, antes de que la luna llegara a su punto más alto y me transformara en mi álter lupino.
-No oséis manchar el nombre de mi hermano con tales insinuaciones humano- dije con un claro tono de resentimiento en mi aterciopelada voz –Puede que una lengua cercenada no me proporcione la información que ansío, pero si la información que sale de ella es tan falsa como la que escapa de tus labios no veo por qué debería dejarte con vida, así que por tu bien, habla-
Esta vez no cometería el mismo error de subestimarle. Era un hombre con dotes para la lucha, pero yo jugaba con la ventaja que me proporcionaba mi condición. Mis sentidos se agudizaban con el peligro y más en este día en el que la luna reinaría en el firmamento en su forma completa. Levanté la falda de mi vestido sin pudor alguno y sin apartar mis amarillos ojos de los suyos. Mis manos se deslizaron prestas hasta mis muslos para tomar de allí otras dos dagas escondidas en el liguero de las medias. ¿Quería jugar? Jugaríamos pero quizá no saliera vivo de aquel juego.
-Te lo repetiré una última vez Emhyr- dije poniendo mi voz más dulce mientras mis pasos se acercaban a él. Comencé a dar vueltas a su alrededor, recorriendo con la punta de una de mis dagas su cuerpo a medida que giraba, con la presión suficiente para que la sintiera pero que no traspasara su piel.
-Dime todo lo que sepas de Reidar Landvik, con quién se ve, dónde fue la última vez que escuchaste su nombre... O quizá prefiráis contarme cosas sobre mi otro hermano, Damon Landvik pues allá donde esté él estará mi hermano más tarde o más temprano- Mis pasos se detuvieron frente a él, mirándole directamente a los ojos con una sonrisa en los labios.
-Contadme lo que os plazca y poned un precio a vuestra información, el dinero no es un problema para mi. Ahora bien- susurré con voz pausada a escasos centímetros de su rostro- Mentidme una sola vez y os aseguro que la muerte que os proporcionaría uno de esos inmortales con los que coqueteáis, será muy dulce e inofensiva en comparación con lo que os haré yo cuando os encuentre-
Sin embargo, el peor enemigo de un guerrero era siempre sobrevalorar sus capacidades, y eso era justamente lo que me había ocurrido a mi. No esperé que él tuviera fuerza, no esperé que me empujara golpeando mi espalda contra el árbol que momentos atrás le retenía a él, no esperaba perder una de mis armas en la lucha con aquel hombre de aspecto indefenso.
Mis ojos, hasta ahora pardos se volvieron del mismo color del oro fundido y mis labios se curvaron para dejar escapar un leve gruñido entre ellos. Sin duda hoy no era un día muy propicio para hacerme perder la paciencia, quería respuestas, y las quería ya, antes de que la luna llegara a su punto más alto y me transformara en mi álter lupino.
-No oséis manchar el nombre de mi hermano con tales insinuaciones humano- dije con un claro tono de resentimiento en mi aterciopelada voz –Puede que una lengua cercenada no me proporcione la información que ansío, pero si la información que sale de ella es tan falsa como la que escapa de tus labios no veo por qué debería dejarte con vida, así que por tu bien, habla-
Esta vez no cometería el mismo error de subestimarle. Era un hombre con dotes para la lucha, pero yo jugaba con la ventaja que me proporcionaba mi condición. Mis sentidos se agudizaban con el peligro y más en este día en el que la luna reinaría en el firmamento en su forma completa. Levanté la falda de mi vestido sin pudor alguno y sin apartar mis amarillos ojos de los suyos. Mis manos se deslizaron prestas hasta mis muslos para tomar de allí otras dos dagas escondidas en el liguero de las medias. ¿Quería jugar? Jugaríamos pero quizá no saliera vivo de aquel juego.
-Te lo repetiré una última vez Emhyr- dije poniendo mi voz más dulce mientras mis pasos se acercaban a él. Comencé a dar vueltas a su alrededor, recorriendo con la punta de una de mis dagas su cuerpo a medida que giraba, con la presión suficiente para que la sintiera pero que no traspasara su piel.
-Dime todo lo que sepas de Reidar Landvik, con quién se ve, dónde fue la última vez que escuchaste su nombre... O quizá prefiráis contarme cosas sobre mi otro hermano, Damon Landvik pues allá donde esté él estará mi hermano más tarde o más temprano- Mis pasos se detuvieron frente a él, mirándole directamente a los ojos con una sonrisa en los labios.
-Contadme lo que os plazca y poned un precio a vuestra información, el dinero no es un problema para mi. Ahora bien- susurré con voz pausada a escasos centímetros de su rostro- Mentidme una sola vez y os aseguro que la muerte que os proporcionaría uno de esos inmortales con los que coqueteáis, será muy dulce e inofensiva en comparación con lo que os haré yo cuando os encuentre-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Ella lo había subestimado. Rasgo habitual en aquellos con los que trataba, quien diría que, de aquel extranjero, aquel hombre que llevaba un abrigo mucho más grande que su talla y viejo, sería algo más que un simple estafador, un mago de calle o un vagabundo. Ahí residía su tragedia, Emhyr había luchado por ser grande en su país y entre los suyos, había sacrificado demasiado para luego ver cómo le arrebataban todo con un simple soplo de aire y convertirse en el eterno exiliado que se veía empujado a vender su alma a la luna por tener una vida.
- ¿Por qué mentiría? ¿Se escucha a sí misma? -No pudo más que evitar reírse. Cierto era que solía usar sus argucias para ganarse el pan de cada día, pero para aquello… Era muy distinto. -Si no quiere aceptarlo no es problema. Pero por mi parte no voy arriesgar, algo que es importante para mí. Vital diría.
Ojos teñidos del oro y aquel gesto arisco por parte de la loba. No pudo borrar su sonrisa, es más parece que la peligrosidad de aquella situación le divertía más que nunca.
Justo lo que necesitaba ver, perfecta, simplemente perfecta. Sin quererlo una cierta fascinación se dibujó en su gesto al ver revelada su verdadera naturaleza.
-Bonitas piernas. Ojalá pudiese estar viéndolas en una situación muy distinta a esta, no se arrepentiría. -Descarado, como siempre. Solo pudo decir mientras veía que levantaba su falda y tomaba aquellos cuchillos, al parecer no se iba a rendir en su amenaza y sus palabras le había provocado.
Emhyr por su parte metió ambas manos en sus bolsillos y las impregnó en aquel polvo, luego las saco. Solo era una medida de precaución. Era brujo sí, pero un mal brujo, pero los trucos de mago callejero no se los quitaba nadie y más si aquello le salvaba la vida.
El filo de aquello cuchillos tocaban su cuerpo, el por su parte se quedó quieto. Dejándola hacer mientras ella como depredador marcaba terreno en su peligrosidad. Por su parte su actitud le pareció más excitante que hacerle retroceder.
-Sé que su lobo se ha visto envuelto en una historia amorosa con una inmortal. ¿Quién diría, no? Moira es su nombre. Y parece que no tiene demasiado interés por ser encontrado tan fácilmente.
Peligrosamente ella se había acercado, se había quedado muy quieto con aquellos ojos castaños fijos a los de ella, era extraño porque era como si la idea de la muerte no lo asustase, la idea de que ella le hiriese tampoco, sus ojos eran desafiantes para la loba sin perder aquella fascinación por su naturaleza y sus movimientos.
-No me interesa el dinero. -Ella estaba muy cerca, su voz era terciopelo, sin quererlo le miró los labios. Le pareció apetecible. -Me interesa otra cosa… -Dijo muy suave, y con un previo gesto de permiso, se atrevió a tomar la barbilla de ella, su pulgar rozó sus labios acariciadores y empujo un poco para que ella abriera su boca. -Me interesan esos colmillos hundidos en mi piel. -Él también se atrevió a acercar su rostro al de ella, ahora le hablaba por susurros como si ambos compartieron un secreto. Su actitud se tornó seria. -Le repito, se equivoca de hombre, no busco dinero, quiero que me tiña de su naturaleza, quiero ser como usted. Estoy desesperado. Me arriesgaré a esa muerte que me prometéis
- ¿Por qué mentiría? ¿Se escucha a sí misma? -No pudo más que evitar reírse. Cierto era que solía usar sus argucias para ganarse el pan de cada día, pero para aquello… Era muy distinto. -Si no quiere aceptarlo no es problema. Pero por mi parte no voy arriesgar, algo que es importante para mí. Vital diría.
Ojos teñidos del oro y aquel gesto arisco por parte de la loba. No pudo borrar su sonrisa, es más parece que la peligrosidad de aquella situación le divertía más que nunca.
Justo lo que necesitaba ver, perfecta, simplemente perfecta. Sin quererlo una cierta fascinación se dibujó en su gesto al ver revelada su verdadera naturaleza.
-Bonitas piernas. Ojalá pudiese estar viéndolas en una situación muy distinta a esta, no se arrepentiría. -Descarado, como siempre. Solo pudo decir mientras veía que levantaba su falda y tomaba aquellos cuchillos, al parecer no se iba a rendir en su amenaza y sus palabras le había provocado.
Emhyr por su parte metió ambas manos en sus bolsillos y las impregnó en aquel polvo, luego las saco. Solo era una medida de precaución. Era brujo sí, pero un mal brujo, pero los trucos de mago callejero no se los quitaba nadie y más si aquello le salvaba la vida.
El filo de aquello cuchillos tocaban su cuerpo, el por su parte se quedó quieto. Dejándola hacer mientras ella como depredador marcaba terreno en su peligrosidad. Por su parte su actitud le pareció más excitante que hacerle retroceder.
-Sé que su lobo se ha visto envuelto en una historia amorosa con una inmortal. ¿Quién diría, no? Moira es su nombre. Y parece que no tiene demasiado interés por ser encontrado tan fácilmente.
Peligrosamente ella se había acercado, se había quedado muy quieto con aquellos ojos castaños fijos a los de ella, era extraño porque era como si la idea de la muerte no lo asustase, la idea de que ella le hiriese tampoco, sus ojos eran desafiantes para la loba sin perder aquella fascinación por su naturaleza y sus movimientos.
-No me interesa el dinero. -Ella estaba muy cerca, su voz era terciopelo, sin quererlo le miró los labios. Le pareció apetecible. -Me interesa otra cosa… -Dijo muy suave, y con un previo gesto de permiso, se atrevió a tomar la barbilla de ella, su pulgar rozó sus labios acariciadores y empujo un poco para que ella abriera su boca. -Me interesan esos colmillos hundidos en mi piel. -Él también se atrevió a acercar su rostro al de ella, ahora le hablaba por susurros como si ambos compartieron un secreto. Su actitud se tornó seria. -Le repito, se equivoca de hombre, no busco dinero, quiero que me tiña de su naturaleza, quiero ser como usted. Estoy desesperado. Me arriesgaré a esa muerte que me prometéis
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Parecía que todos mis intentos de asustar a aquel hombre estaban resultando en vano. Mi estrategia se desmoronaba y se escapaba como arena entre mis dedos d emanera vertiginosa. Pensé que le amedrentaría con mis ojos dorados, que le pondría nerviosa con mi incesante caminar a su alrededor con el cuchillo rozando su piel. Sin embargo, él parecía encontrar aquella situación y todos mis fuerzos como algo gracioso o, incluso, me atrevería a decir que excitante.
Sus manos recorrieron con lentitud el perfil de mis carnosos labios, trazando aquel sendero sin prisas para, a continuación, entreabrirlos y contemplar mis colmillos casi con fascinación. Así que por eso era por lo que no temía la parte más inhumana y despiadada de mi ser, porque él pretendía convertirse en lo que yo era: un licántropo. Solté una risa irónica mientras mis ojos miraban con sorna al cielo. Esta noche habría luna llena, la única noche del mes en que él podría ser transformado y, por casualidad, era la noche en la que a mi me habían puesto sobre la pista de mi hermano. ¿Casualidad? Lo dudaba, las casualidades no existían en este mundo repleto de intereses velados.
De un manotazo aparté sus ásperas manos del perfil de mis labios y abandoné el firmamento para posar de nuevo mis ojos sobre los suyos. -¿Sois consciente acaso de lo que ser un lobo supone?- Debía retomar el control de la situación si quería conseguir lo que había venido a buscar aquella noche. Debía conseguir que fuera él el que danzara a mis son y no ser yo quien le bailara el agua.
-¿Sabes Emhyr? Hay cientos de pusilánimes que ansían nuestra fuerza, la longevidad, los sentidos excitados y sensibilizados; pero alguien como tú debería saber...- mis manos se deslizaron ahora, imitando a las suyas, por sus labios para entreabrirlos y observar de cerca sus pequeños colmillos –que ningún cuento acaba bien y que siempre acaba muriendo alguien. Deseáis que mis colmillos se hundan en vuestra tierna piel pero... ¿Habéis contado con que quizá no pueda controlarme y os despedace en el intento?- de nuevo una sonrisa en mis labios, imaginando su carne blanda entre mis colmillos –Tengo ciertos problemas de agresividad, y el llevar semanas buscando a mis hermanos sin resultado no ayuda precisamente a frenar a mi loba interior; no encuentro más que estúpidas insinuaciones de sus compañías o de los sitios por los que han pasado. Parece que la gente de por aquí no entiende que quiero un sitio y una hora en el que encontrar a mi hermano-
Allí estaba el precio si quería que mis dientes se clavaran en su piel para convertirle en la bestia que yo era cada luna llena. Mis manos se alejaron de sus labios con tanta prisa como llegaron y mis labios se curvaron en una sonrisa que nada tenía de dulce o angelical, era una sonrisa macabra. ¿Quería ser un lobo? Aprendería entonces qué era todo aquello que los simples humanos desconocían de los míos.
-¿Acaso crees que ser lobo te hará libre? ¿Que te librará de todo aquello que ahora atormenta tu alma pusilánime? -reí de nuevo ante su atenta mirada. El sol comenzaba a desvanecerse del horizonte y, la penumbra que dejaba y la cercanía con la que la luna se cerniría sobre nosotros, me dotaba de un aspecto salvaje, feroz, el de una loba que se comería a aquella caperucita. Una risa macabra, unos rizos desbocados y unos ojos que, sin quererlo apenas, pasaban del color aceituna al más puro dorado. -¿Os parece cruel la esclavitud de los africanos? La vuestra no será muy diferente. Desde el momento en que mis colmillos se claven en vuestra piel, serás esclavo de la luna- Mis dedos recorrieron lentamente la piel de su cuello y su mandíbula, tratando de decidir cuál sería el lugar escogido para morderle horas más tarde. Sus ojos no perdían detalle de mis movimientos, esperando con calma mis siguientes palabras, mis próximos actos. De nuevo, no se veía el miedo reflejado en sus ojos, sino suma paciencia de alguien que sabe lo que le espera y, simplemente, se arma de paciencia para obtenerlo.
-Cada mes tendrás que enfrentarte a dolorosas transformaciones e instintos incontrolables. Pasarán años hasta que te acostumbres al sonido de tus huesos quebrándose bajo la luz mortecina de tu nueva dueña. Pasarán años hasta que controles tu instinto asesino, hasta que aprendas a correr cada vez que te cruces con un humano inocente en luna llena. Tu razón gritará que huyas y no le lastimes, pero tu lobo interior sólo escuchará la llamada de la sangre.-
Ahora que ambos sabíamos a qué atenernos, que ni yo era una pobre dama en apuros ni él un simple humano ingenuo ambos podíamos hablar con franqueza y dejarnos de tonterías. Este sería un baile igualado, poco me importaba morderle o no, él había elegido su propio destino y yo no era quién para hacerle cambiar de idea; pero si quería que le mordiera, debía darme lo que yo quería y debía contarle todo aquello que nadie quería saber de los nuestros.
-Borra esa sonrisa de tu cara Emhyr- dije con voz autoritaria. Aquello que le había contado seguramente ya lo supiera, pero yo guardaba un as bajo la manga, un dato que pocos conocían a no ser que fueran lupinos –No sólo serás esclavo de la luna... También en cierto modo serás mi esclavo. Si soy yo quien te transforma quedarás ligado a mi, tendrás que acudir a mi llamada y no podrás desobedecer mis órdenes o peticiones. ¿Por qué te crees que existen las manadas?¿Por qué te crees que el alfa, su sucesor o los progenitores son los que muerden a los cachorros? Para mantener intacto el compromiso y la fidelidad a la manada, para continuar con nuestro legado-
Mi cuerpo se pegó al ajeno y mis labios viajaron con lentitud hacia el oído de aquel humano para susurrarle pausadamente –Así que Emhyr, ¿Quieres todavía que te muerda? ¿O pensabas que podrías ser un lobo solitario? Serás mi esclavo, y créeme, disfrutaré jugando contigo a mi antojo por haberme hecho chantaje. Tú decides, puedes decirme el sitio y la hora en el que encontraré a mi hermano como un hombre libre y que como premio yo te muerda o... Simplemente, puedo morderte y obligarte a decírmelo y, créeme, no te va a gustar.- Aparté mis labios de su oído, sintiendo mi perfume flotar en el aire y caminé de espaldas hasta el árbol. Mi espalda se recostó sobre la corteza y mis ojos admiraron divertidos el debate de aquel pobre hombre. Él había querido jugar conmigo y yo no era alguien que se dejara ganar.
Sus manos recorrieron con lentitud el perfil de mis carnosos labios, trazando aquel sendero sin prisas para, a continuación, entreabrirlos y contemplar mis colmillos casi con fascinación. Así que por eso era por lo que no temía la parte más inhumana y despiadada de mi ser, porque él pretendía convertirse en lo que yo era: un licántropo. Solté una risa irónica mientras mis ojos miraban con sorna al cielo. Esta noche habría luna llena, la única noche del mes en que él podría ser transformado y, por casualidad, era la noche en la que a mi me habían puesto sobre la pista de mi hermano. ¿Casualidad? Lo dudaba, las casualidades no existían en este mundo repleto de intereses velados.
De un manotazo aparté sus ásperas manos del perfil de mis labios y abandoné el firmamento para posar de nuevo mis ojos sobre los suyos. -¿Sois consciente acaso de lo que ser un lobo supone?- Debía retomar el control de la situación si quería conseguir lo que había venido a buscar aquella noche. Debía conseguir que fuera él el que danzara a mis son y no ser yo quien le bailara el agua.
-¿Sabes Emhyr? Hay cientos de pusilánimes que ansían nuestra fuerza, la longevidad, los sentidos excitados y sensibilizados; pero alguien como tú debería saber...- mis manos se deslizaron ahora, imitando a las suyas, por sus labios para entreabrirlos y observar de cerca sus pequeños colmillos –que ningún cuento acaba bien y que siempre acaba muriendo alguien. Deseáis que mis colmillos se hundan en vuestra tierna piel pero... ¿Habéis contado con que quizá no pueda controlarme y os despedace en el intento?- de nuevo una sonrisa en mis labios, imaginando su carne blanda entre mis colmillos –Tengo ciertos problemas de agresividad, y el llevar semanas buscando a mis hermanos sin resultado no ayuda precisamente a frenar a mi loba interior; no encuentro más que estúpidas insinuaciones de sus compañías o de los sitios por los que han pasado. Parece que la gente de por aquí no entiende que quiero un sitio y una hora en el que encontrar a mi hermano-
Allí estaba el precio si quería que mis dientes se clavaran en su piel para convertirle en la bestia que yo era cada luna llena. Mis manos se alejaron de sus labios con tanta prisa como llegaron y mis labios se curvaron en una sonrisa que nada tenía de dulce o angelical, era una sonrisa macabra. ¿Quería ser un lobo? Aprendería entonces qué era todo aquello que los simples humanos desconocían de los míos.
-¿Acaso crees que ser lobo te hará libre? ¿Que te librará de todo aquello que ahora atormenta tu alma pusilánime? -reí de nuevo ante su atenta mirada. El sol comenzaba a desvanecerse del horizonte y, la penumbra que dejaba y la cercanía con la que la luna se cerniría sobre nosotros, me dotaba de un aspecto salvaje, feroz, el de una loba que se comería a aquella caperucita. Una risa macabra, unos rizos desbocados y unos ojos que, sin quererlo apenas, pasaban del color aceituna al más puro dorado. -¿Os parece cruel la esclavitud de los africanos? La vuestra no será muy diferente. Desde el momento en que mis colmillos se claven en vuestra piel, serás esclavo de la luna- Mis dedos recorrieron lentamente la piel de su cuello y su mandíbula, tratando de decidir cuál sería el lugar escogido para morderle horas más tarde. Sus ojos no perdían detalle de mis movimientos, esperando con calma mis siguientes palabras, mis próximos actos. De nuevo, no se veía el miedo reflejado en sus ojos, sino suma paciencia de alguien que sabe lo que le espera y, simplemente, se arma de paciencia para obtenerlo.
-Cada mes tendrás que enfrentarte a dolorosas transformaciones e instintos incontrolables. Pasarán años hasta que te acostumbres al sonido de tus huesos quebrándose bajo la luz mortecina de tu nueva dueña. Pasarán años hasta que controles tu instinto asesino, hasta que aprendas a correr cada vez que te cruces con un humano inocente en luna llena. Tu razón gritará que huyas y no le lastimes, pero tu lobo interior sólo escuchará la llamada de la sangre.-
Ahora que ambos sabíamos a qué atenernos, que ni yo era una pobre dama en apuros ni él un simple humano ingenuo ambos podíamos hablar con franqueza y dejarnos de tonterías. Este sería un baile igualado, poco me importaba morderle o no, él había elegido su propio destino y yo no era quién para hacerle cambiar de idea; pero si quería que le mordiera, debía darme lo que yo quería y debía contarle todo aquello que nadie quería saber de los nuestros.
-Borra esa sonrisa de tu cara Emhyr- dije con voz autoritaria. Aquello que le había contado seguramente ya lo supiera, pero yo guardaba un as bajo la manga, un dato que pocos conocían a no ser que fueran lupinos –No sólo serás esclavo de la luna... También en cierto modo serás mi esclavo. Si soy yo quien te transforma quedarás ligado a mi, tendrás que acudir a mi llamada y no podrás desobedecer mis órdenes o peticiones. ¿Por qué te crees que existen las manadas?¿Por qué te crees que el alfa, su sucesor o los progenitores son los que muerden a los cachorros? Para mantener intacto el compromiso y la fidelidad a la manada, para continuar con nuestro legado-
Mi cuerpo se pegó al ajeno y mis labios viajaron con lentitud hacia el oído de aquel humano para susurrarle pausadamente –Así que Emhyr, ¿Quieres todavía que te muerda? ¿O pensabas que podrías ser un lobo solitario? Serás mi esclavo, y créeme, disfrutaré jugando contigo a mi antojo por haberme hecho chantaje. Tú decides, puedes decirme el sitio y la hora en el que encontraré a mi hermano como un hombre libre y que como premio yo te muerda o... Simplemente, puedo morderte y obligarte a decírmelo y, créeme, no te va a gustar.- Aparté mis labios de su oído, sintiendo mi perfume flotar en el aire y caminé de espaldas hasta el árbol. Mi espalda se recostó sobre la corteza y mis ojos admiraron divertidos el debate de aquel pobre hombre. Él había querido jugar conmigo y yo no era alguien que se dejara ganar.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Como lágrimas en la lluvia... [Odalyn Landvik]
Ella le apartado en su gesto, un rechazo, al fin y al cabo, el otomano es descarado y atrevido, parece tentarle el peligro, parecer que el jugarse la vida en aquella constancia no es algo que le haga retroceder. Un reflejo que muestra cómo es y cómo ha sido su modo de vida.
-Sé que todo supone un sacrificio. -Siente el roce en sus labios, él la mira con convicción y seriedad, no está desesperado, pero ahí un remanente que indica que él ha meditado demasiado sobre esta decisión y que lo tiene bien claro. -Sea la decisión que sea, mi cuenta no tiene un buen final, y de eso soy más que consciente. ¿Crees que la muerte me preocupa? Desde que tengo 8 años, sé que es ser verdugo, en mi mundo siempre sobrevive el más fuerte. Que así sea en esta ocasión, si no lo consigo será porque no fue el más fuerte.
Él había nacido con el privilegio que muchos no habían tenido, una educación exquisita y una mente que solo había sabido absorber insaciable todos los conocimientos. Pero a sus ocho años de edad, su destino había llegado. Su padre lo mando a la escuela de jenízaros, ya que nunca sería heredero de su casa a no ser que se convirtiese en uno.
Ya desde aquella edad había recibido una dura formación entre la élite del sultán, ya con esa edad recibía educación de pluma y espada, y al año y poco, ya había sido mandado a la guerra a matar, y lo había hecho. Aún recuerda ese día, fue espantoso, ¿acaso era acto valiente obligar a un niño a luchar por su país, y por su vida? Le había arrancado ese miedo, y le había arrancado en aquellos años la consciencia sobre arrebatar la vida ajena.
-Deja de querer asustarme, conozco tu especie… Y sé lo que quiero. Muerte y dolor, que así sea. No me vas a hacer cambiar de decisión. -Le dijo con firmeza, ella jugaba con él, y en cierto modo ella lo tenía en la palma de la mano. Insistía en el tema de su hermano, pero él no sabía más, necesitaba indagar en esa historia. -Y lo último que sé de tu hermano es que acudirá a una fiesta, fecha y lugar puedo darte, nada más. En mi bolsillo tengo una invitación.
Seguía insistiendo, más su actitud parecía haberse suavizado. Es más, a Emhyr le pareció peligrosamente tentativa con cada uno de sus movientes, parecía estar jugando con él, con aquel coqueteo. Lo peor, Emhyr le gustaba que jugará con él.
La proximidad de su cuerpo cálido pegado a los suyo, su voz que parecía incitarle a contarse secretos en clandestinidad.
-Ya soy esclavo de mi nombre, señorita. Estoy exiliado de mi propia tierra, una deshonra injusta, “nos” traicionaron, y a pesar del mundo me han dado por muerto, algunos siguen buscando al fantasma desde las sombras, porque siente el peligro de que aun yo respiré. -Tragó saliva, estaba un tanto tensó, más que nada porque se contenía al usar esas manos largas con ella. Aunque por un momento, antes de que ella se retiara la tomó por la cintura con fuerza, para retenerla un poco más contra su cuerpo. Mirada de advertencia. -Su esclavo, y su juguete… ¿Es lo que desea de mí? Sé consecuente, ya que no me conoce… Lo tendrás. Solo dame lo que quiero.
-Sé que todo supone un sacrificio. -Siente el roce en sus labios, él la mira con convicción y seriedad, no está desesperado, pero ahí un remanente que indica que él ha meditado demasiado sobre esta decisión y que lo tiene bien claro. -Sea la decisión que sea, mi cuenta no tiene un buen final, y de eso soy más que consciente. ¿Crees que la muerte me preocupa? Desde que tengo 8 años, sé que es ser verdugo, en mi mundo siempre sobrevive el más fuerte. Que así sea en esta ocasión, si no lo consigo será porque no fue el más fuerte.
Él había nacido con el privilegio que muchos no habían tenido, una educación exquisita y una mente que solo había sabido absorber insaciable todos los conocimientos. Pero a sus ocho años de edad, su destino había llegado. Su padre lo mando a la escuela de jenízaros, ya que nunca sería heredero de su casa a no ser que se convirtiese en uno.
Ya desde aquella edad había recibido una dura formación entre la élite del sultán, ya con esa edad recibía educación de pluma y espada, y al año y poco, ya había sido mandado a la guerra a matar, y lo había hecho. Aún recuerda ese día, fue espantoso, ¿acaso era acto valiente obligar a un niño a luchar por su país, y por su vida? Le había arrancado ese miedo, y le había arrancado en aquellos años la consciencia sobre arrebatar la vida ajena.
-Deja de querer asustarme, conozco tu especie… Y sé lo que quiero. Muerte y dolor, que así sea. No me vas a hacer cambiar de decisión. -Le dijo con firmeza, ella jugaba con él, y en cierto modo ella lo tenía en la palma de la mano. Insistía en el tema de su hermano, pero él no sabía más, necesitaba indagar en esa historia. -Y lo último que sé de tu hermano es que acudirá a una fiesta, fecha y lugar puedo darte, nada más. En mi bolsillo tengo una invitación.
Seguía insistiendo, más su actitud parecía haberse suavizado. Es más, a Emhyr le pareció peligrosamente tentativa con cada uno de sus movientes, parecía estar jugando con él, con aquel coqueteo. Lo peor, Emhyr le gustaba que jugará con él.
La proximidad de su cuerpo cálido pegado a los suyo, su voz que parecía incitarle a contarse secretos en clandestinidad.
-Ya soy esclavo de mi nombre, señorita. Estoy exiliado de mi propia tierra, una deshonra injusta, “nos” traicionaron, y a pesar del mundo me han dado por muerto, algunos siguen buscando al fantasma desde las sombras, porque siente el peligro de que aun yo respiré. -Tragó saliva, estaba un tanto tensó, más que nada porque se contenía al usar esas manos largas con ella. Aunque por un momento, antes de que ella se retiara la tomó por la cintura con fuerza, para retenerla un poco más contra su cuerpo. Mirada de advertencia. -Su esclavo, y su juguete… ¿Es lo que desea de mí? Sé consecuente, ya que no me conoce… Lo tendrás. Solo dame lo que quiero.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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